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Elba Fanny Castillo de Rada

ELBA FANNY CASTILLO DE RADA (Bolivia)

Nació en La Paz, Bolivia en 1940. Profesora de profesión. Trabajo en varios colegios. Fue directora del Kínder Esperanza desde el año 1978. Madre del escritor Esteban Rada Castillo. Ganadora de la categoría “Consagrados” del concurso de Concurso de “Relatos Inéditos de Gente Grande en Tiempo de Pandemia” de 2020, convocado por las siguientes instituciones: “Club de libro 10 de Noviembre”, Radio Fides 94.9, programa D`Grandes de Radios Fides de Cochabamba. Los cuentos ganadores y las menciones honrosas fueron reunidos como antología y publicada por el periódico de circulación nacional Los Tiempos en el libro-suplemento, titulado: Relatos inéditos de gente grande en tiempo de pandemia (2020).

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MI MENTE Y LA PANDEMIA4 Elba Fanny Castillo de Rada

Un día, desperté y escuche una noticia que retumbo en mi cerebro ¡lanzaron un virus! ¡guerra biológica!, pensamiento avivado, ¡mis hijos, mis nietos! Varios segundos atormentada me quedé, sensaciones emergían y sentía un estremecimiento difícil de explicar, pero sí sentí un estirón desde la punta de mi cabello hasta la punta de los pies, miedo, incapacidad, estrés latente, mirada perdida, me refriego bruscamente los ojos, agarro mi cabeza y vierto unas palabras: Dios apiádate de nosotros… logro tomar el celular y empiezo a llamar a esos seres que di a luz, exponiendo mi sentir sin que ellos se percaten de mis inquietudes.

Desde ese día despierto, abro los ojos y veo este mismo techo, las mismas paredes imposibilitada de sentir el calor de los abrazos y besos que son goces únicos que logran que nuestros neurotransmisores nos den sosiego y felicidad. Pasan los días y recorro mi apartamento guiado por esa pelea que vivo a ciegas y sigo con ese recorrido macabro, con la esperanza de sentir lo que nos viene cercenando esta pandemia. Al llegar al salón, caigo al suelo, el causante este bastón compañero mío desde mi padecimiento, golpe de la porcelana – porcelana nombre dado a mis rodillas por el médico- que se estrella en el piso, me arrastro a la cocina y todo parece explotar por los aires. Observo, atentamente, el imán de mi bastón y la pared para

4 Este cuento obtuvo el primer premio del Concurso de “Relatos inéditos de gente grande en tiempo de pandemia” de 2020, categoría “consagrados”, convocado por el Club de Libro “10 de Noviembre”, Radios Fides de Cochabamba y con el auspicio del periódico Los Tiempos.

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levantarme. Mi cuerpo adolorido tiembla, el piso sigue vibrando, son apenas las siete y cuarto de la mañana y siento que ya he vivido todo el día. Renuncio salir a la calle y a bajar las gradas por este dolor, aunque tenga la necesidad de visitar al médico.

Siento que mi abrigo, mis zapatos, el cubre boca, los guantes desechables, los lentes y mi abrigo, me lanzan miradas penetrantes, diciéndome dentro de sí… vamos. Pienso ¡una pastilla para el dolor!... ¡tendrían que ser dos… hasta tres porque no soporto!, recibo una llamada, respiro profundo y hago un amague de toser para sacar una voz firme para manifestar que estoy bien, escucho una voz, ese timbre es perla rosa para mis oídos, una tranquilidad recorre por todo mi cuerpo recibiendo la noticia de que están bien. Y así pasan los días, ahora tengo el deleite de tener a uno de mis hijos, quien sacrificó a su familia por cuidar de nosotros, y solo me queda dar gracias a Dios por esa infinita entrega y amor hacia nosotros.

