3 minute read

Inquisición y caprichos

Next Article
LORENZO

LORENZO

La crueldad y la barbarie han sido una constante en las políticas disciplinadoras de los cuerpos a lo largo de la historia. Azotes, mutilaciones, patíbulos, exposición a vergüenza pública o el encierro; eran técnicas comunes que ejercían el suplicio como correctivo y privaban de la libertad. La pena de prisión como hoy la conocemos no surge hasta que las gentes pasan a ser ciudadanos libres. El castigo con la muerte es sin duda el más cruel. En tiempos de Goya la forma más común de ejecución era la horca. Los culpables morían por ahogamiento estrangulados por la soga. En busca de un castigo menos cruel a la fisionomía en España se impuso el garrote como alternativa. Los primeros avances legislativos para el fin de estos agravios vendrían con las Cortes de Cádiz. Se perseguía la brujería, la blasfemia, la sodomía y otras expresiones de religiosidad. La censura es uno de los principales problemas que afronta Goya con relación a la Inquisición, poco después de la publicación de los grabados los retira por temor a represalias. Se trata de un capítulo de nuestra historia en la que el conservadurismo religioso vuelve a ennegrecer España.

Los Caprichos son una serie de 80 grabados en los que Goya escoge como temática la denuncia de la hipocresía y los malos haceres de la sociedad española del momento mediante un tono satírico, la ridiculización y la estigmatización de prejuicios. Hace uso de la ambigüedad y reivindica el carácter universal de su juicio. En ningún caso habría una sátira personal o individualizada, sino una caricaturización de los pecados y vicios generales. Pese a su intencionalidad universalista, los grabados fueron fácilmente relacionables en ocasiones con personajes concretos de la política o interpretados como una crítica velada a las instituciones de su tiempo. El artista habría introducido una crítica específica a ciertos grupos, pero con un componente crítico porque hacerla evidente le habría supuesto un castigo.

Advertisement

Pese a su explicación de la naturaleza generalista de su crítica, se hizo evidente que uno de los blancos contra los que arremetió fue la Inquisición. Sobre la retirada de la venta de los grabados por miedo al procesamiento del Santa Oficio, son dos los que principalmente se señalan a dicha institución y los más problemáticos, por ende. El primero que realiza este ejercicio de burla es el ejemplar XXIII. Su objetivo es la crítica a la codicia de los inquisidores, para ello plasma a un reo sentado en un banquillo encima de un tablado con sambenito y vestido con coroza. Transmite el arrepentimiento y la vergüenza por su expresión cabizbaja y la posición de su mirada, sus hombros y cabeza inclinados hacia al suelo. A su derecha el secretario lee desde el púlpito la sentencia. En un nivel inferior la estampa está repleta de eclesiástico. Se incluye el lema: “aquellos polbos”. Se trata de la primera parte de un refrán que se completaría con “estos lodos”.

La Inquisición del S.XVIII no tenía la fuerza de siglos anteriores. Tras la Revolución francesa su principal misión era impedir la entrada de contenido de carácter revolucionario en España, así como perseguir el que se produjera dentro de las fronteras. El procedimiento consistía en localizar al autor y obligarle a borrar las láminas del cobre puliéndolas hasta que desapareciera el dibujo por completo. Goya en su búsqueda por proteger los ejemplares se los entrega al rey. Se trata de una clara expresión de la confianza que Goya tenía en que llegarían tiempos mejores en los que sus láminas podrían circular sin censura. Las leyendas incluidas en los grabados tratan de desvirtuar lo que a primera vista puede interpretarse en la obra para intentar eludir la censura. El de la estampa XXIII es: “los autillos son el agostillo, y la diversión de cierta clase gente”. Lo curioso de la estampa es que el lema no se articula como denuncia hacia el reo, sino que se dirige al tribunal, que entiende los castigos como un divertimento público.

La segunda cuya crítica va directamente dirigida a la Inquisición es la XXIV. Presenta a una mujer condenada a azotes. Es acusada de hechicería. Su castigo se basa en montar en un asno, semidesnuda, con todo su torso al aire y con coroza. Avanza rodeada de ministros de la justicia y el pueblo persiguiéndola. El lema en este caso es “no hubo remedio”, y la explicación manuscrita presentada remite a su fealdad y pobreza, lo que da a entender que no hubo remedio de salvarla. La fealdad era una expresión de la brujería para la Inquisición. En muchos de sus grabados Goya expresó su burla hacia las brujas y a los que creen en ellas, también a la superstición. La obra sobrevivió gracias probablemente a la buena relación de Goya con Carlos IV y con Manuel Godoy. Ironiza mediante el lema con lo ridículo de las acusaciones y la crueldad del tribunal, así como la estampa denuncia la degradación que supone el escarnio público.

La relación de Goya con la Inquisición, como bien adelantamos, se vuelve complicada. En 1804 el Tribunal de la Inquisición de Toledo envía una carta al de Madrid, en el que se adjunta un ejemplar de Los Caprichos de Goya y se exige su comparecencia en el Consejo de la Suprema. El requerimiento se realiza “en virtud de delazión”. En septiembre de 1804, cuando el Tribunal de la Inquisición de Toledo remitió el expediente de censura de Los Caprichos al Consejo de la Suprema, era arzobispo el cardenal Luis María de Borbón y Vallabriga, hijo de uno de los protectores de Goya, el infante Luis Antonio de Borbón. Consiguió escapar de las posibles reprimendas por su posición y sus privilegiados contactos.

This article is from: