17/10/2013

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THE NEW YORK TIMES EN EL SIE7E DE CHIAPAS

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México lanza golpe a obesidad, al estilo bloomberg

ELISABETH MALKIN/ NYTNS

CIUDAD DE MÉXICO - Rosa Isela Sandate dejó su hábito con la bebida hace aproximadamente seis meses y jura que nunca recaerá. “Solía beber tres a cuatro al día”, dijo. Ella solía beber una Coca-Cola o un Boing!, dulce bebida del país que tintinea en los dientes, en cada comida. Su vientre creció a grado tal que los comensales en su puesto de almuerzos pensaban que ella estaba embarazada, advirtiéndole que no trabajara tan cerca de la parrilla. “Solían decirle: ‘Cuide bien al bebé, el calor le hará daño’”, refirió. Fue difícil abandonar las bebidas azucaradas, recordó Sandate, de 31 años, sosteniendo una botella grande de agua, pero el esfuerzo rindió fruto. Ha perdido seis kilos, aseguró. Al gobierno le gustaría que más mexicanos siguieran el ejemplo de Sandate. En una apuesta en contra de una epidemia de obesidad y diabetes, el Presidente Enrique Peña Nieto ha propuesto un impuesto a las ventas de todas las bebidas azucaradas. Si es aprobado, el gravamen volvería a México un raro caso de estudio de un impuesto nacional a los refrescos dirigido a un severo problema de obesidad. La propuesta ha desatado acaloradas discusiones en México, pero en medio del debate hay un activista proveniente de Nueva York que está en contra de la obesidad, el Alcalde Michael R. Bloomberg. Más allá de su impulso por limitar la venta de grandes bebidas azucaradas en su propia ciudad, la fundación de Bloomberg está ayudando a financiar el impulso por reducirlas también en México. Su estipendio por 10 millones de dólares a lo largo de tres años está siendo empleado para apoyar campañas publicitarias en contra de la obesidad, financiar investigación en el Instituto Nacional de Salud Pública de México y promover políticas como el impuesto a los refrescos, etiquetado nutricional y controles a publicidad de comida chatarra por televisión enfocada a niños. Esta fundación, Bloomberg Philantropies, dice que su trabajo en México es un proyecto piloto que pudiera ser adaptado a otros países en desarrollo si tiene éxito. La “estrategia general ha sido la de ver donde hay una carga su-

mamente pesada”, dijo la Dra. Kelly Henning quien encabeza los programas de salud pública de la fundación. En México, dijo, la gaseosa es “una gran pieza del rompecabezas”. Con un grito de combate a la intervención extranjera, el contingente opuesto al impuesto aquí ha aprovechado la participación del alcalde para desacreditar la propuesta de los refrescos, catalogándola de “el impuesto Bloomberg”. El impuesto propuesto, sobre el cual el Congreso tiene programado votar esta semana, ha desatado una intensa campaña de cabildeo. Formados para ella hay expertos en salud pública y activistas. Del otro lado hay empresas multinacionales de gaseosas y milmillonarios magnates embotelladores, así como pequeños agricultores de caña de azúcar y propietarios de tiendas de abarrotes locales. “No es nuestra culpa que el Sr. Bloomberg no tenga nada más en qué ocupar su tiempo”, dijo Cuauhtémoc Rivera, el presidente de una asociación nacional de tiendas de la esquina que ha comprado múltiples anuncios en periódicos criticando dicho impuesto. “Él es tan rico que intenta enseñarles a los mexicanos a comer y beber”. El dinero de Bloomberg les ha dado cierto impacto publicitario a activistas de salud. Durante el verano, una de las organizaciones que recibe dinero de Bloom-

