IES 430_Especial papa Francisco

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nº 430- Especial Papa Francisco (27 de abril de 2025)

La Catedral de Sevilla acoge el funeral por el eterno descanso del papa Francisco el lunes 28 de abril, a las ocho de la tarde.

Fallece el papa Francisco, a los 88 años

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Francisco parte a la Casa del Padre con un desenlace inesperado a dos meses de enfermedad

El papa Francisco, el sucesor número 266 de San Pedro al frente de la Iglesia, el primer pontífice americano, también el primero perteneciente a la Compañía de Jesús, partió a la Casa del Padre pasadas las siete y media de la mañana del pasado 21 de abril, lunes de la Octava de Pascua. En ese momento se comenzaron a trazar las líneas más sobresalientes de un legado que pasará a la historia de la Iglesia y del mundo. Porque la Iglesia recuerda ahora a un pastor irrepetible, y la sociedad pierde un referente ético y moral en un contexto político y social convulso..

Desde que el Santo Padre fuera hospitalizado el pasado 14 de febrero en el Policlínico Gemelli, debido a una bronquitis complicada con neumonía bilateral, fueron varias las crisis médicas que estuvieron a punto de acelerar el fatal desenlace, como puntualmente se encargaron de informar los médicos que atendían al pontífice en la décima planta del centro médico romano. Buena parte de los informes presentados en estos dos meses de convalecencia daban fe de un cuadro médico “complejo”, hasta que el 22 de febrero se habló con claridad de “estado crítico”.

del Santo Padre que propició un tratamiento menos invasivo. Finalmente, Francisco abandonó la clínica el 23 de marzo.

Una noticia inesperada

Esos días, el doctor Sergio Alfieri reconoció que hubo momentos en los que el equipo médico se debatió entre “dejarlo ir” o intentar por todos los medios su recuperación. La tensión se rebajó pocas jornadas después, con una mejoría en el estado de salud

jornadas

Los mensajes que emitió en el contexto de la Semana Santa o las visitas que recibió en su residencia eran muestras de una lenta recuperación. Su salida al balcón principal de la Basílica de San Pedro, la mañana del domingo de Pascua para impartir la bendición Urbi et Orbi, y el recorrido que hizo por la plaza, fueron unos indicios más de la mejoría de salud. Por tanto, nada hacía sospechar la triste noticia que horas más tarde difundió Vatican News, el organismo oficial de información de la Santa Sede. Al cardenal Kevin Farrell, camarlengo de la Santa Romana Iglesia, le correspondió el cometido compartir con todo el mundo el final de un pontificado: «Toda su vida estuvo dedicada al servicio del Señor y de Su Iglesia. Nos enseñó a vivir los valores del Evangelio con fidelidad, valentía y amor universal, especialmente en favor de los más pobres y marginados. Con inmensa gratitud por su ejemplo de verdadero discípulo del Señor Jesús, encomendamos el alma del papa Francisco al infinito amor misericordioso del Dios Uno y Trino». Doce años para la historia

Fueron a buscarlo “casi al fin del mundo” y, en el inicio de una nueva Pascua, parte a la Casa del Padre dejando la Iglesia en un contexto nuevo, marcado por la transparencia, la sinodalidad y la apertura a las periferias existenciales. La historia se encargará de discernir qué efecto tendrá este pontificado en las próximas décadas, pero en lo que todos coincidirán es que nos ha dejado un creyente que se dejó la vida tratando de que el mundo fuera mejor que el que conocimos aquella noche del 13 de marzo de 2013, cuando tomó el nombre del santo de Asís, en una declaración de intenciones que ha quedado absolutamente confirmada doce años después.

Imagen de portada: Papa Francisco en la Plaza de San Pedro. Foto de Annett Klingner.

Monseñor José Ángel Saiz Meneses

Arzobispo de Sevilla

Mensaje del arzobispo de Sevilla tras el fallecimiento del papa Francisco

El Santo Padre Francisco ha fallecido.

Su vida ha sido una entrega en totalidad al servicio del Señor y de los hermanos, al servicio de la Iglesia y del mundo. Nos ha dado testimonio de una espiritualidad profunda, de una confianza en Dios firme y sólida. Nos ha ofrecido una palabra profética en todas las circunstancias. Nos ha enseñado a vivir el Evangelio con fidelidad, con valentía, con un amor preferencial por los más pobres y pequeños, por los descartados de la sociedad.

Con su magisterio, a lo largo de su pontificado nos ha enseñado a vivir la fe, a caminar a la luz de la fe, a iluminar nuestra vida con la luz de la fe. Nos ha insistido también en que vivamos como hermanos, como la gran familia de los Hijos de Dios.

Ha sacudido la conciencia del Occidente rico, para que abra sus puertas a los hermanos que llegan buscando una vida digna. Nos ha urgido a conservar la Tierra, la casa común, que el Creador entrega al género humano, a los hombres y mujeres, para que la perfeccionen, no para que la destruyan.

El pasado 8 de febrero, una delegación de Sevilla tuvo el regalo de ser recibida por él en audiencia privada. Le explicamos los frutos primeros del Congreso de Hermandades y Piedad Popular y de la procesión de clausura. Como siempre, fue un padre acogedor, cercano, cariñoso, alegre, profundo, que nos descubrió matices nuevos de la vida de la Iglesia y nos puso de ejemplo a María Santísima.

Descanse en paz nuestro querido santo padre Francisco, y desde la Casa del Padre intercede por nosotros.

El funeral en la Catedral de Sevilla será el lunes 28 a las ocho de la tarde

La Catedral de Sevilla acogerá el próximo lunes, 28 de abril, la misa funeral por el papa Francisco. Será a las ocho de la tarde y el emplazamiento definitivo -el Altar Mayor o el Trascoro, al estar en obras el Altar del Jubileo- está pendiente de fijar en función de la participación estimada de fieles.

La Eucaristía será presidida por el arzobispo, monseñor José Ángel

Saiz Meneses, que previamente participará en las exequias que se celebrarán en la basílica de San

Pedro la mañana del sábado. El funeral en Sevilla será concelebrado por los obispos auxiliares, monseñor

Teodoro León y monseñor Ramón Valdivia. La Coral de la Catedral de Sevilla interpretará esa tarde la Misa de Requiem de Hassler

Libro de condolencias

Por otro lado, la mañana del pasado martes se dispuso en la entrada del Arzobispado de Sevilla un libro de condolencias para que los sevillanos y visitantes muestren su afecto por escrito al Santo Padre.

IES 430. Especial papa Francisco

2. FALLECE EL PAPA FRANCISCO

3. MENSAJE DEL ARZOBISPO

4. DOCE AÑOS AL FRENTE DE LA IGLESIA

5. REACCIONES DE LA IGLESIA Y SOCIEDAD SEVILLANAS

6. EXEQUIAS DEL PAPA

8. SEDE VACANTE

10. ENCUENTROS DEL SANTO PADRE CON EL ARZOBISPO

12. MENSAJE DE FRANCISCO

A LA ARCHIDIÓCESIS DE SEVILLA

14. Tu vida ha sido Evangelio; tu muerte, semilla

15. La urgencia del Papa

16. Ecología integral: una respuesta holística a la crisis mediambiental según Francisco

17. Francisco, el papa que nos llamó a caminar juntos

18. El papa Francisco nos abre camino en el Espíritu | Papa Francisco: la persona, el pastor

20. Reformas jurídicocanónicas del papa Francisco

21. El legado de Francisco: el papa de las nuevas fronteras

22. No ha dejado a nadie indiferentes

23. Uno de los nuestros

24. La reforma teológica del papa Francisco

26. Evangelii Gaudium

27. “Gracias por devolverme a la plaza”. La comunicaicón de Francisco

Director: Leonardo Sánchez Acevedo.

Redacción, edición y diseño: Mª del Pilar Arincón, Alicia Contreras, Pablo F. Enríquez y Karen G. Mendoza.

Colaboradores: Pablo Díez, Miguel Ángel Garzón, Isidro González, Antonio J. Guerra, Federico Jiménez de Cisneros, Miguel Ángel Osuna, Álvaro Pereira y Antonio Rodríguez Babío.

Distribución: Servicio de Comunicaciones (Reprografía) y colaboradoras (Mª Carmen Fernández, Andrea Jiménez, Conchita Jiménez, Encarnación Povedano y Loli Ramírez).

Imprime: Gandulfo Impresores. Depósito Legal: SE-79-1972 ISSN 3010-3126

Esta publicación no se hace responsable de las opiniones vertidas en sus artículos.

Archidiócesis de Sevilla. Plaza Virgen de los Reyes, s/n. Telf. 954505505, ext. 680, 683 681, 685, 686.

Doce años al frente de la Iglesia

13 de marzo de 2013: El cardenal Jorge Mario Bergoglio es elegido el papa número 266 por 115 cardenales en el segundo día y la quinta votación de los cardenales en el cónclave. El humo blanco aparece sobre la Capilla Sixtina justo después de las siete de la tarde. Toma el nombre de Francisco.

8 de julio de 2013: Primer viaje a la isla de Lampedussa.

Agosto de 2013: Preside la JMJ en Río de Janeiro (“Hagan lío…”).

26 de noviembre de 2013: Primera encíclica de Francisco, Evangelii Gaudium (La alegría del Evangelio).

27 de abril de 2014: Preside la canonización de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II.

Septiembre de 2015: Visita a Cuba y Estados Unidos.

25 de noviembre de 2015: Primer viaje apostólico a Kenya, Uganda y Rep. Centroafricana.

8 de diciembre de 2015: Proclama el Año de la Misericordia.

12 de febrero de 2016: Se reúne en Cuba con el patriarca Kirill de la Iglesia ortodoxa rusa.

13 de mayo de 2017: Visita el santuario de Fátima (Portugal).

3 de febrero de 2019: Francisco llega a los Emiratos Árabes Unidos, siendo el primer pontífice en visitar un estado árabe del Golfo.

9 de mayo de 2019: Nuevas normas para denunciar abusos sexuales en la Iglesia, ordenando que todas las diócesis establezcan

Otros datos

sistemas para denunciar abusos.

23 de noviembre de 2019: Francisco inicia una gira de cuatro días por Japón.

27 de marzo de 2020: Bendición Urbi et Orbi en una plaza de San Pedro desierta por el Covid.

31 de diciembre de 2020: El Vaticano informa que Francisco no presidirá las celebraciones de Nochevieja y Año Nuevo debido a un dolor ciático.

5 de marzo de 2021: El Papa visita Iraq. Primer viaje del pontífice fuera de Italia desde el inicio de la pandemia.

4 de julio de 2021: Intervención quirúrgica por diverticulitis estenótica sintomática.

2 de noviembre de 2021: Mensaje de apoyo a la cumbre climática de la ONU COP26.

