12 pulgadas - Número 3 (julio 2014)

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12 pulgadas NĂšMERO 3 - JULIO 2014 12pulgadas12.com


“La ética debe acompañar siempre al periodismo, como el zumbido al moscardón” Gabriel García Márquez


“El periodismo o es libre o es una farsa� Rodolfo Walsh


CUESTIÓN DE PRINCIPIOS

ES TRABAJO, CHICOS Por Ivan Castillo Otero

F

rase real oída en la oficina: “Pero... es trabajo, chicos”. Esta era la

respuesta de los jefes a la queja de que con bilingüismo y trabajando seis días a la semana, el salario cobrado era indigno. Finalizamos nuestra jornada y camino del metro intercambiamos opiniones. Todos los compañeros de trabajo creemos que hemos entrado en una dinámica peligrosa. Un individuo con una carrera universitaria y un máster tiene que conformarse con cobrar entre tres y cuatro euros a la hora en un empleo que nada tiene que ver con lo estudiado. Casi peor es cuando el trabajo es de lo tuyo y quieren que trabajes cincuenta horas de lunes a viernes y otras cuatro los domingos por seiscientos cincuenta euros. Continuamos la charla. Si por dignidad decides rechazar este tipo de empleos, no cotizas; y como te despistes en el tema de la cotización, no tienes ni derecho a las prestaciones de la Seguridad Social. Desde el Gobierno alababan la emigración, lo que ellos llaman movilidad exterior. Era la solución amistosa para todos. Ahora resulta que el españolito medio que está viajando a Alemania para buscarse la vida está viviendo casos de explotación. Hace unos meses oía en televisión a un futbolista español que juega en la liga inglesa declarar que cuando se hospeda en un hotel con su equipo, siempre se encuentra con un buen puñado de empleados españoles. Dejando claro que creo que es un empleo más que digno, me pregunto si es justo que una persona con estudios, ilusiones, ambición, expectativas e idiomas se esté ganando las habichuelas cambiando sábanas en un hotel de Londres. ¿Eso es lo que nuestros gobernantes consideran beneficioso para los jóvenes? Volvamos a la oficina. Días después, una compañera presenta su baja voluntaria. Se va a Irlanda a limpiar escaleras o lo que sea. Dice que para hacerlo en España por dos duros, se va y al menos mejora su inglés. Es triste, pero no le falta razón. Por un momento reflexiono y recuerdo el “sin derechos, sin futuro, no tengo nada” de la foto de la portada de este número. A contracorriente lucharemos para que esto deje de ser lo normal.

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Nº3 JULIO2014

12pulgadas12.com Cuarto número de 12 pulgadas. Nacida en febrero de 2014 con el Nº0.

ÍNDICE 4 Cuestión de principios: Es trabajo, chicos. 6 Opinión: De libros y felicidad. 8 Opinión: Los miserables. 12 Opinión: Santos y la paz a regañadientes. 16 Revista de prensa. 20 Reportaje: Oír para ver. 26 Entrevista: Gonzalo Abril. 36 Reportaje: El monte Gurugú es el infierno. 44 Reportaje fotográfico: El monte Gurugú es el infierno: las fotos.

Foto de portada: Manifestante del 22-M (Madrid), por Ivan Castillo Otero. Idea del diseño de la portada: Carla Faginas Cerezo. Maquetación de la revista: Ivan Castillo Otero. Web: www.12pulgadas12.com // Twitter: @12pulgadas12 // Facebook: facebook.com/12pulgadas12 Teléfono: 685716218 // Instagram: instagram.com/12pulgadas12 // E-mail: 12pulgadasrevista@gmail.com 12 pulgadas no se hace responsable de las opiniones de sus colaboradores. Se permite compartir de forma responsable la revista. No se permite el uso comercial ni ningún tipo de obra derivada sin autorización. En caso de compartir esta publicación, se debe reconocer el crédito de la obra y mencionar la autoría de los materiales utilizados, dejando claro que se le está dando un uso consentido. Debe mencionarse el autor, la página y el número de la revista. Se agradece el previo aviso. Se permite la traducción de textos, siendo idénticos al del idioma original. No se podrán aplicar términos legales ni medidas tecnológicas que restrinjan legalmente a otros para hacer cualquier uso permitido por esta licencia: CC BY-NC-ND 4.0 (Atribución-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional).

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OPINIÓN

De libros y felicidad Por Carla Faginas Cerezo

N

o me acuerdo del nombre de aquel hombrecillo de aspecto entre bohemio y ceremonioso, pero sí de su aspecto distraído, como si no supiese con certeza cómo había llegado a aquella mesa ni quiénes éramos los humanos qu.e, frente a él, lo escudriñábamos con la mirada. Me pareció uno de esos habitantes del páramo que tanto esperan que algo ocurra y para los que la lluvia es motivo de alborozo y de conversación durante días. Recuerdo también su figura espigada, que parecía recién salida de un cuadro de El Greco para asistir a tan noble causa. Lo que no recuerdo, insisto, es su nombre; ni conozco las obras que ha escrito ni quién tuvo la feliz idea de plantarlo allí para aleccionar a los asistentes. Ni necesidad. Su memoria me basta para escribir sobre las ideas peregrinas que en mí nacieron aquella tarde de sábado y sobre lo que representa para quien suscribe el poder de la lectura. Pero permítanme que los ponga en situación. Asistí el pasado mes de junio a diversos actos de la Feria del Libro de Madrid. Entre ellos, a una mesa redonda cuyo propósito original era debatir sobre cómo utilizar en tiempos de crisis ese formidable instrumento que es la literatura. Recuerdo el encuentro como un rato ciertamente entretenido; como un momento en el que personas que tenían algo que decir se reunían para, lógicamente, decir algo. Algo de peso, se entiende. Algo que merezca la pena escuchar. Y hubo quien sí lo hizo. Llegué unos minutos después de que empezara, 6

pues mi pésimo sentido de la orientación me jugó la mala pasada de siempre, y encontrar el pabellón me llevó más tiempo del que le llevaría a un ciego. Pero mi nula capacidad para saber en qué lugar del mundo me encuentro, por dónde he venido, hacia dónde voy, cuál es el Norte y cuál el Sur, o casi si es de día o de noche es harina de otro costal. Algo que bastaría para redactar el guión de una miniserie de sobremesa. Pero no dejen que me vaya por los cerros de Úbeda. Tras encontrar el local, me senté en una de las últimas filas, no por falta de interés, sino porque estaba sufriendo unos de esos accesos de pudibundez que me son tan característicos cuando llego con retraso a un lugar concurrido. La charla se desarrolló con el ritmo esperado; se trataron personajes y hechos interesantes, anécdotas curiosas y, bueno, también hubo alguna que otra intervención sin mucha chicha, aunque fueron las menos. Hasta aquí, todo correcto. Sin embargo, el que a mi juicio fue el momento crítico de aquel coloquio llegó de la mano del arriba mencionado caballero. “Solo han existido dos o tres libros que han cambiado el curso de la historia”, afirmó, rotundo. Supongo que cualquiera de ustedes sabrá leer entre líneas y discernir lo que el buen hombre quería decir: hablaba de los libros que han modificado, con su sola lectura, la conducta o el yugo de una persona poderosa y, por ende, el destino de millares de vidas de una tacada. La cosa no es coger sus palabras, que no tenían nada de malintencionado, y transformarlas en un engendro o en una ofensa. Con todo, su participa-


ción removió algo en el fuero de mi conciencia, y de ahí el porqué de este artículo. De algún modo, que alguien cuya profesión consiste en escribir, a quien se le presupone un amor incondicional por el lenguaje y que habrá conocido en primera persona el poder mayestático de las palabras pueda decir que son contados los escritos que han dado un vuelco a la historia dice tanto con tan poco, que mi desmedida timidez no pareció bastar para reprimir la necesidad incontenible de levantar la mano. Pero aquello era una mesa redonda y allí el público ni pincha ni corta. Total, que ni levanté la mano ni intervine. Y casi que mejor.

era algo de otro tiempo. Me senté entonces en una de las cintas de equipajes de los mostradores de facturación, todavía desiertos, y continué la lectura de Rayuela. Pasado un rato, llegué a un párrafo conmovedor, como tantos otros de la obra, narrado con el devastador estilo de Cortázar. No recuerdo cuál era, ni qué relataba, pero sí recuerdo que pensé que por muy dura que fuera la vida, merecía la pena vivirla aunque solo fuese por poder leer aquello. Podría decirse que aquellas decenas de palabras cambiaron mi concepción del mundo en unos segundos y, de alguna manera, mi vida, y con ello también y por extensión la de las personas que la conforman. O eso me gusta creer. Del mismo modo, me complace imaginar la cantidad de almas que habrán vivido un suceso similar; el futuro de cuántas personas habrá cambiado gracias a un libro o a un simple párrafo; y en qué modo esas personas han modificado, a pequeña escala, el curso de la historia.

