Boletín UISG 187/2025

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VIDA CONSAGRADA: UNA ESPERANZA QUE TRANSFORMA

ASAMBLEA PLENARIA 2025

Número 187 - 2025

VIDA CONSAGRADA: UNA ESPERANZA QUE TRANSFORMA

ASAMBLEA PLENARIA UISG 2025

Boletín UISG

Número 187, 2025

Discurso de bienvenida - Asamblea Plenaria de la UISG 2025 4

Hna. Mary Barron, OLA

Vida Consagrada: una esperanza que transforma

Hna. Mariola López Villanueva, RSCJ

¿De qué modo la vida Consagrada representa una esperanza transformadora?

Hna. Simona Brambilla, MC & Card. Ángel F. Artime, SDB

Mujeres Religiosas: portadoras de esperanza en situaciones difíciles

Hna. Margaret Maung, RNDM

La Esperanza en Contextos de Sufrimiento...

Hna. Alba Teresa Cediel Castillo

Mujeres Religiosas: Portadoras de esperanza en situaciones difíciles

Hna. Lisa Buscher, RSCJ

Mujeres Religiosas:, esperanza en una Iglesia sinodal

Hna. Solange SIA, NDC

Mujeres religiosas, esperanza en una Iglesia sinodal

Hna. Geraldina Céspedes Ulloa, MDR

Las religiosas: faros de esperanza en una Iglesia sinodal

Hna. Shalini Mulackal, PBVM

Informe UISG 2022-2025

Hna. Mary Barron, OLA - Hna. Pat Murray, IBVM

Palabras de clausura de la XXIII Asamblea Plenaria de la UISG

Hna. Mary Barron, OLA

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Declaración final de la XXIII Asamblea Plenaria de la UISG 104

Consejo Directivo de la UISG (2025-2028) 106

Staff de la UISG

PRESENTACIÓN

Del 5 al 9 de mayo de 2025 se celebró en Roma la XXIII Asamblea Plenaria de la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG) sobre el tema «La vida consagrada: una esperanza que transforma».

Novecientos cincuenta Superioras Generales, de 75 países y nacionalidades diferentes, se reunieron en asamblea y fueron testigos, en un clima de reflexión y oración gozosa, de la vitalidad de la Vida Consagrada, que se reafirma como una presencia viva, capaz de generar semillas de esperanza y transformación en el mundo de hoy.

El tema de la Asamblea se enmarcó en el contexto del Jubileo de 2025 y del 60 aniversario de la fundación de la UISG (1965-2025). Además, el evento tuvo lugar en un momento especialmente significativo para toda la Iglesia, marcado por el reciente fallecimiento del Papa Francisco y la espera orante del nuevo Pontífice, que culminó con la elección de León XIV como guía de la Iglesia universal.

En este número del Boletín publicamos todos los textos de la 23ª Asamblea Plenaria de la UISG.

DISCURSO DE BIENVENIDA

ASAMBLEA PLENARIA DE LA UISG 2025

Queridas Hermanas, estimados miembros de la Unión Internacional de Superioras Generales, honorables invitados:

Es con gran alegría y profunda gratitud que me encuentro hoy ante ustedes para darles la bienvenida a la Asamblea Plenaria de la UISG de 2025. Es un inmenso regalo estar reunidas aquí, en este espacio sagrado y compartido, unidas por nuestra vocación común y llamada a la misión, por nuestra fe y nuestro compromiso inquebrantable al servicio, y en particular, al servicio de las personas más vulnerables de nuestro mundo.

Esta Asamblea se lleva a cabo en un momento muy significativo para la Iglesia católica a nivel global. Acabamos de concluir el período de luto oficial por la muerte de nuestro querido Papa Francisco. Que su alma descanse en paz. Toda la Iglesia y el mundo entero están a la espera del nuevo elegido por Dios, el 267º Papa de la Iglesia católica romana. En este momento, parece oportuno recordar algunos de los mensajes clave del Papa Francisco a la Vida Consagrada. También preguntarnos qué estamos llamadas a llevar adelante para favorecer la renovación que él ha iniciado en nuestra Iglesia y en la Vida Consagrada.

UISGBoletín n. 187, 2025 Hna. Mary Barron, OLADiscurso de bienvenidaAsamblea Plenaria de la UISG 2025

El Papa Francisco confiaba en la Vida Consagrada para sostener su visión de renovación y, en este momento, debemos comprometernos activamente para mantener viva la llama de la renovación de la Iglesia. Debemos perseverar en la oración con María, la madre de Jesús, para que la elección de su sucesor sea la que Dios desea para guiar nuestra Iglesia en el futuro. Esta será nuestra especial intención de oración durante todos los días de la Asamblea.

Un tema clave de todo su pontificado es la importancia del encuentro, a todos los niveles, con Dios en la oración, entre nosotras en comunidad, con las personas que estamos llamadas a acompañar y servir, comenzando por el hecho de que todo comienza con el encuentro personal diario con Jesús. “Seguir a Jesús no es una decisión tomada una vez para siempre, sino una elección diaria... Lo encontramos en nuestra vida, en la concreción de la vida” (2019).

Los discursos del Papa Francisco a las Asambleas de la UISG de 2013, 2016, 2019 y 2022 ofrecen profundos puntos de reflexión sobre su concepción de la Vida Consagrada. Citaré solo cuatro temas:

1. Autoridad como servicio . Tomando como base las reflexiones del Papa Benedicto XVI, el Papa Francisco subrayó que la autoridad en la Iglesia es sinónimo de servicio, humildad y amor. Invitó a las líderes consagradas a ejercer la autoridad acompañando, comprendiendo y amando, especialmente a quienes están en los márgenes de la sociedad.

“Mantengamos la mirada fija en la Cruz: no puede haber autoridad en una Iglesia donde Aquel que es el Señor se hace siervo hasta el don total de sí mismo” (2013).

2. Abrazar la vulnerabilidad. Invitó a las consagradas a reconocer su fragilidad y a inclinarse al servicio de los demás, siguiendo el ejemplo de Jesús que lava los pies a los discípulos. La vulnerabilidad se ve como una fuente de renovación y crecimiento.

“Después de habernos reconocido vulnerables, preguntemos cuáles son las nuevas vulnerabilidades ante las cuales, como personas consagradas, debemos inclinarnos hoy” (2022).

Este mensaje es particularmente conmovedor, porque aún tenemos en mente su ejemplo de las últimas semanas en la tierra. No tuvo miedo de mostrar su fragilidad y vulnerabilidad y, a través de todo esto, sirvió a la Iglesia y a la humanidad, cuidando a los más vulnerables hasta el final.

3. El poder de la oración y de la presencia. Subrayó la importancia de la oración, la adoración y el servicio humilde como elementos centrales de la Vida Consagrada, recordándonos que nuestra presencia y nuestro apoyo orante son vitales para ayudar a la Iglesia a cumplir la misión que se le ha confiado.

“Orar, alabar y adorar no es una pérdida de tiempo. Cuanto más estamos unidos al Señor, más estaremos cerca de la humanidad, en particular de la humanidad sufriente” (2019).

