La Red Semanario Católico 16 Edición

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Semanario Católico 2019

VIVIR CON ESPERANZA

del jueves 01 agosto al jueves 08 de agosto

Estimados lectores del “Semanario Católico La Red”, ponemos en sus manos la décimosexta edición de esta obra evangelizadora de nuestra Iglesia Católica. Lo invitamos a acogerlo con amor y cariño para contribuir en la construcción del reino de Dios.

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ALEGRES SERVIDORES DE LA ESPERANZA Muchos de nosotros nos pasamos la vida dentro de la iglesia y nunca conocemos el don de Dios. Nos llenamos la boca diciendo que somos servidores y seguidores del Señor, pero nuestras actitudes siguen como paganos. Hoy quisiera invitarlos a reavivar ese don que cada uno ha recibido de parte del Señor: La samaritana se convirtió en una alegre servidora de la Esperanza. A eso estoy llamado yo también. La piedra que debemos remover es la falta de esperanza, que nos encierra en nosotros mismo. La esperanza cristiana no es el mero optimismo que tienen los voluntariosos, ni tampoco una actitud psicológica, ni mucho menos la kantiana razón, práctica de la conveniencia para sobrevivir… Que el Señor nos libre de esta terrible trampa de ser cristianos sin esperanza, que viven como si el Señor no hubiera resucitado y nuestros problemas fueran el centro de la vida. Continuamente veremos problemas cerca de nosotros y dentro de nosotros. Siempre los habrá, pero hay que iluminar esos problemas con la luz del Resucitado. A esto se nos llama a los cristianos. A ser alegres servidores de la esperanza en medio del mundo y de la sociedad y de la vida eclesial, cada cual desde su misión específica. Si no somos portadores de alegría y esperanza nuestra misión pierde credibilidad y se escurece nuestro servicio. A veces queremos estar bien con Dios y con el Diablo…. Y por eso algunos meses de año me dedico a ser fiel y otros tanto a vivir la vida loca, cuantas veces no platicamos con la loca de casa (la cabeza) y nos decimos: “Espérate un poco, no te lo tomes tan en serio; ya lo harás, hay tiempo para todo”. Y te lo crees. Mientras tanto, él se da tiempo... y luego procurará que sea un no rotundo a la gracia. Y por eso vemos gente viviendo retiros constantemente, probando en todos los grupos de la iglesia, pero siempre encontrando peros para no comprometerse. Olvidémonos de nosotros mismos, y nos convirtamos en alegres servidores de la Esperanza de la que está tan necesitada la errática humanidad. Si no nos involucramos reduciremos la Iglesia a una ONG con un gran número de seguidores y buenas normas y ritos, pero incapaz de apagar la sed de esperanza que tiene la especie humana” ¿Cuantos esparcimos la buena noticia a todos los puntos cardinales?, ¿a Cuántos hemos conquistado solo con nuestro testimonio?, la Luz no se hizo para que este metida en un cajón dice la escritura, es por ello que los que hemos conocido al Señor debemos irradiar luz al mundo. Cuantos nos volvemos velas pero apagadas. Autor: Pbro. Horacio Matus Semanario Católico | Pág 2


CONOCIENDO LAS ENSEÑANZA DE LA IGLESIA CATÓLICA ¿Qué dice el Catecismo de la Iglesia Cató- por nosotros como precursor Jesús” (Hb 6, 19-20). Es también un arma que nos protege en el combate de lica sobre la virtud de la esperanza? La esperanza La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo. “Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la promesa” (Hb1, 23). “El Espíritu Santo que Él derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador para que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos herederos, en esperanza, de vida eterna” (Tt 3, 6-7). La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad. La esperanza cristiana recoge y perfecciona la esperanza del pueblo elegido que tiene su origen y su modelo en la esperanza de Abraham en las promesas de Dios; esperanza colmada en Isaac y purificada por la prueba del sacrificio (cf Gn 17, 4-8; 22, 1-18). “Esperando contra toda esperanza, creyó y fue hecho padre de muchas naciones” (Rm 4, 18).

