Domingo de Adviento, Ciclo A
14 de diciembre de 2025

Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
NO. 50
Fundada el 4 de junio de 1930. Registro postal: IM14-0019 INDA-04-2007-103013575500-106
“Alégrense
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Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
Fundada el 4 de junio de 1930. Registro postal: IM14-0019 INDA-04-2007-103013575500-106
“Alégrense
el Señor. Él está cerca”

En la liturgia de la Iglesia, el tercer domingo de Adviento es conocido como domingo gaudete o de la alegría, y se nos invita a reflexionar sobre la causa de nuestro gozo.
Todos, en lo más profundo de nuestra alma, ansiamos ser felices. Sin embargo, en ocasiones buscamos esa alegría solo en poseer ciertos bienes materiales, en el reconocimiento social que recibimos o en adquirir algún tipo de cualidad.
Todo esto es bueno, sin duda, pero san Pablo nos recuerda que esas alegrías solo llegan a su plenitud cuando están enraizadas en la felicidad que nos regala Jesús.
El profeta Isaías, por su parte, invita con fuerza a su pueblo a vivir con alegría, a pesar de las asechanzas de sus enemigos o de las numerosas veces que se ha alejado de su Dios.
También nosotros, incluso cuando se insinúan las tentaciones o cuando estamos cansados, podemos conservar esa alegría en el fondo de nuestros corazones. Y esta posibilidad, gracias a la cercanía de Cristo, es lo que celebramos en Navidad.
La alegría «es la respiración, el modo de expresarse del cristiano».
a los anhelos profundos de nuestro corazón.
Dios, de una manera sorprendente, manifiesta más alegría por la Navidad que la que tenemos nosotros mismos: así de grande es su anhelo por encontrar un espacio en nuestra vida.
La humildad provoca alegría
Juan el Bautista nos acompaña durante gran parte del tiempo de Adviento. Vemos encarnada en él una virtud indispensable para disfrutar de esa alegría perdurable: la humildad.
Toda su vida estuvo dirigida a preparar a los hombres la llegada del Mesías. Por eso, cuando estaba en la cárcel y oía los prodigios que realizaba el Cristo, envió a preguntarle por mediación de sus discípulos: “¿Eres tú el que va a venir, o esperamos a otro?”.
Jesús, después de describir las obras que realizó, pronunció este elogio a su pariente: “En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer nadie mayor que Juan el Bautista”. La humildad nos ayuda a orientar nuestra existencia hacia la grandeza de Dios. La soberbia, por su parte, “no cree posible que Dios sea tan grande que pueda hacerse pequeño, que se pueda acercar a nosotros”. En cambio, quien es humilde, encuentra su alegría en inclinarse ante un niño, como lo hicieron los reyes de Oriente o los pastores.
Cada vez que nos acercamos, a través de la oración, al amor concreto de Jesús, descubrimos que Dios nos quiere por lo que somos: sus hijos.
Así como la respiración es la primera manifestación de la vida, la alegría sincera es una manifestación de que Jesús ofrece una respuesta auténtica
En Belén podemos convertir nuestra mirada en una mirada más humilde, para después ser fuente de paz y de alegría en quienes nos rodean. (Reflexión Opus Dei)




Dios nuestro, que contemplas a tu pueblo esperando fervorosamente la fiesta del nacimiento de tu Hijo, concédenos poder alcanzar la dicha que nos trae la salvación y celebrarla siempre, con la solemnidad de nuestras ofrendas y con vivísima alegría. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 35, 1-6a. 10


Sentados
Esto dice el Señor: “Regocíjate, yermo sediento. Que se alegre el desierto y se cubra de flores, que florezca como un campo de lirios, que se alegre y dé gritos de júbilo, porque le será dada la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón.
Ellos verán la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios. Fortalezcan las manos cansadas, afiancen las rodillas vacilantes. Digan a los de corazón apocado: ‘¡Animo! No teman. He aquí que su Dios, vengador y justiciero, viene ya para salvarlos’.
Se iluminarán entonces los ojos de los ciegos, y los oídos de los sordos se abrirán. Saltará como un ciervo el cojo, y la lengua del mudo cantará. Volverán a casa los rescatados por el Señor, vendrán a Sión con cánticos de júbilo, coronados de perpetua alegría; serán su escolta el gozo y la dicha, porque la pena y la aflicción habrán terminado”. Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 145
R. Ven, Señor, a salvarnos.