Octubre de 2022: Convoca el Sínodo de la Sinodalidad.

5 de enero de 2023: Oficia el funeral de Benedicto XVI.

7 de junio de 2023: El Papa se somete a una operación abdominal.

3 de septiembre de 2024: Gira por Asia, en el viaje más largo de su pontificado.

24 de diciembre de 2024: Inicia el Jubileo de la Esperanza.

14 de febrero de 2025: Francisco es hospitalizado por bronquitis y se le realizan exámenes médicos adicionales.

21 de abril de 2025: El Vaticano anuncia la muerte del papa Francisco.

Ha realizado 47 viajes fuera de Italia y ha visitado 66 países.

Ha elevado a los altares a 942 santos.

Las beatificaciones realizadas por Francisco suman más de 1400 beatos, de los cuales 1129 son mártires de la persecución religiosa del siglo XX en España.

Ha escrito cuatro encíclicas (Lumen fidei, Laudato si, Fratelli tutti y Dilexit nos) siete exhortaciones apostólicas, 12 cartas apostólicas y 57 en forma motu proprio.

Reacciones en la Iglesia y la sociedad sevillanas tras el fallecimiento del Papa

De forma inmediata al fallecimiento del papa Francisco, se fueron sucedido las reacciones ante esta triste noticia, con pronunciamientos desde todos los ámbitos de la Iglesia y la sociedad en Sevilla.

El arzobispo de Sevilla publicó un mensaje en su perfil de la red social X en el que destacó que “su vida ha sido una entrega en totalidad al servicio del Señor y de su Iglesia”. Igualmente subrayó el “testimonio de una espiritualidad profunda y una palabra profética”, y recordó que “nos ha enseñado a vivir el Evangelio con fidelidad, con valentía y con un amor sin límites, especialmente en favor de los más pobres y pequeños”.

Monseñor José Ángel Saiz Meneses, destacó una faceta muy importante de la personalidad de Francisco: su alegría. “Esa alegría, ese buen humor del que él hacía tanta gala, y nos daba ejemplo, también es importante en los tiempos actuales”. En declaraciones a TRECE, calificó al Papa como un referente, y ha reconocido sentirse “un poco huérfanos, intraeclesialmente y extraeclesialmente, porque en esta sociedad tan globalizada, el referente principal, la voz profética que ha resonado ha sido la del papa Francisco”.

Responso en el Arzobispado

Las banderas del balcón principal del Arzobispado de Sevilla ondearon a media asta desde primeras horas de la mañana del luns 21. Y ese mediodía se celebró un responso en la capilla del Arzobispado de Sevilla, presidido por el obispo auxiliar, monseñor Teodoro León, en el que participaron los miembros de la Curia diocesana.

Banderas a media asta y campanas de la Giralda

Las campanas de la Giralda doblaron la mañana del lunes desde las diez y media, con intervalos de treinta minutos, hasta las dos de la tarde. El Cabildo Catedral publicó un mensaje de condolencia por el fallecimiento del Papa en el que encomendaban su alma al Señor y “le damos gracias por su fecundo ministerio apostólico desde el año 2013 hasta el día de hoy”.

Por su parte, el presidente del Consejo General de Hermandades y Cofradías de Sevilla, Francisco Vélez, mostró el pesar del ámbito cofrade por el fallecimiento del Papa, y recordó los encuentros que mantuvo con el Santo Padre antes y después de la celebración del II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular, que se celebró en Sevilla el pasado mes de diciembre. “Es una gran pérdida para toda la cristiandad,

y hoy es un día de luto, un día de tristeza, por cuanto hemos perdido a alguien al que vamos a echar mucho de menos y vamos a recordar siempre”, afirmó.

La Junta de Andalucía anunció tres días de luto por la muerte del Papa, al igual que hiciera desde la Moncloa el ministro de Presidencia, Félix Bolaños. El presidente de la Junta, Juanma Moreno, destacó la «obra valiente, comprometida e inspiradora» del papa Francisco, al que ha considerado como «un hombre cercano».

El alcalde de Sevilla, José Luis Sanz, también se refirió a esta triste noticia. En su perfil de X destacó que “hoy es un día de luto para todos los católicos”, y ha recodado al papa Francisco como “un Santo Padre entregado a la Iglesia Universal y que ha estado siempre muy cerca de Sevilla”.

Desde el Arzobispado se señaló que, en las celebraciones de las misa de la Octava de Pascua, se recordara al papa Francisco en el memento correspondiente, y se añadieran intenciones por él en la oración de los fieles.

Exequias del Papa difunto, un proceso en “tres estaciones”

Mientras está vacante la Sede Apostólica, el gobierno interino de la Iglesia queda confiado al colegio de los cardenales. El ritual Ordo exsequiarum Romani Pontificis es el que regula las exequias del Papa difunto. Este documento fue publicado el año 2000, y Francisco introdujo posteriormente algunas modificaciones que han simplificado las celebraciones.

Los cambios más significativos comienzan con la verificación de la muerte, que se realizará en la capilla privada del Papa, en lugar de su habitación.

Se elimina la tradición de los tres ataúdes (ciprés, plomo y roble), quedando un único féretro de madera con interior de zinc. Por otro lado, el cuerpo del Papa fue expuesto para la veneración de los fieles en el ataúd abierto, sin el uso de catafalco elevado. El nuevo orden contempla la simplificación de títulos pontificios (durante las ceremonias se emplearán los términos “Papa”, “Obispo de Roma” y “Pastor”, en lugar de “Summi Pontificis”) y, en cuanto a la sepultura, se ha permitido la inhumación en lugares distintos a la Basílica de San Pedro. De esta forma se respeta el deseo del papa Francisco de ser enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor, en Roma.

Las exequias, paso a paso

En las exequias hay tres escenarios o estaciones. Así, habrá momentos localizados en la residencia del Papa, la Basílica de San Pedro y el lugar del entierro.

En la residencia papal, concretamente en la capilla privada, se constatará la muerte. El cuerpo se colocará

directamente en un ataúd (con las modificaciones antes reseñadas) tras confirmarse el fallecimiento. Posteriormente se trasladará el cuerpo a la Basílica de San Pedro, donde quedará expuesto para la veneración de los fieles. La clausura del ataúd será, preferiblemente, la noche anterior a la misa exequial. El tercer momento o estación será, por expreso deseo del Papa, la Basílica de Santa María la Mayor, donde se conserva el icono de la Salus Populi Romani, patrona de Roma. El lugar exacto será una capilla anexa a la capilla Paulina.

Primera estación

El director de Sanidad e Higiene del Estado de la Ciudad del Vaticano es el encargado de constatar la muerte médica, tras lo cual se da paso a un momento de oración. En ese instante se dispone lo necesario para la conservación del cuerpo, que se revestirá con la sotana blanca antes de su traslado a la capilla privada. Al rito de la constatación de la muerte y colocación en el féretro asisten el decano, monseñor Giovanni Battista Re; el camarlengo, monseñor Kevin Farrell, que preside; el maestro de ceremonias, monseñor Diego Ravelli, y pocas personas más.

El cuerpo, revestido con las vestiduras litúrgicas de color rojo, como en la celebración de la misa, con la mitra y el palio, pero sin el báculo papal, se deposita en un ataúd. Junto a él, se coloca el cirio pascual. Se enciende el cirio y se asperja el féretro, mientras se canta el salmo 41 (42).

Segunda estación

El camarlengo preside el traslado a la Basílica de San Pedro, cuando establezca la Congregación de cardenales, que participan en él. El cuerpo se exhibirá en el ataúd abierto, y se sucederán las oraciones por el Papa difunto. Durante la procesión se entonan salmos y letanías.

Una vez en la basílica vaticana, el ataúd se coloca junto al Altar de la Confesión de San Pedro, orientado hacia el pueblo, y al lado el cirio pascual.

Antes de la misa exequial, preferiblemente la noche anterior, se clausura el ataúd en presencia del cardenal camarlengo, los cardenales jefes de orden, el arcipreste de la Basílica Papal de San Pedro en el Vaticano, el cardenal ex secretario de Estado, el vicario general de Su Santidad para la diócesis de Roma, el sustituto de la Secretaría de Estado, el prefecto de la Casa Pontificia, el limosnero de Su Santidad, el vicecamarlengo, una representación de los canónigos de la basílica vaticana y de los penitenciarios vaticanos, el secretario del Romano Pontífice y los familiares del difunto.

El maestro de ceremonias leerá el ‘rogitum’, que será firmado por algunos de los presentes. Tras unas oraciones, el maestro extenderá un velo de seda blanca sobre el rostro del difunto y el celebrante aspergerá el cuerpo con agua bendita. Seguidamente, depositará en el ataúd la bolsa con las monedas acuñadas durante el pontificado del Papa y el tubo con el rogito, tras colocar el sello de la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice. El siguiente paso es la colocación de la tapa de zinc, con la cruz, el escudo del Pontífice difunto y una placa con su nombre, duración de vida y ministerio petrino. La última fase es el sellado con los sigilos del camarlengo, la

Prefectura de la Casa Pontificia, la Oficina de Celebraciones Litúrgicas y el Capítulo Vaticano. Por último, se cierra el ataúd de madera, que también lleva la cruz y el escudo del Pontífice.

La misa exequial será el sábado 26 de abril en el atrio de la Basílica de San Pedro, presidida por el cardenal Giovanni Battista Re (en su ausencia, por el subdecano o el cardenal de mayor rango y edad). Se utilizarán vestiduras litúrgicas de color rojo.

La misa exequial es el primer día de los ‘novendiales’, que responden a una antigua tradición. Los ‘novendiales’ son las misas durante nueve días consecutivos por el eterno descanso del Romano Pontífice difunto. Estas misas están abiertas a todos, aunque cada día participan grupos distintos, reflejando el ministerio universal del Papa.

En la procesión de entrada, el féretro sigue a la cruz y precede a los ministros ordenados. Frente al altar, en el lugar dispuesto, se deposita el ataúd y, sobre él, el maestro coloca el Evangeliario. Se podrán utilizar las siguientes lecturas: Isaías 25, 6a. 7-9 (Hechos 10,34-43 en el tiempo de Pascua); Salmo 22 (23); Filipenses 3, 20-4, 1; Juan 21, 15-19.

Terminada la súplica de la Iglesia de Roma, los patriarcas, arzobispos mayores y metropolitanos de las Iglesias Metropolitanas de rito oriental se acercan al féretro, orientados hacia el altar. Se hace una oración de tipo oriental (bizantino), que incluye la incensación del féretro.

Tercera estación

Francisco será enterrado en una pequeña capilla adyacente a la capilla paulina de Santa María la Mayor. La ceremonia será presidida por el cardenal camarlengo. Sobre el ataúd de madera se imprimen los sellos del cardenal camarlengo, la Prefectura de la Casa Pontificia y la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice. Finalmente, el cuerpo del papa Francisco será depositado en la tumba.

La Iglesia en sede vacante

Es el período que va desde el fallecimiento del Papa hasta el nombramiento de su sucesor. En esos días, la Iglesia la gobierna de forma interina el colegio cardenalicio, y todos los dirigentes de las instituciones curiales y los miembros pierden su cargo. Se exceptúan el penitenciario mayor y el limosnero de Su Santidad. Los cardenales se organizan en dos tipos de congregaciones: general y particular.

Congregación general

Se reúne a diario bajo la presidencia del decano del colegio cardenalicio y asisten todos los cardenales que estén en Roma (incluidos los mayores de 80 años, que luego no podrán participar en el cónclave). Habrá dos meditaciones sobre los retos de la Iglesia, a cargo de dos eclesiásticos –“de clara doctrina, sabiduría y autoridad moral”- elegidos por la congregación general.

Las funciones de la congregación general son: fijar calendario (exequias y cónclave), procurar el buen gobierno de la Iglesia esos días, leer a los cardenales los documentos que hubiera dejado el Papa difunto, mandar la anulación del Anillo del Pescador y el sello de plomo usados para enviar cartas apostólicas y, finalmente, asignar -por sorteo- habitaciones en la Casa Santa Marta.

Cada cardenal deberá prestar el siguiente juramento: “Nosotros, cardenales de la Santa Iglesia Romana, del Orden de los Obispos, del de los Presbíteros y del de los Diáconos, prometemos, nos obligamos y juramos, todos y cada uno, observar exacta y fielmente todas las normas contenidas en la constitución apostólica Universi Dominici Gregis del Sumo Pontífice Juan Pablo II, y mantener escrupulosamente el secreto sobre cualquier cosa que de algún modo tenga que ver con la elección del Romano Pontífice, o que por su naturaleza, durante la vacante de la Sede Apostólica, requiera el mismo secreto”.

Seguidamente cada cardenal dirá: “Y Yo, N. cardenal N. prometo, me obligo y juro. Y poniendo la mano sobre los Evangelios”, añadirá: “Así me ayude Dios y estos Santos Evangelios que toco con mi mano”.

Congregación particular

La forman el camarlengo (cardenal Farrell) y tres cardenales asistentes (elegidos por sorteo cada tres días).

Llevan los asuntos más inmediatos y urgentes, tanto en el Vaticano como en la Iglesia. Todo lo que ha sido decidido, resuelto o denegado en una Congregación particular no puede ser revocado, cambiado o concedido en otra; el derecho de hacer esto corresponde únicamente a la Congregación general y por mayoría de votos.

de la sede vacante.

Cónclave

El derecho a elegir Papa corresponde a los cardenales que el día que la sede quedó vacante tengan menos de 80 años. El número máximo de cardenales electores será de 120. Podrán ser electores los cardenales creados y con nombramiento publicado en el consistorio, aunque no hayan recibido aún la birreta y anillo.

Desde que la sede queda vacante se esperará 15 días a los cardenales. Pero el colegio de cardenales podrá adelantar el comienzo del cónclave si consta la presencia de todos los cardenales electores, o retrasarlo algunos días si se dan motivos graves. Como muy tarde a los 20 días, se iniciará el cónclave con los electores presentes. Queda prohibida toda comunicación telefónica, epistolar o de otra naturaleza con personas ajenas al cónclave. Deberán estar disponibles algunos religiosos de varias lenguas para las confesiones, y también dos médicos para eventuales emergencias.

En la mañana del día de comienzo del cónclave se celebrará la misa votiva Pro eligendo Papa en la Basílica de San Pedro, y el proceso de elección se celebrará en la Capilla Sixtina y los electores vestirán hábito coral. La norma establece “precisos y severos controles” para asegurar el secreto de las sesiones, bajo pena de excomunión latae sententiae para la persona implicada.

Una vez que los cardenales presten juramento, el maestro de Celebraciones Litúrgicas Pontificias pronunciará el “extra omnes” y las personas ajenas al cónclave deberán abandonar la Capilla Sixtina. Tras la segunda predicación, el eclesiástico encargado sale de la capilla junto al maestro de Celebraciones Litúrgicas Pontificias, y dará comienzo la primera elección. Está

Escudo

prohibido a los electores revelar a cualquier otra persona noticias que, directa o indirectamente se refieran a las votaciones, así como lo que se ha tratado o decidido sobre la elección del Pontífice en las reuniones de los cardenales, tanto antes como durante el tiempo de la elección.

La elección será per scrutinium, y se requiere al menos dos tercios de los votos. La primera tarde habrá un escrutinio, y el resto de días habrá dos votaciones tanto en la mañana como en la tarde. Se elegirá por sorteo tres escrutadores, otros tres encargados de recoger los votos de los electores enfermos (infirmaril), y de tres revisores.

La papeleta será rectangular, llevará en su parte superior la leyenda “Eligo in Summum Pontificem” y podrá ser doblada por la mitad. Cada elector, por orden de precedencia, después de haber escrito y doblado la papeleta, teniéndola levantada de modo que sea visible, la lleva al altar, delante del cual están los escrutadores y sobre el cual está colocada una urna cubierta por un plato para recoger las papeletas. Llegado allí, el elector pronuncia en voz alta la siguiente fórmula de juramento: “Pongo por testigo a Cristo Señor, el cual me juzgará, de que doy mi voto a quien, en presencia de Dios, creo que debe ser elegido”. A continuación, deposita la papeleta en el plato y con éste la introduce en la urna. Hecho esto, se inclina ante el altar y vuelve a su sitio. Cuando todos hayan votado, los escrutadores mezclan las papeletas y proceden al recuento, que se hará en voz alta. Las papeletas serán perforadas con una aguja en la parte donde pone “Eligo” y se insertarán en un hilo. Terminado el recuento, los revisores controlarán la exactitud del proceso y, si no hay elección válida, se quemarán las papeletas junto a las de la siguiente elección. Los escritos de los cardenales también se quemarán. El camarlengo redactará un escrito con los resultados de las votaciones. Este será entregado al Papa y se conservará en el archivo, cerrado en un sobre sellado.

Después de tres días sin resultado positivo, el escrutinio se suspende un día para la oración, libre coloquio y una exhortación espiritual del primer cardenal de la Orden de

los Presbíteros. Después se reanudarán las votaciones, y si a los siete escrutinios tampoco hay resultado positivo se hace otra pausa. Esto se repetirá cada siete escrutinios.

En este período se pide que la Iglesia Universal viva este proceso y se eleven oraciones al Señor para que ilumine a los electores en su tarea.

Aceptación, proclamación e inicio de ministerio

El cardenal elegido deberá responder a la siguiente pregunta del decano: “¿Aceptas tu elección canónica para Sumo Pontífice?” Una vez recibido el consentimiento, le pregunta: “¿Cómo quieres ser llamado?” Tras la aceptación, el elegido es inmediatamente obispo de la Iglesia Romana, verdadero Papa y Cabeza del Colegio Episcopal. Si no tuviera carácter episcopal, será ordenado obispo inmediatamente. Seguidamente, los cardenales expresarán un gesto de respeto y obediencia al neoelegido y, ya en el balcón principal de la basílica, el primero de los cardenales diáconos anuncia al pueblo la elección. El nuevo Papa culmina el proceso impartiendo la bendición Urbi et Orbi.

Tras la ceremonia de inauguración del pontificado, el Papa tomará posesión de la basílica Lateranense.

Cargos relevantes en sede vacante

Camarlengo: cardenal Kevin Joseph Farrell.

Decano del colegio cardenalicio: cardenal Giovanni Battista Re.

Vicedecano del colegio cardenalicio: cardenal Leonardo Sandri.

Decano de la Orden de los Diáconos (Protodiácono): cardenal Dominique Mamberti.

Decano del Orden de los Obispos: cardenal Giovanni Battista Re.

Decano del Orden de los Presbíteros: Michael Michai Kitbunchu.

Maestro de ceremonias: monseñor Diego Giovanni Ravelli.

Penitenciario Mayor: cardenal Angelo De Donatis. Limosnero de Su Santidad: cardenal Konrad Krajewski.

Encuentros del Santo Padre con el Arzobispo de Sevilla

Audiencia de la comitiva del II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular (5 de junio de 2023)
Audiencia al Seminario Metropolitano y Seminario Redemptoris Mater de Sevilla (20 de abril de 2024)
en Sevilla
Encuentro con el papa Francisco (19 de agosto de 2024)
Audiencia en la que se presentaron las conclusiones del II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular (8 de febrero de 2025)

Mensaje de Francisco a la Archidiócesis de Sevilla

Publicamos a continuación el mensaje que el Santo Padre Francisco envió a los participantes en el II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular, que se celebró en Sevilla del 4 al 8 de diciembre del 2024.

Através de estas líneas quisiera unirme a las jornadas de estudio sobre las hermandades y la piedad popular que celebran en esa ciudad de Sevilla, cuna de santos y de un pueblo que vive con fervor las expresiones de su fe hasta hacerlas consustanciales a su tejido social.

Quisiera destacar tres retos que se plantean en vuestro programa, proponiéndolos como un trisagio, una súplica que elevamos a Dios, pidiéndole al Padre la eficacia evangelizadora de nuestro esfuerzo, al Hijo la belleza de nuestro testimonio de vida y al Espíritu Santo un corazón lleno de caridad escondida que nos permita llegar a los hombres, aún de forma silenciosa.

Nuestra vida es un peregrinaje, una continua estación de penitencia que en la feliz expresión de san Manuel González podemos proponer como «un viaje de ida y vuelta, que empieza, el de ida, en Cristo y termina en el pueblo, y empieza en el pueblo, el de vuelta, y termina en Cristo» (Obras completas II, n.1884). La eficacia evangelizadora de vuestra propuesta está en ese nacer de Cristo, de la fe recibida en familia; de la experiencia de vivir y compartir esa fe en la hermandad; de ese

salir unidos a vuestros sacerdotes, desde la parroquia, desde el templo de vuestro titular, hacia la Santa Iglesia Catedral, junto a las demás Hermandades, manifestando ser Pueblo en camino hacia Dios.

Todos distintos y todos unidos, de ahí una sublime belleza. Qué entrañable ver a los niños con sus trajes de niño, haciendo los trabajos de niños: llevar el agua, las cestas del incienso, sintiéndose importantes en lo que hacen, y a la vez anhelando poder crecer, y vestir el traje de los grandes, para poder cargar la cruz, para poder ponerse bajo el manto de su Santísima Madre. La belleza de esta diversidad es también escuela, es camino: san Manuel empezó bailando como seise ante el trono del Corpus Domini y toda su vida de obispo y de santo la dedicó a servirlo.

