La Red Semanario Católico 11 Edición

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11 Edición Edició n

Semanario Católico 2019

del jueves 20 de junio al jueves 27 de junio

el d d a d i n m e l So i t s i r h C s u p r Co

re ida, y mi sang m o c ra e d a rd arne es ve 5 "Porque mi c San Juan 6, 5 ” a id b e b ra e es verdad

Estimados lectores del “Semanario Católico La Red”, ponemos en sus manos la onceava edición de esta obra evangelizadora de nuestra Iglesia Católica. Lo invitamos a acogerlo con amor y cariño para contribuir en la construcción del reino de Dios.


Historia de la Solemnidad del Corpus Christi A fines del siglo XIII surgió en Lieja, Bélgica, un Movimiento Eucarístico cuyo centro fue la Abadía de Cornillon, fundada en 1124 por el Obispo Albero de Lieja. Este movimiento dio origen a varias costumbres Eucarísticas, como por ejemplo la exposición y bendición con el Santísimo Sacramento, el uso de las campanillas durante la elevación en la Misa y la fiesta del Corpus Christi. Santa Juliana de Mont Cornillon, por aquellos años priora de la Abadía, fue la enviada de Dios para propiciar esta fiesta. La santa nace en Retines cerca de Liège, Bélgica en 1193. Quedó huérfana muy pequeña y fue educada por las monjas Agustinas en Mont Cornillon. Cuando creció, hizo su profesión religiosa y más tarde nes a Mons. Roberto de Thorete, el entonces Obispo de Lieja, también al doctor Dominico Hugh, más tarde Cardenal legado de los Países Bajos y a Jacques Pantaleón, en ese tiempo archidiácono de Lieja, más tarde Papa Urbano IV. El Obispo Roberto se impresionó favorablemente y, como en ese tiempo los Obispos tenían el derecho de ordenar fiestas para sus diócesis, invocó un sínodo en 1246 y ordenó que la celebración se tuviera el año entrante; al mismo tiempo el Papa ordenó, que un monje de nombre Juan escribiera el oficio para esa ocasión. El decreto está preservado en Binterim (Denkwürdigkeiten, V.I. 276), junto con algunas partes del oficio. Mons. Roberto no vivió para ver la realización de su orden, ya que murió el 16 de octubre de 1246, pero la fiesta se celebró por primera vez al año siguiente el jueves posterior a la fiesta Semanario Católico | Pág 2

de la Santísima Trinidad. Más tarde un Obispo alemán conoció la costumbre y la extendió por toda la actual Alemania. El Papa Urbano IV, por aquél entonces, tenía la corte en Orvieto, un poco al norte de Roma. Muy cerca de esta localidad se encuentra Bolsena, donde en 1263 o 1264 se produjo el Milagro de Bolsena: un Sacerdote que celebraba la Santa Misa tuvo dudas de que la Consagración fuera algo real. Al momento de partir la Sagrada Forma, vio salir de ella sangre de la que se fue empapando en seguida el corporal. La venerada reliquia fue llevada en procesión a Orvieto el 19 junio de 1264. Hoy se conservan los corporales -donde se apoya el cáliz y la patena durante la Misa- en Orvieto, y también se puede ver la piedra del altar en Bolsena, manchada de sangre. El Santo Padre movido por el prodigio, y a petición de varios obispos, hace que se extienda la fiesta del Corpus Christi a toda la Iglesia por medio de la bula “Transiturus” del 8 de septiembre del mismo año, fijándola para el jueves después de la octava de Pentecostés y otorgando muchas indulgencias a todos los fieles que asistieran a la Santa Misa y al oficio. Luego, según algunos biógrafos, el Papa Urbano IV encargó un oficio -la liturgia de las horas- a San Buenaventura y a Santo Tomás de Aquino; cuando el Pontífice comenzó a leer en voz alta el oficio hecho por Santo Tomás, San Buenaventura fue rompiendo el suyo en pedazos. La muerte del Papa Urbano IV (el 2 de octubre de 1264), un poco después de la publicación del decreto, obstaculizó


