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Bendición de esperanza Dra. Julissa Ossorio Bermúdez
1 de enero de 2023 Bendición de esperanza
Dra. Julissa Ossorio Bermúdez Ayudante Ejecutiva de Vicepresidencia de Asuntos Religiosos Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) de Puerto Rico
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Números 6: 22-27 (RV 60) 22 Jehová habló a Moisés, diciendo: 23 Habla a Aarón y a sus hijos y diles: Así bendeciréis a los hijos de Israel, diciéndoles: 24 Jehová te bendiga, y te guarde; 25 Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; 26 Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz. 27 Y pondrán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré.
Una de las tradiciones familiares más hermosas es llegar a casa y pedir a nuestros padres, abuelos, madres, y abuelas, entre otros familiares de mayor edad, la bendición. Son palabras de bienestar, de favor; una oración que nace desde el amor y es dirigida al Ser supremo para que nos colme de bienes y cuidados. Dicho de otra manera, quienes nos aman, desde su fragilidad humana, interceden ante quien todo lo puede, para que nos lleve a nuestra plenitud integral.
Esta tradición data del Antiguo Testamento, donde desde el libro de Génesis se nos muestra, por ejemplo, Dios hablándole a Abraham de cómo habría de bendecirle (Gen. 12:1-3) y a Jacob, que, luchando con un ángel, le decía que no se iría hasta que éste le bendijera (Génesis 32: 26). En la Biblia, las bendiciones se daban en momentos de reunión y despedida, o en eventos significativos de la vida: nacimiento, matrimonio, muerte y la bendición de los hijos que estaban a punto de abrirse camino.
Luego de aproximadamente un año de haber salido de Egipto, se encontraba el pueblo de Israel en el desierto del Sinaí. Allí anduvieron por aproximadamente 38 años; un tiempo de transformación y preparación integral para entrar a la Tierra Prometida. El libro de Números entonces describe los hechos y experienciassignificativas que vivió el pueblo de Israel en la travesía desde el desierto de Sinaí hasta llegar a la frontera oriental con la antigua Canaán. El libro se divide en tres partes. La primera de ellas, la cual incluye los primeros 10 capítulos del libro, relata los preparativos para la partida desde el Sinaí. Comprende un censo del pueblo, la purificación del campamento, los últimos acontecimientos en el Sinaí y los reglamentos para marchar y acampar, determinados por la nube de la presencia de Dios y los toques instrumentales que daban la señal de partida.
Números le presta atención de forma cuidadosa al trabajo de los sacerdotes de ser mediadores de la presencia de Dios, pero no necesariamente porque el trabajo religioso era el oficio más importante, sino porque Dios era el centro de todos los oficios. Los levitas no recibían sacrificios porque ellos fueran santos, sino porque al presidir los sacrificios, llevaban a todo el pueblo a tener una relación santa con Dios. Los levitas ayudaban a todas las personas a armonizar su vida y su trabajo con la ley y los propósitos de Dios. Su rol esencial era el de ser mediadores de la redención de Dios para todo el pueblo
A esos efectos, la oración sacerdotal era una plegaria que los sacerdotes dirigían a Dios en favor del pueblo con el propósito de bendecirle. Es decir, los sacerdotes pronunciaban estas palabras de
bendición, pero no tenían la capacidad divina de bendecir propiamente. Más bien, eran los mensajeros, heraldos, emisarios designados para expresar la buena voluntad del Señor. No pretendía ser una fórmula mágica o hechizo de prosperidad que cualquier persona recibía, sino más bien expresaba esa buena voluntad del Señor hacia su pueblo que le amaba.
Siendo que el pueblo se estaba preparando para su travesía desde el desierto hasta la Tierra Prometida, una de las preparaciones más importantes era tener la garantía de que el Dios que no cambia les habría de bendecir al igual que lo había hecho tan claramente con sus antepasados. Tres cosas eran vitales para la travesía: la protección divina, la gracia y la misericordia de Dios, y la certeza de que la paz de Dios estaría con el pueblo.
