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El avivamiento a toda costa
Mensaje por el secretario de campo Harper Hunter en la octogésima primera Asamblea
“¿No volverás a darnos vida, para que tu pueblo se regocije en ti?”. (Salmo 85:6)
Habacuc oró, “Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos, en medio de los tiempos hazla conocer; en la ira acuérdate de la misericordia” (3:2).
Estoy aquí para decirles esta noche, ¡avivamiento o morimos! Necesitamos avivamiento para sobrevivir; ¡es avivamiento o perecer! Debemos tener un avivamiento del Espíritu Santo.
Un pastor puso un letrero en su iglesia que decía, “¡Esta iglesia tendrá un avivamiento o un funeral!” Yo prefiero tener un avivamiento, ¿y usted?
¿Qué es avivamiento? ¿Qué es evangelismo? Revivir es devolver la salud y el vigor, florecer nuevamente, regresar a la vitalidad, devolver la vida o la conciencia. Paul Reese dijo: “El avivamiento y el evangelismo” aunque están estrechamente relacionados, no se deben confundir. El avivamiento es una experiencia en la iglesia; el evangelismo es una expresión de la iglesia”.
Una iglesia hace evangelismo porque está viva. Si usted está muerto como una roca y frío como una rana, no podrá realizar un alcance evangelístico. Un anciano conversaba con un ministro más joven que quería saber cómo podía alcanzar una multitud. El anciano le dijo: “¡Joven, conéctate con el fuego de Dios y la gente llegará para ver cómo ardes en fuego”.
No estoy en contra de un plan para testificar, pero los pecadores se darán cuenta en sus ojos si lo hace de corazón o no. Y si no lo hace de corazón, es mejor que no lo haga. Pero estoy seguro de que usted lo hará de corazón.
El avivamiento es la renovación del primer amor de los cristianos, y esto resulta en la conversión de los pecadores a Dios.
El evangelismo es señal de una iglesia viva ganadora de almas. No es una sorpresa que la iglesia primitiva tuviera un alcance. Primero surgió con ellos.
Revivir es volver a la vida consciente después de estar ausente de ella. [Así que podemos decir que] ¡el avivamiento mantiene a la iglesia despierta! Si carecemos de vigor, nos dormiríamos en el trabajo.
El evangelismo es el palpitar de la iglesia. El avivamiento es el pago de un precio. El evangelismo es el resultado de pagar ese precio. Oremos para que haya un AVIVAMIENTO A TODA COSTA, porque si no morimos. Hay peligro si no hay avivamiento.
Años atrás, asistí a una reunión de oración en esta ciudad en la casa de J.R. Kinser. Nuestro hijo, Harold, estaba en un avivamiento en la iglesia local de la avenida Wildwood. La hermana Lillie Duggar estaba allí ese día, y la oí decir: “Necesitamos avivamiento para salvar nuestras propias almas”.
Por años cité a la hermana Duggar: “Necesitamos avivamiento para salvar nuestras propias almas”. Luego, un 24 de noviembre de 1980, mientras conducía por la calle vino a mi mente [la cita de la hermana Duggar]: “¡Necesito avivamiento para salvar MI alma!”.
¡El avivamiento es una prioridad! No podemos ser avivados si no hacemos nada al respecto, si toda nuestra atención está en otras cosas. Es tiempo que esto sea una prioridad en nuestras vidas. ¡Imagínese que alguien cercano y querido muera sin ser salvo! Para ser revividos, tenemos que orar, diciendo: “Señor, envía un avivamiento, y permite que comience en mí”. Me pregunto cuántos de nosotros aquí esta noche haríamos esta oración.
Cuando hay avivamiento, los pecadores son salvos, pues, la Biblia dice: “…pues en cuanto Sion estuvo de parto, dio a luz sus hijos” (Isaías 66:8).
