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DISCO NIGHTS

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PAGA NO HAY SHOW

PAGA NO HAY SHOW

You said you want to reach the sky

So get up

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The feeling’s right and the music’s tight

On the disco nights

Muchas veces me he preguntado qué hace un brote creativo ocurra en un tiempo y sitio dados, en lugar de en cualquier otro momento y lugar. El bar y club musical CBGB, situado en el Bowery, fue uno de estos lugares. A lo largo de los años la gente me ha preguntado si sentía que estaba ocurriendo algo especial en la segunda mitad de la década de 1970. No. Para mí, ahora hay por lo menos tanta creatividad musical en la ciudad como la había entonces; solo que ya no está centrada en un bar o barrio en particular. Recuerdo estar en la barra del CBGB viendo actuaciones de grupos, y claro que a veces pensaba «Uau, esta banda es buenísima», pero muchas otras pensaba: «Qué mierda de grupo; qué lástima que sean tan buena gente». Cuando ahora salgo a escuchar música, pasa exactamente lo mismo: a veces me quedo pasmado, otras ha sido una pérdida de tiempo.

En aquella época, mis compañeros de grupo y yo ensayábamos en el loft que teníamos cerca de allí y luego actuábamos en el CBGB, tan a menudo como era factible. Pero era simplemente lo que hacíamos; no nos parecía especial. Nos sentíamos como un grupo de artistas corriente, luchando por sobrevivir, tal como ha sido siempre. Muchos de nuestros días (e incluso noches) eran rutinarios, aburridos. No era como una película en la que todo el mundo va de un momento de inspiración a otro y de un lugar electrizante al siguiente y protagoniza una revolución de forma consciente. Además, el CBGB era un tugurio en una parte de la ciudad más bien olvidada.

Tal como yo lo recuerdo, el CBGB empezó a despegar en 1974, cuando Tom Verlaine y varios más convencieron al dueño Hilly Kristal de que los dejara tocar por la taquilla en lo que entonces era un bar de moteros en el Bowery. «Tocar por la taquilla» significaba que el bar cobraba una pequeña entrada, que era para el grupo, y Hilly se quedaba todo el dinero que la nueva clientela se gastaba en cerveza. Era un trato equitativo. Ambas partes salían beneficiadas; en aquella época el bar no tenía demasiados clientes, así que en realidad Hilly no tenía mucho que perder.

El CBGB era, desde un punto de vista estructural, un sistema perfecto, que se activaba y organizaba solo. Era un sistema biológico, de alguna forma; un arrecife de coral, un sistema de raíces, una colonia de termitas, un rizoma, una red neuronal. Una entidad incipiente, regida por unas pocas normas simples que Hilly estableció al principio, unas normas que hicieron posible que la escena emergiera y, después, fluyera y floreciera con vida propia. En aquel tiempo yo no lo sabía, por supuesto; no es que hubiera un programa de normas o un folleto con reglas colgado en algún lado.

Más tarde me di cuenta de que a veces puedes predecir si una situación dada se convertirá en una escena vibrante. Tal como ya he dicho, no depende completamente de la inspiración y la creatividad de los individuos que se juntan en un lugar. Una confluencia de factores externos ayudan a estimular que florezca el talento latente de una comunidad. En el resto de este capítulo esclareceré varios de esos factores. Tal vez no sea concluyente, pero es un comienzo.

Suena más o menos obvio, pero vale la pena decir que hace falta una sala adecuada, porque no todos los espacios funcionan para cualquier tipo de música. Como mencione anteriormente, el sitio donde se escucha la música puede determinar la clase de música creada por los artistas que actúan allí. Puede resultar decepcionante reconocer que unos simples ladrillos y mortero pueden determinar lo que mana de un espíritu creador, pero esta realidad no resta nada al talento o la habilidad del compositor o del intérprete. Uno espera que sus canciones y actuaciones sean absolutamente sinceras, apasionadas y auténticas, pero lo cierto es que dirigimos nuestro anhelo creativo, a veces inconscientemente, a encontrar lo más apropiado para una situación dada. La mera existencia del CBGB facilitó la creación de grupos y de canciones que nos conmovieron el alma y el corazón. Tenía el tamaño adecuado, la forma adecuada y estaba en el lugar adecuado.

Era bastante íntimo, pero no silencioso. Había siempre cháchara en el bar y música en la máquina de discos, así que no tenía el aura de un auditorio de música clásica o una atmósfera como la del Bottom Line.

Un show con medios sumamente modestos dejaba aún mucho espacio para gestos, vestuario y sonido. «Teatro pobre», lo llamaba Grotowski, que escribió que el teatro tiene que ver con «desechar las máscaras, poner al descubierto la sustancia real: una totalidad de reacciones físicas y mentales». Escribió también: «Ahí está la función terapéutica del teatro para la gente de la civilización de nuestro tiempo. Es cierto que el actor cumple esta función, pero solo lo puede hacer mediante un encuentro con el espectador».

