Pocas semanas después de la proclamación de la Segunda República, José María Álvarez Martín y Taladriz (1883-1940), uno de los magistrados españoles más prestigiosos y cultos de aquel tiempo, fue nombrado magistrado de la recién creada Sala de Justicia Militar del Tribunal Supremo. En 1937 sería designado Presidente de la misma Sala. Al término de la guerra civil, José María Álvarez se exilió en Francia, donde fallecería al año siguiente, con sólo cincuenta y seis años de edad. Horrorizado por el terror desatado en la retaguardia republicana y en la franquista, José María Álvarez desplegó una intensa actividad para tratar de socorrer a numerosas personas que sufrieron persecución política.