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Juan Clavijo Román

JUAN CLAVIJO ROMÁN (Bolivia)

Nació en Tapacarí, Cochabamba, Bolivia el 21 de enero de 1956. Licenciado en Economía por la UMSS. Ensayista, compositor, poeta y gestor cultural. Vive en Quillacollo. Fue catedrático del Instituto de Comercio N.º 3, (Incos) Quillacollo. Investigador de CIDRE, lo que le posibilitó conocer todas las provincias del departamento de Cochabamba. Su producción literaria figura en: Antología poética al pie de la colina N.º 3 (2011), Poesías para la historia (2014), Mitos, leyendas y cuentos populares de Bolivia. Antología (2015), Lo insólito en los cuentos (2016) de la UPEQ. Fue distinguido por la Brigada Parlamentaria de Cochabamba de la Asamblea Legislativa Plurinacional de Bolivia. Autor y coautor de los libros. Antología: Tapacarí: Historia y tradición (2013), Poesía infantil: entre risas y buen humor (2017). Recopilación: Estos carnavales quién inventaría (2015). Biografía: Vida y obra del encomendero español Lic. Juan Polo de Ondegardo y Zárate 1510-1575 (2014). Investigación: La chicha en el valle de Cochabamba (2016, 2ª ed., 2019).

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LA PANDEMIA Y LOS DOS AMIGOS EN EL MAS ALLA… Juan Clavijo Román

“…dos almas que en el mundo había unido Dios. Eso éramos tú y yo…” (Diálogo entre dos almas: uno en el infierno y otro en el cielo)

—Oye, Jacinto— Parece que no estás tan lejos, se escuchan la musicalidad de la lira por encima de mi cabeza. La verdad es que estoy muy chamuscado, el infierno nunca cesa de arder, aquí todo es envidia y maldad, no hay en quién confiar, te adivinan hasta el pensamiento. El otro día quise escapar y mi amigo de mayor confianza me ha denunciado. Otra vez sobre los carbones bramando.

Es verdad que he sido travieso, aventurero, negrero, tramposo, alma engaña y sabía muy bien corromper. Tenía no más que pagar, como dice el refrán: “con la vara que mides serás medido” y conmigo se ha cumplido. Estoy pagando mi mal natural. Amigo Judas, tú me has conocido, el más correcto desde que éramos estudiantes, honesto, sincero, solidario y fiel como nadie. Por eso estoy sentado en un gran sillón al lado de San Pedro. Aquí todo es tranquillo, diáfano, los angelitos vienen a ventearnos todo el día. Dios es justo. Pero de lo que no me olvido es que, entre sueños y medio dormido, nuestros parientes decidieron enterrarnos enteritos, en un cementerio clandestino lejos del pueblo, con velatorio, cajón, comidas, chichas, lloros, rezos y mil bendiciones. Nuestra tradición intacta.

Casualidad dirás, no hermano, los dos tenemos suerte, enterrados con todo el cuerpo sano, con el mejor terno, hasta platita tenía en uno de mis bolsillos...

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Hay diferencias entre los dos, es verdad, tú al infierno y yo al cielo. Los pecadores al abismo y los purpúreos en la diestra del Señor.

Jacintoy, te imaginas que te quemen, cocerte como chicharrón ¡Huevo! Eso nunca, agradezco a mis familiares, por habernos enterrado a ocultas y fuera del pueblo, lo mismo pasó contigo. En muchas cosas nos parecemos, solo al final nos diferenciamos. Yo Judas pagando mis culpas, ardiendo, cada día parezco un diablo botando fuego a la salida de la boca mina. En cambio, tú, sobre alfombras, rodeado de nubes celestiales, orando, nada te falta, en paz. Aun así, no te envidio. Cada uno trazamos nuestro camino y tranquilos. No te olvides Jacinto, pensar que vamos a regresar en Todos Santos, harán fiesta, mast’aku para los dos, urpus, colocarán una jarra de chicha y las comidas que nos gusta. Si nos hubieran quemado, hubieran botado nuestras cenizas en cualquier laguna y después el olvido para siempre. Ay, Todos Santos…somos privilegiados, estaremos 24 horas con nuestros seres queridos, con la familia, recordando las farras, a nuestras cholitas, aunque pocas horas, pero gozando de la algarabía de nuestra gente. Rezos y alabados. Otra vez reviviremos. El recuerdo nos une, ya que en vida fuimos como uña y mugre, aunque al final muy alejados, pero estamos de cuerpo y alma enteras…No nos quemaron… Es verdad que antes de morir, nos han limitado demasiado. Caímos con la Pandemia, nos enfermamos y nos dieron el santiamén. Nos confundió las distancias, barbijos, no asociarse, higiene, limpieza, horarios estrictos. Cambió

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nuestras vidas. Pensar que todos nuestros compañeros fueron quemados como hierbas secas en San Juan. La consecuencia y la identidad de nuestras familias dio resultados. Nos enterraron a ocultas con todos los riesgos. No nos quemaron y seguimos siendo vecinos, tú pagando tus penas y yo en el mundo celestial. ¡Viva la vida! ¡Muera la muerte! Nos vemos en Todos Santos…

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