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Ser misional—Compartiendo la esperanza de Jesús
Nuestra misión
Mateo 28:19, 20 dice: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”. Hechos 1:8 dice: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. Hemos sido comisionados y empoderados para llevar el evangelio “hasta lo último de la tierra”. Para algunos cristianos, esto puede significar viajar fuera del país para ser misioneros, pero para la mayoría, es compartir con los que están cerca de nosotros el evangelio de Cristo. Para la mayoría de los cristianos, lo último de la tierra será su lugar de trabajo, el vecindario, la tienda de comestibles de la esquina, el parque de la comunidad, etc. Para mí, tres años atrás, fue la Universidad del Sudeste de Luisiana ([de aquí en lo sucesivo] SELU, siglas en inglés).
Estudio bíblico en el campus
Mi primer año en SELU fue difícil, especialmente en 2020, cuando recién inició la [pandemia] del COVID-19, y muchas cosas habían cambiado. Busqué unirme a dos organizaciones de estudio bíblico diferentes. Ambas eran organizaciones centradas en la Biblia, pero simplemente no me sentí cómoda. Durante mis
primeros dos años en SELU, me gané el nombre de ser “la joven que oraba por la gente”. Me encontraba con compañeros de clase, los elogiaba por algo y les preguntaba si querían que orara por ellos. Cuando iba a la lavandería a lavar ropa, también me daba a la tarea de conocer a quienes estaban allí, y también oraba por ellos. Una noche, hacia la medianoche, recuerdo que detuve a un grupo de compañeros que salían de la lavandería. Eran cinco estudiantes, y les pregunté si querían que orara por ellos; dos se quedaron y los otros tres se fueron. Las dos que se quedaron se convirtieron en mis mejores amigas. De vez en cuando, me encontraba con ellas y otras personas por quienes había orado, y las invitaba a la iglesia. De mil en cien, una de ellas llegaba al servicio, pero en la mayoría de las veces, no aceptaban mi invitación. Pero, continuaba invitándolas.
Durante el verano de 2022, sentí que Dios me estaba llamando a comenzar un estudio bíblico, pero me sentí muy insegura e incompetente. Le conté a mi pastora que sentía el llamado a dirigir uno en el campus, y ella me dijo que me preparara. Ese verano, me matriculé en un curso que ofrecía la IDP sobre cómo enseñar a jóvenes adultos. Después de tomar el curso, todavía no entendía completamente el llamado de Dios para iniciar el estudio bíblico en el campus.
El comienzo
El comienzo es la parte más difícil. Antes de comenzar lo que Dios nos ha llamado a hacer el diablo lanza muchos trucos para detenernos. Recuerdo que me sentía incompetente, pero también el Espíritu Santo me recordaba que debía comenzar el estudio bíblico. El diablo continuaba trayéndome a la mente una lista de cosas de las cuales carecía para hacer la tarea. Cuestionaba mi seguridad en Cristo y mi lugar con Dios. [La lucha] era como en las películas cuando un ángel está sentado en un hombro y un demonio en el otro. [Un día], le comenté a la secretaria de nuestra iglesia que sentía el deseo de comenzar un estudio bíblico, pero que también no creía que tenía lo suficiente para ofrecerle a otros estudiantes. Le dije que tenía la misma edad que ellos y que no había nada que pudiera ofrecerles. Le compartí sobre los otros estudios bíblicos que había en el campus y de que nada de lo que yo pudiera hacer sería comparable, además, que los otros estudios bíblicos tenían recursos que no estaban a mi alcance. También le dije que estaba experimentando las mismas cosas que los otros estudiantes luchando con las finanzas que tiene un estudiante universitario, tratando de aprobar las clases, las transiciones de la vida y que carecía de conocimiento bíblico. Ella me animó, diciendo, “Comparte lo que has aprendido en la iglesia. No tiene que ser tan complicado”. Tomé sus palabras en ese momento y, todavía siguen conmigo. La realidad es que buscamos tantas razones (excusas) de por qué no testificar y alcanzar a la gente. Para cada excusa que yo ponía, había una solución. [Sin lugar a duda,] la persona indicada para ministrar a los de mi edad era yo misma porque me podía relacionar con ellos fácilmente. Y aunque había otros estudios bíblicos en el campus, cada grupo ministraba de una manera diferente, y cada manera era importante para alcanzar a las distintas personas. No permita que las excusas le distraigan de la misión. Dígale al diablo que es un mentiroso, y cumpla la gran comisión. Tengo amigos que me han dicho que no pueden compartir el [mensaje de Cristo] con la gente como yo lo hago porque son introvertidos. Pero eso es perfecto para Dios porque Él también los necesita para alcanzar a otros introvertidos. Hay muchas maneras para testificar.
