Memorias de una pandemia

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Relatos de vivencias, emociones y sentimientos durante el confinamiento a causa de la pandemia del COVID - 19


Créditos Memorias de una pandemia Lic. Ernesto Muyshondt Alcalde de San Salvador Junta Directiva: Presidente: René Mauricio Iglesias Bonilla Secretario interno: José Ernesto Cortéz Herrera Síndico: André Rubén Guttfreund Schneider Vocal: Luis Rafael Moreira Flores Tesorero: Fernando Heriberto Portillo Linares Secretaria de Cultura de San Salvador: Licda. María Luisa Escobar Coordinadora de Letras y Cultura Originaria SECSS: Claudia Jimenez Coordinadora Editorial Municipal de San Salvador: Claudia Jimenez Selección y compilación: Editorial Municipal de San Salvador Maquetación y diagramación: Editorial Municipal de San Salvador Diseño de portada: Lineth Paz Ilustración: Lineth Paz Corrección de estilo: Claudia Jimenez J. Marcelo Reyes Relatos: Francisco Elias Rivera (Memorias), Luis Alexander Martínez (Carta al padre), Sofía Gabriela Guzmán (Acorralada), Geraldina Tatiana Marín (Nube gris), Luciana María Sandoval (Escondelero interior), Margarita Elizabeth Elías (El lado gris de la pandemia), Adriana Alexandra Rivas (Quedarse en casa no es opción para todos), Jackeline Stephanie de Palma (Viaje de retorno), Evelyn Elizabeth Salazar (Si callábamos, las piedras hablarían), Karina Lisseth Amaya (Entre la pandemia, la soledad y el tiempo).


PALABRAS PRELIMINARES Cada persona vivió el confinamiento según su realidad e infiero que todos fuimos afectados de una u otra forma al permanecer durante demasiado tiempo en el encierro. La pandemia nos hizo modificar rápidamente patrones de comportamiento, hábitos, formas de convivencia, rutinas, rituales, etc. De forma arrolladora y repentina nos enfrentamos a la pérdida, al duelo, al miedo, a la zozobra de sufrir el contagio. El confinamiento y la nueva forma de vida impactó significativamente en la salud mental de la población. Ansiedad, miedo, tristeza, decaimiento, insomnio, paranoia, pérdida del apetito, entre otros fueron algunos de los factores psicológicos que presentaron las personas al estar sometidas durante tanto tiempo al encierro, así fuera con motivo de proteger la vida. La casa era el lugar más seguro para algunos, pero para otros era un espacio de riesgo de violencia o maltrato. Las condiciones socioeconómicas marcaron significativamente la forma de vivir la cuarentena y lo que para unos significó tiempo de descanso y reencuentro con el hogar, para otros podría haber significado pobreza, hambre y desesperanza. Como Editorial Municipal de San Salvador lanzamos esta convocatoria en agosto de 2020 con el objetivo de registrar esas memorias para la posteridad, como testimonio de un suceso atípico que generó un impacto psíquico, económico, social y cultural en el mundo. Estamos hechos de recuerdos y precisamente este libro recopila las memorias de diez ciudadanos y ciudadanas acerca de los sucesos que acontecieron en sus vidas desde la aparición de la pandemia, sus esfuerzos individuales por lograr el bienestar emocional, la tristeza e inseguridades que experimentaron al estar encerrados en sus casas o en un centro de contención, la dificultad para ingresar al país vía terrestre o la exposición a la crítica de los vecinos por ser trasladado como un caso sospechoso de contagio. Aprendizajes a través del dolor, de la soledad y del encuentro con uno mismo es parte de lo que podrán encontrar en las líneas de este libro que esperamos disfruten tanto como nosotros. Licda. Claudia Jimenez Coordinadora de Letras y Cultura Originaria SECSS 5



PRÓLOGO Al hablar de “Memorias de una pandemia” se vuelve necesario explicar la salud mental de las personas. Esta la podemos definir como un estado de bienestar complejo a nivel físico, social y psicológico, que no implica la meramente ausencia de enfermedades orgánicas. Ante el llamado contundente expresado por la OMS a los gobiernos, algunos países como El Salvador tomaron medidas paulatinas en diferentes áreas, incluso antes que el COVID-19 se constituyera como una pandemia. Poco a poco las medidas para la prevención del Coronavirus se fueron ampliando en el país, las cuales fueron alteraron la vida cotidiana de las personas y sus formas de convivencia e interacción. El confinamiento acentuó aún más las enfermedades que muchos ya tenían. En ciertas personas generó sensaciones y percepciones distorsionadas. Algunos relatan que se sintieron “acorralados”, “encerrados”, “angustiados” o “desesperados”. De acuerdo a lo que muchos vivenciaron, todo esto fue afectando su vida y su salud física y psicológica. Otros dan cuenta de que manifestaron sentimientos de soledad, ideas suicidas, angustia, desesperación y hasta violencia: todo un “escondedero interior”. A nivel emocional algunos tuvieron que terminar relaciones de pareja debido a la distancia y la falta de oportunidades para dedicarse tiempo y expresar afecto. Muchas personas por su parte vivieron separaciones de amistades y familiares, pérdidas de seres queridos, en muchos casos sin poder siquiera despedirse, estas son “nubes grises” que se mantienen hasta hoy. Las dificultades fueron para todos, a lo antes mencionado se suma la pérdida de un año académico, trabajos, negocios y el aumento de las deudas familiares, no contar con quien compartir “Si callábamos, las

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piedras hablarían” o “vivir entre la pandemia, soledad y el tiempo”, todo esto es el lado oscuro del COVID-19 y quedan relatados en cada una de las historias de estas personas quienes comparten sus experiencias, sus subjetividades de vida y se registran en este libro como forma de explicar en la historia que las vidas humanas valen mucho.

Bartolo Atilio Castellanos Arias

Psicólogo e Investigador Docente Universitario Jefe del Departamento de Psicología Coordinador de la Maestría en Psicología Clínica de la Comunidad de la Universidad de El Salvador

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AGRADECIMIENTOS Pandemia: palabra que conocíamos solamente escrita pero que comprendimos y vivimos en el año 2020. Pareciera que el mundo se paralizó. Millones de personas quedaron encerradas en 4 paredes y ahí también experimentaron miedo, incertidumbre, pobreza, golpes, ataques de pánico, ansiedad, entre otros. A muchos les tocó sobrevivir dependiendo de la ayuda de los gobiernos municipales y del gobierno central o de colectivos de ciudadanos solidarios; otros vivieron arriesgándose en primera línea por aquellos menos protegidos. En este libro dejamos plasmados testimonios de hermanos salvadoreños a quienes agradecemos, los cuales, al igual que muchos, han librado sus propias batallas. Confiamos en Dios que en cada una de ellas hayan vencido el miedo a denunciar el maltrato; a comprender el dolor ajeno; a liberar sus frustraciones emocionales; a reconocer que, aún en medio de la adversidad, siempre hay una luz de esperanza al final del camino. Quiero expresar un especial agradecimiento al señor Alcalde de San Salvador Lic. Ernesto Muyshondt, por su apoyo incondicional a la difusión de la cultura y el arte y a esta institución. Muestra de ello es el impulso de proyectos como la publicación de libros desde la Editorial Municipal de San Salvador, que sin duda se convierten en un insumo importante en la producción editorial de nuestra ciudad.

