




























































Homenaje a Juan Gelman






























Carta Primera



KarmeloC.Iribarren(entrevista)
Isabel Rezmo
Hugo Vargas
Ana Patricia Moya
Ivelisse Machín
Daniela Escobar
Stefania Di Leo Carolina Cárdenas
Karla Ramírez Díaz Jajo Crespo Luis Cuadros Falla
CarolyndaMacdonald
Jacqueline Razo Hernández
Carlos Alberto Carmona Cárdenas
Álvaro Sánchez
Andrea Aviña
NoéJitrik(entrevista)
El cuerpo ha sido el gran protagonista en muchos de nuestros anteriores números. Sin embargo, hemos querido ensayar un camino diferente en esta, nuestra décimo primera edición, y fue por ello que escogimos a Carolynda MacDonald como nuestra artista principal. En sus cuadros se expresa con singular acierto lo que advirtió Sylvia Plath, cuando en una de sus muchas cartas juveniles escribió: <<(...) la grandeza de la naturaleza es, de alguna manera, una cura para el espíritu>>. Es además un inefable orgullo para mí rendir un humilde pero muy sentido homenaje al poeta argentino Juan Gelman, quien fuera una de las principales inspiraciones para fundar Noche Laberinto hace ya una década. Los retratos que nuestros lectores podrán encontrar también en las entrevistas del poeta Karmelo C. Iribarren, y el escritor y crítico literario Noé Jitrik fueron agenciados por uno de nuestros más acérrimos y queridos colaboradores: Germán Gustavo Garzón, quien así mismo tuvo la inmensa amabilidad de invitar al Dr. Alexander Restrepo y a mí a hacer parte del I Congreso Internacional Sentido de la Visión, en el que nos interesamos por la vivencia de la discapacidad visual y sus relaciones con el arte, la cultura, la medicina, la política y la filosofía.
Es necesario indicar, como siempre, la manifiesta alegría que nos produce encontrar amigos en los muchos lectores y artistas que llegan a nuestras páginas. La obra verdadera no se realiza en los pequeños instantes del tiempo en los que se concibe nuestra estética sino en las horas que precedieron este momento. Nuestros lectores encontrarán en nuestras páginas algunos de los más talentosos y reflexivos poetas, narradores y artistas plásticos; así como sus sentires y pensamientos más humanos y honestos. Cada letra, cada trazo, cada línea de esta edición verifica aquella conclusión de Sanín-Cano que reza y dice: <<La belleza es grave, de una gravedad manifiesta e ineludible>>.
Y construí tu rostro. Con adivinaciones del amor, construía tu rostro en los lejanos patios de la infancia. Albañil con vergüenza, yo me oculté del mundo para tallar tu imagen, para darte la voz, para poner dulzura en tu saliva. Cuántas veces temblé apenas si cubierto por la luz del verano mientras te describía por mi sangre. Pura mía, estás hecha de cuántas estaciones y tu gracia desciende como cuántos crepúsculos. Cuántas de mis jornadas inventaron tus manos. Qué infinito de besos contra la soledad hunde tus pasos en el polvo. Yo te oficié, te recité por los caminos, escribí todos tus nombres al fondo de mi sombra, te hice un sitio en mi lecho, te amé, estela invisible, noche a noche. Así fue que cantaron los silencios. Años y años trabajé para hacerte antes de oír un solo sonido de tu alma.
Karmelo C. Iribarren es un destacado poeta español. Nacido en 1959, es dueño de una inconfundible capacidad para implicar coordenadas a los múltiples rostros de la existencia, especialmente aquella que se desenvuelve en lugares urbanos, cotidianos, comunes. Su obra ha sido emparentada a menudo con el realismo sucio y el minimalismo. Una buena parte de su poesía ha sido traducida a idiomas como el euskera, al inglés y el portugués. En 2018 recibió el Premio de los libreros españoles por Mientras me alejo, el Premio Internacional de Poesía de la Ciudad de Melilla por Un lugar difícil y el Primer Premio del Tren Antonio Machado en 2021 por A punto de partir.
N. L. La reciente publicación de su Diario de K. ha sido una grata sorpresa. Patenta en él un extrañamiento cotidiano que no está lejos de ser la materia más orgánica de su poética. Y aunque no se trate de un libro de memorias, la memoria es un prisma desde el que se admira el porvenir y lo pasado.
¿Considera usted que este tipo de escritura es un modo más directo, desnudo de abordar sus preocupaciones poéticas?
K.C.I En el Diario vale todo, o casi: la reflexión de hondo calado y la anécdota irrelevante, la súbita iluminación y el encogimiento de hombros. Todo ello junto va dando forma a una mirada
sobre el mundo, sobre la vida. Algo parecido sucede con mi poesía son las dos caras de lo mismo, en mi caso , solo que aquí la contención y la búsqueda del efecto estético exigen otras servidumbres, por decirlo de alguna manera. N. L. Podríamos decir que las orillas entre las que fluye su poesía son la introspección ante el asombro y el hecho en la experiencia, ¿cree usted que, como decía Yeats, nos estamos alejando de la poesía de la metáfora para concentrarnos en una poesía de la afirmación?
K.C.I. Si Yeats siguiese vivo me citaría, seguro, para reforzar sus palabras. Es evidente que mi poesía está más cerca de la afirmación que de la metáfora (o del símbolo o de cualquier idea de
comunicaciónconlooculto…);unaafirmación, esosí,llenadedudas,degrietas.Peroyohablo demí.Nosémuybienpordóndeandaahorala poesía, si se aleja o se acerca. Siempre se ha movido como un péndulo, de la claridad a la oscuridad y viceversa. Ahora, desde las vanguardias, sobre todo, a cada momento de esaoscilaciónseleponeunnombre,entreotras cosas,porquehaymuchagenteestudiandoeste tipo de cosas. Son temas inasibles, que se prestanalaespeculaciónintelectual,peroquea mísemeescapan,creoqueporqueenelfondo no me creo casi nada y al final el asuntomeaburre. N.L. Ha mencionado usted que al escribir sólo piensa en el poema. Cuando lee, piensa usted enelpoema en síoenlascontingenciasqueel lenguaje transparenta sobre su autor.¿Quéimportanciatieneparael Iribarren lector la figura del escritor o del poeta? K.C.I. Cuando escribo un poema me pongo a favor del poema con todas sus consecuencias. Un poema exige tomar decisiones (a veces “dolorosas”:dejarfueraesto,seguirporahí…). Setratadeabrirvíasenlanadaparallegarano sabemos dónde, la mayoría de las veces. La intuiciónjuegaunpapeldeterminante,perono es fiable al cien por cien. Por otra parte, el poema, en cuanto empieza a tener vida, empieza comportarse a su manera, como si
<<Cuandoescribo un poema, me pongo afavor del poema con todas sus consecuencias>>
fueseporlibre,comosidecidieseélynotú.Hay que tener cuidado con las seducciones que propone,suelensertrampas.Evitalasalidafácil y evita la salida única. O, como poco, échales otra mirada. Como en la vida, más o menos. Comolectormelimitoadisfrutarconcediéndole a este verbo todas las posibilidades, por supuesto). N.L. Su obra, al igual que en la de Onetti, reserva un espacio para la reflexiónsúbita y demoledora. Los paisajes urbanos establecen una condición paradigmáticadelaincertidumbre. En consecuencia, su poesía dialoga con las formas del desamparo y la intriga. ¿De qué manera han cambiado los espacios urbanos desde quecomenzóacuestionarlos?
K.C.I “Me acerco a un mundo/en el que mis recuerdos/novanatenerdóndeocurrir/”… ...Con estos versos termina un poema de “El escenario”, mi último libro, un libro en el que “la condición paradigmática de la incertidumbre”,estádesdeluegomuypresente, como puede deducirse de la lectura de esos versos. Me pregunto si habrá desamparo mayor, literariamente hablando, para alguien que concedió tanta importancia a los espacios urbanos.
N.L. La pandemia nos obligó a encerrarnos. ¿Qué impacto tuvo esto en un hombre que como usted está tan acostumbrado a la errancia, a los cafés y a contemplar los temperamentos de la naturaleza? ¿Cómo ha vivido la reapertura y la reclamada libertad paraseguirdandopaseoscreativos?
K.C.I Elfamosovirusmatabatodoslosdíasa cientosdepersonas.Elasuntoeraserio,trágico.
Frente a esa realidad, el malestar que me generaba el hecho de no poder salir a dar una vuelta por ahí resultaba poco menos que ridículo.
Pero existía claro. Recuerdo que se decía mucho entonces que todos íbamos a salir mejores de esta “catástrofe”, con esa falta de responsabilidadquesuelentenerlosoptimistas aultranza,olosquetienenquelanzarmensajes de ánimo al mundo, no sé si porque les va el sueldoenello,olosquenoleenHistoria.
Yo,laverdad,noveoningúncambioenel comportamiento de la gente. Ningún cambio a mejor,quierodecir.
LOS pájaros sueñan, sueñan con los áticos, sueñan, sueñan ligeros, avanzan fieros, avanzan ciegos.
Los pájaros duermen, duermen, duermen en los nidos.
El cielo no tiene ramas, se queja de la muerte, se queja incauto.
Los pájaros anidan en la sombra, y se llevan el sol cubierto de cera.
Sueñan, sueñan, sueñan con los áticos.
¿Por qué el alma no descansa?
El alma, el alma calla. El alma, se queja, se queja de hastío.
¿Por qué el árbol no habla? Habla, habla al alma y este calla. Igual que el árbol. Igual que los pájaros en sus nidos.
IMPROBABLE peripecia incógnita huérfana de atardeceres
descenso y ocaso lágrima de sal a la intemperie sutil acrobacia en el vacío decrépito sol y luna ajada sórdida carcajada insistente vela llama luz puerta entre tanta espera.
<<La ley de la rutina es el mejor remedio contra la incertidumbre del presente.
Refresca y siento el frío del futuro abrazando mi piel como se abraza un cuerpo antes de abandonarlo para siempre>>.
Ramón Bascuñana
MENOSPRECIAR de un vistazo la nevera
una caja de caldo (de cocido) una lata de cerveza (marca blanca) un blíster de embutido (próximo a caducar) un tupper (con las sobras de la cena) media botella de vino (de reserva) dos (insípidos) yogures desnatados-
el panorama es desolador (las sábanas bajeras arrugadas, mal dobladas, calcetines desparejados que se amontonan en el tambor de la lavadora, amoniaco mezclado con poca agua para desinfectar los lavabos,
lo peor: aún no han ingresado la nómina y hay que pagar luz, / gas y teléfono),
asomarse al balcón, para regar las macetas, predecir el tiempo sin amenaza de lluvia: mañana, bragas y toallas secas , y de mal humor o por la menstruación adelantada un par de días o por no disponer de planes festivos para este sábado , desear a las mascotas de los vecinos que corretean felices por el parque, ajenos a esta melancolía tan bruta que retuerce las entrañas otra vez las molestias de la regla, se supone, o porque es otra noche de reclusión en el pisoresignación, cariño, es nuestro segundo apellido recoger la ropa desperdigada por el suelo de la habitación sólo ropa tuya y acariciar esa puerta y saber que no volverás a verle más.