berg Philantropies, Consumer Power, tocó un nervio sensible al dirigir una campaña de vallas publicitarias y a través de la radio en Ciudad de México con otros activistas que preguntaba: “En tu sano juicio, ¿le darías a tu hijo 12 cucharadas de azúcar?”. la cantidad en algunos refrescos. “Es sumamente difícil conseguir financiamiento aquí porque el sector empresarial actúa como un monolito”, dijo Alejandro Calvillo, el director de Consumer Power, quien se ha convertido en blanco de ataques anónimos por YouTube que lo describen como una marioneta de Bloomberg. Calvillo dice que ha sido obstaculizado en su esfuerzo por comprar tiempo aire en televisión para un nuevo anuncio, el cual propone que el dinero recaudado por un impuesto a los refrescos debería destinarse a la instalación de bebederos en escuelas. Una estación nacional no dio respuesta, dijo; la otra lo rechazó. Casi 70 por ciento de los mexicanos presenta sobrepeso actualmente y aproximadamente un tercio son obesos, con base en datos de la Organización Mundial de la Salud, aproximadamente los mismos porcentajes que en Estados Unidos. Como en buena parte del mundo, los mexicanos hacen menos ejercicio y comen más grasa y golosinas de lo que solían. Alimentos cargados de calorías que solían

ser gustos domingueros, como los tamales o pan dulce para el desayuno, ahora forman parte de la dieta diaria. Además, hay un lugar especial a la mesa para los refrescos: en promedio, los mexicanos consumen 151.4 litros (40 galones) al año con base en la industria, cerca de la cantidad registrada en Estados Unidos. En el mercado de Xochimilco, delegación de la Ciudad de México, Coca-Cola simplemente está por doquier: su logotipo rojo decora manteles, refrigeradores, menús con letra de molde e incluso los muros. “Creo que es como el chile”, dijo Miriam Toledo, quien administra un pequeño restaurante. “Justamente como no puedes comer sin especias, no puedes comer sin un refresco”. Incluso en el más allá, resulta esencial. Joaquín Praxedis Quesada, antropólogo que trabaja para esta delegación, destacó lo que colocan familias en los altares para sus parientes difuntos el Día de Muertos. “Hay tamales, galletas, fruta de temporada. y un refresco”, dijo. “Cuando una cultura integra refrescos a lo más sagrado, que es su relación con sus ancestros, entonces éstos forman parte de su identidad”. Quienes se oponen al impuesto han comprado inserciones en diarios para argumentar que el impuesto a los refrescos “sataniza” una causa de una

epidemia que tiene muchas. Otros anuncios advierten que el impuesto podría poner 3.5 millones de empleos en riesgo, empezando con los trabajadores en ingenios y los dueños en aprietos de decenas de miles de tiendas familiares. Rivera destacó que todos en la “cadena de producción”, incluidas las empresas refresqueras, habían contribuido a un fondo para pagar los anuncios. Emilio Herrera, director de Anprac, la asociación de comercio que representa a la industria refresquera aquí, que asciende a 15,000 millones de dólares, dijo que un impuesto no haría ningún bien popular porque la gente meramente cambiaría a bebidas azucaradas hechas en casa. El gobierno “no ha evaluado el daño colateral de este ineficiente impuesto”, dijo. Arantxa Colchero Aragonés, investigadora del departamento de Economía del Instituto Nacional de Salud Pública de México, estimó que un impuesto de 10 por ciento reduciría el consumo de bebidas azucaradas entre 10 y 13 por ciento, con suficiente gente cambiando a agua y leche para reducir las tasas generales de obesidad. “La industria está en lo correcto en cuanto a que ellos no son los únicos culpables”, dijo Juan A. Rivera Dommarco, el director del Centro de Investigación y Nutrición en el instituto. “Sin embargo, sí tienen una parte de la responsabilidad por el problema”. El gobierno imagina un impuesto de aproximadamente 7.7 centavos de dólar por litro, que es la mitad de lo que les gustaría a defensores de la salud pública. La industria refresquera argumenta que está trabajando para enseñarles a los consumidores cómo controlar su peso, al tiempo que Coca-Cola de México patrocina un torneo nacional de fútbol preparatoriano. De cualquier forma, muchos mexicanos dicen que las gaseosas difícilmente son inofensivas, aunque eso no significa que hayan reunido la fuerza para dejarlas. “Estamos volviendo ricos a los que nos están envenenando”, dijo Isabel Valenzuela, de 67 años de edad, quien bebe uno o dos refrescos al día. “Lo maldigo y lo bebo. Soy adicto a ellos”. © The New York Times 2013 | 2013 New York Times News Service


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