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Porque Claret tejió telas, y luego las Buenas Noticias Un vínculo afectivo con la familia claretiana - Año 16 - Nº 54 - Abril 2013 - Colaboración voluntaria.

El papa que llegó del fin del mundo... cargado de esperanzas

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Agradece aporte a apostolado carcelario

Destaca la orientación de TELAR

Apreciado Alfredo: El 26 de enero terminamos el cursillo de verano que organizamos para los dos centros penitenciarios de Antofagasta. En ambos se dio a conocer la vida del P. Mariano Avellana, que muchos internos nuevos no conocían. Por eso, decían, como figura en el calendario (del que nos enviaste una cantidad), ahora nunca nos separaremos de él. En los dos centros terminamos con una misa en memoria del Padre Mariano. Gustaron mucho los folletos sobre él que aportaste; ayudarán a conocerlo mejor. Creemos que fue una bonita jornada. Junto al P. René Durán agradecemos tu valioso aporte para difundir su obra entre nosotros. Recibe nuestros saludos. t Ricardo Ordenes Director Casa de Acogida P. Mariano Avellana Antofagasta

Mi estimadísimo Alfredo: Te agradezco el envío de TELAR, y te felicito por los contenidos. A diferencia de otras revistas católicas, se “zambulle” en la realidad y le da el sello de los fundamentos del cristianismo. La Iglesia debe ser Luz en el mundo, para el mundo, y no para encerrarse en lo ritual y en la contemplación. Creo que TELAR cumple con lo que esperamos muchos cristianos de nuestra Madre la Iglesia. Muy bueno el artículo sobre el Nacimiento de Cristo. Sobre el Santuario de Andacollo, concuerdo plenamente, ya que he tenido la posibilidad de visitar ese rincón impresionante donde la Virgen da un sello muy especial de espiritualidad a un lugar de mucho materialismo. Un abrazo fraterno. t Víctor Saavedra Vergara Santiago de Chile

Cordial lector disfruta diversos temas Querido Alfredo: He disfrutado mucho los números de TELAR que me hiciste llegar tras mi cambio de dirección. Del Nº 51 me encantó el artículo “El mayor crimen terrorista de la historia”. Todavía y a pesar del tiempo transcurrido, resulta impactante. El artículo “Venerar corazones, ¿una rareza cristiana?”, me conmovió profundamente, porque me hizo revivir mis sentimientos de amor a María, con la inocencia y sinceridad que teníamos los postulantes cordimarianos de antiguos tiempos. Te lo agradezco en el Señor, porque me has ayudado a revivir esa hermosa devoción al Corazón de María que “mamé en las ubres claretianas” y que, con el correr de los años, se había ido desvaneciendo en mis prácticas religiosas. La devoción cordimariana es una maravillosa herencia claretiana a la que espero no renunciar jamás. Del Nº 52 encontré muy bueno por su actualidad el artículo “Del pulgar veloz al engaño del photoshop”, de Marcelo Zurita. Del Nº 53, excelente la investigación “Navidad: misterios y realidades de una fiesta singular”. Magnífica la carta de Víctor Joaquín Arriagada, “Que la Iglesia otorgue su debido lugar a la mujer”, y estupendo el artículo “El Vaticano II duró 3 años, y ¿después qué?”, de Joseph Comblin. ¡Casi nada!... Como bien sabes, soy de los “ingenuos” que siguen creyendo en que una Iglesia más auténtica y según el Evangelio de Cristo Jesús ¡es posible!. Dios no puede permitir que siga la debacle actual. Son tan impresionantes los movimientos de protesta en todas partes del mundo, de laicos, monjas y grupos de Telar curas, sobre los temas que la jerarquía no quiere tocar, que uno se Es una publicación de los Misioneros Claretianos pregunta ¿cuándo va a reventar esta bomba? Porque la actualiDirector: José Agustín Cabré Rufatt, cmf. zación de la Iglesia se ha convertido en una verdadera bomba de Editor general: Alfredo Barahona Zuleta tiempo. ¿No te parece? Diseño: ECCLA, Ediciones y Comunicaciones Claretianas Que Dios y el Corazón de María bendigan tu vida y acompañen Zenteno 764 - Casilla 2989 Santiago-21. Santiago - Chile todas tus actividades. t F. (56-2) 2695 34 15, Fx. (56-2) 2695 34 07 E-mail: eccla@eccla.cl · www.eccla.cl Jaime Labra Rojas

Cartas

San José de Costa Rica

*Foto portada: Inquirer News

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CARTAS


Editorial

¿Tiempo de Resurrección para nuestra Iglesia?

No es un tiempo cualquiera éste de Resurrección. Al gozo por el Cristo triunfante de la muerte se suma esta vez una alegría enorme y esperanzada por la irrupción del nuevo sucesor de Pedro. Hasta el 11 de febrero pasado nadie suponía que, siete siglos después que otro papa lo hiciera, Benedicto XVI renunciaría voluntariamente. Un mes después y en sólo dos días de cónclave, surgía un obispo de Roma –como insiste en llamarse– de características únicas: primero no europeo en trece siglos; primer jesuita; primer americano; primero surgido del cono austral del continente y, por añadidura, de la sede misma en que se asienta la de los claretianos de San José del Sur. La adhesión y esperanzas que el papa Francisco ha concitado, talvez sean sólo comparables a las que despertó en su momento la figura de Juan XXIII, cuyo estilo personal y decisiones trascendentales –que culminarían en un concilio ecuménico no celebrado desde hacía un siglo– hicieron del suyo un gran pontificado. El “Papa Bueno” llamó entonces a la Iglesia a abrir las ventanas al aire fresco de un mundo al que por temores y recelos ancestrales las tenía cerradas, más dispuesta a censurar y condenar que a acoger, servir y amar. Medio siglo después, el mundo ha vivido muchos de los cambios tecnológicos, sociales, económicos y políticos más trascendentales en la historia. Y una vez más, la Iglesia vive una de sus crisis más profundas y preocupantes. Las causas son muchas y de antigua data. Pero nunca como ahora las

llagas son tan públicas y notorias, porque en la “aldea global” donde vivimos queda ya muy poco que no lo sea. Gracias a las tecnologías de la información y comunicaciones, lo que ocurre en un rincón del planeta se sabe al instante en el otro extremo; lo que antes se ocultaba bajo las alfombras se pregona hoy en las cumbres de los montes. Confrontada a un mundo que antaño dominó sin contrapeso y que se le escapó hace rato de las manos, tras el Concilio la estructura eclesial jerárquica logró caminar sobre las aguas tanto como Pedro. Ante los aires frescos se fueron cerrando de nuevo las ventanas; la barca que se había echado mar adentro puso los remos al revés; iniciativas claves para que el pueblo cristiano avanzara ante los vientos saludables del Concilio, fueron sustituidas por objetivos y estrategias retrógrados, en manos de instituciones eclesiales supuestamente “nuevas”, pero cuya finalidad precisa era el retorno a un pasado que el Concilio había llamado a dejar atrás. Editorial

La barca eclesial fue siendo sacudida entre tanto por miles de escándalos sexuales ocultados bajo alfombras jerárquicas. Junto a otros antisignos de grueso calibre, como manejos turbios de capitales enormes, luchas de poder encarnizadas, modos de vida incompatibles con el mensaje y testimonio del Nazareno, han sumido a la Iglesia – no sólo jerárquica- en una crisis de credibilidad pública muy difícil de revertir. Al interior mismo de la Iglesia se alza, ya a toda voz, el clamor por una renovación de fondo en que el Papa deje de ser jefe político de un estado monárquico riquísimo, de enorme burocracia y de manejos vergonzosos; que se democraticen la generación y el ejercio jerárquicos, se incorpore en ellos a la mujer, se deroguen normas que prevalecen sobre la misericordia y el amor, se elimine la imposición del celibato sacerdotal, se asuma de verdad la opción por los pobres… Muchos desafíos esperan a Francisco, quien, como el de Asís, parece ser llamado por Dios a “reconstruir su Iglesia”, a la que encuentra “devastada por jabalíes” y no sólo los de afuera, como recalcara el papa Benedicto antes de renunciar “rodeado de lobos”, en palabras del propio L’Osservatore Romano. Los lobos siguen aullando. Pero el pueblo cristiano, que aclama en estos días la resurrección de Cristo, recibe a Francisco con una enorme esperanza en la resurrección de su iglesia, y no olvida que el de Asís fue experto en domesticar lobos. t Alfredo Barahona Zuleta 3


Apagamiento de un papa Sin lugar a dudas, la renuncia del papa Benedicto XVI es un hecho significativo para el mundo y, particularmente, para la vida de la Iglesia. En éste, como en muchos casos, los hechos hablan con más claridad que las palabras. Lo anterior es virtualmente una paradoja, porque proviene de un papa bendecido por el don privilegiado del intelecto agudo, que ha convertido la palabra -escrita y oral- en una gran herencia de su pontificado. El espíritu místico, humilde y generoso de Benedicto XVI lo ha llevado a hacer un regalo imperecedero a la Iglesia, que tendrá probablemente, en el futuro, el impacto de una gran encíclica. En efecto, divagaciones teológicas preconciliares de colegas coetáneos al joven sacerdote Joseph Ratzinger, como Karl Rahner, referidas a ciertas cripto-herejías como la papolatría, han debido madurar en la conciencia del Papa a la hora de discernir acerca de su continuidad a la cabeza de la Iglesia. En tal sentido, Benedicto XVI, al despojarse de la dignidad del papado, ha configurado un hecho teológico de grandes proporciones, porque al dar tal paso decisivo no sólo ha quitado esa aura de sacralidad que la historia le fue confiriendo al papado, sino que la ha dotado de su más plena humanidad. En la práctica, y por la investidura, su ejemplo constituye un acto de conversión de toda la Iglesia. Lo que para algunos católicos es un escándalo, en esencia comporta un acontecimiento evangélico puro, coherente con el ejemplo de Jesucristo, quien siendo de condición divina no consideró tal igualdad con Dios, anonadándose hasta tomar la condición de servidor, haciéndose similar a los hom-

bres y humillándose hasta la muerte de cruz (Flp 2, 6-8). En tal modo que, habiendo una larga tradición en sentido contrario, el papa Benedicto XVI ha producido los efectos de una suerte de kenosis del papado. Al humanizar la investidura del papado y hacerla más genuinamente evangélica, cabe esperar implicancias pastorales profundas y coherentes con aquel audaz ejemplo. Al despojarse Benedicto XVI de la potestad que le confiere el pontificado, le ha facilitado la tarea a toda la Iglesia para superar un lastre histórico, que el Concilio Vaticano II intentó abordar sin suficiente éxito empírico. Se trata de lo que Yves Congar definió como jerarcología; mácula de una eclesiología preconciliar fundada en la autocomprensión de la Iglesia como societas perfecta, donde caben cristianos de distinta naturaleza y dignidad. Esta es la desviación que el Concilio Vaticano II quiso superar al adop-

tar el concepto de Pueblo de Dios (GS 11, 40), al que se accede simplemente por la gracia del bautismo. Cincuenta años después, lo que el Concilio enseñó tendrá que ser acogido por toda la Iglesia, ante el testimonio de un papa. En vías de superación de esa visión jerarcológica de la Iglesia, consecuentemente se habilita a todo el Pueblo de Dios para encontrar caminos de conversión que permitan abandonar definitivamente aquel otro gran pecado que tanto ha dañado la vida de la Iglesia; el clericalismo; una esquirla nociva de aquella viciada jerarcología que los padres conciliares buscaron remontar. A los 50 años del Concilio y en pleno Año de la Fe, pareciera que Dios ha querido regalar a su Pueblo Santo una nueva esperanza, aceptando el gesto de abajamiento de Benedicto XVI y devolviendo la certeza de haber alcanzado un paso copernicano en aquel ansiado aggiornamento. t Marco Antonio Velásquez Uribe