4. Construir la comunión y la sinodalidad . Constantemente subrayó la importancia de la sinodalidad como característica distintiva de la Iglesia e invitó a

Discurso de bienvenidaAsamblea Plenaria de la UISG 2025

UISGBoletín n. 187, 2025 Hna. Mary Barron,

la Vida Consagrada a comprometerse activamente en el camino, contribuyendo con nuestros carismas, nuestras experiencias y a través del ministerio del acompañamiento. También nos exhortó a garantizar la renovación sinodal dentro de nuestras congregaciones.

Con estas palabras del Papa Francisco que resuenan aún en nuestro corazón, emprendemos este significativo viaje juntas hacia nuestra Asamblea Plenaria, y nos detenemos por un momento para reflexionar sobre el extraordinario camino que nos ha traído hasta aquí.

Venimos de diferentes rincones del mundo, llevando con nosotras nuestras historias, nuestros desafíos y nuestras esperanzas. Y sin embargo, todas estamos unidas por la misma llamada: la llamada al discipulado, al liderazgo y a la transformación en el nombre de Cristo.

Este año, mientras profundizamos en el tema “Vida consagrada: una esperanza que transforma”, se nos recuerda el poder transformador de nuestra llamada. La vida consagrada no es solo una respuesta a las necesidades del mundo, sino también una fuente de esperanza y un testimonio vivo del amor y la misericordia incesantes de Dios. Es la “esperanza” una criatura alada que se anida en el alma – y canta melodías sin palabras – sin dejar de hacerlo nunca” 1 ha escrito Emily Dickinson. Como esa “criatura alada” de canto tenaz y melodioso, nuestra vida consagrada proclama una esperanza imparable que, incluso frente a las tormentas más feroces de la vida, eleva e inspira.

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En este tiempo sagrado del Tiempo de Pascua, nuestros corazones están llenos de la radiante esperanza del Señor Resucitado, una esperanza que nos impulsa continuamente a transformarnos y renovarnos. Es significativo que nuestra Asamblea coincida con el Año Jubilar de la Iglesia, un tiempo en el que todas estamos llamadas a ser peregrinas de la esperanza, a caminar juntas en la fe y en la solidaridad, testimoniando esa “esperanza que no defrauda” (Romanos 5,5). Acogemos este momento para reflexionar profundamente sobre nuestra vocación y encontrar fuerza en el poder transformador de la esperanza, para llevar la luz de Cristo a nuestro mundo, especialmente en este momento histórico difícil.

En un mundo a menudo fragmentado e incierto, nuestra unidad como religiosas es un testimonio del poder de la fe y de la fuerza de la hermandad. En una época en que la humanidad enfrenta desafíos que a menudo parecen insuperables —como guerras, pobreza, crisis ambientales y un sentido generalizado de desconexión— nuestras vidas dan testimonio de una visión alternativa. A través de nuestra consagración, proclamamos que la transformación no solo es posible, sino inevitable cuando se fundamenta en la fe, la esperanza y el amor.

Como nos recuerda Maya Angelou: “Así como las lunas y como los soles, / Con la certeza de las mareas, / Así como las esperanzas que vuelan alto, / Así me levanto.” Estas palabras encapsulan la esencia de nuestro camino común. Gracias a la gracia de nuestra vocación, nos levantamos una y otra vez para encarnar el Evangelio de formas que desafían la complacencia, inspiran renovación y trascienden las divisiones.

Juntas, estamos llamadas a ser luz en las tinieblas, esperanza en la desesperación y puentes de paz en un mundo dividido. Juntas, estamos llamadas a ser testigos proféticos y a atrevernos a soñar con un futuro que refleje el amor infinito de Dios. Juntas, estamos llamadas a confiar en las posibilidades inimaginables que ofrecen las relaciones basadas en el amor, el respeto y la confianza mutua, relaciones que disipan el miedo y la sospecha, relaciones que derriban los muros de la división. “Así como las esperanzas que vuelan alto, / Así nos levantamos.”

En los próximos días, nos comprometeremos con un diálogo significativo, compartiremos nuestra sabiduría y abriremos nuestros corazones a nuevas intuiciones e inspiraciones. Nuestro programa nos guiará en un viaje que valorará nuestro punto de partida, especialmente considerando los tres años transcurridos desde la última Asamblea de 2022. Lo que hemos vivido y experimentado en estos tres años ha sido parte del camino sinodal de la Iglesia universal. Este año, durante nuestra Asamblea, estamos invitadas a continuar en este camino, no como individuos ni como congregaciones aisladas, sino como una comunión de corazones, mentes y manos. Se nos invita a profundizar el camino sinodal que hemos emprendido y recorrido juntas. Se nos invita a escucharnos profundamente, a discernir los movimientos del Espíritu entre nosotras y a renovar nuestro compromiso con los valores evangélicos que dan sentido a nuestras vidas. Intentaremos hacerlo utilizando la metodología de la Conversación en el Espíritu.

Al recordar el pasado reciente, nuestra mente también se dirige a toda la historia de nuestra Unión. Este año, con alegría, celebramos el 60º aniversario de la fundación de la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG), que tuvo lugar el 8 de diciembre de 1965. Nacida del espíritu de renovación inspirado por el Concilio Vaticano II, la UISG ha crecido hasta convertirse en una vibrante red global de mujeres líderes religiosas,

unidas en la misión y el servicio a la Iglesia y al mundo. A lo largo de las décadas, la UISG ha sido testigo de profundas transformaciones en la Vida Consagrada, promoviendo la colaboración, el diálogo y el apoyo mutuo entre congregaciones de diferentes culturas y continentes. Al celebrar este hito, honramos la visión y la dedicación de quienes allanaron el camino de este extraordinario viaje y miramos al futuro con esperanza, continuando fieles y generando un impacto transformador.

Durante nuestro camino compartido en esta Asamblea, nos detendremos a reflexionar sobre la belleza y la fuerza de lo que somos en este momento como Unión. Nos comprometemos en un diálogo profundo, reflexionando sobre cómo nuestra vida consagrada continúa transformándonos a nosotras, a nuestras comunidades y al mundo que nos rodea. Esta Asamblea representa una oportunidad para escuchar, discernir y renovar nuestro compromiso con la misión profética que se nos ha confiado. En este momento sagrado, abrimos nuestros corazones para reconocernos y sostenernos verdaderamente unas a otras: en nuestras vocaciones, que son fuentes de esperanza; en nuestra fragilidad compartida, donde habita la ternura; y en nuestro coraje resiliente, que transforma los desafíos en gracia.

En un poema suyo, Galway Kinnell nos dice que el amor y el reconocimiento tienen el poder de sanarnos y sostenernos. Kinnell nos recuerda la profunda esperanza contenida en la afirmación: “A veces es necesario enseñarle de nuevo a una cosa su belleza... hasta que florezca otra vez desde dentro” (San Francisco y la cerda). En nuestra vida consagrada compartida, somos testigos de este florecimiento, de esta transformación interior que se convierte en un signo de esperanza para el mundo. Que esta Asamblea sea

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una oportunidad profunda para celebrar mutuamente nuestras vidas, entrelazando nuestras experiencias individuales en un tapiz de esperanza y fidelidad compartidas. El elemento final de nuestro camino común, a través de esta Asamblea, será una invitación, dirigida a todas nosotras, a escuchar la voz del Espíritu, que nos llama a avanzar hacia un futuro en gran parte desconocido, pero lleno de esperanza. Reflexionaremos y discerniremos juntas los llamados dulces y transformadores del Espíritu. El poema de Joy Harjo “A Map to the Next World” nos recuerda que el viaje de transformación es tanto personal como colectivo, y requiere coraje, determinación y una renovación del espíritu. Como el mapa descrito por Harjo, nuestro camino puede no ser claro ni convencional, pero está iluminado por el lenguaje de la esperanza y la sabiduría del Espíritu.

En la silenciosa profundidad de nuestros corazones y en la sabiduría colectiva de esta reunión, estamos invitadas a escuchar atentamente la voz que nos llama a avanzar hacia un futuro que sigue siendo desconocido, pero lleno de promesas divinas. Como peregrinas de la esperanza, avanzamos sin certezas, pero con fe, sabiendo que es el Espíritu quien ilumina el camino a recorrer y nos da la fuerza para llevar la luz de Cristo hacia nuevos horizontes de servicio y amor aún inexplorados. Juntas, emprendemos este viaje sagrado, con la confianza de que el Espíritu nos guiará hacia nuevos horizontes de gracia, donde nuestra resiliencia común y nuestra fe seguirán transformando el mundo.

Quisiera aprovechar esta ocasión para agradecer a cada una de vosotras por vuestra presencia, dedicación y disponibilidad para caminar juntas. Un agradecimiento a nuestras ponentes y facilitadoras, que han compartido sus competencias y enriquecido nuestra Asamblea con sus intuiciones. Un agradecimiento al comité organizador por su incansable compromiso en llevar a cabo este encuentro.

Mientras emprendemos este viaje juntas, prestemos atención a las palabras del Papa Francisco, a su visión de la misión de Dios confiada a la Iglesia y a su deseo de que todas podamos llegar a ser “artesanas de la esperanza” , moldeando activamente un futuro lleno de promesas y posibilidades. Confiamos en que la luz que llevamos como mujeres consagradas tiene el poder de transformar incluso los rincones más oscuros de nuestro mundo.

Guardemos en el corazón las palabras del profeta Isaías: “Mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?” (Isaías 43,19). Que estas palabras nos inspiren a ser valientes y creativas, a confiar en las cosas nuevas que Dios está haciendo en nosotras y a través de nosotras.

Hermanas, hagamos que esta Asamblea sea un momento de gracia, una celebración de nuestra vocación compartida y un compromiso con la esperanza transformadora que caracteriza a la vida consagrada.

Bienvenidas, y que el Espíritu nos guíe y nos bendiga en los próximos días. Gracias!

1 “La Esperanza es una criatura alada” di Emily Dickinson

VIDA CONSAGRADA:

UNA ESPERANZA QUE TRANSFORMA

Mariola López Villanueva (Bigastro, Alicante, 1966) es religiosa del Sagrado Corazón, periodista y teóloga, especializada en Teología Bíblica y Espiritual. Se doctoró en Teología Espiritual en la Universidad Loyola y actualmente es profesora de Espiritualidad en la Facultad de Teología de Granada. Forma parte del Equipo provincial de su congregación en España y, junto a su misión académica y pastoral, acompaña a su madre en su vejez. Su búsqueda está orientada a ofrecer caminos de sanación desde el Evangelio, ayudando a vivir con mayor sentido y plenitud. Ha compartido y aprendido junto a religiosas de diversas congregaciones, enriqueciendo su mirada sobre la vida consagrada. Autora de varias obras, ha abordado en sus escritos laoracióndesderelatosdemujeres,laespiritualidadignacianayla figura de Madeleine Delbrêl, entre otros temas. Sus publicaciones han sido traducidas a varios idiomas, reflejando la profundidad de su pensamiento y su vocación de acompañamiento en la vida espiritual.

“El Señor desea abrir en nuestro corazón un camino por el que entrar en nuestras vidas y hacer su viaje”1.

En este año Jubilar se está escribiendo y dialogando mucho sobre la esperanza ¿Cómo continuar hablando de esperanza en un mundo que parece volverse cada vez más inhóspito, donde millones de seres humanos sufren violencia, pasan hambre, se ven obligados a abandonar su tierra, ven ignorados sus derechos más básicos, y son devastados por la indiferencia…? Atravesamos un siglo profundamente herido por las guerras, las polaridades, la demonización del otro distinto de mí y, a la vez, paradójicamente bendecido y lleno de potencialidades porque es el tiempo en el que Dios está viniendo.

Villanueva, RSCJVida Consagrada: una esperanza que transforma

López

Mariola

Como mujeres convocadas por Jesús, es precisamente en las fracturas de nuestro mundo donde más necesitamos habitar la causa de la esperanza. Una esperanza que se sitúa en el corazón, en el lugar de nuestros deseos profundos, en el contacto con lo que somos y vivimos. Conectar con la esperanza que transforma requiere ir al fondo y desde ahí habla de nosotras y de todo aquello que no nos atrevemos a decir en voz alta pero que late en nuestro interior2

¿Qué palabras traer a esta comunidad internacional de mujeres líderes? ¿Mujeres que desean alentar e inspirar, soplar esperanza en otras mujeres y en otros compañeros de misión? Lo que puedo compartir con vosotras no es desde el mucho saber, sino desde lo que he ido sintiendo y gustando a lo largo de los años en mis encuentros con religiosas de diversas congregaciones y distintas edades, algunas de las cuales han llegado a ser para mí auténticas hermanas y compañeras de camino.

He seguido las respuestas en la página web de la UISG sobre qué significa una esperanza que transforma y cómo la esperanza puede transformar la vida cotidiana de las hermanas. Sister Ann Carbon expresaba que “La esperanza es agarrarse a algo…”, y me emocionó descubrir que en hebreo las dos palabras para indicar esperanza (miqwah y tipwah) provienen de cuerda (qaw) que como verbo también tiene el sentido de esperar. La esperanza es una cuerda que Alguien nos tiende y a la que nos agarramos.

Toda vida que comienza se teje desde ese “cordón” que nos unió al cuerpo de nuestra madre y que tiene trenzadas dos cuerdas. En ellas estaba toda nuestra esperanza de llegar a ser.

Durante la catástrofe de las inundaciones en Valencia provocadas por la DANA, contemplamos unas dramáticas imágenes: unos vecinos arrojaban por su balcón unas sábanas en forma de cuerdas y algunas personas a las que el caudal del agua arrastraba salvaron sus vidas porque pudieron agarrarse a ellas.