“Como ya le había ocurrido a Úrsula Iguarán, en aquel instante pensé en la muerte sin miedo, creyendo que ya había conocido mis horas mejores y que la felicidad era algo de otro tiempo”

La charla duró unos minutos más, minutos durante los cuales no pude evitar rememorar aquella noche remota que pasé en el aeropuerto de Barajas. Recuerdo aquella hora como lo que fue: una de las peores de mi vida. Recién trasladada a Madrid, regresaba a Vigo para pasar con mi familia el puente de Todos los Santos. Había conseguido dormir un par de horas en la terminal, bajo la luz acusadora de los focos y con la cabeza apoyada en la maleta. Hacia las cinco de la mañana, harta de dar vueltas sobre mí misma, decidí pasear un poco por aquel edificio casi desocupado. Me acordé en aquel momento de Jorge, que había fallecido unos meses antes, y de la ruinosa situación personal que mi familia y yo estábamos atravesando, y me sentí agotada. Como ya le había ocurrido a Úrsula Iguarán, en aquel instante pensé en la muerte sin miedo, creyendo que ya había conocido mis horas mejores y que la felicidad

Todas esas cosas pasaron por mi mente en los últimos minutos de aquel coloquio. Entonces sentí una suerte de lástima por aquel hombre que manejaba cifras y nombres propios y que, henchido como un pavo, afirmaba que la literatura había cambiado el mundo en muy contadas ocasiones. Sentí lástima porque creí que ni el mejor oficio del mundo, que es el suyo, ni todos los libros que habría leído en su vida habían conseguido hacerlo dichoso. Y recordé las palabras de Borges cuando dijo que la lectura debe ser una de las formas de la felicidad, y no se puede obligar a nadie a ser feliz. 7


OPINIÓN

Los miserables Por Ivan Castillo Otero

Victor Hugo, político, poeta y escritor francés nacido el 26 de febrero de 1802 en Besanzón y fallecido en París el 22 de mayo de 1885, es considerado una de las figuras más importantes de la historia de la lengua francesa. En el año 1862 publicó Los miserables, obra de estilo romántico que versa sobre temas como el bien y el mal o la ética. Incluso hace bien poco fue llevada al cine. Pero no, no voy a hablar sobre este libro. Es una bendita coincidencia que el título que le he dado al artículo coincida con el de la novela francesa, y no podía dejar pasar la ocasión para mencionarla. La razón por la que he llamado así a este conglomerado de palabras y oraciones es otra. El otro día estaba viendo un programa en la televisión. Era uno de estos mañaneros y hablaban de política. Conectaban con Pablo Iglesias, líder de Podemos, que se encontraba en el Parlamento Europeo, y se defendía de las acusaciones que intentaban mezclarlo con ETA y su mundo. Decía de Esperanza Aguirre, que en unas declaraciones lo relacionaba con ETA, el chavismo y el castrismo, que era una “miserable sin escrúpulos” que haría lo que fuese por mantener su puesto, sus privilegios y su poder. Acto seguido mantenía una acalorada charla con Jaime González, jefe de opinión de ABC. Le preguntaba por sus contactos con el aparato de presos de ETA y si creía que la banda terrorista tuvo algún tipo de justificación política. “No tiene ninguna justificación política, ninguna justificación política, y Podemos condena la violencia de ETA”, le contestaba Iglesias. 8


Del mismo modo, recordaba que en la reunión a la que se refería el periodista de ABC también fue gente del PSOE o ERC y que fue totalmente pública. González insistió de nuevo y al ver que no conseguía lo que quería, sacarle alguna declaración con la que seguir mezclándolo con la llamada izquierda abertzale, entró en modo demagogo y sentimentalista rancio. Llegó a decir que ETA tiene a sus espaldas casi 1.000 muertos, cuando la cifra exacta son 829. Este tipo, que siempre pide que no se olvide a ninguna de las víctimas, incrementa el número de muertos a manos de la banda terrorista en 171 sin escrúpulos y haciendo un cálculo interesado. Por la misma regla de tres por la que intentan perjudicar al líder de Podemos con supuestos vínculos con ETA, yo podría sacar de aquí que a este señor le interesaban más cadáveres para que sus argumentos se sostuvieran un poco más. En un desayuno en un conocido hotel de Madrid, Pablo Iglesias dijo que ETA tenía explicación política, algo que no significa que lo esté justificando. La derecha con cierto tufo nostálgico, en la que podríamos encuadrar a Jaime González, ha intentado por todos los medios armar su propia ensalada interesada de argumentos con las palabras de esa rueda de prensa para hacer pensar a la opinión pública del sector que ellos manejan que Iglesias veía con buenos ojos la actividad armada del mal llamado grupo de liberación vasco, algo que, en mi opinión, es querer faltar a la inteligencia de la ciudadanía y a la memoria de los muertos a manos de ETA. Bueno, pues esto también se lo intentó lanzar a la cara en el antes mencionado intercambio de opiniones en televisión. Jaime González veía que su ofensiva no tenía recompensa, así que terminó por preguntar a Pablo Iglesias a ver qué haría con los presos de ETA. Antes

“Estos indecentes son los mismos que aseguraban que Eduardo Madina (PSOE) seguiría siendo un militante gris socialista si ETA no le hubiera volado la pierna en el atentado que sufrió”


de responder, este le dijo una vez más que no justificaba la violencia ni lo había hecho nunca y que no fuese un manipulador y un mentiroso. “No te insulto, te defino por desgracia, y te tengo aprecio, pero cuando te comportas como un miserable, te lo digo a la cara”, añadía. A su cuestión, le dijo que haría lo mismo que Aznar en cuanto a la política penitenciaria: aplicar la legislación española y acercar a los presos a cárceles cercanas a su lugar de residencia, derecho que pertenece a todo ciudadano español.

“Se creen que somos imbéciles y que van a engañarnos con cuatro argumentos mal armados, y ahora que aparece un político formado, que habla bien y que defiende el bien común, es ETA. O lo fue. O ellos saben que lo será” 10

Este pasaje es solo uno más de la caverna periodística española. Muchos vascos de bien, los que sufrimos el conflicto sin ser parte interesada, estamos cansados de que gente que posiblemente ni paró en Euskadi en los años duros haga política de miserables. Cuando escucho a esta gente, siento como se burlan de los ciudadanos que nos vimos envueltos en el fuego cruzado de lo que durante tantos años fue una sinrazón de violencia que interesaba a ambos extremos. Aprovechan que muchos españoles no pisaron tierras vascas durante el conflicto para venderles una idea distorsionada que, lamentablemente, cala, y gracias a la que muchos ahora dudan de si Pablo Iglesias es o no parte del aparato etarra. Como bien decía el eurodiputado de Podemos al final de su intervención en el programa que estaba viendo, cuando una persona está formada, tiene estudios y trata de engañar a las personas es un miserable. Estos indecentes son los mismos que aseguraban que Eduardo Madina (PSOE) seguiría siendo un militante gris socialista si ETA no le hubiera volado la pierna en el atentado que sufrió (Eurico Campano, periodista de La Gaceta e Intereconomía) o que opinan que este simpatiza más con lo que representa ETA que lo que representa el Partido Popular (Bieito Rubido, director del ABC). No es santo de mi devoción el dirigente socialista, pero jugar a demagogia con lo que pudo suponer el fin de su vida es de miserables. Recuerdo hace unos cuantos años como unos fami-


liares que estaban de viaje en algún lugar de la Mancha, como Don Quijote, tuvieron un episodio cómico en un bar de carretera que me viene muy al hilo del artículo. Se pidieron un refrigerio y una tapa y el camarero les preguntó a ver de dónde eran. Dijeron que venían del País Vasco, de San Sebastián. Era una época de tregua de ETA y les comentaron lo siguiente: “¿Ahora viviréis tranquilos, no?”. Con mucha sorna e ironía le contestaron “Bueno, nosotros seguimos llevando el fusil en el maletero del coche por si acaso”. Esta buena gente de Castilla-La Mancha muy probablemente estaba contaminada por los miserables que desde sus columnas y desde sus programas les vendían una situación de estado de excepción en los territorios vascos y creerían que no bajábamos a comprar pan sin el chaleco antibalas puesto.