Por otro lado, su belleza se percibe en esa perfecta unión que nace de la combinación de tantas peculiaridades, ministerios, trabajos, que con tesón y paciencia se van compenetrando. Es sobre todo la belleza de Cristo que nos convoca, nos llama a ser hermanos y nos impulsa a sacar a Cristo a la calle, a llevarlo al pueblo, para que todos puedan contemplar su hermosura. Qué gozo ver caminar

Monseñor Bernardito Auza durante la lectura del papa Francisco a los participantes en el II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular, el pasado 4 de diciembre de 2024.

el cortejo acompasado por el ritmo de una oración silenciosa, que sobrecoge el corazón de quien lo ve. Sea que uno cargue, o que simplemente acompañe, que lleve un hábito de penitencia, o un rosario, es el mismo fervor, el mismo amor, notas de una misma partitura que sólo juntas trazan un canto de alabanza.

Cuántas lágrimas se derraman en esos momentos, «llorando con Cristo que llora, acompañando a Cristo abandonado, poniendo su corazón muy cerca del Corazón de Cristo» (ídem, n. 1891) hasta parecer diría san Manuel «chiflados», chiflados de amor. Así seguramente les llaman muchos que los ven, pensando que no tiene sentido tal esfuerzo. Pero son locos de amor por Dios, tanto de tocar el corazón de su pueblo, para llevarlos a Dios.

Un viaje de vuelta, desde ese pueblo que hemos encontrado en la calle, al que le hemos mostrado la belleza de Jesús, de su Iglesia, de ese amor «chiflado», para volver a Dios. San Manuel nos asegura: «Ay, señores, que el pueblo [...] tiene hambre de verdad, de cariño, de bienestar, de justicia, de cielo y, quizás, sin que se dé cuenta, de Dios» y «las lágrimas de su corazón» (ídem, n. 1900), las desgarradoras lágrimas de su alma, no nos pueden dejar impasibles. Nuestra imaginaria estación de penitencia sigue su camino hasta la Santa Iglesia Catedral, hasta el Sagrario donde el Señor nos espera, ante Él presentamos esos corazones, para que Dios Padre haga crecer la semilla que hemos intentado sembrar. Este Pan vivo es el único que puede saciar el hambre de nuestra sociedad, un Pan que nació para entregarse, para ser consumido, y que desde el altar nos llama para que dialoguemos con Él, para ser nuestro consuelo y nuestro reposo.

Como pueblo en camino, en orden casi marcial, sea llevando su cruz, sea bajo el manto de su bendita Madre, sentimos que somos el campo de Dios, semilla del reino, y es en su presencia que volvemos a nuestras casas, para seguir transparentando ese regocijo, esa belleza, ese amor desbordante, que se comunica a nuestros hijos, a nuestras familias, amigos, vecinos. Es en ese momento íntimo, que pedimos a Jesús que les dé la fuerza de unirse a nosotros en este peregrinaje, de la procesión y de la vida, juntos seguiremos llevando a Cristo, sacándolo a la calle para que entre en todos los corazones.

Queridos hermanos y hermanas, debo confesarles algo, el texto que he propuesto a su meditación de san Manuel González, no habla de devoción, de liturgias públicas o de oración contemplativa. En realidad, habla de la obra social de la Iglesia, del compromiso laical por la trasformación del mundo, de la necesidad de acercar la ternura de Dios a los hombres que sufren en el cuerpo y en el alma. Pero sus palabras reflejan un mismo amor, pues “cargar” el paso del Cristo en la procesión, cargar cada día con la cruz que el Señor nos propone o cargar sobre nuestros hombros al hermano que encontrarnos postrado en el camino, como lo haría el Buen Pastor, es el mismo amor, es la misma caridad escondida que encontramos en el Sagrario de la Santa Iglesia Catedral, y en el de nuestro templo titular. Es ese amor que tomamos de Cristo y llevarnos al pueblo, que traemos a Cristo junto a ese pueblo, en un continuo viaje de ida y vuelta que conforma nuestra existencia terrena. Sea este nuestro deseo y nuestra súplica ante Dios tres veces santo.

Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide, y por favor no se olviden de rezar por mí.

Monseñor Teodoro León

Obispo auxiliar de Sevilla

Tu vida ha sido Evangelio, tu muerte es semilla

Ante la noticia del fallecimiento del papa Francisco, surge una doble emoción en el alma. Por un lado, la alegría serena del tiempo pascual, en el que celebramos la victoria de Cristo sobre la muerte. Y, por otro, la tristeza humana y eclesial por la pérdida de quien ha sido pastor supremo de la Iglesia, el papa Francisco.

En este momento, sentimos con especial fuerza el peso de su ausencia, pero también la luz de su legado. Desde esta orilla de la Pascua, acompañamos con la oración al Santo Padre fallecido en este lunes de la Octava de Pascua, y escuchamos la Palabra de Dios que hoy nos consuela, nos ilumina y fortalece.

La lectura de los Hechos de los Apóstoles nos sitúa en el corazón mismo de la fe cristiana, la Resurrección de Jesús. Pedro, lleno del espíritu, proclama con valentía: “a este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos”. Esta fue la convicción profunda que animó la vida y el ministerio del papa Francisco, la certeza de que Cristo ha resucitado y vive, que su amor ha vencido al pecado y a la muerte, y que, por tanto, toda la Iglesia está llamada a ser testigo de esa victoria.

Francisco no predicó una doctrina abstracta, sino una fe encarnada, pascual, alegre. Siempre nos recordó que el Evangelio no es una carga, sino una buena noticia, que Cristo ha resucitado. Nos precede y quiere encontrarse con nosotros.

El Evangelio es de una delicadeza conmovedora. Las mujeres que habían ido al sepulcro con el corazón encogido se encuentran con Jesús resucitado, y Él les dice: “alegraos, no temáis”. Esas dos palabras, alegría y confianza, podrían resumir también el magisterio espiritual del papa Francisco. Él fue, en medio de una época compleja, un anunciador de la alegría del Evangelio y, al mismo tiempo, nos exhortó, una y otra vez, a no tener miedo, a salir, a reformar, a acoger, a sanar, a tender la mano. Sabía que la tentación de la Iglesia, también en sus estructuras, es cerrarse por miedo. Por eso nos impulsó a vivir la audacia del espíritu, a ser una Iglesia en salida, no de puertas cerradas, no obsesionada por la autoreferencia, sino desbordante de gozo y misericordia.

El salmo nos ofrece una clave interior: “protégeme Dios mío, que me refugio en ti, me enseñarás el sendero de la vida”. Esta oración ha salido de los labios del papa Francisco en muchísimas ocasiones. Quienes le conocieron

de cerca dicen que era un hombre de silencio y escucha. Un hombre que vivía ante Dios incluso en medio de la presión de un ministerio inmenso. Y en este día también nosotros rezamos con esas palabras.

Pedimos al Señor que reciba en su paz al papa Francisco, que lo proteja como a su servidor fiel, que le muestre definitivamente el sendero de la vida y que le sacie con el gozo de su rostro.

La muerte de un Papa no es sólo un momento para mirar al pasado, sino para asumir una responsabilidad. Nos corresponde ahora custodiar su herencia con humildad, discernir lo que el Espíritu ha dicho a la Iglesia a través de su voz, y continuar la obra con fidelidad.

Que el estilo evangélico del papa Francisco inspire nuestro trabajo, con un espíritu de servicio, con sencillez, con transparencia, con sensibilidad pastoral. Y, sobre todo, con la alegría y la esperanza que brotan del resucitado.

El papa Francisco ya ha sido llamado a la Casa del Padre. Se ha encontrado finalmente con el Señor resucitado, a quien amó, predicó y sirvió con alma de pastor y corazón de padre. Ahora descansa en las manos del Padre, allí donde no hay corrupción, ni miedo ni mentira. Allí donde las lágrimas se enjugan y donde el gozo es perpetuo. Nosotros seguimos caminando, pero no estamos solos. Caminamos en comunión con toda la Iglesia, caminamos con esperanza hacia la Casa del Padre, hacia la Eternidad, porque Cristo vive. Y porque creemos, eso podemos decir hoy, con profunda paz en el alma: Descansa en paz, santo padre Francisco. Tu vida ha sido Evangelio, tu muerte es semilla, tu recuerdo bendición.

Monseñor Ramón Valdivia

Obispo auxiliar de Sevilla

La urgencia del Papa

En estos días se sucederán en los medios de comunicación numerosas intervenciones acerca del papa Francisco. Unas serán de personas relevantes, y otras, serán opiniones de personas que sólo las escuchará el Señor porque son de personas a las que nadie pregunta, que están ocultas a los ojos y oídos del “mundo”. Precisamente a esas personas son a las que estaba urgido el Papa a escuchar. No podría hacer un cálculo de las personas a las que Francisco ha dirigido una palabra, una sonrisa, una caricia, y hasta alguna reprimenda… Solo sé que, en la última cita que tuve con él, la mañana del ocho de febrero de este año, cuando estaba ya muy enfermo, casi de soslayo pude ver cinco audiencias de grupos de personas “relevantes”. ¡Qué barbaridad! ¿Qué energía puede sostener esto en una persona mayor durante los casi trece años de su pontificado? ¿Quién debe mover las entretelas de una persona mayor a tener una mirada hambrienta del alma de quien se tiene delante?

La urgencia del Papa respondía a atender la necesidad que expresaban los ojos atónitos de quienes acudían a él por ser el sucesor de Pedro, como aquel mendigo que a la salida de la Puerta Hermosa del Templo de Jerusalén pedía un poco de atención. El sucesor, llegado desde Argentina, también dedicó a tantos y tantos ojos, el instante de atención que reclaman una mirada que no nace de él, sino que es el reflejo de quien es mirado por el Hijo de Dios. No hay fuerza humana, ni oro ni plata suficiente para levantar a un paralítico tras otro de su postración.

Sólo puede la mirada de Dios, que atraviesa la débil carne del sucesor de Pedro, aquel que lloró amargamente su traición, y fue mirado con misericordia por Jesús. Sólo una mirada atravesada por el Señor puede servir para levantar al mundo. Su lema, precisamente habla de esta urgencia de Dios: “Lo miró con misericordia y lo eligió”. La urgencia del Papa ha sido la de prestar atención a los que necesitaban misericordia. Ha recorrido los lugares más recónditos, como si siguiera las preferencias del “apóstol de las gentes” hacia los lugares donde no había sido proclamado el Evangelio. Es lógico que nos extrañemos de las preferencias de quien ha venido para una misión que no es de este mundo. Así lo vivieron los habitantes de Belén, Jerusalén y de Roma. Sin embargo, la urgencia de Dios no es la del mundo. Por eso, el Señor se fijó en la viuda pobre del Templo. Dios se detuvo, la miró con misericordia, y su figura resuena por los siglos. Así, el sucesor de Pedro, aprendió la lección, y su urgencia fue para mirar, con preferencia, a los que no cuentan para nadie, pero son imprescindibles para Dios.

En el día en que el Señor les dice a las mujeres temblorosas: “Alegraos”, en ese día, el Señor ha llamado, con urgencia, a su servidor. No en vano, su carta programática se llamó precisamente Evangelii Gaudium. Ahora, pedimos al Señor, que su mirada contemple cara a cara al Creador, y como siempre, se detenga ante las súplicas de quienes reclaman un poco de tiempo, un poco de amor.

Foto: Vatican News

Ecología integral: Una respuesta holística a la crisis medioambiental según el papa Francisco

Jorge Bergoglio, primer papa jesuita y primer papa procedente del continente americano, es también el primer papa que ha elegido el nombre de Francisco en homenaje a san Francisco de Asís, símbolo del compromiso con los pobres.

Esta elección revela el programa de su pontificado: una Iglesia pobre para los pobres. Y entre estos, sitúa a la tierra, «nuestra hermana y madre». Por tanto, no es de extrañar que dedique varios textos a la cuestión ecológica. Entre ellos, destacan la encíclica Laudato si’ (del 24 de mayo de 2015) y la exhortación apostólica Laudato Deum (del 4 de octubre de 2023).

Es inédito que una encíclica se dedique íntegramente a la ecología. Esto demuestra la voluntad del papa Francisco de implicar oficialmente al magisterio de la Iglesia en la búsqueda de soluciones a la crisis ecológica que pone en peligro el futuro del mundo. Con Laudato si’, Francisco devuelve al cosmos el lugar que le corresponde como «nuestra casa común». (LS nº 1). Al hacerlo, invita a la humanidad a renovar su conciencia de pertenencia común a la tierra, junto con otras criaturas no humanas. Esto allana el camino hacia su «ecología integral», que tendrá el mérito de instar al ser humano a una auténtica conversión del corazón y a prestar atención a sus comportamientos ecológicos cotidianos, de los que depende el futuro del planeta.

La ecología integral, «popularizada» por el papa Francisco, es una respuesta adecuada a la crisis ecológica actual. Se trata de un concepto que propone una visión global de las cuestiones ecológicas, teniendo en cuenta no solo las dimensiones ambientales, sino también las humanas, sociales, culturales y económicas. Se trata de un enfoque holístico que reconoce la interdependencia entre los seres humanos y su entorno, expresada en la expresión «todo está conectado» (LS nº 117; 120), y subraya la necesidad de promover la justicia social y medioambiental. La ecología integral, por tanto, es una llamada a pensar la ecología no solo como protección de la naturaleza, sino también como preservación de la dignidad humana y defensa de los más vulnerables. De este modo, se restituye al hombre su dignidad, que a menudo ha sido pisoteada por el ecologismo contemporáneo, convertido en una «ideología verde».

En conclusión, la ecología integral es una de las grandes intuiciones del pontificado de Francisco. Ha permitido abordar la complejidad de la crisis medioambiental y encontrar soluciones adecuadas. Para los cristianos, es «una ecología plenaria, expresión de un vínculo entre el ser humano y la biosfera que va más allá de la mera dependencia mutua, una especie de parentesco entre todo lo creado, un parentesco sugerido ya en el primer libro de la Biblia, el Génesis» (Patrice de Plunkett).

Foto: Laudato Si Movement

Miguel Ángel Núñez, pbro.

Párroco de Santa María la Blanca y San Nicolás

Francisco, el Papa que nos llamó a caminar juntos

El legado que el papa Francisco deja tras de sí se llama sinodalidad. Quizás todavía no seamos conscientes de su envergadura y necesitemos tiempo para madurar su hondo significado e implicaciones para la vida de la Iglesia.

Como el padre de familia del Evangelio (Mt 13,52), Francisco tomó uno de los grandes tesoros de la Iglesia antigua –los sínodos– y lo hizo nuevo al considerar la comunión, que ellos representan, una “dimensión constitutiva de la Iglesia”. Ser Iglesia es caminar juntos, en comunión. Su genialidad, si se quiere, no ha sido otra que llevar hasta el final la lógica de los primeros autores cristianos. Si Iglesia –escribe san Juan Crisóstomo– es “nombre que indica caminar juntos (σύνoδος)”, la sinodalidad debe ser, en consecuencia, el modo propio de relación en ella, donde todo bautizado cuenta, porque nadie es irrelevante en el cuerpo de Cristo.

Para el papa Francisco, este caminar juntos era casi un imperativo, como una exigencia que venía directamente del cielo: “El camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”. No podía ser de otro modo. En raíz, “la vocación de la Iglesia es caminar juntos. Los cristianos están llamados a hacer camino juntos, nunca como viajeros solitarios. El Espíritu Santo nos impulsa a salir de nosotros mismos para ir hacia Dios y hacia los hermanos; nunca a encerrarnos en nosotros mismos”. En parte, el caminar juntos constituye toda una disciplina, donde hay que ejercitarse tanto en la escucha y acogida gratuita del otro como en vencerse a uno mismo en todo aquello que significa egocentrismo. Al final, decía el Papa, caminar juntos es un trabajo de artesanos, donde el cuidado de los pequeños detalles da lugar a obras maravillosas. Como el artesano puso su trabajo, cada uno de nosotros en la Iglesia ha de poner su vida en juego, sin pisotear o dominar al otro, sin dejar que nadie se quede atrás o se sienta excluido, porque todos compartimos la misma dignidad bautismal, vamos en la misma dirección, hacia la misma meta. Dios hará el resto, algo maravilloso. La sinodalidad significa exactamente esto: hijos de Dios que caminan codo a codo, bajo la guía del Espíritu Santo, al encuentro del Señor.

Ahora bien, como el propio Francisco recordaba, no habrá sinodalidad si no hay conversión. “Preguntémonos ante el Señor –escribía en su mensaje de la Cuaresma pasada– si somos capaces de trabajar juntos obispos, presbíteros, consagrados y laicos, al servicio del Reino de Dios; si tenemos una actitud de acogida, con gestos concretos, hacia las personas que se acercan a nosotros y a cuantos están lejos; si hacemos que la gente se sienta parte de la comunidad o si la marginamos”. La capacidad de trabajar juntos por el Evangelio solo es posible si hay auténtica acogida mutua de los corazones, porque el Reino de Dios se construye desde dentro hacia fuera, de lo pequeño a lo grande, en cada comunidad. Y es aquí donde Francisco aterriza la Sinodalidad de la Iglesia a lo concreto y cotidiano, donde cada comunidad cristiana se la juega en su capacidad para caminar en comunión, para escucharse los unos a los otros con amor y paciencia, para vencer la tentación de encerrarse en sí misma; para mostrarse abierta a todos, especialmente a los alejados y excluidos, donde todos puedan encontrarse en casa.

En este empeño de hacer partícipe a la totalidad del Pueblo de Dios en la marcha de la Iglesia, el papa Francisco diseñó la XVI Asamblea General del Sínodo de los Obispos en 2022, que debía tratar “una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”, de modo inédito. La temática del sínodo debía trabajarse en cada diócesis, luego a nivel continental y finalmente a nivel de Iglesia Universal. Con esta dinámica, el Santo Padre deseaba implicar a todo el Pueblo de Dios, que todo él se pusiera en actitud de escucha recíproca y abierta al Espíritu Santo. Un proceso que involucró en sinergia al entero Pueblo de Dios: laicos, religiosos y religiosas, ministros ordenados, colegio episcopal y al propio Papa, cada uno según su propia función. Nuestra Archidiócesis, grupos parroquiales, de movimientos y hermandades, de colegios y comunidades religiosas, participó muy activamente en toda la fase diocesana, nacional y continental. La experiencia vivida nos dice que la sinodalidad propuesta por Francisco para que la Iglesia recorra este tercer milenio es posible. “Hagamos este viaje juntos”, Francisco.

Antero Pascual, pbro.

Canónigo y párroco de San Pedro y San Juan Bautista (Sevilla)

El papa Francisco nos abre camino en el Espíritu

Ante el fallecimiento del Santo Padre, el papa Francisco, como creyentes valoramos y apreciamos su ministerio en acción de gracias a Dios que por medio del Espíritu Santo guía a la Iglesia. Este acompañamiento del Espíritu se realiza a través de aquellos que Dios nos ha puesto para que sirvan de maestros de todo el pueblo. Y sin duda la acción de Dios se hace visible a través de signos concretos en los que discernimos y aplicamos a nuestra propia vida y maduración en la fe.

Quisiera fijarme, de modo particular en dos signos visibles en los que por la fuerza de la propia imagen, muchos hemos podido constatar la presencia cercana de Dios. El primero de ellos, hace referencia a las circunstancias tan originales de la pandemia en la que en una tarde lluviosa y en una Plaza de San Pedro vacía, donde daba la sensación que el silencio se hacía presente en el mundo entero, el papa Francisco llevaba en su corazón las oraciones de todos para presentarlas a Cristo crucificado y así el sufrimiento de todos fuera transformado en una bendición con el Santísimo por el mundo entero. En aquel 27 de marzo del año 2020, sentimos la cercanía

y la protección de Dios a través del papa Francisco que intercedía por todos.

En segundo lugar, otro momento fue en el verano de 2013, primer viaje del papa Francisco fuera de Roma para visitar a todos aquellos que en la isla de Lampedusa, sufren las consecuencias de un mundo que descarta a los mas desfavorecidos. Allí el Papa fue presencia de Dios para tantos hermanos nuestros que nunca olvidarán aquel momento en sus vidas.

Sin duda, durante todo su pontificado ha habido muchos mas momentos en los que podríamos afirmar la presencia de Dios, pero éstos nos pueden ayudar hoy agradecer a Dios la presencia del papa Francisco en la Iglesia y además a ser conscientes de haber aprendido una gran lección de amor y misericordia que refleja el rostro de Dios. Nos tocará tomar conciencia y proclamar con el profeta Sofonías que “el Señor está en medio de cada uno de nosotros” (Sof 3,17) y ojalá nos anime a continuar en el mismo camino del Espíritu que el papa Francisco nos ha señalado.

Descanse en paz

EIsabel Orellana

Misionera idente

Papa Francisco: La persona, el pastor

l tránsito de nuestro querido papa Francisco, que ha llegado después de haber tenido la gracia de recibir su bendición a escasas horas de regresar a la Casa del Padre, inunda los corazones de todos los que somos creyentes, que alzamos nuestras oraciones en acción de gracias por su vida. Ha sido un pontífice que se ha desgastado por Cristo y su Iglesia, que somos todos. No reparó en fatigas y desvelos a pesar del deterioro progresivo de su salud, y ha entregado sus sufrimientos y oraciones por cada uno de nosotros.