Una religiosa amiga que fue tres veces general de una congregación pequeña me contaba que la primera vez que la eligieron se sentía con fuerzas y se decía: “yo puedo”, la segunda vez, palpó su impotencia y musitaba: “no puedo”. Y la tercera susurraba en su interior: “Tú eres el que puedes”.

Creo que ella no sabe el bien que me hizo. Cuando no podemos, no sabemos, andamos perdidas, desalentadas... Él es el que puede, el que sabe, el que nos busca, el que nos tiende una cuerda: “Con cuerdas de amor las atraía, con lazos de cariño ” (Os 11, 4).

UISGBoletín n. 187, 2025

Vamos a vivenciar la esperanza a través de cuatro cuerdas más una, como aquellas con las que los amigos del paralítico lo descolgaron ante Jesús, abriendo un boquete en el techo (Mc 2, 3-12). Intentaremos que estas cuatro cuerdas, que recibimos y ofrecemos, nos entrelacen como una comunidad de cuidados y por eso también como una comunidad de esperanza.

A la quinta cuerda necesitaremos agarrarnos ciegamente, una y otra vez, en toda circunstancia, como niñas que se dejan conducir ligeras por los caminos inéditos y sorprendentes del mundo3.

Villanueva, RSCJVida Consagrada: una esperanza que transforma

López

Mariola

1.- La primera cuerda: la que se tienden entre Noemí y Rut.

Responder unas por otras Compañeras de esperanza en tiempos de pérdidas

Hace unos meses me escribía una provincial de Europa y me preguntaba si podía ir con un grupo de su congregación para animarlas, para ayudarles a ver que nuestra vida consagrada merece la pena que, aunque vivamos la disminución y afrontemos una gran fragilidad, hay en ella un horizonte de felicidad y de plenitud. Pensé que este deseo lo compartimos todas, que en esa disminución y tono vital bajo nos encontramos muchas ¿Cómo ayudarnos a mantener el ánimo, a reencender la esperanza en tiempos de pérdidas?

Cuando Noemí se siente fracasada externamente porque ha quedado sin marido y sin hijos, y cuando se siente vacía por dentro, sin sentido, ni ánimo -llamadme “amarga” había dicho (Rut 1, 20)- no imaginaba hasta dónde llegaría la cuerda que Rut le tendía (Rut 1, 16-18) desde su corazón resiliente.

Dos mujeres con pérdidas, en distintos momentos vitales, y que, en medio de un presente y un futuro inciertos por su condición de viudas, se ponen a caminar juntas, sin más equipaje que poder contar la una con la otra. Ellas somos también nosotras. Y Rut, perteneciente a un pueblo hostil y a una cultura distinta, escucha como una caricia que alivia su incertidumbre y sus miedos de parte de Noemí: “hija, quiero buscarte un lugar donde vivas feliz” (Rut 3, 2). Noemí le regala vínculo: la llama “hija”, la adhiere a ella y a su anhelo interior, y Rut le ofrece, a su vez, compañía y posibilidad de fecundidades inéditas. Dios ha necesitado a mujeres en el invierno de sus vidas para llevar adelante la historia de salvación: Sara, Isabel, Ana la profetisa… y pone en boca de Noemí, también transitando esa etapa frágil, lo que Él mismo desea para cada una de sus criaturas: poder buscarles un lugar donde desplegar sus vidas, donde poder vivir con dignidad y con sentido. Es habitando el propio momento, la propia estación, que Noemí y Rut pueden acompañarse de un modo saludable para las dos; y se ofrecen una fidelidad mutua para lo mejor y lo peor, que no conoce ya vuelta atrás. Juntas confiarán en Aquel que es para ellas el que trata con bondad y el que provee

Como mujeres líderes de vuestras congregaciones también anheláis expresar a cada hermana, y especialmente a las generaciones más jóvenes, el deseo que Noemí ofreció a Rut: buscar juntas un lugar donde una nueva vida pueda gestarse, donde poder seguir desplegando el amor hacia otros; un lugar donde poder bendecir y ser bendecidas en nuestras diferencias.

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Las vecinas le dirán a Noemí cuando acune al hijo de Rut entre sus brazos: “¡Bendito sea el Señor, que te ha dado quien responda por ti, la que tanto te quiere! (Rut 4, 14). ¿Cómo podemos responder unas por otras en nuestras congregaciones?

Nuestras conversaciones, nuestros modos de proceder, no son neutros, o nos desalentamos o nos esperanzamos. ¿Qué cuerdas necesitamos tendernos para que a lo largo del viaje murmuremos menos y bendigamos más? Cuerdas que manifiesten que podemos vivir juntas, en medio de nuestras grandes diferencias y de los roces cotidianos. Cuerdas que hagan nuestra vida buena para otros.

Ni Noemí ni Rut ocultaron sus miedos y su vulnerabilidad, estaban ahí, pero se apoyan la una en la otra y caminan atentas a la presencia silenciosa del Dios que vive y las ve ,

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como había experimentado Agar en la dureza del desierto (Gn 16, 14), confiadas en que Él actuará, aunque ellas no puedan todavía aventurar cómo. A lo largo del viaje ambas aprenderán que ser ayudadas es ser humanas.

La esperanza no sólo tiene dimensión de futuro sino también recuperación del pasado. Recordar como Dios nos ha conducido (Dt 8), es garantía de que seguirá haciéndolo a su modo y de que va delante de nosotras a cada paso que damos (Ex 13, 21-22). No hay esperanza sin memoria del corazón , y hoy somos invitadas a agradecer las vidas de las mujeres que nos han precedido en nuestras congregaciones, que confiaron y arriesgaron juntas en momentos muy difíciles, y cuyo recuerdo nos enseña que podemos llegar a ser compañeras de esperanza mientras abrazamos tiempos de pérdidas.

2.- La segunda cuerda: la que tiende Jesús a una mujer con fiebre

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Apretar una mano

La esperanza de los pequeños gestos

Una compañera médico expresaba que ya no es sólo fragilidad lo que vivimos, no sólo vulnerabilidad, sino que es también “precariedad” lo que transitan muchas hermanas nuestras. ¿Es posible ayudarnos a habitar esa precariedad física, psíquica, existencial, en modo esperanza? Nos dice el Papa Francisco: “el Acusador nos hace mirar nuestra fragilidad con un juicio negativo, mientras que el Espíritu la saca a la luz con ternura”4.

Mariola
López

Villanueva, RSCJVida Consagrada: una esperanza que transforma

López

Mariola

Muchas de nuestras hermanas mayores sufren deterioro mental, algunas se ven afectadas por el Parkinson o el Alzhéimer, y ya no pueden responder por sí mismas ni por otras. Sabemos que los problemas de salud mental acechan en cada etapa del viaje, también en otras edades, esto pide paciencia, pide mirada compasiva.

En el campo de la salud se aplica la expresión hope work, trabajar la esperanza. Hay un hope work curativo donde el paciente va yendo a mejor, y un hope work paliativo, cuando la persona no puede mejorar, pero va sintiéndose mejor. Me hizo pensar que este último necesitamos aplicarlo ahora en nuestra vida religiosa. A veces no experimentamos que vayamos “yendo a mejor”, la realidad es la que es, más bien necesitamos cooperar con lo inevitable, pero sí que podemos ayudarnos a “sentirnos mejor”, y eso posibilitará una mayor humanidad y calidez entre nosotras.

