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Nidia Angélica Guzmán Reque
NIDIA ANGÉLICA GUZMÁN REQUE (Bolivia)
Nació en Cochabamba, Bolivia el 5 de mayo de 1944. Poeta, narradora y ensayista. Profesora en letras, licenciada en Ciencias Pedagógicas. Diplomado en Educación Superior. Curso de Escritura Creativa del CERLAC, Colombia. Cursos permanentes de educación y de escritura creativa, impartidas por la Universidad y los cursos virtuales de internet. Fue presidenta de la Sociedad de Escritores de Santa Cruz (2008–2010). Miembro activo del PEN Internacional. Del Grupo Literario Garabatá. Miembro activo del Comité de Literatura Infantil Juvenil, CONALIT, que presidió durante la gestión (2005-2007). Profesora del programa del Centro Patiño: Pequeños Grandes Escritores (2004-2010). Grupo del IBBY Santa Cruz. Realizó actividades permanentes de incentivo a la lectura entre niños y jóvenes y otras actividades culturales en barrios e instituciones educativas diversas. Libros. Cuento infantil: Un juguete abandonado (2015), La magia del amor (2018) Mateo novel infantil (2016; 2ª 2019). Novela corta: El Niño de Miel (2ª ed. 2019). Novela juvenil: Al límite del abismo (2019). Leyendas: Voces de la naturaleza: leyendas (2016), Nuevas leyendas cruceñas (2018), Simbiosis de Amor. Leyendas urbanas (2020). Poesía: Palabras Cantarinas – poemas para niños (2020).
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PANDEMIA: RULETA DE LA VIDA Nidia Angélica Guzmán Reque
Mis ojos se abrieron, aún soñolientos. Extrañé el canto de los pájaros que sonríen con el amanecer. No sentí el palpitar de las ramas. Aguce mis oídos, creyendo que mi modorra no me permitía escuchar esos sones. Los rayos del Sol, se manifestaban desaliñados, como desorientados. ¿Qué pasa? –me pregunté – No podía entender el porqué de esos desajustes en el medio ambiente, siempre tan dadivosa y amable, hoy se presentaba antojadiza, despertando en mí, la zozobra por algo misterioso, pero también preocupante. ¿Es que habría algún vaticinio que se manifestaba con símbolos? –Me lleno de interrogantes— ...¡¡!! ...
Enciendo la tele y ¡horror!, comunican que una rara, pero terrible enfermedad se cierne sobre el género humano. Las noticias son alarmantes. Por calles y plazas hay gente que se desmaya, que clama auxilio, se toca la garganta, pero su voz no se emite, solo se ve mover los labios y desfallece. Nadie se acerca. Nadie responde. Ha dejado de respirar y la muerte se apodera de ese cuerpo que no se sabe cómo y por qué, ha dejado de respirar. Ese mismo cuadro se muestra por el mundo entero. La medicina alerta. No saben qué produce esa muerte repentina y feroz. Levantan cadáveres de las calles. Sacan cadáveres de casas humildes y de edificios. ¿Las versiones? Un terrible mal deambula por las calles. Nadie lo ve. Nadie lo advierte. Nadie lo puede detener. Es un ser invisible y cruel. ¿Cómo derrotarlo? La ciencia se pregunta. El sacerdote se pregunta. Las madres se preguntan. Todos forman corrillos, pero nadie tiene ninguna respuesta. ¿Sucumbirá la humanidad? Preguntas sin respuesta. Solo la soledad se pasea por calles y avenidas. Nadie osa salir de sus casas. Las ventanas adquieren ojos y rostros curiosos, anhelantes, llenos de zozobra. ¡¡¡¡¡Solo conjeturas!!!!!
Las calles se pueblan de otros transeúntes: apacibles, taciturnos, muy pronto aparecen muchos animales, anteriores
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pobladores de esos parajes que se transformaron en vecindades, ahora retornan sus antiguos dueños, aunque no reconocen su hábitat, pero se sienten libres y pasean orondos. Los niños se alegran y quisieran salir a jugar con ellos, pero está prohibido. En poco tiempo el aire ya no está enrarecido y se respira el aire puro. La naturaleza ha cobrado su deuda, mientras contempla airoso, las caras macilentas de la gente que solo puede mirar a través de ventanales.
Muy pronto las calles dejan de albergar transeúntes. Todo se ha paralizado. No hay bocinas que emitan sonidos, ya nada apaga la vos de la naturaleza. Los parques silenciosos. No hay risas de niños. La vida se ha detenido. Nadie camina. Nadie asoma a puertas o ventanas. Los escaparates cerrados. Las mesas de restaurantes con las sillas volcadas. No hay calor. No hay presencia. Solo se siente el vacío y grita la ausencia de niños, la soledad se esparce. Las escuelas con llave; mudos testigos de que la humanidad retrocede. La ciencia se debate. La política interviene. La economía se derrumba. Crece la violencia. El hambre tiene rostro de muerte. Lágrimas de dolor asoman a los ojos. Brazos macilentos se dejan caer. La sed de la ambición emana de corazones de acero.
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