Sentados
El Señor siempre es fiel a su palabra, y es quien hace justicia al oprimido; él proporciona pan a los hambrientos y libera al cautivo.
R. Ven, Señor, a salvarnos
Abre el Señor los ojos de los ciegos y alivia al agobiado. Ama el Señor al hombre justo y toma al forastero a su cuidado.
R. Ven, Señor, a salvarnos
A la viuda y al huérfano sustenta y trastorna los planes del inicuo. Reina el Señor eternamente. Reina tu Dios, oh Sión, reina por siglos.
R. Ven, Señor, a salvarnos.
SEGUNDA LECTURA
De la carta del apóstol Santiago 5, 7-10


Sentados
Hermanos: Sean pacientes hasta la venida del Señor. Vean cómo el labrador, con la esperanza de los frutos preciosos de la tierra, aguarda pacientemente las lluvias tempraneras y las tardías. Aguarden también ustedes con paciencia y mantengan firme el ánimo, porque la venida del Señor está cerca.
No murmuren, hermanos, los unos de los otros, para que el día del juicio no sean condenados. Miren que el juez ya está a la puerta. Tomen como ejemplo de paciencia en el sufrimiento a los profetas, los cuales hablaron en nombre del Señor. Palabra de Dios.
ACLAMACIÓN ANTES
DEL EVANGELIO Is 61, 1
El Espíritu del Señor está sobre mí. Me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres. R. Aleluya.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 11, 2-11




En aquel tiempo, Juan se encontraba en la cárcel, y habiendo oído hablar de las obras de Cristo, le mandó preguntar por medio de dos discípulos: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”
Jesús les respondió: “Vayan a contar a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de la lepra, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Dichoso aquel que no se sienta defraudado por mí”.
Cuando se fueron los discípulos, Jesús se puso a hablar a la gente acerca de Juan: “¿Qué fueron ustedes a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? No. Pues entonces, ¿qué fueron a ver? ¿A un hombre lujosamente vestido? No, ya que los que visten con lujo habitan en los palacios. ¿A qué fueron, pues? ¿A ver a un profeta? Sí, yo se lo aseguro; y a uno que es todavía más que profeta. Porque de él está escrito: He aquí que yo envío a mi mensajero para que vaya delante de ti y te prepare el camino. Yo les aseguro que no ha surgido entre
los hijos de una mujer ninguno más grande que Juan el Bautista. Sin embargo, el más pequeño en el Reino de los cielos, es todavía más grande que él”. Palabra del Señor.




De pie
Imploramos, Señor, tu misericordia, para que estos divinos auxilios nos preparen, purificados de nuestros pecados, para celebrar las fiestas venideras. Por Jesucristo, nuestro Señor.

El pesebre, un lugar para que nazca Jesús.
Estamos ya muy cerca de comenzar el novenario que antecede al nacimiento de Jesús y sin duda alguna el pesebre se convierte en ese especial lugar en donde la providencia divina quiso naciera El Salvador del mundo.
¿Pero qué significa el pesebre en la vida espiritual de los cristianos? Es posible que más de alguna ocasión nos hayamos sentido indignos de Dios, de ser sus hijos, de su amor. Porque miramos nuestros pecados y reconocemos el mal vivido y de cierta forma nos duele y nos aleja de Jesús por ese sentimiento de indignidad. Precisamente el pesebre se convierte en esperanza para quienes somos pecadores, para quienes sabemos que no somos perfectos y buscamos una forma de encontrar la libertad, la sanación, la felicidad. El pesebre significa el lugar dispuesto aunque no esté limpio o sea hermoso, un lugar dispuesto, sí, un lugar que se abre a la manifestación del amor de Dios hecho carne en la persona de Jesús. Nuestro corazón puede y debería de ser ese espacio dispuesto, ese espacio especial en donde esta navidad nazca Jesús. Y así como el pesebre con la presencia de Jesús niño transformó ese lugar, así suceda con nuestra vida en esta navidad.

Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.
Amén.
“Padre, ¿Qué es una infestación?”
Enuna ocasión una señora me preguntó: “Padre, ¿Qué es una infestación?, porque una vez escuché que la infestación y la posesión diabólica no eran lo mismo, pero no entendí por qué”, entonces yo le dije: “Una infestación se refiere a la influencia maligna del demonio sobre lugares, objetos o animales. La infestación es diferente de la posesión, que afecta directamente a una persona. En una infestación, se considera que el demonio está actuando en el entorno externo y no dentro del individuo”.
Las infestaciones suelen manifestarse a través de fenómenos inexplicables o perturbadores, tales como ruidos extraños, movimientos de objetos sin causa aparente, o incluso comportamientos anómalos en animales. La Iglesia aborda estos casos a través de ritos y oraciones específi cas, que pueden incluir la bendición del lugar o el objeto afectado y, en casos más graves, un exorcismo menor.
La práctica del exorcismo y las oraciones de liberación son conducidas por sacerdotes escogidos y capacitados, que actúan siguiendo un protocolo estricto y bajo la supervisión de la autoridad eclesiástica. La Iglesia
también recomienda discernir cuidadosamente para diferenciar entre fenómenos naturales o psicológicos y auténticas infestaciones demoniacas.
¿QUIÉN PUEDE LIBERAR DE UNA INFESTACIÓN Y CUÁL ES EL PROCEDIMIENTO?
En la Iglesia, la liberación de una infestación puede ser llevada a cabo por un sacerdote autorizado. El procedimiento específico para tratar una infestación implica varias etapas y pasos formales.
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