SI vienes a volver mi sangre loca como un montón de peces en el viento, y si en mis senos duros como rocas vas a esculpir las olas de tu aliento. Si vas a penetrar la sombra adentro para romper los yugos de mi boca. Y si en cada pared de este aposento pondrás el fiel gemido que le toca.
Si te vas morir con cada beso que te deje en los labios como un rezo, mi corazón de aguja que persiste en el extraño oficio de ser triste. Y si vas a vivir aquí en mi sien como un júbilo errante entonces ven.
HAY una ventana roja en el círculo polar donde he aprendido a adherir la energía y los sueños de las cosas.
Su color se esconde en el iris del abismo de mi mano constreñida de mis gestos.
Regalo fraterno donde caben los dibujos de mi espíritu y este deseo de ficción no consumado donde no importa la caída de los muros.
Gracias pues en dos años y dos días (dicen las voces) ya no he tenido esos sueños he atrapado aquellos gritos aquel sudor entre las moscas las hojas se han hecho cementerio indio.
Hay fuego entre las letras desprendidas de mi nombre en los autorretratos y las gráficas para la comprensión del mundo.
He confeccionado un testimonio y sólo queda releer con ternura la bitácora del viaje.
Una mariposa permanece donde he inventado el punto original del universo.
«Creo en un +allá donde se cumplen todos los ideales amistad igualdad fraternidad excepción hecha de la libertad esa no se consigue en ninguna parte somos esclabvos x naturaleza»
Nicanor Parra
TAMBIÉN creo en un más allá, sin esclavitud, en un cielo que existe más allá del viento y del azul. Si digo amistad pienso en las aves, si digo igualdad, pienso en la muerte. Si alguien viola el privilegio de existir tengo un nudo en la garganta. Si digo hermandad me asaltan las dudas, y me pregunto el porqué de las guerrillas urbanas, de la esclavitud, de la lucha armada. Si pienso en un hermano, veo a Dios en su cara... Si pienso en la libertad me siento libre de amar. No importe el color, no importe la raza. Me siento hija del universo, porque el amor me hace falta.
ERAN grito en esa eternidad de ladrillos y polvo. El mismo despertar de hambres, la misma distancia que no] se dice nada
y lamenta los días, cotidianidad impulsada por el sudor en la frente, la garganta seca y los ojos colgados a un horizonte que late] sin conocer camino.
Deambulaban vendiendo murmullos al silencio y la] extrañeza de verse vivos en un mundo de sombras.
¿Quién se compadecía de sus restos que quedaban cada] noche?
¿Quién les decía que no estaban solos?
FORMAS celestes de ansia e ímpetu inauditas, relieves dorados, yemas rizadas, colores tostados y la desesperación de diluir en el pecho tu memoria, de apaciguar el fuego y hacerlo tierra, ondas, luz, beso y risa.
Amor, amor de mí, Amor que derrumba toda arquitectura toda posible edificación de vidas pasadas y planta peras, limones, cedrón deambula en mis bordes, sumerge su totalidad y transmuta en palabras .
Ojos de cristal, amor, amor de mí, Amor que conmueves y apaciguas la lluvia de junio, curas el agua y renuevas el vientre.
Forma celeste, volátil, inaprehensible, que excusa mi ligereza, la pesadez de mi cuerpo, la exime y recibe cada suspiro cada descarga eléctrica, cada búsqueda de mi reconocimiento ante Dios, Me besa.
AVE de origami maltrecho, ¿Qué gestas se baten en tu espalda? ciega de tantas velas, gastada de tantas letras.
Lepidóptera de hojas marchitas, las mariposas le robaron los colores y se quedó con las palabras:
Torpe carga la Poética perdida, miserable carga fragmentos de la Ilíada el último anaquel de Alejandría.
Pájaro de pergamino envejecido, ciego, miserable, torpe, débil y hecho de palabras; no sangra cuando lo arremete el tiempo; se hace polvo, se hace nada.
LA palabra deambula en cuatro patas es un animal herido que entra y sale de mi boca salivando a veces vuelve a mí como rayo o lluvia a veces en silencio anida bajo mi lengua temblorosa y confundida por las mañanas atraviesa el arcoíris con impecable transparencia definiendo mi límite de agua definiendo la imperfección de mi memoria definiendo la arquitectura del tiempo y dentro de su cuerpo cavernoso la hoja en blanco ensangrentada manantial de sangre sobre tus blancas colinas lluvia de astros en mi cúpula de ángel flecha que atraviesa mi voz que atraviesa el sagrado templo de tus huesos la palabra voz pincel que delinea tus labios la palabra voz que hurga en tu paladar de acero la palabra retorcida por la furia de mi lengua
por tu seda roja quebrada lengua extraviada en el desfiladero de tu vientre lengua enrojecida por la lumbre y entre tus piernas la revelación del mundo un enjambre de versos y en tus senos el cosmos desnudando la palabra irracional clavada en el azul de tu pupila y tú bella palabra desnuda
como arena ahogando mi voz llenando el vacío de mis cuencas y tus pies escondidos detrás de la palabra muda y la palabra muda escondiendo la muerte escondiendo el texto mutilado y en el borde exterior el devenir absurdo de la vida como un río profundo lleno de estrellas como un mar lleno de flores como un océano lleno de pedazos de silencio
Carolynda MacDonald es un artista escocesa nacida en Alemania e internacionalmente famosa por su alquimia de aves, pinturas clásicas y paisajes inusitadamente salvajes. La armonía de su arte redunda en la mágica capacidad de su pincel para acercarnos al arte desde una perspectiva en la que habla la naturaleza.
Lo que acontece solo en los sueños
Noé Jitrik fue uno de los más importantes críticos, escritores e historiadores literarios del Siglo XX. Dedicó su vida a la escritura, a la lectura y a la investigación de la historia de la literatura en castellano. Fue galardonado en numerosas ocasiones por sus novelas, cuentos y poemas. Recibió prestigiosas distinciones como el Premio Internacional de Ensayo Pedro Henríquez Ureña (2018), el Premio Konex en la categoría “Teoría Lingüística y Literaria” (2006) y el Premio Xavier Villaurrutia (1981). Fue nombrado Doctor Honoris Causa en diversas universidades y fue nominado recientemente al Premio Nobel de Literatura
N. L. Usted ha cultivado con gran éxito la narrativa y la poesía. Es uno de los críticos literarios más celebrados y un lector prolífico… ¿Cuál es su acercamiento esencial a la escritura? ¿Es la necesidad la que después de todos estos años de carrera literaria lo mueve todavía hacia lo vacío del papel?
N.J. Se trata de necesidad, sí, pero también de encontrar las oportunidades para que el texto fluya. Siempre puede ocurrir algo que determina la escritura: escuchar una plática ajena, hablar con tus estudiantes, una lectura. Y entonces aparece la necesidad. En esas ocasiones, escribir es la respuesta a los hechos. Se piensa, claro, cuál es el origen teórico o estético de una ocurrencia así, pero luego durante la escritura se va encontrando el camino hacia una reflexión del personaje,
su forma de pensar, de sentir. Esto ya debí contarlo muchas veces pero mientras escribía Citas de un día, me di cuenta de que estaba en una encrucijada: un hombre y una mujer se encuentran. Y todo encuentro literario sufre de convenciones. La cama, el amor físico, es una convención ¿y cómo escapar de ella? Bueno, yo me di a replantear un marco teórico que me permitiera abordar las categorías humanas más allá de lo que puede pasar en una cama entre un hombre y una mujer.
¡Después de tantos años!, es curioso, porque a mí me parece que uno siempre está escribiéndose a uno mismo y así queda uno un poco como detenido en el tiempo. A mí me interesa escribir lo que he vivido, mis experiencias. A veces una imagen o un recuerdo. También y muy a
a menudo alguna lectura de otro escritor.
N.L. Pocas personas han desarrollado, con tan loable compromiso, una escritura tan nítida y reflexiva respecto del carácter cultural, social y político de la literatura. ¿Qué decide lo que va a escribir? ¿Obligación o destino?
N.J. Es una rara forma de verlo. El destino, así pareció entenderlo el mundo griego, es una obligación que se cumple mediante muchas circunstancias ineludibles. Pero escribir es otra cosa. Hay cosas que hago desde hace décadas y que a nadie le interesan, pero escribir parece suscitar una graciosa extrañeza entre la gente. Me siento un poco menos pesado en los ensayos que en los poemas, donde cada palabra cuenta por la vida. Además yo me debo a mis ideas, imagínate, estuve en un exilio mexicano durante buenos 13 años cuando la dictadura en Argentina. Ni bien aflojó pude ver más allá y volver a colocar alguna cosa entre el público de México y Argentina. He tenido la fortuna de investigar, pensar y escribir, así que yo no lo llamaría destino sino fortuna.
respecto a la literatura de nuestro continente en los muchos años que lleva estudiándola?
N.J. Yo sé hacia dónde va la pregunta. Onetti, ¿no? Bueno, algo que siempre me llamó mucho la atención es que la crítica habló de los viajes que Onetti hizo entre Uruguay y Argentina pero nunca le confirió la misma importancia a los viajes de Quiroga o de Cortázar. Lo que él se lleva consigo a la Argentina son las imágenes con las que va a crear su mundo y esa forma tan única de ver la realidad y la escritura. También, durante un tiempo, me interesó la forma en la que el imaginario de Roberto Arlt aparecía saturado de las expresiones de su época con una transparencia desvergonzada.
N.L. La fortuna es nuestra, pues a través de la suya se ha llevado a cabo una larga y excelsa investigación sobre la literatura argentina y la literatura en general del Siglo XX. ¿Qué ha llamado más su atención
El tango, la vida del hampa, esas cosas. Para sintetizar y no alargar mucho, creo que me desconcierta un poco todavía el mal endémico que sufren nuestros países. Hay grandes nombres como los de Borges, Huidobro, Mistral, Neruda, Parra, García Márquez. Pero los grandes proveedores de crítica literaria en la actualidad son Francia y Estados Unidos. Grandes publicaciones como El Hermes Criollo que se publicó con buen éxito en Uruguay hasta hace unos años ha venido desapareciendo. Ustedes [Noche Laberinto] han avivado el fuego haciendo entrevistas, traduciendo y compartiendo textos de diferentes lugares del mundo.
Para Paco Urondo Para Julio Gárgano
¿Qué significa un día perdido en el cúmulo de días transcurridos y enterrados?
Te señalé que el amor es una cuestión de pulso del ritmo diferente del pulso en cada mano: mujeres que son hembras, varones que son machos y una aureola de ginebra sobre los dulces canteros.
Nos reímos de nuestros mutuos desvelos observándonos suavemente como si fuéramos cada cual objeto de todos [los incidentes: al fin nos quedamos en el cero inicial de una lengua trabada, impedida y torpe.
¿Serás tan héroe de soportar las recitaciones y las largas concienzudas conferencias?
Tu pueblo es una congregación de ardores, un tumulto de discursos, es una respiración de dos que tienen frío y juegan con sus sexos.
REUNIDOS durante la última cena, los apóstoles le confesaron a Jesús que habían fornicado con varias mujeres a su espalda. Entonces Jesús los felicitó por haber multiplicado la fe. Onírico mandamiento
Entonces Freud dijo: “No soñarás a la madre de tu prójimo”.
La mujer que te gusta se encuentra frente a ti. Imposible de creer pero lo está. Hazle el amor, dice tu dolor, no la desperdicies esta noche; disfrútala a cada instante. La mujer que te gusta te espera en la batalla de fuego, único refugio para tu desdicha. Es tuya, por ahora. Después de todo: la perderás al amanecer cuando la tarifa haya vencido.
La vida es tan corta y miserable como la palabra fin, dijo el lingüista antes de suicidarse.
ESA mañana, después de un desayuno rápido con fruta y café, decidió que era apropiado visitar un mercado de antigüedades para pasar unas horas al aire libre. Anduvo entre puestos de muebles, lámparas, ropa, libros y hasta zapatos; por ratos le pareció percibir un olor rancio a humedad y guardado. Con la mirada recorrió los objetos acomodados sobre viejos libreros, cajas y plásticos blancos tendidos en el suelo. Entonces, su vista se posó sobre unas llaves. Como algo que por primera vez miraba, las levantó en el racimo que formaban, todas juntas unidas por un alambre. Eran llaves de varios tamaños, en color ocre, óxido, plateado, casi todas con la misma pátina de metal viejo. Las miró y las pensó como llaves tristes sin cerradura para abrir puertas y dejar entrar o salir, sin candado para asegurar o proteger.
Pagó por el manojo de llaves lo que le pareció una bicoca, comparado con el kilo de duraznos que compró al camino de regreso a su casa. Al abrir la puerta lo primero que vio sobre la mesita de centro en la pequeña sala fue una bolsa negra y un papel sobre el que leyó: “No me lo tomes a mal, lo he pensado mucho. No estoy lista. Perdóname y te devuelvo las llaves”.
Dentro de la bolsa, encontró un llavero con un par de llaves que abrían la puerta de la entrada y la de la única recámara en esa casa. Sacó un durazno de la bolsa y sin lavarlo lo mordió. Sacó también las llaves devueltas de la argolla que las unía, desató el alambre de aquellas que había comprado, y las ensartó todas juntas dejándolas en una caja metálica que encontró. La caja, la conserva en la misma mesita de centro. A cualquiera que lo visita y dice algo sobre el manojo de metales él lo mira serio, y dice: “Son sólo un montón de llaves”.
<<esas luces dispersas, que mi ignorancia no ha aprendido a nombrar ni a ordenar en constelaciones>>.
El Sur, J.L.BorgesTU nombre es Pablo. Sos pintor. Necesitás repetir las únicas nociones que están claras en tu mente para que no se mezclen con lo anterior. Si no te movés, esos rezagos quizás permanezcan en la superficie y tapen lo demás. Los colores que te rodean son los mismos que están en tu cuadro. El último que te encargaron.
Estás tirado en la playa. La arena rechina entre tus dientes y te produce una sensación que no relacionás con nada que recuerdes. Percibís el sol sobre la tirantez de la piel. La cabeza hacia un lado. Al retirarse el mar queda parte de lo que sos enterrado en la orilla. La humedad dibuja el contorno de tu cuerpo detenido en el lugar, sin motivos para cambiar de posición.
Tenés los ojos cerrados. Algo vibra cerca de tu cabeza, no aparece el impulso para descubrir qué es. En la palma de la mano, cerca de la cara, sentís un cosquilleo. Será un insecto, conjeturás, sin saber a ciencia cierta qué es un insecto. Te resulta inquietante intuir que en la cabeza acarreás un vacío enorme que posiblemente vaya a más.
Lo reconocés. Un zumbido, como el de las abejas aunque no sepas cómo lucen . Viene de tu mano. Abrís los ojos para mirarlo de frente y asestarle el golpe que te libere. Más allá los ves. Te distraen. Están parados y te examinan. Mínimos. Inquisidores. Salidos de tu cuadro, todavía sin terminar. Los niños de la cascada. La cascada del silencio. El silencio que el zumbido no permite recuperar. Lo dejás para después.
La selva te parece impenetrable. No recordás la palabra. Solo la idea. Lo que ves tiene nombre, aunque vos no lo sepas. No tenés noción de tu origen o tu destino. Seguís a los niños. El zumbido penetra ¿por tus oídos? ¿O desde adentro? Parece acompañar el ritmo de tus pies o al revés. Cada paso que das te aleja de la conciencia que alguna vez tuviste. Cada planta que cortás, para dejar el paso libre, desaparece en la fina capa de incertidumbre que deja el murmullo. Tu mano sigue sosteniendo el cosquilleo.
Llegás a una cascada. La sed estuvo a punto de quedarse con lo que se ve de vos. Lo que no se ve, ya no es tuyo. Llegaste sin que te empujaran. Sin cadenas. Llegaste con un zumbido que no sabés cuándo empezó. Está en tu mano. A medida que te movés, te ocupa la mente como hace el humo dentro de una botella. El rumor invade lo que no recordás: los momentos con Diana, los niños, las peleas, incluso la más insignificante. La casa que construyeron juntos, los sueños, los desvelos. Invade hasta los rincones que, plagados de demonios, no fuiste capaz de mostrar ni siquiera a vos mismo .
Después de beber de la cascada, te quedás en silencio. Intentás ignorar lo que pasa a tu alrededor solo con cerrar los ojos. En un mundo sin sonidos el tiempo no pasa. Tu mano sigue sosteniendo el cosquilleo. Buscás el zumbido que desapareció.
El lienzo, la paleta en una mano, el pincel en la otra en la que sostiene el cosquilleo los trazos, la urgencia por plasmar lo que la mente quiere y los dedos no alcanzan a delinear.
El aleteo de un pájaro se escucha fuera de tu mente. Las imágenes se sostienen como el conjuro de un hechicero anónimo. Un hombre en la playa. Desnudo. Recién llegado. Unos niños lo miran. No necesitan articular sonido para decirle que debe llegar a la cascada de la memoria y beber el agua que filtra los pensamientos.
Tu mundo intenta ordenar el caos y vos, en silencio, rogás que un zumbido te salve.
NO podía creerlo. A lo que había llegado. Ella tiene la culpa, desde luego. Lo intenté; por muchos días lo intenté, pero todo tiene un límite. Al menos ella supo que yo lo tenía. Quise que lo supiera, incluso le advertí. No soy de andar amenazando. Le dije lo que pensaba, quise dialogar; ella decidió que era mejor insultarme y cerrar la puerta en mis narices. En verdad creyó que se lo permitiría. Desde luego que llamé a la policía, redacté oficios para el ayuntamiento. Tuve que tolerar a todos esos burócratas y su falta de atención. Es acá, démelo. ¿La ventanilla de control…? Dos pisos arriba. Necios. Sé que nada harían, pero hay que dejar rastros, siempre es mejor. Algunos piensan lo contrario, que las cosas deben hacerse con más sigilo. Lo cierto es que cada acto tiene su propia técnica, su necesaria puesta en escena. Yo decidí que dejaría rastros. Me reuniría con ellos, intentaría convencerlos de hacer justicia. En el ofició que llevé expuse algunos artículos, normas, cité los testimonios de otras personas del vecindario, generé tablas que indicaban las veces que se violaban las reglamentaciones. Nada. ¿Qué otra cosa podía hacer? Era necesario. Yo lo sé, ella debió preverlo. Hoy ya es demasiado tarde. Cuando se dio cuenta yo estaba detrás de ella. Meterme a su casa fue sencillo, y actué con rapidez. Encinté su boca y sus ojos con cinta vinílica gris mientras la empujaba una y otra vez con mi cuerpo sobre la pared. Amarré sus manos por detrás, a la altura de sus nalgas, y sus pies uno sobre otro. La puse de rodillas y atrapé con otro tanto de cinta las ataduras de pies y manos para mantenerla hincada. Luego cogí su cabeza y la encinté a la bocina casera con la que todas las mañanas atormentaba mi vida. Medí muy bien que su oreja quedara a la altura adecuada. Y puse casi al máximo el groove metal de Five Finger Death Punch. Dejé correr las 6 horas de su discografía. La encontraron sorda y casi muerta. El esposo fue quien la halló al volver del trabajo. No hubo duda que había sido yo. La policía tuvo la decencia de no ir por mí. Esperaron que volviera a casa. El tipo me gritaba, y yo no podía quitarme la sonrisa de la cara. Abordé la patrulla sin ofrecer resistencia.
Para Alexis, por la paciencia, las charlas y la escritura
<<¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?>>
NO era la primera vez que pasaba, ya le habían advertido que, en otras ocasiones, las quejas eran las mismas. Abandonaría el lugar cuando estuviera listo, cuando no sintiera esa angustia persiguiéndolo a todas partes, cuando los días no se le hicieran cortos en la espera de la noche y el sólo hecho de dormir no le pareciera una pesadilla. Abandonaría el lugar cuando el sudor no se le congelara en las sienes, cuando el silencio dejara de ser el preludio de sus peores miedos.
Don Cuco era un hombre de escasos 76 años, un poco jorobado, a quien las ojeras se le combinaban con el tiempo bajo los parpados y el cansancio se le notaba en cada paso que daba. Por alguna extraña razón don Cuco llevaba en el trabajo más de lo que dura una administración de Ayuntamiento Municipal, todos en el pueblo suponían que se trataba del típico caso de jubilación que costaría más por la antigüedad acumulada, o que nadie peleaba el puesto que el anciano conocía tan bien.
El horario de trabajo era más o menos aceptable; se abría a las 8:00 y se cerraba a las 6:00, don Cuco cerraba el gran portón con llave justo cuando los últimos rayos de sol todavía le permitían terminar con su rutina y a los visitantes salir apresurados. Para don Cuco la hora era algo sagrado, por ello, le parecía insultante que alguno que otro terco se negara a abandonar el lugar a tiempo; para don Cuco, el cementerio de aquel pequeño pueblo era un santuario y las tardes un ritual que no se debía profanar. A la gente le asusta la muerte, pero bien que les gusta andar de morbosos entre los muertos. Decía cada que un
grupito de chamacos llegaba sospechosamente con mochilas tintineantes o una señora de sevillana negra recorría los pasillos del camposanto con un rosario enredado entre los dedos. Aparte de don Cuco, había unos cuantos trabajadores; los albañiles encargados de escarbar y construir los nichos de los santos difuntos, un par de jardineros que contrataban los familiares más adinerados de aquellos cuerpos para que el pasto y las flores que los cubrían se mantuvieran bonitos y así los remordimientos de los años que tuvieron para aprovechar a sus seres “queridos” quedaran saldados y, por supuesto, los intendentes que conformaban el pequeño grupo de valientes que por mera necesidad realizan el trabajo que a nadie le resulta reconfortante.
¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? Era el cantito que le escuchaban a don Cuco desde temprano y que, por más tiempo que llevaran sumergidos en el trabajo, jamás se habían acostumbrado a aquel sentimiento parecido a un presagio que les helaba la piel, pues era como si el anciano invocara a los nuevos huéspedes. Y es que, en más de una ocasión, la muerte de los difuntos cargaba una historia realmente desconcertante.
