

El gato negro y el gato naranja vivían en la calle, en ciudades distintas. Habían perdido a su familia y estaban solos. Se enfrentaban a peligros como el sol abrasador de agosto o el hambre.


El gato negro fue encontrado por Berta, una chica que vivía sola y ansiaba tener un compañero de vida. El gato naranja fue adoptado por Sara, quien en seguida lo acogió como a un hijo.



El gato negro y el gato naranja iban a todas partes con sus nuevas mamás. Sus mamás eran jóvenes y vivían solas, así que querían otro gatito para que se hicieran compañía.