Francisco, el papa misionero, fue un apóstol genuino. Le urgió siempre la conversión del mundo, y así ofrendó su vida sin poner coto alguno, porque la fe le confería la certeza de que Dios actúa siempre con su gracia en quienes viven desasidos de sí. Ese es el auténtico acto de

servicio al que apelaba el Santo Padre al decir: «Si queremos seguir a Jesús, debemos recorrer el camino que Él mismo ha trazado, el camino del servicio». «¿Quieres sobresalir? Sirve. Este es el camino». «Servir no nos disminuye, sino que nos hace crecer. El vencedor no es el que domina, sino el que sirve por amor». «El servicio es el estilo de vida cristiano […] nace del amor» y el amor «no conoce fronteras, no hace cálculos, se consume y se da». Y eso hizo el Papa no solamente estos años, sino a lo largo de su vida, como se aprecia en su autobiografía: consumirse, darse, llegando casi al límite de sus fuerzas. La terquedad que algunos apreciaron en él en los últimos tiempos cuando su salud se deterioraba, en términos espirituales tiene otra interpretación: amor al pueblo que le buscaba, que ansiaba estar con él, un sentimiento

recíproco que nunca le abandonó. De hecho, poco antes de su fallecimiento agradeció a sus médicos haberle “devuelto a la plaza”. Era el escenario en el que podía escuchar el latir emocionado de tantos corazones. Un espacio que era como un barrio donde todos se conocen, se ayudan, comparten sus alegrías y sus penas, un barrio como aquel porteño en el que creció y que le acompañó hasta el fin de sus días.

En doce años de pontificado dio la vuelta a muchas cosas dentro de la Iglesia. Asumió líneas sugeridas por los cardenales y las puso en marcha. Actuó con claridad y valentía movido por una fe sin fisuras, sin perder nunca la alegría, sabiendo perfectamente la repercusión que tendrían sus decisiones, y la multitud de críticas que conllevarían. Con energía y tesón, siempre infatigable, introdujo los cambios que juzgaba deben caracterizar a una Iglesia en salida, cuyo signo precisamente es romper con el estancamiento, ese detestable «siempre se ha hecho así», que habla de inmovilismo, que induce a vivir cómodamente alimentando la rutina. Y fue borrando tal idea con paciencia y energía.

El signo del servicio es movimiento, atención a los demás, cuidado exquisito de la misión que cada uno tenga encomendada. Es ver en los otros las necesidades, adelantarse a cubrirlas, pensar en el modo de hacer frente a los desafíos, y actuar con prudencia y determinación. Todo eso lo había encarnado el religioso jesuita, el sacerdote y pastor de Buenos Aires. Heroísmo cotidiano, comprensión, amabilidad, amistad, ser uno con el pueblo y caminar junto a él, luchar por los derechos de los oprimidos, jugarse la vida para salvar la de otros, actuar en favor de la paz… Eran rasgos que le caracterizaban cuando asumió la Silla de Pedro. El carisma que recibió y le asistió como Vicario de Cristo potenció la enorme riqueza de una existencia que estaba alejada de los oropeles ya incluso por razones de procedencia, de educación. El Papa nunca olvidó sus humildes raíces, y el relato de su intensa vida da claves para comprender muchas de las decisiones que fue tomando como máximo responsable de la Iglesia.

Su autoridad moral ha sido indiscutible. Orante, austero, misericordioso, humano, desprendido, lleno de ternura, humilde, siendo consciente de su pequeñez, afligido por errores que cometió en su momento, un sentimiento que le llevaba a reconocer que era un pecador como los demás. Y sabemos que no eran palabras recurrentes ni impostadas, proferidas buscando suscitar en los demás alguna especie de reacción afín a su persona. Dejaban entrever algunos pequeños matices del profundo itinerario espiritual de una vocación religiosa indeclinable; brotaban de lo más profundo de un corazón que mostraba cuánta era su sed de conversión, de penitencia.

Son incontables las imágenes que nos ha legado abrazando a los enfermos, bendiciendo a los niños y a sus madres, postrándose de hinojos ante gobernantes para suplicar la paz, descalzándose ante autoridades de otras confesiones, emocionarse ante la tragedia de los emigrantes, compadecerse por las heridas de los esclavizados que han padecido en sus carnes los hierros del odio y el afán de poder, o por los supervivientes de masacres, pobres y abandonados, niños sin hogar…; En suma, el pueblo que sufre y llora. Ha compartido, ha mezclado sus propias lágrimas con las de ellos. Ha sido un Papa comprensivo, exigente cuando debía serlo, amable, cercano, sin acepción de personas, sensible, natural, sencillo siempre, nunca autoritario. Todo eso no se improvisa; es fruto de la oración, y a la edad avanzada que tenía al asumir la Cátedra de Pedro estos rasgos no hacían más que mostrar la profunda huella que su quehacer había ido dejando en su vida a lo largo de los años. Algo corroborado por los que lo conocieron, lo trataron de cerca, y, por supuesto, constatado dentro y fuera de la Iglesia. Una trayectoria apostólica edificante de la que hoy podemos hacer balance y que resume en sí misma lo que es actuar con espíritu servicial. El Papa ha sido la voz autorizada de la experiencia basada en la vivencia del Evangelio; con eso está todo dicho.

En las hemerotecas se halla un compendio de su extraordinario legado, que yo misma también he sintetizado en otras ocasiones en otros lugares. Pero hoy quería aludir al hombre, al sacerdote, al Papa, agradeciendo la entrega de su vida, que ha sido el signo más preclaro de su amor, unida a toda la Iglesia que le llora, reza por él y ruega su mediación.

Lavatorio de los pies del Papa en 2023 en el penitenciario de Casal del Marmo en Roma (Foto: Vatican News).

Francisco Román, pbro.

Canónigo y párroco de Santa María Magdalena (Sevilla)

Reformas jurídico- canónicas del papa Francisco

Desde su elección, todos intuíamos que el papa Francisco emprendería un amplio programa de reformas eclesiales.

Su estilo personal, caracterizado por la cercanía pastoral y el deseo de ser un pastor “con olor a oveja”, según sus propias palabras, pudo dar la impresión de que la renovación del derecho eclesial no era una de sus prioridades. Sin embargo, dado el vínculo entre el derecho canónico y la vida y misión de la Iglesia, reformar la Iglesia implica necesariamente actualizar su marco normativo.

En este sentido, la labor legislativa del papa Francisco durante su pontificado ha sido extensa y profunda, con reformas de gran calado y alto nivel técnico. Sus constituciones apostólicas, en especial aquellas promulgadas en forma de motu proprio —principal instrumento jurídico—, permiten identificar las áreas más relevantes de su reforma y las de mayor impacto canónico.

Uno de los aspectos prioritarios de su agenda reformista fue la reorganización de los organismos del Estado Vaticano, con especial énfasis en la transparencia económica y la seguridad jurídica (tribunales). Prueba de ello es que sus primeros seis motu proprio, publicados entre julio de 2013 y febrero de 2015, estuvieron dirigidos a este propósito. A lo largo de su pontificado, este enfoque se mantuvo con un total de dieciocho documentos normativos relacionados con el tema, incluyendo la nueva Ley Fundamental del Estado de la Ciudad del Vaticano (2023).

La reforma de la Curia Romana también ocupó un lugar destacado en su labor legislativa, culminando con el Estatuto Praedicate Evangelium (2022), que sustituyó a Pastor Bonus y formalizó una profunda transformación de la Curia. En su relación con las iglesias locales, impulsó una cierta descentralización, principalmente a través de Competentias quasdam decernere (2022).

A nivel global, su primera gran reforma normativa fue Mitis Iudex Dominus Iesus (2015), que introdujo importantes modificaciones en los procesos de nulidad matrimonial, destacando la eliminación del requisito de una doble sentencia conforme, lo que redujo significativamente los tiempos de tramitación. Otra de sus reformas de mayor impacto fue la relativa a la protección de me-

nores y personas vulnerables. En junio de 2016, estableció la posibilidad de remover a obispos que no actuaran diligentemente en estos casos, y en 2019 promulgó el motu proprio Vos estis lux mundi, que en 2023 fue actualizado con nuevas disposiciones.

Desde el punto de vista jurídico-formal, quizá su reforma más significativa fue la del derecho penal canónico. Con Pascite Gregem Dei (2021), renovó por completo el Libro VI del Código de Derecho Canónico de 1983, corrigiendo sus deficiencias, algunas ya apuntadas por su predecesor.

En el ámbito litúrgico, realizó diversas modificaciones, como la regulación de la edición de los libros litúrgicos (2017), la institución del Domingo de la Palabra de Dios (2019) y la reforma de los ministerios laicales, que permitió la institución de laicos sin distinción de sexo y el reconocimiento del ministerio de catequista (2021). Pero posiblemente su reforma litúrgica más trascendental fue la relacionada con el uso extraordinario del rito latino, que inició con la supresión de la Comisión Pontificia Ecclesia Dei (2019) y culminó con Traditionis custodes (2021), que restringió significativamente el uso del Misal de 1962, revirtiendo la postura establecida en Summorum Pontificum (2007).

Además, su pontificado trajo reformas en diversas áreas, como el derecho de la Vida Consagrada (Vultum Dei quaerere, 2016; Communis vita, 2019; Expudit ut, 2023), el munus docendi (Veritatis gaudium, 2017), el Sínodo de los Obispos (2018), la instrucción de las causas de los santos (2017, incorporando el “ofrecimiento de vida” como criterio de beatificación), la configuración jurídica de las prelaturas personales (2023), con especial atención al Opus Dei (Ad charisma tuendum, 2022), y la reestructuración de la diócesis de Roma, redefiniendo el Vicariato (2023) y la organización territorial (2024).

En total, el papa Francisco promulgó más de 80 constituciones apostólicas, en su mayoría en forma de motu proprio. Su impacto normativo es evidente en el hecho de que han supuesto la modificación de más de un centenar de cánones, tanto del Código de la Iglesia latina como del de las iglesias católicas orientales, consolidando su legado como un pontífice reformador.

El legado de Francisco: El Papa de las nuevas fronteras

Cualquier análisis a vuelapluma del legado del papa Francisco en estos momentos, tan dolorosamente cercanos a su desaparición, conlleva el riesgo de carecer de perspectiva que sólo puede dar el paso del tiempo. No hay que irse muy lejos: el pontificado de san Pablo VI, por ejemplo, tan ennegrecido por el humo de Satanás que se había colado por alguna grieta de la Iglesia de sus últimos meses, sólo ha obtenido el reconocimiento merecido a quien clausuró el Concilio Vaticano II conforme nos alejamos de las contingencias de aquellos dramáticos momentos.

El tiempo que le ha tocado vivir a Francisco como sucesor de Pedro también lo es. Y sólo el distanciamiento temporal nos permitirá calibrar en sus justos términos su acción pastoral. Pero, de entrada, no erraríamos mucho si consideramos a Bergoglio como el Papa de las nuevas fronteras, casi al estilo kennediano que puso al primer hombre en la Luna en el plazo de una década, la prodigiosa en muchos sentidos de los años 60 del pasado siglo.