cuatro argumentos mal armados, y ahora que aparece un político formado, que habla bien y que defiende el bien común, es ETA. O lo fue. O ellos saben que lo será. ¿Han visto cuantas veces he empleado la palabra miserable a lo largo de este texto? Y eso que no he dicho nada de Eduardo Inda. Ni lo merece.

Sí, la situación fue muy jodida, pero no podemos seguir permitiendo que esta gente cuente mentiras sin que tenga consecuencias a nivel legal. Estaba fatal contar una verdad a medias al pueblo español que vivía lejos de Euskadi en tiempos de conflicto armado y está igual de mal utilizar a las víctimas con fines poco honorables y partidistas. Mi padre siempre me contó cuando yo era niño que ETA y el PP eran primos-hermanos. Evidentemente, no se refería a los concejales o militantes honrados que desempeñaban sus funciones ajustándose a la legalidad. Hablaba de los mandamases que desde lejos de las fronteras vascas hacían y deshacían y tenían esa relación de necesidad de actividad armada de ETA para justificar sus decisiones. En la actualidad, la derecha de España y sus ultras tienen miedo y ya no saben a qué agarrarse. ETA, dejando los teatrillos de entrega de armas a un lado, ha dicho que no va a seguir matando, y cualquiera que diga algo que les contraviene es ETA. Es como cuando Estados Unidos se dedicó a invadir Afganistán o Iraq con intereses mal ocultados y cualquier estadounidense que se opusiera era antiamericano. Solo les faltó tacharlos de comunistas. Estamos ante la misma manera de actuar. Siempre igual. Se creen que somos imbéciles y que van engañarnos con

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OPINIÓN

Santos y la paz a regañadientes Por Camilo Perdomo

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L mes de junio quedará impreso en la memoria de los colombianos, pero no por el espectacular papel que desarrolló la selección nacional de fútbol durante el mundial, sino por la apuesta firme de la sociedad del país andino por superar el conflicto y dar su voto al candidato presidencial que apostó por la paz: Juan Manuel Santos. La segunda vuelta para las elecciones presidenciales, prevista para el 15 de junio, se anunciaba de infarto: la alta abstención presentada durante la primera vuelta celebrada el 25 de mayo, que llegó al 59,93%, y la euforia desatada por la selección nacional de fútbol, que jugaba su segundo partido en el mundial un día antes de la llamada a las urnas, ponía a los candidatos muy cuesta arriba seducir a los electores para que se movilizaran a depositar su voto.

En el caso del candidato presidente, Juan Manuel Santos, lo acusaba un desgaste político por las promesas incumplidas durante su mandato 20102014: la construcción de cien mil viviendas, el aumento del empleo formal, el aumento de la calidad de la enseñanza pública, una reforma fiscal más

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justa o el combate a la corrupción. Además, Santos apostó todo a la carta de la paz con las FARC, dando pocas o ninguna solución a problemas tan severos como la crisis agraria y la pérdida de competitividad que vive el país desde la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio con EE.UU., la crisis del sistema de salud, el alto coste de vida, las altas tasas de impunidad o la rampante corrupción de la clase política. El caso de Zuluaga es mucho más simple. El candidato de la extrema derecha y cachorro del expresidente Uribe era sorprendido espiando al Estado. Sí, aunque parezca mentira, el candidato y su partido infiltraron los ordenadores de las Fuerzas armadas, los negociadores de la paz con las FARC, que se encontraban en la Habana, y la campaña de Santos. En un polémico vídeo, Óscar Ivan Zuluaga le daba órdenes a un hacker para obtener información que pudiera desprestigiar la campaña de su contendor. Era como el Watergate a la colombiana, solo que, en este caso, Zuluaga no dejó de ser candidato ni se le abrió investigación alguna desde la fiscalía. Sin embargo, pese a la guerra sucia desatada por el candidato de la extrema derecha y la “mermelada” repartida a los caciques locales desde el presupuesto nacional por el presidente Santos, los colombianos tenían que hacer de tripas corazón e ir a las urnas inmersos en este dilema: votar por Santos, que quiere la paz, o votar por Zuluaga y continuar

la guerra, o lo que es lo mismo: votar por un candidato de derecha o de extrema derecha. El 15 de Junio, finalmente, Santos consigue alzarse con el triunfo apoyado por las fuerzas más progresistas del país, aniquilando los fantasmas de la guerra al enemigo interior y acabando con la persecución y el estigma a las fuerzas de izquierda de Colombia. En principio, las políticas de Santos de reconocimiento del conflicto, reparación de las víctimas del mismo y su decisión de negociar con las FARC han ido allanando el terreno para la paz y seducido a los más escépticos, ¿pero si hace cuatro años apostaba por el conflicto, por qué su apuesta por la paz? Cabe destacar que, pese a los éxitos económicos de los últimos años, el desorbitado gasto militar que soportan las arcas públicas desde la implantación del “Plan Colombia”, en el marco de la lucha contra las drogas en 2002, se hace insoportable, ya que se destina casi la mitad del presupuesto al pago de la deuda externa y al gasto en defensa. Colombia posee un ejército de quinientos mil combatientes, superando a países como Brasil, que lo triplica en población y solo tiene trescientos setenta y cinco mil hombres en armas. El tiempo de vacas gordas comienza a terminar por el debilitamiento de las potencias emergentes y la desaceleración del consumo de materias primas, 13


una situación que perjudica directamente a Colombia, así que, haciendo una proyección sobre los costes que tendría la jubilación y subsidios que recibirían los miembros de las Fuerzas Armadas en un futuro no tan lejano, o el gobierno pone freno al crecimiento del pie de fuerza militar o no habrá economía que lo resista. Durante años, la política estatal se basó en hacer presencia militar en el territorio en detrimento de la justicia, la salud y la educación. El posconflicto, que no es más que regresar a una inversión pública coherente, necesita recursos para el fortalecimiento del Estado y la inversión social, dejar de lado la visión militarista y quitar argumentos a las protestas sociales actuales. Pero el dilema de Santos va mucho más allá de un lavado de cara ante la comunidad internacional en busca de más inversión externa. Sabe que el conflicto no vende la marca Colombia, que los negocios en medio de las balas no gustan a nadie y que la paz vende más que la guerra. No obstante, Santos lleva en su ADN el gen neoliberal y la paz no se construye ampliando la brecha entre ricos y pobres, dando excepciones fiscales a las multinacionales, desarrollando una política agraria que beneficia a los latifundistas o privatizando las pocas empresas públicas que quedan. La paz necesita muchos más recursos y una gestión con visión social, por ello, la incorporación de la izquierda dentro de su coalición de gobierno y una posible reducción del gasto militar. Ahora, la paz centrará la democracia colombiana en la lucha contra el narcotráfico. Una lucha que, aunque ha sido arengada como política estatal, sirvió para el combate a las guerrillas pero no para debilitar la producción de cocaína ni las mafias. El estado colombiano está permeado por este fenómeno y una regeneración democrática no puede venir desde las élites de siempre. Santos sabe que debe dar un giro a la izquierda, reforzar el estado de derecho y combatir a los políticos vinculados con el narcotráfico. Sin embargo, ¿cómo dar la espalda a los caciques locales que apoyaron su

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campaña y tienen vínculos con los negocios ilegales? ¿Cómo atajar políticamente a las fuerzas progresistas del país cuando el estigma del terrorismo, si el acuerdo de paz llega a buen puerto, ya no podrá ser usado como arma arrojadiza? ¿Cómo calmar los ánimos de un ejército que ha vivido en la opulencia y que perderá gran parte de su presupuesto? ¿Cómo conjugar neoliberalismo con políticas sociales? Santos ha ganado, la sociedad colombiana también, pero durante su próximo mandato veremos si esa paz, aceptada a regañadientes, se convierte en una promesa electoral más sin cumplir o, simplemente, pone punto y final a sesenta años de conflicto.


