Especial
Domingo 26 de mayo de 2013
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Testimonios sobre el Cardenal Posadas
Un olor que aún es a azufre Dulce Natalia Romero Cruz
S
or Bertha López Chávez, Fundadora de las Misioneras de Cristo Resucitado, nos compartió sus experiencias cercanas al Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, quien fuera el octavo Arzobispo de Guadalajara. En aquel entonces, ella pertenecía a la que ahora es la Comisión Diocesana de Pastoral de Salud, además de Secretaria de la Federación de Religiosas Enfermeras de Occidente, siendo Religiosa de la Hijas del Sagrado Corazón de Jesús. “Tuve distintos momentos de acercamiento al Cardenal Posadas. Uno de los más marcados fue en la tragedia que vivimos el 22 de Abril, porque yo vivía cerca de la zona afectada. Fue un Pastor que sufrió al ver esta tragedia por errores que se pudieron haber evitado. Recuerdo su presencia por la Calle Gante consolando a la gente, orando y también pronunciándose y dando ayuda a los damnificados. Llegamos a reunirnos varias veces para darle seguimiento a los casos. El primer año después de las explosiones, él
Sor Bertha López Chávez, Misionera de Cristo Resucitado.
encabezaba las marchas por la justicia y la defensa de aquellos que habían sido víctimas de la tragedia. “Creo que en cualquier situación la feligresía con él se sentía acompañada, porque además fue un Pastor que alzó la voz por los desamparados. Para el Cardenal Juan Jesús Posadas el estar con el hombre que sufre y comprometerse con él, fue lo que marcó, en los momentos de dolor del pueblo, su presencia. “Él y yo teníamos una relación muy cercana, porque experimentábamos una empatía por la identificación con los intereses de los más necesitados”. En aquel tiempo -1992- nació PAIPID, Proyecto de Atención Integral a la Persona Inmunodeprimida, que encabeza Sor Bertha López, y que nació por encomienda del Cardenal Posadas Ocampo, ya que como Enfermera de la Pastoral Social, prestaba su servicio en la Cruz Roja y trabajaba en especial con los enfermos de SIDA.
Memoria que estremece Para Sor Bertha, fue un gran impac-
to la noticia del asesinato del Prelado: “Cada vez que se toca este tema me resulta un sentimiento de un profundo amor hacia él, y también de indignación al traer a mi mente aquel día tan doloroso para nuestra Iglesia. ‘Mataron al Cardenal’, escuché desde la cabina de una ambulancia, donde me informaba uno de los Comandantes aquella tragedia, y que como miembro de la Cruz Roja, así como de la Comisión Diocesana de Pastoral de Salud y de la FREM, jugaba un importante papel y responsabilidad de dar respuesta concreta ante esta tragedia, que nos dejó atónitos y muy vulnerables. “Finalmente, esta experiencia con él, fue colaborar en amortajarlo y preparar su cuerpo, vestirlo y depositarlo en el ataúd, hasta entregarlo por la madrugada. En la Catedral estaban congregados cientos de personas que esperaban a su Pastor, que yacía muerto. Gritos que me vienen a la mente en este momento, de ¡Justicia!¡Justicia!¡Justicia!, y no había a quién pedírsela; nos habíamos quedado acéfalos, un pueblo vulnerable, sin Pastor. Pareciera que aquel silencio de dolor, de indignación, de duda, de impotencia, de engaño, es un silencio en el compás de la Historia, que aún sigue. “La muerte del Cardenal Posadas, para mí, fue el inicio del fenómeno que vivimos hoy. Una violencia estructurada, sistematizada, planeada y absurda, fruto de una degradación, de una desestructuración del mismo ser humano, pues el hombre contra el hombre se ha convertido en un lobo. Aun así, creo que esto cambiará, porque la esencia del hombre es el AMOR, digo el AMOR con mayúscula porque tiene rostro. Espero que lo que estamos viviendo cambie, no sólo por lo que hoy manifestemos, sino porque regresemos a nuestra fuente, para lo que esencialmente fuimos diseñados: para ser hermanos, para vivir en comunión, para compartir, para respetarnos, para incluir en nuestra vida a los demás y amarlos. Y entonces olerá al Reino de Dios y no a azufre”. Como mensaje final, Sor Bertha nos dijo: “Hoy necesitamos hombres y mujeres que se atrevan a ser testigos de Jesucristo y ser signos de la certeza de la Resurrección; hoy se necesita que nos demos cuenta de que Cristo habita en nosotros y que puede hacer cosas inimaginables si se lo permitimos; cuando esto se vive, entonces la vida cambia, la libertad aparece, la alegría se prolonga, los hermanos se abrazan y Dios Padre sonríe”.
D
espués de la muerte del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, Mons. José Guadalupe Martín Rábago, hoy Arzobispo Emérito de León, Guanajuato, y entonces Obispo Auxiliar de Guadalajara, se quedó como Administrador Diocesano durante un año. “Cuando estaba por llegar el Cardenal Juan Sandoval yo le hice una especie de resumen de la actividad que tuvimos los Obispos Auxiliares de Guadalajara -Adolfo Hernández Hurtado, de feliz memoria, y Javier Navarro Rodríguez, ahora Obispo de Zamora, Mich.-, durante ese tiempo, y le señalamos que había muchas explicaciones por parte de las Autoridades, pero que no satisfacían, y la comunidad diocesana seguía exigiendo que hubiera justicia y veracidad. Vino el Cardenal Sandoval, tomó la responsabilidad y exigió con mucha fortaleza, durante el tiempo que estuvo al frente de la Arquidiócesis, que se esclareciera el caso. Pero creo que, dentro de la sensibilidad de la comunidad, sigue la convicción de que no ha habido un esclarecimiento satisfactorio”.