Me veo a mí misma, intentando salir, a sabiendas de que no puedo franquear el límite de la puerta blindada a mi frente, mientras una y otra vez me viene la frase: “Quédate en casa” y lo mismo le recalca su conciencia de mi hijo al cerrar la puerta tras de él, pero debe hacer caso omiso ya que debe aprovisionar la casa con medicamentos y comida y otra vez me encuentro entre estas paredes hablando y suplicando que regrese sano y salvo. Me quedo estática en el pequeño muro al lado de mi puerta, respiro, recorro con mis ojos el techo hasta llegar a la ventana. Me quedo quieta, a lo lejos el sol se levanta y la ciudad inerte muestra su silueta que va desapareciendo poco a poco, al mismo tiempo mis párpados cansados se cierran con la esperanza de que al día siguiente todo sea como antes y poder decir

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¡fue un sueño! ¡Ahí voy de nuevo al encuentro de mis serotoninas ¡Los días pasan y otros meses llegan, y estoy sumergida en el cortisol banal, que logra sustentar mi miedo y temor, levanto el rostro y veo la imagen de mi madre diciéndome, lee y escribe que son amalgamas que sustituirán —por un momento el abrazo y beso de tus seres entrañables—! Descargar nuestras emociones negativas mediante la escritura y lectura, son terapias que espantan a cualquier virus nocivo y pensamiento nefasto.

Este encapsulamiento, logro moverme el piso, volví a detectar mis prioridades y emergieron necesidades básicas: de que todos los que amo estén a mi lado, para apapacharlos, llenarlos de besos, de oír sus carcajadas, verlos abrazase entre sí y decirnos de frente y en vivo lo mucho que nos amamos, lo que logrará hacer, que mis neurotransmisores revoloteen por todo mi cuerpo y tener el placer de vivir ese momento como si fuera el último, pedirle a Dios su bendición y agradecerle que somos seres humanos todavía, capaces de pensar, sentir, ayudar y ser felices.

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JAIME EDGAR SALINAS REQUE (Bolivia)

Nació en Potosí, Bolivia el 3 de febrero de 1947. Poeta, ensayista y gestor cultural. Estudió Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales en la Universidad Técnica de Oruro. Fue docente de materias del área social y francés en varios colegios y universidades. Ocupó varios cargos ejecutivos en diferentes instituciones culturales, folklóricas y de servicio social. En la actualidad desempeña el cargo de director del prestigioso instituto CATEC—Tarija. Es miembro y secretario de la Casa Patrimonial Edmundo Torrejón Jurado de Tarija y miembro activo y fundador del PEN Tarija. Publicó muchos artículos y poesía sobre diferentes temas en periódicos y revistas nacionales. Participa asiduamente en eventos virtuales literarios.

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PANDEMIA Jaime Edgar Salinas Reque

Amaneció un día de marzo con cubre bocas, tapados los rostros, la gente de todo el mundo. Respondiendo a la guerra decretada por un monstruo gigante tamaño de una molécula.

Lanzó su arma mortal a los cuatro confines de la tierra, ¡… Sálvese quien pueda…! Consigna difícil de cumplir.

Guerreros de todas las armas responden sin éxito, de nada sirven cuarteles, canales de televisión guiados por tenientes, capitanes y generales de todas las formas de publicidad y anuncios.

Fusiles, ametralladoras y tanques no son efectivos, la guerra es mortal y cruel no tiene cuartel, ni campo de batalla, cada morada es una trinchera,

A la vanguardia los galenos, con su poderosa armada, soldados guerreros

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en primera línea, en hospitales pertrechados con enfermeras y personal de salud, en turnos dobles y sin descanso, luchan contra esta pandemia que agota a grandes y chicos sin respetar religión alguna, en razón de color, de raza de creencia religiosa, cultura o nivel económico,

Ataca igual a la nobleza como a la plebe, en el campo, en urbes o en metrópolis, no hay arma que resista su ataque, está en todas partes y llega sin aviso previo

Los templos sagrados, Los mercados, las plazas l y las concentraciones son su lugar preferido, pero, igual ingresa a los hogares y viviendas, callado, sin pedir permiso.

Es un monstruo de mil rostros y un solo objetivo, solo busca la vida para llevársela,

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guarda silencio, antes y después frente a su presa.

Fácil, la guadaña se empodera de las sombras sin ser noche y ante el llanto del gentío se lleva cariño, amor esperanza y vida.

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Colofón

La segunda edición de este libro, Cuentos y poesías en tiempo de pandemia, se terminó de diseñar hoy jueves 3 de junio de 2021 a horas 2:30 en Quillacollo, Cochabamba, Bolivia.

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Esta imagen es una muestra del virus covid-19 extraída de un paciente infectado en EE.UU. Las partículas del virus (en verde) se ven emergiendo de la superficie de un grupo de células cultivadas en un laboratorio.

Fuente: NIAID-RML Redacción BBC News Mundo. 14/02/2020

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