Reflexiones para la Cuaresma y la Semana Santa 2022- Domingo de Resurrección

Page 1

Afortunados los que creen sin haber visto Rvdo. Norberto Domínguez Rodríguez Vicepresidente de Asuntos Religiosos “La resurrección es el evento que marca la historia de la salvación por toda la humanidad” Horacio Bushnell


Los pasajes bíblicos que nos preparan para la conmemoración del domingo glorioso de la resurrección de nuestro Señor y Salvador Jesucristo están impregnados con motivos e imágenes de celebración a la vida. No es para menos, ya que bien como lo declara elocuentemente F. E. Marsh: “La resurrección de Cristo es el corazón del cristianismo, lo que lo hace pulsar con la vida de Dios. Es la piedra del ángulo para el arco de la verdad, que mantiene unida toda la fe del Evangelio. Es el fundamento de la Iglesia. Es el motivo principal de la actividad cristiana. Es el eslabón que une a todos los creyentes”. La primera lectura proviene del Salmo 118:1-2,16-23 que dice: 1 Den gracias al SEÑOR, porque él es bueno; su fiel amor es para siempre.2 Que diga Israel: «Su fiel amor es para siempre».16 El SEÑOR levanta su mano en señal de victoria; la mano del SEÑOR ejerce el poder.17 No moriré, pues viviré para contar lo que ha hecho el SEÑOR.22 La piedra que los constructores rechazaron se convirtió en la piedra principal.23 Esto es obra del SEÑOR, y quedamos maravillados. Este hermoso salmo es conocido como uno de los principales salmos mesiánicos, algunos eruditos creen que el mismo haya sido utilizado como el último himno que cantaron Jesús y los apóstoles la noche durante su última cena antes de ser crucificado. Según la tradición judía, después después de beber la cuarta copa, se cantaba la segunda parte del hallel, los Salmos 115 al 118, para así terminar la comida. "Y cuando hubieron cantado el himno [la segunda parte del hallel], salieron al monte de los Olivos" (Mateo 26:30; Marcos 14:26). El Salmo 118 contiene la expresión de confianza del Mesías durante su sufrimiento y su gozo cuando Dios lo libera. 43 Todos los profetas dan testimonio de que esto es verdad: al que crea en Jesús se le perdonarán sus pecados por medio de su nombre.


Como comunidad de fe del Cristo Resucitado, somos llamados a vivir bajo su gracia en una entrega fiel al servicio de sus propósitos. Somos agradecidos por la obra redentora y santificadora que Dios continúa realizando en nuestra vida. No nos cansamos de compartir que Cristo vive, se levantó de la tumba para que pudiera proclamar la victoria y la salvación a todas las naciones. Esperamos su segunda venida, mientras tanto, como fieles creyentes continuamos proclamando la salvación mientras el día dure (Juan 9:4). La salvación que Cristo experimentó no fue el perdón de pecados, sino la libertad de la muerte y de la culpa de nuestros pecados. Cristo sigue siendo el fundamento, la piedra principal, donde se construye la vida plena y completa de los creyentes. La Iglesia no se puede construir sobre nada distinto de la fe en Cristo. Nosotros podemos ser parte del edificio de Dios sólo mediante nuestra relación con Cristo (1 Cor. 3:9-23). Nadie le puede poner ningún otro cimiento a su fe que la muerte y la resurrección de Cristo proclamada en las Escrituras por los profetas y apóstoles. 1 Corintios 3:9-23

