XXX Domingo
Ordinario, Ciclo C
26 de octubre de 2025

Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
NO. 43
Fundada el 4 de junio de 1930. Registro postal: IM14-0019 INDA-04-2007-103013575500-106
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Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
Fundada el 4 de junio de 1930. Registro postal: IM14-0019 INDA-04-2007-103013575500-106
La condición necesaria para experimentar la misericordia de Dios es la humildad; necesitamos reconocer nuestra humanidad herida por el pecado original y también palpar con un buen examen de conciencia nuestras almas, para descubrir el mal que hemos cometido.
Cristo transforma
Imagina que al paso de tu vida todo lo que toques se convierta en bondad y belleza, pues bien, esto es lo que hace Cristo cuando le permitimos vivir en nuestros pensamientos y sentimientos, y que sólo puede alcanzarse cuando reconocemos que Él es el amor de nuestras vidas, y que ni siquiera los enemigos del alma podrían arrebatarnos tan inmensa alegría.
La soberbia no sólo nos impide aprender, sino también añade la imposibilidad de poder adquirir una conciencia clara y sensible frente al error.
La humildad es simplemente reconocer lo que somos sin quitar y sin añadir nada de lo que Dios ha creado; cuando nos quitamos la consciencia de pecado por soberbia, mayor será el daño que nos causará; la negación del error lo único que provocará es que el mal se multiplique en otros muchos actos que nos perjudicarán y, peor todavía, lastimarán al prójimo.
Con Dios no valen apariencias
Así, en lugar de ser una bendición para todos, como Dios desea, resultaremos ser una maldición y desgracia que provocará que, a nuestro paso, todo sea tinieblas en donde aparentaremos bondad cuando antes bien, todo será una simulación e hipocresía. Ahora, si nos restamos en nuestra dignidad, sentiremos


que no merecemos el perdón de Dios ni tampoco su amor, impidiendo la obra reparadora que Jesús quiere hacer en cada uno de nosotros.
Es verdad que resulta difícil conseguir dicha virtud, sin embargo, todo esfuerzo valdrá la pena para poder alcanzar la santidad.
Y más todavía, el amor de Dios en nuestra existencia, recordando que el que se humilla por sus pecados será exaltado por la justificación de Dios, pero el no reconocerlo inevitablemente nos inclinará a perder la gran oportunidad de experimentar el intenso amor del Padre expresado a través de la cruz, de su Hijo Jesucristo, y que se hace tan palpable por la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas.









De pie
Dios todopoderoso y eterno, aumenta en nosotros la fe, la esperanza y la caridad, y para que merezcamos alcanzar lo que nos prometes, concédenos amar lo que nos mandas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
Del libro del Eclesiástico (Sirácide) 35, 15b-17. 20-22a


Sentados
El Señor es un juez que no se deja impresionar por apariencias. No menosprecia a nadie por ser pobre y escucha las súplicas del oprimido. No desoye los gritos angustiosos del huérfano ni las quejas insistentes de la viuda.
Quien sirve a Dios con todo su corazón es oído y su plegaria llega hasta el cielo. La oración del humilde atraviesa las nubes, y mientras él no obtiene lo que pide, permanece sin descanso y no desiste, hasta que el Altísimo lo atiende y el justo juez le hace justicia. Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 33


Sentados
R. El Señor no está lejos de sus fieles.
Bendeciré al Señor a todas horas, no cesará mi boca de alabarlo.
Yo me siento orgulloso del Señor, que se alegre su pueblo al escucharlo.
R. El Señor no está lejos de sus fieles.
En contra del malvado está el Señor, para borrar de la tierra su recuerdo. Escucha, en cambio, al hombre justo y lo libra de todas sus congojas.
R. El Señor no está lejos de sus fieles.
El Señor no está lejos de sus fieles y levanta a las almas abatidas.
Salva el Señor la vida de sus siervos. No morirán quienes en él esperan.
R. El Señor no está lejos de sus fieles.
SEGUNDA LECTURA
De la carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4, 6-8. 16-18