Es tiempo que los cristianos clamen por los pecados de otros. Es tiempo que oremos por ellos; es tiempo que los presentemos ante Dios y gimamos por sus almas. No importa si son amigos, enemigos, familiares o quien sea. Debemos gemir con agonía por las almas de los pecadores, pidiéndole a Dios que los salve. “Dios, cueste lo que cueste, acércalos a Ti”. Prefiero ver a la gente perder un brazo o una pierna que perder el alma.
Se necesita un avivamiento del Espíritu Santo. Un avivamiento del Espíritu Santo ayudará a los ministros, porque cuando los ministros son renovados tienen un nuevo amor por las almas. Cuando Dios visita a Su pueblo, los ministros sienten un peso en sus corazones por los inconversos. Ponen a un lado sus deseos y ambición de predicar grandes sermones; olvidan su ambición de fama; anhelan una sola cosa, y, esa es ver a los hombres acercarse a Jesucristo y ser salvos.
En tiempos de avivamiento, los ministros reciben un nuevo amor y una nueva fe en la Palabra de Dios. Atrás quedan las dudas; atrás quedan las críticas a la Biblia mientras van y predican la Biblia, únicamente la Biblia. Pablo dijo: “Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado” (1 Corintios 2:2).
El avivamiento hace que los ministros flojos en sus creencias se conformen a la doctrina correcta. Alguien dijo que un avivamiento poderoso haría más para que nuestros ministros y maestros de teología se centren en una doctrina correcta por sobre todas las herejías que jamás se hayan instituido.
El avivamiento del Espíritu Santo llevará a los ministros a una nueva libertad. Patrick Henry, lleno de gran devoción por su pueblo, en la Convención de Virginia, el 23 de marzo de 1775, dijo: “¿Es la vida tan preciosa, o la paz tan dulce, como para ser comprada al precio de cadenas y esclavitud? ¡Prohíbelo, Oh Dios Omnipotente! Ignoro el curso que otros han de tomar; pero en lo que a mí me respecta: ¡Dadme libertad o dadme muerte!”.
Tal vez deberíamos cambiar esas palabras para que digan: “¿Es la vida tan preciada y las comodidades del hogar tan absorbentes como para comprarlas con mi infidelidad y mi falta de oración? Ante el tribunal de Dios, ¿me acusarán de materialismo tapizado con unos cuantos versos de las Escrituras los millones que perecen? Prohíbelo, oh Dios Omnipotente. No sé qué camino tomarán otros; pero en cuanto a mí respecta, dame libertad (avivamiento) en mi alma y en mi iglesia, o dame la muerte”. Creo en el avivamiento, y no creo que haya precio que sea demasiado alto para ello.
¡En tiempos de avivamiento, los cristianos salen del mundo y viven vidas separadas! Alguien dijo: “Los cristianos que han estado coqueteando con el mundo, que han estado jugando a las cartas y bailando, yendo a los cines y entregándose a locuras similares, abandonarán [esa vida]”. Yo digo: “¡Señor, date prisa con un verdadero avivamiento del Espíritu Santo!”.
¡En tiempos de avivamiento, los cristianos reciben un nuevo espíritu de oración! Los cultos de oración ya no son un mero deber, sino que se convierten en la necesidad de un corazón hambriento y persistente. La oración privada se hace de día y noche. La gente ya no preguntará, “¿Responde Dios a la oración?” Ellos sabrán que Él responde a la oración. Entonces, saturarán el trono de la gracia de día y noche.
En tiempos de avivamiento, los cristianos salen a trabajar por las almas perdidas. No asisten a las reuniones simplemente para disfrutar y ser bendecidos. Van a las reuniones en busca de las almas y traerlas a Cristo. Hablan con los hombres en las calles, en las tiendas y en las casas. Hablan de la cruz de Cristo; hablan de la salvación; hablan del cielo y del infierno.
Estas [cosas] se convierten en temas de conversación. Se olvidan de la política, el clima, los sombreros de Pascua y las últimas novedades, porque las cosas de Dios ocupan todo el horizonte de sus pensamientos.
En tiempos de avivamiento los cristianos tienen nuevo gozo en el Señor Jesucristo. ¿Puede haber un poco de gozo en su iglesia local? “Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón” (Hechos 2:46).