“¿Cómo dar la espalda a los caciques locales que apoyaron su campaña y tienen vínculos con los negocios ilegales? ¿Cómo atajar políticamente a las fuerzas progresistas del país cuando el estigma del terrorismo, si el acuerdo de paz llega a buen puerto, ya no podrá ser usado como arma arrojadiza? ¿Cómo calmar los ánimos de un ejército que ha vivido en la opulencia y que perderá gran parte de su presupuesto? ¿Cómo conjugar neoliberalismo con políticas sociales?”

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REVISTA DE PRENSA Por Ivan Castillo Otero

Twitter es ETA

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upongo que conocen ese refrán que habla de entrar como un elefante en una cacharrería; pues eso es lo que le pasó al diario conservador español ABC con el tema de las amenazas por Twitter. Tras el asesinato de Isabel Carrasco en León, fueron muchos los cafres que comenzaron a lanzar sandeces en la citada red social. A este periódico no se le ocurrió otra cosa que ilustrar el tema en portada con una arroba de la que sale una serpiente y titular “El odio envenena las redes sociales”. Muchos dirán que juegan con lo del veneno y el animal, pero lo cierto es que recuerda demasiado al logotipo de ETA, al igual que el tono azul. Tal vez lo más desagradable sea la utilización de una fallecida de este modo y a toda página.

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Unas portadas muy reales

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or si viven en una dimensión paralela, les informo de que Juan Calos I ha abdicado y que su hijo, Felipe VI, le sustituye al frente de la empresa familiar. Esta noticia, que posiblemente sea la del año, ha traído consigo una riada de portadas. En primer lugar repasemos las de los especiales que salieron el mismo día del bombazo por la tarde. ABC, El País, El Mundo y La Vanguardia se decidieron por titulares más informativos; La Razón, por su parte, dio rienda suelta al sentimentalismo. Esto es solo el envoltorio, por dentro fue difícil encontrar alguna crítica al legado del monarca. El caso más pastel es el antes mencionado del diario dirigido por Paco Marhuenda, con portada para el padre y contraportada para el hijo. No esperábamos menos.

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Más realeza

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ejos de los medios tradicionales, otras publicaciones también se hicieron eco de la abdicación real. Se exponen a continuación una serie de portadas que destacan por diferentes motivos. La primera pertenece a la revista satírica Mongolia, que lo único que hace es contar la verdad desde la objetividad y la ironía; la segunda es de Diagonal, con un fino y directo diseño; y, finalmente, la tercera es la censurada por RBA de El Jueves, que la terminó por conocer todo el mundo y la medida se les volvió en su contra.

Pelotas desde Andalucía; la portada habla por sí sola

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El País y El Mundo contra Pablo Iglesias

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ras los resultados de Podemos en las elecciones europeas, El País y El Mundo han desarrollado una relación con Pablo Iglesias de odio y más odio. En las dos portadas de arriba no les quedó más remedio que informar de los resultados objetivos de la formación liderada por el madrileño; en las dos de abajo sacan la mano dura derecha y tratan de descalificarlo con relaciones absurdas y que parecen haber organizado de mutuo acuerdo.

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OÍR PARA VER La sinestesia es un tipo de percepción que mezcla los sentidos. Permite ver la música o saborear los colores. Solo la posee entre un 1 y un 4% de la población.

Texto: Eider Burgos Ilustración portada: “Sinestesia”, por Betsyamaparan



Oír para ver

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ilbao, año 2006. El sol se había ocultado hacía rato cuando Miren Karmele Gómez, que por entonces tenía 21 años, llegó a casa tras otro día en la universidad. Podría haber sido un martes cualquiera, de no ser porque la palabra ‘puente’ había cambiado de color y nadie excepto ella parecía haberlo notado. Al cruzar el umbral de su hogar, pudo oír cómo su amiga Lorea se afanaba en la cocina preparando la cena. No tardó en acercarse a su compañera de piso y preguntarle por lo sucedido. “Hoy se me ha cambiado el color de la palabra ‘puente’. Se me ha hecho raro. ¿A ti no?”, le dijo. Ante la cara de sorpresa de su amiga, Miren Karmele trató de explicarle que ahí donde antes la palabra giraba hacia abajo en color morado, ahora había adquirido un tono rosáceo. “Pero que si a ti no te ha pasado, no pasa nada”, le espetó finalmente, al comprobar que Lorea la observaba como si fuera una desquiciada. Pero no, Miren Karmele no está loca. Tampoco está enferma. Sin embargo, nadie más en el mundo percibe el entorno como lo hace su cerebro. Y es que ella ve los sonidos, las palabras y las canciones. Cada fonema posee su propio color, forma y movimiento y no es capaz de entender el mundo sin uno de estos tres elementos. Miren Karmele tiene sinestesia. Pero, ¿qué es la sinestesia? “Es una mezcla de sentidos. Cuando la persona percibe una sensación, evoca la percepción de otra que no está ahí”, define Óscar Vegas, psicobiólogo de la Facultad de Psicología en la Universidad del País Vasco. Esto da lugar a experiencias tan curiosas como saborear las palabras o visualizar colores a través del tacto. Existen hasta veinte tipos de sinestesia perfectamente definidos por la ciencia, y se sabe que entre un 1 y un 4% -de media un 2%- de la población mundial es sinesteta. Aún así, el origen de este fenómeno sigue siendo desconocido. Todos somos sinestetas Existen diversas teorías sobre cómo se produce este síndrome. La más común defiende que absolutamente todos los humanos han sido sinestetas en algún momento. Para ser exactos, durante los primeros meses de vida. Es en esta etapa cuando se 22

Eleazar Herrera: “Me pusieron una ecuación y cambié las letras y los números por colores”

produce el mayor número de conexiones neuronales, lo que acabaría uniendo el área de un sentido con otra. Cuando en la mayoría de los cerebros se produce la muerte celular selectiva -proceso natural por el que se reduce el número de conexiones entre neuronas-, algunos seguirían conservando esos puentes entre sensores. Esto explicaría por qué un sinesteta crece sin saber que lo es. No es hasta la adolescencia, o incluso hasta la madurez, cuando la mayoría descubren su condición. Han crecido con ello, y no conocen otra manera de entender el mundo más que la suya propia. “Tendemos a pensar que todo el mundo ve las cosas como nosotros, pero cada uno tenemos nuestro margen”, apunta Vegas. Hasta que llega el día en que un comentario casual provoca la sorpresa de todos. Ya puede ser porque ‘puente’ cambie de color o porque alguien quiera convencerte de que el cinco es verde. Ese fue el caso de Eleazar Herrera, de 23 años. Fue con 16 cuando se reunió con un grupo de amigos y uno de ellos comentó que el cinco era verde. “Le dije: «¡Mentira! ¡Es azul!». Me pusieron una ecuación y cambié los números y las letras por colores”, recuerda. Un tiempo más tarde, la Universidad de Granada hizo un llamamiento en la red en busca de


tomando café con la amiga de siempre, te toca y empiezan a salir círculos azules”.

Mire Karmele Gómez: “Que te digan que los colores que tú estás viendo no los ve nadie más es es un shock”

voluntarios para un estudio sobre la sinestesia. La prueba consistía en un test en el que se presentaba una larguísima lista de letras, números y palabras junto a una paleta de colores. Los usuarios debían relacionar el color que les evocara cada elemento; luego tenían que repetir el proceso otras dos veces en distinto orden cada vez. “Me costó tres horas hacerlo. Al final me salió un 91% de coincidencias”, explica Eleazar. Vuelta a la realidad Este hallazgo supone para sus protagonistas un importante choque con la realidad. No solo viven el mundo de una manera totalmente extraña para un no sinestésico, sino que, por si fuera poco, ningún sinesteta sentirá, verá ni percibirá lo mismo que otro. Las respuestas a los estímulos son totalmente distintas en cada caso. “Que de repente te digan que los colores que tú estás viendo no los ve nadie más es un shock. Me cuestionaba todo, mi mundo, mis ideas…”, confiesa Miren Karmele. No es para menos. El grado de sinestesia que posee esta joven de Elizondo es tan fuerte, que constantemente ve colores y formas bailando delante de sus ojos. Con cada palabra, con cada sonido. “También he tenido del tipo tacto-visión, pero son las que yo llamo sorpresa”, apunta. “Imagínate, estás

Para ella, el lenguaje y los colores son uno, y las palabras no se entienden sin su dibujo correspondiente. En una ocasión, se encontraba en una reunión de amigos de diferentes partes del mundo. Alguien comentó algo de una ballena. “Lo dijeron en euskera, en italiano, en portugués… Veía la misma palabra en cinco idiomas. Me crearon tantos colores que de repente no vi ninguno. Y como pienso con colores, no podía hablar. Me tuve que ir hasta que volvió mi escala”, narra. Eleazar, en cambio, asocia los colores con las letras y los números -“hay nombres que me gustan más por el color de sus letras. Puede que en un futuro elija el nombre de mis hijos dependiendo de su color”-, pero es capaz de eludirlos cuando lee o escribe. “Es como cuando en Photoshop ocultas una capa. Sé que el color no está ahí”, aclara. No es así con lo que ve a partir de la música o de sonidos muy estridentes. “No me gustan los sitios con ruido, los conciertos… ¿Sabes lo que es que la vecina esté escuchando ópera por la noche, ver un montón de cosas y no poder dormir? ¡Y no se lo puedo explicar! ‘Oye mira, que es que me estás haciendo unas ondas aquí que me estás pintando todo el techo’”, cuenta riéndose. Para esta escritora vitoriana también fue extraño descubrir que su percepción era única, pero le ayudó a entender aspectos de su infancia. “Cuando en el colegio otros niños pintaban un número del color que para mí no era, me sentaba mal. Les decía: ‘¿Has visto eso? ¡Bórralo!’”. Amarillo + Amarillo = 4 La de la infancia es una de las etapas más complicadas para un sinesteta. Así lo dice Óscar Vegas, quien explica que la confusión entre grafemas y colores puede acarrear problemas de aprendizaje. “Cada vez que escuchan una palabra ven colores. Para entender el lenguaje tienen que abstraerse de esos colores, que funcionan como barrera. Los mismos con los números”. Así lo recuerda Miren Karmele que, a pesar de haber sido siempre una buena estudiante, tuvo que poner un poco más de su parte para comprender ciertos conceptos. “Cuando 23


te enseñan que dos más dos son cuatro yo veía que el dos amarillo con otro dos amarillo daba un cuatro rojo, pero al día siguiente el dos se me iba al azul. ¿Por qué decía 2+2=4? Porque así me lo habían dicho”, explica. Sin embargo, una vez que los sinestetas encuentran la manera de conjugar su percepción con los estudios, puede suponerles incluso una ventaja a la hora de aprender idiomas o realizar operaciones complicadas. Es el caso de Eleazar, que es capaz de calcular los cuadrados de los números gracias a los colores. “Es muy fácil porque son iguales. Simplemente los colores se mezclan y dan lugar a otro. Ese nuevo color lo descodifico y sale el resultado. Te puedo decir al momento que 17x17 da 289”. “La gente que sale en la televisión sumando números inmensos en cuestión de segundos, es probable que tengan sinestesia”, explica Vegas. Es el caso de Daniel Tammet, un británico de 35 años que desde los 25 ostenta el récord europeo de memorización y recitado de cifras del número pi. Un total de 22.514 dígitos en algo más de cinco horas. Para Tammet, cada número posee su propio color, textura y emoción, y juntos conforman un paisaje. Según sus palabras, el número pi es “especialmente hermoso”. Las mujeres que protagonizan este reportaje han sabido sacarle partido a sus cualidades. Miren Karmele pinta cuadros de manera periódica que ilustran lo que ve cuando escucha una palabra o una canción. Desde hace dos años, mantiene un blog donde lleva publicadas cerca de 200 obras. Tal es la expectación que genera, que ahora colabora con una casa rural para la que dibuja el edificio en cuestión utilizando la misma técnica. Lo mismo ha hecho para el Planetario de Pamplona, donde trabaja como profesora en escuela de estrellas, y en junio participó en un proyecto en el que realizaba dibujos en directo al son de un concierto de txistu. Eleazar aprovecha lo que ve en la narración de sus novelas. “En ‘La Ciudadela’ hay un momento en el que el personaje está en un sitio oscuro, saca la espada y hace un jirón por donde entra luz. El sonido de cortar tiene un dibujo de filo de guadaña que sale hacia sí mismo. Claro, esto no lo puedo poner 24

“El LSD produce efectos parecidos a la sinestesia. Soy como Obélix, pero a la marmita que caí era de LSD”

en todos los sitios. En una novela de sueños como esta, sí”. Todas estas capacidades generan desconcierto, curiosidad y envidia a parts iguales. Tanta, que se corre el peligro de convertir al sinesteta en un conejillo de indias. “Me preguntan cosas como ‘¿Y qué ves cuando hago esto?’, y golpean la mesa”, cuenta Eleazar. “Pero a ver, que no tengo poderes”, apostilla. Miren Karmele coincide. “Me hacen muchas preguntas, y lo entiendo. La primera siempre es cómo veo su nombre, y lo vuelven a preguntar meses más tarde para ver si digo lo mismo”. Y le quita hierro al asunto. “Pero a todo esto hay que darle un punto de normalidad”, aclara. “Tengo dos ojos, dos orejas, la misma poca pasta…”. Con sus pros y sus contras, la sinestesia es una parte indisoluble de quien la posee. “Si se les pregunta si desearían perderla, dirán que ninguno quiere. Es la manera en la que perciben el mundo y así lo entienden”, puntualiza Óscar Vegas. Muchos consideran lo consideran un don y unos cuantos sueñan con experimentarlo. “Creo que el LSD produce efectos parecidos a la sinestesia. Ni me planteo probarlo, ya tengo suficiente. Soy como Obelix, solo que a la marmita que me caí era de LSD. Y no tengo resaca”, bromea Miren Karmele.


M

iren Karmele Gómez lleva dos años publicando sus cuadros en un blog. Ya van 300. En ellos plasma todo lo que ve cuando escucha una palabra o una canción.

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1. Palabra: ‘Argia’ (luz). 2. Canción: ‘Elektrizitatea’, de la banda bilbaína Zea Mays. 3. ‘Sua’ (fuego).

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Gonzalo

Abril

Entrevistado por テ]gel del Palacio Tamarit Fotografテュas de Ana Garcテュa Abad y テ]gel del Palacio Tamarit


G

onzalo Abril es profesor de distintas materias de comunicación en la facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense desde hace treinta y ocho años. Durante este período también ha ejercido la docencia en varias universidades de América Latina. El pasado curso académico 2012-13 fue profesor de Semiótica de la Cultura en el Máster en Investigación en Periodismo: discurso y comunicación, cuyo porcentaje de alumnos de nacionalidad china era aproximadamente de un 80%. Nueve de estos estudiantes chinos a los que él había suspendido interpusieron una reclamación ante la coordinación del máster, la cual, tras formarse un tribunal de reclamación, decidió apartar al profesor Abril de su función evaluadora y aprobar a estos estudiantes, previa realización de un trabajo escrito. El profesor, no satisfecho con la resolución de la universidad e indignado con la situación, interpuso una reclamación ante un tribunal de lo contencioso administrativo cuyo proceso está en curso. Este caso particular refleja la situación de degradación de la calidad de la enseñanza en la universidad pública como consecuencia de la subida de tasas y los recortes en educación. Hablamos con el profesor Abril para que nos cuente la situación e indagar en las causas y consecuencias del actual modelo educativo.


