5 minute read

Unas por otras

María Gómez Martínez 4 o preparatoria

¡Oh no, ya eran las 10:00! Rita tenía que haber llegado a su trabajo una hora antes. Siempre ponía su alarma a las 7:00 para que tuviera tiempo de hacer su meditación, hacerse su huevo estrellado y claro, arreglar sus pestañas. Pero ese día no sonó el despertador, y Rita tuvo que apurarse. Al salir corriendo a la calle, se dio cuenta del grave error que había sido despertarse tarde. Con sus pestañas despeinadas, no veía las cosas con claridad, le picaban los ojos, y seguramente se veía como si tuviera dos gordas orugas negras en sus párpados. Desde el día en que nació, todos la habían identificado por sus largas, sedosas y pobladas pestañas. Todos decían “¡Wow! ¿Te pones algún aceite que las haga crecer?” o “¿Son de verdad?” . Por esto, siempre las arreglaba para que se vieran impecables. Pero al llegar corriendo, sudando y con el pelo despeinado al trabajo, sintió que eran todo menos impecables. Reginaldo, su mejor amigo del trabajo, le preguntó sobre su tardanza y le aseguró que la jefa no se había percatado de su ausencia. Rita estaba muy preocupada por lo que dijera su jefa, porque amaba su trabajo. Pero conforme avanzó el día, se le fueron quitando los nervios por eso. Sin embargo, tuvo una jornada pesadísima. No veía bien la pantalla de su computadora y todos los números pequeños eran imposibles de distinguir. También acababan de empezar un gran proyecto de distribución de extintores, y esa carga de trabajo no ayudó.

En su descanso, fue corriendo a su casa tan rápido como pudo. Ahí, al fin, tenía todas sus herramientas para arreglar sus pestañas. Realizó su ritual: primero las cepilló, después aplicó su aceite especial, seguido de su gel inmovilizador y de su spray revitalizante. Ahí estaban, perfectamente peinadas. Aún seguían siendo imprácticas, pero al menos, se veían impecables.

De regreso en el trabajo, ya cuando todos estaban cansados y ansiosos por volver a casa, un hombre empezó a acercarse a Rita. Reginaldo dijo “Nunca antes lo había visto” . El hombre era alto, tenía el pelo algo largo y mechones ondulados le caían en la cara. Tenía una sonrisa que podía interpretarse como amigable y macabra a la vez. Dijo “¡Rita!” , aunque nunca le hubiera hablado antes, “No pude evitar fijarme en tus pestañas, ¡se ven ex-

¿Qué le iba a decir su jefa si faltara? La empezó a invadir de una terrible ansiedad y miedo.

traordinarias! Me preguntaba si querrías ir mañana conmigo a cenar” . Rita estaba muy confundida. ¿Le estaba hablando solo porque había notado sus pestañas? ¿Era eso malo? No estaba para nada segura, pero como no la invitaban a salir muy seguido, accedió. El hombre, ahora sabían que se llamaba Gael, se fue con una expresión triunfante. Reginaldo y Rita se fueron juntos a sus casas platicando del gran proyecto que les esperaba mañana.

Al llegar a su casa, ella se dio cuenta que había una gotera en su lavabo y fue por algo de kola-loka para arreglarlo. Amarró su oscuro y largo pelo en un chongo y se puso a trabajar. Mientras se agachaba para poner una gota del pegamento en la tubería, calculó mal y la gota cayó en sus pestañas. Sintió una quemazón inconcebible y trató de quitarlo rápidamente con agua, pero de nada ayudó. Rascaba y rascaba, intentaba arrancar pestañas para quitar el pegamento, pero este se había adherido a su párpado también. Pensó en las opciones que tenía y no encontraba ninguna prometedora: no podía llamarle a su familia porque vivían en otro estado, Reginaldo probablemente estaría trabajando, ir al hospital tomaría demasiado tiempo.

Pasó una noche terrible, sin parar de sentir comezón en su ojo. Cada vez se estaba hinchando más y le empezó a salir un pus verde. Ya no podía ver con ese ojo, sentía escalofríos y estaba toda sudorosa. No podía ir al trabajo así la siguiente mañana. ¿Qué le iba a decir su jefa si faltara? La empezó a invadir de una terrible ansiedad y miedo. Tampoco podría ir a su cita, ¿y si ya no la volvieran a invitar a salir?, pero en un rato de pensar se agotó y se quedó dormida.

Despertó a las 12:00 pm y vio que tenía 8 llamadas perdidas de la Sra. Pedraza, su jefa. Su ojo no había mejorado con el descanso, pero ya no tenía tanta fiebre. Se miró en el espejo y se sintió como un desastre. Tal vez si se cortara sus ridículas pestañas podría sanar mejor su ojo. ¿Pero las personas la verían igual?¿Sería ella misma?

Todo ese día estuvo reposando y pensando. No sabía si le gustaban muchas cosas de ella, pero sabía que sus pestañas sí. Sin embargo, eran una carga muy pesada para soportar todos los días. En todos los estados y países en los que había vivido por su trabajo, Rita había sido reconocida por sus pestañas. Claro que le gustaba este tipo de atención, pero no era la única a la que aspiraba.

Más tarde, Reginaldo la llamó, preguntando preocupado por ella. Le dijo que la Sra. Pedraza se había enojado bastante, porque estaba confiando en Rita para la mayor parte de su proyecto. Reginaldo pasó a su casa una hora después a dejarle un caldo de pollo y a darle un gran abrazo. Tal vez, ella sí le importaba a alguien, aunque fuera una sola persona. A la mañana siguiente, al llegar a las oficinas, Rita se sentía mucho mejor. Se dirigió directo a la oficina de su jefa, ignorando las miradas sorprendidas que la seguían. Se armó de valor y entró con la Sra. Pedraza. La jefa, muy seria, explicó que no podría volver a pasar lo que había pasado el día anterior. Le dijo que era una valiosa parte de su empresa y que le esperaba una promoción si el proyecto tenía éxito. Rita aseguró que ya no volvería a pasar mientras sentía sus párpados más ligeros por sus ahora cortas pestañas. Salió de la oficina con una sonrisa radiante. Reginaldo estaba muy feliz de verla ahí. Ahora podía ver todo con claridad y sus ojos no estaban irritados. Gael se acercó con una expresión horrorizada al ver sus pestañas y le dijo que se cancelaban sus planes de esa noche, pues le había surgido una cena para ver un partido de fútbol. Ni siquiera estaban en temporada de fútbol.

This article is from: