Telar 60

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Porque Claret tejió telas, y luego las Buenas Noticias Un vínculo afectivo con la familia claretiana

Año 18 - Nº 60 - Octubre - Diciembre 2014

El Señor viene ¿a una iglesia despierta?


Atento para efectuar su aporte a TELAR Estimado hermano en Cristo Agustín Cabré: He decidido tomar los remos y continuar recibiendo la revista TELAR, con la cual me siento unido a la gran Familia Claretiana a través de las lecturas de temas profundos que atañen a nuestra Iglesia y al país a los cuales tanto queremos y nos entregamos. Estaré atento para hacer efectivo el aporte que se necesita para esta obra. Con el recuerdo de siempre, te abraza. Víctor Saavedra Vergara Santiago

Cartas

Hermosa lluvia

Padre Haroldo difunde TELAR

De una etiqueta en Facebook, una amiga de un misionero: ¡Lluvia de gracias y bendiciones por la edición de TELAR! Petra Mallén. Argentina

José Agustín: En reunión de nuestro decanato, tu cohermano Haroldo Zepeda nos facilitó la revista TELAR. Quiero felicitarte por este trabajo y agradecerte los constantes envíos de tu “Catalejo”. Como pequeño aporte agrego un boletín mensual parroquial, “Correo del Cura”, y la página web de nuestra parroquia, www.parroquiasantocuradears.cl Muchas gracias. Hernán Leemrijse, scj Párroco Santo Cura de Ars San Miguel, Santiago

Escasa información para aportar al Sínodo Apreciado Agustín: Haroldo, miembro de nuestro presbiterio decanal, me ha dado la revista TELAR. En tu artículo “La Familia: ¿una joya, un desafío, un problema?”, comulgo con tus expresiones. Nuestras parroquias no tuvieron la información debida para hacer aportes al Sínodo; fue muy de cúpulas. Qué bueno que a través de TELAR y otros medios se exprese algo diferente de nuestros superiores en los cargos. Un abrazo. Renato Giavio Parroquia Sta. Mª de la Esperanza San Miguel, Santiago

Desde la cuna del Padre Mariano Amigos claretianos: Les comento que comoquiera que tenemos establecido un intercambio con nuestra revista Vía Lata, les agradecería sinceramente nos sigan enviando TELAR como hasta ahora. Reciban junto a mi reconocimiento, mis mejores saludos. Antonio López Sos Almudévar, Huesca. España

Telar Es una publicación de los Misioneros Claretianos Director: José Agustín Cabré Rufatt, cmf. Editor general: Alfredo Barahona Zuleta Diseño: ECCLA, Ediciones y Comunicaciones Claretianas Zenteno 764 - Casilla 2989 Santiago-21. Santiago - Chile F. (56) 226 95 34 15, Fx. (56) 226 95 34 07 E-mail: eccla@eccla.cl · www.eccla.cl 2

Valioso aporte fraterno Apreciado Alfredo: Cordiales saludos. Acabo de depositar en cuenta del Banco de Chile a nombre de Misioneros Claretianos, la cantidad de doscientos mil pesos como aporte de la Parroquia a la revista TELAR. Que tengas feliz trabajo. Javier Montón B., cmf Párroco, Basílica Corazón de María Antofagasta

Esperan TELAR con ansias Realmente TELAR es una revista que todos esperamos con ansias, por el contenido que nos entrega en cada edición. ¡Gracias a los que con su trabajo la hacen posible! Bendiciones para todos. María Agueda Pilliteri Córdoba, Argentina

Su opinión nos interesa Esta página está abierta para que los lectores puedan opinar: ya sea sobre la revista, sus artículos o temas, o sobre otros asuntos de interés acordes con el objetivo de TELAR: tejer la Buena Noticia en medio de la realidad del mundo, donde la familia claretiana y todos los cristianos estamos llamados a ser luz y sal. Las opiniones pueden dirigirse, a nombre del Editor general de TELAR, a: abarahona@eccla.cl , o bien, por fax, al Nº (56) 226 95 34 07. Por correo convencional, a Casilla 2989, Santiago-21, Chile. cartas


Eirene shalom, ¿una paradoja absurda? Hablar de la paz en Navidad parece lugar común. Talvez porque paz ha llegado a ser poco más que una palabra o, a lo sumo, una utopía inalcanzable. La llamada civilización occidental cristiana carga con la vergüenza de jamás en veinte siglos haber proscrito la guerra como supuesta solución de los conflictos. Se podría meter las manos al fuego sosteniendo que no ha habido siglo, año y ni siquiera un día en la era cristiana sin desgarradores enfrentamientos bélicos. El mundo “cristiano” jamás ha conocido la paz. Si esto se da por sentado, ¿aquella “noche de paz, noche de amor” en que “todo duerme en derredor”, ¿es algo más que un arranque poético dulzón de los austríacos Joseph Mohr y Franz Gruber que dio vida al más famoso villancico navideño? De seguro ambos se inspiraron en la certeza con que Lucas –el evangelista-periodista que partiera prometiendo “relatar los sucesos acontecidos” (1,13)– cuenta que un ángel anunció a los pastores de Belén una “Gran Noticia”, y luego “una multitud” de ellos se le unió para alabar a Dios y presagiar “paz en la tierra a los hombres que El tanto ama”. Pero repetir una vez más este augurio angelical, ¿no suena a humor sarcástico, si es que no a estulticia soberana? Pudiera ser si por paz se entiende únicamente la “ausencia de guerra”, traducción paupérrima de lo que tanto Viejo como Nuevo Testamento

han entendido por paz. Pero la frustración podría ser aun mayor si se atiende a tal significado. Porque la cultura hebrea, de la que se nutre la fe cristiana, entiende por paz muchísimo más que la mera ausencia de guerra. El “shalom”, concepto y saludo primordial de paz israelita –y en parte el eirene asumido de forma similar por la cultura griega–, entiende la paz como la suma plenitud a que puede aspirar el ser humano, en tranquilidad, bienestar, salud, alegría, realización, buena vida… ¡y, por cierto, amor!; el conjunto de cuanto un “amado de Dios” puede ansiar para ser cabalmente feliz; ¡aquí, en este mundo!, como anticipo de una felicidad superlativa en el otro. Vivir en plenitud se acerca así al sentido auténtico de la paz mucho más que esa mera ausencia de guerra, jamás, al parecer, conocida por el ser humano, a quien los más escépticos –¿o realistas?– definen como violento por naturaleza, porque Natura misma lo habría dotado así para defenderse de los peligros y poder sobrevivir. La paz, según san Agustín, es “tranquilidad en el orden”. No en el orden de los cementerios que las tiranías imponen a punta de metralla, sino en la convivencia armónica de un conjunto social donde todos sus miembros puedan ejercer sus derechos y deberes y aportar así al progreso y desarrollo comunitario. Procurar tal orden editorial

social es función primordial de la justicia, sin la cual es imposible la paz. “Fruto de la justicia será la paz”, profetizó Isaías (32,17). La ausencia de paz radica así en la ausencia de orden, cuyo extremo es el caos. Según la rica simbología bíblica que se abre con el libro del Génesis, cuando “al principio” sólo había caos, metió Dios amorosamente su mano y fue poniendo orden. Así “se hizo la luz”, se separaron las tinieblas, hubo mares y tierra seca, floreció la vida y, finalmente, un hombre y una mujer se amaron y solazaron en un paraíso. Sólo allí, por lo visto, reinó la paz. Pero el paraíso se acabó cuando la pareja rompió el orden concordado. Desde entonces los crímenes, abusos, injusticias y violaciones extremas del mandamiento del amor nos han llevado a como estamos. Si a lo largo no de 20 siglos sino de millones de años, el homo sapiens ha negado su propia esencia comportándose como bestia, ¿cómo no habría de necesitar un Salvador que, metiéndose en su misma envoltura carnal, iluminara su mente y le reorientara el camino hacia el orden, la justicia y la paz? Si así se entiende el mensaje angelical de Navidad, no parecerá un sarcasmo augurar de nuevo que un día habrá paz en la tierra como logro supremo del corazón humano. ¡A pesar de todo! Alfredo Barahona Zuleta 3


Romance del Dios Desnudo “¡Qué encanto tiene este Niño! ‑decían mañana y tarde‑; fíjate qué ojitos tiene, los mismitos que su madre. Es Dios que viene a servirnos. ¡Es Dios que viene a salvarme!” Así se pasan las horas y todas las navidades, entre rezos y piropos, regalos y mazapanes, pastores, reyes y estrellas, doce uvas y champanes. Jesús se muere de frío deambulando por las calles, frío en el cuerpo y el alma, y en el alma y cuerpo... ¡hambre!

Los ángeles hacen fiesta, una fiesta de disfraces, porque el Niño Dios se marcha a vivir con los mortales.

Jesús marchó desnudito como un niño de la calle. Al verlo, algunos dudaron Si debían ayudarle.

Se han disfrazado de niños para ser a Dios iguales. Quieren marchar con Jesús y compartir avatares.

¡Era el mismo del pesebre, Dios nacido entre animales!

Gloria a Dios en las alturas... y en la tierra a cada ángel, que disfrazado de niño, merodea por la calle.

Otros pensaron que Dios era rey y era honorable, vivía en familia unida, respetada y respetable.

Gloria a Dios en las alturas, gloria a quien sus puertas abre al Dios que llama a su puerta, con disfraz de impresentable.