Entrevista a Gonzalo Abril El alto porcentaje de estudiantes chinos en las universidades españolas es un fenómeno relativamente reciente, ¿a qué cree que se debe? Sería interesante saber por qué ha habido este cambio en la composición. Yo tengo la sospecha de que se debe fundamentalmente a que los estudiantes españoles y latinoamericanos no pueden afrontar hoy el pago de matrículas tan altas. De tal manera que se opta por reclutar alumnos, que verdaderamente habría que decir que no son ya alumnos en el sentido clásico, sino puramente clientes que pagan su matrícula. Y lo digo por una razón: en el caso concreto de los estudiantes chinos a los que yo impartí clase el año pasado, la casi totalidad de ellos eran por completo ajenos en su formación y en sus intereses al periodismo, y mucho más ajenos aún a la investigación del periodismo. Tengo buenos motivos para decirlo, porque, entre otras cosas, hago un cuestionario a principio de curso y también hablo con ellos. Por lo que yo sé, lo que quieren es obtener algún título español, mejorar su idioma — porque realmente tienen unas condiciones muy

malas de comprensión y expresión en castellano— y poder conseguir trabajo luego en América Latina. En este sentido hay que decir que el contenido de los másteres es un tanto secundario. O sea, que a ellos les da igual estar en filología, en historia o estar en periodismo con tal de que se den estas condiciones que he dicho: practicar el idioma y tener un título. ¿Cuál fue el motivo de la reclamación que le hicieron los alumnos? Un grupo de nueve estudiantes chinos hicieron una reclamación. No es insólito que todos los reclamantes fuesen chinos porque el 80% eran estudiantes de nacionalidad china. Naturalmente, yo había suspendido a estudiantes chinos y a estudiantes españoles, y habían tenido buenas notas también estudiantes de los distintos países. Alguien había guiado su mano para poder escribir y hacer inteligible, al menos, la reclamación que hacían. Lo que proponía esa reclamación es que había una discrepancia entre el programa oficial de la asignatura y el que yo había impartido. La cuestión es que el pro-


grama oficial de la asignatura también lo había hecho yo, y el programa que había impartido y que se había publicado en el campus virtual había modificado el método de evaluación por una razón muy sencilla: al encontrarme el primer día de clase con tal cantidad de estudiantes chinos pensé que el modo de evaluar que tenía fijado iba a conducir al desastre. Yo pedía hacer unos trabajos escritos con algunas exigencias que sabía, por mi conocimiento previo de estudiantes chinos en otras docencias, no iban a poder cumplir. Lo que hice fue en cierta manera facilitar el camino, pero esto sirvió como excusa para poderme reclamar una especie de incumplimiento del contrato. Desgraciadamente, se ha impuesto en la universidad esta idea clientelar o de relación proveedor-cliente, en la cual si uno se desvía del programa oficial parece que está incumpliendo un contrato, cuando creo que una docencia

Esto no es raro; está prescrito que cuando haya reclamaciones se forme un tribunal. Lo que es verdaderamente raro, extraordinario, insólito y yo no conozco ningún precedente es que este tribunal decida quitarme de la función evaluadora. Me apartan de en medio y deciden que van a evaluar ellos a los estudiantes, teniendo en cuenta un elemento muy importante: ninguno de los miembros de ese tribunal de reclamaciones son especialistas en la asignatura Semiótica de la Comunicación, que, para bien o para mal, es una asignatura muy específica y tiene una competencia muy propia. ¿Cuál fue el resultado de la nueva evaluación que hizo el tribunal? Como era de esperar, su evaluación aprueba a todos esos estudiantes, algunos incluso con nota, simplemente mediante la presentación de un tra-

“Es interesante que la reclamación se hiciera en la convocatoria de febrero y estos estudiantes no esperaran a la convocatoria de septiembre, cuando tenían una segunda oportunidad para ser evaluados. La razón, supongo, es que había algún motivo de visa o de billete que exigía que el título se lo llevaran fresco antes de septiembre”

de calidad siempre debe tener la posibilidad de desviarse del programa. Tú te debes adaptar al perfil de tus estudiantes, a sus demandas, al cambiante contenido de las asignaturas que va siendo propuesto por la innovación y por la investigación. Es interesante que la reclamación se hizo en la convocatoria de febrero, y estos estudiantes no esperaron a la convocatoria de septiembre, cuando tenían una segunda oportunidad para ser evaluados. La razón, supongo, es que había algún motivo de visa o de billete que exigía que el título se lo llevaran fresco antes de septiembre. Esto para mí ha sido un motivo de disgusto. ¿Qué medidas adoptó la coordinación del máster ante dicha reclamación? La directora formó un tribunal de reclamaciones.

bajo hecho en casa, es decir, no hecho presencialmente. Trabajos que, como luego he podido verificar, son de una calidad ínfima. ¿Cuál fue su reacción? Hice un recurso de alzada ante el rectorado. El rectorado suele responder a estas cosas siguiendo un guión ya establecido: evitar problemas, por lo que me negaron la razón. También hay que tener en cuenta que yo creo que el rectorado es cómplice de la política de recaudación a cualquier precio. Esta, me temo, es la de mantener las sillas calientes, mantener llenas las aulas. Cuando el rectorado de la Complutense no satisfizo mi demanda, reclamé ante un tribunal de lo contencioso-administrativo, pagando de mi bolsillo los costes judiciales, que en este momento son muy altos. A mí esta reclamación me va a costar bastante dinero. Calculo que 29




cerca de los dos mil euros, lo cual no es ninguna tontería. Es decir que, en este momento, hay un proceso judicial de reclamación por mi parte, demanda en la cual yo pido que se anule la decisión de ese tribunal de reclamaciones que, desde mi punto de vista, su único objetivo es aprobar a los estudiantes, y, en consecuencia, considero que es arbitraria. ¿Cuáles fueron sus motivos para recurrir por la vía judicial? Digamos que mis motivos para hacer esa reclamación fueron básicamente morales y, podría decir también, políticos. Sentí que había dos grandes fallos: uno, se estaba pervirtiendo la función evaluadora que tenemos los profesores, y en segundo lugar, se estaba haciendo un agravio comparativo a los estudiantes que habían preparado seriamente, con rigor y con honestidad la asignatura. Me parece inaceptable que se llegue a una situación en la cual estudiantes que habían trabajado seriamente y habían cumplido con la evaluación, incluso con buenas calificaciones, tanto españoles como chinos, hayan pasado por ahí y que a otros estudiantes se les regale el título. Me he enfrentado, una vez más debo decir, al establishment académico, que en este momento está apostando claramente por el “toma el dinero y corre”, por una indecencia y por un sacrificio de la calidad docente y de los objetivos que supuestamente persiguen los estudios de posgrado. Tengo entendido que usted imparte docencia en el máster de Análisis sociocultural del conocimiento y de la comunicación en la misma facultad de Ciencias de la Información. ¿Han tenido el mismo problema? ¿Cómo lo han afrontado? Ahí hemos tenido y tenemos el mismo problema de bajón importante de la demanda. Las tasas son muy altas y muchos estudiantes a los que les gustaría cursar los másteres no pueden hacerlo. Sin embargo, la política en este máster no es la de llenar las clases a cualquier precio. Hay una fuerte demanda de estudiantes chinos y para nosotros estos son iguales que los estudiantes de cualquier otro sitio. Se exige, por ejemplo, un título de español en el caso de los estudiantes extranjeros no hispanoparlantes, pero sabemos también que no basta con un título de español. No garantizan en absoluto que los estudiantes tengan un conocimiento real del idioma. Esto es lo que ocurría en el máster de Investigación en Periodismo el año pasado. La mayoría de los estudiantes asistían habitualmente a 32