Dicen los expertos que la clave para un envejecimiento saludable son las relaciones, las relaciones y las relaciones . ¿Cómo llegar a esa etapa difícil de la vida con vínculos seguros? Tuve la experiencia de vivir con una hermana donde vimos poco a poco como la enfermedad se apoderaba de ella, de su memoria, de su voluntad, de su orientación… Fue despojándola de casi todo, pero no logró arrebatarle su sonrisa. Recuerdo, en los inicios de su enfermedad, una vez que me iba a dar una conferencia y le pedí su bendición: me hizo la cruz en la frente y me dijo: “¡que disfrutes!”. Esta ha sido la bendición más preciosa que yo he recibido nunca y ha quedado para siempre conmigo, hoy también la he recordado al venir con vosotras, porque si disfrutamos quiere decir que ha habido encuentro.

En el libro La presencia pura5, el escritor francés Christian Bobin cuenta la experiencia que tuvo con su padre enfermo de Alzheimer y cómo descubre con él otra forma de percibir y otro lenguaje: “Estas personas aman tocar las manos que les tendemos, guardarlas largo tiempo entre las suyas, y apretarlas. Este lenguaje es intachable”.

Y continúa diciendo, contemplando a su padre: “No quedaba allí más que la vida elemental, que en el fondo es la única vida: beber un vaso de agua, apretar una mano, mirarse a los ojos, escucharse, callar (a veces largos ratos), caminar…las cosas más elementales son las que nos salvan y las que dan el auténtico valor a la vida”.

También Jesús había apretado largamente la mano de una mujer para sacarla de una fiebre que la mantenía replegada (Mc 1, 29-39) y apretó la mano de una adolescente ya sin ganas de vivir, como muchos de nuestros jóvenes descorazonados y privados de sentido (cf. Mc 5, 41).

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Con una sencillez elemental Marcos nos relata: “Se acercó, la tomó de la mano y la levantó ” (Mc 1, 31). Pensaba que, si se nos perdiera el Evangelio y solo nos quedaran estas palabras, está grabado en ellas el don de vuestro servicio: Esa proximidad, esa cercanía, allí donde la otra está, en medio de esas fiebres que hacen perder ánimo, sentido, ilusión, estima, validación…Simplemente estar, acercarse, a veces durante largo tiempo hasta que pueda haber un mínimo contacto. Apretarnos la mano unas a otras para poder levantarnos, y estar listas para servir y ofrecer nuestros dones. No desde la obligación, no desde el deber ser de una vida consagrada anestesiada, sino desde el agradecimiento hondo, del desbordamiento que nos produce sabernos curadas y alzadas cada vez.

Apenas sospechamos el sufrimiento que hay detrás de la otra persona. Jesús siempre se acercaba de un modo delicado. No pudo alcanzar la mano, pero sí tocó suavemente

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la espalda de aquella mujer largos años encorvada sin que ella hablara, sin que nadie mediara por ella. Fue él, quien, estando presente, la vio y se conmovió , y quiso regalarle la posibilidad de que pudiera haber una vida diferente para ella (Lc 13, 10-17).

¿Qué vamos cargando qué nos tiene encorvadas, autoreferidas, de qué necesitamos quedar libres…? Hay hermanas que ya no saben y quizás ni pueden pedir ayuda. Tender nuestras manos, seguir ofreciendo cuerdas de aceptación y de cariño. Por muchos años que las personas lleven bloqueadas, no dejar de intentarlo. Dios se oculta en los detalles. Habitar la esperanza de los pequeños gestos.

“No valgo para nada, nadie viene a pedirme nada”, me dijo una hermana de mi congregación. Se aprieta una mano pidiendo algo, como hizo Jesús en su cansancio con la mujer que acude al pozo sin ganas de encontrarse con nadie (Jn 4,7). Se aprieta una mano simplemente estando ahí, sin juicio, acogiendo al Dios-que-viene-y-está , en lo que aún no comprendemos. Él entra por el lado más débil y precario de la vida y no sabe sino acompañar. Solo descubrir que no estamos solas, que hay alguien ahí, abre rendijas de esperanza.

3.- La tercera cuerda: la que lanza una extranjera a Jesús

Sostener la mirada y el sentido Rostros que esperanzan nuestras vidas

Necesitamos saber que hay alguien ahí, pero también necesitamos que ese alguien que está ahí nos vea . En la manera de saludar en la lengua zulú, en Sudáfrica, se dice: Sawubona que significa “te veo” y el otro responde de la misma manera: Sawubona , “yo también te veo”. Sentirnos vistas es sentirnos queridas, pero si nuestros días trascurren empantallados , si nos miramos sin vernos realmente, algo de lo humano fallará6.

Internet coloniza nuestra interioridad y nuestra intimidad, y merma la calidad de nuestras relaciones cotidianas. Nos sentimos constantemente reclamadas por el afuera y extraverdidas. El mundo virtual que tantos bienes nos ha traído, también nos tiene en ocasiones dispersas, con ritmos poco sanos, con escasas posibilidades de hacer silencio, desconectadas de nosotras mismas… y urge recuperar presencia en nuestras comunidades. Cuando estoy realmente presente a la otra la hago sentir valiosa, le digo sin palabras: “Aquí estoy para ti, me importas. No busco aprovechar el tiempo contigo, busco celebrar tu presencia en mi vida”.

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En el Evangelio contemplamos que es en ese espacio de la presencia concreta, rostro a rostro, donde echa sus raíces la esperanza: una mujer extranjera se hace presente a Jesús para que alivie el sufrimiento de su hija enferma (Mc 7, 24-30), pero este parece no verla , en su ámbito sanador ella es como si no contara, no la ve en su totalidad, la mira en sus etiquetas. Le parece que no tiene que ver con ella, que no está preparado para tomar la cuerda que la mujer le tiende, aunque sí que había tomado antes la de Jairo, un judío con prestigio cuando le rogaba por su hija también enferma (Mc 5, 2324). Jesús con su negativa parece querer retirar la mirada, pero ella hace lo posible para que pueda sostenerla y se deje tocar por su aflicción.

Un proverbio Acadio dice: “Quien lanza la cuerda a su hermano perdido, encontrará a un amigo en los dioses”. Y aquí es la mujer la que lanza la cuerda a lo que en Jesús aún estaba perdido y todavía no había podido ser completado, ciertas zonas aún no

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evangelizadas en su corazón. Esta mujer lo curó de su mirada judía condicionada, y ensanchó en él espacios inimaginables, ayudándole a disolver sus propias fronteras interiores, y a descubrir que todos, todos, todos, tenían acceso a ese pan que a él también le era dado gratuitamente. Cuando sostiene su mirada en ella, la ve en su dignidad y eso pide respetar su dolor7. En la traducción más pegada al griego Jesús le dice: “Tú me has evangelizado a mí… ” (Mc 7, 29) o, dicho de otra manera: Tú me has hecho más humano.