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El papa que llegó del fin del mundo

Antonio Santillán, cmf

Aquel atardecer del 13 de marzo, después que la “fumata” blanca se alzó sobre la Capilla Sixtina, yo estaba junto a millares de creyentes, comunicadores, turistas y curiosos, en la plaza de San Pedro, esperando a que se abriera la ventana del gran balcón, la “loggia” de la basílica de San Pedro, para anunciar el nombre del nuevo papa. En esa espera se me vinieron a la mente y el corazón reflexiones y recuerdos todavía impactantes, a partir de la renuncia de Benedicto XVI casi al mediodía del 11 de febrero, mientras en Lourdes se celebraba la eucaristía de la Jornada Mundial de los Enfermos. Allí había comenzado a nevar cuando el anciano y frágil Benedicto anunció que renunciaba, libre, pública y formalmente a seguir manejando el timón de la barca de Pedro, por el bien de la iglesia; ya no tenía el vigor físico y espiritual que se requiere para tamaña responsabilidad. Tras el impacto e incredulidad iniciales, las tormentas desatadas esta vez al interior de la misma iglesia llamaban a sostener que esa renuncia, lejos de ser “un rayo en medio de un cielo sereno”, era un gesto revolucionario y profético que podía abrir la puerta a una primavera eclesial que como nunca se hace clamar. Los últimos inviernos están siendo duros en todo el mundo y a todos los niveles; del económico al político, desde el cultural hasta el religioso. Algunos hablan técnicamente de “crisis”, y la Iglesia no escapa de ella, para bien y para mal; es parte de su historia de poder, pecado y gracia.

La seguridad de un frágil dimitente Mientras yo seguía de pie en la plaza, aún no se abría la ventana. Habían llegado los guardias suizos y la gendarmería vaticana, se hacían oír los himnos propios de la ocasión, ondeaban banderas de naciones de todos los continentes, como un signo de la representación mundial que el “colonnato” de Bernini parecía querer abrazar. Recordé que dos semanas antes, el 27 de febrero, desde muy temprano había estado en ese mismo lugar con dos jóvenes argentinos, amigos de Rosario, para asistir a la última audiencia general de Benedicto. También entonces con más de 200.000 rostros de cada ángulo de este mundo, en una plaza multiétnica y multicultural. A las 10:30 de esa mañana, con un suave viento y un buen sol, apareció el Papa recorriendo toda la plaza, mientras lo aplaudíamos a largo, de pie y hasta las lágrimas, sobre todo para decirle “¡gracias por tu gesto de simplicidad y de confianza en el futuro de la humanidad y de la Iglesia!” En su discurso, Benedicto habló entonces sereno, seguro de haber tomado la mejor decisión. Quería prolongar su abrazo no sólo a la iglesia de Roma, a la que dedicó palabras afectuosas como pastor de la diócesis que dejaba, sino a la iglesia universal, a todas las iglesias que peregrinan en los diversos continentes, asegurando que llevaba todos nuestros rostros en su corazón y que elevaba su oración por todos. Continúa >>

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No podía ser posible Pero ahora se abren por fin los ventanales de la “loggia”; todos con la respiración detenida esperando las palabras mágicas, las que no hace mucho inmortalizó el filme del italiano Nanni Moretti: “¡habemus Papam!”; “¡tenemos Papa!”, el que ha cobrado ahora nueva validez. Mientras algunos a mi alrededor, italianos y más precisamente romanos, conjeturan si será italiano, norteamericano, austríaco o filipino, una señora me pregunta si hay “algún candidato argentino” entre los cardenales “papables”. Le respondo que hay dos, Sandri y Bergoglio, pero rápidamente le doy algunos motivos por los que no creo que uno de ellos sea el elegido. En ese momento anuncian el nombre del nuevo papa: “¡Jorge Mario, cardenal de la santa romana iglesia Bergoglio, quien ha elegido el nombre de Francisco!” Silencio absoluto en la plaza, y yo me quiero convencer de que escuché mal. Entonces la señora romana a mi lado me confirma: “¡é il suo, l’argentino!”. Le respondo: “¡mamma mia, che Dio ci aiuti!”. Tras el breve silencio, la enorme cantidad de jóvenes presentes, primero, y luego toda la multitud, rompen en aplausos aclamando al nuevo papa por su nombre: “Francesco, Francesco!” Estalla el júbilo general, con la convición de que el Espíritu Santo es quien guia a la Iglesia, y que, como dijo un seminarista cerca de mí, “¡hemos pedido un papa que sea santo y simple como Francisco de Asís, y aquí está la respuesta!”.

¿Otra vez el de Asís? Enseguida se asoma el nuevo papa. Primero observando, casi asustado, tanta gente y tantos resplendores de flashes. Luego alza la mano para saludar, sonriente, y dice en un italiano con acento latinoamericano: “¡Buenas noches!”. Después asegura que los cardenales han ido a buscar un obispo de Roma a los confines del mundo; agradece a la gente que ha venido; invita a iniciar un camino de mutua confianza entre el obispo y el pueblo, entre el pueblo y el obispo; hace memoria agradecida del querido obispo emérito de Roma, Benedicto XVI, y pone a todos a rezar las oraciones básicas del cristiano: Padrenuestro, Avemaría y Gloria. Luego el nuevo papa pide al pueblo que primero lo bendiga a él (y tal le perdone alguna falta como al primer papa, que tan querido fue porque reconoció su debilidad), agacha la cabeza, cierra los ojos, y luego imparte la bendición invocando la fraternidad de la iglesia de Roma que preside, con los hombres y mujeres de buena voluntad de todo el mundo. Se despide diciendo que al otro dia irá a la basílica “Santa Maria Maggiore” a encomendar a la Virgen el inicio de su pontificado. 6

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El papa Francisco se ha presentado, así, simple, alegre, fraterno, orante y servicial, como el “poverello de Asís”. Con una sotana y esclavina blancas, sin otros paramentos papales. Y y sólo al momento de impartir la bendición se colocó la estola sacerdotal.

¿Un manantial de esperanzas? A partir de allí se han sucedido innumerables celebraciones y encuentros del papa Francisco: con los cardenales; con 6.000 periodistas de todo el mundo acreditados a la elección papal; con gobernantes y diplomáticos; ante miles de asistentes alborozados a los rezos del Angelus, a las audiencias semanales o a los memoriales de la Pasión y las bendiciones de Pascua… Y de modo especial, su histórico encuentro con Benedicto XVI, con quien no aceptó rezar desde un asiento de honor, porque “somos hermanos”, le dijo, y ambos oraron juntos al Señor y su Madre arrodillados en un mismo banco. En cada oportunidad la figura de Francisco ha cautivado “a moros y cristianos” por su sencillez, cercanía, ausencia de pompas y oropeles. Más de alguien ha exclamado: ¡al fin el papado se ha hecho humano! A quienes miramos y sentimos a nuestra iglesia desde adentro, una fundada esperanza nos hace augurar un papa

que tratará de sacarla de su estancamiento, no sé si de los docientos años atrasados que remarcaba el cardenal jesuita Carlo Maria Martini, pero sí, al menos, respecto a la puesta en práctica del Concilio a cincuenta años de su inicio. Si algo tiene en claro este papa es “la dulce y confortadora alegría de evangelizar” que quienes invocamos al “Dulce Corazón de María” sabemos se refiere a la cordialidad necesaria para llevar el Evangelio con el corazón en la mano y el principio de la misericordia en la misión. Recordemos que el lema de su escudo viene del pasaje de la vocación del publicano Leví/Mateo, a quien Jesús “lo miró con misericordia” y “lo llamó”, según el comentario de san Beda el Venerable que Francisco ha sintetizado en una breve frase. El insiste también en la alegría de los/as evangelizadores, porque la Buena Noticia no puede llegar a través de hombres y mujeres desanimados y tristes. El papa Francisco desea impulsar la Nueva Evangelización como puesta en práctica de la iglesia-en-misión impulsada por Jesucristo y su Espíritu. Desde que ha iniciado su ministerio petrino no se cansa de recordar que la Iglesia está llamada a salir, audaz y libremente, de sí misma e ir hacia las periferias; no sólo a las geográficas, sino también a las existenciales: las del misterio del pecado; las del dolor, la injusticia, la ignorancia y prescindencia religiosa; las del pensamiento; las de toda miseria humana. t

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Quién es el papa Francisco Jorge Mario Bergoglio nació en el barrio de Flores, Buenos Aires, Argentina, el 17 de diciembre de 1936, como el mayor de cinco hijos de un modesto empleado ferroviario y una ama de casa, inmigrantes del Piamonte italiano. Egresó de una escuela industrial pública como técnico químico, y trabajó en un laboratorio realizando análisis bromatológicos de alimentos. A los 21 años ingresó al seminario jesuita de Villa Devoto, y culminó estudios de Ciencias Clásicas en el seminario Padre Hurtado de Santiago de Chile. Ordenado sacerdote a los 33 años el 13 de diciembre de 1969, fue superior provincial de la Compañía de Jesús en Argentina entre 1973 y 1979. Tras una intensa actividad pastoral y académica, el 20 de mayo de 1992 fue consagrado obispo titular de Oca y auxiliar de la arquidiócesis de Buenos Aires. Designado obispo coadjutor de ésta el 3 de junio de 1997, asumió como arzobispo el 28 de febrero de 1998. Creado cardenal en el consistorio del 21 de febrero de 2001, fue presidente de la Conferencia Episcopal Argentina en dos períodos hasta 2011. Miembro de diversas comisiones del Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM, presidió la comisión redactora del documento conclusivo de la Conferencia de Aparecida. En la Sede Apostólica ha integrado otras tantas comisiones y dicas8

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terios. Participó en el cónclave que en 2005 eligió papa a Benedicto XVI. Tras la renuncia oficializada por éste el 28 de febrero de 2013, fue elegido sumo pontífice el 13 de marzo, y escogió el nombre de Francisco, inspirado en el ejemplo de pobreza que anhela para la Iglesia, y en el amor del santo de Asís por la paz y la integridad de la Creación. En la arquidiócesis bonaerense dejó huellas por su profunda inquietud misionera y evangelizadora, con clara opción por los más pobres y desvalidos, hacia quienes demostró cercanía y apoyo. Denunció injusticias y abusos a que se hallan sometidos por los sistemas socioeconómicos imperantes, y se enfrentó a legislaciones y políticas públicas, por las que mantuvo fuertes roces con autoridades de gobierno argentinas. Escritor fecundo, sus libros orientadores sobre valores y exigencias del mensaje cristiano han despertado tras su elección al papado un interés creciente entre el mundo cristiano de habla hispana, en el que era poco conocido hasta entonces. Entre sus títulos, publicados por Editorial Claretiana de Buenos Aires, destacan: “Mente abierta, corazón creyente”, “El verdadero poder es el servicio”, “Ponerse la patria al hombro”, "Corrupción y pecado”, “La nación por construir”, “Sobre la acusación de sí mismo”, “Educar, exigencia y pasión”, y otros. t


El trabajo, médula y sentido a la existencia humana Goethe: “Cuando he estado trabajando todo el día, un buen atardecer me sale al encuentro”

“La conocí en el trabajo”, “encontré trabajo”, “estoy sin trabajo”, “los discapacitados tenemos derecho al trabajo”... ¡Cuántas historias en torno al trabajo son parte de la existencia humana! Se dice que ocupa más de la tercera parte de nuestra vida. En lenguaje popular los chilenos le llaman “la pega”, mientras los argentinos y uruguayos le dicen “laburo”. Si es esporádico o de pocas horas, los uruguayos hablan de una “changa”. Alguien bien podría decir: “me conseguí una ‘changuita’ para después del laburo”. En Chile se diría “tengo un ‘pituto’ además de la pega”. Para bien o para mal, los seres humanos buscamos validarnos mediante el trabajo. Castigo o bendición, él encierra un hondo significado para la especie humana. Políticos, filósofos, poetas y científicos han dejado establecido su valor. Khalil Gibran, poeta libanés, en su obra “El Profeta”, decía: “todo saber es vano cuando no hay trabajo”. Y advertía: “Si no podéis trabajar con amor, sino con disgusto, es mejor que dejéis vuestra tarea y os sentéis a la puerta del templo y recibáis limosna de los que trabajan gozosamente. Porque, si horneáis el pan con indiferencia, estáis horneando un pan amargo que no calma más que a medias el hambre del hombre”.