Basándome en el razonamiento de Grotowski, yo argüiría que, en aquella época, parte del teatro más innovador y emocionante de Estados Unidos no se hacía en teatros propiamente dichos, sino en el escenario de aquel cochambroso club del Bowery y en otros clubs que lo imitaron en los siguientes años. En la misma época surgieron varios innovadores grupos de teatro en el downtown neoyorquino —el Wooster Group y Mabou Mines me vienen a la cabeza— y eran similarmente directos, inmediatos y reales, a pesar de no ser en absoluto realistas. Pero en el CBGB estaba emergiendo un nuevo teatro, desnudo y beligerante. Y podías bailar con él, por así decirlo.

Estábamos todos en contra de los dinosaurios del rock que en aquellos tiempos poblaban la tierra, y expresábamos ese antagonismo de diferentes

// since 1933 to 1999

Distinta

La manager de Gloria estaba entre la audiencia y sintió a la construcción “temblar” por la emoción del público

WE WILL SURVIVE

Gloria es una de siete hermanos y durante su infancia vivió en una casa pobre maneras, pero en el CBGB teníamos un lugar en el que lamentarnos y conspirar en una nueva dirección. La radio estaba dominada por los Eagles y el «sonido California», las hair bands, o las que hacían música Disco, que parecían habitar otro universo. Nos gustaban muchas cosas de música Disco, pero la actitud rockera dominante era que la música dance era un producto «manufacturado» y por tanto no era auténtica o sincera. Los máximos ideales de actuación en directo de aquella época nos parecían irrelevantes también. El rock de estadio y los megagrupos de rhythm and blues eran legendarios por sus elaborados shows: grandiosos espectáculos con pirotecnia y naves espaciales. Tales shows estaban a años luz de cualquier conexión con nuestra realidad. Eran una huida, una fantasía, y enormemente espectaculares, pero no tenían relación de ningún tipo con nuestra sensación de juventud, energía y frustración. Esos artistas, aun teniendo algunas canciones buenas, no nos hablaban a nosotros ni nos representaban. Si queríamos escuchar música que nos hablara directamente, estaba claro que tendríamos que hacerla nosotros mismos. Si no le gustaba a nadie, bien, que así fuera, pero al menos tendríamos algunas canciones que significaran algo para nosotros Algo que las bandas tenían en común era que todos trabajábamos dentro del marco de una forma popular que nos gustaba y de la que en años anteriores nos habíamos apartado. Como resultado, todos buscamos ocasionalmente inspiración en otro lado; en otros medios, como bellas artes, poesía, acciones de arte, performances drag o barracas de feria. Todo nos servía de punto de referencia. La obligación de buscar fuera de la música era algo positivo. Quizá se hizo por desesperación, pero estimuló a todo el mundo a hacer algo nuevo.

El CBGB estaba en un barrio duro. Hoy hay allí tiendas de comida para sibaritas y restaurantes sofisticados, pero en aque- llos tiempos el Lower East Side y la zona del Bowery estaban en bastante mal estado. Había borrachuzos por todas partes, y no era nada romántico ver a alguno de ellos bajándose los pantalones y echar una cagadita en un pasillo del Associated Supermarket: era nauseabundo y deprimente, igual que muchas otras cosas que teníamos que soportar. Pero los alquileres eran baratos: ciento cincuenta dólares al mes por el sitio que Tina, Chris y yo compartíamos en Chrystie Street , aunque no había lavabo, ducha ni calefacción. Tanto pagas, tanto obtienes.

En invierno a veces no sabías si el tipo que veías tendido en la nieve estaba simplemente borracho o colocado, o si el cuerpo comatoso tirado en la acera era ya cadáver. Nuestro apartamento estaba cerca de la zona de prostitutas más tiradas y repugnantes de la ciudad. Al este, la heroína se vendía más o menos abiertamente en cada esquina, y la clientela usaba los edificios abandonados cercanos para chutarse. Tiradas por las aceras veías papelinas vacías marcadas con el logotipo de las diferentes «marcas». Tener éxito en ese mundo, convertirse en una estrella del downtown, no era lo que en un sentido convencional se llama «triunfar» en el negocio de la música. Quizá nos sentíamos triunfadores porque nuestros colegas nos aceptaban, pero desde el punto de vista de nuestros padres y de la gente de fuera, seguíamos viviendo en la miseria

Pero sobrevivir y crear allí significaba que formabas parte de un lugar en el que tenías cierta sensación de comunidad. Aunque, comparados con los precios actuales, los alquileres en la zona eran increíblemente baratos, los tres que empezamos Talking Heads compartíamos un loft para ahorrar dinero, igual que hacía todo el mundo. El loft de Blondie estaba un poco por debajo del CBGB, en el Bowery, y Arturo Vega, asesor de estilo de los Ramones, tenía una casa justo a la vuelta de la esquina. Un alquiler barato permite que artistas, músicos y escritores vivan sin demasiados ingresos durante sus años de formación. Les da tiempo para que se desarrollen, y da tiempo para que se formen las comunidades creativas que nutren y apoyan a sus miembros. Pero no todos los barrios con alquileres baratos propician el surgimiento de una escena. Recientemente estuve viviendo cerca de la calle Treinta Oeste de Manha- ttan, donde los alquileres habían sido baratos, sin que por ello surgiera ninguna comunidad. No basta con un alquiler asequible.

