TE QUEDAS EN CASA MI BUEN AMIGO.

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TE QUEDAS EN CASA MI BUEN AMIGO ¿Parece no entender?, pero sus orejas forman una puntiaguda firme silueta de atención. ¿Parece no entender?, pero mueve la cabeza de aquí allá, persiguiendo con la mirada la pelota de béisbol de color verde ¿Parece no entender?, que su amo de orejas con forma de feto, intenta enseñarle algo nuevo. ¿Parece no entender?, una dinámica extraña de aprendizaje, y que las señales no forman parte de su sistema de instinto animal. Parker se inclina al suelo, de rodillas en su jardín e intenta dar los pasos que más se asemejan al recuerdo inconsciente de un bebé, cuando asienta su peso por primera vez en el suelo; y solo se conforma con gatear en dirección a Hachi. Intenta imitar la apariencia conductual de un perro, pero Hachi parece no entender, quizás porque son distintos. Parker levanta la cabeza con la pelota de béisbol color verde, sujetándola con su boca; y acelera en dirección al campo libre, como huyendo de alguien, y a unos metros más allá de Hachi, para luego abandonar la pelota en el suelo; pero Hachi parece no entender. La idea es sencilla, Parker lanza la pelota de béisbol y luego asimila la postura de un perro que corre a recogerla, y que juega con esta hasta devolverle a su amo, pero el perro parece no entender, y mira las locuras de Parker con un pequeño giro de cabeza. Parker es un buen amigo, un buen maestro y ahora maestro de un perro. Es un buen confidente, un buen Padre adoptivo, y todo el tiempo atrae al animal con una sonrisa jadeante; entonces Hachi suelta unos ladridos, y con una rabia juguetona, a su corta edad, reacciona curiosamente. Las reflexiones son momentos de pensamientos que nos hacen observar a través de una ventana, de nuestras ventanas, de las ventanas de nuestros ojos; lo que nos hace diferentes, lo que no hemos hecho aún y lo que estamos por hacer, si así lo decidimos. El clima es inhóspito, el cielo nublado de mañana; resuenan los pasos de Cate en la cocina, por lo tacones que lleva puesta, mientras su hija está en la ventana, e inclina la mirada al ver, con atención, cómo se divierte su Papá con Hachi. Frota una parte de la ventana, la pequeña frente de la niña, y con voz atenuante dice: ¡Mamá!. Parece que a Cate no le agrada al ver lo que su hija está viendo, es inexplicable lo que sucede con su esposo y eso la impacienta. Los antiguos americanos solían hacer sus casas y oficinas de madera, y hoy en día aún se ve pequeñas construcciones que los americanos utilizan para hacer sus guarderías o depositar otras cosas pequeñas. Hachi yace recostado al filo de la entrada del cuarto de utilería, con las patas juntas hacia adelante y los ojitos en atención, a los movimientos de su amo. Aún es un cachorro, muy pequeño que anda de saltarín, ladrando a todo aquel que le parezca extraño; y reconociendo todo lo que va curioseando con su olfato, dentro de su territorio.