Su padre era el buen José, María su santa madre. El Niño Dios del pesebre no era el de la puta calle.

El mendigo que me pide es el que puede salvarme, librarme de las riquezas que me hacen tan miserable.

Hicieron una cunita para este Niño adorable. Era el retrato de Dios, puesto allí... para rezarle.

Gloria al Dios de las alturas. Gloria al Dios que niño se hace. Gloria al Dios de las basuras de los niños de la calle.

Unos visten de europeos, bien nutridos y elegantes. Otros visten de mendigos, vagabundos o emigrantes. Otros no visten de nada, desnudos van por la calle, que el desnudo de los pobres ya no escandaliza a nadie. Se perdieron de Jesús, y pululan por las calles. Y no hay nadie que los busque... ¡Es que no interesa a nadie! 4

“Limpiemos esta basura, ‑dicen ediles y alcaldes‑, que los niños que andan sueltos son amenaza constante”.

Alfonso Francia reflexiones


Voy a proclamar lo que dice el Señor: el Señor promete la paz, la paz para su pueblo y sus amigos, y para los que se convierten de corazón. Su salvación está muy cerca de sus fieles, y la Gloria habitará en nuestra tierra. El Amor y la Verdad se encontrarán, la Justicia y la Paz se abrazarán; la Verdad brotará de la tierra, y la Justicia mirará desde el cielo. El mismo Señor nos dará sus bienes, y nuestra tierra producirá sus frutos. La Justicia irá delante de él, y la Paz, sobre la huella de sus pasos. (Salmo 85,9-14)

¡Felicidad y bendiciones en Navidad y Año Nuevo! La Dirección y equipo editorial de TELAR hacen llegar sus augurios de una muy feliz Navidad a toda la Familia Claretiana, y de modo especial a la del extremo sur de América que se congrega en torno a la provincia claretiana de San José del Sur. Unidos en gozo y esperanza al Dios hecho hombre, reconozcamos en su estrella anunciadora y el coro angélico de paz sobre Belén las grandes profecías de la “tierra nueva” que anhelamos. Que a ella conduzca un Año 2015 pleno en bendiciones para nuestros países, Latinoamérica y el mundo; una nueva etapa en la que, aportando nuestro testimonio, solidaridad, amor fraterno y mejores esfuerzos, contribuyamos a la construcción de la justicia y la verdad, fundamentos cabales de la paz, anhelo supremo de la humanidad.

¡feliz navidad y año nuevo!

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Misterio del rey que nació entre animales El misterio de la Navidad nos lleva a una pesebrera en las afueras del poblado donde las viejas profecías decían que por esas fechas nacería un rey. Pero las circunstancias son bien precarias; nadie diría que se trata de un rey: una muchacha que da a luz a una criatura seguramente llorona y mamona, un esposo aproblemado por no poder dar más comodidades, unas comadres que ayudan según la ancestral sabiduría de las mujeres del pueblo acostumbradas a parir en la intemperie, un olor a heno y a ganado, y poco más. Seguramente por eso los escritores de los evangelios le añaden a la escena una serie de sucesos grandiosos: ángeles que cantan, estrellas que iluminan, sabios que vienen del oriente y traen regalos al niño... Es que de lo contrario nadie hubiera podido creer que este bebé a quien los ángeles saludan con cánticos de proclamación real es fundamentalmente distinto. No ocupará la potencia de las armas, ni los argumentos de la sabiduría, ni el prestigio de la cultura, ni las aureolas de los santones piadosos, ni los ropajes llenos de colgaduras de las autoridades religiosas. Jesús nace como un hombre pobre y humillado, tomando así el camino anunciado por los profetas. Para restituir al ser humano en su dignidad, quiere pasar primero por la miseria de los hombres; toma la condición de aquel que pertenece a un mundo pecador, porque la miseria es consecuencia del pecado social. La situación en que los hombres nacen no es voluntad de Dios; la miseria y la pobreza no son voluntad de Dios, como tampoco lo es la desigualdad social. No fue Dios quien quiso que a su hijo le negaran hospedaje, sino que el Salvador, al asumir la condición humana, experimenta todos los riesgos de los seres humanos: entra en el mundo dominado por el egoísmo que hace a unos pocos explotadores de los otros. Hoy día sigue naciendo en los pasillos de los hospitales públicos atiborrados de enfermos, con dos madres pariendo hijos en una misma cama. Es lo que san Pablo llama la “kenosis” de Cristo, la renuncia de sus atributos divinos de poder y gloria. Queda expuesto a los riesgos sin emplear los medios que la gente adopta para salvarse: la riqueza, la violencia, la cultura, el arribismo, el poder político, la mentira, la adulación... 6

Jesús asume en su pleno sentido el ser “proletario”, como llama Marx al que es explotado y no explotador de otros. Los cristianos creemos que ese ser “proletario” es obra no sólo de sistemas ecónomicos, sino el resultado de una condición del ser humano inclinado al egoísmo y que pretende levantar una sociedad a su medida, sin contar con la sabiduría y la fuerza “que viene de lo alto”. Siguiendo este mismo camino, nuestra Iglesia necesita experimentar la humillación y renunciar a los medios que dan poder, prestigio y fuerza en esta sociedad. En la medida que participe de la condición del ser humano que debe enfrentar las consecuencias de pertenecer a este mundo en donde los poderosos abusan de los desprotegidos, será más libre para buscar los caminos de la liberación sin alianzas corruptoras ni seguridades económicas. Así tendrá también realeza. No la que impresiona por los oropeles y las ceremonias o las acciones cultuales enmarcadas en platería, sino la que se experimenta cuando alguien -persona o grupo social- cumple con su tarea de ser verdaderamente humano y estar al servicio de las grandes y nobles causas humanas, aunque empiece en una pesebrera. ¡Feliz Navidad!

reflexiones

Agustín Cabré R.


Una Navidad desde rincones Es el tiempo navideño. El tiempo de Dios es muy distinto al del ser humano. Al tiempo de Dios se le llama en griego “kairós”, y al tiempo en el que vive el ser humano se le llama “cronos”. Así nos enseñaban los griegos y los teólogos. Pero… ¿qué nombre le podremos dar al “tiempo del comercio”?... Las casas comerciales sacaron las cosas de Halloween, e inmediatamente ocuparon los escaparates las cosas de Navidad con los carteles “exclusivo”. Después serán con el cartel “liquidación”. Hoy vuelvo mi mirada hacia esos rincones, porque Navidad ocupa un rincón del comercio, y en la tierra de Israel ocupó otro; pero siempre en un rincón puede estar la fe que todo lo ilumina. Belén no era una ciudad insignificante; desde que en ella nacería el Salvador. Es decir, en un rincón de Israel. El pesebre, en Israel, utilizaba un rincón de la casa. Y ahí nacería Jesús para manifestarse, para que la humanidad supiera siempre que a Dios se le puede encontrar entre los que viven en los rincones: nuestros pobres y los que no cuentan para una sociedad preocupada de la imagen y del éxito.

Un rincón de mis recuerdos Busco entre mis recuerdos de antaño la costumbre de prepararse para la Navidad, y en un rincón de la memoria encuentro: El horno de latón que se utilizaba sólo en las fiestas navideñas y fiestas patrias. El resto del año quedaba arrumbado en un lugar cercano al gallinero. Mi madre lo sacaba para preparar el Pan de Pascua. En mi infancia, había que termi-

camente con el nuevo ejército plástico que nos regalaban los papás. Los tiempos van pasando, a veces nos alejamos de nuestros rincones, y tal vez en esta Navidad nos venga bien darnos una vuelta por esos lugares y así dejar ordenado nuestro corazón para recibir a Jesús.

Rincones del hoy nar el año escolar, y recién ahí nuestra atención se volcaba al famoso cuarto de los “cachureos” (no lo digo en forma despectiva), para desempolvar las piezas del Nacimiento y el árbol de Pascua. En mi hogar, además de preparar el Pesebre que, recuerdo, siempre eran las mismas figuras de yeso algo cascoteadas, se hacía un árbol navideño, pero era de desechos: de lanas verdes, pedazos de aluminio, cartón con papel plateado de los paquetes de cigarrillos, o mejor, un árbol frutal, como un cerezo o el “peral de Pascua”, porque era la época de los frutos nuevos que marcaban el verano. Nada de nieve (pompones de algodón), porque eso no era de mi zona, y por esos días sólo pensábamos en ir al río y andar en pantalones cortos. El triciclo familiar, con papá recuerdo que lo pintábamos para cada año, y con uno que otro arreglo quedaba “como nuevo” para salir a lucirlo con otros chicos el día de Navidad. El jeep plástico que salía a combatir a los choques con el resto de “autitos” de los amiguitos del barrio, lógireflexiones

Traigo al tapete cinco rincones charlados en estos días. Uno de mis hermanos, desde un tiempo atrás le entrega a su familia una navidad de “desarticulada sorpresa”: se van a cenar a algún barrio marginal de la ciudad donde viven, llevando todo lo necesario para la cena, y piden a los habitantes de esa morada (a la suerte) que los puedan acoger esa noche entre los suyos. Después le pide a su señora que se desprenda de uno de sus regalos preferidos para darlo a la dueña de casa, y otro tanto hace con su hijo para que le deje al niño de esa casa un regalo preferido por el cual mi sobrino se sacrificó durante todo el año llevando buenas notas a casa. Mi hermano, por su parte, deja algo de dinero y termina lavando las cosas de la cena. ¿Cuál es la idea? Vivir una navidad distinta; no la navidad de los comerciales, sino recordar una y otra vez que Jesús nace pobre entre los pobres, y que desde ellos es la única forma de encontrar con un corazón sencillo al Emmanuel, Dios- con- nosotros. Continúa >> 7


entre los pobres del barrio sentía que Jesús le llamaba a entregarse entre los marginados, sus compañeros de camino, y entre ellos cultivaba su santidad. Siempre decía: “mi Iglesia es la Iglesia de los pobres, y entre ellos quiero vivir y morir”. Su encuentro con Jesús se produjo en el barrio, entre la olla popular y los trabajos comunitarios, para decantar todo en la oración final después de cada actividad. Hace algunos años partió al reino de los cielos un sacerdote de los Sagrados Corazones, Rolando Muñoz. Un hombre que vivió y enseñó teología desde los rincones sociales. Vivió en sectores populares y sencillos, optó por los rincones para encontrarse con Jesús y para darlo a conocer. Bien se mereció un título que le aplicó alguna vez el diario El Mercurio de Santiago: “teólogo de poblaciones callampas”. Título descalificatorio en letras de El Mercurio, pero un honor para un hombre que se la supo jugar al lado de los que no contaban para la sociedad. Curiosamente, después de ello dejó de dar clases en la Pontificia Universidad Católica de Chile, lo que le permitió entrar de lleno a los centros de formación teológica “alternativos” para hablar sin tapujos de que “en el pobre está Dios”. Otra persona que partió hace algún tiempo, en Copiapó, fue una agente pastoral con la que compartí en mis tiempos de párroco en Jesús de Nazareth. Jimena Aguirre era biblista popular. En los tiempos compartidos con ella, constantemente miraba el barrio como una pequeña Galilea;

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Salir del propio rincón En Curicó, donde vivo ahora mi servicio pastoral, charlé hace algunos días con una señora a la que en vísperas de una navidad se le quemó su casa. Ella y su familia quedaron “a brazos cruzados”. Después que las llamas se apagaron y entre los escombros comenzó a excavar lo que había quedado, encontró el pesebre familiar, lo fue limpiando y lavando con sus lágrimas, juntó trozos de madera, carbones, cosas quemadas, lo armó nuevamente y lo puso a la entrada de la carpa que sería su hogar hasta volver a levantarse. Por aquellos días comenzaron a llegar hasta su morada los actuales Reyes Mayos. No le trajeron oro, incienso ni mirra, sino la ayuda solidaria de otros pobres como ella. “Sólo el pobre sabe compartir lo mejor desde sus dolores”.

ORIENTACIONES

Quiero felicitar a aquellas personas que salen de sus rincones de siempre para ir en estas fechas al encuentro de personas necesitadas; un tiempo en que muchas instituciones, sociales y eclesiales, hacen entrega de canastas navideñas. Pido a Dios para ellas bendiciones, pero también pido que estas iniciativas destinadas a alegrar el corazón de tantos hermanos necesitados no nos sirvan como “tranquilizador de conciencias”. Tampoco quiero que aquellas canastas navideñas sean “compradoras de votos de última hora o arregladoras de encuestas”, porque en nuestro país la palabra dada todavía vale mucho, y sobre todo entre los más humildes y sencillos de nuestra patria. Esas canastas navideñas no pueden ser la venta de mi conciencia ni de mi libertad ciudadana; tampoco compradoras de afecto ni de afinidad religiosa. Deseo que esta navidad sea una vez más la vuelta a la ternura, que tanto bien nos hace para saber construir una sociedad fraterna. Si tú, querido lector, aún no encuentras un rincón para revivir tu navidad, haz el esfuerzo. Te dejo unas pistas. No están en las vitrinas comerciales ni en las marcas que nos obnubilan, sino en lo profundo de tu corazón. Ahí te asombrarás con el brillo de los ojos del Niño Jesús que nace en una pesebrera. ¡Feliz Navidad! Con afecto: Pepe Abarza, cmf @ppcmf


El Señor que vino y que vendrá Una iglesia despierta

*José Antonio Pagola

Las primeras generaciones cristianas vivieron obsesionadas por la pronta venida de Jesús. El resucitado no podía tardar. Vivían tan atraídos por él que querían encontrarse de nuevo cuanto antes. Los problemas empezaron cuando vieron que el tiempo pasaba y la venida del Señor se demoraba. Pronto se dieron cuenta de que esta tardanza encerraba un peligro mortal. Se podía apagar el primer ardor. Con el tiempo, aquellas pequeñas comunidades podían caer poco a poco en la indiferencia y el olvido. Les preocupaba una cosa: «que, al llegar Cristo, nos encuentre dormidos». La vigilancia se convirtió en la palabra clave. Los evangelios la repiten constantemente: «vigilad», «estad alerta», «vivid despiertos». Según Marcos (13,33-37), la orden de Jesús no es sólo para los discípulos que le están escuchando. «Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: velad». No es una llamada más. La orden es para todos sus seguidores de todos los tiempos. Han pasado veinte siglos de cristianismo. ¿Qué ha sido de esta orden de Jesús? ¿Cómo vivimos los cristianos de hoy? ¿Seguimos despiertos? ¿Se mantiene viva nuestra fe, o se ha ido apagando en la indiferencia y la mediocridad? ¿No vemos que la Iglesia necesita un corazón nuevo? ¿No sentimos la necesidad de sacudirnos la apatía y el

autoengaño? ¿No vamos a despertar lo mejor que hay en la Iglesia? ¿No vamos a reavivar esa fe humilde y limpia de tantos creyentes sencillos? ¿No hemos de recuperar el rostro vivo de Jesús, que atrae, llama, interpela y despierta? ¿Cómo podemos seguir hablando, escribiendo y discutiendo tanto de Cristo, sin que su persona nos enamore y trasforme un poco más? ¿No nos damos cuenta de que una Iglesia “dormida” a la que Jesucristo no seduce ni toca el corazón, es una Iglesia sin futuro, que se irá apagando y envejeciendo por falta de vida? ¿No sentimos la necesidad de despertar e intensificar nuestra relación con él? ¿Quién como él puede liberar nuestro cristianismo de la inmovilidad, de la inercia, del peso del pasado, de la falta de creatividad? ¿Quién podrá contagiarnos su alegría? ¿Quién nos dará su fuerza creadora y su vitalidad? *Teólogo español ampliamente conocido en los ámbitos religiososociales, especialmente de habla hispana. Su libro “Jesús, aproximación histórica” (Editorial Claretiana, Buenos Aires) se ha convertido en un referente ya clásico para quienes se plantean una comprensión actual de Cristo y el cristianismo. Es autor, además, de otra veintena de libros, entre ellos “Jesús ante la mujer”, cuatro tomos sobre los respectivos evangelios nominados “El camino abierto por Jesús”, y “Jesús y el dinero, una lectura profética de la crisis”.

orientaciones

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La familia: ¿qué estamos haciendo por ella? Segunda parte del comentario “La familia: ¿una joya, un desafío, un problema”?, sobre el Sínodo de la Familia, publicado en nuestra edición anterior. Retomando el Documento de Trabajo (DT) para el Sínodo, vemos que el capítulo II anota la recepción que el pueblo cristiano hace de la Biblia y las enseñanzas eclesiales. Así el documento busca acreditar la recepción de la doctrina sobre la familia desde esas dos vertientes de enseñanza. Y si bien reconoce un avance, también expresa que es muy deficiente y pobre el alimento que el pueblo católico logra recibir desde la Biblia y las enseñanzas del Magisterio. Señala que las conferencias episcopales acusan esa falencia. Pero es un hecho que en las diócesis y en las mismas orientaciones pastorales de las Conferencias, la pastoral bíblica no ocupa el primer lugar. Se reconoce que es el fundamento de la espiritualidad y la vida de la familia cristiana. Pero en los hechos hay otras prioridades que absorben las preocupaciones, las posibilidades, los medios y las tareas de los obispados. En la misma situación queda la exhortación a que las homilías sean canal ordinario de contacto de la Palabra con el pueblo cristiano. Es un hecho que las predicaciones del clero dejan mucho que desear. También las liturgias. Se pretende mucho formalismo, pero en la práctica hay mucho descuido y negligencia.

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Nuestras misas: ¿qué significan, y a quiénes? En uno de sus textos incisivos pero veraces, el periodista Raúl Gutiérrez, quien se considera un cristiano de base con mentalidad amplia y pluralista, escribió: “La sensación que a uno le queda con frecuencia al salir de alguna misa dominical es la improvisación, como si el sacerdote y los encargados de la ceremonia no estuvieran demasiado convencidos de la importancia y la solemnidad del acto. "La improvisación del equipo encargado de la misa se advierte en los cuchicheos entre el guía y los lectores, e incluso entre el celebrante y sus acólitos, actitudes que sumadas a desplazamientos nerviosos y aparatosos de estos personeros en torno al altar y hacia la sacristía distraen a la comunidad”. Lamentablemente deberá pasar todavía mucha agua bajo los puentes antes que la liturgia católica se haga comprensible, celebrativa, compartida, santificadora de la vida. Se está hablando de la gran tarea de evangelizar al siglo XXI, de comprometerse con la misión permanente, de hablar un lenguaje de palabras y signos entendibles al mundo de hoy. Pero no se nota cambio alguno hacia adelante; más bien se advierten muchos retornos al pasado. El mundo del siglo XXI mira, ignora, y sigue su camino buscando, casi a la desesperada, quién lo acompañe en su caminar por la vida. Los grandes valores del Reino de Dios, los que nos humanizan, siguen sin ser descubierorientaciones

tos, porque se les quiere poner demasiados ropajes encima.

