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TAKE THAT TO THE BANK

Críticos de izquierdas como Theodor Adorno pensaban que la música popular funcionaba como una especie de droga que aplacaba y entumecía a las masas y las volvía fácilmente manipulables. Para Adorno, el público en general tenía mal gusto, pero sostuvo generosamente que no era culpa suya; era cosa de los taimados capitalistas y sus estrategas de marketing, que conspiraban para mantener estúpida a la plebe «haciéndola» como la música popular. En su opinión, a la gente le gustaba la música popular porque estaba cínicamente hecha a medida para reflejar el mundo triste y fabricado en serie en que vivían. Los ritmos mecanizados de la música popular reflejaban el proceso de producción industrial. Uno puede ciertamente imaginar el metal o el techno evocando una cadena de montaje o un gigantesco martinete; la sensación de entregarse a tal máquina sónica podría incluso tener algo de sublime. Entregarse sienta bien. Pero él no nos atribuye la capacidad de disfrutar de la música de sonido industrial sin que nos convirtamos en

Para él, las sociedades capitalistas producían trabajadores y música por medio de una especie de cadena de montaje. Ese juicio crítico sigue empleándose mucho contra la música pop contemporánea “predecible”, dicen ahora. Pero ¿pensaba Adorno realmente que los gigantes de la música clásica no seguían fórmulas contrastadas? Pocas veces algo rompe de verdad las normas y parece completamente singular. Además, puedes ser un fan del heavy metal y no aceptar tu horrendo trabajo en una fábrica. Cualquiera te dirá que su música una vía de escape y un mecanismo de supervivencia, y que a veces la música le da esperanza y lo inspira.

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Un Eslab N M S Del Engranaje Capitalista

Beethoven era el ideal de Adorno, para quien las subsiguientes tendencias de la música alemana estaban corrompidas. «Esta falta de experiencia de la imaginería del verdadero arte —escribió— es por lo menos uno de los elementos formativos del cinismo que ha acabado transformando a los alemanes, a la nación de Beethoven, en la nación de Hitler». Ahí lo tenemos de nuevo, el hecho de vincular la música a valores morales y éticos. Adorno sostenía que tal música —la obra de corrompidos compositores populares— ya no trataba de sugerir nada superior a ella misma; que se contentaba con ser un producto funcional, un entretenimiento, una melodía tarareable.

Adorno argumentaba que, al recordarles a las deshumanizadas masas su humanidad, la música clásica amenazaba al sistema capitalista, y que por eso se la discriminaba y desalentaba. Pero espera: ¿no promovía Hitler la música clásica? ¿Y no es la música clásica, tal como evidencian las salas de ópera y los auditorios orgullosamente instalados en el centro de muchas ciudades del mundo, la que está generosamente financiada por esos mismísimos capitalistas?

Es más fácil encontrar pruebas de manifiesta persecución de la música popular por parte de la izquierda totalitaria. En 1928, los soviéticos anunciaron que escuchar o tocar jazz norteamericano era punible con seis meses de cárcel. Jazz carcelero.

Disco Y Capitalismo

La música Disco fue promocionada por el capitalismo como una nueva fuente de ingresos

PROHIBIDO

Hasta 1971, en Estados Unidos fue ilegal que dos hombres bailaran juntos.

La creencia de que la música Disco es inapropiada viene de los sectores homofóbicos, racistas y misóginos de la época.

Esos gobiernos ven el pop, no la música clásica, como una potencial fuerza perturbadora . Es el aspecto social del pop en la calle lo que inquieta en reali- dad a los gobiernos totalitarios, e incluso a Estados Unidos, donde la música popular ha sido prohibida cuando ha parecido alentar mestizaje vituperable o sexualidad inapropiada.

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