Emir era un niño muy listo y juguetón, y en la escuela todos lo conocían por ser el capitán del equipo de fútbol.
Una mañana, mientras se vestía para ir a jugar fútbol, sintió un rico aroma y decidió ir a averiguar qué era. La mamá de Emir estaba cocinando y había salido al jardín a recoger tomates del huerto para poder terminar una receta muy especial.
Emir sintió una gran alegría cuando vio en la olla su comida favorita.
Emocionado, tomó la olla con sus manos para servirse un plato, pero esta estaba muy caliente…
Al sentir que se quemaba, dejó caer la olla al suelo y todo el líquido terminó sobre su pecho y piernas.
—¡Aaayyy, mamá! —gritó Emir, lloraba por el dolor intenso que sentía.
—¡Oh, no! ¡Emir, te has quemado! —exclamó la madre, asustada al ver a su hijo en el suelo, con el pecho y las piernas lastimadas.
—Ay, hijo, ¡seguro que te duele mucho! Vamos al hospital para que los doctores te revisen y te curen. Todo va a estar bien.