Licda. María Luisa Escobar Secretaria de Cultura de San Salvador

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“Si nunca se habla de una cosa, es como si no hubiese sucedido”. Oscar Wilde

“El recuerdo es el único paraíso del cual no podemos ser expulsados”. Jean Paul

“La vida no es la que vivimos, sino cómo la recordamos para contarla”. Gabriel García Márquez

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Quizá llegue el momento en que logremos vivir en medio del virus sin que este nos provoque pánico, así como lo hicimos en tiempos de guerra, donde trabajábamos en medio de bombas y atentados

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MEMORIAS En diciembre todo era normal y a mi casa vinieron los tíos de mis hijos con las respectivas primas y nos dispusimos a celebrar el fin de año de forma común y lo digo así porque ya se respiraba en el ambiente las noticias de que una pandemia se estaba desarrollando en aquel país lejano.

comunicó que los alumnos se quedarían en casa. Esto fue demasiado para mí, pues estoy justo en la edad de mayor riesgo de morir y no es que sea tan temeroso de la muerte es solo que mis dos hijos son jóvenes y sería difícil para ellos en estos momentos. Así que les tomé la palabra y dejé de ir al taller; pero, al no trabajar no hay de donde lograr entradas para que mi familia logre subsistir. Nosotros, además de mi trabajo en el taller, también vendemos café en los estadios de la primera división, en Santa Tecla y en el Estadio Cuscatlán. Con ello salimos con todos los gastos, ya que aún estamos pagando la casa en la que vivimos, pero llega un momento en que no queda más que aceptar la nueva realidad y es cierto que la zozobra nos atrapa en sus largos y fríos lazos. Para enfrentarme a ello comencé por crear una agenda que fuese cambiando día

En las primeras semanas de enero llegaron más noticias y estas eran muy preocupantes pues a pesar de la distancia estábamos conscientes de lo fácil que era trasladar este tipo de enfermedades; pero, no faltó quien hiciera bromas al respecto y en el trabajo reíamos de cómo se podría llamar a la enfermedad si venía de unos murciélagos. Todo era cómico para nosotros; pero, cuando empezaron a llegar noticias de los países europeos fue cuando mi familia comenzó a pedirme que no fuera al taller, ya que el virus atacaba con más severidad a los ancianos, como ellos me decían. Luego, el gobierno 14


con día, por suerte teníamos un dinero guardado, esto, más la ayuda que recibimos del gobierno central, nos ayudó a salir adelante y sin muchos sobresaltos, hasta ese momento; pero, hoy es otra cosa pues ya nos están cobrando la casa. No hemos renovado la tarjeta de circulación del vehículo y la policía ya nos advirtió que de no hacerlo tendremos consecuencias y aún no hay partidos en los estadios por lo que no sé qué tanto resistiremos.

mi casa una pareja de tórtolas hicieron nido y he visto con qué amor cuidaron por casi treinta días. Primero los huevos, dándoles calor y, al nacer los pequeños, salir a buscar el alimento para sí y el de los pichoncitos. Uno de ellos, el más débil, se cayó del nido y fue una gran hazaña para mi familia lograr salvarle y ponerlo de nuevo en el nido. Ellos en gratitud nos dejan acercarnos sin huir como si supieran que no les haremos daño.

Quizá llegue el momento en que logremos vivir en medio del virus sin que este nos provoque pánico, así como lo hicimos en tiempos de guerra, donde trabajábamos en medio de bombas y atentados sin sobresaltarse demasiado, quizá aprendamos a vivir con distanciamiento necesario para no hacernos daño unos a otros; pero, mientras tanto tenemos que lidiar con la inseguridad y la zozobra como huéspedes indeseados.

Esto para nosotros es mágico y nos llena de una felicidad tan tierna e ilusoria. Quizá fue esto lo que me hizo meditar, pensar, calmar en lo posible el espíritu afligido e inquieto. Empecé a oír sonidos que antes no escuchaba como el canto del cenzontle que, según mi vecino, canta para pedir agua al cielo. No sé si esto es cierto o no, solo sé que hay nuevos colores en el verde del bosque cercano, ese bosque que antes no sabía que existía.

Pero no todo es tragedia. En el árbol de arrayán frente a 15


Ahora me pregunto, por qué ignoramos el dulce susurro del viento y dejamos que sea el grito grosero, la palabra impropia y hueca la que decidimos escuchar. Cuando aprendamos a apreciar los colores infinitos de nuestro sistema de fauna y flora, bastará una gotita de amor para saturar el enigma de las almas.

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Las piezas del rompecabezas siguen dispersas, algunas se perdieron y tendremos que reinventar la vida, con heridas profundas, con la convicción de dejarles ir, de extender los brazos al infinito y pedirles perdón, por no decirles adiós como merecían…

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ENTRE LA PANDEMIA, LA SOLEDAD Y EL TIEMPO En este tiempo, que a ratos se vuelve contradictorio y que nombramos pandemia, hubo tardes tranquilas; leí libros, vi películas, escuché canciones; sin dejar de pensar en que la vida se desvanecía, abrí una y otra vez el correo institucional del lugar donde trabajo y tuve miedo de seguir leyendo, en esa confusión, me abstuve de hacerlo… Eran nombres transformados en esquelas; gente que quise y emprendió el viaje antes de decir adiós.

ingreso que el de la posibilidad de reinventar sus fuerzas. A mi alrededor, una vecina batalla con dos personas con discapacidad. Uno de ellos no vidente, el otro, con una deficiencia múltiple; incapacidad de comprensión, inmovilidad en parte de su cuerpo. Me pregunto cómo harán en este espacio en confinamiento, en el que respirar en la órbita que existes se ha vuelto atentatorio, intento ayudar, pero, no es suficiente.

Se paralizó el tiempo, el café se enfrió, la cita pendiente no se cumplió... Mientras escribo, no sé si mañana cantará la aurora en mi paisaje, si traerá consigo más nombres, rostros, recuerdo e imágenes… 2020, ¿por qué golpeas tanto?... eres la ambivalencia perfecta; se conjuga vida y muerte; indiferencia y solidaridad; mentiras y realidades. Desde mi casa escucho los gritos desesperados de hijos que claman de hambre; madres solteras sin más

Han pasado tres meses y la demora de alimentos parece detenida, más no la necesidad. Al final, la donación durará dos o tres días y la vida continuará, con más escasez, con más hambre, con más incertidumbre. En este recorrido, la asfixia llegó a gente querida: Dos primos; una tía; una amiga, con quien, además, compartía el espacio laboral. El reloj se de20


tuvo, se suspendió para ellos; me dejan un enorme vacío y se agolpan los recuerdos; mientras me entero que para mis dos hermanas, los cipreses han intentado emanar su olor; y yo muero de temor, muero de un inevitable dolor; un frío con sabor a soledad, a ausencia, a vacío, que me llena de dudas, una y otra vez…

las piezas del rompecabezas siguen dispersas, algunas se perdieron, ya no existen. Tendremos que reinventar la vida, con heridas profundas, con la convicción de dejarles ir, de extender los brazos al infinito y pedirles perdón, por no decirles adiós como merecían, con la sensación de un duelo inconcluso, en el que es urgente encontrar la esperanza, la ilusión y las fuerzas, para continuar en medio de la tempestad.

Ahora las aguas comienzan a encontrar su cauce; pero,

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Ni siquiera decidiste la forma en la cual partir, como las estrellas fugaces te fuiste en un instante, y solo me quedan remanentes de los recuerdos que vivimos juntos