Oiga, ¿no cree que es muy temprano para andar con esas cancioncitas? pero la paciencia de la edad le había enseñado a don Cuco que no vale la pena contestar ese tipo de preguntas, que basta con un gesto desenfadado para enfadar más al que ya lo está. Así, se dio media vuelta, tomó una pequeña escobeta y una regadera que, a simple vista, uno podría deducir que compartía cumpleaños con el panteonero. Hizo su recorrido de todas las mañanas, calle por calle, siempre maravillado por el aire fresco y los rayos de sol que cubrían una a una las puntas de las cruces; desde las más pequeñas, hasta las más grandes. Todas alcanzaban una gota de vida. Había memorizado los nombres de todas, tampoco era tan difícil, pues desde su fundación, el cementerio fue dividido por zonas: la de los angelitos, la de los fundadores, la de los ricos, la de los pobres, a perpetuidad… Llegó, entonces, donde se encontraban “Los fundadores” (hasta el fondo), eran las tumbas más antiguas que existían en todo el municipio y, claro, de las que ni los familiares tenían idea, porque el recuerdo de los muertos también se muere con la memoria de quien los guarda.
Decidió parar por un momento. Sin más, se sentó sobre la piedra llena de moho que apenas y dejaba ver el nombre de “Amparo Velazco de Mendoza, fallecida en 1927” y cuya fecha de nacimiento era imposible de notar dadas las condiciones de su lápida. Una más dijo suspirando el anciano. Eran horas las que dedicaba a recorrer tumba por tumba de aquellos cuerpos viejos que tal vez ya no eran más que polvo; otros, ya ni siquiera había necesidad de nombrarlos y lo único que unía a ambos casos era una que otra ocasión cuando el gobierno del pueblo tenía que rascar en lo más profundo de su memoria para encontrar elementos que forjaran su historia ante los demás.
Pero llegaba una hora en particular, por la tarde, cuando una melancolía le apachurraba el corazón y le estremecía las entrañas. Él era el único que se quedaba, tenía las llaves de la puerta para cerrar.
Escuchó unos pasos acompañados de sollozos, ni siquiera hizo el intento por levantar la cara para ver de quién se trataba y advertir que, dentro de poco, el panteón cerraría. La mujer llevaba puesta una falda larga, recta, que apenas y dejaba ver las pantorrillas y los tacones afilados; iba cubierta por una sevillana de encaje negro que hacía juego con su cabello recogido y con la blusa de cuello largo y puños abotonados de donde salían sus dedos esbeltos adornados apenas por un anillo y sosteniendo un rosario. Algo había en aquella mujer que a Don Cuco le estremecía lo suficiente para dejarla pasar pese a la hora.
Comenzó a perderse entre las callejuelas del fondo. El viejo panteonero la perdió de vista en cuanto pensó en voz alta. En diez minutos cierra el cementerio .
Sin darse cuenta, había llegado a lo más profundo del campo santo, para ese momento el ocre cada vez comenzaba a desaparecer y las siluetas de las lápidas resultaban inquietantes aun con toda la cantidad de alcohol ingerida. Desde muy lejos el eco de la voz de Don Cuco se replicaba con la primera campanada de la Iglesia del pueblo ¡Ey, a las seis se cierra la puerta, a las seis se cierra la puerta! hicieron caso omiso, de nuevo, giraron y se toparon con la figura de aquella mujer que gimoteaba entre palabras desconocidas “seguro que al viejo se le olvidó que también estaba ella”, pensaron.
“Sustinuit anima mea in verbo ejus: speravit anima mea in Domino”.
¡DAMAS y caballeros! dijo el ingeniero . ¡Tienen ante ustedes la «Computadora Maestra», el máximo invento del siglo veintiuno! Se hallaba frente a una multitud compuesta por grandes personalidades de Perú.
¿Qué hace realmente? preguntó una congresista.
Esta maravillosa máquina es capaz de responder cualquier pregunta que se le formule.
Solo deben escribirla en el teclado o decirla por el micrófono, de inmediato aparecerá la respuesta en la pantalla.
¡Eso es imposible! infirió el Jefe de las Fuerzas Armadas . Todos sabemos que existen preguntas que no tienen respuesta, ¿qué hará su invento ante tales consultas? ¿Inventar las soluciones?
—Esta maravillosa invención, Estimada Eminencia, nunca engaña. Si la pregunta no tiene respuesta conocida, la Computadora Maestra, que tiene en su interior todos los libros escritos del mundo, deducirá la contestación de manera lógica. Para este fabuloso artefacto, todas las cuestiones del universo tienen solución.
Los presentes quedaron admirados.
—Es usted un genio —dijo el Presidente de la República.
El mérito no es sólo mío, usted lo sabe, Señor Presidente. Sépalo bien el resto, hemos sido un grupo de cincuenta científicos, quienes hemos trabajado en esta maravilla durante diez años consecutivos y hemos invertido millones de soles del erario público. Pido un aplauso para mis colegas.
El público aplaudió.
Y ahora es momento de probar la máquina dijo el ingeniero, las lágrimas de alegría inundaban sus ojos . Para ello hemos seleccionado a uno de los estudiantes más inteligentes del país. Su nombre es Martín Rosas y tiene doce años. Adelántate, muchacho.
El científico mencionó más datos sobre el niño y lo invitó a ubicarse frente a la enorme computadora, la cual medía dos metros de alto por tres de bajo y cuatro metros de grosor. El chiquillo tomó asiento, tenía el teclado ante sus manos, y la pantalla frente a sus ojos. La máquina estaba encendida. Esperaba
que hicieran uso de ella como una amistad ansiosa por jugar. A Martín le sudaba un poco las manos, por ello prefirió usar el micrófono. Formula tu primera pregunta, chico. No le llevo más de cinco segundos hacer el cuestionamiento, el niño lo llevaba en la mente desde hacía mucho. Con voz clara dijo: —¿Cuál es la razón de la existencia del hombre? El público quedó anonadado ante tan exigente pregunta, pero dicha turbación duró pocos segundos pues, tras oírse la joven voz humana, todos prorrumpieron en aplausos. El artefacto tardó en responder, esto puso en tensión a su creador, quien se adelantó unos pasos para ver qué ocurría; acto seguido una luz brilló en la pantalla y la respuesta, en letras azules y grandes, fue visible: No hay razón.
Ninguno de los asistentes dijo palabra. El científico estaba petrificado, la pregunta, de seguro, había sido válida, oportuna, inocente, pero la respuesta dada por la Computadora Maestra estaba muy cercana al insulto. El sujeto pensó que era prudente hacer algo al respecto. No podía retroceder el tiempo, sin embargo podía opacar tal escena con una segunda pregunta. El chiquillo se estaba poniendo de pie para retirarse cuando el ingeniero le dijo que se sentara y realizara una segunda y última pregunta. El muchacho le respondió que no había problema y se aprestó a hacer el nuevo cuestionamiento. En ese instante las personas murmuraban, algunos abandonaban el amplio salón de ceremonias del Instituto Tecnológico Peruano. La mayoría, empero, escuchó las jóvenes palabras:
Si el hombre no tiene razón de existir… y si fuel el hombre quien te construyó para responder preguntas… si… —¡No des vueltas, mocoso! ¡Formula la pregunta de una vez! ¿Cuál es la razón de que respondas las preguntas humanas? Otra vez un silencio absoluto, y se prolongó muchos segundos esta vez. Un minuto. Un minuto y medio. El científico sudaba, temblaba. El niño se puso de pie y se alejó del armatoste con rapidez. Treinta segundos más. Una luz se prendió en la pantalla, la respuesta apareció:
—No hay razón.
Unos segundos después la máquina estallaba en pedazos.
LLEGO a la estación y al primero que veo es al Quesito. El ruco me trae ganas desde hace unos años, pero nunca se le ha hecho. Me mira con esa lujuria desbocada que le moja las manos y le provoca una erección. Se relame con su lengua blanquecina y me dispara unos piropos sucios. Yo nada más me río de él y le contesto que ya está viejo y que le dará un infarto apenas me quite las bragas. El cabrón se pone más duro que estaca y se toca el miembro para zangolotearlo por dentro del pantalón. —Todo esto puede ser tuyo, Alemán— me grita y todos los presentes revientan a carcajadas. Me conocen más por mi apellido que por mi nombre. Te va a tumbar los dientes, Quesito, ya ni la rayes porque es fósforo le contesta el Iguana y me mira con gesto coqueto. Yo nada más echo un chiflido y sigo mi paso.
El Mayqui se acerca a mí mientras reviso la hoja de turnos de la semana. Dicen que hoy nos toca barrido, Alemán. Buena tunda para los pollitos ¿no crees?
. Lo volteo a ver y le trueno la boca. Él tiene que mirar hacia abajo para sonreírme con sus dientes chuecos. Luego agrega Que no se te olvide pagarle al armero por un chaleco que sí tenga placas . Se va de allí mientras yo reviso si traigo el billullo.
Me hago fantasma por un buen rato. Me sumo a la bola de compinches que entran y salen de la estación. Hago algunas bromas sobre los nuevos que cada vez parecen más chamacos. —La necesidad está canija. Si no fuera porque no hay chamba fuera, te juro por mi vida que no estaría acá dice la Bicha. Al fin me llama el Boss y todo el grupito se dispersa para comenzar con sus actividades. Llegan los nuevos y como si fuera un museo les dan un tour por las instalaciones. Mi comandante les indica que no hay por qué tener miedo si siguen las órdenes al pie de la letra, los novatillos lo miran con atención. Yo les doy un mes o menos, sobre todo a los más enclenques y desnutridos.
El Boss me dice lo que ya esperaba: Hoy toca barrido, Alemán, a las 2300 horas. Quiero que tome a cuatro y cuatro de los nóveles y que se lleve a otros ocho de los que ya echaron raíces. Esta vez pidieron seis en caja, asegúrese de no traer menos de tres. Y Alemán, enséñeles con el ejemplo .
Escojo a los que tienen cara puberta. Les informo los pormenores sin entrar en detalles, para no espantarlos. El Quesito me consigue a los siete veteranos y de paso me intenta agarrar las nalgas. Yo le meto un golpe en los bajos para que se esté quieto porque una cosa es entrarle al juego y otra muy distinta es humillarme frente a la escuadra. Entiende la directa y me pide perdón como es debido.
Ya cerca de la hora designada, le pido a nuestro armero que le explique a los nuevos el reglamento interno. Se congregan alrededor de la ventanilla —A ver, pongan mucha atención porque yo no repito las cosas, el que la cachó la cachó porque está pilas: pistola reglamentaria, como ya saben, Beretta semiautomática. Chaleco antibalas de uso en campo, este mero el armero saca el uniforme que se porta en las calles. Añade: Pero aquí todo tiene un precio, muchachos, y el precio es de quince pesos por chaleco con placas y de veinte pesos por pistola con carga completa y con el gato aceitado. Ustedes sabrán qué tanto aprecian sus vidas, porque no nos dan equipo nuevo más que cuando sube un fufurufo del gobierno y quiere quedar bien. Por esta ocasión, se las perdono y se llevan el equipo sin cargo, pero que no se les olvide su varito pa’ la próxima, eso si quieren irse tapados para el frío . Le pago al armero y doy la orden para trepar a las camionetas. Nos vamos.
