4 minute read

Humildad, esperanza y alegría Prof. Marcos M. Márquez Pagán

11 de diciembre de 2022 Tercer Domingo de Adviento

Título: Humildad, esperanza y alegría

Advertisement

Prof. Marcos Manuel Márquez Pagán Director Oficina de Capellanía, Academia Ponce Interamericana Católico, Rito romano

Isaías 12, 2-6 Biblia de Jerusalén Latinoamericana

¡Vean cómo es él, el Dios que me salva! En él confío y no tengo más miedo, pues Yavé es mi fuerza y mi canción, él ha sido mi salvación. Y ustedes sacarán agua con alegría de las vertientes de la salvación. Ustedes dirán ese día: ¡Denle las gracias a Yavé, vitoreen su Nombre! Publiquen entre los pueblos sus hazañas, celébrenlo, pues su Nombre es sublime. ¡Canten a Yavé, pues hizo maravillas que ahora son famosas en toda la tierra!

Cercanos a las fiestas de la Navidad, meditamos en este pequeño salmo que nos ofrece el libro del profeta Isaías. Dentro del contexto de las profecías sobre el Mesías prometido, el Emmanuel, Dios con nosotros, Isaías nos presenta un cántico de alabanza y acción de gracias. Aunque no es posible dar una fecha específica a este cántico, ciertamente podemos situarlo en los tiempos del rey Ajaz (764 a.C. – 727 a.C.), descendiente de David al cual el profeta Isaías ofrece la esperanza de que, en tiempos inciertos, donde los peligros de guerra eran inminentes, Dios permanece fiel a su amor y a su misericordia. La confianza en Dios que se presenta en este cántico es tanta que no escatima en afirmar que las generaciones futuras continuarán dando gracias a Dios por su intervención en la historia, por mostrar su gran amor a sus fieles. Y no queda contento con eso, sino que invita a publicar entre los demás pueblos, entre las otras naciones, que el Dios de Israel, el único Dios, es sublime y debe ser celebrado por todos.

Aunque los acontecimientos del pueblo de Israel no siempre fueron favorables, ya sea por sus malas decisiones, por su soberbia, por no permanecer fieles a la voluntad de Dios, el profeta tiene una palabra de esperanza que debe resonar en nuestros corazones hoy. En la vida diaria nosotros también hemos tomado decisiones precipitadas, sin pedir la ayuda del Espíritu Santo. Hemos sido soberbios, pensando que podemos resolverlo todo por nosotros mismos. Incluso, teniendo el tiempo y la oportunidad de orar delante de Dios, hemos preferido tomar las cosas en nuestras manos sin contar con Dios. Por eso, es importante recordar las bendiciones que hemos recibido de Dios en nuestra historia personal. Reconocer el auxilio de Dios en nuestras vidas debe llevarnos a orar con humildad y saber que estamos en pie gracias a su misericordia. Dios se inclina a nosotros, se acerca a nosotros, solo debemos estar disponibles a su voluntad. Como dice el mismo Jesús en el evangelio según san Mateo: “¿Quién de ustedes, por más que se preocupe, puede añadir algo a su estatura?” (6,27). Nuestras fuerzas o preocupaciones no adelantarán nada, si no es por su gracia.

Un corazón humilde es un corazón agradecido. Por eso el soberbio, el que pretende saber más que los demás, el que no escucha consejos acertados, simplemente no tendrá la capacidad de agradecer al Señor todo el bien que le ha hecho. Hoy el Señor nos invita reflexionar con humildad, agradecimiento y alegría los misterios de su nacimiento en Belén. En lo más humilde que podamos imaginar, en la pobreza de un pesebre, en una familia pequeña marginada, se manifiesta la grandeza de Dios, el motivo de alegría y acción de gracias más grande de la historia. No despreciemos esos pequeños

momentos en familia, o incluso los acontecimientos que no son tan agradables a nuestra comodidad. En esas cosas tan cotidianas, tan normales, podemos encontrar la obra de Dios si lo miramos con ojos de fe. Ver con ojos de fe mueve el corazón a dar un sentido de esperanza a nuestra vida para amar según el corazón de Dios. Y Dios nos ha amado hasta el extremo (Jn 13,1), hasta lo máximo, pero en la humildad de un bebé pobre, en una familia trabajadora. Sea esto motivo de alegría, ya que esta realidad de familia trabajadora es la que experimentamos también nosotros, y en medio de nosotros renace la alegría por el nacimiento de Jesús; nacimiento que cambió el rumbo de la historia. Así nos unimos al profeta cuando dice: “¡Canten a Yavé, pues hizo maravillas que ahora son famosas en toda la tierra!”.

Oramos juntos con la oración propuesta para la liturgia de este domingo: Estás viendo, Señor, cómo tu pueblo espera con fe la fiesta del nacimiento de tu Hijo; concédenos llegar a la Navidad, fiesta de gozo y de salvación, y poder celebrarla con alegría desbordante. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

This article is from: