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Avanzando hacia el futuro: El avivamiento

Durante los primeros años de ministerio, uno de nuestros grandes evangelistas, Elwood Matthews, servía como director de evangelismo para la Iglesia de Dios de la Profecía. Kelly y yo fuimos bendecidos al servir con varios otros evangelistas nacionales. Se esperaba que todos viajáramos por el país y estuviéramos participando en los servicios de avivamiento por lo menos veinte noches cada mes. La mayoría de los avivamientos duraban un mínimo de 7 a 10 días, lo cual podía parecer una eternidad si no había mucha actividad, pero también recuerdo aquellos avivamientos que deseábamos que nunca terminaran. La mayoría de los grandes avivamientos tenían ciertas cualidades en común.

En primer lugar, estaba la preparación. Los pastores se propusieron a promover y planificar el avivamiento. Se hablaba de ello, se oraba, se predicaba, se planificaba y se anunciaba. Se extendían invitaciones, se invitaba a las iglesias del área, se organizaba música especial y se asignaban fondos. La cita tan usada y atribuida a Benjamín Franklin es realmente cierta: “Si usted falla en planear, está planeando para fallar”.

En segundo lugar, se hizo una pausa. Los miembros de la congregación hicieron un esfuerzo colectivo para romper con sus atareadas rutinas y así priorizar su tiempo y energía para el avivamiento espiritual. Esta pausa sirvió para realinear la prioridad de buscar primero el reino de Dios y elevar el valor del avivamiento. Esto se convirtió en un importante momento de enseñanza, ya que los padres dieron ejemplo de esta pausa a sus hijos.

En tercer lugar, había expectación. ¿Qué es la expectación? Es el repiqueteo de los pies de los niños al bajar las escaleras la mañana de Navidad. Es la ovación de miles de aficionados en el estadio deportivo cuando los equipos hacen su entrada. La expectación es la emoción de un joven matrimonio al dar la bienvenida a un recién nacido a su familia. El avivamiento conlleva esta misma emoción y anticipación. Quizá podemos llamarlo fe en movimiento. Es la sensación de que algo bueno está a punto de suceder, de que Dios está a punto de abrir las ventanas de los cielos.

En cuarto lugar, la Palabra y la adoración eran la pieza central del avivamiento. La música resonaría en el corazón de los verdaderos adoradores mientras los conducían a la presencia del Señor. Después, el evangelista tendría la tarea de predicar un sermón poderoso, oportuno, que edificara a través de la unción del Espíritu Santo y que convenciera, conmoviera, bendijera y desafiara a la congregación.

Por último, el avivamiento se caracterizaba a menudo por experiencias de salvación, santificación y bautismo del Espíritu. Muchos dieron testimonio de haber sido sanados, liberados y puestos en libertad. También fue en estos contextos de avivamiento que muchos escucharon el llamado de Dios al sintonizar sus oídos para oír Su voz.

El avivamiento fue y sigue siendo el rugido estruendoso del Espíritu que confronta a cada demonio, cada enfermedad y cada fortaleza con dos palabras de las Escrituras: “Pero Dios”. Estas dos palabras literalmente lo cambian todo. Hechos 13 describe cómo el pueblo en Jerusalén y sus líderes no encontraron ningún motivo para ejecutar a Jesús; pero comoquiera le pidieron a Pilato que lo matara. Cuando se cumplieron todas las profecías en torno de Su muerte, Lo bajaron de la cruz y Lo colocaron en una tumba. Para los que lo habían dejado todo para seguir a Jesús, la muerte parecía definitiva. Entonces llegaron estas dos palabras que se encuentran en el versículo 30: “PERO DIOS lo levantó de entre los muertos”.

Estas dos palabras aparecen nuevamente en el segundo capítulo de Efesios. Pablo le había estado recordando a los santos y fieles seguidores de Cristo Jesús sus pasados feos. Solían vivir en pecado como el resto del mundo, obedeciendo al diablo —el comandante de los poderes en el mundo invisible. En sus vidas anteriores, habían seguido los deseos apasionados y las inclinaciones de su naturaleza pecaminosa y estaban sujetos a la ira de Dios. Entonces Pablo comparte las dos palabras que literalmente cambiaron todo: “PERO DIOS, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo” (Efesios 2:4, 5).

Aun en el más terrible de los escenarios, estas dos palabras reescriben el guion. Me estaba hundiendo en el pecado... ¡Pero Dios!

Mi matrimonio se estaba desmoronando... ¡Pero Dios!

Mis hijos habían abandonado la fe... ¡Pero Dios!

El cáncer asolaba mi cuerpo... ¡Pero Dios!

Mi vida estaba en ruinas... ¡Pero Dios! La iglesia que pastoreaba estaba en decadencia... ¡Pero Dios!

Me sentía agotado y a punto de abandonar mi llamado... ¡Pero Dios!

Estas dos palabras dan vida y devuelven la esperanza. Reviven, renuevan, resucitan, recuperan, reparan y salvan. “Pero Dios” es la diferencia entre la muerte y la vida, el fracaso y el éxito, la derrota y la victoria.

Entonces, ¿qué significa todo esto para la iglesia hoy? Muchas iglesias ya no celebran campañas de avivamiento como las he descrito aquí. Tal vez debamos, como dicen en donde yo vivo, “sacudir ese arbusto una vez más”. De no ser así, debemos encontrar un nuevo camino que nos lleve a este mismo destino, a un lugar de avivamiento.

Oro estas palabras sobre la Iglesia de Dios, una canción escrita por William P. Mackay en 1875:

Avívanos otra vez; llena cada corazón con Tu amor.

Que cada alma se encienda con el fuego de lo alto.

¡Aleluya! Tuya es la gloria.

Aleluya. Amén.

¡Aleluya! Tuya es la gloria.

Avívanos otra vez.

TIM COALTER | OBISPO PRINCIPAL
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