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Zonotrichia capensis

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Patagona gigas

Patagona gigas

Orden: Passeriformes | Familia: Passerellidae Zonotrichia caPensis

Nombre(s) común(es):

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chincol

Subespecie(s) en Chile:

Z. c. chilensis / Z. c. antofagastae Z. c. peruviensis / Z. c. sanborni Z. c. australis

Esteban López Arias

Estado de Conservación: Preocupación Menor (LC) según la UICN. El chincol, emberízido distribuido por casi todo Chile, se le puede observar dando saltos cortos en busca de alimento por casi todo el recinto escolar y en múltiples zonas del Cerro El Peñón.

Mide entre 14 y 16 cm de largo. Su cabeza gris es rayada, con lista pileal lateral y lista ocular negras (la presencia y tamaño de estas franjas varía según la subespecie). Sus características más notorias son la corona en punta y la nuca y parte posterior del cuello rojizo uniforme. Sus alas son de color pardo, con dos gruesas barras blancas. La zona inferior es blanquecina y posee unos característicos parches negros y rojizos (juntos) en el pecho. Generalmente la nidada consta de tres huevos, puestos en un nido de material vegetal ubicado en algún árbol, arbusto o matorral. El juvenil (abajo) no posee los parches ni el collar rojizo del adulto, teniendo en cambio la zona ventral con estrías negruzcas. Se alimenta de semillas e insectos (su dieta varía según la época del año y los alimentos disponibles).

El chincol es una de las aves más conocidas a nivel nacional, debido a su habitual presencia en jardines, parques, campos, cerros y en los patios de las casas. Su amplia distribución está complementada con un importante rol trófico en el control de insectos y con un relevante papel como distribuidor de semillas. Aunque no es cazado por los seres humanos y el único animal realmente influyente en su población, a parte de sus depredadores, es el mirlo (debido al parasitismo que realiza al romper o botar los huevos del chincol y poner los suyos), si se puede ver afectado por la contaminación y los desechos humanos. Aunque posee una gran adaptación al desarrollo de la urbe y sus infraestructuras, es importante respetarlo y protegerlo si se desea su continuidad como un clásico miembro de la avifauna nativa de nuestras ciudades, campos y cerros.

Referencias: Fraga, 1983; Araya & Millie, 1986; López-Calleja, 1995; Mayorga, 2012; Narosky & Canevari, 2014; Jaramillo, 2015; Tellez-Farfán & Sánchez, 2016.

Patricia Medina

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