¿Maldición, o gracia? Carlos Marx, con su visión del materialismo histórico engastada en su obra cumbre “El Capital”, señala que el hombre vive enajenado por causa del trabajo, y que la raíz de esta situación se encuentra en la injusta estructuración de la actividad económica. Según él, la causa básica de la injusticia es la propiedad privada, que provoca la separación y la lucha de clases. Quien posee los bienes productivos lucra con la fuerza de trabajo del proletariado –que sólo tiene hijos- y de esa forma el dueño del capital logra lo que él llamó “plusvalía”. En el Antiguo Testamento, tras el pecado original se describe al trabajo como un esfuerzo y una fatiga que tendría el hombre tras desobedecer a Dios. Advirtió Dios a Adán al expulsarlo del Paraíso: “comerás el pan con el sudor de tu frente” (Gen 3.19). Jesucristo, en tanto, entristece al ver a un mal siervo despreciar el talento que le ha sido entregado, optando por la pereza y falta de interés en vez de hacer florecer el recurso recibido. Continúa >>

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Visión materialista, espiritual, poética o legal, el caso es que el trabajo ha sido establecido como un derecho constitucional en prácticamente todo el Occidente. Cada país lo contempla como un derecho en sus cartas fundamentales, y está regulado bajo normas, en algunos bastante estrictas y en otros más flexibles. La legislación laboral adoptada por la mayoría de los países de la región en la primera mitad del siglo XX buscó proteger a los trabajadores asalariados, considerados la parte más débil en la relación laboral. Si bien hoy sigue vigente este principio, la evolución de la economía ha llevado a trastocar los derechos sindicales, y cada vez son más inciertas las leyes de protección laboral.

Latinoamérica desigual Característica generalizada en América latina es la enorme desigualdad social, entre los efectos que está trayendo a nuestros países la globalización. Lo palpamos en el cierre de tantas industrias, como del calzado, el vestuario, el plástico y otras que lanzaron al desempleo a miles de trabajadores asalariados. Cabe señalar que, mientras en Argentina y Uruguay los trabajadores cuentan con sistemas de representación sindical bien desarrollados y con importante poder de negociación ante gobiernos y organizaciones empresariales, Chile, en cambio, enfrenta serios problemas para elevar la baja tasa de sindicación y ganar poder para los sindicatos. Esto, junto a un controvertido modelo de flexibilidad laboral, explica en parte la gran precariedad de los empleos chilenos y la necesidad imperiosa de regulaciones más protectoras del trabajador. En este contexto el sindicalismo latinoamericano ha demostrado no tener capacidad de reacción frente a los cambios históricos de las economías nacionales. Se critica fundamentalmente su incapacidad para representar debidamente a las clases populares, así como de avanzar en la inclusión de la fuerza femenina y de los jóvenes, que son parte relevante de la creciente fuerza de trabajo en nuestros países.

Capacitación para creyentes y ateos La asesora laboral de la Vicaría de Pastoral Social y de los Trabajadores en Chile, Irene Celis, sostiene que el peor de los acontecimientos que puede vivir un trabajador es la cesantía. “Me ha tocado evitar el suicidio de un trabajador por perder su trabajo”, señala. Y asegura que Dios nos dio capa-

cidades y talentos, para desarrollarlos. En ningún caso, recalca, el ser humano siente al trabajo como una condena, porque lo dignifica en su condición de hijo de Dios. Hace muchos años que esta vicaría ofrece talleres de capacitación a los sindicatos y trabajadores independientes, “sin discriminar si son creyentes o ateos”. Cuenta que esta tarea pastoral sorprende gratamente a los trabajadores: “muchos de ellos desconocían esta dimensión, y pensaban que la iglesia era sólo rezos y sacramentos”. A través de estos talleres la vicaría enseña a organizar un sindicato o enfrentar una negociación colectiva, y ofrece formación para ejercer liderazgo sindical: “los organizamos y capacitamos en derecho laboral, productividad, nociones de economía e historia del movimiento obrero, entre las temáticas”. Por cierto, la capacitación mejora la competencia del trabajador y sus niveles de oportunidades.

Sentido profundo del trabajo Para el sociólogo argentino Sergio Sinay, trabajar es una necesidad humana esencial: “los humanos somos seres transformadores por naturaleza. Es razón central estar en el mundo y transformarlo, no sólo para nosotros, sino también para quienes nos seguirán”. En su libro “Para qué trabajamos”, Sinay plantea la importancia de descubrir el sentido de la vida a través del trabajo. “Si este sentido no existe, ni el trabajo más prestigioso, ni el que otorga más poder o más fama, ni el más envidiado, logrará evitar que nos sintamos en una trampa que nos mata en un instante o lentamente. Por el contrario –agrega‑, la más sencilla y humilde tarea ilumina el alma de las personas, las hace sentirse parte de un todo, les permite mirar las huellas de su trabajo con la satisfacción del vivir viviendo”. Pero tampoco, advierte, se trata de cualquier actividad: “no a las inmorales como la fabricación de armas, de drogas o aquellas que destruyen el ecosistema o hacen sufrir a otras especies”. Tampoco agregaría a las que promueven la humillación y falta de respeto a otras personas. Como colofón de estas reflexiones valdría preguntarnos: ¿qué he hecho hoy? ¿Han dado fruto mis talentos? ¿Hice mi labor sin causar daño? ¿Dejé de hacer lo que debía? ¿Lo hice promoviendo la cooperación, la empatía, la solidaridad y la dignidad de mis compañeros? Quedan lanzadas las preguntas. Un buen ejercicio para este Primero de Mayo. t

Silvia Yermani Valenzuela

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Humahuaca:

misión de frontera entre la Puna, quebradas y valles Jorge Mella Urtubia, cmf Alfredo Barahona Zuleta Hablar de Argentina suele evocar el asado, el mate y el tango; otras veces, la cosmopolita Buenos Aires, la turística Mar del Plata o la bullente Bariloche. O vienen a la mente el fútbol, ese mundial del ‘78, la “mano de Dios”, los goles de Maradona o Messi, entre una infinidad de eximios futbolistas. Se pueden enumerar notabilidades argentinas como sus 5 premios Nobel o su capacidad industrial, la calidad del Teatro Colón, la de su laureado cine, o la impronta que por más de 50 años marcó en América latina el rock argentino, desde Charly García hasta León Gieco. O bien sus hitos teatrales, desde el dramático de Ricardo Darín al revisteril de Susana Jiménez y el gordo Porcel. Y se puede concordar o no en que aquella Argentina tierra de promisión para los inmigrantes se ha ido desdibujando… Es innegable el aporte que en muchos ámbitos ha entregado este país, que tiene capacidades para ser una gran potencia. Sin embargo, la Argentina real va más allá de los estereotipos, reales, creados o impuestos durante décadas. Es que no existe una Argentina única; hay varias. La Argentina profun-

da, parafraseando un concepto acuñado por el mexicano Guillermo Bonfil, llama a resaltar ese país que corre por las venas, ese pueblo que queda oculto bajo el destello del posmodernismo o las luces de neón de la política de turno, y que, sin embargo, existe y es la razón de vivir de un pueblo con todo un código de valores y costumbres, con una personalidad que se niega a ser anulada, extirpada o masacrada. Esa Argentina está viva y a flor de piel. Es la que acaba de dar al mundo un nuevo papa. Y algo más de ella, muy poco difundido, quieren relatar estas líneas.

Jujuy, donde la Puna y la marginación marcan La Puna, nombre de origen quecha que significa región de altura, es una meseta de alta montaña situada entre 3.500 y 5.000 metros de altitud, que comparten Argentina, Chile, Perú y Bolivia. Los tres últimos se enfrentaron entre 1879-1883 en la llamada Guerra del Pacífico, y, como consecuencia, Chile se quedó con parte de la Puna boliviana. Sin embargo, Bolivia firmó en 1889 un tratado con Argentina cediéndole un área de la Puna que vida claretiana

estaba en administración chilena. Tras un arbitraje en 1899, de los 75.000 kilómetros cuadrados de la llamada Puna de Atacama, 64.000 (85% del total) quedaron en poder de la Argentina, y 11.000 (15%) en Chile. Región de clima frío y generalmente seco debido a la altura, la Puna recibe precipitaciones estivales de lluvia, granizo y nieve entre diciembre y abril. Al extremo norponiente de la Puna argentina, limitando con Chile y Bolivia, se sitúa la provincia de Jujuy, con 53.000 kilómetros cuadrados de extensión, zona de enormes contrates socioeconómicos con la mayor parte del país. En efecto, mientras Argentina luce, en términos estadísticos, un producto interno bruto de 18.000 dólares per cápita, similar al de Chile y con 2.000 dólares por sobre el de Uruguay, en las provincias del norte se concentran bolsones de pobreza que llegan a presentar indicadores similares a los de numerosos países africanos. Respecto de Jujuy, datos actuales hablan de 53.9% de pobres y 15% de indigentes. Pero en los sectores rurales, y en particular en el territorio comprendido por la Prelatura de Humahuaca, esos valores serían mucho más altos. Continúa >> 11


Humahuaca, mucho más que un carnaval “Fiesta de la quebrada humahuaqueña para cantar; erke, charango y bombo, carnavalito para bailar…” El ritmo pegajoso de esta antigua canción festiva de Edmundo Zaldívar ha dado la vuelta al mundo, en voces desde cantantes populares hasta tenores líricos de la talla de Plácido Domingo. Talvez sea el embajador más universal de la Quebrada de Humahuaca y su entorno, en el departamento homónimo de la provincia de Jujuy. Antigua tierra de la nación omaguaca originaria, éste extiende su accidentada topografía en casi 4.500 km2 de superficie, con elevadas temperaturas diurnas que por las noches descienden fuertemente según la estación. Se vive allí entre tres y cuatro mil metros de altitud. Humahuaca, la ciudad cabecera del departamento a 3.000 m de altitud y con unos 16.000 habitantes, luce todavía un aspecto colonial. Sus calles angostas y empedradas, con faroles y casas de adobe, cruzaron durante siglos uno de los centros comerciales más importantes en la ruta al antiguo Alto Perú. Mundialmente conocida por su imponente Quebrada, patrimonio de la humanidad declarado por la Unesco,

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Humahuaca ofrece un paisaje exuberante por donde corre el Río Grande y perduran valiosos yacimientos arqueológicos. Las raíces de la América morena se aprecian allí claramente en la conjunción de diversas culturas aborígenes atacameñas y la española. Todo ello concentra un interés turístico que suele atiborrar sus callejuelas con visitantes de todas razas y latitudes.

