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b) En Uruguay (§ 131

3 2 8|Una celebridad en el olvido: El P. Manuel de Lacunza y Díaz

aparecido en Francia en nuestra época» (ídem, pág. 275). Ver también TOULEMONT, en: Études religieuses, historiques et littéraires, op. cit., t. II, págs. 552, 573-577, 846, 847, 849, 850; NICOLAS, Conjectures sur les âges de l’Église…, op. cit., 2.ªed., t. II, págs. 6-7, 28-29, 219, 363-373, 540-541; CHAUFFARD, L’Apocalypse et son interprétation historique, op. cit., t. II, págs. 414, 432-434, 451, 453; SCHWERTFEGER, O. Le Monde [París], n.º 92 (3 abril 1867); ROUGEMONT, Frédéric de, Le Chrétien Evangélique [Lausana] (1866), págs. 82-88; LESCOEUR, Le règne temporel de Jésus-Christ…, op. cit., pág. 352. Sobre el abad Moglia, encontramos una noticia necrológica en Le Courrier de Genève, n.º 27 (4 marzo 1869).

«El libro de Job es un resumen de la historia de la iglesia» (MOGLIA, Essai sur le livre de Job…, op. cit., t. II, pág. 342).

«Creemos en relación con este momento futuro lo mismo que creían san Ireneo, san Policarpo, san Justino, Lactancio y los cristianos de los tres primeros siglos. Entendido en este último sentido, nuestra opinión jamás fue condenada» (MOGLIA, Essai sur le livre de Job…, op. cit., t. I, págs. 12-13).

I. En España

120. Desde el año 1790, aparece un extracto de la obra de Lacunza en España. El P. Luengo, que nos dio la información vio una carta procedente de la Corte de Madrid; el autor de esta carta calificaba a Lacunza de visionario, iluso y hereje.

En 1802, según Bestard, un manuscrito conteniendo la obra completa de Lacunza estaba en manos de Don Francisco Gil de Taboada de Lemos, teniente general del ejército real y muerto en 1809.

Las ideas escatológicas del P. Lacunza encuentran una acogida favorable en los ambientes jansenistas de la Península Ibérica.

Se ha citado con frecuencia un pasaje de un comentario sobre el cap. 20 de Apocalipsis, donde Fèlix Torres Amat, obispo de Astorga desde 1830 a 1847, recomendaba la obra de Lacunza a los que estudiaran la Escritura, aunque advierte que puede ser peligrosa para el lector profano.

Irving nos cuenta que Lacunza era leído con avidez en los círculos liberales y revolucionarios de la España de comienzos del siglo XIX.