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Amor literario
Elis Nava Luna 1 o secundaria
Hace ya un par de años, en una pequeña casita en Londres vivía una niña y su madre. El nombre de la niña era Lara y tenía 12 años. Ella amaba leer, tenía un muy buen gusto literario y también era muy buena escritora, aparte de tener una letra muy bonita. Todas esas cosas le ayudaban en la escuela, era una de las mejores estudiantes pero nadie lo notaba más que los profesores y su madre, para sus compañeros solo era una niña que le gustaban los libros y nada más.
Ella vivía en el centro de Londres y lo que más le gustaba era leer mientras tomaba un rico té viendo en la ventana la torre Big Ben y la lluvia caer, esos días eran los que la metían al libro, la hacían sentir como si estuviera justo al lado de sus personajes favoritos, la hacían sentir viva.
Un buen día todo iba bien, la mamá de Lara le había hecho un rico desayuno de unos waffles y un batido de fresas recién cortadas de su jardín y le había preparado sus cosas favoritas para su lunch que incluía una rica jacket potato, que le quedaban también a su madre, con mucha mantequilla, como le gustaban: rellena de queso y con tomates deshidratados y tocino encima, un termo con té de frutos del bosque y un panqué recién sacado del horno con un rico relleno de custard.
Llevaba puesta su ropa favorita, un lindo suéter volante fruncido con mangas largas abultadas, una falda a cuadros de color amarillo que había comprado en un viaje a Suiza, unas medias blancas con un lindo bordado floral a los lados y unas botas invernales de color beige.
Perdió el camión por unos pocos segundos y tuvo que ir caminando pero eso no fue algo malo ya que se encontró un boleto del metro un tanto viejo y, ya que a ella le gustaban mucho las antigüedades, lo guardó en uno de sus libros para que no se perdiera.
Una vez que llegó a la escuela algo raro empezó a pasar, empezó a sentirse un poco... rara, como si algo la llamara. No pudo concentrarse en historia y eso la extrañó mucho, ya que era su clase favorita, así que después de clase empezó a seguir el que parecía un llamado y éste la llevó a la biblioteca; para ser más precisos, al segundo piso de la biblioteca y ahí encontró un libro viejo y algo polvoriento.
El libro se llamaba “El misterio de Medianoche” , era de misterio escrito majestuosamente pero tris-
temente no decía el autor, tenía tapas azul marino y algunas decoraciones en la portada, de colores dorados y azules de varios tonos más oscuros. Ese libro la hizo sentir como si ella estuviera dentro de él y ni siquiera lo había abierto. Se enamoró del libro con tan solo leer el primer capítulo, pero específicamente se había enamorado del personaje principal: Andrew, eso provocaba imposible que pudiera soltar el libro por un segundo. Andrew era un intrépido investigador, era alto y flaco, con un pelo del color de las hojas de maple en otoño, ojos de un color acaramelado y tenía los mismos años que ella.
Un día encontró una carta en su escritorio y extrañamente era de un chico llamado Andrew, estaba escrita con una letra cursiva hermosa y en un papel un tanto amarillento con una textura hermosa y muy suave, tenía un sello rojo con una impresión de una flor, una gardenia, y un timbre postal que parecía de una luna, decía que lo viera en el piso de arriba de la biblioteca de su escuela, en la sección de poesía, en el primer recreo del día siguiente. Se le hizo muy extraño pero decidió ver qué pasaba, ya que una cosa había aprendido del libro y de Andrew: había que aventurarse en la vida y ver qué pasa.
Al día siguiente, Lara solo podía concentrarse en sus pensamientos y eso hizo que la regañaran un par de veces. Cuando sonó la pequeña campana que anunciaba el recreo, Lara salió corriendo a tal velocidad que casi se cae en las grandes escaleras de madera que dan al living de la escuela.
Cuando por fin llegó al lugar acordado, no vio a nadie y al principio se desilusionó un poco pero, al poco rato, se dio cuenta que al final del pasillo estaba un libro… un libro conocido, era ¡El misterio de medianoche! Corrió hacia el libro, no sabía cómo había llegado hasta ahí, pero igual le dio gusto verlo, como si fuera un amigo que no había visto en años; no pudo resistir abrirlo y leer por lo menos unas cuantas páginas (y conociendo a los lectores “ unas cuantas páginas” es por lo menos 2 capítulos), pero en cuanto lo abrió salió un destello más brillante que el sol en verano y más hermoso que la perla más bella de todas.
Cuando por fin pudo recuperar la vista, lo vio, vio a Andrew; era aún más elegante y guapo de lo que ella se había imaginado y también un poco más alto que ella, eso le daba un aspecto aún más elegante. Luego pasó algo que Lara nunca podría olvidar, ¡él la vio a ella! Los dos se quedaron viendo unos segundos asombrados, ninguno de los dos lo podía creer y luego los dos se sonrieron. Lara no lo podía creer y, por el gesto de Andrew, él tampoco; a Lara se le escaparon unas lágrimas de alegría. - No puedo creer que estés aquí. - dijo Lara sollozando. - Yo tampoco. - le contestó Andrew viéndola con ternura.
Andrew sabía que no se quedaría en el mundo de Lara por mucho tiempo, así que agarró el pañuelo, que tenía guardado en su traje azul con cola de pingüino y con unas rallas de un azul un poco más claro y se lo dio a Lara. Lara entendió que él se tenia que ir. - No te vallas... por favor. - dijo Lara dándole un fuerte abrazo. - No me puedo quedar, pero sé que algún día nos volveremos a ver. - Hasta luego - se despidió Lara dándole un beso en la mejilla y, justo en ese instante, el resplandor desapareció junto con el libro.
Hasta el día de hoy tiene la esperanza encontrar de nuevo el libro para poder verlo otra vez y así será…