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Portada de la edicion del cincuentenario de Cien anos de soledad

Portada de la edicion del cincuentenario de Cien anos de soledad
Flores y mariposas amarillas, lágrimas que causan inundaciones y libros que, con el pasar de la páginas, se convierten en realidad. A través de la literatura, los lectores se sumergen en un mundo donde sus realidades se tergiversan con lo ilusorio, intentando manifestar lo ficticio como una verdad. De alguna manera u otra, esta verdad irreal aparenta hechizar a los lectores, demostrándoles un escape o simplemente abriéndoles un baúl de posibilidades. En está edición de Elipsis, los escritores los llevarán en un viaje a través de divergentes realidades mediante el uso del realismo mágico. Los invitamos a navegar por estas ilusiones para decidir cuál será su nueva realidad.
I. Isabel Allende
II. Agüeybaná
III. ¿Quién es Juracán?
IV. Locomotora de vientos
V. ¿Mar o cielo?
VI. Cumpleaños no feliz
VII. La calle desafortunadamente afortunada
VIII. La tormenta de plumas
IX. Malvado
X. Destructor social
XI. En la búsqueda del signo perfecto
XII. El pueblo que se negó a morir
XIII. El paseador de gallinas
XVI. Club de libros elíptico
Ivanna Vidal- editora Carolina Aguayo- subeditora
Alexandra Aguayo Esther Ávilés
Emma Barés
Alejandra Castro
Leonardo de Juan
Catalina Echegoyen Alana El Hage Natalia Feo Paola Figueroa
Sofía Meléndez
Álvaro Ramal
Lauren Rodríguez
Isabella Santana
Adrián Sengstack
Sara Terrasa
Diego Vázquez
“…el pasado y el futuro eran parte de la misma cosa y la realidad del“…el pasado y el futuro eran parte de la misma cosa y la realidad del presente era un caleidoscopio de espejos desordenados donde todo podíapresente era un caleidoscopio de espejos desordenados donde todo podía ocurrir.” ocurrir.”
Hace cuarenta años, los lectores de todas partes del mundo leyeron esta frase por primera vez. Isabel Allende y su primera novela, La casa de los , comenzaron su trayectoria infinitamente maravillosa en la literatura. Juntas, lograron intercalar lo cotidiano con la magia pura de los misterios y así crearon una burbuja femenina vasta y magnífica en el realismo mágico. Isabel Allende es una mujer que, con una sola palabra, puede cambiar tu perspectiva, no solo de un pequeño panorama, sino la de toda tu vida. Es una mujer que todo lo ha enfrentado y que, sin duda, sirve como una inspiración extraordinaria. Aunque en la vida los obstáculos sean constantes, la magia de lo simple, de lo complejo y de todo lo que está entre los extremos es lo que día a día debemos encontrar y valorar.
Hay magia en las conversaciones, magia en las sonrisas, magia en la lucha, magia en los sueños, magia en lo real, magia en lo imaginario, magia en cada rincón.
Celebremos a Isabel Allende y démosle especialmente a las mujeres del pasado y del presente hacia un futuro incierto, pero lleno de la magia que pensamos que solo está presente en sus novelas. Nos daremos cuenta de que ella nos quiere comunicar la imaginación es tan indefinida y, que con la Gracias por 40 años de magia y pasión, Isabel, como tú no hay otra!
Divididos en dos carros, mis amigos y yo nos encaminamos al apartamento de mi familia en Boquerón. Escuchamos nuestros “playlists” de “roadtrip”, desayunamos en El Mesón y nos tomamos unas cuantas fotos con la memorabilia alienígena en Lajas al mediodía.