la salvación: “Revistamos la coraza de la Fe y de la caridad, con el yelmo de la esperanza de salvación” (1 Ts 5, 8). Nos procura el gozo en la prueba misma: “Con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación” (Rm 12, 12). Se expresa y se alimenta en la oración, particularmente en la del Padre Nuestro, resumen de todo lo que la esperanza nos hace desear. Podemos, por tanto, esperar la gloria del cielo prometida por Dios a los que le aman (cf Rm 8, 28-30) y hacen su voluntad (cf Mt 7, 21). En toda circunstancia, cada uno debe esperar, con la gracia de Dios, “perseverar hasta el fin” (cf Mt 10, 22; cf Concilio de Trento: DS 1541) y obtener el gozo del cielo, como eterna recompensa de Dios por las obras buenas realizadas con la gracia de Cristo. En la esperanza, la Iglesia implora que “todos los hombres [...] se salven” (1Tm 2, 4). Espera estar en la gloria del cielo unida a Cristo, su esposo: «Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora. Vela con cuidado, que todo se pasa con brevedad, aunque tu deseo hace lo cierto dudoso, y el tiempo breve largo. Mira que mientras más peleares, más mostrarás el amor que tienes a tu Dios y más te gozarás con tu amado con gozo y deleite que no puede tener fin» (Santa Teresa de Jesús, Exclamaciones del alma a Dios, 15, 3) Tomado del Catecismo de la Iglesia Católica, numerales 1817 al 1821

La esperanza cristiana se manifiesta desde el comienzo de la predicación de Jesús en la proclamación de las bienaventuranzas. Las bienaventuranzas elevan nuestra esperanza hacia el cielo como hacia la nueva tierra prometida; trazan el camino hacia ella a través de las pruebas que esperan a los discípulos de Jesús. Pero por los méritos de Jesucristo y de su pasión, Dios nos guarda en “la esperanza que no falla” (Rm 5, 5). La esperanza es “el ancla del alma”, segura y firme, que penetra... “a donde entró Semanario Católico | Pág 3


LA VIDA DE SANTO DOMINGO DE GUZMÁN Santo Domingo de Guzmán nació en Caleruega (España) alrededor del año 1170 en una familia noble. Su madre fue la Beata Juana de Aza. En Palencia recibió una buena educación en diversas materias y se entregó de lleno al estudio de teología. En aquel entonces se vivía en continuas guerras contra los moros (musulmanes) e incluso entre los mismos príncipes cristianos. Lo que llevó a una terrible hambruna en aquella región. Domingo se compadeció de los necesitados y los ayudaba entregándoles sus pertenencias. Cierto día llegó ante Domingo una mujer llorando que le dijo que su hermano había caído prisionero de los moros y el joven al no tener nada que darle se ofreció como esclavo para rescatarlo. Este acto impresionó a toda la ciudad y se produjeron tales movimientos de caridad que hicieron innecesario que Domingo se entregara. Con 24 años de edad fue llamado por el Obispo de Osma para ser canónigo de la Catedral y a los 25 fue ordenado sacerdote. Más adelante el Prelado tuvo que viajar a Dinamarca por encargo del rey Alfonso VIII y se llevó consigo a Domingo. En el viaje, el Santo quedó preocupado al constatar las herejías en que vivían los diversos pueblos Cierto día llegó ante Domingo una mujer llorando que le dijo que su hermano había caído prisionero de los moros y el joven al no tener nada que darle se ofreció como esclavo para rescatarlo. Este acto impresionó a toda la ciudad y se produjeron tales movimientos de caridad que hicieron innecesario que Domingo se entregara. Con 24 años de edad fue llamado por el Obispo de Osma para ser canónigo de la Catedral y a los 25 fue ordenado sacerdote. Más adelante el Prelado tuvo que viajar a Dinamarca por encargo del rey Alfonso VIII y se llevó consigo a Domingo. En el viaje, el Santo quedó preocupado al constatar las herejías en que vivían los diversos pueblos. Según la tradición, respaldada por numerosos documentos pontificios, cierta noche Santo Domingo, mientras se encontraSemanario Católico | Pág 4

ba en oración, tuvo una revelación en la que la Virgen fue en su auxilio y le entregó el Rosario como un arma poderosa para ganar almas. La Virgen a su vez le enseñó a recitarlo y le pidió que lo predicara por todo el mundo para que se obtengan abundantes gracias. El Santo salió de la capilla lleno de entusiasmo con el rosario en la mano y, efectivamente, lo impulsó por todas partes, obteniendo muchas conversiones. Dentro de sus prácticas de penitencia habituales estaban las temporadas de 40 días de ayuno a pan y agua, el dormir sobre tablas duras, caminar descalzo por caminos irisados de piedras y senderos cubiertos de nieve, soportar insultos sin responder palabra alguna, predicar a pesar de estar enfermo y nunca mostrar desánimo. Era el hombre de la alegría y buen humor. Santo Domingo, gran amigo de San Francisco de Asís, partió a la Casa del Padre en Boloña el 6 de agosto de 1221. Fue canonizado en 1234 por el Papa Gregorio IX, quien dijo que “de la santidad de este hombre estoy tan seguro, como de la santidad de San Pedro y San Pablo”. Su fiesta se celebra cada 8 de agosto. Autor: Portal ACIPRENSA