El segundo pasaje de hoy, lo encontramos en Hechos 10:37-43: 34 Entonces Pedro dijo: —Ahora entiendo que de verdad para Dios todos somos iguales. 35 Dios no discrimina a nadie, sino que acepta al que le honre y lleve una vida recta. 36 Dios dio su mensaje a los israelitas y les anunció las buenas noticias de paz por medio de Jesucristo, quien es Señor de todos. 37 Ustedes están al tanto de lo que pasó en Judea con Jesús de Nazaret. Todo comenzó en Galilea después del bautismo que anunciaba Juan. 38 Ustedes saben que a Jesús de Nazaret, Dios lo llenó del Espíritu Santo y de poder. Él fue por todas partes haciendo el bien y sanando a los que vivían oprimidos por el diablo. Lo pudo hacer porque Dios estaba con él. 39 Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén, pero lo mataron, colgándolo en un madero. 40 Sin embargo, Dios lo resucitó de la muerte al tercer día y lo dio a conocer abiertamente. 41 Pero no a todo el pueblo, sino sólo a los testigos que Dios había elegido para que lo vieran. Nosotros somos esos testigos, comimos y bebimos con él, después de que resucitó. 42 Jesús nos ordenó anunciar estas buenas noticias al pueblo judío, y nos envió para que diéramos testimonio de que él es el elegido por Dios para ser Juez de vivos y muertos. 43 Todos los profetas dan testimonio de que esto es verdad: al que crea en Jesús se le perdonarán sus pecados por medio de su nombre.


El mensaje de Pedro en la casa del centurión Cornelio relata la vida y ministerio terrenal de Jesucristo como la buena nueva del Evangelio, inicia desde el bautismo de Jesús declarando como el poder de Dios estuvo sobre Él para sanar a los enfermos y libertar a los oprimidos; esto fue una verdad contundente porque fueron testigos de su muerte en la cruz, pero no quedó en la tumba, resucitó al tercer día conforme lo había prometido, compartieron la mesa luego de haber Cristo resucitado y les encomendó que proclamaran a todo el pueblo que Él era el elegido por Dios, para ser juez de los muertos y los vivos y para que creyeran en Él para el perdón de sus pecados, como bien dieron testimonios los profetas. Pedro nunca fue la misma persona luego de haber sido restaurado y perdonado por el Cristo Resucitado. Su vida y entrega por su Señor lo movió a convertirse en fiel testigo y embajador de la Iglesia primitiva (Juan 21:15-19). De igual forma, nosotros como fieles creyentes de Cristo hemos sido redimidos y perdonados por su gracia lo que implica que la resurrección nos capacita para enfrentar la vida sin temor, sabiendo que tenemos esperanza de una vida eterna, de una resurrección porque Cristo venció la muerte. Dios ha prometido estar con nosotros y que nada nos apartará de Él (Rom. 8.38-39). La Iglesia es el cuerpo de Cristo en el mundo y tiene la encomienda de llevar este mensaje. El tercer pasaje que completa la tríada de mensajes para este domingo de resurrección nos viene del Evangelio, se encuentra en Juan 20: 1-9 (Mt 28:1-10; Mr 16:1-8; Lc 24:1-12). Juan inicia su relato de la resurrección con la experiencia de María llamada Magdalena. Como podremos recordar, esta mujer se atrevió a confiar en la palabra de Jesús y descubrió una nueva vida; viajo con el grupo de los doce, estuvo presente en los momentos más difíciles en la historia de Jesús: fue testigo ocular en el simulacro de juicio de Jesús; escuchó a Poncio Pilato pronunciar la sentencia de muerte y vio a Jesús golpeado y humillado por la multitud; el horror de la crucifixión no pudo disuadirla de permanecer cerca de Jesús, hasta el final para tratar de consolarlo (Mat. 27:56; Mar. 15:40; Juan 19:25); estuvo presente en la tumba donde era sepultado Jesús (Mat. 27:61,28:1-10; Mar,15:47-16:11). Es importante señalar que junto a María la madre de Jacobo y Juan y Salomé, compraron especies para ungir a Jesús (Mar.16:1;Lucas 24:10).


