9 minute read

El logos de Dios Rvdo. Julio R. Vargas Vidal

25 de diciembre de 2022 Día de Navidad

Título: El logos de Dios

Advertisement

Rvdo. Dr. Julio R. Vargas Vidal Director Oficina de Capellanía, Escuela de Optometría Iglesia Metodista de Puerto Rico 1 En el principio ya existía la Palabra; y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. 2 Él estaba en el principio con Dios. 3 Por medio de él, Dios hizo todas las cosas; nada de lo que existe fue hecho sin él. 4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad. 5 Esta luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no han podido apagarla. 6 Hubo un hombre llamado Juan, a quien Dios envió 7 como testigo, para que diera testimonio de la luz y para que todos creyeran por lo que él decía. 8 Juan no era la luz, sino uno enviado a dar testimonio de la luz. 9 La luz verdadera que alumbra a toda la humanidad venía a este mundo. 10 Aquel que es la Palabra estaba en el mundo; y, aunque Dios hizo el mundo por medio de él, los que son del mundo no lo reconocieron. 11 Vino a su propio mundo, pero los suyos no lo recibieron. 12 Pero a quienes lo recibieron y creyeron en él, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios. 13 Y son hijos de Dios, no por la naturaleza ni los deseos humanos, sino porque Dios los ha engendrado. 14 Aquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros. Y hemos visto su gloria, la gloria que recibió del Padre, por ser su Hijo único, abundante en amor y verdad. 15 Juan dio testimonio de él, diciendo: «Éste es aquel a quien yo me refería cuando dije que el que viene después de mí es más importante que yo, porque existía antes que yo.» 16 De su abundancia todos hemos recibido un don en vez de otro; 17 porque la ley fue dada por medio de Moisés, pero el amor y la verdad se han hecho realidad por medio de

Jesucristo. 18 Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, es quien nos lo ha dado a conocer. Juan 1.1-18 DHH

Datos exegéticos

Cerca de finales del siglo I (entre los años 80-100), un auténtico judío, profundamente religioso y buen conocedor de las tradiciones y las expectativas de su pueblo, “escribió estas cosas” (Jn 21.24). Su nombre, según la tradición: Juan, hijo de Zebedeo y uno de los doce discípulos. El propósito de Juan, al redactar estas cosas, fue para que creamos que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengamos vida en su nombre (Jn 20.30-31). Juan buscó otros enfoques ya que su punto de vista sobre el Mesías no es el mismo que el de Mateo, Marcos y Lucas (evangelios sinópticos). A menudo se refiere a situaciones, eventos, palabras, enseñanzas y discursos de Jesús no atestiguados por los sinópticos. Otra característica del propósito de Juan es su interés en no redactar una crónica, sino crear una atmosfera de reflexión que conduzca a los lectores a la fe en Jesucristo, Hijo de Dios. Finalmente, una característica bien marcada de su manera de redactar es el uso del lenguaje simbólico, como bien veremos en el texto que nos ocupará esta reflexión.

El evangelio según Juan comienza con un himno, llamado frecuentemente “prólogo”, de un profundo contenido teológico y el cual sintetiza la visión juanina de Cristo. Jesucristo es llamado Verbo (también traducido como Palabra), igual que en 1 Jn 1.1 y Apocalipsis 19.13. Hace

referencia a la palabra creadora de Dios (Gn 1.1-26; Sal 33.6), a su palabra reveladora (Sal 33.4; 119.89), a su palabra salvadora (Sal 107.20) y a la sabiduría divina (Pr 8.22-31).

La palabra griega logos tiene varios significados. A menudo la vemos traducida al español como “Verbo” (o “Palabra”), pero también puede significar pensamiento, habla, cuenta, razón, proporción, principio, estándar o lógica. El término tiene un uso variado en la filosofía, la psicología analítica, la retórica y, claro está, en la religión.

Una de las doctrinas centrales de la escuela filosófica estoica es la convicción de que el mundo está organizado de manera racional y coherente, específicamente controlado y dirigido por una fuerza omnipresente que los estoicos llamaron logos. Básicamente designa el pensamiento racional que opera tanto en individuos como en el universo. En el ser humano se ve como la facultad de la razón. En el nivel del cosmos es el principio racional que gobierna la organización del universo. En este sentido es sinónimo con “naturaleza”, “Providencia” o “Dios”. Cuando Juan nos dice que “la Palabra” –logos –estaba con Dios y se debía identificar con Dios, él toma prestado esta terminología estoica.

Vemos, además de la comparación de Dios con la palabra una comparación con la luz. De hecho, es frecuente en Juan designar la acción reveladora y salvadora de Cristo con el simbolismo de la luz (Jn 8.12; 9.5; 12.46).

El prólogo resalta fuertemente el valor de creer en Jesucristo con la mente, corazón y toda la persona. Es cuando la persona cree en la acción salvadora de Dios por medio de Jesucristo que entonces recibe la vida eterna (Jn 3.14-16; 6.40; 11.25-26; 20.31).

El verso 12 establece una diferencia entre hijos de Dios y criaturas de Dios. Todos somos criaturas de Dios, pues fuimos creados pro Él. Sin embargo, según Juan, solo quienes reciben a Jesucristo y creen en su nombre reciben el título de “hijos de Dios”. Los versos 16-17 explican que el don de la Ley fue superado por la revelación divina de la gracia y la verdad representada por Jesucristo.

