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Espíritu de los 60

Bárbaro / Bar o Bar ¿Cómo volver el tiempo atrás? Este mítico bar, creado como una obra de arte, nos abre la puerta al espíritu libre de la contracultura.

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s original desde el nombre. Bárbaro, Bar o Bar, Bar Baró, las sílabas son para jugar, para reinventarlo. Este legendario espacio del barrio de Retiro nació en 1969 por una conjunción afortunada de artistas plásticos. Luis Felipe Noé, pintor de vanguardia, colgó por un tiempo

los pinceles y dio forma, junto a Rómulo Maccio, Ernesto Deira y Jorge de la Vega, a este refugio de investigación y de reunión. Los cuatro integraron la escuela pictórica de la Nueva Figuración. De cara a los setenta, su impronta era divertida y desprejuiciada. Querían hacer

Bar, música & teatro

Hasta Trilce Hay un lugar que yo me sé/ en este mundo, nada menos, / adonde nunca llegaremos.

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espués de caminar hacia el sur llegamos Hasta Trilce. Está en el límite entre Almagro y Boedo, emplazado en el solar de una vieja casona del barrio. Sus dueños, Nayi Awada, Tomás, Sebastián y Paula Bradley, eligieron este inexplorado lugar para abrir una sala de teatro, música, investigación y creación artística. El nombre está inspirado en un poema escrito por César Vallejo. La sala de teatro es amplia, con un escenario isabelino muy bien montado. Pero esta noche no vinimos al teatro, sino a ocuparnos del bar. Porque el cálido bar de Hasta Trilce tiene vida propia. Apenas entramos nos recibe una camarera rubia y sonriente que nos deja pasear a nuestro gusto para elegir la mesa. El salón es grande y hay mesitas de madera de todos los tamaños y texturas, rodeadas de sillones, sillas antiguas de hermoso tapizado y otras más humildes pero todas muy cómodas. Elegimos una mesa de madera noble, contra la pared. Hay un piano cerca, un pequeño escenario, y el muro está tapizado de fotos en blanco y negro de íconos vintage como Marilyn Monroe o nuestra Isabel Sarli desnuda en la arena. También hay insólitas litografías de Carlos Morel, estampas gauchescas del

siglo XIX, recortes de revistas y rockeros. Todas las imágenes conviven en armonía cambalachesca, dándole al local un aire bohemio. Pedimos una pizza napolitana que llegó a la piedra, enorme, riquísima. No tienen amplio espectro de cervezas, pero las venden en botellas de a litro, como en los bodegones. Los días de semana se ven

Bares un bar novedoso y lo lograron: pintaron los vidrios de las ventanas - Jorge De la Vega fue el encargado de dejar su impronta urbana en esos rostros alucinados en blanco y negro-, colgaron sus cuadros en las paredes y pronto comenzaron a recibir en sus mesas a los habitués del Instituto Di Tella, que se habían quedado sin lugar luego de que la dictadura de Onganía les clausuró el local. Así empezó el happening. Libremente se conjugaron la plástica, la cocina y la música. Pasó el primer lustro de la década del setenta: el Bárbaro era una luz que brillaba cerca del puerto. Cuando los tiempos se hicieron más oscuros se mudaron de lugar: de la calle Reconquista pasaron a la actual cortada de Tres sargentos, llevándose sus vidrieras pintadas y sus cuadros a cuestas. Así arribamos al hoy, donde el Bárbaro sigue mostrando su espíritu contracultural, organizando muestras de pintura y sosteniendo la leyenda de haber sido el primer pub de Buenos Aires. Hay un reloj cucú, pisos de parquet, un cielo raso vanguardista sobre la barra atravesada de colores en donde sonríe la cara de una chica de antes rodeada por una aureola de neón. Con una media luz eterna, quizás heredada de los antiguos piringundines de la zona, sigue siendo un lugar amigable para la conexión de artistas. Paredes intervenidas, cuadros enmarcados, aquí hay huellas de verdade-

ro amor por las artes plásticas, presentes como en ningún otro bar notable. Es bueno para almorzar o disfrutar del happy hour a la salida del oficina, comiendo maní del eterno barril que hay un costado mientras se comparte una cerveza con amigos. Afuera hay mesitas de madera con árboles florecidos alrededor. Hasta el cartel de muestra es divertido. Lo recomendamos como si fuera una pieza de arte. Hay que gustarlo con todos los sentidos. // Amelia Jonte Tres Sargentos 415.Tel: 4311- 6856. www.barbarobar.com.ar

familias cenando, mezcladas con gente que viene a ver las obras de teatro: un encantador cóctel de vecinos amables con gente inquieta por las artes. Hay plato del día que se va renovando. Recomendamos la Ensalada de espinaca con pollo laqueado en salsa de soja ($35). Después de las nueve las familias parten y arranca la música en el bar. Son selecciones de buen rock oldie mechadas con ramalazos de tangos a guitarra –no olvidemos que Hasta Trilce queda en la frontera del territorio de Homero Manzi- que suenan sin levantar el volumen, permitiendo una conversación en tono razonable. Si lo que se quiere es beber, hay una barra de far west, toda en madera, con estantes para las bebidas hecho con mue-

bles reciclados. Por los estantes asoman juguetes y viejos instrumentos musicales. Una se siente regresando un poco a la niñez. Para evitar nostalgias se puede empinar el codo con elegancia. Hay tragos retro como el Destornillador ($25) o el Campari con naranja ($30), sencillos pero sentadores. Las luces bajas no impiden que repasemos la carta de tragos: los precios son acogedores. Un clásico Fernet Branca con cola ($25) se puede acompañar con una partida de tapas sin gastar una fortuna. Vénganse Hasta Trilce. Es un pequeño paraíso al que por suerte se puede llegar. // Inés Molina Maza 177. Tel: 4862-1758. www.hastatrilce.com.ar

YO RECOMIENDO Paola Barrientos Margot. Este bar tradicional, puesto en valor por Los notables, fue antes el mítico Trianon, eje de la cultura de Boedo. Pasar momentos allí es disfrutar parte de nuestra historia mientras degustás picadas y cervezas artesanales. Boedo 857.

Gastón Pauls Dadá, una de las barras que más me gustan de la ciudad. El bar tiene historia, mística y muy buen gusto. San Martín 941.

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