Cabe notar que en esa parada los carros dejaron de funcionar po unos diez minutos que fueron mortalmente silenciosos. Parecía que las baterías de los dos s, el sonido de nuestros alrededores n que nos rodeaba se movía agitadamente. No hay duda bamos todos asustados; sin embargo, cuando los carros recobraron la vida, n en ruta a Boquerón. Como a la una y media, llegamos al apartamento, localizado en un complejo de viviendas llamado Villa Taína que está dividido en sectores que llevan los nombres de caciques taínos. Además, en el centro de estos, hay un gran parque que emula al batey, la plaza ceremonial de los taínos. ados con el salitre de mar nos reunimos en el parque a la medianoche para compartir entre nosotros. Hablamos sobre nuestros futuros, algunos en la isla y otros en el extranjero, y recordamos algunos momentos hemos pasado juntos, teniendo claro que noches como etsas no se tiempo. Luego, de la nada, tal y como había ocurrido diez horas escuchar cualquier sonido a nuestro alrededor. Nos miramos con cula en el oeste de Puerto Rico. Dirigimos las miradas hacia ar mundo. Vimos una figura flotante e inmensa que se asemejaba a l justo cuando nos iba a devorar, aparecieron del suelo unas enti los antiguos caciques despertaron de su hibernaci
Cayeron lluvias de rayos, emergieron rocas subterr todos los carros en el estacionamiento de Villa Ta de dirigirse al centro del complejo, que esa noche asumió el rol de un campo de batalla. Cuando el tornado llegó a donde estábamos, Agueybaná se dio cuenta del peligro en el que nos encontrábamos y lanzó un sinnúmero de coquíes a nuestro rescate. Lograron desprendernos de aquel hechizo que nos había mantenido inmóviles por tanto tiempo. Cuando ya podíamos movernos, arrancamos hacia el apartamento esquivando todo tipo de obstáculo que lanzaban la diosa y los caciques en esta guerra sobrenatural. Corrimos escalera arriba y llegamos a la puerta de nuestro refugio. Cerramos todas las ventanas de los dos pisos y nos abrazamos fuertemente pensando que esa sería la última vez que estaríamos juntos o, mejor dicho, que estaríamos vivos. Mientras afuera caían los cielos a la Tierra, el apartamento se convirtió en una roca impenetrable. Aunque no lo podíamos creer, estábamos a salvo. Seis horas estuvimos allí adentro. Fueron seis horas llenas de angustia, incertidumbre y puro miedo. Finalmente, cuando el caos cesó, abrimos la puerta y nos encontramos con una Villa Taína inmaculada. No encontramos ningún rastro del desastre que habíamos experimentado seis horas antes. Los árboles estaban de pie, la playa intacta, la tierra llena de grama fértil y nuestros dos carros estacionados y en perfectas condiciones. Se sentía como si hubiésemos viajado al pasado. Pasaron los años y aún ahora, nadie sabe qué realmente ocurrió aquella noche. Aunque tenemos memorias vívidas de lo acontecido, no existe ni un rastro de evidencia de aquella batalla entre Guabancex y los caciques ni de la destrucción masiva que causó en Villa Taína. Hemos tratado de encontrar alguna respuesta a nuestro enigma , pero nada ha dado fruto. Casi todos mis amigos se han rendido en la búsqueda de la explicación de lo que vivimos; sin embargo, pienso que quizás la respuesta tan buscada se encuentre en aquel apartamento peque
Desde pequeña solía escuchar mucho sobre ellos. Atabey, la diosa madre y el principio de la fecundidad. Yocahú, el dios principal, hijo de Atabey, quien era el señor de la vida. Sin embargo, entre todos los dioses sobre los que me contaban, el que más me interesaba era Juracán. Ese nombre que estallaba en mis oídos como un trueno sin rayo. Inesperado. Juracán era conocido por ser la manifestación de lo destructivo, así que, está de más establecer que todos le temían, excepto yo que lo admiraba. Quizás te estarás preguntando cómo es posible que pueda admirar a un dios que destruye todo lo que hay en su camino. La respuesta es sencilla.