En una escena de la deliciosa película Una pastelería en Tokio8, Tokue, anciana y enferma de lepra, en uno de sus diálogos con el joven Sentaro -al que quiere enseñar a amar mientras cocina- le dice algo así: “Lo más importante de nuestras vidas es que puedan dar sentido a las vidas de otras personas”.

¿A quiénes damos sentido, quiénes nos lo dan a nosotras? ¿Quiénes nos lanzan cuerdas que ensanchan nuestro horizonte y nos hacen más humanas?

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Hay dos libros autobiográficos que han dejado huella en mí, y que me han llevado a sostener la mirada en rostros a los que no tengo acceso en mi día a día: los dos me han hecho llorar y en estos tiempos amenazados por la inhospitalidad y el embrutecimiento de ciertas prácticas políticas, aún se vuelven más significativos. Uno es Solito de Javier Zamora9, la increíble travesía de un niño de nueve años desde el Salvador a EE. UU. Lo escribe para sanar y para reencontrarse con aquellas personas que fueron su familia clandestina durante aquellos meses que traumaron su vida, en los que aprendió a no llorar y a no molestar a los mayores. Quiere agradecerles que lo salvaran, que le dieran un futuro; decirles que si hoy vive es gracias a ellos. Muchas de vosotras, y de

Mariola López

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vuestras hermanas, acompañáis de cerca estas realidades y también sois testigos de esa solidaridad entrañable que crece en los márgenes

El otro libro es La mala costumbre 10, el relato en primera persona del desgarrador viaje interior de un joven transexual que narra su historia de niño a mujer. Al llegar al final descubro que el título viene de su mala costumbre de llorar a solas.

Son vidas marcadas por el dolor y la pobreza de ser rechazados, de no ser tenidos en cuenta…Pero Dios sí escucha su llanto allí donde están (Gn 21, 17) y nos convoca a salir hacia esos lugares de exclusión, a permanecer allí inclinadas, arrodilladas, porque esa inclinación es el comienzo de todo proceso de esperanza: un rostro que se vuelve amigo y alguien de quien cuidar.

¿Quiénes son esos rostros que esperanzan hoy nuestras vidas? Como mujeres frágiles y confiadas, como cananeas que claman por vidas rotas ¿podrá bastarnos como a aquella mujer con unas migajas de esperanza? (Mc 7, 28).

4.- La cuarta cuerda: la que trenzan Marta y María y Lázaro

Querernos es dejarnos ser Donde hay cuidados hay esperanza

A lo largo de este año santo nos estamos preguntando constantemente cómo concretar la esperanza en nuestros contextos y en nuestra vida cotidiana, cómo ponerle cuerpo11; cómo cuidarla y trenzarla. Nosotras decimos en nuestro reciente Capítulo General: “Como mujeres apóstoles del siglo XXI, Dios nos llama a caminar con personas en movimiento. Personas que cargan con un enorme dolor, que buscan la paz, el pan, que tienen que aprender otros idiomas e integrarse en otras culturas”12

Las personas que han travesado dramas migratorios con la esperanza de encontrar un futuro mejor coinciden en señalar tres aprendizajes vitales que hoy lo son también para nosotras: el primero la convivencia, necesitamos pasar en las comunidades de coexistir, a llegar a con-vivir realmente, a la aceptación y al respeto de la diversidad que nos constituye; y a experimentar que la colaboración es clave para la supervivencia.

Aprender a sumar cada vez más entre nosotras, con nuestros compañeros laicos de misión, y entre congregaciones amigas. El segundo aprendizaje es el de la humildad de tener que pedir, y el tercer aprendizaje el de la perseverancia , son muchos fracasos, muchos intentos fallidos, pero no está permitido renunciar, ni rendirse… perseverar es seguir a pesar de todo13

Esa comunidad de cuidados que es Betania nos ofrece el marco para transitar estos aprendizajes vitales y poder revertir la “crisis del vivir juntos” que se manifiesta en nuestras sociedades y en nuestros propios espacios.

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Recuerdo una vez que fui a dar Ejercicios Espirituales a unas religiosas en otro país, y pregunté a la provincial qué deseaban, y ella me dijo: “que nos ayudes a querernos más”. Se me quedó grabado. Las relaciones son lo que más gozo nos da y también lo que más nos hace sufrir, y la mayoría de las veces nos lastimamos por pura torpeza, por heridas que no han tenido oportunidad de ser sanadas. En un mundo de relaciones fracturadas, unas relaciones saludables entre nosotras son hoy nuestro mayor desafío. Si no las trabajamos no tendremos comunidades posibles que ofrecer a las mujeres jóvenes que nos lleguen.

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¿Cómo podemos mejorar los vínculos en las comunidades?, ¿cómo influye la manera de comunicarnos? ¿cómo podemos expresar nuestro malestar sin lastimar a la otra?; ¿cuánta hostilidad podemos soportar antes de ponernos enfermas? Hay maneras de vivir que nos sanan y maneras de vivir que nos negativizan.

Me contaba una religiosa que otra hermana se molestaba y le regañaba cuando ella se dormía alguna mañana y no llegaba a la oración. Yo le conté que viví hace años con una hermana que, cuando me quedaba dormida, me decía: “Será porque lo necesitabas”. Y eso me ayudaba a mí también. Hay tantas maneras de afrontar las cosas, unas nos empequeñecen y culpabilizan, otras nos dan anchura y nos enseñan a amar nuestra fragilidad.

Todas estamos más necesitadas de lo que mostramos -guardamos dolores secretos- y todas somos más amorosas de lo que nos mostramos: “No me atrevo a sacar con mis hermanas todo el afecto que hay en mí”, me dijo una vez una general amiga. ¿Cómo poder liberar el amor que hay en cada una? ¿Cómo ayudar a liberarlo en las demás?

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Si hay un espacio donde Jesús iba a recibir y a dejarse cuidar, a sacar la capacidad de afecto y de ternura que había en él, es Betania. Nos hace bien contemplarle recibiendo, ver cómo se toma su tiempo para dejarse hacer y dejarse querer por sus amigas.

Amar a vuestras hermanas no significa entregaros sin límites, ni renunciar a vuestras propias necesidades. Se puede amar y amar muy fuerte desde un lugar más sano y menos doloroso, donde también hay espacio para atenderos a vosotras mismas y donde podáis cuidaros, respetaros y amaros sin sentiros culpables, ni egoístas, por ello.

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Jesús había hecho por Lázaro todo lo que había podido (Jn 11, 1- 44) y ahora es él quien necesita ser cuidado ante la atrocidad de lo que va a sobrevenirle (Jn 11, 53). Marta nutre su vida, la imaginamos en esta ocasión centrada y agradecida, y María acaricia y unge sus pies con un perfume desmedido, en la escena ellas no hablan. Lázaro tampoco, sólo comparte la mesa y está sentado junto a él (Jn 12, 1-8). Hay momentos en los que las palabras no llegan y los gestos se ahondan en el silencio. Llama la atención que en los relatos donde aparece el perfume, la dimensión gratuita y celebrativa de la vida, siempre hay murmuraciones, algún reproche, alguna frustración (Jn 12, 4-6)14. Contar nosotras también con ello, como hace Jesús, sin perder la libertad de ungir y de dejarse ungir, aunque no todos lo entiendan. Judas lo critica y a Pedro le costará recibirlo porque eso era también mostrarse necesitado y dependiente de otro (Jn 13, 7).