Sentados
Querido hermano: Para mí ha llegado la hora del sacrificio y se acerca el momento de mi partida. He luchado bien en el combate, he corrido hasta la meta, he perseverado en la fe. Ahora sólo espero la corona merecida, con la que el Señor, justo juez, me premiará en aquel día, y no solamente a mí, sino a todos aquellos que esperan con amor su glorioso advenimiento.
La primera vez que me defendí ante el tribunal, nadie me ayudó. Todos me abandonaron. Que no se les tome en cuenta. Pero el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, por mi medio, se proclamara claramente el mensaje de salvación y lo oyeran todos los paganos. Y fui librado de las fauces del león. El Señor me seguirá librando de todos los peligros y me llevará salvo a su Reino celestial. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén. Palabra de Dios.
DEL EVANGELIO 2 Cor 5, 19
R. Aleluya, aleluya
Dios ha reconciliado consigo al mundo, por medio de Cristo, y nos ha encomendado a nosotros el mensaje de la reconciliación. R. Aleluya.

Lectura del santo Evangelio según san Lucas. 18, 9-14




En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola sobre algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás:
“Dos hombres subieron al templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ‘Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos y adúlteros; tampoco soy como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todas mis ganancias’.
El publicano, en cambio, se quedó lejos y no se atrevía a levantar los ojos al cielo. Lo único que hacía era golpearse el pecho, diciendo: ‘Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador’.
Pues bien, yo les aseguro que éste bajó a su casa justificado y aquél no; porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”. Palabra del Señor.
ORACIÓN DESPU




Que tus sacramentos, Señor, produzcan en nosotros todo lo que significan, para que lo que ahora celebramos en figura lo alcancemos en su plena realidad. Por Jesucristo, nuestro Señor.

2013 “Todos los fieles, de cualquier estado o régimen de vida, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad” (LG 40). Todos son llamados a la santidad: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”. (Mt 5, 48):
«Para alcanzar esta perfección, los creyentes han de emplear sus fuerzas, según la medida del don de Cristo [...] para entregarse totalmente a la gloria de Dios y al servicio del prójimo. Lo harán siguiendo las huellas de Cristo, haciéndose conformes a su imagen y siendo obedientes en todo a la voluntad del Padre. De esta manera, la santidad del Pueblo de Dios producirá frutos abundantes, como lo muestra claramente en la historia de la Iglesia la vida de los santos» (LG 40).
2015 “El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual (cf 2 Tm 4). El progreso espiritual implica la ascesis y la mortificación que conducen gradualmente a vivir en la paz y el gozo de las bienaventuranzas…

Gloria a Dios en el Cielo, y en la Tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso Señor, Hijo único, Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.
Amén

Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos; al tercer día, resucitó de entre los muertos, subió a los Cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna.
Amén
“Padre, ¿qué es la excomunión?”
Unavez un joven me preguntó: “Padre, ¿qué es la excomunión?”. Yo le respondí: “La excomunión es una pena canónica en la Iglesia que implica la exclusión de una persona de la comunidad de fieles y de los Sacramentos. Es una de las sanciones más graves que puede imponer la Iglesia y se aplica cuando un fiel comete un pecado o delito muy grave que va en contra de las enseñanzas y normas de la Iglesia”.
Una persona excomulgada no puede recibir los sacramentos ni
participar activamente en la vida litúrgica de la Iglesia hasta que haya mostrado arrepentimiento y recibido la absolución adecuada, normalmente de un Obispo o del Papa, dependiendo de la gravedad del delito.
Entonces, ¿se puede levantar la excomunión? Sí, la excomunión puede ser levantada. Este proceso se llama “reconciliación” o “absolución” de la excomunión y generalmente implica que quien haya sido excomulgado muestre arrepentimiento por el acto que causó la pena canónica y haga una confesión sincera de sus pecados. El levantamiento de la excomunión pue-
de ser realizado por diferentes autoridades de la Iglesia, dependiendo de la gravedad del delito y de la naturaleza de esta separación.

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