No obstante, mientras todos alababan la creación, yo le enseñab la destrucción porque había sido maldecida con el deber más dif
Al paso de cada día, cada fibra de mi cuerpo deseaba presenciar Juracán. Y así fue que mi deseo se hizo realidad. Fue temprano primero escuché su rugido, claro y potente. Salí corriendo a mi cuando finalmente vi la silueta de Juracán a la distancia. No e quizás te estarás imaginando. No. Era…era algo inexplicable. Al uno de nosotros, pero medía como trescientos pies de altura y s se llevaba todo a veinticinco metros de distancia. Cuando me ac percaté de algo que nunca había imaginado. Todos estos años pen como un dios grande y omnipotente, cuando en realidad no era un Cuando la vi, pude ver de cerca su cabello oscuro y lacio, que de pelo plateados y rizados. Sus ojos grises como el cielo que paso que daba. También observé cómo su figura emitía una luz tan extraordinari brillando como una estrella en un universo vacío. Pero aún exis realmente era Juracán?
La duda me perseguía, hasta que finalmente me atreví y me detuv con una mano temblorosa, suplicándole que se detuviera por un m verme, se arrodilló ante mí, y sin yo pronunciar la pregunta el más melodiosa lo que añoraba escuchar y dijo : “Guabancex. Me l
el
Transportémonos al 1966. Un chico de 9 años del pueblo de Arecibo desea explorar Puerto Rico. Este niño se llama Rafa García. Volvamos al presente. Rafa, mejor conocido ahora como don Rafa, todavía no había logrado recorrer su isla. Toda su vida, don Rafa estuvo en Arecibo. Allí nació, se crio, estudió y trabajó. Pero un 22 de septiembre, eso cambió. Las noticias locales reportaban que un huracán categoría cuatro arrasaría la isla. Su rumbo, Arecibo. Don Rafa se tornó intranquilo al escuchar la noticia, pues vivía en un hogar humilde, en el barrio Descalabrado, conocido por ser propenso a inundaciones. Pero el vecindario se unió como nunca lo había hecho con el fin de que todos estuviesen seguros. Tal como lo habían indicado, llegó la fecha del huracán. Luego de varias horas de lluvias, vientos y estruendos, don Rafa percibió la típica calma del ojo de la tormenta y, permitiendo que su curiosidad lo dominara, decidió salir a sentarse en una de las sillas de playa que tenía situadas frente a su casa. De repente, llegó una inesperada ráfaga de viento y se llevó las sillas de playa y a don Rafa montado sobre una de ellas. Esta ventolera fue tan potente que llevó a don Rafa en la expedición de su vida. Primero, lo voló sobre El Morro, dónde quedó asombrado por su grandeza arquitectónica. Luego, el Yunque, y como don Rafa un fanático de la agricultura, le trajo gran emoción presenciar la diversidad ecológica y maravillarse al ver que una cotorra decidió resguardarse en uno de los posavasos de su silla. En este tren de vientos logró recorrer todo Puerto Rico desde la Cordillera Central, la Parguera, las Cavernas de Camuy y pudo hasta divisar las vacas de Hatillo. Luego de lo que se sintieron como largas horas, pero que verdaderamente fueron breves minutos, don Rafa, todavía sentado en su silla de playa, fue devuelto por el ciclón a su humilde casa,en el barrio Descalabrado. Encantado de haber cumplido la fantasía de aquel niño que soñaba en 1966, y ahora siempre acompañado por su cotorra, don Rafa García quedó a la espera de una próxima locomotora de vientos que lo llevara en una nueva aventura.
Pensó que tal vez habría amarrado la cuerda en el pie equivocado en un desliz de la memoria. Se tocó el izquierdo. Nada.
Si el huracán no se hubiese llevado la Luz, el hombre habría visto como el Mar se acercaba a tocarlo con manos de hielo. No estaba la cuerda para defenderlo. Solo quedaban él y un Mar despiadado.
Su primera regla luego de que la tormenta se había robado la Luz y les había dejado el agua había sido que nunca dormiría sin la cuerda atada a su tobillo derecho. Era la única manera de asegurarse de que no terminaría como un barco a la deriva en brazos del Mar. Se había convertido ya en segunda naturaleza, al igual que caminar se había vuelto nadar y acostarse era lo mismo que flotar. Se había acostumbrado al roce de los peces contra sus piernas y a los jardines de hierbas marinas que cubrían los rincones de cada habitación.