Ya en camino le explico a los nóveles lo que haremos. Cuando termino de darles las instrucciones, varios de ellos se miran entre sí o se ponen blancos. El patrulla apaga la sirena porque estamos a punto. Nos quedamos a tres calles de la vía del tren. Les pido cargar sus pistolas y ponerse bien orejas. ¡Acuérdense, cabrones, ocho muertos, no menos! Y no se me pongan muñecas, intenten llevarse a puro hombre, pero si se les atraviesa una vieja como yo, pues ni modo. Y una última cosa: ¡No malgasten balas, dos plomazos máximo!— les grito. Me persigno y le indico al Cienfuegos que dé la alarma. Vamos en fila y nos colocamos a cada lado de unos vagones de tren que están allí desde hace una semana. ¡A ver, culeros, ahora sí ya se los cargó la chingada, tienen hasta tres para tomar sus cosas e irse corriendo por donde quieran!, UNO—. Una de las nuevas se pone a temblar y se escuchan sus rezos. DOS corea el Cienfuegos y como si diéramos con un nido, salen corriendo los primeros indigentes, drogadictos, inmigrantes y cuanta porquería uno imagina sólo en las películas. Antes de que cuente tres yo le apunto a un anciano que deja caer
su morralito cuando jalo el gatillo y le atravieso la cabeza. ¡TRES! acaba de decir el Cienfuegos y las pistolas escupen plomo.
Dos novatos se quedan congelados ante la cacería y yo los tomo del cuello para aventarlos hacia atrás. Una de las nuevas se pone a chillar mientras le dispara a la noche. Otro de los aprendices le clarea el pecho a una sombra que se queja del dolor. Los más veteranos observan, fuman, mastican sus chicles. Segundos más tarde, sólo se oyen los ladridos de los perros. ¡Gokú, cuenta las bajas! , le pido a uno de mis hombres. En total, cinco caídos. Mi equipo está íntegro. Les pido cargar a los difuntos. Nos trepamos a las camionetas. El Quesito me manda un beso y yo le enseño el dedo medio. Ya en la base los champions siguen en shock. Les pido que bajen a los muertos y busquen si tienen identificaciones. El Boss me marca y me pregunta por los detalles. Sin novedad en el barrido, jefe, llegamos, besamos el santo y ya estamos en casa . Me felicita. Le agradezco. Cuelgo el teléfono.
A mí me da hambre y me retiro de la escena no sin antes decirle a todos que hicieron un excelente trabajo. Le mando un beso al Quesito y este ya nada más me sonríe cuando me alejo.
NO hay nada peor para la salud de una persona que esperar el colectivo en la estación de Moreno. La combinación de aburrimiento, stress, ansiedad, cansancio, es casi insoportable, y cuando debería ser reemplazada por tranquilidad al ver las unidades listas para salir, es multiplicada en vez por su inmovilidad y la de los empleados que no empezaron su turno, o no quieren empezar su turno. Vagos.
La espera, Dios mío, la espera del 203 mata a cualquiera, entristece al más exitoso, lo deja hueco y sin vida. Ves esos ojos ausentes en cada persona que aun en compañía, conversando inútilmente, no pueden fingir presencia. Pero solo es aún peor. Cuando es de noche y aunque haya gente… Bueno, la gente es parte del problema. Las filas que empiezan de dos o hasta tres direcciones distintas, las personas se ponen al lado tuyo en vez de atrás tuyo y… Sabés que no va a pasar nada pero siempre está la sensación de que podría pasar algo. A nadie le engaña la infraestructura, no estamos en Europa.
“Disculpen, si no es mucha molestia…” recorre de un lado para el otro la fila, las tres filas, y no está teniendo mucho éxito. Miro para otro lado. Siento sus ojos en mí por unos segundos y luego un “gracias”… “Gracias” es el único sarcasmo que ellos van a utilizar, el único que pueden, al menos. El tipo de enfrente de mí dobla su cabeza para mirarme, niega levemente, desaprobando ¿desaprobando qué, a ver? Miro para todos lados y encuentro un chico sentado en el suelo con una remera manchada. Tendría unos cinco, seis años. Morochito pero lindo. El moco seco corriendo por su nariz, más sucio que sus manitos no vuelve apetitoso a mi vista el pancho que se está comiendo.
¿Estás solo, nene? pregunté
El pibe no contestó, apenas me mira de reojo levantando la cabeza a la altura de la corbata. Ya estoy seleccionando mis monedas cuando lo escucho sollozar y me parte, realmente me parte. Quiero aproximarme más pero ese olor… Le acerco un billete de diez pesos, firme, por suerte ¿total, qué son diez pesos? Estirando el brazo lo más que puedo para que lo tome en su lugar me agarra por el codo tan velozmente que no puedo
Él solo se queda quieto con la boca abierta, como si tuviera la voluntad de usar palabras pero no la técnica. Saco todas mis monedas y las desperdigo por el suelo; selecciono una, la más grande, y la tiro al aire mientras agarro la que tengo más cerca. Sus ojos brillan siguiendo la moneda girar. Lo dejo jugar solo un poco mientras volteo hacia adelante con una sonrisa. Vale la pena aguantarlo un poco en este momento. Cuando miro nuevamente hay menos monedas, no las conté antes pero sé que hay menos. Sigue valiendo la pena, aunque ese rostro parezca más reprobatorio que antes. Ahora juega con el maletín, trata de abrirlo. Le digo no, nene, con eso no se juega. Capaz podés conseguir uno cuando seas más grande.
Cuando finalmente llega el colectivo lo único que evita que lo escupa, abolle o directamente le grite al chofer por la falta de respeto que es hacer esperar tanto a laburantes como yo es la posibilidad de que haga que me baje. Sueño a veces con comprarme un auto y venir acá solo para ver todavía a la gente esperando, las mismas tres filas; a pesar de todos los inconvenientes que eso me traería lo terminaré haciendo, aunque tenga que pagarlo en cuotas por los próximos diez años. Pero no, nunca volveré. En cuanto utilice esas llaves por primera vez, el ruido de ese gatito que ronronea va a borrar todos estos momentos de mi cabeza, los va a volver solo una anécdota de superación para mis chicos, de que uno si quiere puede, solo se debe tener voluntad y trabajo duro.
Miro para abajo por última vez al chico y escucho unos sonidos guturales, casi gritos, que parecen un lenguaje aparte, a los que él reacciona instintivamente, haciéndolo correr y dejar en su lugar un pedazo de cartón manchado de mayonesa, con pequeñas migajas de papas pay adosadas a él. No pude llegar a despedirme, ya el colectivero me estaba apurando. Ah, ahora sí ¿verdad?
Mientras subo pienso en lo bien que se siente ayudar al prójimo, te llena el alma, porque cuando das es lo mismo que recibir y… ¿dónde está mi billetera? ¡Negro de mierda! La concha de su hermana, hijo de mil puta.
Le podría haber comprado otro pancho yo ¿para qué tenía que hacerlo por izquierda? Si ya nos estábamos haciendo amigos, pendejo del orto. Pienso en bajar pero no tiene sentido, ya la cantidad de gente es demasiada, esto se va a llenar y lo único que voy a lograr es viajar parado en el mejor de los casos, esperar otra hora más en el peor. Garantía de muerte para alguien.
Dale, pasá
Más vale que voy a pasar. Me siento, me contengo con todas mis energías para no golpear uno de los asientos y me quedo absorto tratando de encontrar el instante en que lo hizo, recorriendo en mi mente distintos escenarios donde podría despedazarlo como se lo merece o chocarlo con el auto y así lentamente calmarme mientras, sin posibilidad de que una persona más quepa aquí, el colectivo arranca.
Y así es como esto va a funcionar: Por un tiempo los voy a esquivar por la calle, ignorar todos sus pedidos, los miraré con desprecio con la seguridad total de que son todos iguales. Preferiré tirar las cosas antes que regalarlas hasta que, poco a poco, yo me conozco, soy un flojito, vuelva a darles mis monedas cuando ya me pesan mucho o comprarles cosas, ¡pero siempre peleándoles el precio porque no se la van a llevar de arriba estos hijos de puta!, no van a… Ah, estaba en el otro bolsillo. No dije nada. Mala mía.
El viaje a casa es corto, por suerte.
ERA el inicio del periodo Edo (1603 1868), un verano apacible y cálido; la gran victoria del shogun Tokugawa había traído un atisbo de paz a la población. Siempre y cuando no te encontraras con las escaramuzas que todavía surgían del firme deseo del shogun para acabar con todos sus enemigos para finalmente tener el dominio consumado sobre las islas de Japón.
Okuni acomodó su hakama para subir al caballo, dio una fría mirada al lugar, notó que su padre no se encontraba entre el comité de despedida, pero no le importó, simplemente partió del Gran Santuario de Izumo. Si su plan funcionaba, no tendría que volver a poner un pie en ese desdichado terreno. El sumo sacerdote la había enviado al Santuario de Kitano para hacer una danza a orillas del río Kamo. Ella había sido elegida debido a su incomparable belleza y a su gran habilidad en el canto y la danza. Okuni era deseada por todos, incluso entre monjes y sacerdotisas, sin embargo, jamás había dejado que la mancillasen sin obtener algo a cambio. Sonrió para sus adentros, a sabiendas de que una vez fuera de la prefectura de Shimane podría considerarse casi libre de sus ataduras para con el Gran Santuario.
El sendero le parecía próspero, disfrutaba ver la vegetación, los campos de arroz, los niños que corrían detrás de sus caballos a falta de otro entretenimiento; pero, sobre todo disfrutaba la compañía de Hamuro, el flautista. El recorrido de un santuario a otro duraba cuatro días tomando algunas pausas para descansar. Era en esos momentos cuando Okuni más disfrutaba de la personalidad juguetona de Hamuro, la hacía sentirse plena no tener que esconder sus deseos ni disimular su disfrute ante las prejuiciosas miradas de aquellos que habitaban el Gran Santuario.
Pronto pasaron los días y llegaron a su destino, no perdieron tiempo y comenzaron los arreglos para la presentación. La danza Nembutsu que Okuni había preparado era hasta ahora la más elaborada, había ensayado a solas
constantemente para sorprender a su público y así fue. Sus movimientos gráciles y sugerentes atraparon a la audiencia. Mientras Okuni agitaba las caderas con movimientos eróticos e invitaba a sus espectadores a desearla con más vehemencia se encontró con las miradas lascivas de hombres, mujeres, jóvenes y ancianos por igual y supo entonces que su voraz apetito podría ser saciado.
Después de esa gran noche, llegó un anhelado aluvión de invitaciones de diversa índole. Okuni se dio el lujo de elegir aquellas que le apetecían más, ya fuera por su propio placer o por un beneficio mayor. Sin embargo, pronto requirió de más personal, así que en sus paseos por los alrededores del río Kamo fue reclutando jovencitas, pequeñas aves enjauladas como ella lo había sido alguna vez. Enseñó a sus pequeños pajarillos a cantar y posteriormente a sacudir sus plumas libidinosamente, compartió su habilidad para la actuación y su elocuencia para así fundar su propia compañía artística que llegó a conocerse como Okuni kabuki.
Hamuro se encargaba de la música, había seleccionado a una desdichada joven sin talento para la danza para encomendarle la percusión y había enseñado a una de las jóvenes a tocar con gracia el shamisen. Los fondos para financiar el rápido crecimiento de la compañía eran inversión de Ujisato Sanzaburo, un hombre interesado en el arte, el dinero y la exótica figura de Okuni. Okuni kabuki ganó mucha fama y popularidad, no solamente por sus presentaciones ostentosas y dramáticas gracias a las aportaciones de Sanzaburo, sino que también por la representación subida de tono y otros servicios más complacientes tras bambalinas. La compañía teatral estaba formada exclusivamente por mujeres diestras y dispuestas a sobresalir en las artes del deleite.
