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INÉS DE BILBATÚA

La musa ficticia que Forman nos presenta bajo el conocido rostro de Natalie Portman es un intento fallido de mostrar la importancia de la figura femenina en la vida del artista. Además de ser poco verosímil y carecer de un buen desarrollo de personaje, el director no consigue transmitir como veía Goya a la mujer. Alejada de la visión de “salvador” que se adopta en la película, Goya fue un retratista de la realidad de su tiempo, en la que incluyó a la mujer. El artista denunció las situaciones de injusticia a las que las mujeres estaban sometidas, como el matrimonio por conveniencia, la prostitución o los abusos de los que fue testigo. En sus grabados podemos ver a mujeres víctimas de los desastres de la guerra, a prostitutas, o incluso a mujeres toreras. Retrata a nobles y cortesanas, a veces las exalta, pero también enmascara y crítica. Entre su obra pictórica se encuentran las majas, las mujeres más libres y transgresoras del pueblo. Y como no, su esposa, Josefa Bayeu, junto a Zorrilla y otras relaciones que la historia no nos ha terminado de confirmar.

Aunque la forma de acercarse a la figura de Inés no es la más acertada, Forman consigue llevar a la pantalla otro ejemplo de la relación del artista con la mujer de su tiempo. Esto es con María de Parma, esposa de Carlos IV de cuya relación ya hemos hablado pero que cabe mencionar en este apartado. Otro punto a favor de Forman es que refleja los desastres de la guerra en Inés y en su hija, como si el mismo filme fuera uno de los caprichos del artista.

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Se dice que el pintor la conoció en casa de los Pérez de Castro y quedó fascinado con su belleza, pidiendo permiso para retratarla. En aquel momento ella tendría 20 años, y no podemos evitar pensar en la similitud de esta historia con la que se nos presenta en la película. No solo el cuadro posee grandes parecidos con la realidad, sino que la historia de la chica, de belleza encandiladora y una sencillez admirable, también se asemeja a la de Sabasa. En el filme a Inés se la retrata como a una musa, cosa que Sabasa fue en la realidad, pero esta no tuvo, como sí sucede en la producción audiovisual, nada que ver con los Frescos de la Ermita de San Antonio de la Florida (1798). A estos se hace referencia en varias ocasiones junto al acompañamiento de imágenes y declarando que el rostro de Inés sirvió de inspiración para esta versión onírica y fantasmagórica de los frescos tan propia de Goya.

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