La Prelatura, la fe y los seres humanos Cuarenta y cuatro años cuenta la presencia claretiana en las tierras de Humahuaca, desde que en 1969 la Sede Apostólica, junto con crear la Prelatura de Humahuaca –una especie de pequeña diócesis misionera en formación, la puso al cuidado de los misioneros claretianos. Se trata de lo que, en términos pastorales, se conoce como “territorio misionero de frontera”, “de desierto” o “de marginación”, ya sea por su ubicación alejada de los grandes centros, por la dificultad con que le llegan los servicios y el interés político, por la forma en que más que vivir sobrevive su gente, y por la exclusión, rechazo, menosprecio y falta de valoración social que van allí de la mano. Un famoso médico argentino, Ramón Carrillo, insistía en que, en vez

vida claretiana

de provincias pobres, había que hablar de provincias olvidadas. Una de ellas es Jujuy, donde los misioneros de la Prelatura de Humahuaca buscan construir el Reino de Dios a través de amar, servir, mirar desde los pobres y hacer camino con otros. Su territorio de misión abarca unos 37.000 km2 de quebrada, puna y valles cordilleranos, donde se dispersan 252 comunidades rurales con unas 100.000 personas, en su mayoría de la etnia colla originaria, aunque producto actual de diversos mestizajes.

Misionar entre alturas y precipicios Dos pequeñas comunidades claretianas extienden su trabajo evangelizador en el amplio territorio de la Prelatura, apoyando al obispo P. Pedro Olmedo junto a unos pocos sacerdotes diocesanos y 4 comunidades de religiosas. Uno de los grupos misioneros se asienta en la sede prelaticia de Humahuaca, cuyo pequeño templo catedralicio data de 1631, es monumento histórico y centro de la parroquia Nuestra Señora de la Candelaria. En La Quiaca, ciudad de unos 18.000 habitantes, cabecera del departamento jujeño de Yavi, situada al borde mismo de la frontera con Boli-


via, tiene su sede la otra comunidad. Entre sus responsabilidades atiende un territorio departamental de 2.960 km2 con más de 3.000 habitantes, y un área donde se dispersan 35 pequeños centros rurales. Decir “La Quiaca” es todavía hoy para muchos argentinos como hablar del “fin del mundo”. No en vano, cuando bromean enviando a alguien a mala parte, suelen espetarle: ¡Cheeeé…: andate a La Quiaca…! Una de las comunidades claretianas humahuaqueñas tiene también a su cargo, en la vecina provincia de Salta, una doble sede parroquial, Santa Victoria Oeste y Nazareno, desde donde la llamada “parroquia de campaña” sirve a 24 comunidades rurales dispersas por los valles salteños en medio de una geografía muy accidentada. Valgan al respecto estos datos: si Humahuaca se asienta a 3.000 m de altitud, ir a La Quiaca, 165 km al norte, significa subir a los 3.500. Desde allí, para llegar a Santa Victoria Oeste, distante 118 km, se necesitan unas 4 horas en camioneta por una angosta senda montañosa que, al borde de precipicios infartantes, sube a 4.552 m para terminar en los 2.300. Entre las realidades que enfrentan los misioneros están la pobreza generalizada de la zona, con una microeco-

nomía agropecuaria de subsistencia, un índice de desocupación del 53 %, precarios servicios públicos de educación, salud, caminos, comunicación..., donde la luz eléctrica y el agua no llegan a pequeñas comunidades perdidas entre las distancias, las alturas y la accidentada geografía. Difícil desafío es evangelizar en medio de una religiosidad andina muy arraigada, pero con poca instrucción bíblica. Hay desarraigo del campo y sus costumbres, por la fuerte emigración hacia los centros urbanos, sobre todo por parte de los jóvenes, lo que no permite muchas veces la continuidad de agentes pastorales ya formados. Pero hay logros, y son importantes: el espíritu de comunión y participación en las comunidades, aunque la población está cada vez más influida por el individualismo moderno. Relevante ha sido también la labor de los animadores laicos en las comunidades rurales.

Junto a los pobres, con el sello de Claret Animados por el espíritu del Concilio Vaticano II, que cuatro décadas atrás sopló aires nuevos sobre la Iglesia, revitalizó lo esencial de la fe, acercó la Biblia al pueblo y trató de adecuarse a las realidades del mundo, misioneros de regiones más favoreci-

vida claretiana

das en personal y recursos decidieron entregar sus servicios a zonas de frontera con mayores carencias. Así fue como claretianos de la región de Bética, en el sur de España, aceptaron un llamado urgente de Argentina para asumir posiciones misioneras en la diócesis de Jujuy. Llegados a Humahuaca en 1968, al año siguiente el Vaticano creaba y entregaba a su servicio la nueva prelatura. Esta ha tenido desde entonces dos obispos: el P. José Mª Márquez, fallecido en 1995, y el P. Pedro Olmedo, su actual pastor. El trabajo de ambos ha conjugado lo religioso y lo social, debido a la situación apremiante de la gente, en su gran mayoría pobre y marginada. Sujetos preferenciales de esa labor pastoral por más de 40 años, han sido los jóvenes, las familias y la catequesis. Entre las obras de desarrollo social en actual ejecución con recursos y apoyos de diferentes organismos solidarios, cabe señalar: construcción de viviendas para familias de escasos recursos en La Quiaca; caminos y puentes rurales en Santa Victoria Oeste; paneles solares en Trigo Huayco; salas cunas en todas las parroquias; creación de centros de salud y educativos; proyectos de agua potable y de regadío en sectores rurales; formación de líderes y animadores… t

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Testimonio de dos hermanos, de El P. Pedro Olmedo Rivero (68 años) es un obispo “diferente”. Usa jeans, es fumador recalcitrante, suele andar con una mochila al hombro, y se mezcla entre la gente como uno más, lejano a boatos y capisallos; de pasado y presente comprometido con los pobres. Llegó de España a la Prelatura de Humahuaca en 1972, y como vio que en las actividades de iglesia escaseaban los hombres, fue a buscarlos donde estaban, haciéndose obrero, junto a otro claretiano, en Mina Pirquitas, una productora de plata y zinc situada a 4.300 metros de altitud. Desde 1993 es el obispo prelado.

El P. Jesús Olmedo Rivero (69 años), hermano del obispo y también claretiano, cuenta: Recién ordenado sacerdote, en 1971, llegué aquí, a una zona desconocida. Venía con la ilusión de evangelizar, pero fui evangelizado por los pobres y los collas, por los pueblos originarios de los que no sabía nada; gracias a ellos, que son muy religiosos, fui descubriendo el compromiso con los pobres. Tras el Concilio, acá descubrí la pobreza y empecé a tomar opciones claras. Sin desconectarnos del tema religioso y sacramental, los claretianos nos metimos en la lucha social, porque la situación de pobreza era alarmante; a la gente se la defendió en las minas, en la zafra de la caña de azúcar, en el control de la frontera con Bolivia, en las dificultades en el trabajo o en la concre14

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ción de una vida digna. Se ejecutaron proyectos sociales para aliviar la pobreza, en una zona donde el 90 % es de etnia originaria. En Argentina en general se despreciaba al pueblo original; los gobiernos no se preocupaban de las urgencias. El obispo y los sacerdotes optamos por lo social y, obviamente, lo religioso. Surgió así OCLADE (Obra Claretiana para el Desarrollo), con la que se crearon proyectos para una vida mejor, con una opción clara por denunciar injusticias y apoyar a los líderes en recuperar su dignidad y en las luchas obreras. La mayoría de los claretianos nos insertamos en esta realidad. Empezamos con proyectos sencillos, pero esto nos llevó a la denuncia profética. Incluso el primer obispo, harto conservador, sufrió una conversión; los distintos misione-


sangre y de misión ¿Cuáles son hoy sus priorida‑ des? Consolidar la iglesia particular, seguir fomentando la participación de los laicos y animadores de comunidades, que son como una plantita tierna que necesita cuidarse y fortalecerse. Además, hay que insistir en la formación de laicos, la pastoral bíblica, y acompañar al pueblo en sus reivindicaciones. Gracias a Dios, los sacerdotes de la Prelatura han llevado la voz frente a las situaciones contingentes y apremiantes; hoy existen organizaciones que reclaman, y eso es bueno, pues indica una maduración del pueblo; pero no significa que como Iglesia nos desliguemos de la realidad o nos quedemos callados frente a las injusticias.

¿Y cuál ha sido el aporte cla‑ retiano en estas tierras? Buena parte de lo que hay en la Prelatura es gracias a tantos misioneros, la gran mayoría venidos de España, que han dado lo mejor de su vida y sus sueños en estas alturas. Han promovido mucho la participación de los laicos; han acompañado los procesos de las comunidades indígenas para recuperar su identidad y su derecho a la tierra, y han hecho grandes esfuerzos en formar catequistas y animadores.

ros defendieron al pueblo en pleno proceso militar, e hicieron opciones concretas. Algunos, como el actual obispo, se transformaron en curas obreros, en los ingenios azucareros o en las minas; los trabajadores sintieron cómo la Prelatura los apoyaba. La asamblea de desocupados tiene larga data. Se han realizado proyectos como comedores, talleres de artesanía, trabajo campesino, unidos todos los sacerdotes con el obispo. Hoy es bueno recordar que la Prelatura de Humahuaca fue un referente, en todo el país, de una Iglesia comprometida con los pobres, contra Menen, que prácticamente vendió el país. Se hicieron marchas federales con la participación de misioneros al frente. Conseguimos que los medios de comuvida claretiana

nicación viniesen a ver la realidad de esta zona, y así la conociera el país. Esta es una obra misionera entregada al pueblo pobre; siempre en conexión con el tema social. En el año ‘76 los agentes pastorales se reducían exclusivamente al personal consagrado; hoy podemos decir con orgullo que hay casi 2.000 catequistas y animadores laicos en todas las comunidades; hemos hecho una iglesia para los pobres y desde los pobres. Nota: Omite el padre Jesús que fue exiliado durante el genocidio de la dictadura militar argentina, en 1977, y que se ha crucificado simbólicamente en más de una oportunidad, como lo muestra una de estas fotos, en gesto desesperado por los abusos perpetrados en Jujuy contra los más pobres, mayoritariamente de etnia colla. t 15


Humahuaca Nuestros paisajes

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Chile

nuestros paテ行Es


Uruguay

Argentina

Paraguay

nuestros paisajes

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Cuatro chicas poderosas (I)

Viviana Sasso, la vida en clave solidaria La cuenta ella misma

Cuando me pidieron esta nota me sentí muy halagada por haber sido convocada, con otras participantes en la obra claretiana, a hablar sobre nuestras vidas. No puedo negar que es también una gran responsabilidad poder contar parte de lo que soy y realizo.