clase, pero no se enteraban de nada. Cuando tenemos dudas sobre la preparación de estos estudiantes hacemos una entrevista y vemos si efectivamente su conocimiento del idioma es suficiente. Este año me parece que tenemos tres estudiantes chinos, que son un pequeño porcentaje del conjunto, no porque se discrimine a los estudiantes chinos, sino porque se excluye a los estudiantes que no tienen una preparación suficiente en el idioma. Actualmente la Universidad Complutense se encuentra en una situación de precariedad económica. ¿Qué solución se podría buscar para no


rechazar esta demanda sin perjudicar la calidad de la enseñanza? Tengo noticias a través de un profesor cubano que trabaja en una universidad pública madrileña, que en Cuba se habían encontrado con un problema semejante. Había también mucha demanda de estudiantes chinos, y también con esta especie de afán indiferenciado por conseguir algún título en Humanidades o Ciencias sociales. Parece ser que lo que hicieron en Cuba fue justamente esto: crear unos estudios específicos para estos estudiantes, con el perfil de estos estudiantes y ajustado a la demanda de estos estudiantes. Aquí se podría haber creado,

por ejemplo, un máster en iniciación o producción a la lengua y a la cultura hispana o iberoamericana, y específicamente dedicado a estudiantes chinos. No se ha hecho eso porque supongo que para la gente que dirige un máster en Investigación en Periodismo, algo tan rimbombante, o en filología, supone un mayor capital simbólico el ser coordinadores de un máster con este título que en un máster sobre cultura general para estudiantes chinos. Una vez más, aparecen aquí también esos rastros tan característicos de la cultura española en general y de la cultura académica en particular como son el clientelismo, el amor al chiringuito, el 33


“Me he enfrentado al establishment académico, que en este momento está apostando claramente por el ‘toma el dinero y corre’, por una indecencia y por un sacrificio de la calidad docente y de los objetivos que supuestamente persiguen los estudios de posgrado”

“Estudiantes o jóvenes profesionales españoles actualmente están emigrando a países de América Latina para conseguir allí trabajo. (…) se les ofrece trabajo fuera porque tienen una buena cualificación. A este paso, dentro de unos años ni siquiera va a haber eso, porque los universitarios no van a salir igual de bien preparados”

controlar una pequeña finca o parcela académica que es algo que no nos hemos conseguido sacudir y que pienso que va a más. ¿A dónde cree que nos lleva este modelo educativo y las reformas que se han aplicado en este sector? Hasta ahora creo que la reforma de los estudios superiores, conocida popularmente como el Plan Boloña, está evidenciando un gran fracaso educativo. Los estudiantes que se movilizaron muy activamente hace cinco o seis años en diversas partes del estado español en contra de esta reforma mostraron ser muy buenos analistas. Sus diagnósticos en términos generales creo que se han cumplido sobradamente. Tenían razón. Sabían y denunciaban entonces que esta reforma estaba encaminada a generar nuevamente diferencias sociales, diferencias de acceso a la enseñanza que pensábamos históricamente superadas. Sabemos hoy día que con el precio de las tasas y la disminución de las becas 34

estamos volviendo a un modelo clasista en el que solo algunos sectores, por supuesto de las clases altas o dominantes, van a tener acceso a la universidad, mientras que los sectores más subalternos van a tener cada vez más dificultades en acceder a la universidad. Creo que llenar las clases de estudiantes chinos solamente por seguir manteniendo un nivel de recaudación de tasas sin ofrecer una calidad docente es un caso particular de fenómeno general. Soy pesimista respecto a la evolución que están teniendo los planes de estudio y las políticas educativas en la universidad. Se están dando situaciones tan paradójicas como que estudiantes o jóvenes profesionales españoles actualmente están emigrando a países de América Latina para conseguir allí trabajo como docentes. Esto se debe no sólo al efecto empuje, al hecho de que tienen que marcharse de aquí porque no hay trabajo, sino que se les ofrece trabajo fuera porque tienen una buena cualificación. A este paso, dentro de unos años, en los que la situación económica es difícil que mejore


Fotografía: Texto de una presentación de un alumno chino. notoriamente, ni siquiera va a haber eso, porque los universitarios no van a salir igual de bien preparados que estos estudiantes que actualmente están emigrando. Pienso que en general estas políticas neoliberales que han inspirado estas reformas recientes, y no digamos ya los ajustes, nos conducen a una especie de suicidio colectivo. En esto como en otras muchas cosas, como la sanidad o la educación en los niveles primario y secundario, es fundamental que haya un cambio. Por fortuna, estamos asistiendo a varios indicios muy esperanzadores de cambio social. Las últimas elecciones europeas han indicado que un número creciente de la población española está reclamando unos cambios contrarios a esas políticas neoliberales. Ojalá que en los años futuros podamos ir en esa dirección de revisar esas políticas suicidas.

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EL MONTE GURUGÚ ES EL INFIERNO Reportaje de Telmo Iragorri Fotografías de Pablo González Cebrián



El monte Gurugú es el infierno

“El monte Gurugú es el infierno, es el infierno”, recuerda Fofana con la mirada perdida sentado frente al CETI, Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes. Fofana se había acercado para hablar con nosotros unos minutos antes. Lo que no sabíamos era que él quería utilizarnos para entregar tres tarjetas SIM de teléfono a su amigo Abou, que espera su momento desde hace meses para entrar en España al otro lado de la valla, en el monte Grugú, Marruecos. Texto por Telmo Iragorri Fotografías por Pablo González Cebrián

L

a noche del 18 de marzo de 2014, Fofana y Abou se dirigieron hacia la valla que separa África de Europa. La policía marroquí les gritó diciéndoles que volviesen al Gurugú, pero ellos tenían claro su objetivo. Cuando lograron llegar a la valla, saltarla no fue fácil. La frontera se compone de tres verjas de seis metros cada una y las concertinas intentan quitar las ganas de aquel que se acerca a ella. Pero no cumplen esa función, ni siquiera unas cuchillas afiladas borran de su cabeza los deseos de cruzar esa barrera. Esa noche Fofana consiguió entrar en Melilla; Abou no tuvo tanta suerte como su amigo.

Estamos con Fofana en el CETI, que se encuentra frente a la valla, y al fondo podemos ver el monte Gurugú. Es un lugar paradójico. Enfrente del CETI, a tan solo veinte metros, hay dos campos de golf rodeados por la frontera. “Mi amigo Abou tiene un móvil allí, llamadlo y él os dirá cómo encontraros. Os guiará en la subida al monte”, nos dice Fofana. Lo llamamos y nos dice que nos espera en el paso fronterizo de Beni Ensar. Nos preguntamos si es un lugar seguro para nuestro encuentro. Al día siguiente cruzamos la frontera a pie, sin saltarla y con nuestro pasaporte en la mano. El paso 38

fronterizo estaba lleno de policías, de taxistas, de gente intentado venderte cualquier cosa. Nosotros estábamos allí parados, esperando una llamada. Nos daba la sensación de que éramos los únicos que esperábamos algo. Tras dos horas de espera conseguimos hablar con Abou. Estaba escondido en un callejón bajo un jersey negro de capucha. Nos dice que lo sigamos, pero a cien metros de distancia, por seguridad. Aquí empezamos el camino de subida al monte Gurugú. Cualquier gesto que Abou hacía nos parecía una señal hacia alguien externo, pero simplemente eran nuestras paranoias. Entramos en un barrio de las afueras a los pies del monte y cada vez que Abou doblaba una esquina nos miraba confirmando que lo veíamos doblar el callejón, hasta que por fin vemos que entra en una casa abandonada donde unos amigos suyos lo esperaban. Sin pensárnoslo dos veces seguimos andando hasta entrar en esa casa. Le dimos la mano por primera vez y le sonreímos. Su sonrisa de respuesta nos confirma su confianza y ahí comenzamos la subida al Gurugú. Caminábamos detrás de Abou, subiendo entre rocas llenas de plásticos de los distintos campamentos del Gurugú. Nos dimos cuenta de que los subsaharianos no son bien recibidos por los marroquíes