Desamparado, el hombre miró hacia arriba, hacia lo que había si de recordar al sol. Quizás en otra parte del mundo que ya comen hace años lo había olvidado a él, todavía se veía la división q agua. Quizás el vacío en el que nadaba era solo un rincón olvid
El día de mi cumpleaños, el 20 de septiembre de 2017, yo, María, estaba ansiosa por soplar mis setenta y ocho velas de cumpleaños. Empecé soplando mi primera vela, Yabucoa, donde arrasé con valles, montañas y playas. Lo seguí con Maunabo, Patillas y Guayama desde donde mi aliento se desplazó hacia las otras setenta y cuatro velas y dejó mi bizcocho a oscuras por más de seis meses. Por culpa de mi soplo forzudo mi delicioso bizcocho quedó destrozado. Yo, hija de Irma, nunca quise causar tanta destrucción. Tres mil de las tres millones de golosinas en mi bizcocho quedaron inertes.
Cinco años después, el 18 de septiembre de 2022, mi hija Fiona celebraría su cumpleaños. Esta vez, le dije: “Cuidado, no soples fuerte, no quieres apagarlas todas y dejar el bizcocho a oscuras.” Con cuidado Fiona fue poco a poco soplando las velas. El viento de su aliento comenzó refrescando a Cabo Rojo, Lajas y San Germán. Pero al darse cuenta de que su soplo fuerte había hecho caer a los arboles y a las casas y había enredado a los cables eléctricos, comenzó a llorar. Su llanto desbordó los ríos, inundó los valles y revolcó sus playas. Toda la decoración de naturaleza que había recuperado el bizcocho quedó inundada de lágrimas. Las velas de Utuado, Ponce, Loíza, Comerío y Salinas quedaron gravemente afectadas por esta tormenta de gotas saladas.
Mi delicioso bizcocho de chocolate decorado con valles, montañas y playas logrará encender sus velas nuevamente y librarse de esta larga oscuridad.
desafortunadamente desafortunadamente desafortunadamente
Perpetuo tiene muchos elementos que la distinguen de otras escuelas, ya sea el gran sentido de pertenencia que tiene su estudiantado o la gran cantidad de palomas que residen en la cancha. Una de las cosas que me hacen pensar en Perpetuo es la peculiaridad de dónde se sitúa la escuela. Como se encuentra entre calles y casas, en un área urbana, estacionarse no es tarea fácil para aquellos estudiantes que se aventuran en sus autos a la esucela. Es por eso que los estudiantes se convierten en campeones del estacionamiento. Si no llegan antes de las 6:50 a.m., es muy probable que tengan que estacionar el carro paralelo a la acera, que entiendo que para los novatos que comienzan a guiar en la escuela puede ser una maldición ya que pueden hacer un gran papelón frente a sus compañeros. Érase un 15 de septiembre a las 6:51am. Parecía un día normal y corriente. Llevaba nevando por dos días con truenos y relámpagos que casi quemaban los árboles alrededor de Miramar. Siempre se recomendaba que todo el que quisiera un buen lugar para dejar su carro llegara antes de las 6:50 a.m., pero un estudiante particular decidió que valían más cinco minutos de sueño que llegar temprano a la escuela. Por lo tanto, llegó a las 6:51 a. m. y además de la ansiedad que sentía porque no se había esmerado tanto para un examen que tenía aquel día, ahora también debía buscar dónde estacionarse. Con la nieve que ya se acumulaba en la acera, el hecho de que estaba tarde y la presión del examen, simplemente tuvo que olvidar la idea de conseguir un lugar cerca y decidió estacionarse en la calle del destierro. Esta calle es la que queda al frente de la escuela superior. Se le conocía así porque los maestros velaban a los estudiantes para asegurar que se bajaran del carro antes de que sonara el timbre. El estudiante se estacionó allí, en vez de hacerlo en la calle de al lado del estacionamiento de los maestros a la que todos llaman la calle desafortunadamente afortunada. Cuando llegó el momento de tomar el examen, el estudiante dejó casi todas las preguntas en blanco. Nunca se pudo recuperar de la mala nota que sacó y tuvo que coger escuela de verano. Esta experiencia estableció una nueva maldición perpetuana: cada vez que nieva en Puerto Rico a las 6:51a.m., se escucha la risa de este estudiante, que mira desde el tope de los árboles a todos los que tratan de estacionarse en la calle desafortunadamente afortunada.