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CARTA AL PADRE Es triste no poder decirte adiós mientras sorbes tus últimos minutos de madrugada. Estoy seguro de que un aire perenne rodeaba tus sábanas y tus quejas al fin terminaban ahogadas en un silencio continuo, oculta entre pasillos llenos de soledades y camillas desordenadas, mientras la vida se te iba sin que nadie lo supiera. Ahora ya no estás rodeado de incertidumbres, ahora eres un recuerdo, una canción que tarareo en las tardes digestivas, una melodía que resuena por las noches, al filo de la madrugada, cuando me preguntó: ¿Te fuiste de viaje o realmente ya no estás? Es inevitable no sentir la ausencia de tus manos, la falta de tu voz, tu mirada soñolienta, la sonrisa de nácar que presentabas a los otros, el aroma a madera fresca de tu ropa al abrazarme las tardes de verano. Ahí están tus estrenos del 24, los doblé por vos. Ahí están tus colonias y el sin fin de recuerdos que coleccionabas durante toda

tu vida. Me duele saber que no te pude dar un abrazo de despedida; que te vi tan frágil, tan minúsculo, tan ajeno a la imagen que siempre tuve de vos cuando era niño. Me frustra saber que todo esto pasó tan rápido, tan fugaz, como si fuera una broma macabra, una broma orquestada por algún espectador de esto que llaman vida. Pero, no sirve de nada buscar excusas, te fuiste en el peor momento de todos, en donde el desapego es obligatorio y la nueva normalidad solo nos deja con los brazos atados. Siempre estará en mi mente la última noche que te vi, cuando te faltó el aire y te tuvieron que llevar en un Toyota del 78, quién diría que ese sería tu último viaje en auto, a vos que tanto te encantaba conducir. Ya no habrá madrugadas con sabor a café, ni viajes con el pop en español que te encantaba escuchar, desde Camilo Sesto hasta la época dorada de El Salvador. Tu equipo favorito seguirá 26


jugando; pero, vos no estarás para gritar gol o enojarte con el árbitro. La habitación estará vacía, un silencio invadirá la sala, vos sabés que siempre sufro de insomnio. ¿Quién me dirá que apague la luz? ¿Quién me sostendrá cuando ya no tenga fuerzas? ¿Qué será de los días sin vos? Duele saber que nadie más pronunciará mi nombre como vos lo hacías, duele recordar los días en los que me callaba y deseaba no estar con vos. Me pesan esas palabras que me guardaba en mi habitación, me pesan los abrazos que guardé al salir por las tardes. Siempre fuimos vos y yo, dos gotas del mismo rocío, por eso no es extraño que los dos nacimos en la misma fecha, siempre dijiste que yo era una fotografía tuya de joven, un retrato de cómo lucías en tu primer cuarto de vida. En vos miraba el reflejo de lo que sería de viejo, con arrugas y unas canas recorriendo mi cabeza. Si te voy a recordar, será por los detalles efímeros y poco

cotidianos que vivimos juntos; las regañadas al traernos a la escuela; las odiseas que pasabas cuando nos perdíamos en tu trabajo, jugando con mi hermano a que el mundo era nuestro; los almuerzos en un pequeño ascensor, mientras comíamos de un mismo plato; las aventuras que vivíamos al explorar el centro histórico y que siempre terminamos bebiendo café en tu panadería favorita. Sé que viviste tu vida llena de altos y bajos, sobreviviendo con poco, pero viviendo los días como nadie más lo podía hacer. Formas parte de mi cuarto de siglo, 25 años viéndote reír, llorar, frustrarse; pero, sobre todo disfrutar de la vida, disfrutar de los días con tan poco, nunca ambicionar nada (es de las lecciones que más he aprendido con vos). Ni siquiera decidiste la forma en la cual partir, como las estrellas fugaces te fuiste en un instante, y solo me quedan remanentes de los recuerdos que vivimos juntos.

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Quisiera creer que todo esto que recorre mi cuerpo es producto de mi imaginación

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ACORRALADA A veces, ya no siento los días, suelo acostarme en la cama e imagino cómo sería poder salir de este encierro, suspiro y pienso que no necesariamente me refiero a la pandemia. Quisiera creer que todo esto que recorre mi cuerpo es producto de mi imaginación. Amanece y todo transcurre con normalidad, mi esposo al lado y yo contando los minutos para que se vaya a trabajar, incluso cuando no puedo dormir y escucho la alarma, inmediatamente cierro los ojos y me pregunto: ¿Cómo llegué a sentirme así? Cuando el apartamento queda vacío, puedo disfrutarme, sentirme, escucharme; últimamente, me he perdido en mis pensamientos. Luego, recuerdo que tengo que cocinar para él. Suele decirme que viene cansado y yo para evitarme problemas, prefiero callar. Hace días que ya no me opongo a sus antojos, necesidades o placeres. Cedo esperando que entre más

rápido empiece, más rápido terminé, suelo consolarme sabiendo que el día siguiente se irá temprano. Otro día empieza; pero, de repente, la alarma para su trabajo no sonó más. Pensé que era un sueño, hasta que finalmente me quedé dormida. Sentí que algo me sacudió, abrí los ojos y seguía ahí a la par mía, me armé de valor y pregunté: ¿Por qué no has ido a trabajar? Me contestó que en su trabajo iban a cancelar operaciones por la rapidez del contagio del virus. Cerré los ojos y suspiré lentamente, de repente sentía su respiración en mi cuello, quería desaparecer, pero no tenía adónde ir...

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Entre más continúan los días, la luz y la oscuridad me provocan más miedo, cada vez que camino dentro de mi casa, parece que me agota, me lastima y me parte en dos, mientras tengo que aparentar que todo


está bien. No quiero que me pase lo del mes pasado, me repito constantemente. Cuando toco mi rostro, aún siento su mano.

En mi celular leo y veo las noticias de feminicidios y pienso: Un día quizás seré yo... Le he perdido el sentido a los días, me cuestiono si moriré por un virus o por sus manos; por ahora, me conformo con despertar cada día o quizás no. Este hogar, este encierro, se ha convertido en mi infierno.

Cuántos días más tendré que soportar o podré soportar, siento que ni el baño es un lugar seguro, en cualquier momento podría entrar.

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Un cielo en su mejor atardecer, un perro con su mejor look, un poema o una canción puede cambiar por un momento todo el desastre que se lleva adentro

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NUBE GRIS Tengo tantas preguntas y pocas respuestas razonables, posiblemente todo lo que siento lo genera mi mente tratando de encontrarle sentido a mis días, pero qué más da. Tengo 19 años y quiero contar un poco de mi desastre. Antes de que sucediera la situación de la pandemia tenía ciertos sube y baja emocionales; pero, no les daba mucha importancia porque decía que ya me pasaría, era cuestión de estrés y presión o simplemente salía al parque y ya estaba como nueva, porque me encanta la naturaleza. Cuando informaron que estaríamos en una pausa por quince días pensé que era un alivio ya que soy muy hogareña; pero, en cuanto fueron aumentando el tiempo de confinamiento había algo en mi mente que, al escuchar todo sobre la situación que deambulaba afuera y mirar el esfuerzo que hacían los médicos y, en carne propia, ver a mi madre al regresar del trabajo, me hacía sentirme muy agobiada, preguntándome:¿Cuándo acabará esta pesadilla? Han pasado días en los que no siento ganas de levantarme, no siento ganas de seguir con mi rutina, simplemente me bombardea la idea de mi

futuro y lo que pasará conmigo. En marzo me sentía intrigada porque nunca había pasado algo tan importante a lo largo de mi vida, pensé que no sería de tan gran magnitud. No pensaba mucho en todo lo que se vendría, sólo vivía el día a día y me sentía bien ya que creaba una falsa expectativa de que en quince días estaría en mi nueva normalidad. Lo sé, fui muy ingenua, pero se vale creer en cosas imposibles. El proceso de acostumbrarse a tener clases en línea fue un tanto extraño, ya que era algo nuevo para mí, además era tedioso. Con el tiempo pude aprender de mis errores y en el ámbito estudiantil todo lo estoy llevando a flote y me siento orgullosa por lograrlo. El trasfondo de la realidad personal es otro, todas las consecuencias he podido notarlas en mi manera de relacionarme con los demás, en la forma de cuidarme, de quererme, en el vacío emocional constante, en las ganas de querer dejar todo a un lado y tomarme un respiro. No son los mejores pensamientos, ya que no solucionan absolutamente nada; pero, sentirse mal 38


está bien. No soy de piedra, ni de hule, mucho menos de plástico como una muñeca. Soy una mujer que siente, sufre, llora, ríe; aunque, muchas veces no expreso todo lo que siento. A veces es necesario escuchar palabras de aliento y apoyo.

nadie pidió; pero, siempre están presentes por cualquier cambio visible. Desde el más mínimo comentario afecta, sí, no es opcional y más cuando lo dicen enfrente de toda la familia en tono burlesco. Afecta más de lo que ellos creen. No soy perfecta y sé que tengo varios problemas emocionales condensados; pero, en todo este tiempo conviviendo conmigo me di cuenta que por más problemas económicos, sociales, psicológicos, emocionales o de otra índole, un cielo en su mejor atardecer, un perro con su mejor look, un poema o una canción puede cambiar por un momento todo el desastre que se lleva adentro. De eso se trata todo el camino que nos permite estar sobre esta tierra. Posiblemente, esto lo escribo con mis pensamientos y emociones a flor de piel, por eso se mezcla todo. Me desahogo con palabras, ya que me cuesta con mi voz.