Prédicas y lecturas, ¿cuánto ayudan? En la liturgia dominical- dice el DT“la homilía es un instrumento privilegiado para presentar a los fieles la Sagrada Escritura en su valor eclesial y existencial. Gracias a una predicación adecuada, se pone al pueblo de Dios en la condición de apreciar la belleza de la Palabra que atrae y conforta a la familia”. Se ilusiona el DT imaginando que es el grupo familiar el que asiste y participa en las misas dominicales. Pero no es así. Generalmente faltan los hijos, también los esposos. La eucaristía, tal como está asumida rutinariamente por el clero y la comunidad, nada tiene de interesante para la niñez ni la juventud, ni tampoco para el ciudadano de hoy que busca su apoyo espiritual en otras tradiciones o novedades. A esa situación se agrega en las misas la lectura continuada de los textos bíblicos (ir siguiendo de un día a otro los textos de un libro, sean los que fueren) un hecho que pastoralmente aparece como deplorable, pero que litúrgicamente es obligatorio. Se da frecuentemente el caso de que las lecturas, especialmente del Antiguo Testamento, no coinciden con el interés ni las vivencias de la gente. Entonces se produce el tedio y la apatía de la comunidad reunida. Como si esto fuera poco, muchas lecturas suponen un conocimiento básico de la historia de Israel, una comprensión mediana de la historia


de la iglesia, un entendimiento mayor de los conceptos teológicos de los textos. El clero lee y habla suponiendo que el pueblo entiende, en tanto para la gente común y corriente Moisés, san Pedro y Pablo VI son todos de la misma época. A nuestras misas les falta calor. Les falta vida. Todavía se mantiene un público asistente que mira a la distancia (¡por algo muchos se quedan atrás!), repite rezos (no eleva oraciones), y escucha las disertaciones de animadores litúrgicos que animan muy poco. El clero no sabe que la gente, en los cinco primeros minutos escucha ideas; en los cinco siguientes oye palabras, y en los cinco que siguen sólo percibe ruidos.

de la vida familiar matrimonial, que aún le está vedado al clero católico occidental, los cristianos/as unidos/ as en matrimonio o compartiendo la vida con su compañero/a tienen una palabra fuerte que expresar. Ellos tienen la vivencia real de la familia. Tienen los desafíos propios de un hogar, con sus gozos, esperanzas, trabajos y dificultades. En toda esa experiencia, el clero católico mira desde la ventana y, sin embargo, se autoconsidera el más capacitado para orientar, para definir situaciones, para enseñar una doctrina que necesita no quedarse en las declaraciones.

La Palabra, ¿conecta con la vida? Pero si en las misas es escasa la conexión de los asistentes y participantes con la Biblia, esa conexión se vuelve nula entre la Palabra y la gran masa bautizada. Triste panorama que el DT recoge con pinzas y que no se atreve a enfrentar de una vez por todas. Los Nºs. 12 al 14 del DT comprueban la deficiente formación del clero para presentar los temas relacionados con el sexo, el matrimonio, la familia. Esto implica que, “a juicio de algunos fieles” , el Pastor no sabe abordar una enseñanza doctrinal que sea didáctica, bien fundamentada y persuasiva. Supone el DT, asumiendo las respuestas de las conferencias episcopales, que es el clero quien tiene la responsabilidad de esta enseñanza doctrinal. Pero precisamente en este campo

la enseñanza de la Iglesia con su genuina belleza, humana y cristiana, y ésta es aceptada con entusiasmo por gran parte de los fieles”. Quizás por desconocer a la familia en su hábitat y mirarla sólo desde el altar, se pueda aceptar esta declaración; porque gran parte de los fieles no descubre en parte alguna la belleza de la enseñanza de la Iglesia. Las encuestas acerca de los criterios eclesiales, en casi todas las naciones del mundo, dicen lo contrario. Por eso el DT comprueba también “una resistencia, de distintos grados, como por ejemplo respecto al control de los nacimientos, el divorcio y las nuevas nupcias, la homosexualidad, la convivencia, la fidelidad, las relaciones prematrimoniales, la fecundación in vitro, etc.”

Ovejas del redil, y las de afuera

Ahí hay un campo en el que el Sínodo debería profundizar con fuerza: el diálogo de los pastores con las instancias familiares, para que sean los laicos o seglares los que se conviertan en protagonistas de una pastoral familiar renovada. Y si en las misas y liturgias hay que hablar del tema, que lo hablen ellos. Esta realidad es la que no se ve en el DT. Allí sólo se insiste en que el clero debe trasmitir “en profundidad orientaciones

Bueno, éstas eran la preocupaciones que se debían abordar en el Sínodo, porque reunir a los obispos del mundo para felicitarse por las familias ejemplares, que las hay pero que son una minoría, no valdría el trabajo. La respuesta pastoral debe atender las situaciones de las periferias también éticas. Un problema detectado por el DT es la actitud “complaciente” de parte del clero que no se siente interpretado por la doctrina oficial en estos temas. Los pastores, especialmente los que han estado o siguen estando en la tarea diaria codo a codo con las experiencias populares, tienen otra visión del problema. Se han sentido interpretados últimamente por los insistentes llamados del papa Francisco a destacar la misericordia más que las legislaciones. Pero Francisco es apenas de ayer. 11


Antes de él pasaron muchos siglos de dureza doctrinal en esta materia. Finaliza el capítulo II del DT (Nºs. 15 al 19) presentando las causas del “creciente contraste entre los valores que propone la Iglesia sobre matrimonio y familia y la situación social y cultural diversificada en todo el planeta”. Aduce una razón de fondo: la atonía espiritual de una sociedad que no ha profundizado la experiencia vital del cristianismo. Falta el encuentro de tú a tú de con Cristo, ya sea en la intimidad de la conciencia o en la vida de la comunidad. No basta la mera administración de sacramentos para gente que acude rutinariamente a cumplir con los ritos, más sociales que religiosos, que impone todavía una cristiandad en declive. Esto, para los que acuden a las parroquias. Los que no se acercan y llevan un cristianismo más libre de ataduras formales, en su mayoría se han liberado de las exigencias doctrinales.

Del análisis de causas a los desafíos por delante Las opiniones que desde los obispados de todo el mundo son la base

del DT acusan una triple vertiente que origina esta situación: “las nuevas tecnologías difusivas e invasivas; la influencia de los medios de comunicación de masas”; esas instancias serían la causa del hedonismo y la liberalización de costumbres en esta sociedad líquida, en esta cultura del descarte. Una segunda vertiente sería resultado del ateísmo oficial, con su planteamiento de desconfianza a los valores religiosos de los pueblos. Y una tercera estaría en el choque entre la doctrina eclesial y las culturas tribales y tradiciones ancestrales de pueblos que viven a contrapelo de los criterios cristianos. Se distinguen así con claridad las respuestas provenientes de las sociedades capitalistas y neoliberales del occidente, las que han elaborado los obispados que han padecido persecución por parte de estados ateos, y las respuestas que han llegado desde Asia y Africa. Será muy interesante el diálogo (sinodal y postsinodal) que deberá enfrentar situaciones familiares muy diversas, a las que no se les puede imponer un reglamento moral, pero a las que hay que presentar una gama de posibi-

lidades para armar sus grupos familiares sin tener que renegar de su fe cristiana. Habrá que inventar respuestas nuevas a problemas antiguos y nuevos. Hasta ahora parecen haber fracasado los intentos no siempre vigorosos, interesantes ni con visión de futuro que contempla la pastoral: cursos de novios, charlas ocasionales, predicaciones moralizantes, estudios a alto nivel para filosofar sobre una realidad que queda totalmente ajena a esas elucubraciones. Es dramático comprobar que otras instancias formadoras de conciencias ofrecidas al pueblo cristiano se han abandonado o nunca fueron asumidas: el uso inteligente de los medios de comunicación masiva, o la incorporación de la temática sexual, matrimonial y familiar en los programas escolares, para un universo de cientos de miles de niños y jóvenes que quedan “cautivos” por casi quince años consecutivos en la educación de centros cristianos. Bueno. Hay tema que tratar con motivo del Sínodo. Y dialogar esta realidad es un modo de crear conciencia. Agustín Cabré Rufatt agustin@claretianos.cl

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orientaciones


Distintas miradas con un mismo fin:

El Reino en la Tierra

A romper con los mitos de la masculinidad machista, en la Lectura de la Palabra. Si cada uno de nosotros leyera algún libro de moda, lo más probable es que le generaría distintas interpretaciones, porque cada persona siente, piensa y vive de formas distintas. Tenemos una carga histórica diferente, y todas nuestras vivencias pasan por un filtro que nos hace ver con nuestros propios ojos cuanto ocurre a nuestro alrededor y, en este caso específico, en el libro que leamos. Al momento de acercarnos a la Biblia ocurre este mismo proceso. Cada uno interpreta y siente los textos de distintas formas, dependiendo de las experiencias de vida que cada cual cargue, lo que imprime un sello único pero no menos interesante a lo compartido desde un texto, ya que, pese a todo, compartimos un mismo objetivo, que es el Reino.

nos muestra un mensaje que nos interpela a ser vividores del Reino en la Tierra. La Palabra que interpretamos debe serlo con nuestros pies bien firmes en la Tierra, para allí descubrir el mensaje de amor que Dios nos regala y así poder tener una verdadera experiencia de liberación. O sea, siempre que interpretemos un texto, esas preguntas tienen que rondar en nuestra cabeza; ello se debe transformar en un estilo de vida. Siempre tengamos presente que la Palabra de Dios nos debe interpelar el corazón desde la realidad, aun sin pensarlo, en una acción cotidiana que nos permita descubrir el verdadero mensaje de la Buena Nueva desde la experiencia liberadora del “Dios en y con nosotros”.