Llegar hasta ese momento de armonizar sus diferencias entre ellas, de poder colaborar con amplitud, ha requerido un proceso y muchas idas y venidas para las dos hermanas. Podemos reconocernos en esa Marta sobrepasada, cansada, con malestar consigo misma y con María; quizás le gustaría estar en otras cosas o de otra manera. Jesús la llama por dos veces -como fue llamado Moisés ante la zarza ardiente- para mostrarle lo único necesario: estar presente y entera en ese momento. Disfrutar con lo que hace, gustar su presencia en la casa (Lc 10, 38-42).

Luego vendrán tiempos difíciles, pero es ahí precisamente donde se fortalecen los vínculos entre ellas y Jesús al compartir el dolor por la pérdida de Lázaro (Jn 11, 1-44).

Lloran juntos, no esconden su vulnerabilidad. Ellas expresan sus necesidades y límites, y la debilidad de Lázaro las une. Ambas se ayudan a confiar en Jesús más allá de lo que pueden ver, y se entregan al poder sanador y vivificador de Dios (Jn 11, 43-45).

Querernos es dejarnos ser , como Marta y María se dejan ser, cada una en su registro, cada una desde su mapa mental y afectivo, bien distinto. Habían atravesado momentos donde se comparaban y competían, y donde la queja brotaba con facilidad. Ahora han aprendido el valor de la colaboración, se dejan ser, saben que cuando suman es mucho más lo que pueden ofrecer a Lázaro y a Jesús; que al entrelazar sus cuerdas se multiplican.

Jesús no esconde su pobreza ante ellas, ni su necesidad de ternura y de belleza, que nos alcanza también a nosotras. Y tomará sus gestos para dejarnos el memorial de su vida: pondrá la mesa con su propio cuerpo, lavará y ungirá pies, como las mujeres habían hecho con él, sin dejar a nadie fuera.

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Necesitamos concretar en nuestras comunidades esos gestos que humanizan la vida. Poder ofrecer junto-con-otras-y-otros nuestros panes y nuestros perfumes. Agradecer juntas, hacer eucaristía en un mundo herido y hambriento de amor y de belleza. Porque donde hay cuidados e interdependencia, hay esperanza

¿Cómo trenzar esos cuidados entre nosotras, y con otros, para poder generar comunidades de esperanza, comunidades que anhelan un horizonte de vida buena para todos? ¿Dónde nos sentimos urgidas por Dios a entrelazar hoy con otras congregaciones nuestras cuerdas?

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5.- La quinta cuerda: con la que Jesús nos atrae hoy a cada una

Hacer hogar de la herida Mujeres frágilmente felices

En uno de los lados de nuestra cruz de profesas llevamos grabado Spes Única: la cruz nuestra única esperanza. En el borde de esa herida de Jesús, en su costado permanentemente abierto en los rostros dolientes y rechazados de nuestro mundo, somos convocadas a beber del caudal de una esperanza que nada detiene.

La esperanza invencible es un libro de Christian de Chergé, mártir en el Monasterio de Tibhirine en Argelia, donde encontramos una meditación sobre María, en un sábado santo, que él dedica a una religiosa amiga: “Mientras exista un dolor para compartir en el mundo, tú estarás allí, compañera de la noche y de la duda, de la vigilia y de las lágrimas. Tú serás siempre esa mujer sin edad…lista para compadecerlo todo. Y si te preguntamos las razones de la esperanza que te empujan a actuar así, tomarás al niño muerto que desciende de la cruz y lo recibirás en la tumba de tus brazos, para que allí, junto a tu pecho, él repose, se despierte y reviva en tus entrañas”15.

Compañeras de la noche y de las dudas, compañeras de la vigilia y de las lágrimas. Listas para compadecerlo todo. Cómo cobra sentido que el mismo año Jubilar de La esperanza que no defrauda , el Papa Francisco nos invite a peregrinar más adentro en la tierra del Corazón de Jesús, a no dejar de explorarla. (Dilexit nos ). Solo en ese espacio del Corazón es posible bajar vallas, desaprender miedos, conocer el único amor que cauteriza las heridas más profundas, y descubrirnos vinculadas en nuestra fragilidad esencial.

Jesús desde la cruz vincula a María y a Juan, les ofrece la posibilidad de hacer hogar en el mismo lugar donde se han sentido heridos por su pérdida (Jn 19, 25-27). También a nosotras nos anuda, nos ofrece vínculos: nos da hijos e hijas, nos hace madres y hermanas. En adelante María estará allí donde estemos, la primera peregrina de esperanza, para que nadie, nunca más, tenga que llorar a solas.

María nos enseña que la esperanza se nutre de esa resistencia y resiliencia, que permite permanecer en el dolor sin quebrarnos. María sabe que la esperanza se engendra en el presente y en ocasiones en circunstancias difíciles. Permanecer y esperar, cuando otras personas en las mismas circunstancias no lo harían. Juan y Pedro se marcharon incrédulos, mientras María Magdalena permanece, está allí presente, inclinada ante la tumba vacía (Jn 20, 10-12), como hemos visto inclinadas llorando a tantas mujeres sobre los cuerpos abatidos de sus seres querido en Gaza, en Haití, en Ucrania, en el Congo.

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María había experimentado primero en su fiat lo que Jesús descubrirá después: que, en lo fuerte, en lo seguro, en lo rígido, el Espíritu no puede vibrar. (¡Cuántas rigideces acaban en vidas desajustadas y culpabilizadoras!). Y se llenará de alegría al descubrir que la Ruah, la Espíritu, vibra en lo frágil, en lo tierno, en lo débil, en lo vulnerable...y que desde ahí nos va transformando. Dios mira la pequeñez, Jesús da gracias lleno de gozo porque ha querido revelarse a los que necesitan de otros (Lc 10, 21-24).

Tener un corazón vulnerable, como el de Jesús, es saber que cualquiera tiene derecho de entrada en nuestras vidas y es sentirnos atraídas por todo lo que está herido y necesitado en este mundo. Para que un lugar inhóspito, un lugar donde hay dolor, se transforme en hogar, en un lugar de encuentro se necesita un amor que acoge al

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otro con todo lo que trae. La herida puede convertirse en un espacio hostil, cuando es objeto de indiferencia o exclusión, o en un espacio bendiciente. “Todo depende de cómo entremos en el terreno sagrado que es la vulnerabilidad de cada persona. Si entramos descalzos y dispuestos a una conversación entre mendigos estaremos construyendo espacios de paz…y de celebración para una vida en común”16.

