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Aceleradores de partículas: jugando a ser Dios Empecemos nuestro artículo con la inevitable pregunta: ¿qué narices es eso de un acelerador de partículas? Bien, pues para responderla echemos un vistazo a nuestra querida Wikipedia, que es lo que, por lo general, los ciudadanos de a pie tenemos más a mano: Un acelerador de partículas es un dispositivo que utiliza campos electromagnéticos para acelerar partículas cargadas hasta altas velocidades y colisionarlas entre sí. De esta manera, se generan para su estudio multitud de nuevas partículas que generalmente son muy inestables y duran menos de un segundo. Esta acción permite también examinar las partículas que fueron colisionadas por medio de las que fueron generadas. Vale, bien, estupendo... ¿Y este galimatías qué es lo que quiere decir? Pues nosotros te lo explicamos: se trata nada menos que de un cacharrito diseñado, por y para científicos, que permite alterar las leyes de la física y de la materia a nivel subatómico. O, lo que es lo mismo, jugar con la esencia misma de la existencia. Vamos, igual que darle una metralleta a un mono y plantarlo en mitad de la calle después de haberlo obligado a ver diez horas de películas de Stallone. Únicamente para ver qué pasa. ¿Se pondrá el mono a jugar con el arma o pasará de ella y la tirará al suelo para irse a buscar alguien que le dé cacahuetes? Y en el caso de que decida usarla, ¿averiguará cómo hacerlo? ¿No lo hará? ¿Terminará pegándose un tiro a sí mismo en el ojo o armará la de San Quintín con los desafortunados transeúntes que tengan la mala suerte de hallarse a su alrededor? Todo riesgo es perfectamente asumible en aras de la madre ciencia. El acelerador de partículas más potente que existe en la actualidad, y que más controversia está despertando en los últimos años, es el llamado Gran Colisionador de Hadrones construido por el CERN (Organización Europea para la Investigación Nuclear) cerca de Ginebra, en la frontera franco-suiza. En su interior, los científicos están llevando a cabo pruebas orientadas a simular algunos eventos ocurridos inmediatamente después del BigBang, como coger dos haces de protones y acelerarlos en sentidos opuestos hasta hacerles alcanzar el 99,99% de la velocidad de la luz, momento en el cual se provoca que choquen entre sí, lo que provoca descargas descomunales de energía. ¿Qué? ¿Cómo se te queda el cuerpo? A nosotros no muy bien, la verdad. Y más teniendo en cuenta que este tipo de experimentos se está llevando casi a diario en las instalaciones de Ginebra. Por no hablar de los aceleradores de partículas activos y repartidos


por todo el mundo, como el de la Universidad de Stanford, California, y el ubicado en la ciudad de Dubna, Rusia. Y no os creáis que en la comunidad científica no existen detractores de este tipo de experimentos. Entre ellos destaca el profesor Walter Wagner, un físico nuclear que, en la actualidad, tiene en curso una demanda judicial contra el CERN a causa de su Colisionador de Hadrones. Respalda la demanda con su temor de que, durante una de sus puestas en marcha del aparato, pueda generarse dentro de nuestra atmósfera un agujero negro capaz de succionar nuestro planeta y el resto del Sistema Solar en cuestión de segundos. En fin, que la polémica está servida. Valga este artículo para dar conciencia de que nuestra existencia en este planeta no sólo se ve amenazada de continuo por catástrofes naturales o un posible cataclismo nuclear, sino que, cada día, varios grupos de científicos ataviados con batas blancas y gafas de pasta y repartidos por varios puntos del planeta ponen en marcha artefactos infinitamente poderosos usando un puñado de teorías y cálculos matemáticos para predecir unas consecuencias que, por su magnitud, no hay ser humano capaz de predecir. Así las cosas ya sólo nos queda desearte un feliz y satisfactorio fin del mundo.


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