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Y se va la segunda

Planificación territorial, balance ambiental y la presentación del Sistema Chacras, fueron los ejes del segundo encuentro de la tríada de diálogos organizada por Aapresid, con el apoyo de Land Innovation Fund.

Por: Ing. Agr. María EugeniaMagnelli para Aapresid

La tríada de diálogos virtuales “Propuestas para la acción: la innovación colaborativa para el desarrollo de sistemas de producción sustentables”, organizada por Aapresid, con el apoyo de Land Innovation Fund (LIF), concretó su segundo encuentro el pasado 19 de noviembre haciendo foco en conocer cómo la visión holística de la producción sustentable se aplica a la producción agrícola en general y a la de soja en particular.

Este segundo LID -Land Innovation Dialogues- contó con la participación de académicos referentes de la cadena de soja de Sudamérica y productores agropecuarios, y fue moderado por María Augusta González, de la Regional Rosario, y Edgard Ramírez, de la Regional Monte Cristo.

Planificación territorial y balance ambiental

Para entrar en contexto, el Ing. Agr. y docente Jorge Adámoli (UBA) explicó que “desde la revolución neolítica, se sustituye vegetación nativa por cultivos, lo que permitió el desarrollo de la civilización y el crecimiento de las naciones”. El especialista se detuvo en el dilema entre soja sin deforestación o conversión, para decir que “como nicho de producción es positivo, caso contrario, las barreras para-arancelarias tendrían un impacto negativo”.

“Europa es líder en políticas ambientales, tienen mucho para aportar pero no pueden predicar con el ejemplo. Allí desaparecieron los bosques y se los reemplazó por cultivos. Como ejemplo de conservación de bosques, me quedo con lo que estamos haciendo en Formosa”, destacó.

Específicamente sobre el cambio climático, Adámoli dijo que en Argentina un tercio de las emisiones corresponden al sector agrícola, lo que representa un 0.26% del total mundial. Y dentro del sector agrícola, una décima parte es por cambio del uso del suelo, lo que representa un 0.026% del total mundial. Mirando del otro lado, los países del G20 se llevan el 75% de las emisiones.

Con foco en el Gran Chaco Argentino, el especialista compartió datos de 2020 que indican que el 28% de la superficie de esta zona fue incorporada a la producción agropecuaria, mientras que el 72% restante es superficie sin transformar. “No podemos hablar de emergencia o amenaza a la biodiversidad, sabemos que hay cosas que se están haciendo mal, pero que se pueden mejorar”, afirmó. En ese sentido destacó la importancia de trabajar en acciones que hacen a la sustentabilidad, como el ordenamiento territorial y la recuperación de tierras degradadas. Además, remarcó su preocupación por las barreras para-arancelarias en soja y el programa deforestación cero, que según considera impactan negativamente sobre el crecimiento.

De lleno en la cadena de soja, Luis Zubizarreta (ACSOJA) habló de las oportunidades detrás del grano. En esa línea comentó que “la soja es la fuente más barata de proteínas, colaborando en la alimentación humana y animal, la harina, el aceite, los biocom- bustibles, los subproductos y nuevos usos, hablan de su importancia”. Y agregó: “El complejo sojero es mucho más que alimentos, el agregado de valor a sus productos es fuente de trabajo y motor económico”.

Argentina, destacó Zubizarreta, tiene ventajas competitivas, que se asocian, entre otras cosas, a la cercanía entre las principales zonas de producción y los puntos de industrialización y puertos, lo que denota mayor eficiencia en el transporte.

“Los biocombustibles son una gran oportunidad para acceder al mercado europeo, además estamos midiendo el ahorro de GEI por el reemplazo de combustibles fósiles”, acotó.

Antes de finalizar, mencionó que la industria está comprometida con el uso de soja sustentable y destacó a Aapresid por ser líder en producir bajo esa premisa.