Muchas veces he pensado que no me esfuerzo lo necesario para poder salir del frasco donde estoy enterrada. Sí, como una semilla que comienza a tener un poco de luz. Los días grises son la tierra con el agua. Me asemejo a esto porque la vida es como el proceso de germinación de cualquier semilla. Lleva tiempo poder ver el resultado final pero cuando lo tienes, lo admiras y lo valoras tanto que tus pensamientos dan un giro de 180° grados, porque te fascina su belleza, su color, su textura, toda ella es tu pieza favorita. En todo este tiempo en mis cuatro paredes he rechazado mi cuerpo por compararlo con el de las demás mujeres. Comprendo que todos los procesos son diferentes, he comparado mis lonjas, mi sonrisa, mis muslos, mis pechos, mis cachetes, absolutamente todo por falsas imágenes y estereotipos de cuerpos perfectos que muchos comparten en internet. Además de los típicos comentarios innecesarios de familiares que, absolutamente,

En todo este proceso la ansiedad se ha vuelto más latente de lo que era en el pasado, cada vez las crisis duran más tiempo. El insomnio es más a menudo, es castrante porque por momentos te sientes tan bien, piensas que todo estará mejor y que en un buen tiempo no aparecerá; pero, esa idea se derrumba porque ataca de nuevo, aparece laten39


temente con cambios de humor y la familia no ayuda mucho. En mi casa ya no nos aguantamos, todos tenemos ritmos diferentes y con toda esta situación fue necesario acoplarse a la realidad de todos. Estoy convencida de que cuando todos chocamos nos generamos estrés y muchas veces decimos comentarios hirientes y no nos damos cuenta.

pensamientos son más fuertes, me alejo, me voy sin razones concretas, sin una razón que ellos comprendan al cien por ciento. En mi mente hay tantos cabos sueltos que considero que es un laberinto, donde muy pocas personas se quedan a tratar de descubrir el tesoro. Este caos es un poco de lo he vivido a lo largo de mis días, tardes, noches y madrugadas. Todas estas situaciones están dejándome una enseñanza inmensa: No tomarle tanta importancia a lo que los demás digan sobre mi apariencia. Somos humanos, estamos en constante cambio. Es más valioso amarse tal y como es para no llegar a estereotipos ni requerimientos tontos. Todo pasará y el futuro es impredecible.

Además de dejar de sentir interés o satisfacción en actividades que antes me generaban esa sensación, comencé a tener arrebatos de enojo y frustración con la gente que me rodea, incluso por cosas sin importancia. Es una irritabilidad extrema de la que muy internamente sé que no tiene sentido. También mis emociones hacen que me aleje de todos, es involuntario, solo necesito tiempo a solas, necesito mi espacio y ellos también necesitan su espacio.

Sigo aprendiendo a manejar lo que siento; pero, de lo que sí estoy segura es que las circunstancias más difíciles de nuestra vida son en ocasiones un trampolín hacia nuestro destino, es importante sanar, reconocer, aceptar, perdonar, dejar ir y permitir que nuestro camino haga su proceso de sanación.

Mi intención no es hacer sentir mal a mis amigos; pero, indirectamente si lo hago, siento que no contribuyó a crear lazos a lo largo de mi día. Creo que estoy perdiendo mi brillo, mis ganas de ser todo para alguien. Mis

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Hoy ha fallecido la mamá de mi amigo Kenny, la impotencia que tengo de no poder estar con él me hace sentir extremadamente mal y en la tarde, antes de que me dieran la noticia me ha dado otro ataque

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ESCONDELERO INTERIOR Regreso a casa y estoy preocupada por el trabajo de horas sociales que necesito entregar la próxima semana. Aunque no lo quiera admitir, estoy ordenando mi tiempo de una manera pésima. Necesito sentarme y ordenar todo de una vez. Hoy en la universidad estuvimos hablando del famoso “Coronavirus”. Mis amigos dicen que vendrá al país, pero, yo tengo una corazonada positiva. Es cierto que no veo muchas noticias, pero, siento que en realidad no llegará hasta nosotros, aunque, cuando les dije eso, Mario no parpadeó ni pensó dos veces para reírse de mí y decirme: “¡Ay Luz, somos tercermundistas, no inmunes!”. Ese mismo día en la noche, cuando estaba en el trabajo y en mi hora de break estuve chateando con Ron, mi amigo que se encuentra actualmente estudiando en China, le pregunté cómo estaba todo allí y me dijo que ya llevaba varios días encerrado y se sentía un poco ansioso. El sólo imaginar eso me dio escalofríos de

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nuevo, al menos soy consciente de que he aprendido a manejar mis ataques mucho mejor, voy a estar preparada. Hoy anunciaron el primer caso de Coronavirus en el país, es la primera vez que veo noticias o una cadena en mucho tiempo. Esa noche en el trabajo hay un alcohol gel en casi cada esquina que me encuentro, mis superiores nos reúnen para decirnos que por nuestro bien vamos a empezar a trabajar desde casa en unos días. Le informo a mi mamá y en la noche sigo haciendo mi trabajo de horas sociales. Aún no he ordenado mi tiempo y faltan dos días para entregarlo. ¿Tal vez tenga tiempo para terminarlo? Pienso, pues todo lo que hago diariamente se ha cancelado. En mi hora de lunch salgo a la zona de la cafetería del edificio, me siento extraña, empiezo a tocarme el cuello y a respirar algo acelerado, “¡ay no!”, pienso una vez estoy sentada, porque ya sé lo que es 1

Cadena nacional por radio y TV, donde el presidente dirige un mensaje de importancia a la nación.

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esto, es ese mismo sentimiento familiar de incomodidad, se aloja en mis hombros, en la cara, en todo el cuerpo…y justo en ese momento y allí, comienzo a hiperventilar, cierro los ojos fuertemente, “concéntrate”, me grito, una y otra vez, no funciona. No puedo agarrar el celular, estoy temblando, estoy helada. Mis manos empiezan a hacer de nuevo ese movimiento de intentar agarrarse de algo, sostenerse a algo, lo que sea. Intento por unos diez minutos pelear contra la embriaguez que me ha acompañado desde los trece años, y no lo logro. La embriaguez que después de unas terapias intensivas, aprendí a manejar. Nada, sigo respirando fuertemente y mi vista ya empezó a nublarse. Enojada e impotente dejo que fluya. No voy a mentir, llevaba un buen rato sin tener un ataque de pánico.

demia, yo le contesté “pero ya sé cómo controlar mis ataques, he aprendido técnicas…”, “sí, pero, ¿las aprendiste para una situación así?”, sentenció. Y tiene razón, no sabía ni de cerca lo que era el aislamiento antes de esto, hace años me gustaba mucho estar sola, pero, es diferente cuando es por elección. Intento fuertemente ver lo positivo que viene en estas semanas para mí, la verdad es que logré terminar mi proyecto. Sin el encierro, al inicio, no lo hubiera logrado. Por otra parte estoy intentando mantener mi mente ocupada, entrando a cursos en línea para no tener tiempo de estar ansiosa, no suena como algo bueno, pero es lo que se me ha ocurrido. Hoy ha fallecido la mamá de mi amigo Kenny, la impotencia que tengo de no poder estar con él me hace sentir extremadamente mal y en la tarde, antes de que me dieran la noticia, me ha dado otro ataque.