El cachorro, debería estar con suerte o sin suerte para haber caído en medio del camino y ser protegido por Parker, que le presta atención a todas sus necesidades y miedos. Él que intenta abrigarse con su confianza es Hachi, el que aún es ajeno al hogar, mejor dicho, al refugiado. Es muy difícil entender para Hachi, lo que su amo intenta enseñarle. Parker realiza movimientos expresivos con sus manos, para recoger la pelota de béisbol mientras Hachi, solo presta atención con el desgano que le obliga a quedarse en su lugar. Entre el hombre y la mujer no hay mucha diferencia en particular, porque todas las personas suelen ser distintas; pero existe un hábito o un don que diferencia al hombre de la mujer, en su mayoría, a nivel general, es la “paciencia”. La mujer tiene una paciencia limitada para su marido porque lo ama, para sus hijos y sus Padres, también. Este comportamiento puede variar en algunos casos; casos como estallar de ira y tener ideas fuera de su consciente, llevándose a cabo en circunstancias de provocación o daño, pero está claro que, en su mayoría suelen ser menos pacientes que los hombres. Sin embargo, en los hombres, también existe estos temperamentos con rasgos vengativos, pero en menor escala, en menor grupo de participantes; al tener intenciones de deshacerse de las cosas, de alguien, e inclusive lastimar a su propia mascota; pero en su mayoría son más pacientes al aceptar las cosas pre-delimitando las consecuencias. El hombre a una cierta edad senil, torna a ser más paciente y más niño, no en todos los casos, pero sí, en su mayoría, esto debido a la costumbre de estar solo en su interior; con el paso de los años, aproximándose a la vejez, los hombres se van alejando más de las socializaciones que han tenido en su juventud. Traer una mascota a un hogar, producirá una especie de atención por el hombre, que a la esposa no le puede caer tan bien, más bien, lo puede parecer un ataque en contra de su atención y esto le pondrá a la defensiva, como si algo le estuvieran quitando. ¡Qué gracia!, dice Andy; con la ternura que transmite su voz y ese gesto en su rostro de reblandecimiento en su corazón. Es la única hija de Parker, por esa misma razón Hachi significa el hijo que él no tuvo; y ese cariño que con él ha abrazado al perro. Cate W. observa minuciosamente mientras Parker está inclinado, simulando en cuatro patas, animando a correr a Hachi. ¡Enloqueció! exclamó enfurecidamente Cate, exacerbándose y aguantando un remordimiento encontrado con sus recuerdos, pero el teléfono timbra en ese mismo instante, y mientras tanto Andy decide retirarse. Con el teléfono en la mano, Cate, decide caminar hacia la ventana donde su hija Andy estuvo hace un instante; y los ruidos de los tacones se dejan escuchar. - ¡Hola!, dice Cate. - Los anuncios del perro.


- ¡si!. Con la seguridad firme en su voz, que hace resaltar su cólera por dentro, ha respondido Cate. El emisor de la llamada le pregunta si es el dueño del cachorro, a lo que Cate se va acomodando el chaleco; y mientras tanto se detiene a mirar, a través de la ventana, lo que su hija Andy había visto y le había inquietado a mostrar un lado tierno de élla; allí está, nuevamente, jugando su esposo con el perro, los dos intentando entenderse, uno más que el otro, y en comportamientos de perros, ambos parecen ser muy felices mientras su hija Andy llega al encuentro de los dos, para unirse al grupo del momento féliz. Recostada al muro, que termina su ventana, con un brazo geométrico triangular, en la cintura dice: -

¡no!, aún no.

La cólera embarga a Cate, y decide no exponer su lado emocional sobre su razón mientras termina de colocarse el chaleco de color chocolate, y agarrando un objeto de a lado, se retira de la ventana. -

¡Ah no!, nadie lo ha reclamado aún; dice Cate.

Mientras se recoge el cabello con su mano derecha y camina pasos cortos en un mismo lugar. - pero queremos que el perro tenga un buen hogar. De repente su brazo derecho busca inquietantemente algo, carcomiendo los cajones de su mueble mientras sigue escuchando lo que el emisor le va diciendo. Se inclina, nuevamente, a buscar en el mismo lugar, algo que no se sabe aún y que solo está en sus pensamientos. - Qué tal si me da su número, mi esposo va a querer llamarlo. Mientras apresura, mejor se decide en seguir buscando en los cajones. - ¡un momento!, buscaré un bolígrafo, aguarde sí. De pronto toma su bolso y se detiene, y mira al horizonte; acaba de traspasar, nuevamente, la mirada por la ventana y nuevamente su conciencia le hace prestar atención a su esposo y ahora, también, a su hija, que está jugando con el perro; al parecer,

la felicidad le contagia, su marido está muy

entretenido con el cachorro, hace mucho que no ve a Parker tan feliz; y el enseñar a su perro le hace feliz.

Élla sabe que él no se opondrá si decide regalar al perro, aunque sea una tristeza en su

corazón, élla es consciente de su odio y egoísmo hacia Hachi. Asomando, nuevamente, a la ventana,


observa cómo juegan el trío de incomprensibles, para Cate. La mirada cansada de Cate se endulza y su rostro se enternece con una suave sonrisa, y con una voz calmada dice:

- ¡hola!. - mmm ​(reteniendo lo que quiere decir). - el cachorro ya tiene dueño​ (con un gesto alegre y tierno en su expresión). - ¡si!, en verdad lo siento. Cate no decide escuchar más y cuelga el teléfono; y mirando, nuevamente, por la ventana, ve a Andy tomarse una fotografía los tres juntos. Escrito por Alexis R. Yactayo L.



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