Tres preguntas fundamentales deben hacerse al momento de acercamos a la Palabra: 1. ¿Para qué interpretar?: esto siempre se hace necesario para poder tener un verdadero acercamiento a la realidad en que estamos habitando y no sentirnos ajenos. Al abrir la Palabra a la historia y mirada personal de cada uno, se logra que ella sea realmente liberadora, permitiendo una apertura de mente desde distintas condiciones de vida que podemos compartir en la comunidad. 2. ¿Quién interpreta?: los tiempos han cambiado, y la comunidad siente la necesidad de poder interpretar el mensaje del Reino en el círculo de la Vida y la Palabra, desde una fidelidad alejada de los grandes poderes que desean mantener toda la situación como está. La Palabra es liberadora para nuestra realidad, porque transforma desde la virtud del pensar, tal como Jesús lo hace con su pedagogía. 3. ¿Qué se interpreta?: se interpreta que Dios está “en nosotros” y “con nosotros”, rompiendo los paradigmas de un Dios personalista, en los cielos, lejano. La Palabra desde nuestras realidades

“A romper con los mitos de la masculinidad machista” La sociedad en la que vivimos, pese a que ha evolucionado en cierta medida respecto al tema de género, sigue siendo machista, pero no sólo en la marginación de las mujeres, sino con los hombres mismos. ¿Cuántas veces hemos tenido que observar a hombres que no expresan lo que sienten, por el “qué dirán”? ¿Es común ver a los hombres llorar en público? ¿Qué ocurre cuando un hombre realiza actividades enmarcadas dentro de lo “femenino”? En la Biblia podemos encontrar muchas actitudes que para nuestros tiempos no nos parecerían extrañas a nuestro vivir: los hombres se llevan el peso del trabajo de esfuerzo, son los que marcan muchas de las historias, y durante largo tiempo muchos poderosos deformaron el mensaje para poner a los hombres sedientos de poder en un lugar de importancia, bajo una figura de virilidad alejada de la Palabra, para dejar a la mujer relegada a una posición de segundo plano. El mensaje de Jesús sobre el Reino nos muestra otro sentido de la masculinidad. Nuevamente en su tiempo la ley se convierte en obstáculo para el normal Continúa >>

pastoral bíblica

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desarrollo de los valores del Reino. Pese a encontrar actitudes muy marcadas con el machismo imperante, Jesús nos muestra siempre que el Reino busca hombres que hablen y vivan desde el corazón, rompiendo la tradición reinante. Todo esto desde la valoración de las mujeres, el expresar sentimientos que para los hombres no eran permitidos en la época, y otras situaciones. Para lograr vivir una verdadera liberación como nos enseña Jesús, hoy en día debemos cambiar nuestra forma de pensar: nos hace más felices y nos libera como hombres el vivir bajo los valores del Reino, que como manda la sociedad machista imperante que no se diferencia mucho de la sociedad de Jesús.

Una invitación a compartir en comunidad: Partamos desde la realidad. Preguntas para compartir: • ¿ Qué características reconocemos en los hombres de nuestra sociedad? • ¿Cuál es el estereotipo de hombre que la sociedad impone? ¿De dónde surgen todas esas ideas de comportamiento masculino? • ¿Qué cosas no son permitidas realizar o demostrar a los hombres en sociedad? ¿Por qué?

Acerquémonos al texto con el método “El círculo de la Vida y la Palabra”: La comunidad se separa en dos grupos, y cada uno trabaja una lectura: • Mt 1, 18–24; • Lc 15, 11–32 . Preguntas para compartir: • ¿Qué es lo que más nos llama la atención en el texto? • ¿Qué rasgos masculinos positivos y negativos podemos rescatar? • ¿Qué recuerdos nos evoca el texto, de nuestras experiencias de niñez y juventud respecto a la masculinidad? • ¿Qué tan importante es la formación que nos entregan nuestras familias en la forma de mirar el comportamiento masculino de la sociedad actual? Para el momento de la celebración, cada grupo prepara una representación que exprese lo leído y compartido en las preguntas.

Celebración Los grupos comparten sus sentimientos a través de las representaciones. Luego se entrega a cada participante la siguiente reflexión para compartir en comunidad:

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Por cada mujer... hay un hombre (Agenda Latinoamericana 1994) Por cada mujer fuerte cansada de tener que aparentar debilidad, hay un hombre débil cansado de tener que parecer fuerte. Por cada mujer cansada de tener que actuar como una tonta, hay un hombre agobiado por tener que aparentar saberlo todo. Por cada mujer cansada de ser calificada de hembra emocional, hay un hombre a quien se le ha negado el derecho a llorar y a ser delicado. Por cada mujer catalogada como poco femenina cuando compite, hay un hombre que se ve obligado a competir para que no se dude de su masculinidad. Por cada mujer cansada de ser un objeto sexual, hay un hombre preocupado por su potencia sexual. Por cada mujer que se siente atada a sus hijos, hay un hombre a quien le ha sido negado el placer de la paternidad. Por cada mujer que no ha tenido acceso a un trabajo o a un salario satisfactorio, hay un hombre que debe asumir la responsabilidad económica de otro hombre. Por cada mujer que desconoce los mecanismos de un automóvil, hay un hombre que no ha aprendido los secretos del arte de cocinar. Por cada mujer que da un paso hacia su propia liberación, hay un hombre que redescubre el camino a la libertad. Compromiso El momento más importante para cerrar el círculo de la Vida y la Palabra es cuando se llega al compromiso. Aquí cada uno debe reafirmar que la Palabra ha iluminado su Vida, así como también entonces la Vida debe iluminar a la Palabra. Este compromiso debe ser tangible, alcanzable, para poder evaluar el cambio del proceso de nuestra vida en este caminar con la Biblia en nuestras próximas reuniones. Dar un pequeño momento a la luz del fin de la celebración, para que cada participante pueda adquirir el compromiso correspondiente, o incluso asumir un compromiso como comunidad en torno a lo compartido en la Lectura Orante de la Palabra.

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“Aparecida”, ¿está desaparecida? Pronto se cumplirán ocho años desde la V asamblea continental de los obispos latinoamericanos y del Caribe, celebrada en la ciudad brasileña de Aparecida en mayo de 2007. Con tal motivo rescatamos, resumido, un artículo de *Víctor Codina que ayuda a la reflexión.

1. En Aparecida se puso a la Iglesia en estado de Misión. Cuando en 1943 el abate Godin escribió que Francia debería estar en estado de misión, se alzaron voces. ¡La católica Francia, no podía ser! Pero así era. Y se miró hacia América latina como la reserva espiritual, como la “Amazonia católica” que iba a reverdecer la fe en el mundo. No fue tan simple. En Aparecida, casi setenta años después, se habló de que también América debería estar en estado de misión. Ya se había expresado en Medellín (1968), y después Juan Pablo II lanzó el plan de la Nueva Evangelización (nuevo ardor, nuevos métodos, nuevas expresiones), y muchos entendieron que debería ser distinta a la propuesta en Medellín, a la que acusaron de ser horizontalista y sociológica. En Aparecida se comprobó que, a pesar de las realizaciones positivas de la Iglesia en el continente, hay un debilitamiento de la fe, hay individualismo,

*Jesuita catalán, doctor en teología, personalmente cercano al papa Francisco. Reside desde 1982 en Bolivia, donde ha evangelizado como profesor universitario y animador pastoral en comunidades populares y de riesgo social.

débil sentido de pertenencia, mucho sacramentalismo; hay materialismo, poco compromiso laical, abandono de las prácticas religiosas, paso a otros grupos religiosos, agnosticismo, clericalismo, disminución de vocaciones religiosas, marginación de la mujer… En general, vuelta a las estructuras de cristiandad con un protagonismo excesivo de la jerarquía. El continente con mayor número de cristianos reviste a la vez la mayor desigualdad social. Se advierte una fe reducida a prácticas de devoción fragmentadas, repetición de principios doctrinales y moralismo. Por todo esto, los obispos, con sentido pastoral, hablaron de la necesidad de entrar en un estado de misión.

2. Misión al servicio de la vida. Se ha hablado mucho del llamado a ser “discípulos y misioneros”. Pero se ha dicho menos que la finalidad de la misión es la vida de nuestros pueblos. Habría que tomar muy en serio los capítulos 7 y 8 del Documento final de Aparecida para concretar el sentido de la misión. Hay que dar por superada una evangelización puramente intimista, individualista y muchas veces marcada por un espiritualismo alienante.