Francisco ha empujado las fronteras eclesiales y ha redefinido el retrato del “santo y fiel pueblo de Dios en camino” que forman los cristianos para adecuarlo de manera mucho más ajustada al rostro verdadero de la Iglesia Católica: africano, asiático, femenino, pobre… No hay más que echar un vistazo al listado de naciones que ha visitado o al estadillo de cardenales que ha creado para advertir que ha ampliado enormemente la idea de la catolicidad hasta llevarla a las periferias del mundo, por usar una expresión tan cara al romano pontífice.

Probablemente, aunque esto tendrá que confirmarse con el tiempo, Francisco ha sentado las bases de la futura Iglesia para los próximos treinta o cuarenta años en uno de esos virajes históricos casi imperceptibles para una generación que sólo el tiempo puede aquilatar. Lo que veamos a partir de ahora, en la persona de quien lo suceda, puede que sea el afianzamiento de ese movimiento de apertura y extraversión que los jesuitas -y este Papa ha sido ‘muy’ jesuítico- habían hecho como congregación a partir del generalato de Arrupe.

Sus esfuerzos, no del todo fructuosos y muy a menudo incomprendidos, para adelgazar la Curia vaticana y liberar energías para la misión serán provechosos sólo a la vuelta de unos años, cuando se vea que, como le advirtió el cardenal Hume en el momento de su elección, no se ha olvidado de los pobres; esto es, de los migrantes, de los marginados, de los enfermos, de los ancianos, de los que él mismo ha nombrado, con pleno acierto, los descartados de la Tierra.

Junto a todo lo anterior, destacaría la alegría del Evangelio como su aportación fundamental. No en vano es el título de la exhortación programática, Evangelii gaudium, que ha sido como la clave de interpretación de su pontificado. Esa alegría de quien se ha encontrado con el Señor y ya no se la pueden arrebatar ni tribulaciones, ni angustias, ni persecuciones, ni hambre, ni desnudez, ni espada. La alegría que nace de saber que la misericordia divina, la viga maestra de la Iglesia, arrasa pródigamente con el pecado.

Foto:
Vida Nueva

“No

ha dejado a nadie indiferente”

Hablar o escribir, en este caso, sobre el papa resulta fácil, ya que en sus pocos años de pontificado creo que no ha dejado a nadie indiferente. Pero resumir lo que yo pienso de Francisco en pocas palabras me resulta muy complicado. A mí me cautivó desde el primer momento.

Recuerdo que estaba en clase de inglés con una profesora inglesa, anglicana, e interrumpimos la clase porque supimos que se había elegido al papa. Cuando salió al balcón y lo primero que hizo fue poner a toda la plaza de San Pedro a rezar, vi que estábamos ante un papa con un estilo diferente. También me fijé en que la estola parecía pincharle y trataba de desprenderse de ella y me alegré de estos nuevos gestos. Siempre me he sentido más cómoda en la Iglesia pueblo de Dios que en la Iglesia institución.

Para mí hay tres documentos del papa que me han dejado huella y que además procuro expandirlos en la medida de mis posibilidades, porque además creo que en ellos hay un hilo conductor claro para entender al papa Francisco.

El primero es la exhortación apostólica Evangelii Gaudium (noviembre, 2013). No dejó a nadie indiferente, entre otras cosas, porque es un documento, como todos los que ha escrito posteriormente, de fácil lectura, no por ello de poco contenido. Los otros dos documentos son sus encíclicas sociales Laudato Sí ( 2015) y Fratelli Tutti (2020). Hay un hilo conductor, en mi opinión, en los

tres documentos. En el primero nos explica extensamente usando a veces verbos a los que nos hemos tenido que acostumbrar, (como por ejemplo primerear), cómo le gustaría que fuese la Iglesia; el segundo, cómo está el planeta, nuestra casa común y en el tercero nos dice que este mundo lo tenemos que construir entre todos, creyentes y no creyentes en diálogo.

En todos ellos, además de lo específico de cada uno de ellos, con una valentía grande, habla de la necesidad de una economía al servicio de las personas y no una economía de exclusión, que a veces mata. Ha sabido poner a los pobres en el centro de la Iglesia dándoles dignidad y haciendo ver que la causa de los pobres debe ser la causa de todos nosotros.

Habla de alta política apelando a que los compromisos internacionales deben cumplirse, pero también habla con los movimientos populares diciéndoles que hay que ser creativos para conseguir una justicia social distributiva. Y a los jóvenes, en momentos de exclusión les dice que en la Iglesia caben “todos, todos, todos”.

Para terminar, cito una frase que aunque escrita en 2020 tiene plena vigencia: “La política ya no es una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común, sino solo recetas inmediatas de marketing que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz, En este juego mezquino de las descalificaciones, el debate es manipulado hacia el estado permanente de cuestionamiento y descalificación” (FT, 16).

Foto: Vida Nueva

Joaquín de la Peña

Secretario general del II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular

Uno de los nuestros

La noticia nos sorprende a primera hora de la mañana, casi sin haber digerido aún (como nos sucede cada año) las vivencias de la Semana Santa y el impacto de la Vigilia Pascual en nuestros corazones. Con contenida emoción escuchamos al cardenal Farrell que el Papa que hablaba como nosotros “ha regresado a la Casa del Padre”. Hay en esta afirmación una doble verdad, porque no solo han resonado durante su pontificado palabras en castellano, también hemos podido comprobar, sin sutilezas, pensamientos muy cercanos a nuestra forma de vivir la fe.

Es posible que el papa Francisco haya sido el Pontífice que en mayor volumen y más certeramente haya reflexionado sobre la piedad popular, esa que marca desde hace siglos nuestra Iglesia de Sevilla. Lo escuchamos de sus propias palabras en el Vaticano “descubrí la piedad popular en una peregrinación a la Virgen de Luján”; y nos lo revelaron consideraciones fundamentales como las conclusiones de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano de 2007, el famoso documento de Aparecida, en las que él, como presidente de la comisión redactora, jugó un papel importantísimo, hasta el punto que algunos de sus biógrafos consideran que fue en esta reunión donde el cardenal Bergoglio comenzó su carrera como Papa.

En los dos encuentros que la Comisión Ejecutiva del II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular tuvo el honor de mantener con el Papa Francisco, íbamos dispuestos a informarle, a orientarle sobre aquello que constituía la base del catolicismo popular. Nuestra sorpresa fue que estábamos ante un Papa que no solo nos entendía perfectamente, que hablaba nuestro mismo lenguaje, sino que él mismo era fruto de ese territorio de encuentro que son las cofradías, las imágenes sagradas, las devociones más queridas del pueblo. Más que un muro, un puente donde todos pueden abrazarse y que a todos ofrece la oportunidad de conversión, del encuentro con Dios; al creyente y al agnóstico, al santo y al pecador, al sabio y al ignorante, al rico y al pobre…

Tras los cristales del Palacio Arzobispal resuenan, tristes, las campanas de la Giralda y en las capillas se escucha el murmullo de las oraciones por el eterno descanso de un hombre bueno, inteligente, dotado de la sana alegría que une los corazones y promueve el diálogo sin fronteras. Para el momento final, ese que nos une a la

El papa Francisco encomienda a la Virgen Salus Populi Romani uno de sus viajes apostólicos (Foto: ACI)

gran verdad de la Pascua definitiva en la otra orilla, expresó el deseo de que sus restos reposaran en la Basílica de Santa María la Mayor. El motivo lo explicó él mismo en una entrevista en 2023: “Siempre le prometí a la Virgen, ya está preparado el lugar, quiero ser enterrado en Santa María (la) Mayor, porque es mi gran devoción”. “De antes (de ser papa) cuando venía, siempre iba ahí los domingos a la mañana que estaba en Roma, me iba un rato allí. Hay una ligazón muy grande”.

Difícilmente ningún tratado teológico podría haber descrito mejor las raíces, las posibilidades y las consecuencias de esa piedad popular que nos seduce y atrapa en los brazos del Señor Crucificado o en las manos de María Santísima. Bajo la mirada misteriosa de la Salus Populi Romani, descanse en paz el Papa que hablaba nuestro mismo lenguaje.

Presidente- Decano de la Facultad de Teología San Isidoro de Sevilla

La reforma teológica del papa Francisco

Foto: Vatican News

La muerte del papa Francisco permite comenzar a vislumbrar las claves y los acentos que han marcado su pontificado. En este sentido, su ministerio petrino ha representado un punto de inflexión significativo en la renovación de la teología contemporánea, particularmente a través de su esfuerzo por destacar su dimensión pastoral y comprometida con los desafíos del mundo actual. En los principales documentos de su pontificado –desde Evangelii gaudium a Laudato Si’ o Fratelli tutti– el Papa desplegó una teología en diálogo con las realidades sociales, económicas y ecológicas, centrada en Jesucristo, desde la misericordia, la justicia, la amistad social o el cuidado de la creación. Esta orientación decisiva ha abierto nuevas posibilidades para una ciencia teológica que, arraigada en la Tradición, procura, por eso, su reinterpretación continua, a la luz de los signos de los tiempos; así, el pensamiento teológico ha querido ser revitalizado por Francisco como como una voz profética al servicio de la humanidad. Fue, no obstante, la publicación del documento Ad Theologiam promovendam, firmado por el Papa Francisco el 1 de noviembre de 2023, la que, por su carácter sistemático, marcó, en

continuidad con el proemio de la constitución apostólica Veritatis gaudium (2017), un momento determinante en la reforma de la teología y de su enseñanza.

En primer lugar, el papa Francisco puso de relieve en el breve texto de Ad Theologiam promovendam que la teología tiene que configurarse en clave sinodal, es decir, como un proceso de discernimiento comunitario que se realiza en la escucha mutua entre todos los miembros del pueblo de Dios (ATP, n. 6). Esta manera de comprensión es evocada ya en el primer criterio “educativo” que el Papa planteó en el proemio de Veritatis gaudium: la contemplación y presentación de un “kerigma misionero” que brota del corazón del Evangelio y se comunica con entusiasmo en el marco de una Iglesia en salida (VG, Proemio, I). La teología sinodal implica una reforma metodológica, pero, sobre todo, una transformación eclesial que coloca al pensamiento teológico al servicio de su misión apostólica. Francisco se manifestó crítico con una teología autorreferencial, excesivamente académica, que corre el riesgo de aislarse de la vida real de las personas (ATP, n. 5); esto es, la construcción de “un sistema autorreferencial de saber cerrado y fragmentado”. La perspectiva teológica del Papa se situaba en la encarnación en la realidad, para tratar de evitar cualquier autosuficiencia intelectual y en la apertura a una pastoral evangelizadora que procura la conversión. Se trata, en verdad, de una “conversión” epistemológica, que transforma los contenidos y el modo de hacer teología.