Han pasado unas tres semanas desde que estoy trabajando desde casa, estudiando desde casa y, bueno, existiendo desde casa. Actualmente llevo un aproximado de diez ataques de pánico, ya hice dos citas con psicólogos en línea para que me ayudaran, uno me dijo que estaba teniendo una reacción lógica a la pan-

Ya llevamos cinco meses de cuarentena. Hace dos meses la mamá de mi amiga Nanny fue diagnosticada con Coronavirus, es enfermera, estuvo expuesta, gracias a Dios ya está en casa 45


y logró vencer la enfermedad. Otro momento de incertidumbre, no pude estar con Nanny y ese día en la noche lloré. La mañana siguiente ella me había escrito con un sentimiento de resignación que se podía palpitar: “no quiero que se muera Luz, no ahorita”. Esa mañana lloré de nuevo, por no poder estar con ella. Este día es diferente, llevo noches sin dormir y sé que por ello me ha dado el ataque, al levantarme he visto la noticia de la mamá de Kenny. Todos estamos extremadamente impactados, no podemos creerlo, ha pasado instantáneamente, no por COVID y, la verdad,yo no sé ni qué decirle. Siento como si las palabras han sido sacadas de mí y todo lo que le pueda expresar o aportar será extremadamente tonto o sin valor. No puedo imaginar el sentimiento y mi cabeza sigue repitiendo: “sí, sabemos que esto nos va a pasar a todos nosotros con nuestras mamás, pero no, aún no, aún estamos muy pequeños”. Lo mismo pasó con la abuela de Anny, falleció y no pudimos estar con ella y me dolió el corazón cada instante que sabía que ella nos necesitaba.

Tres situaciones diferentes son las que están acompañándome en la ansiedad. Todas al mismo tiempo, como siempre que pienso al estar ansiosa, nada claro, todo junto. “Lo lamento mucho Kenny, lo lamento tanto”. Tuve todo el tiempo del mundo para leer y conseguir libros en esta cuarentena y es de lo más lindo que voy a conservar, la manera en que las letras me hacen feliz y acompañada. Siempre es un bienvenido sentimiento que recordar. Pero en esta pandemia voy a recordar sobre todo la impotencia, de ver a un pueblo irresponsable. Y el dolor de tener a tanta gente que amo sufriendo por una pérdida y no poder estar con ellos. Mis amigos y yo, todos nosotros, estamos en nuestros veinte y algo, no somos más adolescentes, no en realidad. Pero, quizás eso del adulto lo imagino con un contexto de apoyo alrededor. Estando completamente solos mis amigos y yo seguimos siendo solo unos niños. Dedicado a Lucy Ordoñez, que en paz descanse su alma y su espíritu cuide de su familia siempre.

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Las cosas se están poniendo un poco raras por acá, hay gritos, el ambiente se siente pesado y muy tétrico, es como si hubiera entrado en una dimensión desconocida

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QUEDARSE EN CASA NO ES OPCIÓN PARA TODOS El día miércoles 6 mayo apuntaba a que sería un día normal dentro la vida de una mujer común. Me levanté temprano, ya que preparo el desayuno en casa para todos los miembros de mi familia. Eran las nueve de la mañana cuando mi padre me dijo que arreglaría las goteras de la casa, a las 9:15 a. m. me llamaron por primera vez pero no atendí, cinco minutos después tuve una segunda llamada y así hasta que a las 9:30 a. m. respondí y sorpresa: eran las personas encargadas del Ministerio de Salud quienes me llamaban para decirme que vendrían a traerme y me llevarían al lugar donde estoy actualmente. En mi mente pasaron muchas cosas. Una de ellas, la que hasta la fecha me duele más fue “el qué dirán mis vecinos”. Y no es porque me importe mucho su opinión, si no por todas las cosas agregadas que me supongo dirían. Mientras le comunicaba la espantosa noticia a mi padre y abuelo, solo los vi llenarse de

impotencia y enojo. Muchos rumores apuntaban que al ser trasladado a un centro de contención las personas sanas se contagian y permanecen una eternidad en ese lugar. Mis amigos y mis hermanos estuvieron preocupados y me llamaron para decirme que no debía tener miedo, (en un principio, lo tenía). En fin, preparé mi equipaje y ya resignada tomé un par de libros, el cargador de mi celular y me decidí a esperar. Jamás había visto tan nervioso a mi papá o, bueno, quizás sí, pero, no lo recuerdo muy bien. Cuando la ambulancia llegó a mi casa yo salí sin despedirme, tampoco di la vuelta para verlo parado en la ventana. Ya en la ambulancia el viaje me pareció tan largo que no sabía muy bien si habían pasado minutos u horas desde que estaba adentro. Al llegar al lugar donde me encuentro hicieron que firmara una forma que no me dejaron 50


leer y me llevaron a la habitación donde estoy. Desde ese momento, en el que cerró la puerta, mi vida ya no sería la misma.

eso los amo. Tengo 9 días de estar en un lugar donde no se me permite salir del cuarto, no tengo contacto con otro ser humano más que solo para tomarme la temperatura y darme los alimentos.

Después de que la ambulancia fue por mí el día miércoles 6 de mayo, la mayoría de mis vecinos empezaron a entrar en un verdadero pánico y a realizar especulaciones fuera de contexto. Mi familia y las personas cercanas a mí han sufrido maltratos que van desde insultos hasta dejar de venderle a mi padre y hermano. Ellos han tratado de defenderse. Es triste ver como en esta adversidad las personas suelen mostrar su verdadera naturaleza, esa que viene acompañada del egoísmo y de una verdadera pasión por hacerle la vida miserable al otro, pero, como en todo cuento no todo es malo, hay personas que apoyan desde sus trincheras a mi familia, personas que no me alcanzará la vida para agradecerles y ayudarlos también cuando se encuentren en dificultades. A todos ellos, y sobre todo a mis amigos, les deberé siempre la vida y por

A veces suelo pensar en las personas que están a cargo de nuestro cuido y, sobre todo, en que no es culpa de ellos lo que está pasando. Son seres humanos que sienten, se cansan y, sobre todo, tienen miedo de que esta enfermedad les afecte. A pesar de que la tasa de mortalidad es baja, las complicaciones que la misma trae son muy severas y muy invasivas. Hoy por la noche antes de escribir escuché las conversaciones de estos mal llamados “héroes” (y no es porque no se lo merezcan, sino porque muchos no tienen más opción que estar al frente y tragarse todo lo que sienten). Mi habitación queda muy cerca de sus áreas de descanso y desde aquí se escuchan claramente las pláti51


cas que ellos sostienen, puedo escuchar sus miedos, frustraciones y sobre todo el dolor e impotencia que experimentan cada vez que algo se complica. La mayor parte del tiempo tengo encendido el televisor para no escuchar sus conversaciones y no es porque yo me sienta asustada de lo que dicen, sino para brindarles la privacidad que ellos se merecen. Por eso cuando en algún momento me tratan de forma inadecuada, en realidad, no suelo reclamarles porque yo no sé qué es estar en su lugar, nunca lo sabré y porque si en mí estuviera el cuidar a alguien enfermo de un virus altamente contagioso, sería la primera en decir “no lo haré”, a menos que fuera mi familia o alguien a quien en verdad quiero.

mi situación. Fui llevada solo por ser sospechosa de una enfermedad extraña que no tiene cura. Dentro de este encierro, entre estas cuatro paredes, me he sentido sola, a veces más bendecida, ya que pueden tomarse como unas pequeñas vacaciones; pero, en otras, como hoy, me siento en un lugar irreconocible. Hay gritos de personas que están encerradas al igual que yo en este lugar, no sé cuántas personas están aquí, ni mucho menos cuánto tiempo tienen los otros de estar en este lugar sin saber nada de lo que nos pasa. Todos los días es lo mismo, el desayuno es traído y dejado afuera de la habitación a las 7 a. m., a las 12 del mediodía nos traen el almuerzo y la cena a las 6 p. m., cualquiera diría que estamos mejor que muchos otros; pero, la verdad es que en diversas ocasiones la comida se encuentra en pésimas condiciones y es inadecuada para comer. Nadie sabe