Hay que abrirse a una evangelización integral, que comunique vida, y vida plena. Y en nuestro continente son las mayorías empobrecidas las que han quedado en un tipo de vida deficiente. Pero los pobres y marginados no deben ser objeto sino sujetos de una evangelización a la que se integre la promoción humana. Se debe terminar el paternalismo clerical. Para eso hay que superar toda una tradición pastoral según la cual únicamente los laicos de las clases medias y altas, bien formados, con tiempo y poder, podrían ser los evangelizadores que cambiaran las estructuras injustas de la sociedad. Cinco siglos de evangelización de las clases medias y altas no han conseguido revertir la historia social y eclesial en América latina. Los cambios han venido desde abajo, desde el margen, desde la periferia. Los que tiene la vida amenazada, los excluidos, son los que pueden comprender mejor el Reino de la vida, y para ellos éste es una buena noticia. Lo mismo sucedió en tiempos de Jesús. Fueron los estigmatizados por el Templo y las leyes quienes mejor captaron el mensaje liberador. Los fariseos de todos los tiempos no entienden ni aceptan el evangelio de vida, porque temen a que las cosas cambien. Continúa >>

ORIENTACIONES

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3. Cambio de las estructuras eclesiales. Pasar de una pastoral conservadora a otra misionera no es cosa de un día. Supone cambios estructurales. Cambio en pastores y fieles. Para ello es fundamental la formación, que no es más catequesis sino la experiencia espiritual de un encuentro personal con el Señor. Eso se realiza mediante el acercamiento a la Biblia, y al mismo tiempo con una apertura a la comunidad cristiana. No se es cristiano en solitario. Indudablemente la evangelización de los marginados y su formación cristiana se encuentran en las comunidades de base. Otros tipos de comunidades o movimientos se adaptan más a otros sectores de la sociedad.

Las comunidades de base, para ser misioneras, han de encarnarse en el contexto histórico y social. Hay que superar la privatización de la fe y abrirse al compromiso social, político, cultural, económico, comunicacional, y así superar el gran divorcio entre fe y vida. Esto supone un cambio de mentalidad en toda la Iglesia, empezando por una seria y profunda conversión personal. Sin ella no tendremos cambios sociales ni eclesiales.

4. En el Espíritu. El Espíritu es el que debe guiar la misión hoy. Hay que escuchar lo que dice a través de los signos de los tiempos. Esos signos indican que se terminó la época de cristiandad y que hay que dejar de lado la eclesiología cleri-

cal triunfalista y juridicista anterior al Vaticano II. Hay que abrirse a la eclesiología del pueblo de Dios. Esos signos nos hablan de ansias de liberación, de justicia, vida digna y plena, respeto a las diferencias culturales, raciales, religiosas, sexuales; sensibilidad ante la ecología, apertura hacia los jóvenes, reconocimiento del protagonismo y madurez de los laicos; estar atentos al despertar de los movimientos sociales, populares, indígenas, y escuchar el clamor de que otra iglesia es posible porque otro mundo es posible. Una iglesia en misión ha de estar siempre abierta al Espíritu. Ha de sentirse, como Jesús, enviada a anunciar a los pobres su liberación. De un texto de Víctor Codina, sj

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Un lugar para encontrar amistad y formación:

Un “tambo” en el camino

El “tambo” era para los incas el refugio, el albergue, el lugar amable del camino donde se podía descansar después de las largas caminatas. Allí se encontraba también la amistad y los medios para seguir andando. En la Córdoba de hoy, los que andan por los muchos caminos que ofrece la vida encuentran, además, el sentido misionero que les anida en el corazón desde su bautismo. Fue una inspiración bendita que tuvieron algunos claretianos al comienzo de la década de 1970. Aldo Drewniak, Joaquín Cano y Alberto Rossa estuvieron entre los pioneros. Después han sido muchos los misioneros que dejaron allí esfuerzos y realizaciones. Hoy día están allí German Villamizar, Carlos Verga, Tomás Agüero, Joseph Soren, Ezequiel Fernández y cientos de jóvenes que entran, salen, cantan, oran, ríen, realizan trabajos solidarios, estudian y conocen el carisma que vivió san Antonio Mª Claret.

Un tambo en el corazón argentino Pero en concreto ¿qué es El Tambo?

Le preguntamos a “Charly” Verga. —Es una casa de puertas abiertas. Un lugar donde los jóvenes, en su mayoría universitarios procedentes de distintos lugares del país, encuentran acogida y contención al inicio de una nueva etapa de sus vidas: la de los estudios universitarios, signada por cambios profundos y significativos.

como cooperativas para adquirir la propiedad de la tierra; un grupo realiza trabajos sanitarios de prevención y cuidado destinados a chicas adolescentes y madres jóvenes; otros enseñan oficios y electricidad a adolescentes en riesgo de adicciones; otros hacen tareas de promoción o formación.

Como la Buena Noticia ¿El desafío es el acompañamiento a esos jóvenes? “Ciertamente. Un grupo conformado por laicos, religiosos claretianos y religiosas acompañan la experiencia de chicas y muchachos que conforman pequeñas comunidades donde comparten la fe, la vida y un servicio pastoral concreto: “Unos se dedican a dar catequesis de preparación a los sacramentos en zonas marginales de la ciudad; otros realizan actividades recreativas con niños de barrios carenciados u hogares de niños judicializados; hay quienes visitan a personas en situación de calle; otros acompañan a migrantes que ocupan terrenos fiscales y se organizan de lo nuestro

¿Cómo llega la juventud hasta El Tambo? “La puerta de entrada suelen ser los mismos jóvenes que se pasan el dato unos a otros, o grupos especialmente convocantes que ofrecen en la casa un espacio recreativo gratuito para el aprendizaje de danzas folklóricas, tango o salsa. “Es impresionante la convocatoria que tienen estos ámbitos para los jóvenes en Córdoba. Varios se acercan con el interés de recibir alguno de los sacramentos de iniciación o motivados por otros espacios que se ofrecen en El Tambo a todos los que quieran aprovecharlos: lectura orante de la Biblia, encuentros de formación para crecer en la fe y la misión, oraciones Continúa >> 17


comunitarias junto a Jesús sacramentado, reuniones de reflexión y debates sobre problemas de bioética y derechos humanos, retiros espirituales en clave bíblica, encuentros vocacionales y días de desierto, caminatas, paseos, encuentros para novios, acompañamiento y diálogo personal con quienes lo requieran, las eucaristías del domingo… “Los jóvenes son verdaderos protagonistas de la pastoral, tanto en la planificación anual como en las actividades que la concretan, los momentos de evaluación y las celebraciones de la comunidad. Es impactante el sentido de pertenencia y compromiso de los universitarios, así como el interés por buscar formas creativas de hacer llegar a otros el mensaje y los valores del Evangelio.

Del tambo a la misión Se sabe que también participan en experiencias de campañas misioneras. “Sí. Se les dedica especial esfuerzo. Generalmente en Semana Santa y en los meses de verano se acude a diversos lugares aquí mismo en barrios periféricos de Córdoba, o a otros alejados: Río Negro, en el sur, o Jujuy, Humahuaca y el Chaco, en el norte. “Generalmente las experiencias misioneras marcan un punto 18

de inflexión en la vida de los jóvenes. Desde su preparación remota, procurando lo necesario para su realización por medio de beneficios, venta de empanadas, peñas folklóricas o donaciones de “Los Amigos de El Tambo”… Así también la preparación inmediata en la reflexión. “La experiencia coloca a los jóvenes en una situación especial de contemplación de sí mismos y de apertura al mensaje de Jesucristo, que llega cargado de novedad en el encuentro con los pobres y las historias de vida. “Las experiencias misioneras son casi siempre el punto de partida para emprender nuevos itinerarios de bús-

queda personal y compromiso con los demás. Muchos se replantean el modo de llevar adelante la profesión que han elegido, otros se preguntan cómo servir más y mejor con la propia vida, y abren la posibilidad del discernimiento vocacional.

La semilla que crece sola

Se ve allí una mística muy motivante. “Mirá: la cordialidad a la que estamos llamados nos hace amigos de los jóvenes; y en el diálogo con ellos descubrimos una sensibilidad admirable que los hace solidarios con las víctimas de las distintas formas de violencia que amenazan la vida, creativos en la búsqueda de un futuro mejor, de un compromiso social y político donde todas y todos, especialmente los pobres y excluidos, tengan cabida; personas comunicativas y espontáneas, vulnerables en extremo y, por tanto, necesitadas de cuidado. “Estamos convencidos de que la Palabra de Dios sembrada en los corazones de los jóvenes crece «sin que nos demos cuenta», y el encuentro con Cristo hace que salga a la luz lo mejor de sí mismos para la construcción de una iglesia nueva, más fraterna, más respetuosa de lo diverso, más audaz, más Hermano Carlos "Charly" Verga, miembro del equipo misionera". claretiano animador de El Tambo cordobés.

de lo nuestro


En vacaciones o tiempo libre:

Ocio y descanso, ¿algo para gozar, o para arrepentirse? Me pregunté por qué me resultaba tan difícil escribir algo acerca del “ocio y descanso”. Es que asociaba estas palabras con flojera, inutilidad, desidia…, y casi hasta con pecado. Buscaba alguna idea positiva que fuera un incentivo para redactar algo que en realidad me apasionara. Pasaron varios días, hasta que, según se dice en Chile, “se me prendió la ampolleta” (tuve una idea) y entendí que aquellas palabritas podrían estar revelando la postura que adoptamos frente a la vida, es decir, la influencia histórica, social, familiar y religiosa que nos ha marcado positiva o negativamente el inconsciente personal y colectivo.