De este modo, para Francisco, la teología, en segundo lugar, está dotada de un carácter sapiencial, porque se trata de un conocimiento que antes que la simple acumulación de datos, procura la verdad y el encuentro con los demás saberes. Por ello, es una ciencia narrativa –en cuanto que es capaz de dialogar con las historias y vivencias de las personas– y pastoral, por estar enraizada en la vida concreta del pueblo de Dios (ATP, nn. 5-6). La teología no puede reducirse a un ejercicio abstracto; debe ser sabiduría que brota del contacto con la vida. No en vano, una de las líneas más originales es su llamada a una teología que arranque de los contextos concretos, especialmente de aquellos marcados por el sufrimiento y la exclusión: los pobres, los migrantes, los enfermos… (ATP, n. 7). De este modo, queda patente la centralidad nuclear de la misericordia evangélica –presente en su mismo lema papal, “Miserando atque eligendo”–, la cual se erige en criterio hermenéutico de toda la acción pastoral y de

la misma teología. La teología contextual es más que una mera adaptación a las situaciones locales, se establece como la expresión (cristológica) de una fe vivida bajo la forma de la misericordia. La realidad es objeto de análisis, pero, ante todo, lugar teológico.

El Papa Francisco insistió además en que la teología debe abrirse, en tercer lugar, al diálogo con las ciencias humanas, sociales y naturales (ATP, n. 5), superando barreras artificiales entre saberes. Esta apertura es también un pilar de Veritatis gaudium, donde llamaba a una “valiente revolución cultural” (VG, Proemio, IV), que permitiera el entrecruzamiento fecundo entre disciplinas. La interdisciplinariedad, practicada “con sabiduría y audacia”, no busca diluir la identidad teológica, sino enriquecerla con las preguntas, lenguajes y experiencias de otros campos del saber. Se trata así de fomentar una teología capaz de interpretar los signos de los tiempos en clave de diálogo. Este horizonte teológico queda plasmado en todo su potencial en la encíclica Fratelli tutti, en la que se presenta el encuentro que promulga una fraternidad abierta, enraizada en la dignidad humana. El diálogo a todos los niveles, no sólo como método pedagógico, es una condición intrínseca para el desarrollo teológico (VG, Proemio, II).

Estos tres principios de renovación teológica –sinodalidad, carácter sapiencial y diálogo– han puesto en juego

una profunda reforma de las facultades y de los centros teológicos. El papa Francisco ha invitado, de hecho, a repensar los programas, los métodos y sus mismas estructuras (ATP, n. 9), procurando con ello que la enseñanza de la teología trate de formar personas capaces de discernimiento, escucha y compromiso pastoral. En esta línea, en el proemio de Veritatis gaudium, el Papa destacaba la urgencia de crear redes entre instituciones académicas que colaboren en la formación de una nueva generación de pensadores (VG, Proemio, IV). La enseñanza teológica debe capacitar para el diálogo, el acompañamiento y la creatividad misionera. La teología, de esta forma, ha de articular la perenne novedad del Evangelio con lenguajes significativos para el tiempo presente. Por todo, la teología no puede ser una ciencia cerrada sobre sí misma, sino una sabiduría en diálogo, una experiencia eclesial de discernimiento comunitario, una búsqueda encarnada de sentido y de verdad. La pretensión de renovación teológica que ha propuesto el papa Francisco no se puede contentar con la alteración de elementos superficiales, sino que, al contrario, se sabe integral, por su alcance epistemológico, pedagógico, pastoral y espiritual. En este camino, bajo el modelo de Jesucristo, el único Maestro, la ciencia teológica está llamada a ser fiel al Evangelio y, al mismo tiempo, creativa ante los desafíos del mundo contemporáneo.

Evangelii Gaudium

La alegría del Evangelio (2013) es la primera exhortación apostólica del Papa Francisco. Es un texto de una profundidad impresionante, en el que el Papa presenta al mundo su espiritualidad, centrada en el amor a Cristo y, desde ahí, encarnada en el amor a los pobres. Resulta fácil entender todo su pontificado desde este texto, esperanzado en la alegría que anuncia, repleto de ternura con los últimos, y de firmeza contra “una economía que mata” (nº 53). Se trata de un documento que, de manera integral e integradora, desarrolla el corazón de lo que es cualquier vida de seguimiento de Cristo: la contemplación, el deseo de santidad, la unión mística con el Dios Trinidad; y la lucha por la fraternidad, empezando por los últimos. Es en este texto por el que quedará para siempre en el magisterio “por eso quiero una iglesia pobre y para los pobres” (nº 198).

Francisco, a lo largo de su historia, como sacerdote jesuita y luego como obispo y arzobispo de Buenos Aires, había encarnado toda una corriente de liberación que, nacida en el Vaticano II, se plasmó en el documento del Sínodo de Aparecida (Brasil) como programa y proyecto misionero para toda la Iglesia de Iberoamérica y luego para toda la Iglesia universal en Evangelii Gaudium. Presenta a la Iglesia como madre acogedora, como lugar de la alegría, y la empuja a salir, para llegar a todas las periferias geográficas y existenciales, en la esperanza de que todo ser humano podrá rendirse al amor misericordioso de Dios, el único que da sentido y nos hace caminar, en fraternidad, hacia la vida eterna. Los obstáculos para esta fraternidad son tanto internos (mundanidad, ideologización, nuevo fariseísmo, doble vida), como externos, en particular un sistema (organizado en estructuras de pecado, diría su predecesor san Juan Pablo II) que idolatra el dinero, nos lleva a la indiferencia con los que sufren (como tantas veces denunció Benedixto XVI), y que conduce a que una gran mayoría de la humanidad sea no solo explotada, sino descartada, tratada como desechos. Por ello la multitud de sus gestos para recuperar la dignidad perdida en inmigrantes, familias, trabajadores, movimientos populares, enfermos, encarcelados, refugiados... El número 198 de este impresionante texto, al que todos hemos de volver para entender la senda emprendida desde este pontificado, apunta la hondura teológica de esta centralidad en los pobres: “Para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica. Dios les otorga «su

primera misericordia». Esta preferencia divina tiene consecuencias en la vida de fe de todos los cristianos, llamados a tener «los mismos sentimientos de Jesucristo» (Flp 2,5). Inspirada en ella, la Iglesia hizo una opción por los pobres entendida como una «forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia» (...) Además de participar del sensus fidei, en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos”.

El pobre no es, por tanto, simple motivo para nuestra asistencia. Es su promoción lo importante, pues es lo único que responde a su sagrada dignidad. Los pobres en el centro es poner su promoción integral y colectiva como el cimiento de la evangelización. El magisterio de Francisco, unido y en continuidad con sus predecesores más próximos, y por Gracia del Espíritu Santo, introduce a la Iglesia en esta alegría misionera, centrada en la misericordia, y cuyo mayor testimonio será la creación de comunidades donde los pobres y los débiles sean acogidos, defendidos y promocionados.

“Gracias por devolverme a la plaza” La comunicación de Francisco

El papa Francisco agradeció el pasado Domingo de Resurrección a su asistente personal de salud, Massimiliano Strappetti, su paseo por la plaza de San Pedro. El Papa hizo popular en su pontificado la expresión ‘Cultura del Encuentro’. Es la cultura que favorece la cercanía en la plaza común donde encontrarnos, dialogar, discutir, presentar ideas, construir y caminar juntos, buscar puntos comunes desde la pluralidad y diferencia. Es el valor de la cercanía, de la proximidad y de la projimidad en palabras de Francisco. El Santo Padre nos ha recordado en su pontificado cómo dialogar y presentar nuestras ideas para tratar de crear comunión en las diferentes plazas donde trascurre nuestra vida y también en la plaza digital ante los desafíos de la inteligencia artificial. De sus enseñanzas de palabra, de su vida y gestos podemos aprender para comunicar mejor. ¿Por qué han llamado la atención muchos gestos del Papa? Quizás porque Francisco comunicó de modo nuevo las “cosas de siempre”. Nos ayudó a buscar lo esencial haciendo de la cercanía una categoría comunicativa. Una cercanía donde los encuentros con las personas comunicaban dignidad ante todo ser humano. Su comunicación personal se llenó de palabras y gestos de misericordia que señalaban una “dignitas infinita” en toda miseria humana. Destaco cinco encuentros donde la comunicación de Francisco retrata mejor su originalidad comunicativa:

1. Las ruedas de prensa en el avión tras sus viajes fuera del Vaticano e Italia: los detalles con los periodistas, las palabras espontáneas, los análisis informativos rápidos sobre situaciones complejas con riesgo de ser malinterpretadas. No perdió la humanidad en su comunicación sacrificando el protocolo o la formalidad de un discurso frío. Fue siempre él mismo comunicando con naturalidad.

2. La comunicación en la Plaza de San Pedro: el recorrido que hace el Papa, el modelo de coche, los que lo acompañan, la velocidad del vehículo, los abrazos, los niños, el intercambio de solideo, el diálogo desde el micro, la ventana de las habitaciones papales...

3. Los viajes dentro y fuera de Italia: la selección de lugares, significados de esas periferias, los gestos en esos trayectos, el transporte usado, palabras dichas, los abrazos y encuentros con el pueblo y personalidades de todos los ámbitos, sus discursos.

Última aparición del papa Francisco en la Plaza de San Pedro, el pasado domingo 20 de abril (Foto: Vatican News)

4. La comunicación en la reorganización del gobierno del Vaticano: comenzando por la manera de gobernar creando una comisión de cardenales que dio lugar a la nueva constitución apostólica Praedicate Evangelium sobre la Curia Romana y su servicio a la Iglesia en el mundo (19 de marzo de 2022).

5. Con la reforma del Dicasterio para la Comunicación, que se ocupa de todo el sistema de comunicación de la Sede Apostólica, Francisco quiso, en un contexto caracterizado por la presencia y la evolución de los medios digitales, por factores de convergencia e interactividad, que todo el sistema de comunicación de la Santa Sede respondiese mejor y fuese coherente a las necesidades de la misión evangelizadora de la Iglesia.

El papa Francisco escribió 12 mensajes para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Pero su gran mensaje lo lanzó el Domingo de Pascua después del Urbi et Orbi, cuando tuvo el último paseo en el papamóvil por la plaza de San Pedro. Estas imágenes rodeado del pueblo, el santo pueblo fiel de Dios, como le gustaba definir a la Iglesia, se convierte en su último mensaje y el titular para concluir su pontificado. Una definición comunicativa de él mismo: cercanía, plaza del encuentro y pueblo

“Tu vida ha sido Evangelio, tu muerte es semilla y tu recuerdo, bendición”

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