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La última atalaya

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bar. Tenían hasta su propio periódico en inglés: The Aitana Star, con información mensual de los progresos en la construcción del radar, eventos y reportajes sobre qué hacer o visitar en los alrededores, como Guadalest o las playas de San Juan. En 1959 el mismísimo general Eisenhower, presidente de los EEUU, llegó en visita oficial a España. Aquella visita y su importancia se publicitaba con gran fanfarria en el NODO y así poco a poco, se empezó a hablar públicamente de las Bases. La VI flota norteamericana ya patrullaba por el Mediterráneo con sus famosos portaviones y destructores, que se hicieron habituales del puerto de Valencia. En 1960 los radares ya estaban en pruebas, pero faltaba un detalle, un auténtico dilema para el secretario del Ayuntamiento de Confrides, un joven abogado recién licenciado. Don Andrés debía resolver el problema legal que suponía la cesión de parte de España a una potencia extranjera. Cuando los grandes dignatarios y los altos funcionarios firman importantes tratados y pactos suelen olvidar estos Radares de Aitana

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pequeños detalles, como son que aquellas montañas aunque escarpadas y recónditas, eran territorio nacional. Desde el Ministerio llamaban a Don Andrés exigiendo la resolución del expediente y este respondía que no había fórmula legal que permitiera tal cesión, que aquello no se podía hacer. Y desde Madrid contestaban tajantes: se tiene que hacer. Don Andrés recordó entonces su Altea natal. En verano sus padres alojaban turistas en su casa, con los que tenía que compartir mesa a la hora de la cena, para conseguir algunos ingresos extra y pagar sus estudios. Así fue como se le ocurrió la solución. Algo tan sencillo como un

alquiler, un arrendamiento por el precio de una peseta al año. Problema resuelto. La 876th AWCRON, o la estación Kansas, como la bautizaron los americanos, estaba totalmente operativa. Después de algunos años EEUU cedió a España la gestión de la base de Aitana y la Colonia de Aviación. Los oficiales norteamericanos formaron tan bien a los oficiales y técnicos españoles que detectaban hasta los aviones espías de la USAF, que se suponían invisibles. Desde aquel momento la base pasó a denominarse Escuadrón de Vigilancia y Control nº5. Tenía una dotación de unos 200 soldados y unos 70 oficiales que residían en Alcoy, en la Colonia de Aviación. Pero el personal civil de la base de Aitana provenía de los pueblos de alrededor, como la mayoría de los soldados de reemplazo que formaba

Portaviones Coral Sea en Benidorm 1988 Matías Llinares, que hizo el servicio militar en la base en 1980

la guarnición. La base se convirtió en el destino estrella entre los reclutas que debían cumplir el servicio militar obligatorio y querían estar cerca de sus familias. La base también trajo la televisión, ya que en 1961 allí se instaló el repetidor de TVE que permitió la correcta recepción en buena parte de la provincia. No es casual que el primer informativo territorial, que empezó a emitirse en 1971, se llamara Aitana. Los americanos siguieron visitando regularmente estas costas. Tal como habían predicho, la Costa Blanca se había convertido en “the Spanish Riviera” y durante los años ochenta no perdieron la ocasión de dar unos días de permiso a las tripulaciones de los portaviones Forrestal, Saratoga o Coral Sea en las playas de Benidorm, bien protegidos por los radares de Aitana a 1558 metros de altura. Finalmente la base, denominada en su última época EVA nº5, (Escuadrón de Vigilancia Aérea) cerró en 2007, pero uno de sus radares sigue activo. En plena era de los satélites, se mantiene en funcionamiento por seguridad como la última atalaya.

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