La Biblia Entonces busqué algunos pasajes de la Biblia, como: * … Un rato duermes, un rato das cabezadas, un rato cruzas los brazos y descansas, y te llega la pobreza del vagabundo y la miseria del mendigo (Proverbios 6, 6-11). *…Contestó el faraón: ociosos, eso es lo que son, unos ociosos; por eso andan diciendo: vamos a ofrecer sacrificios al Señor…. (Éxodo 5, 14-18). Poco inspiradores los textos que iba encontrando, hasta que recordé la maravillosa metáfora que nos regala el autor de uno de los textos del Génesis (2, 1-3): “… Porque ese día Dios descansó de toda su tarea de crear . Ya con “Dios descansando” me animé a buscar la definición de aquellas

palabras, y en general todas ellas coinciden en que se llama “ocio” y/o “descanso” al tiempo libre que dedican las personas a actividades que no son ni trabajo ni tareas domésticas esenciales; es un tiempo recreativo. Encontré cómo las nombran nuestros pueblos originarios: en mapudungún, Ürkútun; guaraní, Pytu’u; quechua, Samay, y en aymara, Samaraña.

Otro descanso Se trata de algo diferente al tiempo dedicado a actividades básicas como alimentarse o dormir. Es un tiempo para divertirse, realizar voluntariamente tareas que nos produzcan placer, como leer, escuchar música, bailar, jardinear, escribir, meditar, observar…; cualquier actividad creativa de nuestra preferencia, o simplemente encontrarse y disfrutar de la compañía de los amigos. Pero tampoco es un tiempo vacío, frío o de aburrimiento; ello sería dañino orientaciones

tanto para la propia salud como para la de nuestro entorno. El ocio y el descanso son más bien la continuación lógica de la vida humana, que durante un tiempo se dedica a vivir, y en otro a disfrutar de la propia existencia. Todo nuestro maravilloso planeta nos enseña esto. Los animales y la naturaleza están configurados de esa manera: Los árboles se desnudan silenciosos de sus hojas en otoño, para estallar en flores y frutos en verano; los osos hibernan plácidamente durante toda una temporada, pero en su reposo hay millones de células que se están moviendo, almacenando y recuperando; los agricultores saben que hay períodos en que deben dejar descansar la tierra sin cultivarla, para que reponga sus minerales y siga siendo productiva; y los seres humanos también necesitamos el tiempo de ese descanso que debe celebrar la vida, para comenzar cada vez con nueva y renovada energía. De otra forma nos convertiremos en lo que bien insinúa De Saint Exupéry en “El Principito”: “Conozco un planeta donde vive un señor muy colorado, que nunca ha olido una flor ni ha mirado una estrella, y que jamás ha querido a nadie. En toda su vida no ha hecho más que sumas. Y todo el día se lo pasa repitiendo como tú: ˝¡yo soy un hombre serio, yo soy un hombre serio!˝… Al parecer esto le llena de orgullo. Pero eso no es un hombre, ¡es un hongo!”. A.O. P. 19


Si el ocio en vacaciones, bien entendido, significa la posibilidad del descanso reparador, el estrechar los lazos familiares en mayor convivencia y el realizar algunas actividades para las que no solemos “tener tiempo”, ofrece también la posibilidad de una grata lectura personal, y mejor aun si es compartida. Si este breve relato ayuda a todo ello, en buena hora.

Sendero de Trongol —Creo que debemos estar cerca. Cansa un camino tan largo, más ahora que uno tiene que arrastrar hijos y hasta nietos que me han dado los hijos en el recorrido, tal como ellos me fueron naciendo, no recuerdo ya dónde ni cuándo. Es la vida, digo yo. Al comienzo fue llevadero. El abuelo tenía una entereza altiva y un cerebro duro. Si no hubiera sido mi abuelo hubiera sido un toro montaraz de los que embisten cerrando los ojos. Un viejo grande como un monte. Cuando se le ponía una idea entre las cejas, el mundo se podía dar vueltas de carnero sin lograr moverlo un punto. Así era de duro. —Vamos a caminar mucho más. Pero algún día llegaremos. Si la tierra es redonda como dicen, llegaremos de todas formas, aunque caminemos al revés -dijo. 20

Y dejamos el pueblo a nuestras espaldas. En los primeros días me extrañó. Para llegar a Trongol siempre habíamos hecho la ruta de los troperos que pasaban arreando chivos hasta tocar las riberas del río. Pero entonces salimos a contrapelo, por eso me extrañó. Después me acostumbré a ir detrás del abuelo hablando apenas, sin mirar siquiera el horizonte. Me acuerdo del pueblo cada vez como si estuviera siempre con esa neblinilla mojada que nos engarrotaba el alma. De las casas salía el humo blanco del pan. De los hornos caseros para hacer el pan. El humo entre la marea verde de los pinares que se nos habían instalado dándonos todavía más frío. Nadie recordaba quién los había traído. Quién había talado el bosque nuestro y había metido en la de lo nuestro

tierra gredosa las puntas verdes de los pinos que después se empezaron a tragar el pueblo. Por eso el abuelo quiso irse. Decía que en Trongol estaba el último trozo de maderas rojas, la última fragancia del bosque que él había conocido. Por qué buscó el camino largo, no lo supe nunca. Recuerdo que una vez dijo que iba a llevar con él todo el sol del mundo para meterlo en Trongol, y que con ese calor se defendería del frío de los pinos. Porque eran fríos los bosques de pinos. Se extendían como mantos azules a la distancia, pero al estar bajo ellos se convertían en agujazos de


hielo que herían las manos y la cara. Después se metían al alma y nos mataban las ganas de vivir. —Por qué, abuelo? —Porque esas matas de mierda no tienen vida. Son de países lejanos y los han traído hasta aquí, pero llegaron muertos, y con su frío matan también la tierra. ¿Has visto algún pájaro en ese bosque? En realidad no había visto pájaros, ni lagartijas, ni mariposas, ni algo que tuviera vida. Tampoco había arroyitos. —¿Por qué, abuelo? —Porque todos huyen del frío. Todos -me dijo- menos unos escarabajos del color del bronce. Mira, allá va uno cruzando el sendero. No se te ocurra tocarlo ni con el pensamiento, porque despiden un olor de mil diablos. —¿Por qué, abuelo? —Es su defensa. Quizá sea su venganza contra los pinos. Ellos y algunos prójimos se defienden de esa manera.

saben que saben. Si él decía que Trongol estaba más allá de más allá, así debería ser, aunque para mí lo habíamos dejado a nuestras espaldas. Y si no fuera así, era por un error de la naturaleza, una equivocación de Dios, pero no de él. Fue como a los nueve años de haber salido cuando el viejo se sintió mal y se sentó en una banqueta de piedra a la entrada de un pueblo desconocido. Tenía solamente los ojos vivos, porque todo el cuerpo se le derrumbó hacia un costado, y cuando acudí a sostenerlo comprobé que ya pesaba lo que pesa el mundo. —Es el calor -dijo con lengua traposa-. Tú sigue el camino. Busca las rutas donde el sol brille con más fuerza, y que Dios te inspire, porque yo no podré guiarte. Y cuando llegues, lo primero que harás será besar el suelo en mi nombre… La voz se le volvió más opaca, y me

por las estrellas, y una noche en que hubo gran corrimiento de luces se quedó desorientado. Eso debió ser. Cuatro años después me nació el primer hijo. El tiempo me pareció tan alargado que hasta el rostro del abuelo se me estaba desdibujando de la memoria, y solamente me quedaba la visión de sus espaldas poderosas y la orden de seguir hasta el final. Yo sospechaba que debía estar aún muy lejos, porque preguntaba en los pueblos y las ciudades grandes, y nadie me podía indicar algo seguro. Además las gentes hablaban en lenguas incomprensibles para mí, y quizá para ellos Trongol no tenía significado alguno. —¿Trongol? -y se alzaban de hombros o me miraban con curiosidad. Ella solamente me miró como si hubiera estado esperándome. —Si quieres algo de mí no tienes