Durante cuatro años, mi campo misionero fue SELU. Su campo misionero puede ser su trabajo; orar o motivar a un compañero de trabajo. Puede ser la tienda de comestibles; comparta con la cajera acerca del amor de Jesús. Puede ser un restaurante; la próxima vez que salga a almorzar deje una tarjeta de la iglesia junto con su propina. La conexión más grande con el campo misionero hoy en día probablemente son los medios de comunicación social; haga un podcast, publique un pasaje bíblico, y agregue un comentario sobre el mismo.
Mateo 5:16 dice: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. Deje que su luz comience a brillar allí donde está.
Desarrollo
Iniciar el estudio bíblico en el campus no fue nada fácil, como tampoco lo fue disuadir de él. Luego de la conversación que tuve con la secretaria de nuestra iglesia y revisitar la idea con mi pastora, acepté el llamado de Dios. Un domingo, tras darme cuenta de que ninguno de los amigos y compañeros del campus que había invitado llegaron a la iglesia, decidí llamar a varios.
Les dije que nos reuniéramos en el pasillo cerca de mi dormitorio porque les quería compartir lo que había sucedido en la iglesia. Ahora había [en mi corazón] un sentido de urgencia porque estaba segura de que el Espíritu Santo me había ungido para comenzar el estudio bíblico. Sentí como si el Señor me dijera: “Si ellos no vienen a la iglesia, lleva la iglesia a ellos”, y eso fue lo que hice. Mi primer estudio bíblico fue con un grupo de tres a cinco personas en el área de estancia de mi edificio de dormitorios, y solo hablamos de la iglesia. Al principio, los horarios de reunión eran irregulares, porque nos reuníamos en días y horas diferentes. Pero más adelante, nos comenzamos a reunir regularmente todos los lunes a las 8:00 de la noche. Después de dos semestres, ese grupo de tres a cinco estudiantes creció de 30 a 35, y hubo veces que nos reunimos cuarenta y dos, todos con ansias de buscar o profundizar nuestra relación con Jesús.
Fue [una experiencia] maravillosa ver distintas personas reunidas para hablar acerca de Jesús. Algunos estudiantes hablaron en lenguas por primera vez, otros recibieron salvación, experimentaron la presencia de Dios y crecieron en la fe. Me sentí bendecida de formar parte de un grupo increíble. El aprendizaje que adquirí de [esta experiencia] de enseñanza me acompañará toda la vida. Dejé de ser “la joven que oraba por la gente” a “la joven del estudio bíblico”. Si Dios me utilizó para alcanzar a mis compañeros, también lo puede utilizar a usted. Viva cada día con la expectativa de compartir la esperanza de Jesucristo con alguien que encuentre en su camino. [Ciertamente] no sabemos qué misión Dios nos entregará para hacer, y dónde.
SUPRINA HOWARD ROBINSON LAKE CHARLES, LUISIANA
Suprina Howard Robinson vive en Lake Charles, Luisiana. Posee una licenciatura en Sociología con especialización en Justicia Penal por la Southeastern Louisiana University. Trabaja para una organización sin fines de lucro y está recién casada con Hunter Robinson. Participa activamente en la iglesia y en el ministerio universitario. Suprina disfruta asistiendo a eventos de la IDP y trabajando con los niños.