Nunca pensé que Perpetuo estaría enfrentándose a esta tragedia: un suceso tenebroso en el recreo pacífico de los estudiantes. Un momento volaban, al otro se encontraban en el piso desplumadas. La neblina de plumas me impedía ver mi arroz con habichuelas. Lentamente, las plumas se unían formando un remolino. Entre esta avalancha que casi parecía una tormenta de nieve, se escuchaban los gritos de los estudiantes. Unas miradas perplejas se quedaban asombradas por el desafío de los dos abanicos de techo. Juro que escuché chillidos de todos los rincones de la cancha. Nadie sabía cómo reaccionar y las compañeras palomas estaban enloquecidas de tristeza y temor.
Desde luego, no era la primera vez que los abanicos firmaban la sentencia de muerte de una paloma. Sin embargo, todos corrimos hacia el paradero de la víctima justo a tiempo para ver a otra paloma que se acercaba para averiguar qué había sucedido. ¿Estaríamos presenciando el fin de una historia de amor? Tal vez este era el punto final de una fatídica novela de romance. El misterio nunca se resolvería, pues al toque de la campana, todos regresamos a nuestras clases y no volvimos a saber nada de la paloma fallecida.
¡Ding! ¡Ding! ¡Ding!
El ruido que me revive desde que nací ya que solo dependo de un rectángulo para vivir. Todas las experiencias que he sobrepasado las tengo aquí.
Sin ti, querido objeto iluminador, no puedo respirar. Mi corazón haces palpitar al ritmo de tus notificaciones puedo rehabilitar aquellos sentimientos que quedaron guardados en forma rectangul
De luz iluminas mi presente aunque a veces tu existencia parece inconveniente. Y como una machina rusa revuelves mi mente, siempre has controlado mis acciones; a mi ser lo tienes inconsciente.
¿Por qué existes?,te pregunto a diario ¿Y por qué fuiste creado? Comunicación y mi atención te he dado, pero tú resultas ser el malvado
Diriges cada una de mis acciones Como un robot acepto tus misiones sin saber qué hago te defiendo y te alabo, pero te odio por otro lado.
¿Quién eres?, me pregunto hoy. El demonio al que mi atención le doy o el ángel al que mi vida dedico. Contéstame rápido, te lo suplico
No hay duda que la inteligencia la tienes, pero ya basta el mal uso de tus poderes. Me cansé de esperar tu respuesta, así que la busco yo. He decidido que en este momento a ti me opongo
Poco a poco veo la realidad. Solo eres una máquina de inseguridad. La causa verdadera de la negatividad, hoy te busco y es por la verdad
La conexión se la provees a mi gente, pero mi pueblo una vez vivió sin ti. Así que cuál es la necesidad de tenerte actualmente, querido celular, ya puedo vivir sin ti.
Su creación provocó altas y bajas. Con su ayuda, la vida de Silvio, quien primero tuvo la dicha de obtener este aparato, mejoró. Le hacía la vida más fácil. Al principio solamente lo utilizaba en ocasiones de emergencia o de extrema necesidad, aunque con el tiempo, su uso aumentó. Lo utilizaba a diario, para cualquier situación, ya que facilitaba la comunicación. Por esta razón, decidió darle la idea a sus amigos de que obtuviesen un lujo como este. Aceptaron su sugerencia y luego de poco tiempo todos contaban con uno. Por eso, podían comunicarse entre ellos sin problemas. Al menos, eso era lo que pensaban. A través de este medio de comunicación, quedaron en encontrarse en casa de su amigo Mateo el 24 de diciembre para celebrar Nochebuena. Cuando finalmente llegó la noche que querían disfrutar, estaban juntos, pero separados. El dispositivo los tenía viciados, con sus ojos fijados en él cada vez más y más. Ya que Silvio y sus amigos lo seguían utilizando sin parar, sus cuerpos se desintegraron internamente. La vena cava, vena principal del corazón, se desprendió de sus cuerpos. Entonces, las venas y arterias a su alrededor también se separaron. Estas fueron intercambiadas por cables eléctricos que transmitían corrientes en vez de bombear sangre. El corazón se transformaba en una caja pequeña de metal. Cada día mostraban menos emociones y sus sentimientos se disipaban, hasta casi estar ausentes por completo. El dolor que antes sentían ahora era inexistente. Sin preocupación alguna, ellos continuaban utilizando este objeto. Se habían transformado completamente y la caja de metal ya programada era quien los dirigía. Lamentablemente, todos sufrieron este suceso ocasionado por el uso excesivo del aparato. Hasta el momento, no se han dado cuenta de lo ocurrido y su vida sigue siendo dirigida por este ataúd que los encierra fuera de su realidad.
El día que nacemos respiramos por primera vez. Salimos de una protección absoluta a lo desconocido y mientras nuestros pulmones se llenan de oxígeno, somos introducidos al mundo. Con este acontecimiento se marca nuestro nacimiento, una fecha muy especial que celebramos todos los años. Pero, ¿por qué ese día, ese mes y ese año? De las 365 vueltas que da el planeta y los 12 meses en un año, la hora de nuestra llegada a la Tierra es una de mil posibilidades.
Nila es una criatura extraña, idéntica a los humanos, pero realmente no está cerca de ser uno de ellos y, por eso, se sentía huérfana. Mientras todo el mundo anhelaba la celebración de su cumpleaños, ella no tenía una. Es decir, de las 365 vueltas que da el planeta y los 12 meses en un año, no identificaba ninguno con su nacimiento. Irritada, con humo saliéndole de sus oídos, encontró una solución: los horóscopos. Pensó que si encontraba un mes que describiera perfectamente su gran personalidad, ya no estaría esa de tan horrible melancolía. Fue en orden, mes por mes, signo por signo, analizando y estudiando cada uno minuciosamente. En enero y marzo su espíritu retumbaba de alegría. Sin embargo, en octubre y noviembre, su alma carecía de motivación. Toda la luz de una esperanza fugaz se perdía en una cueva llena de oscuridad sin salida. En todos los meses encontraba similitudes con su personalidad, pero ninguna lograba encapsular completamente su esencia. Nila no se sorprendió cuando el último mes resultó ser como los demás y permanecía sin identidad en el calendario. Ya casi se daba por vencida hasta que pensó en algo nuevo. En vez de identificarse con uno solo, cada mes aportaba un pedazo del rompecabezas de su ser. Ya no se sentía solitaria. Aunque buscaba una simple fecha, terminó con 12 signos que la acompañarían para siempre.
negóse negóse negó
Aquí, en la Losa, es difícil imaginar a nuestros funcionarios públicos como gente colorida con rasgos únicos. Estamos acostumbrados a las mismas caras de trigo que se hacen pasar como de azúcar a la luz de la conferencia de prensa. Tienen el pelo ralo y lo mantienen pegado hacia atrás exponiendo las cicatrices de tratamientos de Botox en su frente. Usan los mismos tres colores de chaqueta de Leonardo o de la Esquina Famosa y no puede faltar la monotonía adormeciente de sus discursos. Los días de caras distintivas en el Capitolio y en la Fortaleza están en el pasado. Ahora nos toca conformarnos con todos haciendo su mejor impresión de Cuchín o de Pedrito dependiendo de qué lente de las gafas 3D les guste más, pero todavía existe un baluarte de la individualidad en el pueblo de Cataño.
La bahía de San Juan es un ícono de la historia, geografía y belleza de Puerto Rico pero siempre nos enfocamos en un lado de su costa. Es fácil adorar y exaltar la belleza de la ciudad amurallada del Viejo San Juan. Sus casas coloridas, adoquines azules e infinita riqueza cultural la hacen uno de los mayores patrimonios que tenemos. Sin embargo, San Juan tiene un primo chiquito que siempre será la oveja negra de la familia. El municipio de Cataño es uno de circunstancias extraordinarias. Primero que todo, no debería existir. Cataño por gran parte de su historia fue otro barrio de Bayamón. Se separó de los vaqueros después de años de lucha. En la forma más cantañese posible, se proclamaron: El pueblo que se negó a morir.
