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La ambigüedad del tirano

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Bibliografía

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LA AMBIGÜEDAD DEL TIRANO

UlisesHeureauxencarnó una largaépocadelahistoriadominicana,ylohizocontantaintensidadquesunombrequedógrabado, durante dos generaciones, como elreferente del poder en elpaís. Las dos décadas finales del siglo XIX pasaron a ser conocidas por todos, desde campesinos hasta comerciantes, como "los tiempos de Lilís". Este realce de hombre fuerte del país durante unos quince años, fue el efecto de la combinación de los cambiosacaecidos en la época, caracterizados por el inicio de la modernización económica, y la fulgurante personalidad del sujeto, que le permitió invadir todos los poros de la vida social e incidir decisivamente sobre la conformación de las instituciones del Estado. Puede decirse que Heureauxfue el arquitecto delfortalecimiento delpoder del Estado, sustentado en las consecuencias que deparaba lamodernización capitalista sobre la centralización del país alrededor delgobierno centraly, dentro de éste, delapersona delPresidente. Desde este ángulo, construyó un sistema autocrático que puede calificarse de perfecto. Culminó las experienciasdictatorialesprevias, que tuvieron en Pedro Santana y Buenaventura Báez a sus másrelevantesexponentes; y, al mismo tiempo, prefigurólosperfilesdelamodernizaciónestatalqueauparíanenlasdécadassiguientes otros autócratas, entre los cuales sobresalió Rafael Leonidas 1hIjillo. Heureaux operó, por consiguiente, como un eslabón de comunicaciónentre la dictaduratradicional, de existenciaprecaria e inacabada, y la tiranía moderna que, gracias a la centralización exhaustiva, alcanzó estabilidadyse puso al servicio del desarrollo económicocomo sunota distintiva.

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Heureaux desempeñó esa función no solo por el momento histórico en que se insertó, sino que contó con el beneficio de su inteligenciaexcepcionalysu absoluta ausencia de escrúpulos mo-

rales. No teníaotrofreno enla expansión de sucriminalidad que el cálculo de sus conveniencias. Ante todo, se constituyó a símismo en una afinada máquina de poder. Ha sido tal vez el único gobernante que ha tenido República Dominicana con destellos de genialidad. Pero éstaselimitó ala expansión elementaldel instinto de poder, fuera por la condición criminosa de su personalidad o porlas limitaciones que lepresentabauna sociedad atrasada en la que las posibilidades de iniciativas innovadoras desde el Estado resultabandemasiadorestringidas.

De ahíse explica que estegenio tenebroso para la consecución yconservación del poder, resultara serun administrador deficiente, incluso inepto acausade laactuaciónirresponsable que se derivaba de su obcecada pasión por el poder que lo obligaba a distribuir dinero en forma desordenada para contentar partidarios y atraer enemigos.Así, sumió elpaís enunasituaciónfinanciera ruinosaque abrió las puertaspara lainjerencianorteamericana.

Este desempeñolamentable,junto alaforma desembozadacon que ejercía la criminalidad política, dio lugar a consideraciones confusas acercade supersona. Algunos historiadores conservadoreslohan alabado de diversas maneras, aunque siempre en forma ambigua, al resultarles imposiblesolidarizarseconsus desaciertos. Portal razón, losrazonamientos de ese tipo no han podido calar,y Heureauxha quedado satanizado en lageneralidad de los relatos históricos. Los autócratasulteriores, empezando por quien le dio muerte en 1899, Ramón Cáceres, lo tomaron como ejemplo en la aplicaciónde mecanismos de controlpolítico. Sinembargo, ninguno asumió la defensa conceptual de su legado. Rafael L. Trujillo, enparticular,procuró diferenciarse lo más posible de todo aquello que lo pudiera hacer comparable a Heureaux. Por partida doble, éste quedó desterrado de todaponderación auspiciosa, con lo que se cumpliósuprofecía de que no saldríabeneficiado de los balances de los historiadores.

El saldo deesosvericuetos hasido unconjunto innumerable de estampas de su personalidad que retratan al sujeto que, por brillante, quedaenciertamaneradisculpado delacriminalidadquele era característicayde sus actuacionesbochornosaspara el destino

del país. Entre esos relatos sobresalen las ocurrencias jocosas y brillantes que, porfuerza, generan unasuerte de admiración. Aun a quienes escribieronen forma hostil les resultó muy difícil poner ensujustolugarlafigura del tirano, porcuanto lageneralidad dela sociedadde la épocalo alabó como artífice del progresosupuestamente logrado por el país durante aquellas décadas. Pocosfueron los intelectuales que abiertamente rompieron lanzas contra Heureaux, entre los cuales cabe destacar a Eugenio Deschampsy Juan Vicente Flores, yes sintomático que sus textos contralatiraníamodernahastahoyno hayan sido reeditados. Lacrónica, sobre todo ladel poder, no hareivindicado aHeureauxpero tampoco ha puesto enclaro que fue elfruto de circunstancias históricas asociadas con el advenimiento de la modernidad capitalistayconlos intereses que comenzaban a manifestarse.

Su papel histórico radicó en personificarla transición desde la etapa clásica del liberalismo, cuando políticos e intelectuales se proponían instaurar t;norden democrático que consolidara la independencia nacional, a la degeneración oligárquica,en que el orden autocrático de una camarillacohesionadaporeltirano se puso al servicio descarnado de una reducida elite de comerciantes y empresariosacaudalados. Aunquelosbeneficiadosporelgobierno ponderaran, ensu intimidad, algobernante comounnegrointruso, lo aceptaron como una necesidad para el mantenimiento del orden. Heureauxsejustificabaa símismo como elúnico artífice dela paz, lo que le posibilitó sergenerador del progreso económico anhelado portodos, para lo cual debía emplear alternativamente la conciliaciónyel terror, siempre en función de la conservación de losinteresessociales existentes. En carta auno de susjefesprovinciales reconoció ese contenido de la represión: "Mipolíticade lenidadymis propósitos de conciliación tienen porlímite lanecesidad del orden y la garantía de los intereses sociales [...] pase del extremo de lamunificencia al de la represiónyel terror, cadavez que los casosylas cosas circunstanciales asílo reclamen."

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