“Los biocombustibles son una gran oportunidad para acceder al mercado europeo, además estamos midiendo el ahorro de GEI por el reemplazo de combustibles fósiles”

Yendo más al lote, Alejandro Cuadra (CUAECO) contó la experiencia de su empresa en el noroeste argentino, que comenzó prestando servicios de monitoreo de plagas y con el tiempo apostaron a reemplazar la tecnología de insumos por la de procesos.

En ese camino, incorporaron cultivos de servicios para recuperar la estructura de los suelos, la fertilidad química y la actividad biológica. Sobre este punto, comentó que en el norte de Salta siembran vicia, avena y centeno, previo a la cosecha de soja, y bajo ese esquema no requieren aplicar herbicidas y fijan nitrógeno, favoreciendo la biodiversidad y resiliencia del ecosistema. También implantan rabanito forrajero, por ser un gran descompactador de suelo, lo que les permite reducir las labores mecánicas de subsolado y el consumo de energía, y favorece la infiltración.

El representante de CUAECO reconoció que hacer una agricultura siempre verde en zonas de clima mediteraneo con escasas precipitaciones no es fácil. Sin embargo, en el área de Tucuman, Salta y Santiago del Estero, se realizan siembras anticipadas. Entre las opciones que están evaluando, contó sobre la siembra de crotalaria, que en 3 meses desarrolla gran biomasa. “Con 280 mm de lluvia producimos 3000 kg/ha de soja. Esto requiere estar en el campo y seguir de cerca todos los procesos. Cambiar el sistema da más oportunidades de las que uno cree”, enfatizó y agregó: “Estamos creando biodiversidad y recuperando la periferia de los lotes, muy necesaria para los ambientes”.

Los tres oradores coincidieron en la importancia de discutir estos temas y que es sano realizar una autocrítica de las cosas que no se hacen bien, las cuales se deben sancionar y encararlas con políticas claras que involucren a todos los actores. Al mismo tiempo, se debe reconocer y premiar a quienes producen de forma sustentable, certifican y cumplen la legislación vigente.

“Estamos creando biodiversidad y recuperando la periferia de los lotes, muy necesaria para los ambientes”.

Visión sistémica y protagonismo horizontal de la mano de Sistema Chacras

En la segunda parte del diálogo, Rodolfo Gil, director académico de Sistema Chacras, presentó el Sistema Chacras, liderado por Aapresid en colaboración con el INTA. “Hoy, para ser competentes, necesitamos producir más alimentos, fibras y energía, y necesitamos hacerlo de la mejor manera posible”, advirtió.

“En la agricultura tradicional, modificábamos el ambiente de forma que la planta exprese su potencial de rendimiento, valiéndonos de las labranzas y la tecnología de insumos. Hoy buscamos algo diferente, adaptamos las plantas y la tecnología a cada ambiente buscando el potencial productivo”, dijo.

La tecnología de procesos varía según el ambiente y la generación de conocimiento para cada condición es clave. Bajo esa premisa, hace 10 años se constituyó el Sistema Chacras de Aapresid, un sistema integrado de trabajo, para el desarrollo de tecnologías agropecuarias sustentables, ajustadas a las condiciones particulares de los diferentes ambientes y sistemas de producción.

“Ponemos el conocimiento empírico del productor al lado de la ciencia. Aprender produciendo y ser protagonista del propio desarrollo es la mejor manera de transmitirlo”, concluyó el académico.

Pasando a experiencias concretas, Pablo López Anido (Aapresid) explicó que la Chacra Bandera se inició para dar respuesta al problema creciente de malezas resistentes, como el caso del sorgo de alepo resistente a glifosato. “Con la mentalidad puesta en la tecnología de insumos y el desconocimiento de las especies, no encontrábamos una solución”, destacó.

Frente a este desafío, desde el 2012 comenzaron a evaluar los cultivos de servicios y el foco, que en un primer momento estaba puesto sobre malezas resistentes, se fue desplazando a ajustar las rotaciones, la fertilidad, los balances de carbono y los niveles de napa freática con buenas respuestas.

