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Esperanza: una palabra de bendición Rvdo. Pablo R. Caraballo Rodríguez
27 de noviembre de 2022 Primer Domingo de Adviento
Título: Esperanza: una palabra de bendición.
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Rvdo. Pablo Rafael Caraballo Rodríguez Director Oficina de Capellanía, Recinto de San Germán Tradición presbiteriana
El Señor afirma: «Llegará el día en que cumpliré las promesas de bendición que hice al pueblo de Israel y de Judá. Cuando llegue ese tiempo y ese día, haré que David tenga un descendiente legítimo, que establecerá la justicia y la rectitud en el país. En aquel tiempo Judá estará a salvo y Jerusalén vivirá segura. Éste es el nombre con que la llamarán: “El Señor es nuestra victoria.” Jeremías 33:14-16 DHH
«La esperanza nos conecta al futuro: nos da una luz, tenue pero preciosa, que alumbra el oscuro camino que tenemos delante». Víctor Lapuente
Carlos Goñi nos dice sobre la esperanza que además de ser una virtud teologal, es ante todo una virtud humana y activa. Como afirma Victoria Camps: «las virtudes son una serie de cualidades que deben poseer todos los seres humanos para serlo de veras y para fomentar sociedades igualmente humanas». La esperanza es una virtud que nos hace grandes, porque nos hace mirar al futuro como uno de lleno de posibilidades. Quien tiene esperanza anticipa el futuro y mantiene una actitud optimista ante la vida. Porque como se dice en el refranero popular: «la esperanza es lo último que se pierde». Porque para todo lo que hacemos necesitamos la esperanza. Y es que, como nos recuerda Francesc Torralba: «La esperanza es como la gracia, eleva hacia las alturas, permite obtener una nueva visión y perspectiva de las cosas, purifica la mirada, y nos permite ganar impulso para empezar de nuevo». Y es que cuando nos inunda la incertidumbre frente a la crisis y la adversidad, se hace necesario activar la esperanza. Quien tiene esperanza sabe que las cosas van a ser mejor en el futuro.
El texto asignado para el Primer Domingo de Adviento (Año C), trata el tema de la esperanza. Esta porción bíblica del libro de Jeremías es parte de un texto conocido como el Libro de la consolación del que leemos en los capítulos 30 – 33. Debido al trauma físico, emocional, político y teológico que Judá había experimentado durante el asedio babilónico de la ciudad de Jerusalén y del Templo de Dios, necesitaban un poderoso mensaje de esperanza para superar su sensación de pérdida y agonía. Quienes son objeto de esta palabra profética es Israel y Judá.
El profeta deja claro que ha de cumplirse las promesas de bendición que se le hicieron al pueblo de Israel y de Judá. Es una promesa que apunta a la venida de un rey ideal. Sin él sería imposible el establecimiento de la paz y la justicia en la tierra. En esta sección de los v.14-16 se repite en prosa un oráculo poético que se encuentra en los versos 5-6 del capítulo 23 del libro del profeta Jeremías. Dios daría su nombre a la ciudad (Jeremías 23:6; 33:16; 2 Crónicas 6:6; Ezequiel 48:35) para reflejar la justicia y la gloria del Mesías; Jerusalén sería entonces una ciudad de justicia y fidelidad (Isaías 1:26; 62:2-4; Zacarías 8:3).
El Señor prometió a David que nunca faltaría un heredero suyo en el trono de Israel (2 Samuel 7:1217; 2 Crónicas 7:18). Un descendiente legítimo («renuevo de justicia» RVR60) que traerá renovación
y restauración al pueblo. La sucesión al trono de David se interrumpió con la caída de Jerusalén en el año 587 a.C. El cumplimiento efectivo de la promesa se realizaría a través de un mesías del linaje de David, un rey permanente sobre el pueblo de Dios. Israel siguió esperando un rey que hiciese visible en la tierra el gobierno del Señor. Israel esperaba que llegase un rey que manifestara las virtudes de la bondad y la fidelidad del Dios que hace posible el cumplimiento de la promesa. De la práctica política concreta surgió en el pueblo la esperanza de la llegada del mesías. Es decir, un agente humano histórico de la casa de David que sería ungido, comisionado y dotado de poder para llevar a cabo lo propio de la monarquía davídica en el futuro: establecer la justicia y el derecho de Dios en la tierra. Esto impartiría seguridad al pueblo y les mantendría a salvo. El nombre con el que llamarán a Jerusalén: «El Señor es nuestra victoria» («Jehová, justicia nuestra» RVR60), está vinculado al propósito de la profecía, esto es, al consuelo para el pueblo de la alianza, que enfrentó la destrucción de sus murallas y del Templo. Y, a través del cumplimiento de la promesa, disfrutarían de la renovación y la restauración que les traería el mesías prometido del linaje de David.