Buenos Aires en el corazón Nací y crecí en Parque Patricios,un barrio humilde del sur de la ciudad de Buenos Aires. Un bello lugar dónde aún los vecinos salen a tomar mate a sus puertas; donde nos conocemos las caras; donde la Iglesia San Antonio y el colegio Bernasconi nos marcan una fuerte pertenencia, y donde el club Huracán señala el lugar de la pasión. Aquí he decidido envejecer, en las mismas calles que me vieron crecer. Mi padre, que murió muy joven, 18

había nacido en Colón, Entre Ríos. Era hijo de esos trabajadores del campo que hurgan en la tierra descalzos. Mi madre, hija de inmigrantes, ha sido una gran luchadora toda su vida. Trabajó desde niña con sus 5 hermanos ayudando en el negocio familiar. Mi abuelo era “cartonero”: armaba cajas de cartón para vacunas, en muchas horas de mano de obra a la que todos colaboraban. Vivían en uno de los conventillos de Parque Patricios, el único que aún se mantiene allí en pie, sobre la calle Pedro Echagüe, actual Cátulo Castillo. Mi madre se casó y enviudó muy joven, cuando yo tenía apenas 3 años y mi hermana, 6, lo que la obligaba a trabajar en una fábrica de perfumes incluso los domingo. Y es aquí donde comienzo a tener registro de que el Dios de la Vida comienza a acompañarme. Aunque no entendía mucho siendo tan pequeña, sabíamos que no estábamos solas. vida claretiana

La escuela, la parroquia y... el monaguillo Toda mi educación la hice en escuelas públicas, esas de jornada completa donde la comida no se parecía en nada a la hecha en casa… Cuidaba de nosotras una segunda madre, mi tía Nelly, quien dedicó muchísimas horas en favor de nuestro crecimiento y el de sus hijos. Tarea complicada, porque éramos muchos y peleábamos harto. Habiendo crecido unos años, me autorizaron a moverme con cierta independencia por el barrio. Caminaba una cuadra hasta la Iglesia San Antonio, que no sólo me preparaba para mi Primera Comunión, sino que, junto a mi familia, me enseñó a transitar por el camino de la fe y la solidaridad, llenándome de esperanza. Fue mi segundo hogar hasta bien entrada la adolescencia, donde pasábamos fines de semana enteros haciendo del


trabajo pastoral una forma de vida. Nobleza obliga contarles que había una segunda razón para pasar tantas horas allí: un monaguillo llamado José, que no me daba ni la hora… Unos años de universidad fallidos, y descubrir que me quería dedicar al trabajo solidario y al arte fue una revolución interna. No era fácil comer de ello, pero estaba (y sigo) inmensamente convencida de que mientras tengas convicción en lo que haces, el resto pasa a segundo plano. Me casé, y unos años después llegó a mi vida Juan, que ahora tiene 19. Y fue como un antes y un después. Entendí que era el mejor momento para dedicar la vida no sólo a él, sino a un montón de personas que necesitaban una mano. Y allí comenzó otra historia, la que definitivamente cambiaría mi vida.

Entre el arte y la solidaridad La Villa (población o barrio marginal) 21-24 de Barracas –la mayor, más poblada y talvez más precaria de la Capitalha sido y es mi otro lugar en el mundo. Conocí a Mirna, hoy mi comadre, en unas reuniones sobre salud en Parque Patricios. Pero siempre que hablábamos de “la 21” la mirábamos desde afuera. Mirna me invitó a conocer su barrio, su casa…, y nunca más me fui. Con ella y otros compañeros comenzamos a juntarnos con la idea de construir un espacio de ayuda, sin perder de vista que todos estábamos guiados por la misma fe en el Dios de la Vida. Tardamos casi un año en ponernos de acuerdo a partir de comenzar a trabajar directamente con la parroquia Nuestra Señora de Caacupé, patrona de los paraguayos trasplantados en masa a “la 21-24”. Primero abrimos un merendero en la casa de Mirna. Como varios de nuestros compañeros son catequistas, cuando terminaban sus reuniones con los niños los llevaban a merendar y a brindar ayuda escolar a

los más chicos. Los años pasaron, y quedamos estancados. Los problemas nos superaban en número y brazos. El 2000 fue un año terrible, social y económicamente. Vivir con dos comidas al día en la villa era casi imposible. El entorno político no daba soluciones de ningún tipo, y allí, metida en el barro, pude ver lo que es la pobreza extrema. Quizás no sepa cómo explicarlo, pero llegaba a mi casa y, al ver la mesa con comida que nunca faltó, que mi hijo tenía más de un calzado, no pasaba frío y podía ir al colegio, era como un cachetazo. No podía dejar de pensar que lo que es un derecho terminara convirtiéndose en una súplica.

Cuando los pobres se organizan Con la inmensa ayuda del P. Pepe Di Paola, decidimos abrir un comedor con lo que teníamos, en la propia casa de Mirna. Para ello tuvieron que hacinarse sus 5 hermanos y sus padres en dos pequeñas habitaciones, para dejar espacios libres. La parroquia nos ayudaría con alimentos; otros compañeros y yo, que no vivíamos en la villa, haríamos lo propio en nuestros barrios. Y allí largamos y abrimos el comedor “Padre Daniel de la Sierra”, en recuerdo del claretiano al que los pobres del sector llamaron “el ángel de la bicicleta”. Durante dos años se hizo lo que se pudo, pero nunca se interrumpió el almuerzo. Los siguientes años fueron de caminar entre despachos de ministerios y diputados para pedir la famosa “ayuda social”, tratando de hacer que todos nuestros pobres tuvieran una dieta balanceada. Se amplió el espacio formativo; se abrieron talleres de ayuda primaria y secundaria, de idiomas; conseguimos que vacunaran “desde el espacio”, ya que muchas mamás no se movilizaban a la salita del barrio, y desde lo propio, junto a otras dos compañeras, dábamos tallevida claretiana

res de arte y artesanías que han servido como “changa” a muchos vecinos para poder tener un ingreso. El comedor creció mucho. Somos muchas más las manos que ayudan, y son 300 las personas que hoy almuerzan a diario. Siguen funcionando los talleres, y se hacen controles de salud para bebés y niños. A partir de 2011 abrimos el comedor “Amigos del Padre Pepe”, un nuevo espacio para quienes habían quedado fuera del programa de alimentación: niños, adultos y ancianos con diabetes, hipertensión y obesidad. Para ellos se realiza una dieta especial sin sal ni grasas. Es un proyecto autogestionado con donaciones y “ferias americanas”, que venimos haciendo todos los fines de semana. En este comedor funcionan controles periódicos realizados por médicos de cátedra de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, incluyendo vacunaciones cada 15 días. El pasado diciembre abrimos nuestro tercer centro comunitario, un proyecto conjunto con la parroquia, donde ya en estos días funcionará la pastoral de salud; casa que fue adquirida con una donación de Adveniat, obra solidaria de los católicos alemanes. Mientras escribo este relato he “moqueado” más de una vez. Recordar el camino recorrido me llena de emoción. No puedo describir con palabras todo el esfuerzo que costó cada uno de los logros. Cada vez que nos juntamos a organizar la tarea nos unimos en oración, no sólo para agradecer lo obtenido, sino también para pedirle a Dios que nos dé fuerzas para seguir construyendo este proyecto. Hubo momentos muy buenos, pero también muchos de los otros; no siempre los resultados son los que queremos, y hemos visto mucho dolor. A Mirna y Nilce, hermanas del corazón, gracias, porque ellas son los motores de este sueño. Continúa >> 19


Mi conexión claretiana Hoy, Dios ha querido ponerme aquí, en la secretaría provincial de los claretianos en Buenos Aires, y hacer posible lo que en un principio creía una utopía: trabajar en lo que me gusta. Eso me da placer y me llena de esperanza. Han sido pocos meses de trabajo, pero muy intensos. Es en este lugar donde

no siento decepción por no poder estar en las faenas diarias del comedor. Son otras tareas, otros sujetos, pero siempre con el mismo objetivo, que es nuestro continuo trabajo por la misión. Hoy reparto mi tiempo entre ser mamá de Juan y pareja de Hugo, mi familia, mis amigos, mi trabajo y el comedor, y en mis tres pasiones: la pintura, la natación y, de vez en cuando, ir

a ver a mi querido Huracán, “el Globo”. Oro a diario para que este Dios que me bendijo con la vida misma siga acompañándome de la mano en cada uno de mis momentos. Y en mis oraciones están ellos: los silenciados, los nadie, los desclasados, para que cada una de sus voces sea escuchada. Dios los bendiga. t Viviana

Cuatro chicas poderosas (II)

Herminia Morales, la vida en clave misionera Herminia tiene una cabellera larga y azabache, y una mirada sincera. Sus gestos, sus palabras, sus acciones reflejan un liderazgo que ella misma admite. “Desde pequeña aprendí a manejar situaciones y organizar a personas. Tenía 10 años cuando entré al grupo de liturgia en mi parroquia, y el integrante que me seguía tenía 33. Yo opinaba, llevaba las tareas al día y organizaba”. Ese liderazgo lo heredó de su abuelo dirigente social, a quien solía acompañar a todas sus reuniones. El desafío misionero Aunque, mimada por su familia, creció cuidada y mantenida como en 20

vida claretiana


una burbuja, eligió llevar una vida misionera mucho antes de ingresar a la familia claretiana. “Empecé pastoralmente a los seis años, integrando lo que era la Santa Infancia en el colegio Nuestra Señora de Lourdes”, en Peñaflor, junto a la capital chilena. Desde pequeña mostró interés por comprometerse a fondo a amar a Dios y a Maria: “soy mariana desde que tengo conciencia”. Interesarse por los desafios misioneros la llevó a ser más tarde encargada del área de Evangelización en el obispado de Melipilla, al que pertenece Peñaflor. Asumió también responsabilidades en el Consejo Nacional de Misiones del episcopado chileno. En esas esquinas encontró al hermano Bernardo Vidal, un claretiano que lleva la obra misionera en el corazón. La motivación claretiana A partir de ese encuentro, la espiritualidad claretiana se le engastó en las venas. Cuenta a TELAR: “ descubrí cómo se reflejaba la espiritualidad claretiana a través de un trabajo tan activo y arduo que logró por el año 1995 reunir a más de dos mil niños. Muy pronto sentí que encajaba en ese estilo, al modo en que era presentado su fundador, san Antonio Mª Claret, y empecé a leer sus escritos. La formación recibida en un colegio de las hermanas adoratrices, donde se inculcaba la adoración al Santísimo Sacramento, la llevó en esos años a plantearse el ingreso a la vida religiosa. Pero al hacer los discernimientos vocacionales sintió que no respondería jamás a los trabajos estructurados y esquemáticos. Cumplir horarios rigurosos no era lo suyo. Sus proyectos se orientan a construir un mundo mejor y fraterno al estilo de Cristo, pero su corazón es libertario, y su carácter, independiente. Conocer a Claret y los claretianos la hizo entrar en una dinámica nueva

en su espiritualidad mariana: si ya era devota de Nuestra Señora del Carmen, “¡ahora sería hija de su corazón, y eso era más rico para mí!” Misionera entre misioneros Su quehacer fue como encargada en Chile de Misión Solidaria y Justicia y Paz (Jupic), un área claretiana amplia y desafiante, desde que en marzo de 2006 el superior mayor de los misionerios locales le encargó esa tarea. Había que animar y coordinar una labor evangelizadora de los diferentes grupos laicales, “aterrizada” en las realidades locales y en estrecho apoyo a los misioneros de las diferentes comunidades. Su propuesta debía ser trasversal y cruzar las otras áreas, pero la inició con lo que más sabía: la Infancia Misionera. Porque, dice, “si se prepara un buen fruto en la infancia, habrá un misionero toda la vida, dondequiera que esté”. En más de seis años esa labor se consolidó. Pero ha ampliado sus horizontes al integrarse recientemente en el proyecto Proclade, Promoción Claretiana del Desarrollo, destinado a toda la provincia claretiana de San José del Sur, en Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay. Además de Misión Solidaria y Jupic se integraron en él las áreas de Proyectos y Voluntariado. Una tarea de vasto alcance “Se trata –explica– de sensibilizar, concientizar, animar, acompañar y promover la misión en todos los ámbitos, con una clara opción por la dignificación de los pobres, excluidos y vulnerables. Y no sólo en los ámbitos locales; hay que apoyar también a misiones ‘de frontera’ en países más pobres. Los claretianos tienen una larga experiencia internacional en evangelizar promoviendo el desarrollo integral de comunidades pobres y marginadas”. vida claretiana

Siente como muy importantes en esta tarea las acciones que favorezcan la defensa de la vida, tanto en los pueblos como en la naturaleza: los grupos originarios, la diversidad, los hermanos que sufren la pobreza o la marginación social, la defensa de la obra creada por Dios… Siente que la siembra realizada en Misión Solidaria ha dado frutos que, con la ayuda del cielo, se multiplicarán en Proclade. Para encantar en esta labor de modo especial a los jóvenes, cree que el secreto está en el acompañamiento y testimonio. “Muchos jóvenes no se sienten parte de la Iglesia, porque ella habla otro lenguaje, no responde a sus requerimientos. Ellos son felices si tú los invitas a una misión. Son de piel, de estar con el otro, de comentar lo cotidiano y mostrar un Jesús creíble”. Confía en que el éxito de las nuevas tareas dependerá del amor que le ponga cada cual. “El proceso es grande y con realidades diversas, pero creo que el Espíritu actúa siempre en todos los cambios”. t Silvia Yermani Valenzuela Continúa >> 21


Cuatro chicas poderosas (III)

Flavia Campbell, la vida en clave social Dicen los estudiosos que el apellido Campbell apareció allá por el siglo XII en Gales, Gran Bretaña, y que señalaría a un capitán de tropas que participó en cien guerras en su vida. Lo cierto es que Flavia Cambell, nacida casi 800 años después en Coronel Pringles, provincia de Buenos Aires, la única guerra que vive es contra la pobreza. Su lucha es contra la desorganización popular. Ha comprometido su vida en sumar comensales a la mesa de la familia social, y para ello trata de multiplicar los panes y los peces enseñando a sembrar y a pescar. ¿Desde cuándo te interesó el acompañamiento de los que tie‑ nen menos oportunidades para una vida digna? ‑La primera invitación a participar de una comunidad cristiana fue en la capilla de mi barrio. Los redentoristas hicieron misión en Coronel Pringles, y ahí comencé. Muchos años de mi infancia y adolescencia dejaron hue22

llas por ser parte de un grupo guíascouts. Allí aprendí a ser parte de una comunidad, el servicio a los demás, el trabajo en equipo, y a disfrutar-cuidar los regalos de la Creación. Fueron años donde este pequeño espacio me contuvo mucho y me ayudó a crecer, junto a mi familia. Participábamos activamente de este grupo, que nos ayudaba a ir descubriendo la fe, la solidaridad y a experimentar a ser familia con otros más allá de los lazos de sangre. Recuerdo estos años con mucha alegría y agradecimiento. ¿Y al decidir tu formación voca‑ cional? ‑Me interesó el tema social. Las búsquedas me llevaron a encontrarme con el trabajo social, que con el tiempo me brindó herramientas para intervenir en la realidad y hacer “malabares” para buscar con otros alguna alternativa frente a las problemáticas sociales que viven los pobres.

vida claretiana

*Foto: Diego Haristoy P.

¿Y tu participación con los clare‑ tianos? ‑En 2001 los conocí…, en medio de una fiesta. Fue la celebración de los 100 años de presencia claretiana en Argentina. Realmente fue una fiesta, porque yo andaba buscando un lugar desde donde vivir mi fe y desplegar la vocación que Dios me regalaba. Ciertamente fue descubrir una manera distinta de ser iglesia; por lo menos diferente a las que yo conocía. Empecé a conocerlos, me hablaban de justicia y paz como una manera de hacer la misión, de estar cerca de los pobres, de construir un mundo mejor y de la misión compartida entre laicos/as y religiosos. Rápidamente me enamoré de esta propuesta y empecé a conectar mi historia de vida con el carisma claretiano. Y en eso estoy… Voy descubriendo que tenemos muchas buenas noticias que compartir con otros/as, y que necesitamos también de esas buenas nuevas que nos dan los más pobres para seguir recreando la misión y el mundo.


¿Tu labor en la actualidad? ‑Actualmente comparto la misión con los claretianos que se encuentran animando la parroquia de San Jorge en Florencio Varela. Coordinamos proyectos sociales que se desarrollan en la comunidad. Uno de ellos es la Casa de la Mujer. Este proyecto pretende ser un espacio donde las mujeres participen en talleres recreativos -biodanza, manualidades, cocina, teatro, telar- y un espacio de atención sobre violencia familiar, para mujeres víctimas de esta lacra. Este proyecto fue fruto de un discernimiento después de escuchar historias de mujeres de la comunidad eclesial cuyas situaciones de angustias, depresiones y violencia se repetían en forma casi idéntica. En este espacio, pequeño pero significativo para la vida de las mujeres, soñamos con desencadenar procesos de liberación de la violencia y el machismo. Ensayamos respuestas, preguntamos, nos equivocamos, pero esperamos ser fieles a aquellas muje-

res más sencillas y pobres cuyas palabras nos indican por dónde buscar. Entonces tu trabajo es muy importante en el mundo femenino popular. ‑Nos preguntamos: ¿es posible que las mujeres se liberen del patriarcado, cuando somos nosotras mismas quienes reproducimos este sistema y naturalizamos nuestra posición de víctimas del machismo? Sin duda, las mujeres nos debemos un gran debate sobre cómo reclamar por una sociedad más igualitaria y poder recuperar las voces de aquellas que apenas hablan… Ciertamente, en los últimos años y en los países de Occidente, las mujeres hemos logrado conquistar derechos que dan “guiños” de igualdad frente a los varones. Pero, sin duda, todavía quedan opresiones, ellos nos ubican como objetos, nuestras voces son acalladas, nuestros cuerpos son mutilados por la esclavitud de la trata, y muchas mujeres mueren víctimas de la violencia sicológica-física.

¿Qué aporta nuestra fe cristiana en esta realidad social? ‑Una gran deuda pendiente de igualdad es, sin duda, de nuestra familia, la Iglesia. Como mujer cristiana, me anima y me da esperanza la práctica de Jesús. Como varón comprometido en una realidad de desigualdad y de injusticias que sufrían las mujeres de su tiempo, él fue un “gran activista de esta lucha”. Se pronunció y tuvo gestos de vida para muchas que se encontraban sin esperanzas y sin palabras. El las miró, las defendió ante culpas de muerte, percibió sus dolores más profundos, las recibió y las eligió discípulas, las escuchó, enderezó sus cuerpos, se dejó interpelar y cuestionar. Después de tantos años seguimos debiendo nuestra fe a aquellas que fueron a anunciar que El Maestro no estaba muerto… Estas acciones provocan mi vida, me lanzan y me comprometen. Creo vida claretiana

y sueño con una iglesia más inclusiva, horizontal, fraterna y pobre, que se interpele y que esté más dispuesta a escuchar y a aprender de otros/as que de enseñar. En los últimos días leía un artículo de Adolfo Perez Esquivel, premio Nobel de la paz, donde hablaba de la Iglesia, y tomo unas palabras que me hicieron pensar en nuestro rol como comunidades cristianas frente a las injusticias. El destacaba la importancia de hablar sobre los mártires cristianos de la última dictadura militar, y destaco esta frase: “La palabra es vida. Que pongan la palabra en la vida, en esa energía”… Y me viene a la memoria el compromiso de muchos/as que han trabajado por los pobres y el Reino. A ellos/as les debemos también nuestro actual compromiso para construir un mundo mejor. En nuestra provincia claretiana tenemos testimonios valientes, gente que ya peina canas y que ha mantenido la llama encendida para que hoy los/as jóvenes nos sigamos encantando con este compromiso. ¡A todos ellos, muchas gracias! ¿Qué desafíos a futuro? ‑Siento como desafío poder seguir buscando y ensayando espacios de promoción con los/as pobres. Confío en que este trabajo es una búsqueda en equipo y en misión compartida. No es una tarea fácil, porque la realidad social, económica y política de nuestro país es compleja, y necesitamos de muchos/as y de varias herramientas para la misión. Agradezco las búsquedas compartidas que en los diversos espacios ‑parroquia San Jorge, Casa de la Mujer, Espacio de Tierras, colegio Claret de la Paternal, Justicia y Paz‑ hacemos para poder recrear la misión, aprender y ensayar un mundo mejor. Y juntos lo vamos a lograr. ¡Qué duda cabe! t ACR. Continúa >> 23


Cuatro chicas poderosas (IV):

Paulina Núñez, la vida en clave de servicio Me encuentro con Paulina y le pido que escriba algo sobre su vida, para los lectores de TELAR. -Puedes empezar a contar de cuando eras chica -le digo. Me mira, desde su 1.45 de estatura, y cree que le estoy haciendo una broma. Porque, de verdad, ella es así de bajita y ya no va a crecer más, por haber entrado hace poco en la década de los 30. Y a primera vista cuesta creer que bajo su apariencia menuda y de rostro amable se esconda una mujer de carácter recio, de esfuerzo, exigente con ella y con los demás para que todo vaya en orden por donde las personas y las cosas deben ir. Paulina Núñez, laica, nacida en Curicó, Chile, a sus 17 años era ya jefa del numeroso grupo de acólitos y monaguillos del histórico santuario del Carmen a cargo de los claretianos en esa ciudad, y a los 20 asumió como administradora del Centro de Formación Padre Claret que los misioneros tenemos en la ciudad de Talagante. Allí se ha mantenido desde hace 11 años, y se ha dado tiempo para estudiar con éxito y reconocimiento de la propia universidad la carrera de Teología, en la que se tituló y ahora prepara un magíster. Ella tiene la palabra: 24

-Yo colaboraba en la pastoral juvenil del santuario del Carmen de Curicó. Tengo muy bonitos recuerdos de todo el tiempo en que allí estuve; el solo hecho de pensar en tantas experiencias vividas ya me produce nostalgia… Creo que es parte de la vida mirar atrás y pensar en aquellos momentos que fueron cruciales para el crecimiento de mi fe… Creo que en mi vida, si hay algo que puedo destacar porque ha predominado fuertemente en mí, es la búsqueda de respuestas a tantas situaciones que ocurren en nuestra humanidad, muchas de ellas insólitas, desproporcionadas, abusivas, y que cada vez las vemos más normales con una actitud plenamente relativista. Ha sido esa inquietud la que me llevó a estudiar Teología… Sabía que era un desafío, por diversos factores tanto personales como laborales y especialmente eclesiales… Sí, porque desarrollarse dentro del campo teológico en nuestra iglesia es una tarea compleja, por los prejuicios que hay adentro; por falta de oportunidades para que los laicos ‑¡particularmente si son mujeres!‑ desarrollen una labor como ésta; por no atreverse a delegar tareas que las teólogas también podemos hacer… vida claretiana

La teología no sólo ha significado para mí estudiar una carrera, sino que ha sido comenzar a vivir un estilo de vida que cada vez anhela más vivir el evangelio recordando única y principalmente la figura de Cristo… En estos momentos estoy trabajando con los misioneros claretianos en la Casa de Encuentros Padre Claret, ubicada en Talagante. También he estado preparando material formativo y dando cursos para un movimiento de una iglesia protestante, algo que nos ayuda a tener una mirada ecuménica…Y desde aproximadamente dos meses estoy colaborando con un grupo de personas de la Fundación del Cáncer, apoyando a quienes están pasando momentos dolorosos en su salud como producto de alguna enfermedad terminal. Esta es una de las actividades que me llenan de alegría, porque es tratar de dar esperanza en medio del dolor y comenzar a dar sentido a la llegada de la muerte, pero no como un episodio trágico, sino como el verdadero regalo que debiéramos anhelar: encontrarnos con el abrazo de nuestro Padre Dios. t A.C.R.