Las cosas se están poniendo un poco raras por acá: hay gritos, el ambiente se siente pesado y muy tétrico, es como si hubiera entrado en una dimensión desconocida. Hace dos días que estoy en un lugar desconocido para mí, sin convivir con nadie más que mi celular y los pocos amigos que tengo y saben de 52


el nombre del compañero que está en la habitación contiguo a la suya. No sabemos si son hombres o mujeres, si son ancianos, jóvenes o están casados. Nadie sabe nada del otro, quizás por eso nos cuesta más empatizar cuando uno de nosotros grita de dolor o impotencia. Es extraño, pero, así han sido estos últimos días de mi vida, una vida que yo creía pacífica y sin tanto drama.

oraciones o inclusive consiguiendo el contacto del encargado del lugar donde estoy guardando cuarentena. Parece curioso que alguien a quien no has visto por más de una década se encuentre tan interesado en que tú estés bien. Realmente me sorprende mucho ese hecho y no dejo de agradecerle que se haya preocupado por mí. Gracias a él ya tengo el dato que me había dejado sin dormir y tenía mi ansiedad a un punto de un colapso: no, no soy positivo del virus, solo soy un caso sospechoso. Sin embargo, ya sé cuánto tiempo más estaré en este lugar y eso me da esperanza de que no todo en este mundo está podrido y sobre todo que la gente que menos piensas es la que más te ayuda en medio de la adversidad.

Al ver las noticias día a día, solo me pongo a pensar en algo que todos a lo mejor pensamos: ¿Cuándo acabará todo esto? ¿Volveremos a la normalidad? Solo unas pocas personas saben lo que me sucede en estos momentos; sin embargo, las pocas personas que realmente lo saben han decidido ayudarme cada uno por su lado, ya sea con llamadas de aliento,

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Los cambios fueron drásticos… ahora estábamos obligados a salir portando una carta del empleador, la que nos brindaba la “libertad” de circular de casa al trabajo.

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EL LADO GRIS DE LA PANDEMIA Iniciaba 2020 con deseos de superación, expectativas de cambio, propósitos y metas por cumplir. Tal vez nada tan diferente de otros años, con la variante de que este año había conocido a alguien, quien me generaba mucha ilusión para formalizar una relación. Sin embargo, esas expectativas pronto fueron disolviéndose. Definitivamente, todo lo que este año trajo puede parecer negativo; pero, cuando lo analizo, ha dejado cosas muy positivas, si así queremos verlas.

sar en esa posibilidad y poco a poco el camino que a veces estamos resueltos a tomar, no es necesariamente el correcto, por lo que estaba atravesando, en los días de enero, una depresión a la cual ya estoy acostumbrada. Mi hermana y su esposo estaban planeando un viaje a un lugar fronterizo entre México y Guatemala. El propósito era predicar a personas de difícil acceso. Soy testigo de Jehová y cada año se planean “campañas de predicación”.

La primera vez que escuche sobre el COVID-19 fue una noticia que nos compartió mi hermana, más o menos a finales de diciembre de 2019, la cual vi que decía pandemia, para ser sincera ni siquiera la leí, rápidamente pensé que, como estaba en China, era algo que jamás llegaría a este país. Como al inicio lo mencione, la ilusión de formalizar una relación rápido fue perdiendo fuerza, tal vez, era muy pronto pen-

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Para entonces, tenía un trabajo de medio tiempo, solo me presentaba en el trabajo 3 días a la semana. Estaba estrenando mi nuevo empleo poco estresante. Sin embargo, estaba deprimida por el tema sentimental, entonces, sin pensarlo tanto, decidí acompañar a mi hermana y su esposo en su viaje a Guatemala. Estaba segura de que la mejor terapia para mí era hablar temas positivos a personas que no nos conocían.


Salimos a Guatemala un dos de marzo. Yo estaba un poco asustada, el viaje hasta nuestro destino era muy largo y llevábamos a mi sobrino.

de mi cuñado y hermana nos darían alojamiento para pasar la noche. Mi trabajo de medio tiempo iniciaba cada jueves, por lo que yo ya tenía pocos días para seguir en Guatemala.

En nuestra estancia en Guatemala, debo mencionar que era un lugar con cero o casi nada acceso a Internet, quería desconectarme de todo, incluyendo mi vida aquí en El Salvador, por lo que no me preocupé por activar el roaming para estar al día de las redes sociales. Debido a lo lejos que estábamos de toda la civilización, las noticias ni siquiera eran de Guatemala. La señal que alcanzaba la antena de la casa que nos dio alojamiento era de México. En pocas ocasiones me conecté al Internet que mi hermana me regalaba, para estar en comunicación con mis padres.

Mi regreso fue antes y entré al país un 10 de marzo. Iba a regresar sola esa madrugada, por lo que estaba un poco nerviosa. Tomé un antigripal, el cambio del clima me había resfriado. No era nada grave, pero, recuerdo que mi hermana me dijo: “Toma esta pastilla unas horas antes de llegar a la frontera, porque si no van a pensar que tienes COVID”. Efectivamente, hice caso a la recomendación. Estaba llegando a la frontera a las 4:00 p. m., aproximadamente. Ahí subieron a la unidad de transporte unos agentes del sistema de salud a revisar la temperatura a todos los pasajeros. Bien, logramos entrar a tiempo a nuestro país.

Los días allá cumplieron su propósito, más de lo esperado. Iniciamos nuestro camino de regreso un nueve de marzo. Salimos del pueblecito en el que había disfrutado tanto mis días de terapia y para llegar a ciudad de Guatemala, como estaba tan lejos, unos amigos

El miércoles 11 de marzo, se cerraron las fronteras y se suspendieron clases durante 21 59


días. Todavía recuerdo el día antes, mis padres llegaron por mí a la terminal de autobuses, estaban tan contentos que había llegado con bien y felices de estar juntos otra vez.

blación de mayor riesgo de contraer la enfermedad. Ahí fue cuando inició la depresión de mi papá, quien toda su vida ha trabajado. Como se había suspendido que salieran a trabajar los mayores de 60 años, la persona que trabajaba de lunes a miércoles también se vio afectada por la situación. A partir de ahí ya no fue un trabajo de medio tiempo y empecé a cubrir toda la semana laboral.

Luego mis padres y yo nos enfrentamos a una nueva realidad. En la misma semana cambió todo, conocimos que el COVID-19 llegó a nuestro país; que la fecha del regreso de mi hermana y su familia era incierto; que los niños se enfrentarían a dejar de ver, visitar, frecuentar a sus amigos; que dejaríamos de organizar fiestas y visitas a nuestra familia; que el uso de mascarilla para salir a la tienda debía ser obligatorio, porque si no estábamos expuestos a contagiarnos. Solo por mencionar algunas situaciones. Como no estábamos preparados para nada de esta nueva vida, estábamos aceptando los cambios gradualmente, así como estos se iban presentando.

Los cambios fueron drásticos… ahora estábamos obligados a salir portando una carta del empleador la que nos brindaba la “libertad” de circular de casa al trabajo. Poco a poco los días fueron avanzando, marzo terminó y como testigos de Jehová ya no nos reunimos en nuestros Salones del Reino, no predicamos de casa en casa y no visitamos a nuestros estudiantes. Sin embargo, en ningún momento paramos de reunirnos, aunque no asistíamos a nuestro lugar de adoración, lo hacíamos por la aplicación Zoom. En ningún momento paramos de predicar. Lo hacíamos por medio de cartas, por

Otra sorpresa fue cuando se suspendió la asistencia de las personas mayores de 60 años a sus trabajos, por ser la po60


teléfono, por mensajes de WhatsApp. Nos conectamos con amigas de la congregación y tuve la oportunidad de predicar a hermanos de Guatemala, Nicaragua, Canadá, España, Estados Unidos, Ecuador y a más hermanos de El Salvador. Todos nos reunimos por Zoom para hacer cartas, las leíamos cada uno al terminar y era como haber salido a predicar, todos dábamos ideas, textos bíblicos y contábamos nuestras experiencias. Predicamos por teléfono, debo decir que la predicación por vía telefónica hizo que me doliera el estómago al principio, porque era algo a lo que la gente no estaba acostumbrada; sin embargo,

tuvimos bonitas experiencias, nos llevamos algunas sorpresas. Había muchas personas estresadas y con muchos deseos de escuchar mensajes bíblicos. Nos pedían que les llamáramos otra vez, lo cual nos hacía sentir muy contentos, había otras que nos decían que solo podían escucharnos un momento y solamente teníamos oportunidad de leer un texto bíblico breve y luego nos despedimos; pero, todas las llamadas tenían algo en común, la gente estaba asustada, estresada, triste y preocupada. Todo lo que estábamos viviendo era parte de una profecía bíblica cumpliéndose frente a nosotros.

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Poco a poco hemos ido aprendiendo a vivir con esta enfermedad. Nos emociona la idea de que salga una vacuna que nos ayude a volver a nuestra antigua realidad

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TRAVESÍA DE REGRESO Tengo 31 años, estoy casada y tengo un hijo de dos años de edad. Me considero una persona emocionalmente estable. Disfruto mucho de leer la biblia y de compartir con otras personas lo que encuentro en ella. El dos de marzo empezamos nuestro viaje hacia la frontera entre México y Guatemala, el martes diez regresaríamos a El Salvador. Cuando volvíamos un grupo de manifestantes bloquearon la carretera, así que perdimos cinco horas de tiempo en el camino. Unos amigos nos avisaron que en El Salvador se habían suspendido las clases y se había decretado cuarentena por 21 días debido al nuevo coronavirus, seguimos sin comprender del todo bien lo que estaba sucediendo y, cómo llegamos demasiado tarde a la capital de Guatemala, decidimos quedarnos y entrar al país hasta el día siguiente. El once de marzo nos enteramos que los buses internacionales de Guatemala hacia El Salvador dejaron de circular.

Nos encomendamos al creador y continuamos la jornada a bordo de un bus interdepartamental hacia la frontera San Cristóbal. Al llegar a la frontera nos dijeron que si decidíamos entrar seríamos llevados a un centro de contención, que para ese momento era un refugio ubicado en el departamento de Usulután. El agente de migración, al vernos con nuestro hijito tan pequeño, me dijo: “Señora, su niño está bonito, no lo arriesgue, mejor no entre”. Hicimos caso a la sugerencia; pero, fue más por miedo al dengue y las enfermedades gástricas que al COVID-19.

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Unos guatemaltecos que sabían de la situación y tras notar nuestra preocupación, tuvieron la amabilidad de ofrecerse para pasarnos por “extravíos” (así se le llaman en Guatemala a los puntos ciegos de la frontera). Por ser un favor, nos dijeron que solo nos cobrarían 100 quetzales


(unos 14 dólares) y que viajaríamos en carro, junto con las maletas. Decidimos no aceptar debido a nuestros valores religiosos. Subimos al mismo bus en el que habíamos llegado y comenzamos nuestro trayecto de regreso a la capital de Guatemala, sin saber dónde nos podíamos hospedar pues no conocíamos a nadie en esa ciudad.

calamidad nacional”, suspendió el transporte público y confirmó que ya tenían contagio comunitario. Ese mismo día comenzamos a enterarnos de que las condiciones en los centros de contención en El Salvador estaban cambiando y que ahora los albergados eran llevados a hoteles, sin dudarlo mucho buscamos un Uber hacia la frontera.

Llegamos a Ciudad de Guatemala a las 9 p. m., aproximadamente, nos bajamos en una calle semidesierta y nos refugiamos en una gasolinera mientras esperábamos que nuestros anfitriones nos recogieran.

Entramos a El Salvador a las 4 p. m. a través de la frontera de Las Chinamas, nos recibió el personal de FOSALUD (Fondo Solidario para la Salud), nos informaron que iríamos a un centro de contención por 30 días. Había unas 12 personas en la frontera, las diferencias de clases sociales eran notorias entre nosotros; pero, al final todos estuvimos bajo la sombra del mismo toldo, nos sometimos a las mismas reglas y compartimos la misma preocupación e incertidumbre de no saber a dónde nos llevarían.

Terminamos hospedándonos con unos compañeros de religión, amigos de los amigos de unos amigos que, a pesar de nunca haberlos conocido, se comportaron como “buenos samaritanos” de la vida real. Viven en un lugar llamado Ciudad Quetzal, a las afueras de la capital.

A las ocho de la noche, un microbús y una Coaster llegaron por nosotros, por viajar con un menor de edad nos

El 17 de marzo, el gobierno de Guatemala decretó “Estado de 67


tocó en un microbús del ISNA (Instituto Salvadoreño Para el Desarrollo Integral de la Niñez y la Adolescencia). Nos informaron que se nos asignó al Hotel Morrison, en la Colonia Escalón pues había sido equipado para albergar familias acompañadas de menores de edad. A los demás los trasladaron al Hotel Plaza en la Zona Rosa.

sin mascarilla, salió de la habitación para buscar al doctor a cargo para que le explicara las normas de convivencia del lugar. El doctor lo envió a la habitación nuevamente. Posteriormente, apareció en la habitación muy extrañado y también molesto preguntando por qué había tenido la osadía de salir del cuarto, le recordamos que a nuestra llegada no habíamos recibido instrucción alguna y que por ello estábamos un poco desorientados. En ese momento, fuimos bajados de la nube y nos explicaron con detalle lo que sería nuestra realidad por 30 días: encierro total; cero normas de convivencia; cero visitas; ninguna relación con el exterior; comerán nada más lo que se les dé; dos veces al día se efectúa la toma de temperatura con la mascarilla puesta; cualquier cosa informar al médico de turno por teléfono; cero luz del sol… nuestra vida se redujo a veinte metros cuadrados. Afuera de la habitación colocaron una silla donde a las 7:15 a. m., 12 p. m. y 5:30 p. m. nos dejaban la comida, tocaban la

Llegamos a nuestro destino alrededor de las 10 de la noche, nos recibieron un doctor y una enfermera quienes tomaron nuestros datos por primera vez. Junto a nosotros viajaba una madre embarazada, quien venía deportada de Estados Unidos, acompañada de su niño pequeño. Se enfocaron en atender y revisarlos a ellos y, rápidamente, nos enviaron a nosotros a nuestro cuarto, la habitación #107. A la mañana siguiente, insisto a este momento no entendíamos la gravedad de la enfermedad, mi esposo se alistó y, 68


puerta y se iban. Cuando se iban, salíamos y gritábamos un “gracias” a quien amablemente había huido de nosotros.

tomarnos la prueba del COVID. La toma de la muestra no es dolorosa, pero si bastante incómoda. Si no nos llegaban a traer para llevarnos al Hospital Saldaña era un indicio de que no teníamos COVID, afortunadamente, nunca llegaron por nosotros.

Esos 30 días nos esmeramos por llevar una vida relativamente normal, jugábamos con nuestro hijito y nos comunicábamos con la familia y amigos. Continuamos con las actividades religiosas (que se volvieron virtuales, literalmente para todo el mundo de los testigos de Jehová desde finales de marzo) y tratamos de darnos ánimo con los demás huéspedes por medio del conmutador telefónico del hotel. Nuestro hijo tan pequeño aprendió rápido a adaptarse a las circunstancias.

El 17 de abril nos sacaron de nuestra burbuja en un pick up con placas nacionales. Nos trajeron hasta la casa donde pasamos quince días adicionales en cuarentena domiciliar. Poco a poco hemos ido aprendiendo a vivir con esta enfermedad, por el momento no nos hemos contagiado y esperamos continuar así. Nos emociona la idea de que salga una vacuna que nos ayude a volver a nuestra antigua realidad.