Tal fue el impacto del Okuni kabuki que pronto la compañía recibió invitación para presentarse en la Corte Imperial, tras ese gran triunfo comenzaron a aparecer rivales de compañías teatrales de carácter indecente. No obstante, esto no debilitó las ganancias ni la gloria de Okuni, quien se sentía en la cúspide de su avaricia. Era reconocida por todo Japón, era prácticamente rica, dentro de la compañía se hacía su voluntad, su personal le besaba los pies y un poco más si ella así lo deseaba.
Las mañanas eran exclusivamente para pulir las habilidades artísticas de sus pajarillos, afinaba sus melodías, acentuaba sus movimientos, refinaba sus habilidades de actuación y emitía una evaluación. Las tardes eran dedicadas al vestuario y el maquillaje, y las noches eran para negociar y gozar. Sanzaburo se
encargaba del intercambio de placer entre artistas y clientes, sin embargo, aquellos interesados en Okuni debían ser seleccionados cuidadosamente. Primero, Sanzaburo debía saber si el cliente podía permitirse el costo de los atributos de Okuni, y después, la aludida debía decir si le apetecía aquella persona o prefería yacer en los brazos de alguien más conocido.
Con el pasar del tiempo, el encaprichamiento de Okuni se fue atenuando. Había probado todo tipo de placer carnal, lo cual la comenzó a llevar al tedio y con ello a recibir a más prospectos para satisfacer su hambre. Sanzaburo no estaba feliz con ello, a pesar del aumento de la retribución monetaria, la disminución de noches que pasaba con Okuni generó en él un arrebato de furia y celos. Así, constantemente se colaba en la habitación de Okuni para acortar el tiempo que los clientes tenían con ella anticipando su insatisfacción y la ineludible petición que le haría para llegar al éxtasis.
Okuni notó el oscuro cambio en Sanzaburo y se deleitó con sus celos, sin embargo, no le permitiría poseerla, no volvería a ser objeto de nadie como en el Gran Santuario. Así, un día mientras yacían juntos, Okuni lo envenenó con un beso, su labial nuevo era ponzoñoso, elaborado especialmente para deshacerse de hombres posesivos como él. Sanzaburo la miró limpiarse el rojo de los labios y tomar un brebaje después. Okuni le sonrió mientras el reposaba inerte en el lecho con sangre en la boca. La cara de satisfacción de Okuni fue lo último que vislumbró antes de sumergirse en la negrura de la muerte.
Acto seguido, Okuni se marchó de la compañía para nunca volver. Había decidido comenzar otra vez, al fin y al cabo, era libre para hacer con su vida lo que le diera la gana. Supo por los rumores que Okuni kabuki se había desintegrado después de la tragedia de la muerte de Sanzaburo y el secuestro de Okuni, así habían retratado su huida, algo dramático y acorde a la excéntrica Okuni, quien vivió el resto de sus días enseñando teatro y saciando su codicia.
El kabuki fue prohibido para las mujeres por el shogun Tokugawa en 1629 debido a las manifestaciones conservadoras que argumentaban la falta de respeto a la moral en dichas compañías teatrales, por lo cual temporalmente se convirtió en una actividad únicamente para varones.
FUNDAMENTADO en los estudios y análisis de la cuentística y su desarrollo dentro del territorio latinoamericano y su historia particular, y en especial el ensayo del profesor Cristo Rafael Figueroa titulado “El cuento Artefacto”, los aportes estructurales hechos por Julio Cortázar en su conferencia titulada “Algunos aspectos del cuento” ofrecida en la ciudad de Cuba y las orientaciones que Horacio Quiroga ofrece a los noveles escritores sobre esta particular forma narrativa en su “Decálogo del perfecto cuentista”. Después de la primera mitad del siglo pasado se desarrolla un interés especial sobre el cuento hecho en Latinoamérica donde autores como Julio Cortázar, Juan Rulfo, Horacio Quiroga, Gabriel García Márquez, Jorge Luis Borges, y otros de mayor o menor importancia logran presentar a la comunidad una estructura tipológica.
Entrando en materia del artefacto narrativo patentizado en el cuento dentro de su identidad latinoamericana se logra dilucidar la disposición entre la unidad lógica y la unidad creativa, en donde se sacrifica el relato y se enaltece el discurso para erigir los signos en símbolos, es decir, el cuento latinoamericano propende a dejar un mensaje simbólico por medio del relato antecedido por la historia costumbrista donde podemos ver
dicho ejemplo en el contraste de la narrativa de Tomas Carrasquilla y Juan Rulfo, estos dos autores traídos a colación aunque podrían ser otros logran caracterizar el proceso histórico y las diferentes facetas y estilos del cuento latinoamericano pasando de los relatos de la memoria oral a la escritura costumbrista y regionalista la cual se cataloga como narración “En bruto” de los episodios atribulados de estribillos, refranes, rimas, ritornelos y dramatizaciones sentimentales hasta llegar a la economía modernista del lenguaje, con estructuras precisas y personajes bien caracterizados como descripción precisa de ambientes. No obstante el criollismo con pretensiones Universales se ha mantenido en un intento narrativo pero aun se distrae en un romanticismo pasajero y paisajístico sin lograr salir de la región y la protesta social. Y es aquí donde surge el Cuento Latinoamericano con dimensiones universales, en la combinación de sus antecesores criollistas, combinando una fantasía disparatada, “cronopia”, patafísica o macondiana, logrando crear realidades fantásticas que al ser entremezcladas con la parábola convierte la narrativa Latinoamérica en punto de atracción universal.
Han sido muchos los autores que han logrado incursionar en esta evolución
hasta lograr consolidar una tipología estructural del cuento latinoamericano la cual podemos condensar con los siguientes parámetros:
1) Condensación expresiva, es decir desaparece la palabrería inoficiosa.
2) Movimiento Centrípeto, El todo gira en torno al objeto de narración y se proyecta.
3) Situaciones accidentales dentro de un ámbito, como precursora de realidades fantásticas.
4) Eliminación del transito entre lo narrativo, lo discursivo y lo ideológico, la rítmica narrativa los integra y extrapola.
5) Temática incidental.
6) Definición de coordenadas relativas (tiempo, personaje, escena).
7) Economía narrativa y funcional, es decir, no exceder los mismos limites temporales del cuento.
8) Unidad Lógica
9) Discurso enunciativo.
Una de las grandes confusiones territoriales se da entre el cuento y la novela tanto aún que en la actualidad se habla de cuento novelado y novela corta, en el caso de la novela los limites están en la misma materia novelada mientras en el cuento se define en el mismo limite físico tanto que en la actualidad el minicuento o la minificción han logrado posesionarse en la intertextualidad global desde Monterroso hasta el Haiku oriental que siendo un poema se ha transgredido hacia la narrativa. El cuento es a la novela como la fotografía al cine o como decía Cortázar en su afamada conferencia “Una novela gana por puntos, un cuento gana por nocaut”.
En la actualidad con el Boom de las culturas espectáculo Kicht, Light y otras como representantes claras de la decadencia y la mediocridad han creado un hondo vacío entre las generaciones de escritores encontrándonos en la actualidad ante una ausencia renovadora del cuento latinoamericano mientras Cortázar, Rulfo, Monterroso, Onetti, Sábato, Borges, Huidobro, Quiroga, Gabo, Donoso, Amado y otros ya entregaron su labor literaria a la construcción de un proceso territorial que aún la historia no logra condensar y no existe una generación o “La generación sin nombre” que logre retomar este proceso para continuar edificando un territorio literario.
DURANTE el verano de 1703, Georg Friedrich Händel conoció al compositor y teórico musical Johann Mattheson, en Hamburgo. Viajaron juntos a Lübeck para escuchar al organista de la iglesia de Santa María, Dietrich Buxtehude, quien pensaba en retirarse. Para obtener el puesto de organista, el músico admitido debía casarse con la hija o la viuda del organista anterior, según mandaba la costumbre. En el caso de Buxtehude, se casó con la hija de Franz Tunder, discípulo de Girolamo Frescobaldi. Esto no sucedió con Händel ni Mattheson, pese a que Buxtehude buscaba a un sucesor. Händel, que era el más interesado en el puesto, no le convenció aquella costumbre. A su regreso de Lübeck, Händel ingresó en la orquesta de Hamburgo y Mattheson hizo un viaje por los Países Bajos. Este alejamiento deterioró la relación que mantenían los compositores, entre otros incidentes más, hasta que el 3 de diciembre de 1704 en el mercado de Hamburgo, Händel y Mattheson se batieron en duelo. Händel casi muere, la espada de Mattheson se rompió al impactar en un gran botón de metal de la casaca de Händel, por lo sucedido y por la mediación del prolífico compositor Reinhard Keiser, los compositores retomaron su amistad y quedaron en trabajar juntos en los ensayos de la primera ópera de Händel, Almira.
Dos años más tarde del viaje de los compositores a Lübeck, Buxtehude presentó dos oratorios nuevos, el 2 y 3 de diciembre de 1705. Johann Sebastian Bach se enteró del evento musical. Bach se encontraba en Arnstadt y el destino era Lübeck. Más de 350 kilómetros a pie, en al menos diez días para la ida y otros tantos para la vuelta. Bach lo recorrió. Su aspiración fue «comprender una cosa y otra sobre el arte de Buxtehude». Bach llevó algunas partituras con el fin de presentárselas al viejo maestro, piezas de órgano, quizás el Preludio y fuga en Mi mayor, BWV 966. El permiso que le concedieron a Bach para el viaje fue de sólo cuatro semanas; la estancia en Lübeck duró unas dieciséis semanas. Los oratorios de Buxtehude, Castrum doloris, BuxWV 134 y Templum honoris, BuxWV 135, que Bach escuchó en aquellos días, se han perdido, solamente quedaron los libretos impresos, que ayudan a deducir algunas características musicales.
*** Buxtehude fue amigo del organista Andreas Werckmeister, quien afirmaba que la música angelical está «casi más allá del entendimiento de los hombres».
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Dietrich Buxtehude murió en 1707. En ese mismo año, con apenas veintidós años, Bach compuso la cantata Christ lag in Todesbanden, BWV 8 (‘Cristo yacía en los lazos de la muerte’), para ocupar el puesto de organista en Mühlhausen. Se basa en un coral de Martin Lutero, escrito para la Pascua. El canto así lo cree Lutero se manifiesta como una forma de ahuyentar los temores; con el canto retorna algo que creíamos olvidado. Bach estudia el texto, pone música a las siete estrofas, piensa en las partituras de los viejos maestros como Samuel Scheidt y Johann Schelle; toma un papel de escribir, calcula el espacio antes de trazar los pentagramas, coge la pluma de cinco puntas llamada rastrum, queda un dibujo con ciertas irregularidades en los espacios entre las cinco líneas debido al uso frecuente de sus rastra. La melodía del coral está presente en cada uno de los movimientos. Elije la tonalidad de Mi menor. Mattheson, en relación con lo tonal y los afectos, asevera de esta tonalidad que difícilmente se puede asociar a lo alegre, una tonalidad pensativa, profunda, desolada y triste, y encierra cierta aspiración al consuelo». Fija los sonidos en los primeros compases, el comienzo de la cantata es austero, sonidos cromáticos, aluden al sufrimiento, semitonos que dan cuenta de nuestra facilidad para quedar heridos, vulnerables, se percibe el descenso de los sonidos, como un golpe en la fosa profunda al final de la sinfonía. No obstante, Bach rescata lo que permanece, lo vivo que queda de quien muere, lo refleja en el paso a alla breve del Versus I, un canon animado, un atisbo de consuelo para después recordarnos nuestra tendencia al declive. El acecho de lo caduco, el dictado del tiempo, nuevamente el semitono, la fisura.