Jesús dijo: “Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido” (Juan 15:11).
El verdadero avivamiento renueva al pueblo de Dios. Es un tiempo de gran regocijo.
Les presento tres cosas respecto al precio del avivamiento. La primera es la aflicción del alma. “Antes que estuviese de parto, dio a luz; antes que le viniesen dolores, dio a luz hijo. ¿Quién oyó cosa semejante?, ¿quién vio tal cosa? ¿Concebirá la tierra en un día? ¿Nacerá una nación de una vez? Pues en cuanto Sion estuvo de parto, dio a luz sus hijos. Yo que hago dar a luz, ¿no haré nacer? dijo Jehová. Yo que hago engendrar, ¿impediré el nacimiento? dice tu Dios”. (Isaías 66:79)
La aflicción habla del sufrimiento intenso. Nos gusta festejar con el Señor en la casa de Simón, por así decirlo, pero no nos interesa mucho ir con Él a Getsemaní. Pero si sufrimos con Él, también reinaremos con Él.
Pablo escribió a los gálatas: “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros” (Gálatas 4:19).
Moisés fue un excelente ejemplo de un hombre con aflicción del alma. Israel había pecado gravemente e hizo que este líder se postrara sobre su rostro ante Dios. Hablando con Dios, le dijo: “…que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito” (Éxodo 32:31, 32).
El mundo no hará este tipo de oración. Un hombre asalariado no hará este tipo de oración. Si vamos a trabajar para la Iglesia de Dios, debemos tener nuestro corazón en ella. Una persona podría trabajar para una determinada empresa pero detestar cada día que tiene que marcar el reloj registrador. Quizá su deseo es trabajar para otra empresa; sin embargo, cuando se trata de trabajar en la Iglesia de Dios, la persona deberá tener su corazón en ella si quiere ser victoriosa en Dios.
Jeremías es conocido como el profeta llorón quien dijo: “¡Oh, si mi cabeza se hiciese aguas, y mis ojos fuentes de lágrimas, para que llore día y noche los muertos de la hija de mi pueblo!” (Jeremías 9:1).
Un supuesto líder en la iglesia, hablando de otras personas, dijo: “Se ven bien yendo como viniendo”. Pero esto no es así para alguien cuyo corazón está en ello. Todo cristiano debe ganar a alguien para Dios. Si alguien se esfuerza y traspira sangre por otra persona, no querrá que otro venga a golpearla y agobiarla. Pero aquel que siempre está cuidando las ovejas de alguien más, gente por la cual no trabajó, quizá no tenga ese sentimiento por ellas.
Pablo dijo: “Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo, que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne” (Romanos 9:1-3).
Al Espíritu Santo no le impresiona el grosor de la alfombra en el suelo. Tampoco le impresiona cuán alto es el campanario de la iglesia. Lo que impresiona al Espíritu Santo es la tasa de conversión en el altar.
El avivamiento que Dios está a punto de derramar no va a comenzar en el teatro; va a empezar dentro de nosotros. Usted y yo debemos pasar por el mismo proceso de convicción, arrepentimiento y transformación por el que esperamos que pase el pecador. Si se queda sentado de brazos en la iglesia local, amargado y sin hablar los unos con otros, se morirá esperando que los autobuses lleguen a la puerta de la iglesia llenos de personas; eso jamás sucederá. Con un espíritu así, los miembros tendrán que primero llenar el altar antes que lo hagan los pecadores.
Aflicción, agonía y lágrimas son las cosas que creo son el precio del avivamiento. Vale la pena hacer un culto de oración que dure toda la noche por cualquier alma.
No se necesita mucha compasión para tener una conferencia de negocios y expulsar a alguien de la iglesia. Si valió la pena el esfuerzo por esa alma la primera vez, valdrá la pena nuevamente esforzarse por ella. A veces nos rendimos demasiado rápido.
Pablo, un hombre de lágrimas, estaba seguro de que después de su partida vendrían lobos rapaces entre el rebaño. “Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos”. (Hechos 20:30) A estas personas les dijo: “Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno” (v. 31). No hay suficientes lágrimas en la Iglesia de Dios en este momento.