“‘CASI TODAS LAS MAÑANAS SUBE LA POLICÍA MARROQUÍ Y NOS QUEMA LA COMIDA’, NOS DICE UN CHICO QUE SE ACERCA A NOSOTROS”

que habitan el monte cuando nos empezaron a lanzar piedras. “Siempre nos tratan igual, no os preocupéis”, nos dice Abou. Seguimos subiendo con el sol como testigo constante hasta que pasamos por el campamento camerunés. “Estos son los que ayer intentaron pasar la frontera y fracasaron”, nos comenta Abou. Vemos en sus caras gestos de resignación y heridas en sus cuerpos. Nos limitamos a saludar y ellos nos responden con una sonrisa sacada de las pocas fuerzas que les quedan después de lo vivido un día antes. Pensamos en los momentos previos en el Gurugú antes de dar el salto, en el nerviosismo que se puede generar. En quien decide saltar, en quien decide quedarse. Pero nos damos cuenta de que lo más duro debe ser ver llegar de nuevo al monte a aquellos que no lo han conseguido. Llenos de heridas, de caras de frustración, de impotencia. Entramos en el bosque, un bosque en el que cientos de malienses esperan su momento. Caminamos entre los árboles con las miradas clavadas de todos los allí presentes. Éramos los nuevos. Dos blancos con cámara al hombro entrando en tierra hostil. Nos pusimos a saludar con una sonrisa a todos ante sus miradas de curiosidad. “Este es mi gueto”, nos dice Abou intentando que nos sintiéramos cómodos. Me senté a su lado y le di las tres tarjetas SIM de teléfono que un día antes nos había entregado Fofana. Nos dio las gracias y nos dijo que grabáramos lo que quisiéramos, pero lo que queríamos era enseñarle la entrevista que

habíamos hecho a Fofana al otro lado de la verja, a tan solo diez kilómetros de distancia. Abou coge la cámara y sin quitar la vista de la pantalla se echa la mano a la frente. “Está más gordito, tiene mejor color”, me dice. Nos empiezan a rodear amigos suyos curiosos por ver a Fofana. Se miran entre ellos y se ríen. Sin quitar la mirada de la pantalla Abou me dice “Hay que ser fuertes, rezar a Dios y saltar esa valla. España es mejor”. No íbamos a ser nosotros quien le quitara la idea de la cabeza de que España no es un país como él se piensa. La gente se empieza a acumular alrededor de la cámara viendo la entrevista de quien durante dos años fue compañero en ese monte. Todos quieren estar con Fofana, a ese lado de la valla. Los subsaharianos esperan su momento jugando al fútbol, a las cartas e incluso se han fabricado un ajedrez con tapones de botella. “Casi todas las mañanas sube la policía marroquí y nos quema la comida”, nos dice un chico que se acerca a nosotros. “He cruzado la valla dos veces, he pisado suelo español y siempre me acaban devolviendo a Marruecos. No soy feliz, no soy feliz, no soy feliz, no soy feliz…”, repite hasta cuatro veces con la mirada perdida y con un tono de voz cada vez más bajo. Nos pregunta por qué la Guardia Civil le ha devuelto cada vez que ha entrado a España y no sabemos qué contestarle. Otro chico se acerca y me pide que le fotografíe junto a unos amigos. “Tengo quince años y llevo una semana aquí viviendo. En un año intentaré sal39



FotografĂ­a: Fofana hablando con Abou.


“NO SOMOS LADRONES NI MALA GENTE, SOLO QUEREMOS VIVIR EN MEJORES CONDICIONES. SOLO QUEREMOS UNA OPORTUNIDAD”

tar”. Me da la sensación de que tiene que mentalizarse para el salto. Mentalizarse a bajar el monte y cruzarse con la policía marroquí, saltar tres vallas, escaparse de una concertina, correr hacia cualquier lugar sorteando a la Guardia Civil y llegar al CETI sin saber exactamente dónde se encuentra. Todo por una vida mejor, por un golpe de suerte que dignifique su existencia. “Todos tenemos muchas vidas, y esta que estoy viviendo es la peor de las mías”. Se hace de noche en el monte y el campamento empieza a iluminarse de hogueras que utilizan para cocinar lo poco que tienen. Un subsahariano nos cuenta que por las noches bajan al pueblo a rebuscar en las basuras y que hay gente del pueblo que les da sacos llenos de patas de gallo, que cocinan. “¿Serías capaz de comer algo así todos los días?”, me preguntan enseñándome una de esas patas de gallo en la mano. “Creo que nunca he probado una”, contesto con franqueza. “Pues esto es lo que comemos prácticamente todos los días. Este monte te hace volverte un loco, y un ser humano no debería estar viviendo en estas circunstancias. No somos ladrones ni mala gente, solo queremos vivir en mejores condiciones. Solo queremos una oportunidad”. Se hace de noche y nos despedimos del campamento maliense. Empezamos a bajar el monte en silencio, con Abou haciendo de guía. Íbamos pensando lo que dejábamos atrás. Ni siquiera las piedras que nos volvieron a lanzar los marroquíes que habitan las faldas del monte nos llamaron la aten42

ción. Al llegar a la carretera, Abou se despide de nosotros con un abrazo, y le deseamos la mejor de las suertes. Al día siguiente volvemos a la frontera, con el pasaporte en la mano y sin ningún rasguño en nuestro cuerpo. En media hora estamos en ese pedacito de España de apenas doce kilómetros cuadrados en territorio africano llamada Ciudad Autónoma de Melilla que te recuerda cada pocos metros dónde estás con banderas siempre impolutas. Hace diez días volvimos a hablar con Fofana. “La vida aquí no es fácil”, nos decía desde Bilbao. Abou, por otro lado, sigue sin tener la suerte que le deseamos. Hace menos de un mes intentó volver a cruzar la frontera sin éxito. Según nos ha contado, la policía marroquí lo cogió, lo subió a un camión y lo soltó por las calles de Rabat. Allí está intentando volver al monte que le da la esperanza de un futuro mejor. De un futuro que no llega porque las expectativas marcadas están por encima de lo que realmente son.


FotografĂ­as: Arriba, mirando las fotos de Fofana; abajo, el campamento en el monte GurugĂş.


EL MONTE GURUGÚ ES EL INFIERNO: LAS FOTOS

A continuación se presenta el reportaje fotográfico de la visita al monte Gurugú, Marruecos. Es la continuación del material utilizado para el reportaje que precede a este. Por Pablo González Cebrián



Fotografía: Monte Gurugú, Marruecos. Mayo 2014 / Pablo González Cebrián


Fotografía: Monte Gurugú, Marruecos. Mayo 2014 / Pablo González Cebrián



Fotografía: Monte Gurugú, Marruecos. Mayo 2014 / Pablo González Cebrián


Fotografía: La valla. Mayo 2014 / Pablo González Cebrián


Fotografía: Abou. Mayo 2014 / Pablo González Cebrián



Fotografía: Abou en el monte Gurugú, Marruecos. Mayo 2014 / Pablo González Cebrián


Fotografía: Monte Gurugú, Marruecos. Mayo 2014 / Pablo González Cebrián


Fotografía: Monte Gurugú, Marruecos. Mayo 2014 / Pablo González Cebrián



Fotografía: En el monte Gurugú, Marruecos. Mayo 2014 / Pablo González Cebrián



Fotografía: Monte Gurugú, Marruecos. Mayo 2014 / Pablo González Cebrián


A la memoria de Jorge, un cronopio:

“Ahora pasa que las tortugas son grandes admiradoras de la velocidad, como es natural. Las esperanzas lo saben, y no se preocupan. Los famas lo saben, y se burlan. Los cronopios lo saben, y cada vez que encuentran una tortuga, sacan la caja de tizas de colores y sobre la redonda pizarra de la tortuga dibujan una golondrinaâ€? Tortugas y cronopios, Julio CortĂĄzar


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