¿HAY ESPERANZA DESPUÉS DE LA MUERTE? El libro de la Sabiduría tiene una afirmación que pareciera que ha quedado olvidada por el pasar de los años, y por una mentalidad materialista, una verdad fundante de la misma existencia humana, esta afirmación es: “Dios no hizo la muerte… Dios creó al hombre para la inmortalidad” (Sabiduría 1,13; 2, 23). Todos los seres humanos, de todos los tiempos y de todas las épocas, han debatido y se interrogan sobre el sentido de la vida después de la muerte, porque no les parece lógico que vengamos a la existencia para morir, de ahí que encontremos distintas repuesta a esta búsqueda del sentido de la vida según sea la visión que cada uno tenga de ella, pero lo cierto es que el hombre se resiste a morir, busca la inmortalidad. Por eso, algunos buscan la felicidad en el placer, otros en el honor y la gloria humana, y hay quienes lo buscan en la acumulación de riquezas ¿pero está allí la inmortalidad? Sabemos que todo esto es efímero y pasajero. La inmortalidad hay que buscarla en Dios, porque solo Él nos ha dado la existencia, es nuestro creador: los planes que Dios tiene para el hombre son de vida, no de muerte, “él quiere que todos se salven” (1 Timoteo 2, 4).

palabras, no somos de la muerte, el creyente afirma con propiedad esta verdad, de ahí que vivamos por la fe en Cristo: “Nuestro amigo Lázaro está dormido, pero voy a despertarlo” (Jn 11, 11). La muerte para Dios no es un poder insuperable. Es delgada la pared que separa la muerte de la vida. Eso la gente no lo entiende, y se burlan neciamente de él. Las cosas tienen un aspecto muy distinto ante la mirada de Dios y ante la experiencia del hombre. Sólo si nos ejercitamos en ver con la mirada de Dios, nos formamos el verdadero concepto. Entonces la muerte también pierde su carácter horripilante. La muerte escapa a los dominios del hombre pero no a los dominios de Dios, en Cristo la muerte ha sido vencida con su resurrección. «Por medio de la resurrección de Jesús el amor se ha revelado más fuerte que la muerte, más fuerte que el mal. El amor lo ha hecho descender y, al mismo tiempo, es la fuerza con la que Él asciende. La fuerza por medio de la cual nos lleva consigo» (HOMILÍA DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI, Sábado Santo, 7 de abril de 2007). Autor: Dirección del Semanario

¿Por qué entonces existe la muerte? La muerte es un mal que nunca estuvo en el plan de Dios, sino que ha sido la consecuencia de buscar la inmortalidad sin Dios, es como querer cruzar la noche en un bosque sin algo que ilumine el camino, no se llegaría a ningún lado o se estaría ante un peligro latente. Si bien es cierto que la muerte es una dimensión de la persona humana, lo es no en cuanto le pertenece a su naturaleza creada por Dios, sino en cuento a su naturaleza corrompida por el pecado, así lo expresa el apóstol san Pablo cuando dice: “Por tanto, como por un hombre entro el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzo a todos los hombre” (Romanos 4, 12). La muerte es una realidad de la cual el hombre (mortal) no puede escapar, en ese sentido la muerte es una condición del hombre, pero no su fin. Por eso, dice el libro de la Sabiduría, “la experimentan los que le pertenecen” (Sabiduría 2, 24). En otras Semanario Católico | Pág 5


LAS VIRTUDES QUE SE DEBEN PRACTICAR AL CONDUCIR 1-No matarás. 2 -Que la carretera sea para ti un instrumento de comunión entre las personas, y no de daño mortal. 3 -Que cortesía, corrección y prudencia te ayuden a superar los imprevistos. 4 -Sé caritativo y ayuda al prójimo en la necesidad, especialmente si es víctima de un accidente. 5 -Que el automóvil no sea para ti expresión de poder y dominio, ni ocasión de pecado. 6 -Convence con caridad a los jóvenes, y a los que ya no lo son, para que no se pongan al volante cuando no estén en condiciones de hacerlo. 7 - Apoya a las familias de las víctimas de los accidentes. 8 -Haz que se encuentre la víctima con el automovilista agresor en un momento oportuno, para que puedan vivir la experiencia liberadora del perdón. 9 -En la carretera, protege a la parte más débil. 10 -Siéntete tú mismo responsable de los demás.