Queremos que el pecador sea quebrantado, pero demasiadas veces él puede apuntar su dedo hacia nosotros y decirnos: “[Oye], cristiano, tienes que ser quebrantado. Nunca te he visto quebrantado; nunca he visto que derrames lágrimas”. Nos gusta el lado maravilloso de nuestra religión. Es extraordinario sentir las bendiciones de Dios. Sin embargo, el mejor momento para gritar es cuando alguien sube al altar y [manifiesta] que la carga de su pecado ha sido levantada de su corazón, y la gloria de Dios resplandece sobre su rostro, habiendo sido cambiado de las tinieblas a la luz, del poder de Satanás al poder de Dios. Ese es un buen momento para regocijarse en el Señor.
Ahora bien, Dios es soberano; puede enviar un derramamiento cuando quiera. Pero el momento más indicado es cuando los ángeles en el cielo se regocijan, para que nosotros también nos regocijemos aquí abajo.
Tenemos que ser una iglesia ganadora de almas. Si no nacieran más niños en el mundo, esto pronto podría entregarse a los búhos, porque todos morirían. Lo que mantiene la carrera es el nacimiento de niños, y eso es lo que su iglesia local necesita. En Peerless Road, aquí en Cleveland, tenemos más de 400 miembros. ¿Por qué no podríamos tener 4,000 miembros en esta ciudad? Dios podría bendecir hasta que tuviéramos que usar este tabernáculo de la Asamblea semana tras semana, con la gente regocijándose y alabando a Dios en un antiguo avivamiento del Espíritu Santo enviado desde el cielo.
Dios no se ha rendido con este mundo. La respuesta de Dios es el avivamiento. El Señor dijo que derramaría Su Espíritu sobre toda carne. No todos serán salvos. ¡Ojalá que todos fueran!
No podemos tener un avivamiento si no hay oración. El salmista dijo: “Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?” (Salmo 42:3). No quiero que el mundo se burle de nosotros; quiero estar lleno [del Espíritu] de Dios. Quiero ser revivido; me niego a morir. La respuesta de Dios es el avivamiento.
Dios nunca ha dejado a Su pueblo sin un plan adecuado. En los días de Noé, allí estaba el arca. Hay un derramamiento del Espíritu para nuestros días. Usted puede llamar el arca una goleta, barco, o como quiera llamarle; lo cierto es que quien no estaba allí no fue salvo. Usted puede llamar a esto una revolución espiritual, un gran despertar, un avivamiento o como quiera llamarle, pero esa es la manera como Dios preparará a la iglesia para que esté lista para la venida del Rey por medio de un avivamiento. El Rey no vendrá por una Novia muerta, infeliz. Hoy en día, se dice que debes tener “gozo” cuando lavas los platos, pero el [gozo] del cual el Libro habla, dice: “Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación” (Isaías 12:3).
¡El gran día de la evangelización está a las puertas! ¡Los mejores días para la Iglesia de Dios están por llegar! ¡Dios está a punto de hacer algo que usted jamás ha visto en su vida, un derramamiento del Espíritu de Dios!
Ni usted ni yo salvaremos la iglesia. El Espíritu Santo salvará a la iglesia. El arca fue lo que salvó a Noé. Él trabajó en ella por mucho tiempo, pero el arca fue su salvación. ¡Es avivamiento o perecer, tal como lo fue [en los días de Noé]: el arca o perecer!
Quisiera que todos los hombres, mujeres, niños y niñas en este mundo fueran limpios para que Dios los llene con el Espíritu Santo. El Espíritu Santo no habitará en un templo inmundo. No importa cuánto grite a toda voz “gloria” para que el Espíritu Santo haga morada en su vida si está podrido por dentro. Él se reserva el derecho de saber cuándo un templo está limpio, puro y listo para hacer morada. Me pregunto esta noche: ¿Estoy hablando con gente que quiere ser revivida? 0h Dios, quiero ver avivamiento.