Semanario Católico | La Red que se difundiera la fiesta. Pero el Papa Clemente V, tomó el asunto en sus manos y, en el Concilio General de Viena (en 1311), ordenó una vez más la adopción de esta fiesta. En 1317, se promulga una recopilación de leyes -por Juan XXII- y así se extiende la fiesta a toda la Iglesia. Ninguno de los decretos habla de la procesión con el Santísimo como un aspecto de la celebración. Sin embargo estas procesiones fueron dotadas de indulgencias por los Papas Martín V y Eugenio IV, y se hicieron bastante comunes a partir del siglo XIV. La fiesta fue aceptada en Cologne en 1306; en Worms la adoptaron en 1315; en Strasburg en 1316. En Inglaterra fue introducida de Bélgica entre 1320 y 1325. En los Estados Unidos y en otros países la solemnidad se celebra el domingo después del domingo de la Santísima Trinidad. En la Iglesia griega la fiesta de Corpus Christi es conocida en los calendarios de los sirios, armenios, coptos, melquitas y los rutinios de Galicia, Calabria y Sicilia. Finalmente, el Concilio de Trento declara que muy piadosa y religiosamente fue introducida en la Iglesia de Dios la costumbre, que todos los años, determinado día festivo, se celebre este excelso y venerable sacramento con singular veneración y solemnidad; que reverente y honoríficamente sea llevado en procesión por las calles y lugares públicos. En esto los cristianos atestiguan su gratitud y recuerdo por tan inefable y verdaderamente Divino bene.

va desde hace más de doce siglos el primero y más grande de los milagros Eucarísticos. En la iglesia de San Longinos, en el siglo VIII, un monje de la Orden de San Basilio, después de la Consagración dudó de la Presencia Real de Jesucristo en la Eucaristía. De pronto sus ojos contemplaron una maravilla: la Sagrada Hostia se convirtió en un pedazo de carne y el Sanguis en coágulos de sangre. Han pasado más de mil doscientos años y el trozo de carne de forma redonda y con un hueco se conserva entre cristales en el ostensorio de una custodia. En su base, en una pompa de cristal, se guardan los cinco coágulos. Este relicario expuesto a la adoración de los fieles se halla en la iglesia de San Francisco. El 18 de noviembre de 1970 los frailes menores conventuales, con autorización de la Santa Sede, confiaron a los profesores Linoli y Bertelli -éste último de la Universidad de Siena- el análisis de tales reliquias. El 4 de marzo de 1971 dictaminaron sus conclusiones, que fueron publicadas en numerosas revistas científicas y en el libro de Bruno Sammaciaccia, titulado “Il miracolo Eucaristico de Lanciano”. Los principales resultados de aquel análisis se pueden sintetizar así: • • • •

Milagros El Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor son milagro que han congregado gran cantidad de devotos, y asociada a esta devoción se cuentan grandes hechos, como el de Lanciano. Ésta es una es una pequeña ciudad medieval situada en la costa del Mar Adriático de Italia y conser-

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La Carne es verdaderamente carne, la Sangre es verdaderamente sangre. Ambas pertenecen a una persona humana. La Carne y la Sangre son de una persona viva, no de un cadáver. Ambos son del mismo grupo sanguíneo (AB). El diagrama de esta Sangre corresponde al de una sangre humana que habría sido extraída de un cuerpo humano en el mismo día en el que se hizo la prueba. La Carne, que es como una rebanada, está constituida de un tejido muscular del corazón (miocardio). - A pesar de que cada coágulo de sangre es de un tamaño diferente, todos pesan lo mismo pesados uno a uno, y pesan exactamente el peso de los cinco coágulos reunidos. Semanario Católico | Pág 3


Adoración y Procesión forman parte de un único gesto de comunión En la fiesta del Corpus Christi la Iglesia revive el misterio del Jueves Santo a la luz de la Resurrección. También el Jueves Santo se realiza una procesión Eucarística, con la que la Iglesia repite el éxodo de Jesús del Cenáculo al monte de los Olivos. En Israel, la noche de Pascua se celebraba en casa, en la intimidad de la familia; así, se hacía memoria de la primera Pascua, en Egipto, de la noche en que la sangre del Cordero Pascual, asperjada sobre el arquitrabe y sobre las jambas de las casas, protegía del exterminador. En aquella noche, Jesús sale y se entrega en las manos del traidor, del exterminador y, precisamente así, vence la noche, vence las tinieblas del mal. Sólo así el don de la Eucaristía, instituida en el Cenáculo, se realiza en plenitud: Jesús da realmente su Cuerpo y su Sangre. Cruzando el umbral de la muerte, se convierte en Pan vivo, verdadero maná, alimento inagotable a lo largo de los siglos. La carne se convierte en pan de vida. En la procesión del Jueves Santo la Iglesia acompaña a Jesús al monte de los Olivos: la Iglesia orante desea vivamente velar con Jesús, no dejarlo solo en la noche del mundo, en la noche de la traición, en la noche de la indiferencia de muchos. En la fiesta del Corpus Christi reanudamos esta procesión, pero con la alegría de la Resurrección. El Señor ha resucitado y va delante de nosotros. En los relatos de la Resurrección hay un rasgo común y esencial; los ángeles dicen: el Señor “irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis” (Mt 28, 7). Reflexionando en esto con atención, podemos decir que el hecho de que Jesús “vaya delante” implica una doble dirección. La primera es, como hemos escuchado, Galilea. En Israel, Galilea era considerada la puerta hacia el mundo de los paganos y en realidad, precisamente en Galilea, en el monte, los discípulos ven a Jesús, el Señor, que les dice: “Id... y haced discípulos a todas las gentes” (Mt 28, 19). La otra dirección del “ir delante” del Resucitado aparece en el evangelio de San Juan, en las palabras de Jesús a Magdalena: “No me toques, que todavía no he subido al Padre” (Jn 20, 17). Jesús va delante de nosotros hacia el Padre, sube a la altura de Dios y nos invita a seguirlo. Estas dos direcciones del camino del Resucitado no se contradicen; ambas indican juntamente el camino del seguimiento de Cristo. La verdadera meta de nuestro camino es la Comunión con Dios; Dios mismo es la casa de muchas moradas (cf. Jn 14, 2 s). Pero sólo podemos subir a esta morada yendo “a Galilea”, yendo por los caminos del mundo, llevando el Evangelio a todas las naciones, llevando el don de su amor a los hombres de todos los tiempos. Por eso el camino de los Apóstoles se ha extendido hasta los “confines de la tierra” (cf. Hch1, 6 s); así, San Pedro y San Pablo vinieron hasta Roma, ciudad que por entonces era el centro del mundo conocido, verdadera “caput mundi”. La procesión del Jueves Santo acompaña a Jesús en su soledad, hacia el “vía crucis”. En cambio, la procesión del Corpus Christi responde de modo simbólico al mandato del Resucitado: voy delante de vosotros a Galilea. Id hasta los confines del mundo, llevad el Evangelio al mundo. Ciertamente, la Eucaristía, para la Fe, es un misterio de intimidad. El Señor instituyó el sacramento en el Cenáculo, rodeado por su nueva familia, por los doce Apóstoles, prefiguración y anticipación de la Iglesia de todos los tiempos. Por eso, en la liturgia de la Iglesia antigua, la distribución de la santa Comunión se introducía con las palabras: Sancta Sanctis, el Semanario Católico | Pág 4


Semanario Católico | La Red don santo está destinado a quienes han sido santificados. De este modo, se respondía a la exhortación de San Pablo a los Corintios: “Examínese, pues, cada cual, y coma así este pan y beba de este Cáliz” (1 Co 11, 28). Sin embargo, partiendo de esta intimidad, que es don personalísimo del Señor, la fuerza del sacramento de la Eucaristía va más allá de las paredes de nuestras iglesias. En este sacramento el Señor está siempre en camino hacia el mundo. Este aspecto universal de la presencia Eucarística se aprecia en la procesión de nuestra fiesta. Llevamos a Cristo, presente en la figura del pan, por los calles de nuestra ciudad. Encomendamos estas calles, estas casas, nuestra vida diaria, a su bondad. Que nuestras calles sean calles de Jesús. Que nuestras casas sean casas para él y con él. Que nuestra vida de cada día esté impregnada de su presencia. Con este gesto, ponemos ante sus ojos los sufrimientos de los enfermos, la soledad de los jóvenes y los ancianos, las tentaciones, los miedos, toda nuestra vida. La procesión quiere ser una gran bendición pública para nuestra ciudad: Cristo es, en persona, la Bendición Divina para el mundo. Que su bendición descienda sobre todos nosotros. En la procesión del Corpus Christi, como hemos dicho, acompañamos al Resucitado en su camino por el mundo entero. Precisamente al hacer esto respondemos también a su mandato: “Tomad, comed... Bebed de ella todos” (Mt 26, 26 s). No se puede “comer” al Resucitado, presente en la figura del pan, como un simple pedazo de pan. Comer este pan es comulgar, es entrar en comunión con la persona del Señor vivo. Esta comunión, este acto de “comer”, es realmente un encuentro entre dos personas, es dejarse penetrar por la vida de aquel que es el Señor, de aquel que es mi Creador y Redentor. La finalidad de esta comunión, de este comer, es la asimilación de mi vida a la suya, mi transformación y configuración con aquel que es Amor vivo. Por eso, esta comunión implica la adoración, implica la voluntad de seguir a Cristo, de seguir a aquel que va delante de nosotros. Por tanto, adoración y procesión forman parte de un único gesto de comunión; responden a su mandato: “Tomad y comed”. Tomada de la Homilía del Papa Benedicto XVI, Santa Misa Corpus Christi, Basílica de San Juan de Letrán, 26 de mayo de 2005

La Iglesia y la misión de los Padrinos del Bautismo Existe una sola vía para hacerse miembro de nuestra Iglesia, a la que profesamos con las cuatro notas que la caracterizan. El Primer Concilio de Constantinopla, celebrado el año 381, se refiere a ellas como las cuatro señales distintivas, que son cuatro propiedades esenciales, exclusivas y manifestativas de la verdadera Iglesia de Jesucristo. Ellas son: Una: es la única Iglesia constituida por Nuestro Señor Jesucristo. La fundó sobre San Pedro: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (san Mateo 16,18). Esta Iglesia, constituida y ordenada en este mundo como una sociedad, subsiste en la Iglesia Católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él (Constitución del Vaticano II Lumen Gentium, n° 8). Semanario Católico | Pág 5


La Red Los propuestos como padrino/ madrina, deben cumplir los siguientes requisitos: - Tener al menos dieciséis años cumplidos. - Estar bautizado, haber hecho la Primera Comunión y la Confirmación. - Ser católico y llevar una vida relacionada estrechamente a la religión católica. - Tener familia por medio del sacramento del matrimonio o ser soltero (a) sin vida marital activa. - Asistir a las charlas prebautismales, en el horario establecido por la Parroquia. - No tener sanciones canónicas. - No ser padre o madre del bautizado.