EN SU LIBRO “I WILL SURVIVE”

Algunas bandas que surgieron del CBGB, después de firmar contratos discográficos, actuaron cada vez con menos frecuencia allí. Se iban de gira o se recluían para componer y ensayar nuevo material, haciéndose un poquito más profesionales. Talking Heads fue una de esas bandas. Recuerdo estar componiendo en mi loft del East Village a finales de los años setenta y luego ir al CBGB tras haber perfilado algo. Salir era para mí una especie de recompensa. El CBGB incluso apareció en una canción que compusimos, «Life During Wartime», en la cual el club era evocado desde el punto de vista de un miembro de la versión norteamericana de la banda Baader-Meinhof: guerrilleros urbanos que echaban de menos ir a los clubs que solían frecuentar. Al salir al mundo exterior, todos acabamos extrañando el tiempo pasado en un sitio familiar.

Yo seguí visitando el club a lo largo de las siguientes décadas. Las bandas de la era pospunk —que, en el momento de escribir esto, están siendo redescubiertas— llenaron el hueco dejado por los que hacíamos giras. Llevaron su música y sus actuaciones más lejos aún. Algunas de ellas tomaron realmente el relevo, haciendo que bandas como la nuestra parecieran blandas en comparación. DNA, Bush Tetras y los Contortions llevaron al club enfoques musicales nuevos y a veces más radicales. En cierto sentido, mantuvieron la promesa que nosotros habíamos hecho. Continuaron haciendo música áspera e innovadora, y durante años el club siguió siendo un lugar que recogía oleadas de músicos emergentes.

Un tiempo después ya podías ver bandas nuevas en bastantes locales. El CBGB aguantó allí, y el bueno de Hilly nunca lo renovó enteramente ni lo

// since 1974 to 1996

RAMONES

// since 1974 to 1996

Banda de

NUEVA YORK

Gloria había ido a un club nocturno, donde tocaba la banda Soul Satisfiers, que la llamó y le propuso formar parte de la banda.

Paradise Garage

NUEVA YORK

Notable en la historia de la música dance, pop y LGBTQ.

Leviticus

Manhattan

Asistían principalmente afroamericanos de clase media.

BLONDIE

// since 1974

Banda estadounidense de convirtió en garito para turistas o en restaurante temático (aunque corrieron rumores sobre una reproducción del East Village en Las Vegas, que incluiría una recreación del CBGB). El sitio solía asustar un poco a visitantes y turistas que esperaban una especie de solemne palacio del rock. El CBGB no tiene esplendor, pero durante largo tiempo fue el lugar donde escuchabas lo que se estaba cociendo. Recuerdo haber visto allí, a mediados de los años noventa, una maravillosa banda, Cibo Matto, y pocas semanas después a Chocolate Genius (Mark Anthony Thompson) en el lounge del CBGB, en la puerta de al lado. El club permaneció como un lugar imprescindible durante un sorprendente largo tiempo.

Después de aquello pasé una temporada sin visitarlo demasiado, porque la música que me interesaba estaba en otro lado. Y luego se produjo la total transformación del Bowery y alrededores, convertidos en barrio de bohemia chic, y el cambio implicó la desaparición de esos viejos lugares que no producían montones de pasta (excepto de las camisetas de souvenir). Cuando el CBGB cerró, no lo eché de menos: ya no era un sitio imprescindible, y la oleada de nostalgia que su inminente clausura suscitó fue un poco repulsiva. Otros clubs que también habían sido cuna de escenas no fueron llorados con tanto afán: la Knitting Factory original, El Mocambo, Area, Don Hill’s o Hurrah’s, por nombrar algunos. Supongo que la intrepidez del CBGB daba para un mejor guión. Traté de ayudar a negociar un trato entre el propietario del edificio (una organización de beneficencia para los sin techo) y el CBGB, pero tuve la sensación de que la nostalgia predominaba sobre la razón y que no se llegaría a ningún acuerdo. Las reglas que he enumerado no son rígidas. Tomadlas como directrices que os pueden apartar de lo que en principio parecería obvio o lógico. Se podría pensar, por ejemplo, que es crucial que los parroquianos presten fervorosa atención a las bandas, pero quizá sea exactamente lo contrario lo que fomenta la devoción por músicos y bandas.

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