Fue lo último que le oí en mucho tiempo. Parece que después nos contagiamos con el frío y ya no hablamos más hasta que unos meses más tarde salimos de entre los pinos para llegar a unas tierras más abiertas, con lomajes y matorrales. Era fuerte el abuelo. Un viejo sabio y testarudo, como todos aquellos que

costó entender lo que me dijo: —Yo me quedo aquí. Y aunque me pongas a mucha hondura bajo la tierra, estaré vigilando para impedirte el paso por si se te ocurre regresar. Sigue, hijo, que ya debe quedar poco… -creí que me decía. Pobre abuelo. Se engañaba con la distancia. Debió ser porque la medía

que andar inventando preguntas tontas de cosas perdidas -me dijo. Y yo, que venía cansado de tantísimos años de traqueteo, me dejé caer a su lado, sin decir nada más. Estaba en un parque, increíblemente ausente y lejana del ruido de la ciudad, jugueteando con una brizna de hierba con la que se hacía cosquillas Continúa >>

de lo nuestro

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en la cara. Tenía una piel sedosa de canela. —¿Qué miras, ahora? —Nada; te miro. Solamente te miro. He recorrido la mitad del mundo para venir a verte. Nada más. No sé si me creyó. Pero empecé en ese parque, creo que bajo un abedul o un magnolio, no recuerdo bien, a contarle todo lo que había caminado, como si se me hubiera juntado todo el recuerdo en un solo manojo de flores sin otro destino que quedarse en su falda. Había cruzado aguadas y ríos, me había encaramado a cumbres altísimas, un día había tocado las nubes y otro la espuma del mar, había crecido caminando bajo bosque fríos y otros de ramajes espesos y olorosos a miel, estuve arañando terrones, mordiendo manzanas silvestres, tijereteando matorrales con las manos, hundiéndome en ciénagas de mentira y en vegas camaroneras, había sentido el cemento de las ciudades en el cerebro golpeándome como un tambor a cada paso que daba. —Y aún debo llegar a Trongol. Por eso te pregunté. ¿Conoces dónde está? —No, pero te acompaño -sonrió. No puedes andar solo por tantos caminos. ¿Ves? Tengo piernas fuertes para caminar muy lejos. Y se subió una cuarta la falda mostrándome unos muslos morenos y firmes que se enervaron al contacto de mi mano. Estábamos bajo un abedul, o un magnolio. Creo más bien que fue un

magnolio, por la fragancia a flor abierta, a pétalos gruesos. El primer hijo nació por allí. El segundo un año después, y el tercero al siguiente. Otros más fueron naciendo a medida que avanzábamos. Uno de ellos creo que murió pequeño por no tener socorro en un lugar desierto por donde pasábamos cuando ella fue a parir. Una sola vez le pregunté cómo nos habíamos entendido si cuando caí a su lado estábamos en un país lejanísimo en el que la gente hablaba un lenguaje chillón. —Debió ser el amor -respondió-. Ese idioma es siempre universal. Con los años le quedó la sonrisa. Solamente eso, porque los hijos le cansaron los pechos, y los años le fueron cargando la espalda hasta llegar a caminar mirando solamente la tierra

bajo sus pies. Los nietos no la conocieron. Yo les hablo de que sonreía siempre y que se le formaba un hoyuelo en la mejilla. Parece que no me entienden. A ellos solamente les interesa llegar pronto al final, porque se imaginan que todo será distinto. —Nos intalaremos junto al río, un río manso y alegre, donde saltan salmones -dicen. —Por las noches nos quedaremos mirando las estrellas en un cielo negro, un cielo apabullado de luces, como dice el abuelo que es el cielo de allá -dicen. Realmente así era. Cuando cierro los ojos en algún momento de descanso de este camino ya tan largo, veo el cielo de Trongol, en la noche. El vallecito está encajonado entre dos montañas enmarañadas de flora nativa. Era el último rincón donde no habían llegado los pinos extranjeros. El río hacía un recodo en un punto frente a la casa, y desde allí, tendido sobre el pasto, dejaba pasar las horas pensando en qué habría detrás de las montañas. Eran sueños de niño. Ahora lo sé. Y miro a los nietos y los imagino reflejados en las aguas de ese recodo. Pero hay que seguir. —¿Falta mucho, abuelo? Escucho a las mujeres que les gritan a los niños que no me molesten cuando descanso. Que estoy viejo. —Creo que debemos estar cerca –digo-. Pero parece que no me escuchan. Agustín Cabré R.

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de lo nuestro


Concepción y el triple amor que se hizo agua Concepción es la tercera ciudad de Chile, 500 kilómetros al sur de Santiago, la capital. Se enraíza en la historia nacional desde 1550, cuando fue fundada por Pedro de Valdivia, el conquistador hispano y primer colonizador del país. Tras echar en 1541 las bases de Santiago donde parecía estar el centro de un largo y estrecho territorio, Valdivia sentía necesario avanzar hacia el sur, dominar el país y buscar riquezas alternativas a una quimera del oro chileno con que los incas peruanos habían engatusado a los invasores para sacárselos de encima. Así armó Valdivia una expedición y se internó hacia el sur en 1546; pero la bravura de los aborígenes mapuche le cortó el paso en el gran río Biobío, barrera natural que flanqueaba el área de la posterior Concepción y desde 1600 marcaría la frontera del Chile colonizado. De allí al sur dominó por más de dos siglos el pueblo mapuche. En 1550 volvió a la carga el gobernador Valdivia y logró alzar un fuerte en Penco (“Donde se divisa el agua”, en mapudungún, la lengua mapuche). Allí, en una bahía que tomaría el nombre de la ciudad, fundó luego “La Concepción de María Purísima del Nuevo Extremo”. No le fue fácil al comisionado español asentar sus huestes en un sector emblemático de la lucha aborigen contra los intrusos europeos. Durmiendo con los arcabuces sobre la almohada parecieron éstos lograrlo, pero el propio Valdivia terminaría decapitado, y la ciudad, destruida e incendiada por los mapuche en 1554 y 1555. Refundada dos años después, la naturaleza arrasó de nuevo la ciudad en 1570 con un terremoto y maremoto. Otros cuatro grandes sismos volvieron a hacerlo de ahí a 1751. Para evitar otros desastres similares en uno de los países más sísmicos del mundo, en 1765 los porfiados colonizadores la refundaron otra vez a unos 14 kilómetros tierra adentro, su actual ubicación. Allí ha florecido Concepción hasta transformarse en capital de la Región del Biobío,

uno de los mayores centros industriales y forestales del país. Engalanan la historia “penquista” próceres de la independencia que hasta propugnaron hacerla capital de Chile. También una tradición universitaria, cultural y de lucha por las reivindicaciones sociales que ha dejado huellas profundas en el país.

De la historia a la leyenda La zozobra permamente entre ataques aborígenes, terremotos y dudas sobre el futuro penquista no impidió que florecieran en Concepción numerosas tradiciones y leyendas. Entre estas últimas surgió en el siglo XVIII y ha perdurado con su sello toponímico la de las tres pascualas, que tiene dos versiones. En ambas, tres lindas hermanas lavaban sus ropas en una laguna cercana a su casa de Concepción. Según uno de los relatos, el falso amor de un mismo hombre las habría llevado a lanzarse y morir en la laguna. Tras el drama ésta se desbordó por un gran remolino que cambió su forma a la de la luna en cuarto menguante. En la otra versión, un forastero hospedado en la casa paterna enamoró y fue correspondido en secreto por las tres hermanas. Dudoso sobre a cuál elegir, las citó junto a la laguna en la mítica noche de San Juan, escenario tradicional de múltiples cábalas y hechicerías. Adentrándose en un bote, el hombre vio sobre el agua el reflejo de una de las mujeres , a la que gritó “¡Pascuala, Pascuala, Pascuala!” Por el eco, las tres creyeron ser la llamada y se fueron lanzando al agua, donde perecieron. Se dice que cada noche de San Juan se escucha el grito lastimero del hombre llamándolas. La laguna mantiene hasta hoy el nombre de “Las tres pascualas”. Sobre esta base una destacada dramaturga nacional, Isidora Aguirre, estrenó con éxito en 1957 su “Leyenda de las tres pascualas”. En ella las hermanas se disputan el amor del forastero y, al no poder tenerlo en exclusiva, se suicidan lanzándose a la laguna. Alfredo Barahona Z.

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El camino perdurable de Atahualpa Héctor Roberto Chavero Aramburu (1908-1992) o Atahualpa Yupanqui -en idioma quechua “el que viene de lejos para decir algo”-, es uno de los mayores emblemas del folclore argentino. A su maestría como guitarrista sumó una fina inspiración poética nutrida en el alma popular, dotes que lo consagraron entre los mejores cantautores de su patria. Escribió también una docena de libros. De ascendencia quecha por su padre, fue estudioso de la etnografía latinoamericana, viajero incansable y observador agudo de paisajes y seres humanos. Solidario con los sufrimientos de las etnias aborígenes, fue militante activo de la causa indigenista y la encarnó en su prolífica obra folclórica y literaria. Registró 325 canciones. Entre las de mayor fama y número de versiones se cuentan “Los ejes de mi carreta”, “Piedra y camino”, “El arriero”, “Luna tucumana”, “Viene clareando”, “Zamba del grillo” y, de modo especial, “Camino del indio”. Esta última canta la gesta de comunicación, integración y vida protagonizada por los “chasquis” o emisarios, innumerables agentes y nómades del imperio incásico que, a través de una primitiva red caminera prehispánica de 30.000 km, enlazaron a los pueblos andinos de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina, “juntando el valle con las estrellas” entre quebradas, pampas y cumbres. Alfredo Barahona Z.

Camino del indio

(Atahualpa Yupanqui)

Caminito del indio, sendero colla sembra’o de piedras. caminito del indio, que junta el valle con las estrellas. Caminito que anduvo de sur a norte mi raza vieja, antes que en la montaña la Pachamama se ensombreciera. Cantando en el cerro, llorando en el río, se agranda en la noche la pena del indio. El sol y la luna y este canto mío besaron tus piedras, camino del indio. En la noche serrana llora la quena su honda nostalgia, y el caminito sabe cuál es la chola que el indio llama. Se levanta en el cerro la voz doliente de la baguala, y el camino lamenta ser el culpable de la distancia. Cantando en el cerro…


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