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Las principales virtudes que debemos cultivar los que conducimos son: caridad, prudencia, justicia y esperanza. 1.- Caridad: Jesús nos dijo “amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mc 12, 31). Quererse a sí mismo es condición indispensable para conducir responsablemente un vehículo. Muchas imprudencias en la carretera no son sino la manifestación de la amargura interior y de un indisimulado autodesprecio. 2.- Prudencia: Es la humildad de no sobrestimar las propias cualidades. Exige precaución, para afrontar los imprevistos que se pueden presentar en cualquier circunstancia. La prudencia requiere armonía de actitudes y disposiciones, madurez de juicio y un hábito de autocontrol. 3.- Justicia: Exige de quien conduce un conocimiento completo y exacto de la Ley de Tránsito y una toma en consideración responsable de sus reglas. Por la virtud de la justicia estamos obligados a reparar el mal que hayamos podido causar, además de solicitar o conceder el perdón requerido. 4.- Esperanza: En el viaje hacia nuestro destino, sabemos que Dios camina junto a nosotros y nos preserva de muchos peligros. El documento nos invita a emprender nuestros desplazamientos en presencia de Dios, encomendándonos a nuestro Ángel de la Guarda, a San Cristóbal patrono de los conductores, al Arcángel Rafael, a Santa María del Camino. Se nos invita a tener momentos de oración durante el viaje, con una mención expresa del Autor: Dr. Nelson Salazar

La Alegría como la mayor expresión de la Esperanza la EspeChesterton decía que la alegría es el “gigantesco secreto del Cristianismo”, ranza pero ella debe poder percibirse. Nietzsche señalaba irónicamente que los cristianos deberíamos “tener un poco el aire de gente salvada” si queremos ser creíbles. Por ello el Cardenal C. M. Martini con perspicacia, advierte: “La acción del enemigo es la de apagar los deseos, la de acusarnos. Apaga todo lo que hay de bueno en nosotros. Y esto ocurre cuando dejamos que esa voz negativa actué en nosotros. Tenemos dentro de nosotros lo que la Biblia llama “el acusador” (satanás es el termino hebreo que traducimos por el acusador). (...) Siempre nos hace ver nuestros lados negativos, nuestros errores y nuestras incapacidades. (...) es la paciencia y la perseverancia lo que Jesús nos recomienda: no hacer caso ni dentro de nosotros ni en la comunidad, ni en el grupo, a las voces de derrotismo y de pesimismo, que son voces del enemigo.”


SEMANARIO CATÓLICO Chesterton decía que la alegría es el “gigantesco secreto del Cristianismo”, pero ella debe poder percibirse. Nietzsche señalaba irónicamente que los cristianos deberíamos “tener un poco el aire de gente salvada” si queremos ser creíbles. Por ello el Cardenal C. M. Martini con perspicacia, advierte: “La acción del enemigo es la de apagar los deseos, la de acusarnos. Apaga todo lo que hay de bueno en nosotros. Y esto ocurre cuando dejamos que esa voz negativa actué en nosotros. Tenemos dentro de nosotros lo que la Biblia llama “el acusador” (satanás es el termino hebreo que traducimos por el acusador). (...) Siempre nos hace ver nuestros lados negativos, nuestros errores y nuestras incapacidades. (...) es la paciencia y la perseverancia lo que Jesús nos recomienda: no hacer caso ni dentro de nosotros ni en la comunidad, ni en el grupo, a las voces de derrotismo y de pesimismo, que son voces del enemigo.” La gracia santificante es un don personal sobrenatural y gratuito, que nos hace verdaderos hijos de Dios y herederos del cielo. La recibimos en el Bautismo. Autor: Pbro. Horacio Matus

Autor: Pbro. Horacio Matus

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DIABETES La diabetes es una enfermedad crónica que se origina porque el páncreas no sintetiza la cantidad de insulina que el cuerpo humano necesita, la elabora de una calidad inferior o no es capaz de utilizarla con eficacia. Diabetes tipo 1 Aparece generalmente en niños, aunque también puede iniciarse en adolescentes y adultos. Suele presentarse de forma brusca y muchas veces independientemente de que existan antecedentes familiares. Diabetes Mellitus tipo 2 Es la más frecuente y prevenible y se produce por un déficit de insulina Diabetes gestacional Durante el embarazo la insulina aumenta para incrementar las reservas de energía. A veces, este incremento no se produce, lo que puede originar una diabetes gestacional. Suele desaparecer tras el parto, pero estas mujeres tienen un alto riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 a lo largo de su vida. Síntomas Entre los posibles síntomas de una elevación de la glucosa se encuentran los siguientes: Mucha sed (polidipsia). Sensación de mucha hambre (polifagia). Necesidad de orinar continuamente, incluso de noche (poliuria). Pérdida de peso, a pesar de comer mucho. Cansancio, Visión borrosa, Hormigueo o entumecimiento de manos y pies.

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