Ahora bien, lo que vio María Magdalena era de suma importancia —la primera evidencia visual de la resurrección (que se verá más de manifiesto en 20:16 en adelante, cuando María Magdalena tiene el encuentro con el Cristo Resucitado). “La piedra había sido quitada de la entrada a la tumba”. Cuando María Magdalena se percata que la piedra ha sido removida, saca conclusiones precipitadas. Su percepción de lo sucedido es que alguien ha entrado y se ha llevado el cuerpo. Pero el mismo Juan quien nos relata lo sucedido, no nos dice si ella entró o incluso miró en la tumba. ¿Sabía realmente que el cuerpo de Jesús no estaba allí? Sin embargo, regresa angustiada corriendo para contarle a Pedro lo que lo que cree que ha sucedido: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto”. Tuvo buena evidencia pero había llegado a una conclusión equivocada. Notamos el tremendo dolor de María por su Señor, no sólo por la muerte sino también la desaparición del cuerpo de Jesús, que no comprendiera que había resucitado. El dolor en ocasiones puede nublar la visión , imposibilitando que veamos las cosas buenas de la vida, y no percatamos en el hecho de que el Señor está presente, que nunca nos abandona (Mt. 28:20b; Heb. 13:5). Ella se afligió como también nosotros nos afligimos cuando perdemos a un ser querido. La separación es dolorosa. En el caso de María Magdalena era casi desesperación, ya que ni ella ni los discípulos se aferraban a la promesa de que el Señor resucitaría. María sufría la agonía de la soledad. Jesús la había liberado de su opresión (Lc. 8:2), le había devuelto su dignidad, y ella anhelaba y necesitaba su presencia. Al igual que la tristeza, el dolor es una reacción natural a la pérdida de alguien o algo significante para nosotros. Pero a diferencia de la tristeza, el dolor no es un sentimiento particular: el dolor puede hacerte sentir triste, enojado, impotente, amargado, ansioso o incluso adormecido. Demasiado dolor puede ser abrumador y puede conducir a la depresión o problemas físicos.


Nos ha tocado vivir tiempos muy difíciles dónde nuestra fe ha sido puesta a prueba. Como bien lo expresara el Dr. Ioan Sauca, Secretario General en funciones del Consejo Mundial de Iglesias: “En gran medida, nosotros sentimos esa misma desesperación hoy en día. Cuando miramos alrededor, solo vemos signos de destrucción y de muerte. El número de víctimas de las injusticias económicas y ecológicas está aumentando en todo el mundo. La pandemia ha ampliado la brecha entre ricos y pobres, entre poderosos y vulnerables. La crueldad de la guerra en Ucrania y otras partes del mundo se está cobrando miles de vidas inocentes, permitiendo todo tipo de atrocidades, destruyendo todo a su paso y multiplicando las oleadas de desplazados y refugiados. La violencia contras las mujeres, los niños, las personas mayores y aquellos que son distintos de nosotros aumenta drásticamente. Al amanecer de cada nuevo día, se tiene la impresión que la angustia, la desolación y la desesperanza imperan en todas partes. Aun así, en medio de tantas tribulaciones y de la honda desesperación de nuestro mundo, la Iglesia sigue anunciando el mensaje de alegría y plena esperanza de la resurrección de Cristo. La voz del ángel que le habló en la tumba a las mujeres que la visitaban es el mismo para el mundo actual y lo seguirá siendo hasta el final de los tiempos. “No teman” (Mt 28:5); “No se asusten” (Mc 16:6), Jesús que fue crucificado ¡ha resucitado! ¡La vida venció y triunfó sobre la muerte! Entonces se fue corriendo a ver a Simón Pedro y al seguidor a quien Jesús quería mucho, y les dijo: —¡Sacaron el cuerpo de Jesús del sepulcro! No sabemos dónde lo pusieron. Pedro y el otro seguidor salieron y fueron al sepulcro (vv. 2-3).Pedro y el otro discípulo al escuchar la noticia salen corriendo presurosos al sepulcro; el discípulo amado es quien llega primero al sepulcro, se bajó a mirar (blepei) … pero no entró en la tumba, probablemente por temor reverente.


