la hormiga castigada

Juan y Sil acababan de comer el pan de mediodía, y las ovejas estaban acostadas debajo de un árbol, descansando a la sombra, porque hacía bastante calor a esa hora.
Juan se tumbó boca abajo en un pequeño campo de hierba verde apoyando la cabeza encima de los brazos, que los tenía cruzados a modo de almohada, y Sil se acostó a su lado.


Juan se fijó en un pequeño hormiguero que había cerca, y se quedó observando las hormigas que iban y venían por un caminito que tenían hecho entre las hierbas, trabajaban sin parar, vio cómo se juntaban hasta tres para arrastrar una hierba que no era grande; siguió a un grupo viendo cómo luchaban con la carga y cómo la iban guiando cuando se enganchaba en algún sitio.

De pronto observó a una hormiga que estaba parada encima de un pequeño palo al lado del hormiguero, y no salía a trabajar.

Juan la estuvo observando mucho tiempo y la hormiga seguía sin moverse de allí. «¿Qué le pasará a esta hormiguita?», se preguntó. Lo comentó con Sil, pero él no le prestó atención, pues tenía un poco de sueño, y siguió dormitando, aunque tenía los ojos abiertos.
A Juan le intrigaba la actitud de esta hormiga y no se le iba de la cabeza. Pensó: «Bueno, supongo que por la tarde se meterá en el hormiguero, estará muy cansada».

A la hora de marcharse con las ovejas por la tarde, Juan se acercó al hormiguero y vio que aquella hormiguita seguía en el mismo sitio, pero como tenía que irse a casa, la dejó, y pensó que cuando volviera por la mañana, vería si aún estaba ahí.

Observando