Entrevista a “Panchi” San Martín:

Un cura entre los adictos Dos años alcanzó a estar el P. Francisco (“Panchi”) San Martín como cura párroco en la localidad de Progreso, Uruguay. Tiempo suficiente para conocer la esforzada vida de la gente, el estilo solidario de la vida popular, pero también la realidad de la drogadicción que afecta a parte de la juventud. “Esta generación de jóvenes está quemando su vida, y eso les afecta a ellos y trae al pueblo consecuencias muy dramáticas” -señala.

Un cordobés... del sur Panchi nació en la muy docta ciudad de Córdoba, en el corazón de Argentina. Ingresó a la congregación de los misioneros claretianos, y una vez consagrado sacerdote ha ejercido su labor de pastor en varios lugares. Pero ninguno de ellos le tocó tanto el corazón como la Patagonia. Hombre de una sencillez y simpatía espontánea, amigo de todos, buen artista guitarrero, cura de pueblo por sobre todo, más allá de sus títulos de maestría en piano, … En la Patagonia, el frío y las ventoleras del sur del mundo le endurecieron la piel, pero le sensibilizaron el corazón ante las necesidades del prójimo. Por eso al llegar el año 2011 a Progreso, en tierras charrúas, detectó de inmediato la falta de horizontes y de oportunidades para la juventud, y la ya sabida consecuencia: desorientación vital y consuelo traidor en las drogas.

La historia de Progreso Cuando en 1871 llegó el tren por esas tierras conocidas como Puntas del Canelón Chico, llegó el progreso. Con este nombre con promesas de buen futuro se conoció desde entonces el espacio que fue concentrando en un poblado a obreros de la compañía inglesa de FF.CC, a inmigrantes de Canarias-España y de Italia, a comerciantes, y especialmente a paisanos agricultores. La zona es uno de los graneros del Uruguay. Habitantes sencillos, que con una mano trabajaban la tierra y con la otra sostenían el mate, Progreso ha visto crecer su población con todo lo que ello conlleva: muchas esperanzas, pero también muchos problemas. Los claretianos pusieron casa en Uruguay (Peñarol) en 1908. Dos años después abrieron comunidad en Montevideo. En septiembre de 1944 se asumió una parroquia recién creada Continúa >> vida claretiana

*Foto: Diego Haristoy P.

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en Progreso. El arzobispo Antonio María Barbieri fue quien consiguió en Roma que el titular de la nueva parroquia fuera el “Beato P. Claret”. Así ésta es la primera parroquia del mundo que llevó el nombre del fundador de la obra claretiana. La parroquia abarca una importante zona rural, con un buen número de comunidades que han ido dotándose de capillas y centros de actividad pastoral.

La entrevista El periódico “Progreso al día” publicó en enero pasado una entrevista a Panchi que aquí reproducimos en parte. Sabemos que debe radicarse en Buenos Aires, para asumir nuevas responsabilidades en su congregación. Al partir, ¿qué se lleva de esta etapa de su vida? Una visión de esperanza, pero también... preocupante, si comparo lo que yo conocí hace 17 años atrás cuando estuve un tiempo aquí. Entonces me cautivó ese sabor a pueblo donde todos se conocen. Ahora, me sorprendió todo esto que se vive de inseguridad, de robos. En la casa parroquial en estos dos años hemos sido víctimas de unos diez robos... y eso es preocupante. Es clave en esto el flagelo de la droga, y me preocupa esta generación de jóvenes que está quemando su vida en eso y que trae al pueblo consecuencias muy dramáticas, lo que antes no se veía. Pero te reafirmo que es una visión de esperanza, porque no es el momento de bajar los brazos, de lamentos y de comparar con lo que era antes. Es el momento de revertir las cosas y darle cauce a esta problemática. Usted ha asumido ciertas acciones de compromiso en esta tarea. ¿Ha tenido resultados? Los claretianos sabemos que nuestro fundador, el P. Claret, nos señaló que hay que atender a los problemas más urgentes con las respuestas más oportunas y eficaces. Esta vez, a poco de llegar a Progreso, se me acercó uno de los chicos adictos que me dijo: pastor, ¿puedo cortar el pasto? Entendí que estaba en necesidad, y recordé el evangelio cuando Jesús se conmueve porque el pueblo andaba como ovejas sin pastor. Vi que eran muchos chicos que por su enfermedad, su adicción, no tienen rumbo, no tienen algo a qué aferrarse, salvo sus heroicas familias, pero otros no tienen ni eso. Entonces descubrí que aquí eso era lo urgente.

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¿Qué experiencia tenía Ud. para trabajar con dro‑ gadictos? Ninguna. Yo venía desde la meseta patagónica, donde hay guanacos y chivas, nada más. Aquí empecé a relacionarme con ellos. A escucharlos, porque el grupo iba creciendo. Me di cuenta que necesitaba otros apoyos, porque el corazón no basta; hace falta el apoyo de profesionales que ayuden. Además es un problema que no puede enfrentar una institución sola, sino que hay que trabajar en red. Este trabajo supone muchos riesgos, porque también hay que enfrentar la incomprensión de la comunidad. Yo entiendo ese miedo, porque los chicos muchas veces molestan, pero uno consagró su vida para ayudar a los que más necesitan, y creo que en Progreso los que más necesitan son ellos y sus familias. En estos dos años ya tenemos un grupo de unos 15 chicos, y actualmente hay unos 5 o 6 que por lo menos llevan una vida más ordenada, algunos incluso trabajando y recuperándose. Pero es mucha labor para un cura solo. Te digo que estamos trabajando en red y cuento con el apoyo de los claretianos de Montevideo y mis hermanos de comunidad de aquí, Froilán y Rodolfo. La misma comunidad parroquial se está interesando en el problema. Queremos llevar adelante un proyecto de creación de talleres, para dar oportunidades, para que los chicos ocupen su tiempo, para que no se sientan marginados. Es necesario crear programas familiares de autoayuda. ¿Un mensaje a la hora de partir? Que se siga apostando a crear una comunidad cristiana que esté al servicio de los más necesitados. Ese es el mensaje del evangelio. Quiero agradecer a este pueblo hermoso, porque en este poco tiempo que he estado me ha hecho sentir el afecto y el cariño. Pido que no se desanimen en este tema de los chicos adictos. Dios nunca nos desampara; al contrario, nos ilumina y abre con nosotros los caminos. Quiero agradecer también a esos chicos: me han enseñado mucho, desde sus limitaciones, sus oscuridades. Mi saludo especial para ellos: que sigan luchando, porque pueden ganarle a la vida. t

vida claretiana


Uruguay:

La leyenda del árbol gigante Paraguay: Había una vez, en algún lugar que podría ser cualquier lugar y en un tiempo que pudo ser cualquier tiempo, un hermoso jardín, con manzanos, naranjos, perales y bellísimos rosales, todos ellos felices y realizados. Todos vivían alegres en el jardín, excepto un árbol que estaba profundamente triste. El pobre tenía un problema existencial: no sabía quién era. -Lo que te falta es concentración -le decía el manzano-; si realmente lo intentas, podrás tener sabrosas manzanas. ¿Ves qué fácil es? -No lo escuches, le advertía el rosal. Es más sencillo tener rosas. ¿Ves qué bellas son? El árbol, desesperado, intentaba todo lo que le sugerían, y como no lograba ser como los demás, se sentía cada vez más frustrado. Un día llegó hasta el jardín el búho, la más sabia de las aves, y al ver la desesperación del árbol, exclamó: -No te preocupes; tu problema no es tan grave; es el mismo de muchísimos seres sobre la Tierra. Yo te daré la solución: No dediques tu vida a ser como los demás quieran que seas... Sé tu mismo, conócete, y para lograrlo, escucha tu voz interior. Y dicho esto, el búho desapareció. “¿Mi voz interior..., ser yo mismo..., conocerme...?”, se preguntaba el árbol, tratando de comprender las palabras del búho, cuando de pronto comprendió... Y cerrando los ojos y los oídos, abrió el corazón, y por fin pudo escuchar su voz interior diciéndole: -Tú jamás darás manzanas, porque no eres un manzano, ni florecerás cada primavera, porque no eres un rosal. Eres un roble, y tu destino es crecer grande y majestuoso; dar cobijo a las aves, sombra a los viajeros, belleza al paisaje. Tu grandeza y fortaleza serán inspiración para todos los que te vean. Tienes una misión; cúmplela». Y el árbol se sintió fuerte y seguro de sí mismo, y se dispuso a ser todo aquello para lo cual estaba destinado. Así, pronto llenó su espacio y fue admirado y respetado por todos. Sólo entonces el jardín fue completamente feliz. t

La leyenda del Pájaro Campana

Se cuenta que, hace muchos años, nuestro primer Padre, Ñanderu Teete Marangatu, mejor llamado Tupá, comienza a reorganizar la tierra después del diluvio. A cada ave o animal le asigna una labor propia, en su afán de animar la tierra, las aguas y el aire. Ninguno permanece ocioso en “la tierra sin mal”, que es el lugar que van a habitar en medio de la vastedad de espacio que Tupá les reserva. En ese largo momento una avecilla espera. Aún no tiene nombre, se halla en silencio, deseando ansiosa la atención del Creador, sin voz, sin sonido propio, sin oficio aún. Tímida y olvidada entre tantas aves. Pero una tarde el ave suspende su vuelo y se posa en una alta rama para oír mejor un ruido nuevo. Atenta escucha a un grupo de hombres trabajando, portadores de instrumentos como picos, barretas con que hieren la roca, como queriendo arrancarle algo; a cada golpe la roca suelta chispas y un sonido impactante: ¡tin!, ¡ton!, ¡tin!, ¡ton!, ¡tan!, ¡tan!, ¡tan!, ¡tantantantán!... El ave toma interés. Si logra hacer llegar este descubrimiento a Tupá, le recordará de su falta de voz; quizás le dé nombre y sonido. Va, pues, en busca de Tupá, y juntos miran a los hombres que rompen las piedras a golpes, sacan chispas y recogen algunos trozos. ¡Son buscadores de oro y piedras preciosas! Tupá levanta entonces su voz, y dice al ave: “¡Hoy tendrás nombre y sonido! Has hecho un gran descubrimiento y dado el aviso a tiempo. En adelante serás conocida y famosa por este canto tan particular. Desde entonces se escucha en las selvas cercanas a los ríos Paraguay, Paraná e Yguazú, entre otros, el repiqueteo de una campana que invita a buscar estas riquezas de la tierra. Así se llenó de canto el Pájaro Campana. t

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¡Esas queridas cosas nuestras!..., que pronto desaparecerán “El mundo está cambiando, y cambiará más…”, cantaban con estilo único Los Iracundos allá por los años ’60. Lo confirmaba por los ‘70 Julio Numhauser, cuando en la voz no menos inconfundible de la “Negra” Mercedes Sosa filosofaba entre amargura y esperanzas que “cambia, todo cambia…”. Sucede con nosotros, con las cosas que nos rodean, con todo. He aquí algunas muestras de elementos claves de nuestro modo de vida que están siendo superados o ya lo fueron. Terminarán como piezas de museo o simples motivos de nostalgia.

1. Las oficinas de correos

2. El cheque

Los correos tradicionales –generalmente estatales–, sufren alrededor del mundo problemas financieros que difícilmente podrán superar. Los mensajes electrónicos, envíos expresos o “couriers”, despachos directos por avión o buses y otros servicios similares, han minado sus ingresos, y muchas oficinas de correos ya han cerrado. Las entregas de correos consisten hoy sobre todo en ofertas publicitarias y facturas por pagar. Se dice que dentro de poco el cartero ya no llamará “siempre dos veces”, como en la vieja película; no lo hará siquiera una.

