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DISCO LOVE MONEY FOR
Got to have it, I really need it
How many things have I heard you say
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Some people really need it
How many things have I heard you say
Igual que Ellen Dissanayake, muchos creen que la música, aunque no sirva para reparar la gotera de un lavabo, tiene que ser útil a la humanidad; si no lo fuera, no habría sobrevivido en el desempeño del importante papel que representa en nuestra vida. Además se supone que ciertos tipos de música tienen efectos más beneficiosos que otros. Hay música que puede hacer de ti mejor persona y, por extensión, otras clases de música pueden resultar perjudiciales (no en el sentido de que dañan tus tímpanos), y no serán tan moralmente edificantes. La idea es que escuchando «buena» música te convertirás, de algún modo, en una persona más sólida moralmente.
El historial de quienes definen lo bueno y lo malo tiene mucho que ver en la explicación de esta actitud. El uso de la música para establecer una conexión entre el amor por el gran arte y el éxito económico y social no es siempre sutil. El escritor canadiense Colin Eatock señala que poner música clásica en la cadena 7-Eleven y en el metro de Londres y Toronto ha dado lugar a una disminución de atracos, ataques y actos de vandalismo. Uau, poderoso material. ¡La música puede modificar el comportamiento, después de todo!
John Carey publicó un maravilloso libro titulado “¿Para qué sirve el arte? ”, que ilustra los privilegios que reciben el arte y la música oficialmente legitimados.
4.4/ THE MET 40°46’46’’N 73°57’48’’O Museo de arte muy destacado, situado en Manhattan.
Carey cita al filósofo Immanuel Kant: “Ahora digo que lo bello es el símbolo de la moralidad, y que en este sentido da placer. La mente se hace consciente de cierto ennoblecimiento y de cierta elevación, por encima del mero sentimiento de complacer.”
Entonces, según Kant, la razón de que encontremos belleza en una obra de arte está en que percibimos que incorpora alguna esencia moral, benevolente e innata que nos eleva, y eso nos gusta. Desde este punto de vista, el placer y la edificación moral están vinculados. El placer solo, sin esa implicación de belleza, no es bueno; pero empaquetado con la edificación moral, el placer es disculpable. Esto puede sonar bastante místico y un poco estúpido, especialmente si aceptas que los estándares de belleza son relativos. En el mundo protestante de Kant, cualquier forma de sensualidad llevaba inevitablemente a la moral disoluta y al castigo eterno. El placer necesita una nota moral para ser aceptable.
INFLUENCER
Gloria usó “I Will Survive” en TikTok para promover el lavado de manos durante cuarentena.
Esa estadística se presenta como prueba de que cierta música posee propiedades mágicas y moralmente edificantes. ¡Qué gran ocasión para el marketing!
Pero otro punto de vista sostiene que es una táctica para conseguir que cierta gente se sienta incómoda. Saben que esa no es «su» música y perciben que el mensaje: «Lárgate; este no es tu espacio cultural». Otros se han referido a esto como «insecticida musical». Es una forma de usar música para crear y manejar espacio social.
Un corolario de la idea de que el gran arte es bueno para ti está en que puede ser recetado igual que un medicamento. Como una especie de vacuna, puede detener, y posiblemente empezar a neutralizar, nuestros instintos más bajos. El poeta romántico Samuel Taylor Coleridge escribió que los pobres necesitaban el arte «para purificar sus gustos y apartarlos de sus denigrantes y corrompidos hábitos». Charles Kingsley, novelista inglés del siglo XIX, fue aún más explícito: «Los retablos suscitan en mí bienaventurados pensamientos. ¿Por qué no en ti, hermano mío? Créelo, fatigado trabajador; a pesar del fétido callejón en que vives, de tu abarrotado alojamiento, de tu demacrada y pálida mujer, créelo, también tendrás tú algún día participación en lo bello». Abrieron galerías como Whitechapel en barrios proletarios, para que los desamparados tuvieran acceso a las exquisiteces de la vida. Yo, que me he dedicado un poco a labores manuales, puedo atestiguar que hay veces en que, tras una larga jornada de trabajo físicamente agotador, lo único que uno desea es una cerveza, música o televisión.
NO ES PARA TODOS
La música Disco estaba en todas partes, y la cantidad de saturación provocó un gran rechazo
El economista John Maynard Keynes incluso afirmaba que muchos tipos de música amateur o popular rebajan de hecho la moralidad de uno. En general, nos adoctrinan para que creamos que la música clásica y tal vez ciertos tipos de jazz poseen una especie de medicina moral, mientras que el hip-hop, la música de club y sin duda el heavy metal carecen de algo que se parezca a una esencia moral positiva. Dicho así suena todo ligeramente ridículo, pero tales suposiciones siguen determinando muchas decisiones relacionadas con las artes y con la manera en que son financiadas.
Al otro lado del océano, los titanes de la industria norteamericana siguieron esa tendencia. En 1872 fundaron el Metropolitan Museum of Art , que llenaron con obras sacadas de sus colecciones de arte europeo con la esperanza de que el lugar actuaría como fuerza unificadora de una ciudadanía cada vez más diversa, una cuestión de cierta urgencia, dado el enorme número de inmigrantes que iban incorporándose a la nación. Joseph Hodges Choate, escribió: «El conocimiento del arte en sus más altas formas de belleza contribuirá directamente a humanizar, educar y refinar a la gente práctica y laboriosa».
El ya difunto Thomas Hoving, que dirigió el Metropolitan en los años sesenta y setenta, y su rival J. Carter Brown, director de la National Gallery en
4.3/
LA FUNDACIÓN, DE GLORIA
A Gloria se le ocurrió comenzar a donar a quienes estuvieran en situaciones difíciles y otorgarles una mejor calidad de vida.
4.4/
La Transformaci N De Las Discotecas
Washington DC, creían que democratizar el arte significaba conseguir que a todo el mundo les gustaran las cosas que les gustaban a ellos. Significaba hacer saber a todo el mundo que allí, en sus museos, estaba lo bueno, lo importante, lo coronado por un aura mística. La idea era que, incluso reducidas al tamaño de una postal, las reproducciones de obras maestras podían iluminar a las masas de Norteamérica. ¡Y por muy poco precio!
La música era y es presentada de la misma manera. Hay un anuncio del New York Times Book Review que no habla de aprender a tocar para disfrutar o expresarte; habla lisa y llanamente de aprender a valorar mucho más a los clásicos que a cualquier música que puedas hacer con tus patéticos amigos. Cuesta un poco más que el dólar y cuarto que el Metropolitan pedía en su época, pero los tiempos han cambiado. El efecto, sin embargo, es el mismo: hacerte sentir inquieto e inseguro sobre lo que conoces y te gusta, y enseñarte cómo corregir la situación.
Esta línea de pensamiento llevó a Hoving y a otros a crear la ya omnipresente exposición museística supertaquillera. La primera de ellas acercó maravillosamente el faraón Tut a las masas; o, más exactamente, acercó las masas a Tut. Esas exposiciones «comunicaban» y convirtieron el Metropolitan y otros museos de ideas afines en templos en los que todo el mundo era bienvenido. Ya no nos acordamos, pero el Metropolitan era un lugar selectivo, viejo y polvoriento y esa exposición le allanó el camino para volverse super popular.