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En las partituras de Bach: Sufrir la muerte de los demás, tener en cuenta la propia.
*** Desde muy temprana edad Bach sintió la muerte, la ajena, a los seis años asistió al entierro de su hermano, Johann Balthasar; a los nueve años sufrió la muerte de su madre, Elisabeth Lämmerhirt, y poco tiempo después, antes de cumplir los cincuenta años, murió su padre, Ambrosius. Bach se refugia en la música, mitiga su dolor escribiendo páginas que albergan consuelo. Así, en el Versus III, de la cantata Christ lag, se entiende la muerte como un tránsito; los violines, en ágiles semicorcheas, sirven de azote, se detienen para trazar el perfil de la Cruz formado por cuatro notas, tan usual en Bach. Las voces del bajo confirman que la muerte ha sido vencida, descienden hasta un Mi# grave sobre las palabras dem Tode, y se detienen en la palabra nicht cuatro veces para sentenciar que la Parca ya no puede hacernos mal alguno. En el Versus VI las corcheas con puntillo y semicorcheas marcan un ritmo solemne, de celebración, porque la angustiosa noche ya no existe; se reparte en el Versus VII (Coral) el pan de la Pascua. En estas páginas de Bach no está lo culminado, no alude al Cristo muerto que pintó Hans Holbein. Están fijados sonidos que cavan entre las penumbras de lo hondo, donde el mundo se desdibuja, y lo hace para revertir la angustia por sentirnos pronto yacientes.
Bach se convirtió en el nuevo organista de Mühlhausen. Los requerimientos de Bach consistían en un salario de ochenta y cinco florines y pagos en especie: cincuenta y cuatro fanegas de grano, dos cuerdas de madera, sesenta haces de leña en seis entregas. Además,
solicitó un carro para trasladar desde Arnstadt sus instrumentos musicales, libros, partituras, ropas, muebles. El consejo aceptó todos los pedidos de su nuevo organista. Antes de que Bach llegue a Mühlhausen, un incendio destruyó más de un centenar de viviendas, incluso la iglesia estuvo a poco de quedar en cenizas. Por lo sucedido, el consejo parroquial encargó a Bach una cantata. John Eliot Gardiner, en su libro La música en el castillo del cielo, sugiere que Bach compuso para esa ocasión la cantata Aus der Tiefe, BWV 575 (‘De las profundidades’); obra que tomó el texto completo del salmo 130. Una súplica desde el descendimiento. ***
Definir la altura de los sonidos llega a ser un modo de pensar la situación humana.
LA ética ha sido estudiada desde distintas perspectivas y contextos, sin embargo, su relación con las empresas y en especial con el consumidor en el mundo digital o ciberespacio causa diversos dilemas, que se reflejan en la literatura latinoamericana. Debido a que la ética es un pilar clave en el tejido social, como lo demuestra Cortina (2008) al mencionar que “la ética no solo es individual, sino también corporativa y comunitaria” (p.81), se puede inferir que el fin social de las organizaciones, es crear para proporcionar a la sociedad bienes a cambio de un beneficio; sin embargo, de ninguna manera se puede realizar sacrificando los derechos de los empleados, consumidores o proveedores. Por lo tanto, la ética empresarial, forma parte de la ética aplicada al influir en la vida social mediante la moral y la fundamentación de las razones de los individuos para comportarse moralmente (Cortina, 2008).
Sin embargo, ¿hasta dónde llega su aplicación en las empresas? Para responder en parte a este cuestionamiento y aligerar la carga moral, uno de los aspectos a evaluar que empezó a tener relevancia en las organizaciones fue la responsabilidad empresarial y social (Piedra Alegría, 2022) , la cual no posee una legislación definitiva por parte de los países pertenecientes a Latinoamérica. En
este sentido la ética empresarial al integrarse al estudio de la responsabilidad empresarial y social es una variable que ha sido poco abordada incluso por los académicos en Latinoamérica (Reficco & amp; Ogliastri, 2009).
En consecuencia, en la literatura Latinoamericana, la falta de estudios se traduce en un abismo existente que en la sociedad también se ha manifestado, con sus carencias y sus problemáticas, en cuanto a retratar lo que se vive de una u otra forma en los países con económicas emergentes, como es el caso de Ecuador, México, Argentina, Chile, etc., como menciona Peralta Peralta (2021), la novela en general se puede sumar a los testimonios que permiten agregar diferentes maneras de contar una historia, sin el uso del lenguaje académico, es por esto que a pesar de ser breves los esbozos de la utilización de la novela en los problemas éticos relacionados con el ámbito empresarial, existen escritores que toman a la literatura para expresar su preocupación.
De esta manera, en la novela Kentukis de Samanta Schweblin de 2018, se denuncia la no regulación de la tecnología, al explicar que “regular no era organizar, sino acomodar las reglas a favor de unos pocos” (Schweblin, 2021),
haciendo clara alusión a las empresas que son beneficiadas al respecto, además de tratar el concepto de ilegal como algo no actual o anticuado. En este aspecto, se encuentra otra encrucijada: ¿dónde termina el aspecto ético de los individuos y empieza el de las empresas?, dicho de otra manera, el Kentuki (como ciudadano real) en la novela de Schewblin representa también el producto sin reglamentación o normativa, en consecuencia, “qué tipo de reglamentación implementaría el gobierno con una cosa así. No se podía contar con el sentido común de la gente…” (Schweblin, 2021, p.41). Cuestión que se transforma al considerar una responsabilidad ética por ambas partes, tanto por el consumidor, como por las empresas.
Por otra parte, Ojeda (2021, pp.103 104) en Nefando, contempla que el individuo tiene derecho de comportarse antiéticamente, debido a que “… ni los artistas ni el mercado cultural se hunden por la gente que crea páginas con enlaces para descargar libros, películas o series. Las empresas ganan menos que antes, pero no dejan de tener ingresos, y cuando un negocio quiebra es porque no se supo adaptar a las nuevas circunstancias del juego o porque se negó a bajar sus precios”, conllevando a la manifestación del comercio informal en la figura de la piratería, que como consecuencia suscita la masificación de material apócrifo de productos culturales (Aguiar, 2010). Ya que “hay personas que no pueden darse el lujo de comprar un libro o pagar una entrada de cine, pero para esta sociedad mamona lo inmoral es que la piratería haga que los productos culturales sean gratuitos” (Ojeda, 2021, p.102).
En este sentido, los consumidores que experimentan la ética situacional se excusan por comprar falsificaciones como
justificables porque se perciben a sí mismos como personas poco éticas o ilegales y, por lo tanto, los consumidores se sienten menos responsables de su papel como patrocinador de servicios y productos falsificados. Este doble estándar muestra actitudes indiferentes hacia el consumo de productos falsificados, ya que las grandes corporaciones podrían no sufrir la percepción de una leve pérdida de ganancias (Phau & amp; Teah, 2009).
Sin embargo, no solo se ha incursionado en la novela, sino también en el cuento, como forma de expresión al abordar los diversos problemas que implican la ética, a este respecto Alberto Chimal en México, en su libro de cuentos: los atacantes (Chimal, 2015), incursiona en el uso de los medios digitales como mecanismos para usar en contra del propio consumidor de Facebook, Twitter y los mismos celulares denunciando el acoso y el stalkeo a alguien, por lo que se la ética individual es puesta en tela de juicio al utilizar servicios creados para un fin distinto por las empresas que brindan dichos servicios.
Caso aparte es el que trata Arelis Uribe en su libro Quiltras en Chile, al referirse al uso de Napster, “que fue el primer programa con el que se pudo bajar música de internet” (Uribe, 2020, p.39), haciendo alusión a la inminente violación de derechos de autor, coincidiendo con el cuestionamiento de la ética individual del consumidor, sin embargo, más allá de la transgresión de la ética, el uso y evolución de Napster por los consumidores, permitió varios años después convertir a la organización en una opción más de servicios de streaming al lado de Spotify y Apple Music. De la misma forma, Pirate Bay, es otro ejemplo tangible de la conducta del consumidor, como menciona Ojeda (2021) “es una prueba de que las
grandes productoras y distribuidoras de cine no podrán jamás contra la piratería como desobediencia civil” (p.36), ya que los piratas se encontraban en cada uno de los usuarios que utilizaban Pirate Bay.
Es en este sentido en la literatura se encuentran atisbos de la realidad del comportamiento ético o antiético de las empresas y los individuos. Y por lo tanto oculto en el mundo digital, no obstante, llevado a la luz de la pluma de distintos autores latinoamericanos. De este modo se observa que, el camino no legalizado o no normado es una ventana de oportunidad para el comportamiento no ético, y debido a ello, una de las causas principales de que las acciones realizadas en el ciberespacio o el mundo digital contemplen situaciones que afectan la integridad del consumidor, cuestión que comenta Schweblin (2022, p.60) al explicar que otro factor que afecta al consumidor es la brecha generacional, al definir la ilegalidad como “una palabra que alarmaba a la generación de su padre, un término sobrevalorado que además ya sonaba anticuado”.
DESCENDIENTE de las reinas negras de Nuvia, este vendedor de trebejos, caminante incansable de la calle, es arquitecto perenne de la palabra. Juega con ella, las esculpe, la consiente, la acuna, como si fuese exclusivamente de él. Es poeta por decisión de la naturaleza, las palabras se asoman a sus labios, con la certeza de construir mundos nuevos cada vez.
Este hombre sencillo, afable, generoso en el abrazo, payanés de pura cepa, es quizá sin lugar a equivocarme, el más grande de los poetas de las últimas generaciones. Sin falsas pretensiones, solo anhela la recopilación de la amistad, por la cual se siente redimido, le encanta saludar y regala por cada saludo un verso, sus poemas le acompañan en pedazos de papel que va escribiendo por las calles, en un parque o en cualquier esquina, donde le sorprenda la inspiración.
Se le arrugan o ensucian con el trajín de las ventas, pero quedan ahí… como testigos de sus vivencias, y se convierten en su poemario que se trascriben, en cualquier sitio de internet, donde paga para imprimir lo que su corazón generoso le regala a una humanidad que considera
a los poetas como locos, razón por la cual, quizá, tal vez…, no ha tenido el reconocimiento de la academia.
Basta con hablar con él, para saber que el universo cabe en su cabeza, que ha recorrido el mundo, en el globo solitario de su imaginación, que además, le ha permitido conocer otras galaxias, donde su alma peregrina se ha quedado extasiada con las maravillas del universo.
Le regaló a su madre, esa reina negra del Albania, llegada al puerto de Tumaco Nariño, donde ancló su barca, y que por esas rutas sinuosas de la vida, llegó a la ciudad blanca, fría, misteriosa…, donde el destino marcó su partida final al infinito, y, Elvio, su hijo, la despidió en la forma que su corazón le dictó:
Mil estrellas fugaces circundan la noche el reflejo de tu nombre distingo en la lejanía tu imagen visita mundos nuevos y se baña en aguas siderales…
Tú eres la más universal de las criaturas la más cosmopolita la más amada viajera del espacio.
Y en esas naves girantes de velocidades estupendas
Se detiene por un instante el tiempo y ahí estas tú mirando como desafiando las leyes primordiales del universo.