“El ciclo de la Chacra se renovó tres veces. Fuimos desplazando el foco de malezas a la intensificación de la rotación con cultivos de servicio, mejorando la fertilidad del suelo, los balances de carbono y los niveles de la napa freática”, puntualizó.

Al principio, comenzaron a evaluar los cultivos de servicios en busca de la mejor combinación, y lograron buenas respuestas. “El ciclo de la Chacra se renovó tres veces y, con la incorporación de los cultivos de servicios, el foco de estudio estuvo en ajustar las rotaciones, la fertilidad, los balances de carbono y los niveles de napa freática”, contó.

Por su parte, Marcelo Arriola (Director adjunto de Sistema Chacras) se refirió a la Chacra Pergamino - Colón, la cual se cen- tró en la evolución del carbono del suelo frente a distintos esquemas de rotación.

“Ponemos el conocimiento empírico del productor al lado de la ciencia. Aprender produciendo y ser protagonista del propio desarrollo es la mejor manera de transmitirlo”

“Con la agricultura siempre verde tenemos más lombrices, mejoramos la estructura de los suelos y bajó un 34% sus niveles toxicológicos”, contó Arriola. En el camino de la intensificación sustentable de la rotación y de la mano de los cultivos de servicio, “aprendieron” a usar el rolo para detener el crecimiento de esas especies en forma mecánica y obtener una cobertura pareja, reemplazando los tradicionales herbicidas por ésta herramienta.

Luego agregó que, a la hora de analizar resultados, dejaron el margen bruto para lo último, permitiendo así que el sistema se exprese y aprendieron que se puede cuidar el ambiente y ser rentables. Tras 9 años de experiencia, ya están por iniciar la Chacra 2. “Aprendemos de la mejor maestra, la naturaleza, que no rotura los suelos, no hace barbecho y es biodiversa. Tenemos que alimentar a los suelos, para que podamos alimentarnos nosotros y las próximas generaciones”, concluyó Arriola.

Ubicada en una región agroecológica totalmente diferente, Jorge Mazzieri (Aapresid) comentó las principales características de la Chacra Valles Irrigados de Norpatagonia (VINPA). La misma se centra en desarrollar una producción agropecuaria en una zona con suelos pobres en materia orgánica y 250 mm de precipitaciones al año.

“Los suelos de la zona nos planteaban el primer desafío y entendimos que era indispensable instalar cultivos con una visión formadora de suelo. Por eso, durante el otoño, invierno y primavera, implantamos centeno y triticale para llegar, a los 4 años, al primer maíz”, contó. El exceso de cobertura, las dificultades en la siembra y la inmovilización del nitrógeno por el frío, los llevó a replantear la rotación. En ese camino, ajustaron las láminas de riego para el lavado de sales y la secuencia de cultivos. Cada 2-4 años, apuntaron a las pasturas consociadas (gramíneas y leguminosas) y una rotación intensificada anual (50%-50%) entre trigo, soja, vicia y maíz.

Tras 10 años de trabajo, hoy cuentan con excelentes índices productivos de grano y carne: 1 vaca/15-20 has, 4 kg carne/ha/ año, trigo 8 a 10 ton/ha, soja 3.5 a 4.5 ton/ha, maíz 12 a 15 ton/ha y vicia villosa 5 a 6 ton de materia seca/ha.

Para cerrar este espacio, Rodolfo Gil agregó “Chacras no representa un lugar sino un modo de trabajo. Nos une un problema, un objetivo o una necesidad de cambio, en escenarios reales de producción. Con una visión sistémica y protagonismo horizontal, generamos conocimiento para transferirlo y contribuir al desarrollo local de triple impacto: ambiental, empresarial y social”.

Tras 10 años de trabajo, hoy cuentan con excelentes índices productivos de grano y carne: 1 vaca/15-20 has, 4 kg carne/ha/ año, trigo 8 a 10 ton/ ha, soja 3.5 a 4.5 ton/ha, maíz 12 a 15 ton/ha y vicia villosa 5 a 6 ton de materia seca/ha.

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