Una vez conversaba con una hermana que acompañaba a jóvenes en formación y me confesó que se sentía como una “impostora” porque les alentaba a orar y ella experimentaba que no cuidaba su oración, que el móvil coge mucho tiempo, que andaba descentrada, y llevando mucho a la vez… ¡qué bien la entendí! Le agradecí que me abriera ese espacio de debilidad, porque recogía una sensación en la que yo también me reconocía. Así me sentía en muchas ocasiones como “impostora”. Cuantas veces me he dicho por dentro: “si estas religiosas supieran el trajín de vida que yo llevo no me llamaban”. Pero el milagro ocurre después, es Él el que pasa y hace bondad a través de nuestras vidas desajustadas, “despeinadas”, a veces con esa distancia entre lo que deseamos vivir y lo que pobre y torpemente vivimos.

Y es ahí paradójicamente, en esas grietas secretas de nosotras mismas, donde nos visita inmerecidamente su gracia y eso es lo que nos colma de esperanza, una esperanza que nadie nos podrá quitar, porque sabemos que lo definitivo no depende de nosotras: “Señor no soy digna de que entres en mi casa, pero te recibo con tanto contento”.

El papa Francisco vincula la vivencia de la esperanza con la experiencia de sentirnos amadas y con el deseo de felicidad que nos constituye17. Os dejo mi alegría para que se complete en vosotras, había dicho Jesús en un momento muy difícil para él (Jn 15, 11).

En este último año voy todo el tiempo que puedo a cuidar a mi madre, y buena parte de esta conferencia la he escrito estando con ella. El mes pasado cumplió los 96 años. Un día, mientras ella participaba en la eucaristía siguiéndola en la televisión, la escuché decir: “no me gusta, no me gusta”. Le pregunté qué era lo que no le gustaba y me dijo que Jesús la perdonara pero que no le gustaba el final del Evangelio: el llanto y el rechinar de dientes para el que había escondido su talento por miedo (Mt 25,14-30).

“¿Cómo lo terminarías tu?”, le dije. “Le daría otro talento - me contestó- y le diría que fuera a buscar a sus compañeros, que les preguntara cómo hicieron ellos, que se dejara ayudar y que no tuviera miedo” … Reí con su interpretación y le dije que estaba segura de que a Jesús le gustaba mucho más su final que el de Mateo.

Nuestra esperanza es saber que Jesús no dejará de volver a confiarnos sus talentos, una y otra vez, para aliviar sufrimiento, para ayudar a incrementar la cantidad de amor en este mundo, para alentar a vivir…

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Que los miedos, que los tenemos, y que la incertidumbre, que nos saluda a cada paso, no nos impidan trenzar nuestras cuerdas, tejer con ellas redes y alianzas que cuidan, reparan, nutren y embellecen vidas; y poder conversar unas con otras mientras vamos de camino cómo vivimos, cuáles son nuestros sueños, y quiénes nos mantienen agradecidas hasta el final.

Juliana de Norwich, y generaciones de mujeres a lo largo de la historia, han expresado esa certeza que les permitió vivir y relacionarse con un corazón dilatado: la confianza honda de que todo estará bien, de que todo va a acabar bien. No por nosotras sino por Él. No porque demos la talla en nuestras comunidades sino porque es su Presencia la que las vuelve buenas para otros.

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Ser transformadas es dejarnos atraer, agarrarnos a sus cuerdas de cariño y de justicia, y tener una única seguridad en nuestras vidas: pase lo que pase nunca nos soltará, porque no dejará que se pierda una sola de sus criaturas más pequeñas, ni un solo pajarillo (Mt 10, 29-31), ni la tenue luz de una sola luciérnaga.

Ojalá que nos ayudemos a ser peregrinas humildes en esta tierra de un Amor que nos excede, cómplices y compañeras de camino, al lado de todos aquellos que hoy buscan amparo. Peregrinas que eligen-amar-a-fondo-perdido en toda circunstancia. Mujeres envueltas en flaqueza (Hb 5, 2) y por eso listas para compadecerlo todo. Mujeres frágilmente felices, frágilmente esperanzadas.

1 Orígenes, Homilías sobre el Evangelio de Lc 21, 5-7.

2 M.C. De la Fuente, “Espacios de co-esperanza que forjan sentido”, en Sembrar esperanza acompañando el presente, Narcea 2024, 85.

3 Mientras escribo estas líneas el Papa Francisco lleva más de dos semanas en el Hospital Gemelli, me ha conmovido que, en medio de los momentos más críticos, ni un solo día ha dejado de llamar o de pedir que se comuniquen de su parte con el párroco de Gaza. Mi oración y gratitud porque su vida, sus palabras y sus gestos, inspiran y están presentes en el trasfondo de estas páginas.

4 Patris cordis, 2.

5 C. Bobin, La presencia pura, Ed. El gallo de oro, 2023.

6 M. López Villanueva - J. Melloni Ribas, Ignatian Spirituality Today. Guide 21, cristianisme i justícia, 2024, 12.

7 A. Odriozola, “Cuidar la esperanza en situaciones de adversidad”, en Jornadas de Justicia y Misión de la confer: Los nombres de la Esperanza hoy. Febrero 2024.

8 Naomi Kawase, Una pastelería en Tokio, 2015.

9 J. Zamora, Sólito, Ediciones del Periscopio, 2024.

10 S. Alana Portero, La mala costumbre de llorar a solas, Seix Barral, 2023.

11 El Papa Francisco nos dice: “la esperanza necesita cuerpo”. Audiencia General (8 de febrero de 2017).

12 Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús, Capítulo General 2024, 28.

13 Testimonio de David Obiang, un joven de Camerún que narra su travesía y escribe su experiencia en el monte mientras espera para saltar la valla que separa Marruecos de España: “había miles de personas de diferentes países, religiones, lenguas…Nos aceptamos y respetamos, compartimos todo, un pan entre 7, un kilo de arroz entre 20… Hice más de 40 saltos en 22 meses, siempre me apuntaba al siguiente. No está permitido renunciar, ni rendirse, perseverar es seguir a pesar de todo”. “Construir la esperanza”, en Sembrar esperanza acompañando el presente, Narcea 2024, 124-127.

14 “Algunos se enojaron dentro de sí y dijeron: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume?” (Mc 14, 4-5). “Al ver esto los discípulos se enojaron, diciendo: ¿para qué este derroche” (Mt 26, 8-9). Jesús le replica a Simón el fariseo ante su juicio hacia la mujer que había irrumpido en su casa llorando con un frasco de alabastro: “¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para los pies, pero ella me ha bañado los pies en lágrimas y me los ha secado con sus cabellos. Tú no me besaste, pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con aceite, pero ella me ungió los pies con perfume” (Lc 7, 44-46).

15 “Y a todos aquellos y aquellas que parecen tener un corazón para sangrar”. Christian de Chergé, La esperanza invencible. Escritos esenciales del monje mártir de Argelia. Lumen, Buenos Aires 2027, 33.

16 C.M. Antunes, Oh noche que guiaste, Grupo Comunicación Loyola, 2023.

17 Spes nos confundit, 21.

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