Self n16

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Oval

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Restgeräusche

Ultra-red

04 MILLE PLATEAUX las pinturas de un niño, los textos de un loco, conciertos de ruido

y la desterritorialización, fenómeno referido al ciclo de aparición de toda manifestación capaz de alterar el flujo de los acontecimientos, generando nuevas formas de conducta, y su inmediata asimilación y reorientación por parte del Sistema hacia usos comunes, ya desactivada toda la carga subversiva (la reterritorialización). En uno de los capítulos de tan eminente tocho se hace una analogía entre la filosofía y la electrónica aplicada a la música, explicando que así como la primera funciona como actividad creadora de conceptos (en contraposición con la mercadotecnia, que nos intenta proveer de ellos), la segunda no es tan sólo una herramienta de creación de nuevos sonidos, sino por encima de todo un vehículo para generar nuevas formas de producción de los mismos, para canalizar y redimensionar la energía eléctrica hacia el impulso sonoro, lo que Achim Szepanski, de quien enseguida hablaremos, llama ‘rauschen’. ‘Rauschen’, el ruido que nace de la electricidad. Durante el siglo XX han aparecido varias corrientes que, haciendo uso de la tecnología, han expandido los márgenes que delimitan lo que se puede interpretar como música, siendo tal vez las más importantes la futurista (imposible de obviar, aunque Russolo y sus gangsters no hicieran uso de la electricidad) y su defensa a ultranza del ruido como factor con entidad propia, utilizable con fines musicales; el concretismo, primer movimiento que incorporó a la composición sonidos del mundo real, dando de paso carta de naturaleza como instrumento a la máquina de embalsamar sonidos, la grabadora (de aquí y de los experimentos de John Cage proviene el actual ‘turntablism’); la electrónica primigenia, surgida del ámbito del laboratorio, renovadora del catálogo tímbrico y armónico de la música en su sentido tradicional. Por fin, la música industrial, que tomó elementos de todas esas anteriores corrientes renovadoras, las sacó de su contexto académico y las puso en la calle, donde se mezclaron con el espíritu antisistema y autosuficiente del punk. Decididamente, jamás le agradeceremos lo suficiente a las ancas de rana su gran contribución a las modernas culturas electrónicas. Filosofía posmoderna, electricidad, nuevas corrientes musicales y espíritu antisistema. Universos tangenciales, líneas oblícuas que, como matemáticamente se podría demostrar, acaban por confluir en un punto. Un punto con nombre y apellidos. Rauscheando de lo lindo. De todos los grupos de la primera y segunda olas industriales, quien más quien menos impregnado de una fuerte carga ideológica, los alemanes P16.D4 eran de los más firmemente comprometidos con una determinada causa político-filosófica; en su caso, la de acabar con la sociedad capitalista utilizando como arma el ‘rauschen’ y nada más que el ‘rauschen’ (filosofía + ciencia ficción = filosoficción), algo así como una interpretación bastante sui-generis de la línea de pensamiento neomarxista de Theodor Adorno, Walter Benjamin y el resto de la peña de la ‘Escuela de Frankfurt’. La carrera del grupo, surgido a principios de los ochenta, dura poco. Achim Szepanski, su principal activista, cae desencantado con la crisis de las izquierdas, retoma sus estudios y se abandona a la circunspección y al tragicómico nihilismo de Cioran. A principios de los noventa dos cosas vienen a rescatarle de su marasmo, dos hechos significativos que marcan un punto de inflexión en su trayectoria y establecen las directrices que guiarán su carrera hasta la actualidad. Por un lado, el descubrimiento de la escuela post-estructuralista, ejemplificada por Foucault y Deleuze, quienes entre otras cosas le enseñaron que "no hace falta ser triste o negativo para ser militante" y que "la sociedad es más que estado y economía, es una multitud de subsistemas y conflictos a escala local" (una de las aplicaciones posibles del concepto de estructura rizomática, constante también esta de la obra deleuziana); por otro, la celebración de los primeros y subversivos raves ilegales, a los que asiste con alborozo y que le ponen en contacto con el (por entonces) poder rupturista del techno, una música que en su estado puro toma lo justo de sus precedentes a la vez que busca romper con la tradición. Szepanski se pone de nuevo el mono de trabajo y acomete la redacción de una tesis doctoral sobre Foucault, a la vez que abre una tienda de discos en Frankfurt y crea su primer sello discográfico, Blackout Records, que en 1991 rebautiza como Force Inc. Las fresas nos indican el camino. Afín siempre a sus queridas tesis post-estructuralistas, Szepanski adopta a su política empresarial la

misma estructura que podemos encontrar en los fresales y los lirios silvestres o en Internet, el rizoma, una forma de crecimiento horizontal, no jerarquizada, en la que cada elemento mantiene su propia autonomía a la vez que se mantiene dentro de un contexto más amplio. Así, a partir de la célula madre, la hoy en día económicamente potente Force Inc, se han desarrollado varios sellos, cada uno con su particular idiosincrasia: las distorsionadas, enervantes Riot Beats (ya finiquitada) y Position Chrome, hogares respectivos de los primeros desvaríos de Alec Empire y Panacea; Force Tracks y la propia Force Inc., más bailables y techno; la muy reciente Ritornell (para definir su sonido, los del The Wire se han sacado de la manga una etiqueta afortunada, ‘clickscapes’, paisajes de chasquidos, el equivalente sonoro a crear una imagen trazando rectas de un punto numerado a otro). ¿Y Mille Plateaux? Techno y electroacústica cogidos de la mano. Un sello de gran inconcreción estilística y enorme coherencia ideológica. Para hacerse una idea de la línea mantenida, nada mejor que continuar con la metáfora sugerida por Ritornell y crear una imagen uniendo con rectas cada uno de los siguientes discos, escogidos de forma personal, subjetiva y perfectamente discutible. Oval - 94 Diskont Aunque con ‘Systemisch’ ya nos pusieran sobre aviso, Markus Popp, Sebastian


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