Santa: fue esa la voluntad de Jesús. Dice San Pablo que «Cristo amó a su Iglesia y se sacrificó por ella para santificarla..., para hacerla santa» (Efesio 5,26). El Magisterio de la Iglesia en el numeral 824 del Catecismo nos instruye así: La Iglesia, unida a Cristo, está santificada por Él; por Él y en Él, ella es santificadora. Todas las obras de la Iglesia se esfuerzan en conseguir “la santificación de los hombres en Cristo y la glorificación de Dios” (Constitución Sacrosanctum Concilium, n° 10), en ella está depositada “la plenitud total de los medios de salvación” (Decreto Unitati Redintegratio, n° 3). En ella “conseguimos la santidad por la gracia de Dios” (Constitución del Vaticano II Lumen Gentium, n° 48). Católica: porque en ella está presente Cristo. San Pablo nos ilumina en este sentido cuando en la Carta a los Efesios nos indica que en ella subsiste la plenitud del Cuerpo de Cristo unido a su Cabeza (Efesios 1, 22-23). La Iglesia es Católica también, porque ha sido enviada por Cristo en misión a la totalidad del género humano. San Mateo nos comparte la manera en que Cristo envió a sus Apóstoles: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.» (San Mateo 28, 10-20) Apostólica: porque fue y permanece edificada sobre “el fundamento de los apóstoles; guarda y transmite, con la ayuda del Espíritu Santo que habita en ella, la enseñanza de los apóstoles y sigue siendo enseñada, santificada y dirigida por los apóstoles. El sacramento del Bautismo es la vía única de entrada a nuestra Iglesia. No existe otra forma de ser miembro de la Iglesia única instituida por el Dios Hijo. La palabra Bautizo proviene del latino “Baptismum”, que significa sumergir. La iglesia católica recomienda bautizar a los niños poco tiempo después de su nacimiento, en las primeras semanas sugiere el Código de Derecho Canónico y “para que la gracia bautismal pueda desarrollarse es importante la ayuda de los padres. Ese es también el papel del padrino o de la madrina, que deben ser creyentes sólidos, capaces y prestos a ayudar al nuevo bautizado, niño o adulto, en su camino de la vida Cristiana. Su tarea es una verdadera función eclesial” (n. 1255 CIC).

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Semanario Católico La santificación de los hombres en Cristo y la glorificación de Dios implican la participación consiente de la persona en el cumplimiento de la misión fundamental que debe cumplir en la vida y que consiste en su propia salvación. Por esta razón, el bautizado desde el momento de la administración del sacramento deberá recibir atención pastoral sostenida de parte de sus padres, sus padrinos y la comunidad eclesial. Es por ello que los padres o encargados de los niños a bautizar, deben saber elegir al candidato para ser el padrino o madrina de sus hijos. El Código de Derecho Canónico establece los Requisitos mínimos que deben cumplir los invitados a ser el padrino o madrina de Bautismo, mismos que deben conocer y aplicar los papas de los niños. Ser padrino o madrina en nuestra Iglesia es uno de los compromisos más importantes de la vida de un católico, debido a que ellos junto a los padres serán los responsables de introducir y guiar al bautizado en la vida religiosa y en su crecimiento espiritual sobre todo por medio del ejemplo. La duración de las funciones u obligaciones del padrino es indefinida, es decir, las asumirá desde el momento de la administración del sacramento y durará hasta que el padrino (a) o el ahijado (a) fallezca. El bautizado podrá tener un padrino o una madrina, o un padrino y una madrina, solamente. Autor: Dr. Nelson Salazar

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Cuida tu salud Hipercolesterolemia El colesterol es una sustancia grasa que se encuentra en el organismo y que es necesaria para la realización y regulación de funciones como la formación de los ácidos biliares u hormonas (como las sexuales o las tiroideas). Sin embargo, aunque es necesario, sus cifras elevadas son también un riesgo para nuestra salud, el colesterol elevado es un factor de riesgo de determinadas enfermedades cardiacas. No existen síntomas propios provocados por niveles elevados de colesterol. Por ello el diagnóstico o la sospecha diagnóstica o el control de la hipercolesterolemia no se pueden hacer por los síntomas que pueda tener o dejar de tener una persona, sino que es necesario realizar un Examen de sangre. Otra cosa distinta son los síntomas provocados por las consecuencias de los niveles elevados de colesterol durante años, es decir, el acúmulo de colesterol en las arterias.

Causas

Dietas inadecuadas: La ingesta abusiva de grasas animales o alcohol ocasiona que el organismo consuma primero otro tipo de nutrientes favoreciendo que el colesterol no se degrade y se acumule en las arterias. Enfermedades hepáticas, endocrinas y renales: y la administración de ciertas sustancias aumentan la síntesis de las lipoproteínas LDL, que transporta el colesterol perjudicial para el organismo. Hipercolesterolemia familiar: Se trata de una enfermedad hereditaria ocasionada por un defecto genético que impide que el colesterol LDL sea degradado, con lo que los niveles de colesterol aumentan progresivamente.

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