Es un POETA, con mayúsculas, sus libros Defensa Indú, Poemas al Ajedrez, lo confirman. Ese silencioso juego de la mente, donde las palabras sobran en cada movimiento, no parece haber lugar para la poesía, pero él, en una simbiosis admirable combina sus dos pasiones, y las vuelve poesía, “Jugar es mi destino, no debería perder tantas partidas…”; “me aferraré a los trebejos, cual si me aferrase a la existencia” dice en su primer poema dedicado a Caissa.
El peón, los caballos, el alfil, la torre, la dama y el rey, son su familia, los interpreta cual si hablara con ellos, y a su vez, ellos le interpretan en cada partida donde deja pedazos de su vida. “Ajedrez, sueño con él, es él quien llega a mi vida, ah sentir aguerrido escaqueado las penas, mis jugadas son tiernas: son sencillas… es decir: cuanto más juego, más tierno, cuanto más tierno más sencillo, fui peón por largo tiempo de mi llanto, fui lanza suicida de mi canto, caballero en la derrota de mi risa, soy torre equilibrada en mi existencia y rey, que ama a su dama! Pero su amor fue brisa! Y al paso me da tablas mi pasado. ¡Jaque me grita la vida! ¡Mate el Destino!”.
Es un Viajero del Canto, como su segundo libro, acaricia la tierra con sus manos negras, y se rencuentra con ella, con la madre primigenia del centro del África Negra donde comenzó la vida.
Le canta a las aves, a los ríos, las montañas, las mariposas, a los árboles
que le dan su abrigo, por que como él, se funden en un canto infinito defendiendo la vida.
¡Yo no soy poeta, soy vendedor de la calle!, dice…
EL Muntu o filosofía Muntu hace parte de las filosofías wanantues enraizadas en Abya Yala (América latina), producto de siglos salvaje esclavización. Cuando decimos esclavización, decimos torturas, violaciones, asesinatos; una barbarie, un genocidio contra la humanidad. Tiene origen, como la vida misma, en Wanantú (África), en la cultura yoruba, una de las principales venas de la afrodiáspora captura y distribución de seres humanos afro , en relación a sus importantes aportes en lo cultural y espiritual a la historia universal. Puede entenderse como un complejo sistema de “sabidurías para cosmoexistir”, es decir, vivir existir, en relación al cosmos y con el, al mundo y sus dimensiones, reinos, al sentir y al pensar, a la naturaleza, magia etc. ¡Por eso hay Griots (mayores, ancianos, tercera edad) que dialogan con la luna sobre el tiempo de cosecha! El muntu integra a vivos y muertos, a lo que puede ser y a lo que ha sido.
¿Sientes el viento como sientes el latir de tu corazón y vives las memorias de los que ya no están en tus recuerdos? ¿Escuchas el ave cantar, ves el cielo llorar, las nubes volar, el sol volviendo a nacer? ¿te duele ver la muerte de un viejo árbol? He ahí el muntu.
La palabra Muntu, es un término que tiene origen en la familia lingüística Bantú, tradicionalmente traducida como Hombre (ser humano), no obstante, esta traducción es básica pues el vocablo abarca desde los seres vivientes he inertes hasta los Orishas (dioses). Dicha familia, comprende variedad de grupos étnicos y de lenguas provenientes de distintos países como; Uganda, Zimbabue, Sudáfrica o Kenia.
El Muntu, integra la coexistencia de animales, plantas, seres humanos, minerales, tierra, agua, viento, fuego… Es una forma holística que considera algo como un todo- para el “cosmoexistir”. Como “sistema de sabidurías” la filosofía Muntu tiene sus categorías o partes que a su vez son una forma distinta de corazonar (pensar) la vida. Según el escritor inglés Janheinz Jahn, idóneo investigador del Wanantú subsahariano, el Muntu puede entenderse como “Fuerza Vital” y lo forman cuatro categorías; Kintu, Kuntu, Hantu y Muntu como ser humano .
En primera, el Kintu, comprende el reino animal y objetos inertes, John Mbiti filósofo keniano, concuerda con Janheinz Jahn en que el Kintu hace referencia a las plantas, animales y cualquier otra cosa inanimada.
El Hantu, hace referencia al “tiempo y al espacio” al ayer y al futuro. En esta categoría se encuentra la totalidad extracorpórea existente, desde el lugar en que nos encontramos leyendo estas palabras, hasta más allá de las fronteras del Bio-verso. Es decir, el Hantu, es tanto el territorio ancestral como la memoria y la providencia del pueblo afrodescendiente. El Kuntu, es una categoría que comprende la belleza, estética, orden, ritmo, estilo, calidad y, cualidades subjetivas como la inteligencia en los seres humanos.
Por último, el Muntu, como categoría en este contexto hombre, seres humano , implica ir más allá del ser, es decir, más allá de una reducción estrictamente corpórea, ontológica. Por ejemplo, es en el cuerpo del ser humano en donde la magia es posible porque de él deviene.
De manera que, a esta descripción subyace la siguiente incógnita, ¿Cómo entender, o rastrear esta filosofía, sus complejidades y categorías en la cosmoexistencia de los pueblos afrodescendientes en Colombia o Abya Yala?
Para dar respuesta a esta pregunta tomaremos como ejemplo la partería afrocolombiana, ya que no nos sirve el tradicional método científico; observación, experimentación y medición sistemática. En este caso, prescindiremos de dicho método, pues consideramos que segrega los sentidos distintos al de la observación, fundamentando el oculocentrismo como principal acceso al conocimiento desde tiempos de Aristóteles, es decir, la vista como sentido superior. Sin embargo, para adentrarnos en la filosofía Muntu, es necesario sentí-pensar con la palabra el contenido existencial/ ontológico/empírico mágico del Muntu como sistema de sabidurías que garantiza la vida cósmica.
De manera que se dijo que Muntu es una filosofía holística compuesta por unas categorías fuera de las cuales según Janheinz Jahn autor de Muntu: Las Culturas De La Negritud, “no hay nada imaginable”. Leamos cómo está inmerso el Muntu, en las prácticas culturales, espirituales… De las comunidades afrodescendientes en Colombia desde un pequeño relato:
Las parteras, fueron y siguen siendo las heroínas de la vida en las comunidades afro como indígenas . Su trabajo no solo está relacionado con el nacimiento del niño o niña, sino con todo el proceso, teniendo en cuenta a la madre, su estado emocional y espiritual como parte fundamental para su proceder.
Cuando nace el nuevo ser, las parteras hacen lo que se llama ombligada” para atar al niño o niña a la tierra y sus ancestros, dotándolo de ciertas cualidades. Una de las formas más comunes de ombligada, se hace de la siguiente manera.
Se coge el ombligo del niño y se envuelve en hoja de plátano o de bijao . En ella se pone, una pepita de oro o polvo para que no le falte la riqueza, una hormiga para que sea trabajador, algún tubérculo para que no le falte la comida; en tiempos de colonia se ponía una cola de anguila para que no fuera capturado en la lucha por la libertad. Esto se enterraba, debajo de un árbol que estuviera por crecer, se hacía con un brote de coco, ceiba, tamarindo o roble. El árbol crecía y así el niño o niña (Muleke) quedaba atado a la tierra, sus ancestros, seres y espiritualidad. Otra forma de ombligada era con ceniza de guayabo, hollín o aceite de leña en la cocina, ¡otro Bioverso!, la placenta, el cosmos en la partería, era también enterrada o echada
a un río para que la vida del nuevo ser fluyera sin obstáculo como las aguas y se le daba a comer un pedacito a la madre para evitar enfermedades derivadas del parto, entuertos, sangrado…
De la anterior referencia, concluimos lo siguiente:
Por un lado, el Kintu (animales, plantas, seres inertes), lo podemos sentir en la hoja de plátano, el tubérculo, la hormiga, la cola de anguila y el oro, además de que la partera, está rodeada de plantas medicinales porque también es yerbatera”, usa innumerables especies de plantas para el proceso de parto y sanación.
El Hantu, radica en que la ombligada; es para asegurar el futuro de la nueva vida. Verbigracia, la pepita de oro es para que en el futuro no le falte la riqueza y la hormiga para que sea trabajador, dos cosas que se relacionan “al ser trabajador no le faltará la riqueza” aquí riqueza no hace referencia a acumulación de dinero, sino a la vida, al vivir.
La placenta que es echada al río, representa el tiempo (vida) que vivirá el niño o niña.
Por otro lado, el Kuntu, lo sentimos en que el nuevo ser será, trabajador, tendrá suerte, será prospero, organizado o inteligente, pues el que este ombligado en la tierra lo hace respetuoso de ella; el mismo ritual, ombligada-religada, es un complejo relacionamiento estético, rítmico, profundamente espiritual con la vida y el cosmos. Y, por supuesto, el muntu, como categoría de la filosofía Muntu, está relacionado con los cuerpos inmersos en el ritual, no solo estrictamente con la nueva vida, sino también con la madre, la
partera y como esta logra sensibilizar a la madre con su poder espiritual, algo muy diferente a lo que se hace en la medicina alopática.
Así, un ser humano atado a la tierra de que es parte y al cosmos que lo es también, cuida el agua que bebe, la fruta que come, la tierra fértil de la que brota la vida. Anteriormente, la vida proliferaba en cualquier arrollo, sequia, charco o sajón, en cualquier vena de agua se podía pescar. Tanto así que, la tradición oral Afrocauca recoge el mito de que anteriormente cuando llovía a caudales llovía pescado y que cuando llovía con granizo, llovía con oro. El mito del pescado responde a la particular riqueza que había en nuestras aguas, hoy no, hoy están contaminadas. Los abuelos lavaban los platos y trastes con hojas de Zapallo, de Drago y con ceniza, no había necesidad de jabón de modo que ahí mismo donde se lavaban los platos se encontraba sardina u otro pez. Hoy es imposible.
El mito del oro es muy particular pues según la literatura científica el oro no es nativo del planeta tierra, es extraterrestre, pues cayó aquí hace millones de años producto de la explosión de estrellas o colisión de meteoritos. Esto último concuerda con el relato yoruba de la creación, en el cual el gran Orisha Obatalá baja por una cuerda de oro de la cual se suelta a mitad de camino para caer en una montaña de arena hecha por la que cargaba en la concha de un caracol. La cadena cayó esparcida en pedacitos a la nueva tierra que una gallina regaba con sus patas escarbando. En suma, lo anteriormente expuesto, es por lo cual decirnos que la filosofía o sabiduría Muntu, cosmocimiento del Bio verso, es una filosofía para la cosmoexistencia.
La invitada especial de nuestra quinta edición, Joyce Carol Oates, publicó recientemente Babysitter (Alfaguara, 2022). Un thriller impresionante, desarrollado por una de las voces más únicas de la literatura contemporánea
¡Totalmente recomendada!
La editorial Metáfora (2022) publicó, en una muy cuidada edición, la obra más reciente de Jairo Guerra.
¡Consíguela ya!
Una mujer y un hombre llevados por la vida, una mujer y un hombre cara a cara habitan en la noche, desbordan por sus manos, se oyen subir libres en la sombra, sus cabezas descansan en una bella infancia que ellos crearon juntos, plena de sol, de la luz, mujer y un hombre atados por sus labios llenan la noche lenta con toda su memoria, una mujer y un hombre más bellos en el otro ocupan su lugar en la tierra.