Cuando llegó … Pedro, se apuró y entró en el sepulcro, y vio (theorei, “miró atentamente”) los lienzos puestos allí, y el sudario. Debe haberse quedado inquieto dentro del sepulcro. Después de un período de tiempo, Juan entró … y vio (eiden, “percibió”, la tercera palabra gr. traducida como “ver” que aparece en estos vv.) la importancia que tenían los lienzos sueltos, y creyó. Fue Juan quien se dio cuenta de que la ausencia del cuerpo y la posición de los lienzos no se debía a un robo, por lo cual tuvo un atisbo de fe. Juan vio y creyó aun sin ver físicamente al Cristo Resucitado. El relato en los versos 8 y 9 bien podría llegar a sorprendernos, ¿cómo imaginar que dos figuras tan prominentes del círculo cercano de Jesús no comprendiera a cabalidad la Escritura que era necesario que el resucitase de los muertos? (Is.53:10-12; Jon. 1:17) no entendieron lo que había acontecido. Aquí estaba la evidencia de que Jesús había resucitado precisamente como lo había predicho. Sin embargo, ninguno de los dos discípulos se dio cuenta por entero de que estaban siendo testigos del cumplimiento de las Escrituras (Salmos 16:10). Es el mismo Juan que plasma (v. 9) que aun después de un largo período de recibir las enseñanzas de Jesús, los discípulos aún no habían entendido la Escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos. La tumba no estaba abierta para dejar salir el cuerpo de Jesús, sino para que los discípulos y el mundo pudieran ver que resucitó. En cambio, la reacción de estos discípulos la encontramos el verso 10: Los discípulos regresaron a su casa, … ¿En serio? No hubo celebración, ni expresiones de júbilo, por el contrario, perplejidad y dudas, los encontraremos más adelante junto al resto de los discípulos, al atardecer del primer día de la semana reunidos a puertas cerradas por temor a los judíos (20:19


Muy a menudo en nuestras vidas como seguidores de Jesús, actuamos como María y los discípulos vemos, pero no vemos. Decimos que Jesús ha resucitado y que está vivo, pero no lo vemos. Cuando estamos pasando por momentos extremos o difíciles solo vemos el problema o lo que tememos. No vemos a Jesús porque no estamos buscando a Jesús. Cuan a menudo a nosotros nos pasa lo mismo que estos discípulos. Que habiendo recibido por su divino poder el conocimiento de aquel que nos llamó por su propia gloria y excelencia, nos ha concedido todas las cosas que necesitamos para vivir como Dios manda, no logramos ver y entender a cabalidad el proyecto de restauración, redención y renovación del Cristo Resucitado, no solamente para nuestras vidas, sino también para toda la humanidad. Jesús Resucitado puede ser visto en las experiencias de la vida en la cima de la montaña, pero es más probable que veamos a Jesús en los desafíos, fracasos y momentos dolorosos de la vida. Jesús no necesariamente agita una varita mágica y quita el dolor. En cambio, Jesús camina con nosotros, llora con nosotros y nos da la fuerza para dar el próximo paso adelante. ¡Jesús ha resucitado de entre los muertos! ¡Jesús está vivo! Abrimos nuestras vidas y vemos a Jesús porque él es a quien estamos buscando. Jesús está presente en nuestras vidas y en nuestro mundo.! Cristo vive! Él es la respuesta final al sufrimiento y la muerte. El ha muerto por los pecados de todos aquellos que creen en Él, reconciliándolos con Dios, de tal manera que ya no necesitan temer más a la muerte: “Dios […] le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios” (1 Pedro 1:21; 1 Cor.15) La historia no culmina aquí, hay una expresión de victoria que ha sido eco a través de la historia, hoy como ayer tiene resonancia … es expresada por los labios del Cristo Resucitado y proclamada por la Iglesia: ¡La paz sean con ustedes (20:19,21)



Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.