3 minute read

HABÍA UNA VEZ…

...un príncipe del desierto llamado Nasaer al-attiyah. Es mucho más que el doble campeón del Rally Dakar, es también un medallista olímpico y un hombre que no cree en las clases sociales.

Nasser Al-Attiyah no es un jeque como los demás, no tiene problemas en pasar frío, comer poco o dormir mal. Como piloto de rally, se pierde entre los mecánicos y las personas que se dedican a la logística. Y a diferencia de la mayoría de los protagonistas, está siempre de buen humor... algunos le dicen el jeque que siempre sonríe. También es famoso por su gran generosidad.

En 2011, cuando participaba en el Dakar en Sudamérica, 200 yardas antes de llegar al final de una etapa, vio a dos muchachos que agitaban con entusiasmo la bandera de Catar en apoyo. Nasser no era un personaje tan conocido entonces, y se sorprendió por la demostración de cariño en un lugar tan lejano como Iquique, en Chile. Conmovido y agradecido, Nasser invitó a los jóvenes a conocer Catar con todos los gastos pagos.

La anécdota sirve para describir a un hombre que hace importantes donaciones en muchos de los lugares a los que viaja. “Soy Nasser, simplemente. No importa de dónde vengo, todos somos humanos y me gusta sentarme con la gente, la gente normal, para compartir muchas cosas. Recuerdo que en 2010 estábamos ayudando a unas personas en Chile y no solo veníamos a correr. Como yo tengo a mi país que me apoya, necesito poner algo en todos los lugares a los que vamos y esto es parte de la vida”, comparte este multideportista miembro de la realiza catarí.

Nasser es primo del actual emir de Catar —al que mucho recordarán por haberle entregado la Copa del Mundo a Lionel Messi— pero es más conocido por sus habilidades deportivas. Practica como atleta de elite tres disciplinas: equitación —especialidad que prefirió descontinuar por miedo a lesionarse las manos—, piloto de carreras —con la victoria de este año ya ganó cinco veces el Dakar— y el tiro olímpico. Nasser siempre recuerda como un deporte le sirvió a mejorar el otro.

Fue su padre Saleh quien lo condujo a las carreras y a la práctica de tiro. A los 18 años le compró un Nissan Patrol y al mismo tiempo le resaltó que “si era un cazador debería mejorar la puntería” y si quería mejorar la puntería era momento de experimentar con el tiro al plato. “Te ayudará a concentrarte y a ser más fuerte mentalmente”, apuntó sobre el consejo de quien lo encaminó en las disciplinas en las que ahora se destaca. Debutó en 1989 en las competencias de rally, pero durante siete años no pudo competir debido a que el presidente de la federación de su país pertenecía a una familia rival de los Al Attiyah. Por eso, decidió dedicarse al tiro al plato.

Nasser seguía con su sueño de participar en el Dakar y aprovechando que un primo accedió al control de la Federación de Automovilismo, consiguió inscribirse en 2003 en el campeonato de rallies de Oriente Medio. Y dio la sorpresa al proclamarse vencedor. El emir quedó asombrado y le convocó a una reunión. “Me preguntó: ‘¿Ahora qué quieres hacer?’

Le dije que mi sueño era competir en el Dakar y él me respondió: ‘Perfecto. Yo te voy a financiar todo’. Solo me faltaba encontrar un equipo y en noviembre de ese año conseguí un coche, un Mitsubishi. En enero de 2004 pude correr mi primer Dakar y acabé en décima posición con un vehículo muy normal”, relata Nasser. “Seguí trabajando duro, en 2007 quedé segundo y en 2011 el emir me pidió que no volviese a Catar sin el título y lo logré”, cuenta el piloto, quien repitió la hazaña en el Dakar de 2015, 2019, 2022 y 2023.

“Ganar el Dakar consecutivamente no es fácil. Tratamos de defender nuestro título y para eso fuimos fuertes y consistentes. La primera semana no fue sencilla, pasaron muchas cosas, pero nosotros fuimos inteligentes y creamos una buena diferencia de minutos en el clasificador, mientras el resto fallaba. Claro que después se hizo largo: no necesitábamos apretar porque existía un margen de tiempo y lo que nosotros deseábamos era ganar otra vez y no apretar y cometer un error. Ganamos el Dakar y el campeonato del mundo el año pasado. Era impensable, pero ahora queremos hacerlo de nuevo”

A los 52 años, Nasser Al Attiyah no piensa en retirarse, en especial con los Juegos Olímpicos de París 2024 tan cerca, y lo explica con humor: “El gobierno me dijo que si encuentro a otro Nasser me dejarán retirarme”, compartió entre risas.

Hay grandes pilotos, hay impresionantes tiradores olímpicos, pero no habrá otro como Nasser Al Attiyah, el príncipe del desierto.