ESPECIAL
Domingo 6 de octubre de 2013
8 ANA ALCARAZ FLETES
F
altaban diez minutos para las 6 de la tarde del miércoles 21 de agosto cuando, finalmente, retumbó la frase que anheló escuchar a lo largo de mil 415 días: “¡Eres libre!”. “¿Subo al locutorio?”, preguntó. “No, sólo quería decirte que eres libre”. Aquel fue el momento que marcó el término de una historia que cambió la vida de un Sacerdote acusado falsamente de abusar sexualmente de una menor y de asesinarla. Su inocencia se comprobó. El Sacerdote Salesiano José Carlos Contreras Rodríguez, de 67 años de edad, vivió una historia de horror que, dijo, no se la desea a nadie, ni siquiera a las personas que lo acusaron injustamente de la violación y crimen de la adolescente Itzachel Shantal, de 16 años de edad, alumna del Instituto Salesiano “Carlos Gómez”, en San Luis Potosí. A poco más de un mes de abandonar la prisión, el Padre José Carlos compartió su experiencia, aunque ésta todavía no está del todo digerida, reconoció.
Caso del Sacerdote acusado de violación y homicidio
Encierro, corrupción e impotencia, superados por la Fe
LA PREGUNTA AL PADRE CONTRERAS ES OBLIGADA: ¿Quién estuvo detrás de todo?
“No lo sé. Hay ataques a la Iglesia por todos lados; hay gente ajena a esta situación, que no sé por qué lo que hizo. Ves cosas como que la Jueza no tomó en cuenta los más de 15 testigos, dizque porque no los captó la cámara del lugar (la cámara de vigilancia del Instituto), cuando ni siquiera había cámaras en ese entonces. Ves todo eso y no te empieza a gustar”. En los 47 meses que estuvo en prisión le tocó vivir la peor época del reclusorio, según la calificó uno de los custodios del lugar. Motines, riñas y muerte era el pan de cada día en ese lugar. Al Padre se le ubicó en el Módulo de Geriatría, donde convivían 33 personas, y aunque eran presos de edad avanzada, “se veía de todo: manejo de drogas, agiotismo; todo”. Pese a ello, estar en ese Módulo fue una ayuda, pues le minimizaba los riesgos de estar con el resto de los reclusos, pues las riñas no respetaban nada ni a nadie.
LOS HECHOS El cuerpo inerte de la joven fue localizado el 22 de octubre de 2007 en las instalaciones del Instituto. A partir de ese momento, se inició un proceso penal plagado de anomalías, como la descalificación de un mayor número de testimonios a favor del Sacerdote, ante los menos, pues sólo uno, el de una vigilante del colegio, era quien lo acusaba; el cambio de papeles, pues su primer Abogado se convirtió en su acusador, cuando éste, Cándido Ochoa, fue nombrado Procurador de Justicia de esa Entidad. Fue el 7 de octubre de 2009 cuando el Padre José Carlos pisó la prisión: el Penal de La Pila, lugar que se convertiría en su casa por casi cuatro años. En noviembre de 2011, el Juzgado Sexto de San Luis Potosí dictó sentencia por 33 años y 6 meses. “En ese momento saqué cuentas, y lo primero que pensé fue: no voy a salir vivo de aquí”. Luego de la sentencia, se vino el cambio de Abogados, situación que le
provocaría que su impotencia creciera, pues el primer defensor legal se convirtió en su acusador; y el que le sustituyó carecía de ética, al trabajar en estado inconveniente; otros más, sufrieron persecuciones, hasta el momento en que la Comunidad Salesiana puso un “hasta aquí” y recurrió a un grupo de Abogados católicos, con sede en la Ciudad de México, quienes lograron ganar el caso, al demostrar la inocencia del Religioso. “Todo fue un contubernio horrible; fui un chivo expiatorio, tal cual, o un preso político. Nada tenía lógica ni sentido; entre más se apelaba, regresaba el dictamen con otro cúmulo de acusaciones; así, hasta reunir más de ocho mil hojas del caso. Las Audiencias eran de ocho horas y en días seguidos; yo no estaba físicamente al cien por ciento, pues no se puede estar bien en esas circunstancias”.
“NUNCA ABANDONÉ MI MINISTERIO” Padre José Carlos Contreras Rodríguez, Religioso Salesiano.
BITÁCORA El 22 de octubre del 2007, en el Salón de Usos Múltiples del Instituto Salesiano “Carlos Gómez”, en San Luis Potosí, aproximadamente a las 8 de la mañana, se encontró el cadáver de Itzachel Shantal González López, joven de 16 años de edad, alumna del Primer Año de Bachillerato. La joven fue reportada como desaparecida por su madre al Director del Colegio desde el 20 de octubre de ese mismo año, cuando se encontraba realizando actividades extracurriculares en dicha institución. El sábado 20 de octubre, Itzachel Shantal acudió al colegio a su práctica del equipo de porras. Ese día llegó 15 minutos tarde, según declaró su Profesora, Margarita Tonantzin del Carmen Martínez Cárdenas, quien aseguró que la chica mostraba actitudes poco comunes en su comportamiento habitual, tales como estar distraída de la práctica, y muy al pendiente de su teléfono celular. Para el 7 de Octubre de 2009, “con engaños de quien era en ese entonces Abogado de los Padres Salesianos y
después Procurador del Estado, Cándido Ochoa Rojas, el Padre José Carlos Contreras Rodríguez fue puesto a disposición del Juzgado que emitió una orden preventiva, argumentándole que en 72 horas sería puesto en libertad por no existir una real acusación en su contra”, señaló Armando Martínez, Presidente del Colegio de Abogados. De esta forma, el Padre fue retenido al término constitucional que otorga la Ley, término en el cual no fue exhibida alguna prueba por parte de su defensor, Cándido Ochoa, así que el 10 de octubre se le dictó auto de formal prisión. No fue sino hasta el 21 de agosto de 2013, con cuatro votos a favor y uno en contra, cuando la Sala del Supremo Tribunal de Justicia de la Nación determinó que las pruebas que presentó la Procuraduría General de Justicia de San Luis Potosí sólo se basaron en indicios “fuera de lógica” y “carentes de sentido común”, los cuales mantuvieron al Religioso injustamente en prisión durante cuatro años.
Dentro de la prisión, el Sacerdote lo primero que buscó fue poder celebrar la Misa y rezar del Santo Rosario. Entre semana, oficiaba la Eucaristía en el Módulo geriátrico, y los sábados en el pleno de la prisión. A las Misas llegaron a asistir hasta 250 internos. Evangelizar en la cárcel distó mucho de ser una labor sencilla. El rezo del Rosario se hacía en un pasillo, y no obstante que los presos veían que otros rezaban, pasaban por en medio sin respetar el momento. “Duré tres años celebrando la Santa Misa ante un pequeño grupo diario, y los sábados a nivel general. La primera impresión que me llevé cuando celebré, fue ver que la mayor parte de los asistentes eran jóvenes. Entonces me acordé de San Juan Bosco, cuando lo llevaron a la cárcel, y él, impresionado, dijo: ‘Faltó alguien que les tendiera la mano para que estos muchachos no estuvieran aquí”.