El pequeño papelito que ha transferido toneladas incalculables de dinero y enviado otras tantas víctimas a las cárceles, parece tener sus días contados. De hecho, en Gran Bretaña se programa sepultarlo en cinco años. Es que procesar los cheques cuesta miles de millones de dólares. Las tarjetas plásticas de crédito/débito, los cajeros automáticos y las transacciones bancarias “en línea” no auguran larga vida al cheque, que se usa cada vez menos. Ello tiene relación también con la lenta agonía de las oficinas de correos. Si se deja de recibir y pagar facturas por correo, la muerte del historiado papelillo se acelerará.

3. Los diarios Las nuevas generaciones ya casi no leen los diarios “de papel”. A este paso, el muchacho del diario desaparecerá como el hoy mítico lechero a domicilio. La reducción drástica de lectores ha provocado ya la muerte de numerosos diarios. Algunos han reducido fuertemente sus tirajes y las plantillas de periodistas y funcionarios. Otros se 28

Nuestro mundo

han transformado en diarios virtuales accesibles bajo pago. El incremento de dispositivos móviles de acceso a Internet y a lecturas electrónicas ha hecho que grandes editores de periódicos y revistas se alíen para desarrollar con Apple, Amazon y las compañías de teléfono celular más importantes un modelo para servicios de suscripción pagados.


4. Los libros

6. La industria músical

Muchos aseguran aún que no abandonarán el libro que toman en las manos y disfrutan dando vuelta las páginas, en vez de leer uno virtual en un computador o una tableta. Lo mismo se dijo cuando se ofreció descargar música de iTunes dejando de lado los queridos CDs. Pero no pocos cambiaron de opinión al descubrír que ahora podían conseguir música gratuita o a mitad de precio sin salir de casa.. Lo mismo parece ocurrir con los libros. Hoy se puede navegar por una librería “en línea” y leer capítulos de un libro antes de comprarlo ahí mismo. Y el precio será mucho menor al de uno real. En cuanto a comodidad, cuando comience a mover los dedos sobre una pantalla en vez de hacerlo sobre un libro, el lector terminará por olvidar que sostiene un aparato electrónico en vez de un libro. Aunque, claro, no todos. Para qué decir si la fragancia de un libro de verdad trae alusiones románticas.

Esta sufre también una muerte lenta. No sólo por las descargas “piratas” desde la computadora, sino también por la falta de música nueva e innovadora. La “música“ de hoy no tiene la armonía, la melodía, la orquestación, la letra, el romanticismo de la antigua. Predominan los ataques de batería, griteríos y estridencias. Según entendidos, entre codicia y corrupción los sellos discográficos y consorcios radiales mataron la gallina de los huevos de oro. La “música de catálogo” o “del recuerdo”, con más del 40% de los títulos en circulación, y los conciertos en vivo, testifican que un público masivo prefiere música tradicional y artistas consagrados. ¿”Todo tiempo pasado fue mejor”?

5. El teléfono convencional Este clásico aparato, que llegó a ser imprescindible, se bate hoy en retirada. Quienes aún lo mantienen suelen ser personas de edad madura que siempre lo han tenido y no se atreven con celulares y otras “tecnologías raras”. Los más jóvenes lo usan porque las empresas lo ofrecen en “paquetes” con servicios de internet, banda ancha y televisión por cable. Aun así, los teléfonos fijos disminuyen por miles cada año; porque ahora se puede acceder desde los móviles a internet, correos electrónicos, redes sociales, mensajería de texto, orientación por GPS (“Sistema Global de Ubicación”), tomar buenas fotos, grabar videos y sonido…, por precios muy convenientes. Sólo en 2010, el 25% de los norteamericanos suprimió su teléfono fijo. Por estos lados sucede algo similar, mientras las compañías tradicionales buscan cómo “reinventarse”.

7. El televisor La que sus detractores llamaron “cajita idiota” ha logrado en la última década innovaciones tecnológicas importantes, y en vez de cajita es hoy más bien una muralla. Sobre su idiotez queda abierto el debate. Lo cierto es que las ganancias de las redes de televisión han caído en forma drástica, y no sólo por la crisis económica. La gente, sobre todo joven, prefiere ver programas y películas en sus computadoras o móviles, justamente por ser móviles. Y se divierte en ellos con juegos y pasatiempos en vez de estar pegada al televisor, definitivamente idiota, según muchos. Además, los precios que cobran las compañías de cable, sumados al exceso enervante de publicidad, parecen estar recibiendo justo castigo. Mortal, según los más mordaces.

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8. Nuestras “cosas” queridas Todos atesoramos cosas, últiles o no, a las que guardamos cariño entrañable como a parte de nuestras vidas. Pero podríamos perderlas sin vuelta en un futuro próximo. Por ahora, parte creciente de ellas está yendo a parar a “la nube”, un cúmulo de servidores integrados tan etéreos e impalpables como las nubes. Los discos duros de nuestras computadoras pueden guardar fotos, música, películas y documentos en“memorias” colosales; y software adicional en CD, DVD y otros soportes puede instalarse a voluntad. Pero todo eso “está cambiando, y cambiará más”. Apple, Microsoft y Google están por completar sus últimos “servicios en la nube.” Pronto, cuando se encienda una computadora, la Internet se integrará al sistema

operativo; Windows, Google y el sistema Mac estarán ligados directamente a ella. Con hacer clic en un icono se abrirá algo en la “nube”. Cuando se guarde algo, quedará en la “nube”. Y lo más probable es que haya que pagar por ello a un “proveedor de nube”, como algunos alquilan bodegas donde amontonar “recuerdos” y trastos viejos. En ese mundo virtual podremos acceder desde computadoras o móviles a nuestra música inolvidable, viejos libros o recuerdos favoritos. Esa es la buena noticia. Pero, ¡¡¡ojo!!! ¿Seremos, de verdad, los dueños de cualquiera de esas “cosas”, o todas podrán desaparecer en cualquier momento con un gran “¡puff!”? ¿Serán desechables y así de precarias las cosas en nuestras vidas?

9. Nuestra privacidad Y lo último, pero no lo menos siniestro. Si hubo alguna vez algo que consideramos intocablemente nuestro, sería nuestra privacidad. Pero ella ha desaparecido, y hace mucho tiempo. Hay cámaras en la calle, en los edificios, en las computadoras, en los teléfonos celulares... Más siniestro, pero indudable: “ellos” (¿se imagina quiénes?) saben quién es usted, qué piensa, dónde está, qué hace… Conocen sus coordenadas GPS, la calle donde vive y hasta su dormitorio. Obviamente, pueden hurgar en su computador, su espacio en la “nube” y hartos etcétera. Lo único que pareciera quedar sin que “ellos” lo invadan, serían nuestros recuerdos más íntimos. Pero, pierda cuidado, “ellos” están ensayando, y ya con éxito promisorio, cómo arrancarlos. Si es que el alzheimer no lo hace antes. ¿Qué será peor? Ya en 1932 y 1949, los británicos Aldous Huxley y George Orwell, respectivamente, profetizaron con amarga ironía que viviríamos en “un mundo feliz” y represivo de esta laya. t Alfredo Barahona Z.

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Gabriela Mistral

La chilena Gabriela Mistral (1889-1957) completa el trío que junto a la argentina Alfonsina Storni y la uruguaya Juana de Ibarbourou prestigió con sello femenino la literatura hipanoamericana de mediados del siglo XX. Nació como Lucila Godoy Alcayaga en Vicuña, capital del valle del Elqui, mítico rincón montañoso-rural a unos 500 km al noreste de la capital chilena, con fama de polo energético y misteriosos magnetismos esotéricos. Hija de un maestro rural que abandonó el hogar cuando ella frisaba los tres años, creció en un ambiente solitario, pobre y triste, desde el que volcó sus ansias de ternura optando también por la docencia, durante cuyo ejercicio publicó en la prensa local, a los 15 años, sus primeros versos. Del trágico amor con un empleado ferroviario que luego se suicidó, surgirían más tarde los versos desgarradores de su primera etapa descollante. Obtuvo así su primera consagración ganando en 1914 los Juegos Florales de la capital chilena, con sus “Sonetos de la muerte”, ocultos bajo el seudónimo que adoptó en homenaje a Gabriele D’Annunzio y Frédéric Mistral y que la llevaría a la fama. En 1922 incluyó esos sonetos en Desolación”, su primera obra de alcance internacional al ser publicada por el Instituto de las Españas de Nueva York. A partir de 1933 y por veinte años, fue cónsul de su país en Europa y América. En 1945 fue la primera figura latinoamericana en recibir el premio Nobel de literatura. En 1953, siendo cónsul en Nueva York, participó en la Asamblea de Las Naciones Unidas representando a Chile. Falleció allí, tras larga enfermedad, el 10 de enero de 1957. Sus restos, repatriados a Chile, descansan como lo pidiera en Montegrande, dentro del valle elquino donde surgieron su vida y su numen poético. Este entronca en el modernismo, con influencias notorias de Amado Nervo, el Mistral que inspiró su seudónimo, un hálito bíblico y la forma coloquial sin retórica de Rubén Darío. Sus temas predilectos fueron la maternidad, el amor, los niños, la comunión con la naturaleza americana, la muerte como destino y, en especial, un extraño panteísmo religioso que, no obstante, persiste en referencias concretas al cristianismo. de lo nuestro

Gabriela Mistral

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Viene de la pág. anterior

Hay besos que pronuncian por sí solos la sentencia de amor condenatoria, hay besos que se dan con la mirada, hay besos que se dan con la memoria.

Judas besa a Jesús y deja impresa en su rostro de Dios, la felonía, mientras la Magdalena con sus besos fortifica, piadosa, su agonía.

Hay besos silenciosos, besos nobles, hay besos enigmáticos, sinceros, hay besos que se dan sólo las almas, hay besos por prohibidos, verdaderos.

Desde entonces en los besos palpita el amor, la traición y los dolores, en las bodas humanas se parecen a la brisa que juega con las flores.

Hay besos que calcinan y que hieren, hay besos que arrebatan los sentidos, hay besos misteriosos que han dejado mil sueños errantes y perdidos.

Hay besos que producen desvaríos de amorosa pasión ardiente y loca, tú los conoces bien, son besos míos inventados por mí, para tu boca.

Hay besos problemáticos que encierran una clave que nadie ha descifrado, hay besos que engendran la tragedia cuantas rosas en broche han deshojado.

Besos de llama que en su rastro impreso llevan los surcos de un amor vedado, besos de tempestad, salvajes besos que sólo nuestros labios han probado.

Hay besos perfumados, besos tibios que palpitan en íntimos anhelos, hay besos que en los labios dejan huellas, como un campo de sol entre dos hielos.

¿Te acuerdas del primero...? Indefinible; cubrió tu faz de cárdenos sonrojos, y en los espasmos de emoción terrible, llenáronse de lágrimas tus ojos.

Hay besos que parecen azucenas, por sublimes, ingenuos y por puros, hay besos traicioneros y cobardes, hay besos maldecidos y perjuros.

¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso te vi, celoso, imaginando agravios, te suspendí en mis brazos... vibró un beso, ¿y qué viste después...? Sangre en mis labios. Yo te enseñé a besar: los besos fríos son de impasible corazón de roca, yo te enseñé a besar con besos míos inventados por mí, para tu boca. t

Besos

Gabriela Mistral

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*Foto: "El Beso del Hotel De Ville", Robert Doisneau.


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