El ocho de abril recibimos una llamada de la doctora de turno, quien nos dijo que nos preparáramos, pues llegarían a

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Este año, en ningún lugar del mundo hubo celebraciones litúrgicas presenciales, el mundo entero entró en una pausa, en un silencio global y aún así todavía no asimilábamos todo lo que estábamos por vivir en nuestro país; lo que nos quedaba era alimentar nuestra fe

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SI CALLÁBAMOS, LAS PIEDRAS HABLARÍAN Era cerca del mediodía del jueves 19 de marzo, cuando revisando las redes sociales, veía el comunicado de la Conferencia Episcopal de El Salvador, con asombro, desconcierto y claro que sí, una profunda tristeza, en resumen, contaba cómo a partir de ese día quedaban suspendidas las misas presenciales en todo el territorio nacional, a causa de la emergencia mundial causada por el virus denominado COVID-19.

un mensaje de esperanza a mis hijos, quienes menos entendían todo lo que estaba ocurriendo. Así, aunque no podíamos ir a nuestros templos, vivíamos en casa nuestras eucaristías. Recuerdo que reunía a la familia para hacer los vía crucis, rosarios y todo lo que nos fortaleciera en esos momentos tan difíciles para la humanidad. Desde el viernes 29 de mayo por la noche, se vino una lluvia torrencial que después calificaron de tormenta tropical. El sábado bajo la lluvia nos hicimos presentes desde temprano para ultimar los detalles, para estar listos. El reloj marcó las seis de la tarde y nuestra Vigilia Virtual de Pentecostés inició; tuvimos mejores tomas, tuvimos mejor sonido, el altar se veía precioso, algunos detalles todavía debían afinarse, pero habíamos logrado transmitir de una manera más fiel a nuestros hermanos en sus

Este año, en ningún lugar del mundo hubo celebraciones litúrgicas presenciales, el mundo entero entró en una pausa, en un silencio global y aun así todavía no asimilábamos todo lo que estábamos por vivir en nuestro país; lo que nos quedaba era alimentar nuestra fe, fue así como entendimos mejor que nunca, el concepto de cenáculos familiares. Yo quería, a través de meditar la palabra, darles 74


hogares, nuestra Vigilia de Pentecostés.

intensificado su fuerza. Había derrumbes en diferentes puntos del país. Nos escribimos con Karen, preocupadas, porque en nuestro territorio parroquial existen zonas vulnerables y durante otros inviernos y tormentas hubo desbordamientos de ríos. El reloj avanzaba y recibí una llamada: “no sabes nada de mi mami, es que dicen que el río se desbordó en la (Comunidad Nicaragua) no me puedo comunicar con ella…”, me decía llorando una amiga. No sabía qué decirle. Desde donde estábamos nadie nos daba respuesta. Sin energía eléctrica muchos celulares amanecieron descargados, no sabíamos nada, solo llegaban rumores y verdades a medias. Cuando la lluvia dio una pequeña tregua y acabando de confirmar que una hermana de la parroquia había sido víctima de las lluvias, me habló Karen diciéndome: “vaya ahorita vamos a ver ligero cómo están las cosas, irá María José, bajo en diez minutos”.

Cuando la vigilia terminó, estábamos contentos con los nuevos pasos que habíamos dado. Le agradecimos inmensamente a Dios por tomarnos en cuenta para esta misión evangelizadora y poder dar luz en medio de tanta oscuridad; pero, mientras apagábamos el equipo y salíamos del templo, observamos que la lluvia, lejos de calmarse cada vez, arreciaba más y más. Nos fuimos a descansar y seguramente esa noche, sonreímos satisfechos, mientras nos quedamos dormidos. Por la madrugada, muy temprano, desperté en completa oscuridad: “Se fue la luz”, pensé. Encendí una radio de baterías que guardo para estos momentos, comencé a darme cuenta de la intensidad de la nueva emergencia que estábamos viviendo. La depresión tropical se había convertido en una tormenta llamada Amanda y durante la noche y madrugada había 75


Los casos iban en aumento en todo el país y especialmente en nuestras colonias. Ya en el carro, recordamos que debíamos tener absoluto cuidado con el distanciamiento social. Después, decidimos ir donde había sucedido la tragedia de nuestra hermana, presentamos nuestras condolencias a la hija. Confieso que ese momento ha sido el único en toda la cuarentena donde rompí el distanciamiento social. Mi pésame lo presenté con un abrazo, no pude controlar mis emociones.

había empujado la puerta, todo el lodo y los muebles tirados eran testigos mudos y evidencia de lo que me estaba relatando. Tomé algunas fotos. María José y Karen lograron tomas de casas que literalmente se había llevado el río, todas con el mismo denominador: destrucción, tristeza y necesidades urgentes. Nos dirigimos a la iglesia para contarle al padre lo que habíamos visto, dio la autorización de utilizar la parroquia como centro de acopio y publicamos las fotografías, no queríamos ser amarillistas, sino más bien mostrar las necesidades que se tenían que suplir de inmediato. Ese día regresamos dos veces a dejar las primeras donaciones.

Después, retomamos nuestro camino a la comunidad Nicaragua. Al llegar pudimos constatar que, efectivamente, el río se había salido de su cauce normal. Encontramos muebles enlodados que habían sido arrastrados. Vimos ancianos, hombres, mujeres y niños sacando lodo de sus casas. Nos topamos con la hermana Sandra, por quien su hija me había preguntado más temprano. Luego, ella me enseñó hasta donde había llegado el nivel del agua, como su fuerza

Durante esa semana, nos dedicamos a promover, en nuestra página de Facebook, la solidaridad para con los que lo habían perdido todo. Esa fue sin duda otra maravillosa experiencia que tuvimos: servir como un medio, 76


como un canal, para que la ayuda pudiera fluir; identificamos la necesidad y nuestros hermanos se volcaron en generosidad. Estábamos físicamente en cuarentena, pero los corazones no.

Fallecidos. Lo que siempre me conmocionó era cuando tenía que cambiarlos de posición en la lista y llevarlos del numeral 2 al 3. En mi carácter de secretaria parroquial, tuve que hablar con personas que incluso acababan de avisarles que su familiar había perdido la batalla. Siempre he sido buena para expresarme, pero, en esta emergencia hubo varios momentos que me dejaron sin poder decir ni una palabra. A pesar de nuestra propia impresión de los hechos, nos tocaba realizar las esquelas para dar a conocer a nuestros hermanos las tristes noticias en nuestra página (de Facebook). Siempre hemos realizado esquelas como parte de nuestro acompañamiento a nuestros hermanos; pero, nunca imagine cuántas esquelas tendríamos que hacer en este año, tras una, la otra. Ni hablar de las intenciones de misa, muchos nombres de esas innumerables novenas eran víctimas del virus, sus familiares me lo decían cuando las anotaban, pero, vivían en otros municipios. Aunque

La situación nos llevó a crear espacios de oración, en los cuales pudiéramos interceder por nuestros hermanos enfermos. Poco a poco, en medio de todo esto, los programas fueron viendo la luz. Nos enfrentamos a grandes retos. Vinieron tiempos de desvelos para editarlos y programarlos. Hubo muchos días que ni siquiera dormimos. Mientras agradecíamos a Dios la oportunidad de poder servirle con los programas, con la asamblea y todo lo que hacíamos, también, nos tocó experimentar el lado duro, amargo y terrible de esta pandemia. Recuerdo como día a día nuestras listas de enfermos para los momentos de oración aumentaban. Esas listas estaban organizadas en el siguiente orden: 1- Acción de gracias 2- Peticiones y 377


no tuvieran tanta connotación en nuestro entorno, eran pérdidas, eran hermanos, tíos, abuelos… No tengo un recuento oficial de todos los nombres que pasaron por mis manos para anotarlos, para pedir por sus almas, víctimas oficiales y no oficiales, unos que nunca conocí y otros conocidos, allegados, muy cercanos.

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