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¿A dónde se fue la ambición climática?

Han sido varias las intenciones de comprometerse a frenar el impacto de las actividades humanas en el mundo. Sin embargo, hasta ahora los resultados no parecen ser tan significativos.

El Acuerdo de París adoptado durante la (COP21) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) en 2015 representó el primer acuerdo climático universal, logrando la participación de 195 países que se comprometieron a: 1) limitar el aumento de la temperatura de la Tierra por debajo de los 2 °C, a través de la reducción de las emisiones de CO2. 2) Un mundo neutro en carbono a fines de siglo, esto significa que la cantidad de CO2 emitida por las actividades humanas sean menores o iguales a la capacidad de absorción natural de los árboles, suelos y océanos. 3) Se prometieron 100 mil millones de dólares anuales para contribuir a la lucha contra el cambio climático en los países en vías de desarrollo para alcanzar la adaptabilidad.

Sin embargo, desde entonces, las emisiones han seguido aumentando. El 2020 fue el tercer año más cálido del planeta desde los últimos 50 años. ¿Por qué cuesta alcanzar los resultados para frenar el cambio climático, si la humanidad ya lo consiguió antes?

El cambio climático de la actualidad se ha mostrado como un reto sin precedentes, sin embargo, no es muy diferente a lo que se planteó en 1985. El mundo enfrentaba una gran crisis ambiental. Los científicos alertaron de que la capa de ozono (la zona de la estratosfera que absorbe entre el 97 y el 99% de la radiación ultravioleta de alta frecuencia), se estaba “adelgazando” y con riesgo de desaparecer.

Esta alarma mundial desplegó la participación de gobiernos, científicos, líderes mundiales y compañías que trabajaron en un acuerdo común para prohibir los clorofluorocarbonos (CFC), las sustancias responsables del debilitamiento del manto. El movimiento dio lugar al Protocolo de Montreal. Así, ya para 2018, la NASA informó que la cantidad de químicos que destruyen la capa de ozono estaban disminuyendo y que las emisiones de CFC habían caído a niveles mínimos, por lo que la capa de ozono estaba camino a recuperarse.

¿Por qué el acuerdo de París no ha alcanzado el mismo éxito? En relación con el acuerdo de Montreal, cuando Molina y Sherwood publicaron su hallazgo en 1974, hasta la entrada en vigor del acuerdo el 1 de enero de 1989, transcurrieron 15 años debido a la resistencia por cuestionar la ciencia y pronosticar una ruina económica mundial tras las implicaciones de eliminar un recurso de uso cotidiano, pero que, sin embargo, se anteponía a la importancia de preservar la capa de ozono.

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Voluntad política y gobernanza corporativa

Los países industrializados siguen siendo los principales responsables de la emisión de enormes cantidades de GEI (Gases de Efecto Invernadero) a la atmósfera y también de la pérdida irreparable de diversidad biológica. En este sentido, el primer paso es reconocer cuáles son los sectores económicos y las acciones que representen un mayor impacto.

La producción y el uso de energía son actualmente responsables del 75% de las emisiones de GEI. Por lo que desarrollar la ruta hacia la neutralidad de carbono va más allá de una política ambiental, debe cubrir todos los aspectos de nuestra vida.

La ausencia de liderazgo no nos permite establecer normas y mecanismos que regulen las prácticas agrícolas sostenibles que frenen la deforestación y protejan el hábitat. Se deben reorientar los fondos de subsidios a combustibles fósiles hacia el fomento de las energías renovables, y con ello, la creación de empleos para las nuevas generaciones en colaboración con los pueblos indígenas y las comunidades locales. Se deben crear plataformas para la adaptación, debido a que las pérdidas y daños efecto del cambio climático son inevitables y merecen atención ahora y en el futuro.

Tener claridad en las responsabilidades que implica resolver los retos ambientales, no deben verse limitada a la solidaridad mundial, sino como una oportunidad de liderazgo para innovar en la rentabilidad financiera. El crecimiento económico dejó de ser un objetivo a costa de cualquier recurso, la adopción de medidas climáticas ambiciosas podría generar beneficios económicos de 26 billones de dólares en el mundo hasta el año 2030, así como 65 millones de nuevos empleos con bajas emisiones de carbono, como explica la Comisión Mundial sobre la Economía y el Clima en su informe de finales de 2018.

¿Qué tiene que cambiar?

Hasta hace poco, la salud del medio ambiente resultaba una simple externalidad. En pocos años ha pasado a desempeñar un papel clave en los modelos económicos actuales. Fondos de inversión cuya estructura se enfoca en sectores clave como el energético, construcción, manufactura, metalurgia, química, son ejemplos de los que muestran mayor rentabilidad, pero aún existe gran resistencia. Los líderes de países más desarrollados no quieren tomar medidas que afecten a sus economías y los menos desarrollados, no encuentran el camino para adaptarse sin seguir utilizando combustibles fósiles.

En Europa tienen un importante avance en materia de sostenibilidad, se han monitoreado los fondos de 2019 a 2021. Descubrieron que los costos de los fondos convencionales representaron un 1.46% en el primer año, en tanto que los fondos ESG (Environmental, Social and Governance) disminuyeron hasta el 1.21% para 2021. En cuanto a la rentabilidad, los fondos ESG de renta variable obtuvieron un retorno medio bruto (antes de comisiones) del 3.3%, frente al 0.8% de los fondos convencionales comparados. Parte de la diferencia de rentabilidad puede estar también relacionada con el buen comportamiento que tuvieron en 2021 todas las compañías vinculadas con las energías renovables, el desarrollo urbano sostenible, el uso sostenible de la tierra, la gestión inteligente del agua y la implementación de economía circular en la industria, principalmente.

El Protocolo de Montreal demostró que somos capaces de coincidir en un objetivo común para beneficio de todos. Replicar los resultados, implica que la iniciativa pública y privada se enfoquen en garantizar un desempeño financiero rentable, un gobierno corporativo efectivo y comunicar resultados sin lugar al greenwashing. Es evidente la marcada brecha de efectividad en los informes corporativos, comparados con los resultados ambientales, algunos informes de desempeño son imprecisos, muchos por desconocimiento de las oportunidades que el cumplimiento representa.

Hacer frente al cambio climático en este momento, es una decisión acertada en términos económicos, es una oportunidad para garantizar el desarrollo sostenible. Aunque ya no hay tiempo que perder, apoyarse de los expertos como Acclaim Energy evitará que la curva de aprendizaje sea prolongada y que se exponga a ser alcanzado por los riesgos climáticos o que la reputación de su marca se vea expuesta a condiciones adversas. Estamos comprometidos a guiarlo sobre los retos del sector energético y alcanzar los objetivos conforme a la ambición climática de su compañía.