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Camerino Moreno Salinas
sino también por la presencia de grandes empresas mineras que trabajan a flor de tierra con la consecuente contaminación de los ríos, arroyos y todo cuanto está a su alcance; se le ha llamado “la nueva fiebre de oro”, tal como lo menciona Miroslava Breach en su artículo del 23 de septiembre de 2011: Compañías transnacionales que operan proyectos de minería a cielo abierto afectan a miles de hectáreas de zonas boscosas, pobladas de pino y encino en la Sierra Tarahumara, donde se ubican manantiales y arroyos que alimentan los ríos y corrientes de agua subterráneas que bajan de las montañas a los valles de Chihuahua, Sonora y Sinaloa […] las compañías mineras extranjeras cuentan con más de 50 proyectos para nuevas minas a tajo abierto, debido al alto potencial de la región para la extracción de oro y plata.
Lo anterior me hizo recordar lo que el maestro Fernando Martínez Cortés escribio en La mina ahuyentó los pájaros: Huyeron los pájaros de árboles que ocultaban el cielo y detenían en sus copas el sol; de pinos quejosos al menor soplo del viento; de cedros con troncos esbeltos y de robles con hojas acucharadas, buenas para beber agua de manantiales a flor de tierra. Se acabó la música, el rumor y el silencio del monte. En cambio chirriaron carretas, rechinó el ferrocarril y tronaron los camiones Ford primitivos. Se oyeron palabras desconocidas –imprecaciones, maldiciones– y, a lo lejos, perenne golpear de hachas que día y noche talan el bosque.
En la Sierra Tarahumara están huyendo los pájaros, los venados, las zorras, conejos y reptiles… hasta los rarámuris, por esas minas que dejan como desecho final de la extracción del oro nada menos que cianuro y lo dejan a flor de tierra. Por si fuera poco, también existe otro azote en la Sierra Tarahumara: el narcotráfico, que ha involucrado a los indígenas y a su tierra de manera impresionante.