Jehová te bendiga, y te guarde…
El primer deseo de Dios hacia su pueblo es de bendición y protección. Solo Él sería su defensor y eso sería más que suficiente. Aunque el camino que les esperaba estaría repleto de peligros, Dios Todopoderoso garantiza que les protegería. Podrían sentirse indefensos, sin la preparación y provisión adecuadas, pero Dios sería por el pueblo.
Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia…
Un rostro resplandeciente era sinónimo de intimidad con Dios; de una relación personal con el Dios que les había sacado de Egipto. Contacto con la presencia divina se reflejaba entonces en un resplandor particular del rostro. Aunque hasta ese momento, solo se cuenta a Moisés como quien ha tenido esa experiencia, de alguna manera estas palabras de bendición anticipan que llegaría un tiempo en que no solo Moisés tendría un resplandor en su rostro tras un encuentro con Dios, sino que toda persona que recibiera la bendición de Dios vería el “rostro iluminado” de la aprobación de Dios, experimentaría su presencia y reflejaría su resplandor en su vida diaria. La aprobación de Dios para experimentar su presencia se podía dar únicamente por cuanto Dios era compasivo y clemente; lento para la ira y grande en misericordia. Solo unos meses antes, este pueblo había ofendido al Señor, adorando a un becerro de oro. Más luego de la intercesión de Moisés, este pueblo había recibido misericordia divina; tanto como para que ahora los sacerdotes pudieran pronunciar palabras de misericordia a Dios, en favor del pueblo.
Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz…
Que Dios alzara el rostro era sinónimo de aprobación; de que las acciones, pensamientos y palabras agradaban a Dios. Así como se podía actuar y lograr que Jehová escondiera su rostro del pueblo, también se podía actuar siguiendo Sus estatutos para con este pueblo y vivir bajo su aprobación. Así mismo, la paz en este contexto tenía muchas implicaciones. No sólo era salud y prosperidad, sino también bienestar y tranquilidad interior, la serenidad que venía de la seguridad de que Dios sabía y supliría todo lo que sería necesario para el viaje. Era un sentido de que “todo estaba completo”; una gran variedad de dones innumerables y ricas provisiones.
La conclusión de la bendición garantizaba esa paz…y pondrán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré. Poner el nombre en algo significaba marcarlo como propiedad de uno. El Señor había puesto su nombre en el pueblo de Israel como dador bondadoso, protector fuerte, amigo fiel, amante que perdona, compañero fiable, proveedor generoso, y dueño exclusivo. El pueblo de Dios era su preciada posesión y el Señor se había propuesto suplir todas sus necesidades.
Mientras el sacerdote israelita proclamara esta bendición al pueblo, la comunidad entera estaría sostenida por estas verdades y los adoradores individuales serían animados. A través de esta
majestuosa declaración pública, el que dudaba era desafiado; el ansioso, tranquilizado; el infractor, recordado del perdón que se le había asegurado; y el creyente, fortalecido.
Hoy es el primer día de un nuevo año. Con este día, nuestra mente y corazón se disponen a actuar en favor de nuevas temporadas, nuevas ilusiones, nuevos proyectos, y nuevas fuerzas para continuar con lo previamente encomendado. A la vez que podría haber ilusión, el sentido de incertidumbre y temor podría invadirnos. ¿tendremos todo lo necesario para enfrentar los retos que este año nos presente? ¿nos llegarán tiempos de enfermedad o de pérdida? ¿Enfrentaremos cambios inesperados?
Los sacerdotes según el orden a Aarón ya no son necesarios. Jesús se ha convertido en nuestro Sumo Sacerdote (Hebreos 4: 14-16). Pero también cada uno de nosotros y nosotras que hemos tenido un encuentro con el Cristo Resucitado estamos llamados para anunciar las virtudes de aquél que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable. Hemos sido llamados a ejercer un rol sacerdotal para adorar a Dios con todo lo que hacemos, decimos, pensamos y así, siendo imitadores de Cristo, seguir proclamando las buenas nuevas de esperanza (1 Pedro 2:9). ¡Hemos sido llamados y llamadas a bendecir con esperanza!
En este nuevo año, te invito a compartir con toda persona a tu alrededor una bendición de esperanza para que el Dios trino le proteja, le ilumine y le colme de paz. Es la mejor manera de comenzar otra vez… Así, por ti que me lees, pido al Todopoderoso