Lo que ha destacado a este municipio en la historia puertorriqueña después del 1952, o como dirían los de la pava la era civilizada, ha sido sus alcaldes coloridos. La alcaldía de Cataño tiene magia entre sus paredes y convierte a sus líderes en personajes que parecen que han salido directamente de una comedia. El primero en esta saga fue ¨El Amolao¨, quien fue el alcalde de Cataño del 1987 al 2003 y enamoró al mundo con sus Palmolivos. El entrenador/alcalde se dedicaba a jugar con la prensa con chistes y anécdotas que no tenían ningún tipo de sentido. Los episodios que quedaron marcados en la memoria colectiva de los puertorriqueños fueron aquellos en el que se encontraba pasado de copas y tildaba a su bebida favorita en un envase cristalino de color esperanza como el jabón Palmolivo.
Me levanté con la luz del sol que se filtraba a través del techo de paja de mi habitación. Mantener los ojos abiertos resultó ser una tarea ardua. Al levantar mis patas débiles, me di cuenta de que mi amo se había ido de la casa. Mis cuatro hermanos: Pepito, Pepita, Pablito, Paulita y yo, esperábamos su llegada ansiosamente. Ya nos hacía falta nuestro paseo diario para olvidarnos de nuestros quehaceres. Cuando llegó nuestro amo, inmediatamente saltamos con tanta emoción que formamos una nube de plumas blancas. Luego, comenzamos nuestro ritual diario con la esperanza de que nuestro amo nos llevara en el paseo mañanero: le picoteamos los zapatos. Con varios “pik, pik, pik,” casi le rompemos las sandalias. Él ya estaba cansado de nuestras travesuras, pero nosotros estábamos listos para correr, saludar y cantar. Finalmente, salimos juntos en fila por la puerta roja de la casa. Primero salgo yo, ya que soy el mayor de los cuatro, luego sale Pepito seguido por Pepita y Pablito. Paulita, la benjamina, siempre es la última en salir. Juntos, seguimos a nuestro amo por todos los rincones del área metropolitana. Caminábamos sonrientes, rodeados de vehículos andando con prisa, árboles vibrantes y humanos agotados. Nos deteníamos a mirar cada vitrina de las tiendas que pasábamos: galletas humeantes, juguetes coloridos y vestidos de seda que Pepita y yo solo soñábamos con lucir. Nos preguntamos: ya que estamos dando una vuelta, ¿por qué no entramos a la panadería de la esquina? Al cruzar el umbral, el olor a delicias horneadas nos hipnotizó a todos. Tratamos de pedir unas tostadas con mantequilla y un café, pero rápidamente nos dimos cuenta de que los humanos no entendían nuestro lenguaje por la expresión de horror absoluto que tenía la cocinera.
Un poco decepcionados, pero sin querer terminar nuestro paseo, nos acercamos al local del zapatero al otro lado de la calle. Vislumbré encima de la mesa de trabajo un par de tacones rojos relucientes que me llamaron a gritos. Desesperada, miré a mis hermanos y les pedí silenciosamente que me ayudaran a subir a la mesa. Con una rafaga helada de viento, se alzó una nube de plumas que me portó hasta los tacones. Nunca había picoteado unos zapatos dignos de una emperatriz. Desafortunadamente, el zapatero no entendió el milagro que acababa de ocurrir y nos espantó esgrimiendo una de sus herramientas.
Nuestro amo entonces entendió que entrar a las tiendas no era el mejor plan para un paseador de gallinas. Al vernos desmoralizados, nos sorprendió con una visita al carrito de una vendedora de flores. Con su vestido largo y colorido y sus pendientes dorados, parecía una bruja lista para preparar un hechizo que nos haría enamorarnos con el próximo transeúnte que viéramos. Nos obsequió rosas, camelias, margaritas, tulipanes, azucenas, pascuas y lilas. Nos dejó algunas flores pequeñas entrelazadas en nuestras plumas. Regresamos a casa adornados y satisfechos, ansiosos para dormir y repetir la aventura al día siguiente.
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