El Prólogo describe poéticamente el descenso de la Palabra al mundo y el eventual regreso del Hijo al seno del Padre. Esta descripción encaja perfectamente en el marco veterotestamentario de la Sabiduría personificada (especialmente en Eclesiástico 24 y Sabiduría 9) que existía en el principio con Dios durante la creación del mundo y vino a morar con la humanidad cuando se le reveló la Ley a Moisés.

Finalmente, existía la tradición de que el ministerio de Juan el Bautista estaba relacionado al comienzo del de Jesús. Tomando en cuenta esto, el Prólogo es interrumpido en dos ocasiones para mencionar a Juan el Bautista ante de que la luz llegue al mundo (1.6-8) y para documentar el testimonio de Juan el Bautista sobre Jesús luego de que la Palabra se encarne (1.15).

Liturgia y simbología

Litúrgicamente hablando, el Prólogo se lee el Día de Navidad, en la 3ra misa de Navidad, el 31 de diciembre, el 7mo día de la octava de Navidad y en la liturgia de iniciación cristiana fuera de la vigilia pascual. En estos contextos, la lectura no sólo nos recuerda la Palabra que se encarnó en la persona de Jesús –también nos invita a convertirnos a su vez en encarnación de la palabra de Dios en el mundo, para que Dios continúe siendo revelado y conocido a través de nuestras vidas.

Cada evangelio tiene un símbolo (Mateo = un hombre divino; Marcos = león con alas; Lucas = buey con alas). Juan es representado en íconos, paramentos, estolas, vitrales, etc., como un águila en ascenso. Su evangelio comienza con un prólogo elevado y asciende hacia los misterios de Dios, la relación entre el Padre y el Hijo y la encarnación.

Aplicación

El Evangelio de San Juan, a diferencia de los otros tres, compromete al lector y a la lectora con las enseñanzas más profundas de Jesús, tales como los discursos extensos que tuvo con Nicodemo y la samaritana y las ilustraciones hermosas acerca del Pan de Vida y el Buen Pastor, entre otras. Este evangelio de altura contiene las afirmaciones de Jesús acerca de ser “el camino, la verdad y la vida…nadie llega al Padre si no es por Él”.

Estos versos son difíciles de entender y quizás más difícil para interpretarlos. Han causado controversia sobre si Jesús está descrito como el único Dios o un dios menor y completamente distinto a Dios. La mayoría del sector cristiano entiende y acepta a Jesús como uno con Dios.

De los Evangelios, Juan tiene la más alta y explícita cristología. En Juan, Jesús es el Hijo Unigénito de Dios, el Camino, la Verdad, la Vida, la vid verdadera, etc. Desde el verso primero del primer capítulo, Juan identifica a Jesús como el Logos, el que posibilitó la existencia del mundo.

¿Quién es Cristo? En el entendimiento cristiano ortodoxo de la cristología que presenta Juan, la idea de que Jesucristo es el Logos ha sido importante en el establecimiento de la doctrina de la divinidad de Jesús, así como la doctrina de la Trinidad. Es así que afirmamos lo expuesto en el Credo Niceno del año 325:

Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho…

El texto de hoy nos confirma que Jesucristo es un ser divino, el Verbo de Dios, luz y único hijo de Dios el cual llega al mundo y se encarna. A pesar de ser rechazado por los suyos, empodera a toda persona que crea en Él y los hace hijos e hijas de Dios para que así gocen de la plenitud de Dios. Esto refleja el amor perdurable de Dios que supera el don de la Ley por medio de Moisés.

Como cristianos y cristianas, se nos anima a mostrar amor por la Palabra y el evangelio y a vigilar nuestra propia palabra humana para asegurarnos de que da vida y está igualmente llena de gracia y de verdad.

La palabra es acción. Bien lo expresó Ricardo Arjona cuando afirmó que Jesús es verbo, no sustantivo. Esta perícopa nos da esperanza de que Dios / Jesús / Espíritu de Dios es acción, no inacción. Cada Navidad esperamos la acción encarnada de Dios –hacerse ser humano para seguir actuando en medio nuestro. Cada Navidad renace la esperanza de que Dios seguirá actuando a pesar de cuan estancado, inmóvil y detenido veamos el mundo.

Al inicio del año escolar 2004, mi hijo Nakán tenía 7 años. Yo le había explicado el verdadero significado de Yavé (׳הוה), y allí mismo me dijo, “Pues claro que el nombre de Dios es Yavé, porque Él es verbo…siempre está haciendo algo.

LECTIO DIVINA PARA JUAN 1.1-18

Lea:

El prólogo ofrece la clave teológica de todo el Evangelio: Jesucristo es la Palabra encarnada que revela la gloria de Dios en el mundo. Vino a los suyos y los suyos no lo acogieron, pero a quienes lo acogieron “los hizo capaces de ser hijos de Dios”. El prólogo es poesía y solo puede apreciarse después de repetidas lecturas.

Reflexione:

• ¿Qué le sugiere la expresión: “La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos contemplado su gloria”? • ¿Puede sentir y reconocer la presencia cercana de la Palabra de Dios en su vida?

Ore:

La persona cristiana ora a Dios Padre por el Hijo. Da gracias al Padre por el regalo de la Palabra. Pida que el Espíritu le acompañe para comprender la Palabra de Dios.

Actúe:

Vuelva a leer el prólogo de manera pausada y deje que resuenen en su interior los distintos términos que le llamen la atención: Principio, Palabra, estar junto a, Dios, todo, nada, luz, tinieblas, etc.

This article is from: