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Mujer, guerra e independencia

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Retrato de Inés

Retrato de Inés

La figura de Inés representa el modelo de mujer propia de la sociedad española del siglo XVIII. La película, como ya hemos mencionado, se sitúa en una época de frenéticos cambios dinásticos, políticos y sociales de la historia de España. Las idas y venidas de gobiernos, monarcas y tendencias políticas propiciaron contrastes en el papel de las mujeres españolas. De una década a otra, la figura femenina pasó del recogimiento doméstico, a la participación activa en la guerra de guerrillas contra el invasor francés, para volver al enclaustramiento al regreso de Fernando VII. Estos cambios se reflejan en la obra de Goya, fiel retratista de su tiempo, y se plasman a su vez en el filme. Así, la producción artística del maño supone también una interesante fuente histórica, en la que, sin duda, la película se ha instruido para configurar el personaje de Inés. Encontramos así una correlación entre el desarrollo de la figura de Inés de Bilbatua en “Los fantasmas de Goya” y la evolución de la figura de la mujer en la obra de Francisco de Goya.

Durante los años 1795 y 1808, Francisco de Goya estableció los modelos femeninos que serían ampliamente difundidos entre el público en general y que podemos sintetizar en Las majas.

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Estas figuras femeninas representan a las mujeres del pueblo con actitudes audaces e independientes, cuya vestimenta fue imitada por las damas de la aristocracia. En todos estos retratos, las mujeres lucen elegantes y delicadas mantillas cruzadas sobre el pecho que nos revelan a un Goya fino y observador que no renuncia al detallismo en la representación de la vestimenta, logrando un impresionante nivel de preciosismo a pesar de la ligereza de la pincelada. Esta primera etapa casa con el retrato de Inés que Goya realiza en los primeros minutos de la película. En estas primeras escenas, observamos a un pintor cuidadoso y refinado, preocupado por la belleza y los detalles, propio de estas primeras representaciones femeninas.

En esta misma etapa pictórica, Goya realizaba sus ya nombrados Caprichos, en los que las féminas no pasan desapercibidas para el artista. Un Goya mundano y cercano a los pecados del pueblo, no puede evitar centrarse también en las mujeres de más baja cuna, quienes son retratadas en estos grabados, y que se contraponen a la delicada mujer aristocrática de sus pinturas. En los Caprichos, las mujeres son presentadas como víctimas de una sociedad que las somete a los roles del hogar y las fuerza a casarse con hombres ricos y mayores que ellas. Pero lo que más destaca en la imagen de la mujer que Goya presenta en los Caprichos es la mordacidad de sus críticas. Las mujeres son reducidas a los papeles de prostitutas, coquetas o brujas que encarnan vicios o fantasías. En muchos casos, las mujeres son retratadas como seres caprichosos que utilizan su belleza para atraer a los hombres y llevarlos a la ruina. La figura de la maja en los Caprichos suele asociarse con la prostituta o la mujer coqueta, una imagen de juventud y belleza que se deja seducir o se presta a la seducción aconsejada por una anciana o una celestina.

En esta línea temática nos encontramos a Inés encarcelada y torturada, materia que también era representada en los Caprichos. La mujer victimizada por las injusticias sociales queda reflejada en una Inés abandonada y despojada de privilegios, cuya única arma es su cuerpo desnudo, mancillado por su desgraciada suerte. La figura de la prostituta también aparecerá en el film, con el personaje de Alicia, hija de Inés, quien refleja a esta mujer de baja cuna, que se sirve de su belleza y juventud para atraer a los hombres, siempre custodiada por una vieja alcahueta.

Previo al desarrollo de la Guerra de

Independencia, Goya había constituido modelos femeninos que reflejaban la sociedad decadente del final de siglo XVIII, aún ajena a la Revolución Francesa. Al inicio de la guerra, en esta contienda moderna, surge un factor que nunca antes había sido visto en anteriores conflictos: la presencia de mujeres. Por primera vez en la historia moderna del país, las mujeres participaban en el conflicto, aunque rara vez como cuerpos colectivos autónomos, sino como protagonistas activas junto a los hombres, sin pretender reemplazarlos. Sus motivos para luchar eran los mismos que los de los hombres: defenderse de los invasores que ocupaban sus tierras y arruinaban sus hogares.

Este hecho no pasó desapercibido para Goya, quien desde el principio de la vorágine comenzó a representar a las mujeres desde un punto de vista innovador en los ya nombrados Desastres de la Guerra. Las madres que huían del horror con sus hijos en brazos o las jóvenes que se enfrentaban a la violencia de los soldados no tenían nada que ver con sus damiselas impecables o sus majas retrecheras. Desde el principio, las mujeres fueron víctimas de una violencia ciega que no distinguía de bandos. Este nuevo modelo de figura femenina en la obra de Goya desvela un artista implicado desde el inicio con los desastres de un pueblo que sufría, siendo las mujeres su eslabón más débil. Goya reconocía el valor de las mujeres y su presencia en la lucha, siendo estas protagonistas de escenas que se desarrollaban en espacios imprecisos. Lo importante era que el punto de vista de Goya era absolutamente novedoso cuando se trataba de estos temas, mostrando un cambio de gusto y una nueva forma de abordar el arte y la pintura.

Esta idea quizás no se observe de forma tan evidente en la película, en la que la guerra de guerrillas no es un asunto tan profundamente representado. En el filme, esta etapa histórica no es tratada con partidismo, ni chovinismo, resaltando la importancia del incipiente nacionalismo español, que germinaba en estos años. Más bien muestra una arbitrariedad plena en la representación del invasor frente a los españoles. No obstante, sí se observan ciertos esbozos de empoderamiento femenino, de nuevo, en la figura de Inés. El personaje, ya decrépito y devastado, lucha por encontrar a su hija, el último atisbo de dignidad que puede conservar. Sin embargo, será el liberalismo afrancesado el que parece ofrecerle ayuda en su enmienda, reflejando los ideales del gobierno francés, y no tanto el yugo de su invasión,

como haría Goya.

La vuelta al orden en la política, la sociedad y el gobierno español llega con Fernando VII en 1814. Una demostración de ello son los lienzos que Goya supuestamente hizo durante los últimos años de la ocupación, entre 1810 y 1812: El Tiempo (Las viejas), Majas al balcón y Maja y Celestina al balcón. Aunque hay diversas interpretaciones de estas obras, es evidente que Goya retomó temas ya tratados anteriormente. La meticulosa atención en la indumentaria de las damas contrasta con los fondos vagos, presentando bellas mujeres para la exhibición y sometidas a sus maridos, proxenetas o celestinas tras las rejas de un balcón. La imagen de la vieja coqueta, que ya había aparecido en los Caprichos, retoma la idea de la fugacidad de la belleza y la necesidad de las mujeres de encontrar un lugar antes de que su atractivo desaparezca. La Constitución de 1812 fue derogada, España volvió a su antiguo orden y, al parecer, Goya también. Inés no regresa a su posición original como mujer de la élite aristocrática, pero sí lo hará su hija. En las últimas escenas aparece Alicia asomada al balcón desde el que saluda Fernando VII, recién regresado. Acompañante de un general, la pequeña de Inés parece haber retomado el puesto de su madre

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