Siguiendo a Walter Brueggemann aprendemos con este texto bíblico: que Dios es fiel a su promesa; la esperanza del mesías es una esperanza basada en la capacidad de Dios de ser plenamente fiel a su propia promesa. Tanto así, que el mesías es un agente humano que viene a realizar una tarea que va a traer esperanza en el mundo. Esto, porque Dios quiere algo bueno y justo para la tierra. Por lo que se espera que el mesías ejerza un poder y una influencia en la vida pública, a fin de transformar y restaurar la comunidad de la alianza. Así, el mesianismo, de acuerdo con el testimonio del Antiguo Testamento, está cargado con justicia y rectitud, con la restauración en el mundo real de prácticas comunitarias que promuevan la vida y la paz del pueblo. Así vemos que la práctica del poder para la restauración de la comunidad se encomienda a los descendientes de esta familia humana particular: los herederos de David.
Desde una perspectiva cristiana estas promesas se cumplieron en Jesucristo (Isaías 11:1, 10; Apocalipsis 5:5; 22:16; Amós 9:11; Hechos 15:16-17). Todo el pensamiento bíblico gira alrededor de esta interpretación y coincide en su cumplimiento (Jeremías 30:9; Salmo 89:3-5; Isaías 9:5-6; Ezequiel 34:23-24; Lucas 1:32-33; Hechos 2:29-32). Es en esta época de Adviento cuando nos preparamos para celebrar la llegada de Cristo al mundo en su nacimiento (Mateo 1:18-25; Lucas 2:17), y a su vez anticipamos su regreso en la victoria final (1 Tesalonicenses 4:13-5:11; Hechos 1:611). ¡El Señor es nuestra victoria!
Víctor Lapuente nos dice que: «La esperanza nos conecta al futuro: nos da una luz, tenue pero preciosa, que alumbra el oscuro camino que tenemos delante». Esto es importante, porque nuestra vulnerabilidad humana enseña que no estamos exentos de la crisis ni la adversidad. Es un reto que enfrentamos día a día desde el momento en que comenzamos a disfrutar de ese regalo de Dios que llamamos vida. Y nos preguntamos cómo puede nacer la esperanza de eso que es parte nuestra: la vulnerabilidad. Aquí es cuando decidimos si asumimos una actitud derrotista frente a la crisis y la adversidad o miramos hacia delante, al futuro y lo vemos lleno de posibilidades. El pueblo de Israel se agarró de la promesa mesiánica para afirmar sus pies y su mirada en la esperanza de la posibilidad de un mundo mucho mejor. La esperanza nace porque hay un camino que recorrer; porque hay una meta que alcanzar; porque la adversidad es un trampolín que nos debe empujar a la esperanza. ¿Cuál es la fuente de nuestras fuerzas para continuar el camino? Nuestras fuerzas vienen del Señor (Filipenses 4:13). ¿Cuál es la fuente de nuestra paz en medio de la adversidad? Cristo es nuestra paz (Efesios 2:14). ¿Qué nos enseñan las Escrituras? Que es posible la esperanza (Romanos 15:4).
Inicia esta época de Adviento y celebra la Navidad abrazado a esa palabra de bendición: «esperanza». Virtud teologal, humana y activa. Tenemos esperanza, porque en Jesucristo se hizo posible el
cumplimiento de la promesa que Dios le hizo a la humanidad. Rodéate de personas que sus vidas son un testimonio vivo de la esperanza; la esperanza se fortalece cuando disfrutamos de la compañía y el apoyo de otros. Toma en cuenta las promesas de Dios que te ayudan a manejar la incertidumbre y a afirmar la esperanza. Ten presente que el Dios de la esperanza está aferrado a nosotros. Es la esperanza loque nos sostiene en medio de la crisis y la adversidad. Y no olvides que nuestra esperanza está viva, porque el Cristo crucificado y resucitado está vivo. ¡A Dios sea la gloria!
Referencias
Brueggemann, Walter (2007). Teología del Antiguo Testamento. Salamanca: Ediciones Sígueme. Camps, Victoria (2019). Virtudes públicas. Barcelona: Editorial Arpa. Goñi, Carlos (2022). Virtudes mínimas para alcanzar la felicidad. Barcelona: Editorial Arpa. Keil, C.F. y F.J. Delitzsch (2017). Jeremías y Lamentaciones. Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento. España: Editorial Clie. Padilla, C. René, Milton Acosta y Rosalee Velloso (eds.). (2019). Comentario bíblico contemporáneo. Buenos Aires: Certeza Unida. Torralba, Francesc (2020). Vivir lo esencial. Barcelona: Editorial Plataforma. Van Pelt, Miles V. (ed.) (2021). Mensaje y teología del Antiguo Testamento. Salem Oregón: Publicaciones Kerigma.